¿Los ángeles caídos son nuestros enemigos?
Nuestro enemigos son los ángeles caídos, es decir los demonios. Ellos desean que toda la humanidad sufra eternamente los tormentos del infierno.
El exorcista Padre José Antonio Fortea se enfrentó varias veces a los demonios y en su libro “Summa Daemoniaca” (Suma de cuestiones relativas al demonio), nos enseña de una manera práctica y sencilla quiénes son los demonios y porqué nos odian.
A continuación se presentan las primeras preguntas y respuestas que se mencionan en su libro, referidas a los demonios:
Cuestión Nº 1
¿Qué es un demonio?
Un demonio es un ser espiritual de naturaleza angélica condenado eternamente. No tiene cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia, sino que se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual. Spiritus en latín significa soplo, hálito. Dado que no tienen cuerpo, los demonios no sienten la más mínima inclinación a ningún pecado que se cometa con el cuerpo. Por tanto la gula o la lujuria son imposibles en ellos. Pueden tentar a los hombres a pecar en esas materias, pero sólo comprenden esos pecados de un modo meramente intelectual, pues no tienen sentidos corporales. Los pecados de los demonios, por tanto, son exclusivamente espirituales.
Los demonios no fueron creados malos. Sino que al ser creados, se les ofreció una prueba, era la prueba previa antes de la visión de la esencia de la Divinidad. Antes de la prueba veían a Dios pero no veían su esencia. El mismo verbo ver resulta aproximativo, pues la visión de los ángeles es una visión intelectual. Como a muchos les resultará muy difícil entender cómo podían ver/conocer a Dios, pero no ver/conocer su esencia habría que proponer como comparación que sería como decir que ellos veían a Dios como una luz, que le oían como una voz majestuosa y santa, pero que su rostro seguía sin desvelarse. De todas maneras, aunque no penetraran su esencia, sabían que era su Creador, y que era santo, el Santo entre los Santos.
Antes de penetrar en la visión beatífica de esa esencia divina Dios les puso una prueba. En esa prueba unos obedecieron, otros desobedecieron. Los que desobedecieron de forma irreversible se transformaron en demonios. Ellos mismos se transformaron en lo que son. Nadie les hizo así.
Se sucedieron unas fases en la psicología de los ángeles antes de transformarse en demonios. Estas fases se dieron no en el tiempo material, sino el evo. (El evo es el tiempo de los espíritus. La explicación detallada de qué es el evo aparece más adelante en esta obra.) Al darse en el evo, estas fases a los humanos nos parecería que fueron casi instantáneas. Pero lo que a nosotros nos parecería tan breve, para ellos fue muy largo. Las fases de transformación de ángel a demonio fueron las siguientes: Al comienzo les entró la duda, la duda de que quizá la desobediencia a la Ley divina fuera lo mejor. En el momento en que voluntariamente aceptaron la posibilidad de que la desobediencia a Dios fuera una opción a considerar ya pecaron. Al principio esa aceptación de la duda constituiría un pecado venial que poco a poco fue evolucionando al pecado grave. Pero al principio, ninguno de ellos en esta primera fase estaba dispuesto a alejarse irreversiblemente, ni siquiera el Diablo. Fue posteriormente cuando se fue asentando en sus inteligencias lo que su voluntad había escogido a pesar del dictamen de su inteligencia que les recordaba que tal desobediencia era contra razón. Pero sus voluntades se fueron alejando de Dios, y como consecuencia de ello sus inteligencias fueron aceptando como verdadero el mal que su voluntad había escogido. Sus inteligencias fueron consolidándose en el error. La voluntad de desobedecer se fue afianzando, haciéndose esa determinación cada vez más profunda. Y la inteligencia iba buscando más y más razones para que eso le resultase cada vez más justificable. Finalmente ese proceso llevó al pecado mortal que se dio en un momento concreto, a través de un acto de la voluntad. Es decir, en cada ángel llegó un momento en que no sólo quiso desobedecer, sino que incluso optó ya por tener una existencia al margen de la Ley divina. Ya no era un enfriamiento del amor a Dios, ya no era una desobediencia menor a algo determinado que les resultase difícil de aceptar, sino que en la voluntad de muchos de ellos apareció la idea de un destino aparte de la Trinidad, un destino autónomo.
Los que perseveraron en este pensamiento y decisión comenzaron un proceso de justificación de esta elección. Comenzaron un proceso en que se trataron de autoconvencer de que Dios no era Dios. De que Dios era un espíritu más. De que podía ser su Creador, pero que en Él había errores, fallos. Comenzaban a acariciar la posibilidad que había aparecido en sus inteligencias: la posibilidad de una existencia aparte de Dios y de sus normas. La existencia aparte de Dios aparecía como una existencia más libre. Las normas de Dios, la obediencia a Él y a su voluntad, aparecían progresivamente como algo opresor, pesado. Dios comenzaba a ser visto como un tirano frente al que había que liberarse. En esta nueva fase de alejamiento, ya no era simplemente que buscaran un destino fuera de Dios, sino que Dios mismo les parecía que era un obstáculo para alcanzar esa libertad. Pensaban que la belleza y felicidad del mundo angélico hubiera sido mucho más feliz y libre sin un opresor. ¿Por qué había un Espíritu que se alzaba por encima de los demás espíritus? ¿Por qué su voluntad se debía imponer sobre la de los demás espíritus? ¿Por qué una Voluntad debe imponerse sobre otras voluntades? No somos niños, no somos esclavos, debieron pensar. Dios ya no era un elemento que habían dejado atrás, sino que comenzaba a convertirse para ellos en el mal. Y así comenzaron a odiarle. Las llamadas de Dios hacia estos ángeles para que volvieran hacia El eran vistas como una intrusión inaceptable. En esta fase, el odio en unos creció más, en otros espíritus menos.
Puede sorprender que un ángel llegue a odiar a Dios, pero hay que entender que Dios ya no era visto por ellos como un bien, sino como un obstáculo, como una opresión, Él era visto como las cadenas de los mandamientos, como la falta de libertad. Ya no era visto como un Padre, sino como fuente de órdenes y mandatos. El odio nació con la energía de sus voluntades resistiendo una y otra vez a las llamadas de Dios que como un padre les buscaba. El odio nació como reacción lógica de una voluntad que tiene que afianzarse en su decisión de abandonar la casa paterna, por decirlo en términos que resulten inteligibles para nosotros. Es decir, alguien que se marcha de casa al principio simplemente quiere marcharse, pero si el padre le llama una y otra vez, el hijo acaba diciendo déjame en paz. Dios les llamaba entonces, pues sabía que cuanto más tiempo sus voluntades estuvieran alejadas de Él, más se afianzarían en su alejamiento.
Por supuesto que muchos ángeles que se habían alejado en un primer momento volvieron. Esta es la gran lucha en los cielos de la que se habla en Apocalipsis 12:
Y se entabló un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles luchando con el Dragón. Y el Dragón luchó y sus ángeles, pero no tuvieron fuerza, no volvió a encontrarse su sitio en el cielo. Fue expulsado el gran Dragón, la Serpiente antigua que se llama Diablo y el Adversario, que engaña al orbe entero. Fue expulsado a la tierra, y sus ángeles fueron expulsados con él.
¿Cómo los ángeles pueden luchar entre sí? Si no tienen cuerpo, qué armas pueden ser usadas. El ángel es espíritu, el único combate que se puede entablar entre ellos es intelectual. Las únicas armas que pueden blandir son los argumentos intelectuales. Esa lucha fue una lucha intelectual. Dios enviaba la gracia a cada ángel para que volviera a la fidelidad o se mantuviera en ella. Los ángeles daban argumentos a los rebeldes para que volvieran a la obediencia. Los ángeles rebeldes daban sus razones para fundamentar su postura y para introducir la rebelión entre los fieles. En esta angelical conversación de miles de millones de ángeles hubo bajas por ambos lados: ángeles rebeldes regresaron a la obediencia, ángeles fieles fueron convencidos con la seducción de los razonamientos malignos.
La transformación en demonios fue progresiva. Con el transcurrir del tiempo -el evo es un tipo de tiempo- unos odiaron más a Dios, otros menos. Unos se hicieron más soberbios, otros no tanto. Cada ángel rebelde fue deformándose más y más, cada uno en unos pecados específicos. Así como, por el contrario, los ángeles fieles se fueron santificando progresivamente. Unos ángeles se santificaron más en una virtud otros en otra. Cada ángel se fijó en un aspecto u otro de la divinidad. Cada ángel amó con una medida de amor. Por eso en el bando de los fieles comenzó a haber muchas distinciones, según la intensidad de las virtudes que cada ángel practicó más.
Cada ángel tenía su propia naturaleza dada por Dios, pero cada uno se santificó en una medida propia según la gracia de Dios y la correspondencia de la propia voluntad. Esto es válido pero al revés, para los demonios. Cada uno recibió de Dios una naturaleza, pero cada uno se deformó según sus propios caminos extraviados.
Por eso la batalla acabó cuando ya cada uno quedó encasillado en su postura de forma irreversible. Llegó un momento en que ya sólo había cambios accidentales en cada ser espiritual. En los demonios, llegó un momento en que ya cada uno se mantuvo firme en su imprudencia, en sus celos, en su odio, en su envidia, en su soberbia, en su egolatría...
La batalla había acabado. Podían seguir discutiendo, hablando, disputando, exhortándose, durante miles de años, por decirlo así en términos humanos, pero ya sólo habría cambios accidentales. Fue entonces cuando los ángeles fueron admitidos a la presencia divina, y a los demonios se les dejó que se alejaran, se les abandonó a la situación de postración moral en que cada uno se había situado.
Como se ve no es que los demonios sean enviados a un lugar cerrado de llamas y aparatos de tortura, sino que se les deja como están, se les abandona a su libertad, a su voluntad. No se les lleva a ninguna parte. Los demonios no ocupan lugar, no hay donde llevarles. No hay aparatos de tortura, ni llamas que les puedan atormentar, ni cadenas que les amarren sus miembros. Tampoco los ángeles fieles entraron en ningún sitio. Simplemente recibieron la gracia de la visión beatífica. Tanto el cielo de los ángeles, como el infierno de los demonios, son estados. Cada ángel porta en su interior su propio cielo esté donde esté. Cada demonio, esté donde esté, lleva dentro de su espíritu su propio infierno.
El momento en que ya no hay marcha atrás es el momento en que un ángel ve la esencia de Dios. Porque después de ver a Dios ya nada le podrá hacer cambiar de opinión. Después de haber visto a Dios, jamás nadie podrá escoger algo que le ofenda lo más mínimo. Pues la inteligencia comprendería que sería escoger estiércol frente a un tesoro. El pecado después de ese momento es imposible. El ángel antes de entrar al cielo, comprendía a Dios, comprendía lo que era, lo que suponía su santidad, omnipotencia, sabiduría, amor… Después de ser admitido a contemplar su esencia, uno no sólo la comprende, sino que además la ve. Es decir, uno ve su santidad, su amor, su sabiduría, etc. El espíritu al ver aquello se llena de tal amor, de tal veneración, que jamás, bajo ningún concepto, quiere separarse de ello. Por eso el pecado pasa a ser imposible.
El demonio queda irremisiblemente ligado a lo que ha escogido, desde el momento en que Dios decide no insistir más. Llega un momento en que Dios decide no enviar más gracias de arrepentimiento. Pues cada gracia de arrepentimiento sólo puede ser superada, sólo puede ser vencida, afirmándose más en el odio. Llega un momento en que Dios ve que enviar más gracias sólo sirve para que el demonio afiance más lo que ha escogido su voluntad. Llega un momento en que Dios Amor da la espalda y deja a su hijo que siga su camino. Deja que el demonio siga su vida aparte.
(Un buen amigo mío profesor de la universidad de Alcalá de Henares, se quedó un poco sorprendido ante esta expresión de dar la espalda e incluso me sugirió la posibilidad de una corrección en la formulación de la frase. ¿Puede de verdad hacer tal cosa el Amor Infinito? Indudablemente sí. La rebeldía de la criatura lleva a que finalmente Dios abandone a ese ser a su propia suerte. ¿Qué momento es ese en que la criatura queda abandonada? Ese momento es aquel en el que Dios decide no conceder ninguna gracia más de arrepentimiento a la criatura. En ese instante podemos decir que Dios ha dado la espalda al ser que creó. En cuanto ocurre esa terrible y temible decisión, la criatura está ya juzgada.)
Por un lado podríamos decir que no hay un momento único en que el ángel se transforme en demonio, sino que se trata de un proceso lento, gradual, evolutivo. Pero por otro lado por largo que haya sido ese proceso previo (y posterior) sí que hay un momento preciso en el que el espíritu angélico tiene que tomar la decisión de rechazar o no a su Creador.
Ya se ha dicho que en ese proceso cabe la marcha atrás, esa es la celestial batalla angélica de la que habla Ap 12, 7-9. Pero llega un momento de esa batalla, en que ya los demonios se alejan y se alejan. No tendría sentido seguir insistiendo. El Creador respeta la libertad de cada uno.
El demonio aparece en las pinturas y esculturas deforme, es muy adecuado ese modo de representarlo, pues es un espíritu angélico deformado. Sigue siendo ángel, es sólo su inteligencia y su voluntad lo que se ha deformado, nada más. En lo demás sigue siendo tan ángel como cuando fue creado. El demonio en definitiva es un ángel que ha decidido tener su destino lejos de Dios. Es un ángel que quiere vivir libre, sin ataduras. La soledad interior en que se encontrará por los siglos de los siglos, los celos de comprender que los fieles gozan de la visión de un Ser Infinito, le llevan a echarse a sí mismo en cara su pecado una y otra vez. Se odia a sí mismo, odia a Dios, odia a los que les dieron razones para alejarse.
Pero no todos sufren lo mismo. Unos ángeles en la batalla se deformaron más y otros menos. Los que más se deformaron, los más deformes, sufren más. Los menos deformes sufren menos. Pero una vez más hay que recordar que sólo es deformidad de la inteligencia y la voluntad.
La inteligencia está deformada, oscurecida, por las propias razones con las que uno justificó su marcha, su liberación. La voluntad impuso a la inteligencia su decisión, y la inteligencia se vio impelida a justificar esa decisión. La inteligencia funcionó como un mecanismo de justificación, de argumentación de aquello que la voluntad le fustigaba a aceptar. Como se ve, el proceso tiene una extraordinaria similitud con el proceso de envilecimiento de los humanos. No nos olvidemos que los humanos somos un espíritu en un cuerpo. Si prescindimos de los pecados relativos al cuerpo, el proceso interno psicológico que lleva a una persona buena a acabar en la mafia, o de guardia en un campo de concentración, o de terrorista, es en sustancia el mismo proceso. En sustancia, el concepto de pecado, de tentación, de evolución de la propia iniquidad es igual en el espíritu angélico que en el espíritu del hombre. Pues los pecados del hombre son siempre pecados del espíritu, aunque los cometa con el cuerpo. Ya que el cuerpo es tan sólo un instrumento de lo que ha decidido el espíritu con su libre albedrío.
Así como el niño atraviesa un periodo de niñez, así también el ángel al principio acaba de ser creado y no tiene experiencia. La persona humana tiene tentaciones de otras personas, también los ángeles de sus semejantes. El hombre puede pecar por estructuras mentales tales como la patria, el honor de la familia, o el bienestar de un hijo. El espíritu angélico también tenía detrás de sí grandes construcciones intelectuales que, aunque distintas a las humanas, supondrían un complejo correlato angélico de todo este mundo humano que conocemos.
Nosotros los humanos somos también espíritu, aunque tengamos un cuerpo, y sólo tenemos que mirar a nuestro interior para comprender como uno puede caer en el pecado, como uno puede envilecerse. Es entonces cuando el pecado de los ángeles nos empieza a parecer más cercano y ya no nos resulta tan incomprensible.
Cuestión Nº 2
¿Por qué Dios puso una prueba a los espíritus angélicos?
Por qué no concedió la visión beatífica a todos en cuanto les creó? ¿Por qué se arriesgó a que algunos se convirtieran en demonios? Dios podría haber creado espíritus angélicos y directamente haberles concedido la gracia de la visión beatífica. Esto era perfectamente posible a su omnipotencia y no hubiera habido ninguna injusticia en hacerlo. Pero había tres poderosas razones para concederles una fase de prueba antes de la visión beatífica.
La razón menos importante de todas era el que Dios tenía que dar a cada ser racional un grado de felicidad. Todos en el cielo ven a Dios, pero nadie puede gozar de El en un grado infinito, eso es imposible. Sólo Dios goza infinitamente. Cada ser finito goza al máximo, sin desear más, pero de un modo finito. Goza finitamente de un bien infinito. La comparación que se suele usar para comprender este concepto metafísico es que cada ser racional tiene un vaso, Dios llena ese vaso hasta sus bordes, plenamente. Pero cada vaso es de una medida determinada.
Dios en su sabiduría determinó algo especialmente inteligente: que cada uno determinara el grado de gloria que iba a gozar durante la eternidad. Dado que esto es para siempre, dado que es algo tan importante, Dios ha dejado tal cosa en nuestras manos. Ya que cada uno ha de tener un grado, eso es inevitable, pues que cada uno decida ese grado. ¿El modo?: una prueba. Según la generosidad, el amor, la constancia y demás virtudes que manifestemos en esa prueba, así en esa medida será el grado. Como se ve es una disposición de las cosas magnífica, una disposición en la que se manifiesta la sabiduría infinita de Dios.
Si esta razón expuesta es importante, considero que todavía lo es más el considerar el hecho de que el único momento en el que un espíritu puede desarrollar su fe, su generosidad para con Dios es mientras todavía no lo ve. Después al verlo tendrá el agradecimiento por lo que ya contempla. Pero ese amor generoso en la fe, esa confianza hacia Dios en la oscuridad, eso es posible sólo antes de la visión. Después ya nunca será posible. Todo será posible, menos eso. Digamos que es un aspecto del espíritu que o se desarrolla antes de la visión facial de la esencia de Dios, o después ya es absolutamente imposible. Por eso la prueba es un don de Dios. Un don para que en nosotros germine y se desarrolle la flor de la fe con todos sus frutos. Esa flor en nosotros ya no podrá nacer durante toda la eternidad. Ya no podrá haber fe donde hay visión. Y tras la fe y como consecuencia de ella vienen las virtudes subsiguientes. Cada ángel desarrollaría unas más y otras menos.
Ante todo, el tiempo de prueba daba la posibilidad de que nacieran y se desarrollaran las virtudes teologales. Y después, incluso, unos ángeles desarrollarían más la virtud de la perseverancia, otros la de la humildad, otros la de la súplica, etc.
Claro que conceder a un ser la posibilidad de que en él nazca la fe, supone arriesgarse a que pueda germinar en ese mismo ser no la fe sino el mal. Dios al dar la libertad, sabe que una vez que la conceda puede encauzarse a sí misma hacia el bien o hacia el mal. Dios puede crear el cosmos como quiera, como desee, según su voluntad, sin ninguna cortapisa, sin ningún límite. Pero el santo no se crea, se hace a sí mismo con la acción de la gracia. Conceder el don de la libertad a los espíritus supone que puede aparecer una madre Teresa de Calcuta o un Hitler. Una vez que se concede el regalo de la libertad, se concede con todas las consecuencias. Querer que aparezca el bien espiritual supone de antemano aceptar la posibilidad de que aparezca el mal espiritual. En el cosmos material no hay bien espiritual, ni la más pequeña cantidad de bien espiritual. El bien del cosmos material es un bien material, la glorificación del universo físico al Creador es una glorificación material e inconsciente. El bien espiritual es cualitativamente superior, pero supone necesariamente tener que admitir ese riesgo. Por eso la aparición del mal no fue un trastocamiento de los planes divinos. La posibilidad de la aparición del mal ya formaba parte de los planes divinos antes de la creación de criaturas pensantes.
De todas maneras, aunque he hablado de que la prueba era necesaria para determinar el grado de gloria, la razón más importante, la razón más poderosa, para conceder el don de la libertad era para obtener el amor de un modo libre. Sin esa prueba, Dios hubiera podido obtener el agradecimiento de los seres a los que hubiera dado un grado de gloria sin pasar por el riesgo de una prueba. Pero Dios es un ser que ama y que quiere ser amado. El único modo de obtener ese amor en la fe, ese amor que se confía, ese amor desinteresado en la oscuridad del que todavía no ve, era proponer esa prueba. Vuelvo a repetir que el mismo Dios que puede crear miles de cosmos con sólo un acto de su voluntad, no puede crear ese amor que nace del que es probado en el sufrimiento de la fe. El amor a Dios no se crea, es una donación por parte de la criatura.
Cuestión Nº 3
¿Por qué Dios no retiró la libertad al ver que comenzaban a pecar?
Por qué Dios no retira la libertad en cuanto ve que alguien avanza por el camino del mal? Pues no lo hace, porque realizar tal cosa supondría que tal espíritu quedaría ya para siempre en el mal. Permitir que siga haciendo el mal, supone ofrecerle la posibilidad de que retorne al bien. Retirarle de la prueba haría que se cometieran menos pecados, pero el espíritu que ha sido retirado quedaría petrificado en el mal para siempre. Permitir que el malo siga haciendo el mal, le da la posibilidad de retroceder.
Cuestión Nº 4
¿Son todos los demonios iguales?
Ya hemos visto que cada demonio pecó con una intensidad determinada. Además cada demonio pecó en uno o varios pecados en especial. La rebelión tuvo su raíz en la soberbia, pero de esa raíz nacieron otros pecados. Eso en los exorcismos se ve con gran claridad, hay unos demonios que pecan más de ira, otros de egolatría, otros más de desesperación, etc. Cada demonio tiene su psicología, su forma de ser particular. Los hay locuaces, los hay más despectivos, en uno brilla de un modo especial la soberbia, en otro el pecado del odio, etc. Aunque todos se apartaron de Dios, unos son más malos que otros.
Después hay que recordar que como nos dice San Pablo hay nueve jerarquías de ángeles. Las jerarquías superiores son más poderosas, bellas e inteligentes que las inferiores. Cada ángel es completamente distinto de otro ángel. No hay razas de ángeles, por usar un término zoológico. Sino que cada uno agota su especie. Sin embargo, sí que es posible agrupar a los ángeles en distintos grandes grupos o jerarquías. Jerarquías también llamadas coros, pues esos grupos es como si formaran coros que cantan las alabanzas de Dios. Su cántico por supuesto no es de la voz, sino es la alabanza espiritual que emite su voluntad al conocer y amar a la Trinidad.
Decada una de las nueve jerarquías cayeron ángeles transformándose en demonios. Es decir, hay demonios que son virtudes, potestades, serafines, etc. Aunque sean demonios siguen conservando intacto su poder e inteligencia.
Por todo lo dicho está claro que existe una jerarquía demoníaca. Una cosa comprobada por los exorcismos es que entre ellos existe un poder de los superiores sobre los inferiores. ¿En qué consiste ese poder? Es algo imposible de saber, pues no se ve como un demonio puede obligar a otro a hacer algo. Pues no hay cuerpo que empujar o forzar. Sin embargo, he comprobado que un demonio superior puede forzar a uno inferior a no salir de un cuerpo durante un exorcismo. Aunque el inferior sufra y quiera salir, el superior se lo puede impedir. Cómo un demonio puede forzar a otro demonio siendo éste intangible, es algo, lo repito, que escapa a nuestra comprensión.
Cuestión Nº 5
Zoología y demonología
Podríamos decir que existe un cierto paralelismo entre la zoología y la demonología. Pues aunque cada ser angélico es completamente distinto de otro, ya que agota su forma. *(Aquí la palabra forma está usada en su sentido filosófico que es distinto del sentido usual en que la gente usa esta palabra. Cuando se dice que cada ángel agota su forma se quiere decir lo siguiente: Entre los hombres, por ejemplo, la forma es la misma (la forma humana) pero lo que individua a cada ser humano es la materia. Una misma forma, pero con distinta materia. Como los ángeles no tienen materia, cada ángel tiene que tener una forma distinta para distinguirse de otro. Esto vale para todos los seres que existen sin materia. Por eso Dios tiene que ser uno y nunca podría haber dos. La forma divina del Ser infinito no tiene materia que la individue, por eso si hubiera dos formas divinas ¿qué las distinguiría? Serían un sólo ser, no puede ser de otra manera.) *
Sin embargo, es posible englobarlos en grandes grupos. Es decir, imaginemos que de cada especie de mamífero existiera un único ejemplar: un solo ciervo, un solo gamo, un solo caballo, etc. Cada uno sería distinto, pero dentro del mundo zoológico podríamos agrupar esos seres únicos en una especie, la de los mamíferos, no porque esos vivientes sean iguales entre sí, sino porque son más similares entre sí que frente los pertenecientes a la especie de los insectos, de los peces, etc. Esos mamíferos serían distintos entre sí, pero se los agruparía porque entre ellos es mayor su semejanza que entre el resto de seres vivos. Pues lo mismo sucede con las naturalezas angélicas. Cada una es distinta pero pueden ser agrupadas en grandes grupos, en este caso nueve según dice la Biblia:
serafines
querubines
tronos
dominaciones
virtudes
potestades
principados
arcángeles
ángeles
Si las diferencias entre los animales son a veces tan grandes, en el mundo angélico son mayores pues la forma está liberada de las leyes de la biología y la materia. Y por tanto, si grande es la diferencia entre una libélula y un águila mucho mayores son las diferencias entre las naturalezas angélicas. Si grande es la diferencia entre una mariquita y una ballena azul, indeciblemente mayor es la diferencia entre un ángel de la novena jerarquía y los de la primera.
Cuestión Nº 6
Astronomía y demonología
Existe un cierto paralelismo entre la astronomía y la demonología. Un sistema solar es como una especie de parábola de lo que es Dios, los ángeles y los demonios. Dios sería el Astro Rey. Alrededor del cual giran todos los astros del sistema solar, pues El es el centro. El ilumina a todos.
El resto de planetas, asteroides y satélites serían los santos y ángeles. El sistema de rotación de los satélites alrededor de los planetas sería imagen de la iluminación de unos seres ángélicos a otros. Aunque los satélites giren alrededor de un planeta, también rotan alrededor del Sol. Dios es el centro por más intermediaciones que haya.
Sin embargo, los demonios serían como esos cuerpos que se han alejado de la atracción del Sol. El Sol les atrae, no deja de atraer nunca, no deja de iluminar, de dar calor. Sin embargo, esos cuerpos se han alejado tanto (libremente) que viven en las tinieblas exteriores, en el frío del vacío y la oscuridad. Dios les sigue atrayendo cada instante, cada segundo. Pero ellos ya están irremisiblemente fuera del alcance de su atracción y su luz. El Sol no les priva de su luz, son ellos los que han preferido dirigirse en dirección opuesta.
Muchos hombres se preguntan dónde está la raya divisoria entre la condenación eterna y la salvación. Esta parábola astronómica ofrece luz sobre el tema, pues esa raya es como el límite de la fuerza gravitatoria. Uno puede estar muy lejos, pero si está unido por la gravitación al Sol, está unido a El. Mientras que si uno vaga ya completamente por libre, ajeno completamente a esa gravitación eso es la condenación eterna.
Si vemos esta parábola astronómica desde la superficie de la Tierra, hay que hacer ciertos cambios (hay que añadir las estrellas) pero también podemos añadir ciertos matices (se puede incluir a la Luna). Dios sería el Sol, la Virgen la Luna y los ángeles las estrellas. La diferencia entre la luz del Sol y la de las estrellas sería imagen entre la diferencia entre el ser de Dios y el de los espíritus angélicos. Los ángeles serían un pálido y débil puntito de luz frente a la luz cegadora e irresistible de Dios. La diferencia entre la luz de las estrellas y la de la Luna sería la diferencia entre los ángeles y ella. Desde luego en muchos pasajes de la Sagrada Escritura queda claro que las estrellas, luminosas y muy por encima de la tierra, son imagen de los espíritus angélicos. (Es en el ámbito de esta parábola astronómica donde hay que entender versículos como Ap 12,4, Is 14, 12-15 o tantos otros).
Cuestión Nº 7
¿Cuáles son los nombres de los demonios?
Satán: es el más poderoso, inteligente y bello de los demonios que se rebelaron. Se le llama Satán o Satanás en el Antiguo Testamento. Su raíz primitiva significaría atacar, acusar, ser un adversario, resistir. Satan significaría adversario, enemigo, opositor.
Diablo: es como llama el Nuevo Testamento a Satán. Diablo viene del verbo griego diaballo, acusar. La gente usa la palabra diablo y demonio como sinónimos, pero la Biblia no. La Biblia siempre usa la palabra Diablo en singular y refiriéndose al más poderoso de todos ellos. La Sagrada Escritura también le llama el Acusador, el Enemigo, el Tentador, el Maligno, el Asesino desde el principio, el Padre de la mentira, Príncipe de este mundo, la Serpiente.
Belcebú: usualmente usado este nombre como sinónimo del Diablo. Proviene de Baal-zebul que significa señor de las moscas. Aparece en 2 Re 1,2.
Lilith: aparece en Is 34, 14, la tradición judía lo consideró como un ser demoníaco. En la mitología mesopotámica es un genio con cabeza y cuerpo de mujer, pero con alas y extremidades inferiores de pájaro.
Asmodeo: aparece en el libro de Tobías, del persa aesma daeva que significa espíritu de cólera.
Seirim: aparecen en Is 13, 21, Lev 17, 7 y en Bar 4,35, suele traducirse como los peludos. Deriva del hebreo sa´ir que significa peludo o macho cabrío.
Demonio: del griego daimon que significa genio. En la mitología grecorromana no era necesariamente una entidad maléfica. Pero en el Nuevo Testamento, siempre es usado como término para designar seres espirituales malignos.
Belial: o Beliar de la raiz baal que significa señor. Aparece por ejemplo en 2 Cor 6, 15.
Apollyon: significa destructor, aparece en Ap 9, 11. Se dice de él que su nombre en hebreo es Abaddón que significa perdición, destrucción.
Lucifer: es un nombre extrabíblico que significa estrella de la mañana, también significa el que lleva la luz. El nombre que le puso Dios nos indica la belleza de este ángel. Su nombre nos recuerda la pena tan grande que es que siendo tan bello, cayera. El nombre le viene de que fue un ángel especialmente privilegiado en su naturaleza en los cielos angélicos, antes de rebelarse y deformarse. La inmensa mayoría de los textos eclesiásticos usa el nombre de Lucifer como sinónimo del Diablo. Sin embargo, el padre Gabriele Amorth considera que es el nombre propio del demonio segundo en importancia en la jerarquía demoníaca. Soy enteramente de la misma opinión y lo que conocemos por los exorcismos nos confirmaría que Lucifer es alguien distinto de Satán.
Como curiosidad diré que en un exorcismo un demonio dijo que los cinco demonios más poderosos del infierno eran por este orden: Satán, Lucifer, Belcebú, Belial y Meridiano. ¿Es segura esta jerarquía? Sólo Dios lo sabe. Lo que es seguro, y lo sabemos por la Sagrada Escritura y por los exorcismos, es que cada demonio tiene un nombre. Un nombre dado por Dios que expresa la naturaleza de su pecado. Distintos nombres de demonios dichos por ellos en exorcismos son: Perversión, Muerte, Puerta, Morada, etc. Otros, sin embargo, dicen nombres que no sabemos que significan: Elisedei, Quobad, Jansen, Eishelij, etc.
En algunos libros de magos y brujos se colocan largas listas de nombres. Esas listas inacabables son tan exhaustivas como inventadas. No tienen otro valor que la imaginación de sus autores. Pues algunos no sólo ofrecen la lista de los nombres sino incluso el número de demonios que pueblan el infierno. Esas descripciones detalladas de las legiones infernales son puramente inventadas. Ir más allá de los escuetos datos de la Sagrada Escritura supone adentrarse en el mundo de la literatura, abandonando el seguro terreno firme de la Palabra de Dios. La Teología puede decir muchas cosas acerca de los demonios, pero siempre de un modo general, trabajando con conceptos. La Teología al trabajar con esencias, nada puede decir de un demonio concreto.
El autor de cierta lista de demonios (tan exhaustiva como inventada) dice de uno ellos llamado Xaphán que fue el que le sugirió a Satán prenderle fuego al cielo, pero que fueron arrojados al infierno antes de cometer tan vil acto. Dice de él que está encargado eternamente, de mantener encendidas las llamas del infierno. No hace falta decir que a tal inventor de mitos le aconsejo que lea este libro, donde descubrirá que ni hay forma de prender fuego al cielo, ni hay manera de mantener encendidas las llamas del infierno.
Cuestión Nº 8
¿Hay tiempo en los demonios?
Sí, el tiempo transcurre para los demonios. No es un tiempo como el nuestro (que es tiempo material) sino que se trata de un tiempo propio de los espíritus, tiempo que es llamado evo (aevum en latín). El evo es la sucesión de actos de entendimiento y voluntad en un ser espiritual. Los actos de la razón y de la voluntad se suceden provocando un antes y un después, un antes de un determinado acto del entendimiento, o de un acto de querer algo. Desde el momento que hay un antes y un después hay algún tipo de tiempo. Por tanto cuando se dice que los espíritus en el cielo y en el infierno están en la eternidad hay que entender esta afirmación como que están en una interminable sucesión temporal, una sucesión de tiempo sin final, con principio (que es cuando fueron creados), pero sin final. Sólo Dios está en un eterno presente, sólo en El no hay sucesión de tiempo de ninguna clase. En El no ha transcurrido nunca ni un solo segundo, ni un solo antes ni después. La eternidad de Dios es cualitativamente distinta de la eternidad del tiempo material (con un principio pero sin final) y de la eternidad del evo (también con un principio, también sin final).
Sobre este tipo de tiempo, el evo, habló Santo Tomás ya en el siglo XIII, en la Primera Parte de la cuestión X, artículo V, de su Summa Theologica y quizá a algunos les pudo parecer que su razonamiento era excesivamente teórico. Pero al escuchar yo relatos de personas que han pasado por experiencias cercanas a la muerte, personas que han vivido la experiencia de la separación del cuerpo, de entrar en el túnel, etc., comprobé que cuando se les preguntaba si había tiempo en esa experiencia, es decir si notaron que transcurría tiempo, las explicaciones que daban concordaban perfectamente con lo que Santo Tomás de Aquino explica sobre el evo al hablar de los espíritus sin materia.
Cuestión Nº 9
¿En qué piensa un demonio?
Todo ángel caído conserva la inteligencia de su naturaleza angélica. Y con ella sigue conociendo. Conoce e indaga con su mente el mundo material y el espiritual, el mundo real y el conceptual. Como ser espiritual, eminentemente intelectual, no hay duda de que esta profundamente interesado por las cuestiones conceptuales. El sabe muy bien que la Filosofía es la más elevada de las ciencias. Incluso sabe que la Teología está por encima de la Filosofía; pero odia a Dios.
En el conocer encuentra placer, pero también sufrimiento. Sufre cada vez que ese conocimiento le lleva a considerar a Dios. Y el demonio percibe continuamente el orden y la gloria del Creador en todas las cosas. Hasta en las cosas aparentemente más neutras, él encuentra el reflejo y el recuerdo de los atributos divinos.
Pero el demonio no está siempre en cada instante sufriendo. Muchas veces simplemente piensa. Sólo sufre en ciertos momentos, cuando se acuerda de Dios, cuando se vuelve a hacer consciente de su miserable estado, de su separación de Dios, cuando le remuerde la conciencia. Unas veces sufre más, otras menos, su sufrimiento no es uniforme. Aunque estas variaciones se dan según la intensidad que marca la deformidad moral propia de cada demonio.
Sería bastante horrible pensar en los demonios como seres permanentemente en sufrimiento, cada instante, cada momento. La separación de Dios produce sufrimiento por toda la eternidad, pero es el sufrimiento del alejamiento, no es el sufrimiento de una máquina de tormento en acción constante. El demonio ni está tentando siempre, ni está retorcido de dolores espirituales siempre.
Cuestión Nº 10
¿Cuál es el lenguaje de los demonios?
El lenguaje de los demonios es exactamente el mismo que el de los ángeles. Los ángeles no necesitan ninguna lengua, ningún idioma para comunicarse entre ellos, pues se comunican entre sí con especies inteligibles. Las especies inteligibles son los pensamientos que se transmiten entre ellos. Nosotros nos transmitimos palabras, ellos se transmiten directamente pensamiento en estado puro, sin necesidad de mediaciones sensibles o de signos. Las especies inteligibles pueden ser comunicación de razonamientos, de imágenes, de sentimientos, etc. La transmisión de estas especies inteligibles es telepática. Se produce a voluntad. Y puede dar lugar a diálogos como los que tenemos los hombres. Las inteligencias humanas nos comunicamos nuestros razonamientos a través de palabras que son signos. Los espíritus angélicos pueden comunicar entre sí pensamiento en estado puro.
Cuestión Nº 11
¿Dónde están los demonios?
Tanto las almas de los condenados como los demonios no pueden ubicarse en las coordenadas del espacio. Tampoco se puede decir que están en otra dimensión. ¿Qué significa estar o no estar en una dimensión para un espíritu? Simplemente no están en ningún lugar. Existen, pero no están ni aquí, ni allí.
Se dice que un demonio está en un sitio cuando actua en un sitio. Si un demonio está tentando a alguien aquí, se dice que está aquí. Si un demonio posee un cuerpo allí, se dice que está allí. Si un demonio mueve una silla en un fenómeno poltergeist, se dice que está en ese sitio concreto. Pero en realidad no está allí, simplemente está actuando allí.
El infierno, el cielo y el purgatorio son un estado. Después de la resurrección los cuerpos de los condenados sí que estarán en un sitio concreto, y por eso el infierno será un
lugar. Los cuerpos de los bienaventurados también ocuparán lugar. Por eso en la Biblia se dice: y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, Ap 21, 1. De ahí que los bienaventurados habitarán en la tierra restaurada de nuevo tras la destrucción que se narra en el
Apocalipsis. Puesto que los bienaventurados habitarán corporalmente en esta tierra ¿dónde estarán los hombres condenados? Nada se puede afirmar con seguridad. Algunos piensan que su lugar estará en el centro de este mismo mundo.
Cuestión Nº 12
¿Conocen el futuro?
Ellos no ven el futuro, pero a veces pueden conjeturarlo. Con su inteligencia muy superior a la humana pueden deducir por sus causas algunas cosas que sucederán en el porvenir. Lo que pertenece sólo a la libertad humana, está indeterminado y no lo conocen. No saben lo que yo decidiré libremente. Pero con su inteligencia superior ven los efectos de las causas donde nosotros no veríamos nada. Desde luego hay ocasiones donde ellos saben con toda seguridad lo que sucederá, aunque ni el más inteligente de los humanos podría sospecharlo por más que analizara los factores que hay en el presente. Pero en otras ocasiones ni una naturaleza angélica de la mayor jerarquía podría deducirlo. Sobre todo la libertad humana es el gran factor de indeterminación en sus previsiones.
Cuestión Nº 13
¿Puede un demonio hacer algún acto bueno?
El demonio no está siempre haciendo el mal, muchas veces simplemente piensa. Y en ello no obra mal alguno, es un mero acto de su naturaleza. Sin embargo, el demonio no puede hacer actos morales sobrenaturales. Es decir, no puede hacer un acto de caridad, de arrepentimiento sobrenatural, de glorificación sincera de Dios, etc. Pues para realizarlos se necesita una gracia sobrenatural. Puede glorificar a Dios, pero a la fuerza, no porque quiera hacerlo. Puede arrepentirse de haberse alejado de Dios, pero sin pedir perdón, reprochándose tan solo el mal que le ha sobrevenido de esa acción, pero sin dolor de haber ofendido a Dios. Y así puede hacer otros muchos actos naturales con su inteligencia y su voluntad. Pero el demonio nunca mostrará la más mínima compasión, ni el más pequeño acto de amor hacia nadie. Su corazón sólo odia, es insensible al sufrimiento de los demás.
Cuestión Nº 14
¿Puede experimentar el demonio algún placer?
El demonio no goza con ninguno de nuestros cinco sentidos. Sólo goza con su inteligencia y su voluntad. Puede parecer que es poca cosa, pero no lo es. Los placeres intelectuales pueden ser tan variados como los de nuestros cinco sentidos. En realidad son mucho más variados. El gozo que nos proporciona una ópera, una sinfonía, una partida de ajedrez, un libro, son placeres eminentemente espirituales aunque esa información llegue a nuestro espíritu a través de apariencias sensibles. El mundo espiritual visto por nosotros desde nuestro mundo puede parecer insípido, incoloro, aburrido, pero es un error. El mundo espiritual es mucho más variado, rico y deleitable que el que nos ofrece el cosmos material.
Los demonios gozan de los placeres, pues sus dos potencias espirituales (conocimiento y voluntad) siguen intactas. El obrar de su naturaleza ha quedado indemne a pesar del alejamiento de Dios.
Lo que no pueden hacer es amar a nadie con un amor sobrenatural. La capacidad de amar ha quedado aniquilada en la psicología del demonio. El demonio conoce, pero no ama.
El placer que logra al tener éxito en hacer un mal es exactamente el mismo que siente una persona en la tierra al lograr vengarse de su enemigo. Se trata de un placer lleno de odio, sin sosiego.
Cuestión Nº 15
¿Es el demonio libre para hacer más o menos mal?
El demonio hace el mal cuando quiere, nadie le obliga a hacerlo. Es un ser libre y su voluntad es la que decide hacer las cosas cuando quiere. Desea hacer el mal y para hacer el mal ha de tentar. Pero para tentar hay que insistir. Unos demonios insisten más, otros desisten antes. Hay demonios más firmes y demonios más perezosos. Hay demonios que por el ardor de su cólera persiguen a las almas como verdaderos depredadores. Otros demonios están sumidos en una especie de depresión y no tienen tanto odio como para ir continuamente persiguiendo almas. Pero hablamos de grados, ya que todos odian a Dios y todos son cazadores de almas.
Cuestión Nº 16
¿Cuáles son los más malignos de todos los demonios?
Podría parecer que los demonios más perversos tienen que ser los de más alta jerarquía, pues no. No hay relación entre naturaleza y pecado. Una naturaleza angélica de la última jerarquía pudo ser mucho más perversa que un ángel superior. El mal que puede cometer un ser libre no depende de la inteligencia, ni del poder que posea. Siempre ponemos como ejemplo de malignidad al jefe de las SS, Heinrich Himmler. ¿Pero no pudo ser peor que él alguno de sus subordinados? Por supuesto que sí. Entre los hombres vemos que alguien menos inteligente y en un puesto social poco relevante puede ser mucho peor, mucho más perverso, que un gran dictador. Y lo mismo dicho para el mal, vale para el bien. Un ángel de la última jerarquía pudo ejercitar más sus virtudes que uno de más alta jerarquía. De la misma manera que una viejecita humilde sin estudios y que sólo se ha dedicado a las labores de la casa toda la vida puede ser más santa que un arzobispo o un sumo pontífice.
Una interesante pregunta que se desprende de todo esto es si la jerarquía que nos da la Biblia (ángeles, arcángeles, principados...) es una jerarquía de la gracia o de la naturaleza. Es decir, los serafines son los más santos o sólo los más poderosos y en los que más brilla el fulgor de la inteligencia angélica. Mi opinión es que es una jerarquía según la naturaleza. Pues las descripciones visuales de los cuatro vivientes alrededor del Cordero (los ángeles de la mayor jerarquía) dan más bien impresión de poder y conocimiento, al igual que los mismos nombres de las nueve jerarquías. El nombre de principado o potestad, por poner dos ejemplos, son nombres que indican más bien poder. Además, es más sencillo hacer jerarquía de la naturaleza que de la gracia.
Parte II
La tentación y el pecado
Cuestión Nº 17
¿Por qué pecamos?
La tentación es esa situación en que la voluntad tiene que elegir entre dos opciones, y sabe que una opción es buena y otra mala, pero se siente atraído a escoger la mala. Sabe que es la mala, pero por alguna razón se siente atraído a escogerla. El error de caer en la tentación no es un error de inteligencia, no es un problema de debilidad de la razón. Pues si no supiera que esa opción es la mala, pecaría por ignorancia o por error, y por tanto no pecaría. Para pecar hay que saber que uno está escogiendo la opción mala. No hay pecado sin mala conciencia. Eso es lo que hace tan interesante el pecado desde el punto de vista intelectual: ¿por qué escogemos el mal sabiendo que es el mal? Es un verdadero misterio.
Una respuesta sencilla, que no es falsa, pero que tampoco explica el asunto, es contestar que pecamos por debilidad. Lo cual es cierto, pero también es cierto que no somos tan débiles como para no poder resistirnos. Si no fuéramos capaces de resistirnos ya no habría pecado. No tendríamos elección. Si hay pecado es porque podemos escoger. Y sabemos por experiencia que escogemos lo que queremos. Si queremos hacer algo, nada ni nadie nos puede obligar a querer hacer otra cosa. Luego por débiles que seamos siempre podemos resistirnos. Como se ve, no podemos excusarnos ni por el campo de la inteligencia ni por el de la voluntad. Hacemos el mal porque queremos.
Podríamos decir que cometemos el mal por el bien que conseguimos con ello. Pero hay que recordar que la inteligencia percibe que ese bien es una manzana envenenada. Percibe que es un pseudobien, un bien que acarrea más mal que el bien que contiene. Por eso por muy deseable que nos aparezca ese bien, la conciencia nos dice: no debes escoger esa opción. Así que decir que hacemos el mal porque nos aparece como un bien, es cierto, pero también es igualmente cierto que sabemos que ese bien que contiene es, a fin de cuentas, un mal. Así que la explicación de que hacemos el mal por el bien que nos ofrece esa acción, es una explicación adecuada, es algo que nos ayuda a entender el el por qué del pecado, pero no lo explica del todo. Quizá este misterio de la manzana envenenada que comemos a pesar de saber que está envenenada no lo podamos explicar del todo nunca mientras estemos en la tierra.
Cuestión Nº 18
¿Cuántas tentaciones proceden del demonio?
No hay nadie que pueda decir cuántas tentaciones proceden del demonio y cuantas de nuestro interior. Pero parece razonable pensar que la mayor parte de las tentaciones proceden de nosotros mismos. No necesitamos a nadie para ser tentados. Basta la libertad para poder usarla mal. Basta tener que tomar una decisión en una elección para optar conscientemente por la decisión errónea. Conscientemente, sin paliativos, sin poderle echar la culpa a nadie, más que a nosotros mismos.
Es cierto que el demonio tentó a la primera mujer. Pero sin demonio hubiéramos podido pecar igualmente. La tentación no necesita del demonio, se basta a sí misma. ¿Si no, quién tentó al demonio?
Cuestión Nº 19
¿Podemos ser tentados más allá de nuestras posibilidades?
El ser humano es débil. De manera que Dios nos cuida como a niños. Por eso nos dice la Biblia: Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas, sino que con la tentación os dará el éxito haciéndoos capaces de sobrellevarla. I Co 10 , 13
Que la tentación debe ser permitida por Dios es algo que aparece clarísimamente en el libro de Job. Pero, además, en otro lugar de la Biblia, justo antes de la misma Pasión Jesús dice a San Pedro:
¡Simón, Simón!, mira el Adversario os reclamó para cribaros como el trigo! Lc 22,31
"Os reclamó", luego la criba de la tentación debe ser permitida. No afirmar esta doctrina significaría que estamos en manos de un destino ciego y que cualquiera por débil que sea puede ser tentado con un poder y una intensidad por encima de las fuerzas que uno posee. Por tanto el mensaje es claro y tranquilizador: Dios, como padre que es, vela para que ninguno de sus hijos se vea presionado más allá de lo que puede soportar. De todo esto se ve la sabiduría que hay detrás del viejo dicho: Dios aprieta pero no ahoga.
Cuestión Nº 20
¿Por qué el Diablo tentó a Jesús?
El Diablo sabía que Jesús era Dios, sabía por tanto que era imposible que pecara. ¿Por qué le tentó entonces? Es más, sabía que cualquier tentación al resistirla le santificaría más como hombre. Y que por tanto el demonio al tentarle en realidad a la postre y sin quererlo se convertiría en instrumento de santificación de Jesús. ¿Por qué entonces hacer algo inútil y que además serviría para bien? La respuesta es sencilla: el Diablo no se pudo resistir. La tentación fue demasiado grande para el mismo Diablo. ¡Tentar al mismo Dios! No podía dejar escapar aquella ocasión. Sabía que era imposible hacerle pecar, pero no pudo resistir la tentación de intentarlo. La situación era como la del fumador que sabe que fumar le hace daño pero no puede dejar de hacerlo. Así el Diablo sabía que tentarle era un error, pero cayó en la tentación de tentarle. ¡La criatura tentando al mismo Dios! Era lógico que cayera en el error de intentarlo, pues para resistir tal tentación el demonio hubiera necesitado de la virtud de la fortaleza. Y cualquier cosa le podemos pedir al demonio, menos virtud.
De la misma manera los demonios a veces hacen cosas que a largo plazo les perjudican, pero no se resisten a lograr un mal ahora, aunque conteniéndose pudieran lograr un mal mayor después. Por todo lo cual se ve que hasta los demonios sufren la tentación. Tentación que procede de su mismo interior.
Cuestión Nº 21
¿Sabe el demonio que Dios es impecable?
Lo sabe perfectamente, tan bien como el mejor de los teólogos, no tiene la menor duda de ello. No obstante, cuando el demonio tentó a Dios hecho hombre, se trató de convencer a sí mismo de que quizá Dios no era tan bueno como creía. Quizá Dios fuese débil, quizá había algún talón de Aquiles en la Divinidad que el demonio desconocía. Si lograba hacer caer en algo a la Perfección, la Perfección se desmoronaría. Lograr que Dios pecara parecía un imposible, pero había que intentarlo. Si lograba envilecer a Dios, el demonio ya no sería un pecador porque el bien y el mal no existirían. Bastaba un solo y único pecado venial de la Santísima Trinidad para que la línea divisoria entre el bien y el mal se desdibujase para siempre, para que pudiera afirmar que, en realidad, nunca había existido. Porque la santidad de Dios era la garante de esa división. Si Dios pecaba, una sola vez durante toda la eternidad, Dios ya no sería Dios. Ya no habría garante alguno de esa distinción, ni garante, ni fundamento.
La propia inteligencia del demonio le decía que tal empresa era imposible, pero su propio deseo le llevó a deformar sus propios pensamientos. Había que intentar lo imposible.
Cuestión Nº 22
¿Se puede llegar a distinguir las tentaciones que proceden de nosotros mismos de las del demonio?
La tentación que nos provienen del demonio no se distingue en nada de nuestros propios pensamientos, ya que el demonio tienta infundiendo en nosotros especies inteligibles. Es decir el demonio introduce en nuestra inteligencia, memoria e imaginación objetos apropiados a nuestro entendimiento que en nada se distinguen de nuestros pensamientos. Una especie inteligible es justamente eso, lo que hay en nuestro pensamiento cuando ejercitamos la acción de pensar. Desde imaginar la imagen de un árbol, resolver una acción matemática, desarrollar un razonamiento lógico, componer una frase, todo eso son especies inteligibles. Las producimos nosotros en el interior de nuestro espíritu racional, pero un ángel también puede producirlas y comunicárnoslas silenciosamente. Entre los hombres comunicamos nuestras especies inteligibles sobre todo con el lenguaje. Aunque también podemos hacerlo por ejemplo con la pintura o la música. Pero siempre a través de un medio externo. Mientras que el ángel puede transmitirnos esa especie sin necesidad de medio alguno. Por eso no hay manera de distinguir lo que viene de dentro de nosotros, o de un ángel, de un demonio o de Dios directamente.
Ahora bien, las personas que llevan muchos años esforzándose en la vida espiritual con una vida de oración muy intensa, pueden advertir que hay tentaciones que aparecen con una intensidad bastante sorprendente, sin que, además, tengan ninguna causa razonable, y que pueden llegar a ser de una persistencia extrañísima. Por poner un ejemplo, es lógico que la lectura de un libro contra la fe produzca tentaciones contra la fe, pero si esa tentación aparece de pronto, muy intensa e insistiendo durante semanas y semanas, todo eso puede ser señal de que es una tentación del demonio. Pero ni aun así podemos estar seguros. Como norma general se podría decir que las tentaciones sin causa razonable, muy intensas y persistentes, se puede sospechar que son del demonio. Pero con unas características tan vagas nunca podremos estar seguros al cien por cien.
A los sacerdotes nos llegan personas de intensa vida de oración y que sin haber tenido nunca ningún problema psicológico, de pronto un buen día les vienen pensamientos de blasfemar contra Dios, de pisar un crucifijo y cosas parecidas. Si esas perturbaciones son crónicas, es razonable pensar que provienen de enfermedad. Pero si su aparición es repentina y la persona parece sana de mente, entonces hay razón para sospechar de que sean tentación proveniente del demonio.
El psiquiatra que haya leído esta explicación seguro que pensará que lo descrito se debe a un proceso de acción-reacción. A tales psiquiatras queremos decirles que conocemos perfectamente esos mecanismos del subconsciente, pero también les recordamos que el demonio también existe. Y esto queda más claro cuando esa tentación obsesiva desaparece de pronto un buen día sin volver a aparecer nunca. Las tentaciones del demonio nunca son crónicas. Y por vehementes que sean cuando desaparecen no dejan la más leve secuela en la psique que las padeció.
Cuestión Nº 23
¿Qué hacer ante la tentación?
Rechazarla al momento. La tentación nada puede hacernos si la rechazamos, si no dialogamos con ella es inocua. Porque desde el momento que dialogamos con ella, desde el momento en que ponderamos los pros y los contras de lo que nos dice, desde el momento en que tomamos en consideración lo que nos propone, desde ese mismo instante nuestra fortaleza se resquebraja, nuestra oposición se debilita. Una vez iniciado el diálogo necesitaremos mucha más fuerza de voluntad para rechazarla.
Otra cosa que observamos los confesores es que algunos penitentes muy devotos se agobian mucho a veces ante ciertos pensamientos que les vienen acerca de tentaciones a cometer grandes pecados. Este tipo de personas muy devotas y religiosas no se explican como les vienen esos pensamientos, y se sienten muy culpables; culpables e impotentes. Habiendo entendido lo que es una especie inteligible infundida por un demonio, se comprende que el mejor modo de obrar contra ella es ignorarla, hacer justo lo contrario de lo que nos propone o ponerse a rezar. Desesperarse no sirve de nada. Pero si uno no se desespera, el que se desespera es el demonio.
El demonio nos puede introducir pensamientos, imágenes o recuerdos, pero no puede introducirse en nuestra voluntad. Podemos ser tentados, pero al final hacemos lo que queremos. Ni todos los poderes del infierno pueden forzar a alguien a cometer ni el más pequeño pecado.
Cuestión Nº 24
¿Puede tener el demonio alguna táctica al tentarnos?
El demonio es un ser inteligente, no es una fuerza o una energía. Por tanto hay que entender que la tentación intenta ser un diálogo. Un diálogo entre la persona que resiste y el tentador. Sólo si la persona se resiste a considerar la tentación, entonces la tentación es simplemente insistencia por parte del demonio, pero sin respuesta nuestra.
Pero el demonio puede estar a nuestro lado durante mucho tiempo, analizarnos, conocernos y tentarnos justo por nuestro punto más débil. El demonio puede ser extraordinariamente pragmático. Es decir, sabe las posibilidades de éxito que tiene y puede tentar justo sólo en aquello que sabe que tiene alguna posibilidad. Si percibe que una persona no va a caer en un pecado grande puede tentar a que cometa algo menor. Si sabe que ni siquiera eso va a conseguir, puede tentar sólo a que cometa algo que es imperfección, ni siquiera pecado. Y dentro del campo de la imperfección tentará a aquello que sepa que es posible. Por ejemplo, sabe que tentar a la gula a un asceta puede ser perder el tiempo. Pero a lo mejor sabe que tiene posibilidades de éxito si le tienta a excederse en el ayuno. Y si ve que por ahí tiene éxito intentará tentarle a que se exceda en el ayuno justo en el modo que más favorezca su soberbia o en el modo que peor sea para su salud, etc. Otro ejemplo, si sabe que no tiene sentido tentar a una monja a que deje la oración, a lo mejor ve que lo mejor es tentarle a prolongar el tiempo de oración a costa del trabajo que tiene obligación de hacer. En otras ocasiones el demonio puede ver que más que tentar a pecar, puede ser más realista tratar de conseguir que el alma crea que ya no tiene que obedecer a su confesor puesto que es un hombre menos espiritual que ella misma. El demonio no tienta a la buena de Dios, sino que analiza y ataca donde ve que tiene alguna posibilidad. Y normalmente él tiene alguna posibilidad donde justamente el hombre virtuoso cree que tiene menos posibilidades.
He puesto ejemplos de tentaciones dirigidas a hombres de oración y ascéticos, porque el hombre entregado al vicio es un hombre sin protección, sin la protección de las virtudes. Sin esas corazas, todo su espíritu presenta múltiples flancos desguarnecidos, expuestos a la acción de las tentaciones. Sin Dios que protegiese a esas almas, cualquiera de ellas sería pasto del fuego de sus propias pasiones azuzado por la acción de los demonios. Por eso pedimos en el padrenuestro y líbranos del Malo. Esto demuestra que aunque dispongamos de la libertad para resistir, conviene que le pidamos al Creador que nos proteja.
Por esto el Señor nos ha puesto un ángel custodio o ángel de la guarda. Para que las inspiraciones malignas sean compensadas por las inspiraciones al bien.
Además, si uno es tentado y ora, la tentación desaparece. Es incompatible la tentación con la oración. La oración crea primero una barrera contra la tentación, pues nuestra voluntad y nuestra inteligencia se centran en Dios. Y si insistimos un poco más, el demonio no puede resistirla y huye.
Cuestión Nº 25
¿Puede Dios tentar?
*Que nadie al ser tentado diga: "de Dios me viene la tentación", pues Dios no puede ser tentado para el mal, ni Él tienta a nadie. *Sant 1, 16
Este versículo nos enseña dos cosas: La primera que Dios no puede ser tentado. Porque qué puede ofrecer la tentación a Dios que Él no tenga. ¿Qué disfrute, qué placer, qué gozo se le puede ofrecer que no posea ya? En Dios la tentación es metafísicamente imposible pues ésta no tiene nada que ofrecerle.
La segunda cosa que nos enseña este versículo es que Dios no tienta a nadie. Dios es bueno, por eso no puede tentar nunca al mal. Dios sólo puede conducir hacia el bien, nunca presentarnos el mal como bien, nunca inducirnos a error.
Si Dios no puede ser tentado, ¿por qué el Diablo tentó a Jesús? Pues porque Dios hecho hombre sí que podía ser tentado. Así también es imposible que Dios sufriera, pero Dios encarnado sí que podía sufrir.
Cuestión Nº 26
¿Por qué Dios permite la tentación?
Si Dios no tienta, ¿por qué la permite? La respuesta la tenemos en versículo que dice:
Considerad como perfecta alegría, hermanos míos, cuando os veáis cercados por diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia. Sant 1, 2
Sin tentación no existiría esa constancia de la virtud que resiste una y otra vez contra toda seducción tentadora. Dicho de otro modo, hay determinados tipos de virtudes que jamás podrían existir sin haber resistido la tentación. Es más, cuanto más dura sea la prueba mayor será la luz de esa virtud al sobreponerse a esa tentación.
Esto nos lleva a pensar lo siguiente. Dios podría haber contenido a los demonios de manera que nunca hubieran podido interferir en la historia de los hombres. Pero Dios sabía que los demonios aunque por un lado fueran causa de males, también serían ocasión de mayores de bienes, pues serían ocasión de que la virtud fuera más valiosa. En cierto modo, podríamos decir que aceptó la posibilidad de que hubiera más oscuridad en este mundo si con ello se lograba que la luz fuera más pura y luminosa. De lo contrario hubiera bastado una simple orden de Dios para que ni un solo demonio hubiera podido entrar nunca en contacto con ningún ser humano. Luego si permitió ese contacto es que sabía que de ello vendrían bienes.
Cuestión Nº 27
¿Qué es la muerte eterna?
Un espíritu (como un alma) es indestructible, no sufre rozamiento, no sufre desgaste, no puede ser dividida. El espíritu no puede morir. Cometa los pecados que cometa seguirá existiendo, por más que quiera morir la vida no huirá de ella. Pero lo que queremos decir con la expresión de "pecado mortal", "muerte eterna" y expresiones similares, es que la vida sobrenatural de un alma o un espíritu sí que puede morir. El pecado mortal acaba con la vida sobrenatural. El espíritu sigue existiendo pero con una vida meramente natural. La voluntad y la inteligencia con todas sus potencias, siguen operando. Pero ya no hay vida de la gracia. El espíritu en cuanto a la gracia está como un cadáver. Esta expresión puede parecer hiperbólica, pero es exacta. El espíritu que peca mortalmente es como un cadáver inanimado, inanimado por la gracia santificante. Desde ese momento sólo vive para la naturaleza y por su naturaleza. Su espíritu está desprovisto de sobre-naturaleza.
Y desde el momento que la gracia ha dejado de vivificar un espíritu, sucede lo mismo que con un cuerpo que ya no está vivificado por un alma, comienza la corrupción. Así como un cuerpo comienza a transformarse en corrupción, así el espíritu comienza a corromperse en la medida en que su voluntad vaya cediendo.
Son muchos los hombres que viven sólo para la naturaleza de su ser, olvidando completamente su sobre-naturaleza que Dios les daría gustoso. El nivel de corrupción varía mucho según la persona. Pero si pudiéramos asomarnos a los espíritus de algunos de ellos, veríamos que son verdaderos cadáveres que expiden una fetidez exactamente como la de un cadáver descompuesto desde hace tiempo.
Cuestión Nº 28
¿Cuál es el proceso que lleva a la muerte eterna?
Cada uno es tentado por su propia pasión viéndose arrastrado y seducido. Después, la pasión, cuando ha concebido, da a luz pecado, y el pecado cuando llega al final, alumbra muerte. Sant 1, 14-15
El apóstol Santiago en dos versículos describe con una increíble profundidad de principio a fin el proceso hacia la muerte del alma. El pecado no se produce ni por que sí, ni de golpe, ni es algo que abruptamente cae ante nosotros de modo súbito sin que tengamos culpa. Sino que hay todo un proceso que es el que describe el apóstol. La traducción del griego de estos dos versículos debe ser muy esmerada para no perder los matices que hay en los verbos. El proceso descrito es el siguiente:
las pasiones
↓
el pecado se gesta
↓
se da a luz el pecado
↓
el pecado vuelve a comenzar una gestación
↓
se da a luz la muerte
La imagen de una mujer gestando en su vientre durante meses a un niño es imagen de la persona que gesta en su interior la iniquidad. El pecado es cierto que aparece en un momento dado, en un momento concreto, un segundo antes no hay pecado, un segundo después, sí. Pero ese pecado se produce, sale a la luz, porque antes ha habido una gestación previa. Y así como en el mundo de la zoología cuanto más larga es la gestación más grande es lo que se da a luz. Así también en el campo espiritual cuanto mayor es el pecado más larga es la gestación que es necesaria para dar ese paso. Aquí está la respuesta a esa pregunta qué tantas personas se hacen de cómo es posible que tal persona haya cometido tal o cual barbaridad. Ninguna barbaridad moral aparece sin un proceso, proceso que está oculto a los ojos de los demás, pero que se va desarrollando en el interior de la persona.
El apóstol Santiago usa el verbo "dar a luz" porque verdaderamente el pecado ha tenido previamente a la "gestación" una "concepción". La seducción y la voluntad actúan como el espermatozoide y el óvulo. La pasión trata de abrirse camino, de penetrar en la voluntad. Pero si ésta no la acoge, la seducción queda estéril, no produce nada. Mientras la voluntad se cierre, ni miles, ni millones de espermatozoides lograrán penetrar en el seno de la voluntad. Pero si la voluntad acoge la seducción, se produce la concepción del pecado. Aun así el pecado puede ser eliminado. Pero si el pecado no es eliminado, se reproducirá. El pecado engendra más pecado, se reproduce, aumenta en cantidad, cambia cualitativamente hacia peores faltas.
Si el primer pecado tiene detrás de sí un proceso previo, también el pecado que se deja vivir comienza un nuevo proceso. Proceso que lleva a la muerte: la muerte del alma. Y la muerte del alma lleva a la muerte eterna.
El alma invadida por el pecado es como un alma muerta pues no tiene vida sobrenatural dentro de sí. Y si el alma muerta decide permanecer hasta el final en ese estado de corrupción, eso lleva a la muerte eterna, a la condenación.
Conocer todo esto nos lleva a valorar más la acción sobrenatural de la gracia divina, que en cualquier momento de este proceso (mientras no se haya producido ya la muerte eterna) puede vivificar el alma. El perdón de Dios no es sólo perdón, sino vivificación. Y lo dicho aquí para el pecado y las pasiones, vale, sólo que al revés, para la gracia y la virtud. La vida en Cristo es un proceso, una vida que se desarrolla.
Parte III
El obrar del demonio respecto al hombre y la naturaleza
Cuestión Nº 29
¿Qué diferencia hay entre natural, preternatural y sobrenatural?
Estos tres términos suelen ser usados de forma bastante equívoca en sermones. Sin embargo, el significado de cada uno de estos términos es preciso e inequívoco.
Natural: es la actuación que se adecúa al obrar de la naturaleza. Se sobreentiende al hablar de la naturaleza que nos referimos a la naturaleza del universo material.
Preternatural: es la actuación que va más allá del obrar de la naturaleza del universo material. Lo que es fruto de la actuación de una naturaleza angélica o demoníaca es preternatural. La palabra proviene de praeter naturam, más allá de la naturaleza.
Sobrenatural: es la actuación que va más allá de cualquier naturaleza creada. Esta forma de obrar es sólo propia de Dios.
La naturaleza material puede realizar cosas sorprendentes, pero siempre según las leyes del cosmos material. Los demonios pueden hacer levitar un objeto en el aire, transformar algo instantáneamente, etc. Ellos pueden hacer cosas que van más allá de las posibilidades del mundo material, pero no pueden actuar más allá de las leyes de su naturaleza angélica, pues no pueden todo. Ellos no pueden todo ni siquiera en el mundo material. Dios, sin embargo, puede crear un órgano de la nada; un demonio no podría.
Estas diferencias también son válidas en las cosas que suceden en nuestra alma. Por ejemplo, un paisaje bello me puede recordar la belleza de Dios, es algo natural. Mientras que un ángel o un demonio pueden directamente enviar inspiraciones a mi mente. Dios va más allá, pues puede enviar gracias espirituales (de arrepentimiento, de acción de gracias, etc) a lo más interno de mi espíritu, obrando cambios radicales en un segundo. Toda la actuación de la gracia es sobrenatural. Y la gracia siempre es enviada directamente por Dios.
Cuestión Nº 30
¿Los demonios aumentan su castigo por el mal que hacen a los hombres?
Ya se ha dicho que cada demonio es libre de hacer más o menos mal contra los hombres, parece lógico que eso conlleve algún tipo de castigo suplementario. Yo personalmente nunca pensé que el Juicio Final supusiera nada más que una proclamación pública de su pena. Pero según lo aprendido en los exorcismos, parece que el Juicio Final será algo más que una mera declaración solemne, sino que por lo que dicen los demonios tendrán que dar cuenta de lo hecho contra los hombres o contra Dios hasta el momento en que ellos queden totalmente fuera nuestro ámbito y destino. En el Juicio Final ningún condenado dejará de estar condenado, pero tendrán que dar cuenta del mal infligido en ejercicio de su libertad.
Cuestión Nº 31
¿Es posible hacer un pacto con el demonio?
La gente suele pensar que los pactos con el demonio sólo existen en la literatura. Están equivocados. Hay personas que conscientemente, con toda advertencia, pactan con el Diablo y le entregan el alma con tal de conseguir algo en esta vida. La idea de un pacto formal con el demonio aparece por primera vez en el siglo V en los escritos de San Jerónimo. Este padre de la Iglesia cuenta como un joven para obtener los favores de una bella mujer fue a un mago, el cual le impone como pago por sus servicios el renunciar a Cristo con un escrito. Tenemos en el siglo VI, una segunda aparición de este tipo de pacto en la leyenda de Teófilo, quien accede a ser un servidor del Diablo y firma un pacto formal. Esta leyenda se extendió por Europa en la Edad Media.
¿Es posible un pacto con el demonio? Por supuesto uno puede firmar un papel, pero no se le va a presentar el demonio ni para entregarle el papel, ni para recogerlo. Cuando uno hace un pacto de este tipo siempre espera que se aparezca alguien, pero es uno mismo el que tiene que escribir los términos, y tampoco aparece nadie una vez firmado el pacto, con lo cual uno se queda con el papel en la mano. Todo lo cual suele ser bastante desilusionante para el que se esperaba que sucediera algo. Aun así, si uno invoca al Diablo muchas veces pueden suceder cosas, lo mismo que en el espiritismo. Pero no necesariamente. A esta escena tan poco teatral, para el que creía que iba a haber alguna aparición, hay que añadir:
1º Que firmar ese pacto no significa obtener una vida de riqueza, honor y lujuria desenfrenada. Yo he conocido personalmente a dos personas que hicieron ese pacto y, francamente, su nivel de vida era peor incluso que el mío. Tampoco parece que en aspecto carnal el Diablo fuera especialmente generoso con ambos. Eso se debe a que el Diablo no es Dios y no puede dar lo que quiera.
2º El alma puede arrepentirse siempre que quiera con un simple acto de su voluntad. Arrepintiéndose, el pacto queda en papel mojado fueran cuales fueran los términos del contrato. Incluso aunque se excluyera la posibilidad del arrepentimiento, esta clausula no sirve de nada. Dios que nos ha dado la libertad para hacer lo que queramos, no nos ha dado libertad para renunciar a la libertad. Esto es válido también en la eternidad, en el cielo o en el infierno seguiremos siendo libres. Sólo que en el cielo ya no querremos pecar, y en el infierno ya no querremos arrepentirnos.
Muchos piensan que el triunfo en los negocios o la profesión sí que la puede dar el Diablo. Pero la razón por la que el mismo Diablo no puede conceder ni siquiera eso a sus siervos es porque el éxito de una empresa o en una profesión depende de la concatenación de muchas causas y factores. El demonio sólo puede tentar, así por ejemplo puede tentar a un jefe a que escoja a un empleado en vez de a otro. Pero la tentación se puede superar, y por tanto ni una cosa tan simple como esa es segura ni con un pacto con el demonio.
El gran poder del pacto con el demonio es hacer pensar a la persona que ya está condenada haga lo que haga. Es difícil hacer entender a una persona que ha firmado tal trato que sigue siendo tan libre como antes. Pero es así.
Cuestión Nº 32
¿Puede el demonio provocar una enfermedad mental?
Si el demonio puede tentar, también podría hacerlo de forma continua, intensa, sin descanso, y tratar de provocar por tanto una obsesión o una fobia o una depresión u otras enfermedades. Si hemos dicho que puede transmitir especies inteligibles, podría transmitirlas con tal frecuencia que perturbara seriamente la vida ordinaria de la persona hasta el punto de desequilibrarla. Por poder hacerlo lo puede hacer. Pero Dios impide su libre actuación sobre nosotros. Toda acción del demonio sobre los hombres debe ser permitida por Dios.
A la pregunta por tanto de si el demonio puede provocar enfermedades mentales la respuesta es: sí, si Dios lo permite. Respuesta que vale para todo. Incluso a la pregunta ¿podemos contraer una enfermedad mental sin intervención del demonio? La respuesta sería exactamente la misma: sí, si Dios lo permite. Se trata de una respuesta que tiene un carácter casi universal. Pero por amplia que sea -de hecho cabe casi de todo en ella-, mucho me temo que no hay otra respuesta a esa pregunta.
Conocido el mecanismo interno que usa para provocar la tentación -la infusión de especies inteligibles en nuestra inteligencia, memoria e imaginación-, este modus operandi también se puede usar de forma tan pertinaz que desequilibre a la persona. Entra dentro del poder del demonio el hacerlo. Lo único que puede impedirlo es la voluntad de Dios. Ahora bien, ¿lo impide siempre? Indudablemente no. Si Dios no impide siempre la actuación de las causas naturales que provocan la enfermedad, tampoco impide siempre la actuación del demonio. Ahora bien, en este ámbito de la actuación del demonio más allá del campo de la tentación, la actuación del demonio es excepcional. Toda enfermedad mental se debe a causas naturales mientras no se demuestre lo contrario.
Por otro lado, si pusiéramos una al lado de la otra a una persona enferma mental por causas naturales y a otra enferma mental por causa demoníaca, no habría manera de distinguir la una de la otra pues sólo veríamos el efecto externo.
Cuestión Nº 33
¿El demonio puede provocar enfermedades en el cuerpo?
Ante todo hay que dejar bien claro que las enfermedades aparecen por causas naturales. Pensar que las enfermedades tienen su causa en el mundo de los espíritus sería como querer regresar a un estado precientífico donde la razón sería sustituida por el mito. Ahora bien, si los demonios existen tampoco se puede descartar absolutamente que ellos puedan actuar alguna vez en este campo. Las reglas generales son como su nombre indica generales, pero nada impide que sucedan hechos especiales, por muy raros que éstos sean. Normalmente del cielo llueve agua, o cae nieve o granizo, pero alguna vez también cae del cielo un meteorito.
Así también de forma extraordinaria e inusual Dios puede permitir que un demonio provoque una enfermedad. De hecho, San Lucas menciona expresamente el caso de "una mujer, que desde hacía dieciocho años padecía una enfermedad producida por un espíritu, y estaba encorvada" (Lc 13,10-14). De esta mujer no se dice que estuviera endemoniada, pero sí se dice que el demonio era la causa de esa enfermedad. Esa afirmación es categórica en el Evangelio. A esto podemos añadir el caso de la muerte de los esposos de Sara en el libro de Tobías causada por el demonio Asmodeo (Tob 3).
Santa Teresa de Lisieux escribió un capítulo muy interesante al hablar de su vida:
La enfermedad que me acometió provenía, ciertamente, del demonio. Furioso por vuestra entrada en el Carmelo [la de su hermana] quiso vengarse en mí de todo el daño que nuestra familia había de causarle en el futuro, pero no me hizo casi sufrir; pude proseguir mis estudios, y nadie se preocupó por mí. Hacia finales de año me sobrevino un continuo dolor de cabeza. (...)Esto duró hasta la fiesta de Pascua de 1883. (...) Al desnudarme, me sentí invadida por un extraño temblor. No sé cómo describir una enfermedad tan extraña. Hoy estoy persuadida de que fue obra del demonio. (...) Casi siempre parecía estar en delirio, pronunciando palabras sin sentido. (...) Con frecuencia parecía estar desvanecida, sin poder ejecutar el más mínimo movimiento. (….) Creo que el demonio había recibido un poder exterior sobre mí, pero que no podía acercarse ni a mi alma, ni a mi espíritu, si no era para inspirarme grandísimos temores de ciertas cosas”. (Historia de un alma, cap.III)
Cuestión Nº 34
¿Cómo se puede distinguir si una visión es un problema demoníaco o psiquiátrico?
El tiempo es el mejor medio para discernir si algo es un problema psiquiátrico o es acción del demonio. Si una visión, locución o algo que parece extraordinario es una enfermedad mental, se desarrollará inevitablemente. Las psicosis tienden a desarrollarse. No se quedan estancadas. Y el tiempo acaba desarrollándolas de manera tal que todo acaba quedando claro. Pero cuando alguien viene refiriendo un caso de visión y le piden a un teólogo que discierna, la mayor parte de las veces es absolutamente imposible. Pero al cabo de unos meses los casos más oscuros quedan claros. Y si se deja que la enfermedad siga su curso, al cabo de unos años queda claro el asunto hasta para los familiares más neófitos en esta materia.
Por poner un ejemplo, si un penitente desconocido se arrodilla en el confesonario y le dice al confesor que la Virgen le ha dicho de forma audible que le quiere y que sea buena. El sacerdote no puede saber si tiene a una persona que ha experimentado una alucinación o una locución. Probablemente ni el mejor teólogo del mundo lo podría saber. Pero si la confiesa durante un año, la cosa estará cada vez más clara, y aun en menos tiempo. Pues si la penitente está enferma paulatinamente irá desarrollando la enfermedad y dirá que la Virgen le revela más y más cosas, y éstas cada vez más peregrinas. Y si se deja pasar cinco años más, al final lo normal es que la enfermedad quede patente no sólo al confesor, sino hasta a sus familiares pues el carácter absurdo e ilógico de las alucinaciones suele desarrollarse ya que se trata de una enfermedad. Y las patologías mentales conforme avanzan suelen desligarse cada vez más y más de las leyes de la lógica.
Cuestión Nº 35
¿Pueden los demonios producir pesadillas?
Sí, aunque no hay manera de saber cuando una pesadilla tiene una causa natural y cuando demoníaca. Sólo podemos sospechar que tienen un origen demoníaco cuando hay otros indicios en la vigilia que así lo indican. Hay casos en los que ningún psiquiatra acaba de encontrar causa alguna razonable, ni consciente ni subconsciente, para que una persona normal durante un mes o más sufra todas las noches terrores nocturnos que le hagan despertar empapado en sudor y gritando. Estos periodos de pesadillas intensísimas a veces están ligadas a cosas tales como haber hecho un rito esotérico o a comenzar una vida espiritual más intensa. Aconsejaría en estos casos usar de agua bendita y pedir antes de dormir a Dios que nos proteja de cualquier influencia demoníaca durante la noche. Si haciendo eso cesaran las pesadillas de forma absoluta, eso sería un signo de su origen.
Cuestión Nº 36
¿Los demonios pueden leer nuestros pensamientos?
Los demonios pueden tentarnos pero no pueden leer nuestros pensamientos. Aunque dada su gran inteligencia pueden conjeturar lo que pensamos. Al ser seres más inteligentes que nosotros, deducen muchas más cosas y con más seguridad con muy pocos signos externos que lo que deduciríamos nosotros. Pero siempre hay que recordar que ellos están fuera de nuestra alma, sólo Dios puede leer nuestra alma. Aunque si uno mentalmente se dirige a un santo, angel o demonio, nos escuchan. Por eso la oración da lo mismo que se haga tanto oral como mentalmente. Por eso da lo mismo ordenar a un demonio que se marche mentalmente, que en voz alta. En distintos casos de posesión he observado que el demonio obedece órdenes dadas mentalmente.
Cuestión Nº 37
¿Pueden provocar desastres o accidentes?
Si los demonios tuvieran mano libre para provocarlos, el mundo entero de extremo a extremo caería en el caos más irremediable. Los casos de poltergeist son una prueba de que un demonio puede suspender algo en el aire o mover un objeto. Si pudiera a voluntad desplazar un tornillo de su sitio, los aviones, los automóviles, los depósitos de combustible o de armas tendrían continuos accidentes. A veces con sólo desplazar un poco un cable podría provocar un cortocircuito y por tanto un incendio. El demonio mueve cosas en los poltergeist, pero después ya se ve que no puede mover un poco un cable o un tornillo. No puede provocar accidentes a voluntad. ¿Por qué? Porque Dios se lo impide.
Lo mismo es válido para tormentas, huracanes, terremotos y otros desastres que ocurren en la naturaleza. De forma que hay que afirmar tajantemente que los desastres y accidentes ocurren por causas naturales. Lo cual no significa que de modo extraordinario alguna vez, excepcionalmente, sí que puedan provocar este tipo de cosas si Dios así lo permite. La Biblia en el Apocalipsis nos enseña que Dios al fin de los tiempos permitirá una manifestación más libre de los poderes de los demonios. Y así en Ap 13, 13-14 se habla se de esos portentos. Pero mientras tanto no debemos pensar que los accidentes o desastres tienen su causa en la actuación demoníaca, salvo que haya algo objetivo que nos haga pensar en ello.
Así por ejemplo, en una ocasión me puse a rezar por una señora que sufría una influencia demoníaca. Unos minutos después comenzó a llover, después a granizar, la granizada se hacía cada vez más intensa, finalmente un viento propio de una tempestad comenzó a batir contra el templo. El viento fue de tal intensidad que tuve que detener la oración, el fragor impedía oír no sólo las oraciones, sino que hasta para hablar uno al lado del otro casi teníamos que gritar. Todo comenzaba a crujir, el templo entero crujía como un barco de madera en el océano. Y repentinamente el mismo techo de la iglesia cedió y se levantó en uno de sus extremos. Nos pusimos a rezar para que no se levantara el techo entero. Aquella escena con el viento agitando con furia los manteles del altar - los cuales no salieron volando-, los ladrillos cayendo sobre el presbiterio desde la parte más alta del techo de la iglesia, y los truenos tronando sin interrupción formaron una escena tremenda e inolvidable.
Pues bien, aquí tenemos un episodio en que es razonable pensar que hubo una relación entre la oración sobre aquella persona y lo que sucedió después. Sea dicho como curiosidad que el departamento meteorológico más cercano no detectó ningún viento anormal con lo que el seguro no quería pagar en principio los desperfectos.
Cuestión Nº 38
¿Pueden los demonios hacer milagros?
*Llegaron pues Moisés y Aarón al Faraón e hicieron como había ordenado Yahveh, arrojando Aarón su cayado ante el Faraón y sus servidores y se convirtió en serpiente. Entonces, el Faraón llamó también a los sabios y magos, y también ellos, los adivinos de Egipto, hicieron lo mismo con sus sortilegios. Cada uno arrojó su cayado y se tornaron serpientes. *Ex 7,10-12
En la Edad Media al hablar a teólogos uno aducía este texto y la cosa quedaba clara. Hoy día cuando uno ofrece un texto de la Biblia a los teólogos, hay después que demostrar que el texto quiere decir lo que dice. La autoridad de la Biblia nunca ha estado más a la baja entre los teólogos. En pocos temas como en la demonología se percibe de un modo más claro que lo que dice la Biblia va a misa. Cuando la Sagrada Escritura habla en materia de demonología no hay que buscarle sentidos raros y retorcidos.
El texto aducido del Éxodo muestra que los demonios pueden hacer cosas extraordinarias que van más allá de las leyes naturales que conocemos. No pueden hacer cosas imposibles para su naturaleza angélica. No pueden crear algo de la nada, no pueden hacer vivir a un muerto, no pueden saltarse las leyes de la naturaleza. Lo que obran deben obrarlo según las leyes de la naturaleza. Dios sí que puede obrar más allá de esas leyes: puede crear algo, puede devolver la vista a un ciego con solo quererlo, puede revivir un cuerpo que se está corrompiendo. Un demonio puede curar la ceguera de alguien sólo si con su poder y a través de las leyes de la naturaleza tal cosa es posible. Lo mismo que un médico puede curar ciertas cosas con su ciencia y los medios a su alcance, y otras cosas no puede curarlas. Del mismo modo una pequeña enfermedad, por poner un ejemplo, en unos casos puede curarla y en otros no. Desde luego no puede por su poder dar la vida a un tejido que está muerto, pero sí que puede acelerar procesos, extirpar algo, etc.
Y lo dicho para esta materia vale para el resto de fenómenos. Puede suspender algo en el aire, puede conceder una gran fuerza física a alguien en un momento dado, puede provocar una tempestad. Pero no puede hacer inmortal a una persona, pues las leyes de la biología siguen su curso. No puede transformar el agua en vino, pero puede extraer el agua de un recipiente cerrado y reemplazarla por vino. No puede crear de la nada un ojo en la cavidad vacía de la cara, pero sí que podría retirar una piedra del riñón. Cada demonio obra según el poder de su naturaleza y sin poderse salir de los límites que le imponen las leyes del cosmos. Dios es el único omnipotente cuyo único límite es lo imposible. Y así ni siquiera Dios puede crear un círculo cuadrado, tampoco puede pecar, ni olvidar algo, ni crear otro Dios.
Que el demonio pueda hacer cosas extraordinarias explica que el Faraón y su corte se mantuvieran firmes en no dejar marchar al pueblo hebreo a pesar de ser testigos de los portentos que Dios hacía. Pues el Faraón veía con sus propios ojos que sus magos también hacían cosas extraordinarias. Por eso pensó que con la ayuda de todos sus dioses podría luchar contra el dios desconocido y hebreo. No captó que el dios desconocido no era un dios, sino Dios.
De la misma manera que los magos del Faraón transformaron sus cayados en serpientes (Ex 7,12) o hicieron aparecer también ellos ranas (Ex 8,3), así también al final de la Historia Dios permitirá que los demonios hagan los hechos extraordinarios que narra el Apocalipsis. Como se dice en el último libro sagrado de la Biblia, en el final de los tiempos habrá personas que harán portentos por obra del demonio.
Cuestión Nº 39
¿Cómo podemos saber que algo está provocado por el demonio?
El mundo material se rige por leyes y causalidades materiales. Pero a veces se nos pregunta si tal enfermedad, tal desastre, tal accidente, fue causado por el demonio. Para responder a esa pregunta se podría formular esta máxima:
NIHIL PER DAEMONIUM, NISI
DEMONSTRATUM
nada tiene su causa en el demonio,
mientras no se demuestre lo contrario
Esta regla no es perfecta ya que por ejemplo aunque yo crea que una tentación tiene su origen en mí, puede proceder del demonio sin yo ni siquiera sospecharlo. Esto también es válido para cualquier otro ámbito en que lo externamente natural pudo tener su causa en una oculta intervención demoníaca. No obstante, vienen más beneficios de seguir tajantemente esta regla que he expuesto que de dejarse llevar de una sospecha continua. Rotundamente hay que afirmar que lo natural tiene una causa natural. Un científico sólo puede achacar a causas no físicas sólo aquellos fenómenos que de ninguna manera se pueden explicar por causas de este mundo material. Eso sí, tampoco es más científico si a toda costa quiere explicar los hechos preternaturales con las leyes de este mundo. Por ejemplo, un hecho como que una virgen de escayola llore sangre humana (caso de Civitavecchia, Italia) es un hecho preternatural.
Si un científico se empecina en explicar eso con razones naturales lo único que demuestra es lo poco razonable que puede llegar a ser. Es decir, demostraría que está usando la razón a su antojo, como un medio para llegar a una verdad que ya ha decidido de antemano. Un científico que usa la razón a su antojo ya no es un científico, sino una especie de brujo o mago de la razón. Y así, ante determinados hechos, ciertas personas a pesar de sus titulaciones actúan tan irracionalmente como un brujo caribeño danzando alrededor del fuego. Danzan alrededor del fuego de la razón, pero son sus decisiones tomadas de antemano las que guían sus movimientos en esa danza.
Normalmente cuando un hecho es brutalmente preternatural y no cabe ninguna escapatoria por poco razonable que sea, este tipo de científicos tozudos suelen sacarse de la manga una solución que vale para todo: los poderes de la mente pueden hacer milagros.
El científico no cree en los milagros, te dicen, y por tanto si dices que lo has visto ante tus mismos ojos eres un alucinado. Pero si el milagro ocurre delante de sus mismos ojos, la respuesta es rápida, los poderes de la mente.… Allí, en esos poderes, cabe todo. No importa que sea una estigmatización, la licuación de una sangre coagulada (caso de la sangre de San Genaro y San Pantaleón), no comer nada durante años (caso de Teresa Neumann, Austria), etc., etc.
Los escribas y fariseos no tuvieron en cuenta los milagros de Jesús porque encontraron una excusa perfecta para tranquilizar su conciencia: los hace con el poder del demonio, dijeron. Hoy día esa excusa queda inapropiada y hasta fea, sobre todo si uno es ateo. De ahí que apelar a los poderes de la mente, las fuerzas del universo o el consabido sólo conocemos un 5% de lo que nos rodea, queda mejor.
Cuestión Nº 40
¿Puede el demonio provocar mala suerte?
Esta es una de las consultas que con más frecuencia hacen a los sacerdotes la gente que en algún momento de su vida cree sufrir los efectos de algún tipo de magia. Lo primero de todo que habría que contestar es que desde una perspectiva cristiana hablar de buena o mala suerte es un modo superficial de considerar las cosas. Digo superficial, aunque habría que precisar que, aunque como modus loquendi es admisible, teológicamente es incorrecto. Lo que externamente aparece como mala suerte ha de ser considerado
como una prueba. Lo que externamente aparece como buena suerte ha de ser considerado como bendición.
En ese sentido Dios permite el mal a través de todo tipo de causas segundas; entre las cuales está el demonio incluido. Ahora bien, ¿cómo saber si el demonio está involucrado en una racha de malos sucesos que acaecen en nuestra vida? No hay manera posible, puesto que se trata de una causa que aunque real es invisible. Sólo cuando los hechos son completamente inexplicables, bien por el modo en que han sucedido, bien porque no es razonable de manera alguna tal concatenación de hechos, sería admisible pensar que hay detrás una causalidad demoníaca.
Así que el sacerdote debe contestar que no hay forma alguna de saber si detrás de esos hechos que se le han referido, está o no el demonio. Pero que si el influjo del demonio está detrás de esos sucesos, el modo de contrarrestar ese influjo es la oración. La oración, hay que decirle, es lo que atraerá la bendición divina y alejará a ese ser maligno. En seguida la gente pregunta que cuánta oración hay que hacer y cuáles y de qué modo. La contestación que les doy es: cuanta más oración haga más atraerá la bendición divina sobre usted y los suyos.
La gente busca modos complicados, casi mágicos, de volver a la paz. Hay que explicarles que Dios es un Dios de simplicidad.
Cuestión Nº 41
¿Qué es el maleficio?
Maleficio es aquella operación que se hace para dañar a otro con el concurso de los demonios. Hay maleficios para matar, para provocar posesión, para que le vayan a uno mal los negocios, para que alguien enferme, etc. Como ya se ha dicho, los maleficios tienen efecto sólo si Dios lo permite. Cuanto más ore uno, más protegido está contra todas estas influencias.
El anterior ritual de exorcismos decía en sus praenotanda: mande al demonio decir si permanece en aquel cuerpo por alguna obra mágica o signos o instrumentos maléficos. Los cuales, si el poseso los ha comido que los vomite. O si están en algún lugar fuera del cuerpo que los revele. Y encontrados que sean quemados completamente.
Si el poseso vomita un objeto maléfico, algunos exorcistas indican que hay que quemarlo y que el exorcista es mejor que no lo toque con las manos. También enseñan que si lo toca conviene que mientras lo hace rece. Y que se lave después las manos con agua bendita. Si no se hace así, dicen que ese tipo de objetos puede provocarle alguna vez problemas en la salud durante algún tiempo.
Mi opinión es que basta con tirar el objeto maléfico a la basura y que el demonio no tiene tanto poder como para dañar a alguien directamente, solo con quererlo. El demonio siempre quiere dañar, pero todo daño tiene que ser permitido por Dios.
Cuestión Nº 42
¿Tiene efectividad el maleficio?
Mucha gente se pregunta si tiene efectividad el maleficio, al que algunos inadecuadamente lo llaman mal de ojo, aunque nada tiene que ver con la mirada ni el ojo.
Lo primero que hay que decir es que el que hace un maleficio, como el que lo encarga, serán los primeros perjudicados por el demonio. Sin duda serán perjudicados o con algún tipo de influencia demoníaca o con la posesión o con enfermedades. Nunca se invoca al demonio en vano.
Después la gente se pregunta si tiene efectividad contra el que se ha hecho. Pues eso depende de la voluntad de Dios. Es decir, de esto se afirma lo mismo que de un accidente, enfermedad o desgracia. Dios permite que en nuestra existencia sobre la tierra haya bienes y males, porque la vida es una prueba antes del Juicio. Por supuesto que la persona que ora y vive en gracia de Dios está protegida por Dios. Cuanto más se ora y se lleva una vida espiritual uno está más protegido.
¿Cómo se puede saber si alguien es víctima de un maleficio? Pues no hay manera posible, ya que la acción del demonio es invisible. Sólo es seguro cuando se produce una posesión o una influencia demoníaca en la persona cuyos signos sí que son visibles al exorcista. También es posible deducir que un mal es fruto de un maleficio cuando ese mal viene acompañado de hechos preternaturales malignos. Pero salvo que aparezcan cosas externas que delaten una causa demoníaca, no se podrá nunca saber si algo viene de causas naturales o no.
Sobre este tema no hay que olvidar que la capacidad para dañar de un demonio está limitada por la voluntad de Dios. Cada daño tiene que ser permitido. Eso vale para el daño físico o mental o para dañar alrededor de la persona en su trabajo, economía o amistades. Pienso que esta capacidad está muy limitada. En mi opinión, la mayor parte de los maleficios no tienen efecto o lo tienen muy reducido.
Cuando una persona es dañada por el demonio sin culpa alguna eso es una prueba de Dios. Es algo como lo que le sucedió a Job. Solo queda resistir y esperar que Dios ayude.
Cuestión Nº 43
¿Qué hacer en caso de maleficio?
Qué hacer si uno tiene alguna sospecha de que alguien ha hecho un maleficio contra él? Como ya se ha dicho no es posible casi nunca llegar a la certeza en esta materia ni siquiera para el especialista, mucho menos para una persona particular sin grandes conocimientos sobre el tema. Pero si un maleficio ha sido practicado el único modo de destruirlo es hacer justo lo contrario.
Es decir, si una persona ha invocado al demonio para hacer el mal, se trata de que la víctima invoque a Dios para que le proteja, le ayude y le bendiga. El bien siempre es más fuerte que el mal.
A la gente que viene a mi parroquia diciendo que sufren un maleficio les digo que, salvo excepciones, es imposible comprobar la causalidad demoníaca, pero que si sufren de verdad un maleficio la única medicina y remedio es la oración. Les propongo la siguiente medicina, el siguiente plan concreto, para ir destruyendo lo que pueda haber de influencia maléfica: que hagan cada día lo siguiente:
1. rezar tres misterios del rosario
2. leer cinco minutos el Evangelio
3. orar unos instantes en una iglesia
Por supuesto que les podría proponer más cosas. Pero como la mayor parte de la gente que viene pidiendo ayuda, no hace nada de oración, tampoco se les puede imponer mucho más. Sobre todo en los casos de influencia, en los casos en los que no hay una posesión. Ya que si hay posesión, se sienten más necesitados de ayuda y están dispuestos a orar más.
A los tres puntos anteriores, se les puede aconsejar si se les ve muy afligidos, otros puntos adicionales:
4. la misa (tres veces entre semana)
5. colocar en la casa un crucifijo bendecido
6. colocar una imagen de la Virgen María
7. rezar un salmo al día
Haciendo estas cosas el mal que sufren si es del demonio irá remitiendo. Pero si no remite nada, eso sería signo de que no estaba provocado por un maleficio. Si el sacerdote es exorcista podría rezar para ver si hay en la persona alguna influencia o no. En caso de que el maleficio haya producido una influencia el sacerdote podría hacer oración de liberación. Pero en otras ocasiones, el demonio ha producido un mal (por ejemplo en la salud) y se ha marchado. Es decir, si por un maleficio alguien tiene un problema de salud pero el exorcista ve que no hay en él ninguna influencia, entonces esa enfermedad es como cualquier otra enfermedad y su curación vendrá de la medicina. Porque en casos así, el demonio vino hasta la persona, produjo el mal y se fue. En esos casos, hay que aplicar causas naturales para enmendar el mal provocado, pero no es necesario nada más.
Cuestión Nº 44
¿Qué es el hechizo?
El hechizo es aquella operación que se hace para obtener algo positivo con el concurso de los demonios. Si en el maleficio se busca dañar a alguien, en el hechizo se busca algo positivo, es decir: que alguien se enamore del que hace el hechizo, que vayan bien los negocios, que ascienda de puesto, etc. Como es lógico el demonio no puede todo, sólo tentar. De ahí que si puede influir algo será a través de la tentación. El hechizo no suele conseguir lo que se busca con él. Y, sin embargo, suele provocar posesión o algún tipo de influencia. Siempre en el que lo hace o lo encarga, y a veces también en la víctima del hechizo.
Cuando se exorciza a alguien si se encuentra el objeto del hechizo o del maleficio se ha de destruir. Pero si no se encontrara sería completamente indiferente, ya que la oración a Dios destruirá toda influencia de ese objeto demoníaco.
Contra el hechizo aplíquese el mismo remedio que para el maleficio, pues en definitiva es el demonio actuando.
Cuestión Nº 45
¿Importa el modo de hacer un maleficio o un hechizo?
No, da lo mismo usar vísceras de animales que pelos de la víctima, da lo mismo usar un muñeco de cera que marcar con tiza un pentáculo en el suelo poniendo velas. Es indiferente usar unos materiales u otros, unas conjuraciones u otras. Lo que realmente hace que eso tenga efecto es la invocación al demonio. El modo en el que se le invoque es indiferente.
Sin embargo, el demonio sí que tiene interés en hacer creer a sus servidores que sí que tienen importancia los ritos y materiales. Pues eso hace pensar a las personas que dominan esas fuerzas. A través de los ritos, los brujos creen mantener el dominio de la situación.
Lo dicho para los maleficios y hechizos vale, sólo que al revés, para los exorcismos. Da lo mismo los materiales o el rito concreto con el que exorcicemos al demonio. Lo importante es la fe en Dios. Se puede exorcizar al demonio armado sólo con el nombre de Cristo y la fe. Hay exorcistas que dan una importancia excesiva a los modos y los materiales con los que realizan el exorcismo.
De todas maneras, aunque el sacerdote vaya sólo armado del nombre de Cristo, la oración hará que el demonio le revele al exorcista que sí que hay algunas cosas que le atormentan más que otras porque son símbolos que le atormentan de un modo específico, pues específicos fueron los pecados que le llevaron a la reprobación y que son los que ahora atormentan su alma.
Anexo a la cuestión 45
Durante muchos años he sostenido la postura escrita en la cuestión superior, postura que me parecía la más racional y a ella me aferré con uñas y dientes. Sin embargo, la
práctica exorcística parecía ir desmintiendo esta tesis en tantos casos y de un modo tan patente que cambié de opinión. Consideraba que sí que existía algún tipo de relación desconocida entre determinados objetos materiales y el espíritu. Es decir, que tener o no tener algo del cuerpo (uñas o pelo o menstruación) de la persona contra la que se va a hacer un maleficio no es indiferente. Como tampoco es indiferente el que ese objeto maléfico (aquel con el que se ha efectuado el maleficio) se queme si se encuentra.
Además, pensaba, que si esto era válido para lo malo, también era válido para lo bueno. Es decir, reconocía que en un exorcismo lo importante es la fe, pero que no daba lo mismo usar que no usar una materia que otra para exorcizar, y voy a poner algunos ejemplos: En un momento dado, el que Dios nos revelara (a través del poseso) que teníamos que aplicar ceniza del Miércoles de Ceniza junto con Santo Crisma sobre un poseso hizo que acabara una larga posesión que si no se hubiera prolongado quizá varios días más. En otros casos hacer señales de la cruz en una parte concreta del cuerpo del poseso, puede acortar un exorcismo incluso horas.
La tesis de que lo único que importa es la fe, y que lo material o el modo es indiferente, me parecía una tesis bella, simple y que no planteaba problema alguno. Consideraba que el que lo material sí que tuviera relevancia en este campo tanto para hacer maleficios como para exorcizar, no significaba que caigamos en lo mágico, sino que significaba sencillamente reconocer que entre lo material y lo espiritual existen relaciones mucho más complejas de lo que imaginamos, todas ellas regidas no por la irracionalidad, sino por una racionalidad que nos supera.
Esta segunda postura la mantuve durante tres años. Después, de nuevo, hubo en mí un progreso en la comprensión de estas realidades y de nuevo he vuelto a la primera postura. Hoy día creo que la materia para hacer un maleficio y el modo de hacerlo es completamente indiferente. Son los demonios los que tratan de hacer entender que sí que importa. Los demonios ponen mayor interés en atacar a una persona si se les invoca de un modo determinado, bajo unos determinados rituales o usando determinadas materias. En sí los rituales son indiferentes, pero el infierno quiere convencernos de que no para así crear una especie de ciencia maléfica. Lo único que importa en la eficacia de un maleficio son dos cosas: la voluntad del que realiza el maleficio y que llama a los demonios, y la voluntad de los demonios al atacar a una persona.
La misma doctrina es válida para lograr un milagro o una intervención de Dios. Los materiales de un ritual (sea un sacrificio del Antiguo Testamento, sea una liturgia de adoración) son indiferentes, sólo importa la voluntad del que pide y la voluntad de Dios. No existe una fórmula para hacer el maleficio así como no existe una fórmula para hacer un milagro. La voluntad del que invoca llama y pide, la voluntad del que actúa realiza todo el acto.
¿Entonces por qué en los exorcismos determinados elementos sí que parecen tener una efectividad propia para atormentar y echar demonios? Pues únicamente porque son símbolo de realidades espirituales. Y el símbolo puede atormentar a los demonios hasta el punto de echarlos.
Cuestión Nº 46
¿Cuál es la diferencia entre magia blanca y magia negra?
La magia blanca es la que se practica para lograr el bien, y la magia negra es la que se practica para lograr el mal. Ambas magias son ineficaces. Y si alguna vez tienen algún tipo de eficacia es por intervención del demonio. Ninguna persona tiene poderes mágicos, es el demonio el que está detrás de ello aunque estos mismos videntes, santones, magos o brujos no lo sepan. Y ellos mismos si invocan a este tipo de fuerzas acaban estando posesos.
Cuestión Nº 47
¿Adivinan el futuro los magos por intervención del demonio?
Indudablemente no. Y lo digo así de tajantemente por dos razones. Primera razón, los demonios no lo saben todo, sólo lo que pueden deducir, pero ellos no ven el futuro. Segunda razón, los demonios buscan nuestro mal, y aunque conozcan algún hecho futuro no nos van a ayudar revelándonoslo. Aún así, alguna vez como excepción pueden revelar alguna cosa concreta futura para que la persona se vuelva adicta a la consulta de este tipo de personas.
Nunca ningún cristiano bajo ningún concepto debe consultar a este tipo de personas. La consulta a un mago, vidente o santón constituye siempre un pecado grave. Y aunque este tipo de personas suelen decir que poseen poderes de videncia, nunca jamás el sacerdote debe dirigir a este tipo de personas a posesos para ver si hay o no posesión. Lo que el sacerdote no vea con su ciencia no debe tratar de suplirlo con la falsa ciencia de estos videntes.
Cuestión Nº 48
¿Interviene el demonio en el horóscopo, el tarot y otras formas de adivinar el futuro?
En principio, el demonio sólo interviene cuando se le invoca. Esas formas de adivinar el futuro en que no se invoca a fuerzas ocultas, ni a seres espirituales desconocidos, no son demoníacas. Son prácticas supersticiosas, pero no demoníacas. Si bien los que practican tales supersticiones sentirán cada vez más la tentación de invocar tales fuerzas y seres desconocidos.
No hace falta decir que si el futuro no es posible conocerlo ni invocando a los demonios, mucho menos con esas prácticas de astrología, cartomancia, etc. Los mismos que practican esas supercherías son la prueba viviente de que por ese medio no se puede obtener ningún beneficio. Los únicos que sí que suelen obtener algún beneficio de tales adivinaciones, son los embaucadores profesionales que son los primeros en no creer en ellas y que saben dosificar sus predicciones para no pillarse los dedos.
Cuestión Nº 49
¿Puede un demonio provocar falsas visiones en un místico?
Las naturalezas angélicas tienen poder para infundir visiones y locuciones en cualquier mente humana. Ahora bien, Dios para evitar el desbarajuste que en las almas produciría este tipo de actuaciones si se dieran con frecuencia, prácticamente nunca consiente que se den. Sólo lo permite en rarísimas ocasiones y cuando la persona tiene medios para descubrir la verdad. Desde luego si no fuera porque el Altísimo contiene el poder del demonio, éste se aparecería continuamente como ángel o como un santo. Ha habido casos en que se ha aparecido, incluso, con la apariencia de Nuestro Señor Jesucristo.
En el caso verdaderamente excepcional de que haya una revelación mística en un alma y al director espiritual le entre la duda de que pueda estar en medio el demonio hay dos criterios que puede seguir en situaciones de ese tipo:
Seguir toda inspiración que nos lleve al bien como si viniera de Dios
Obedecer al director espiritual por encima de toda revelación.
Si una revelación, mensaje, aparición, lo que sea, verdadera o falsa, producto de la imaginación, del demonio, o de Dios, nos lleva a hacer el bien, es decir, nos incita a obras de caridad, de oración, de sacrificio, etc., entonces sigámosla como si viniera directamente de Dios. Porque, en el peor de los casos, si es el demonio el que nos está predicando el bien, ¿por qué no hacerle caso? Si el demonio nos predica el buen camino, ¿no habremos de hacerle caso por el hecho de ser malo el predicador? Con esta regla de conducta se quitan todo tipo de escrúpulos y se evitan pérdidas de tiempo tratando de buscar el origen de las inspiraciones del alma.
Ahora bien, siempre hay que anteponer la orden del confesor o director espiritual, a esas supuestas revelaciones. No importa lo bueno y noble que nos pida esa supuesta revelación, todo deberá supeditarse a la obediencia al confesor. Pues incluso lo que proviene directamente de Dios discurre por los caminos de la obediencia a los legítimos pastores. La recepción de revelaciones es un don menor que el de la obediencia.
Así que si esas revelaciones provienen del demonio, una de dos: o entrarán en conflicto con la obediencia al confesor o pronto dejarán de conducir al bien intercalando incitación al mal en ellas. Poco aguanta el demonio predicando el bien. Por el contrario, si la revelación es de Dios, no hay conflicto entre revelación y director espiritual porque la obediencia al director espiritual es obediencia a Dios a través de ese clérigo.
La obediencia a una revelación es siempre obediencia a una supuesta revelación. Mientras que la obediencia al confesor siempre es algo santo, siempre es algo seguro.
El dirigido debe recordar la máxima de obedecer siempre mientras no sea pecado. El místico no sólo no está liberado de la obediencia, sino que especialmente él está más sujeto a ella. Y la razón está en que el místico siempre está en peligro de caer en la soberbia. Por eso él debe desconfiar más de su propio juicio y someterse y ser humilde a un hombre más pecador que él. De lo contrario le puede pasar como al Diablo, que enamorado de sí mismo corrompa cuanto ha recibido.
Y digo esto con especial conocimiento de causa, pues hace años fui escogido como director espiritual de un alma que tenía varios dones extraordinarios. La veracidad de esos dones pude comprobarla en varias ocasiones sin ninguna duda. Pero aquella persona poco a poco comenzó a no escuchar mis indicaciones. Consideraba ella que estaba tan avanzada en la perfección que podía ser guiada directamente por el Espíritu Santo. Al ver que una terrible soberbia se veía en el horizonte, todavía lejano, mis indicaciones se convirtieron en órdenes. Pero la persona optó por seguir sus propias inspiraciones más que lo que yo le decía. Así que lentamente a lo largo de los años siguientes pude contemplar en primera fila, por decirlo así, como se iba llenado de más y más soberbia. Finalmente le di un ultimatum, o me obedecía o dejaba de ser su director espiritual. Optó por seguir su propio camino. El del Espíritu Santo, según ella. Un año después, me enteré por amigos de él que acabó cayendo en pecados más y más graves. Tras no pocos pecados, perdió sus dones. Dones que yo había conocido reales e impresionantes. Terrible historia, que siempre me recordará que en el camino a la santidad hay muchos que quedan en la cuneta y de los que nunca conoceremos sus nombres.
Cuestión Nº 50
¿Puede provocar estigmas?
Sí, el demonio puede provocar estigmas. Yo me resistí a creer tal cosa a pesar de que el cardenal
Bona afirmaba que tal hecho "se ha comprobado por algunos ejemplos indiscutibles" (Discret. spir. c7, n11) y que había habido testigos de esto mismo en el caso de las posesas de Loudum. Y me resistía a aceptar eso porque consideraba que los estigmas eran un fenómeno de carácter esencialmente externo que suponían una especie de ratificación divina respecto del sujeto que los portaba. Es decir, otros fenómenos místicos son ocultos y son dados para bien la persona que los posee, pero la estigmatización se da esencialmente para los demás, por eso son marcas externas. Por ejemplo, una locución o una visión profética sobre un hecho futuro son fenómenos que quedan en el interior de la persona, pero una estigmatización no. Y son, creía yo, una especie de confirmación divina de la santidad del que los porta. Y así San Pablo afirma "que nadie me moleste pues llevo en mi cuerpo las marcas de Cristo" (Gal 6,17). De este versículo caben varias interpretaciones todas plausibles. Pero si está hablando de estigmatización entonces a primera vista parecería corroborar la impresión de que suponen una especie de manifestación del favor divino, impresión espontánea por otro lado entre la gente que conoce tal fenómeno. Pero aunque esto sea así, lo cierto es que más adelante conocí varios casos de pseudomesías que padecían sangrado de sangre en ciertas partes de su cuerpo. El caso que vi por filmaciones no eran propiamente estigmas, sino que la piel sangraba.
¿Qué conclusión sacamos de todo esto? Quizá la gran enseñanza de que este hecho tan anecdótico pueda suceder es que el mismo Dios que nos da los signos para conocer la verdad, nos ha dado la inteligencia para discernir los signos. El Dios de la inteligencia se ha complacido en proponernos este tipo de enigmas para que los resolvamos. La estigmatización es un signo divino, pero incluso los signos divinos deben ser discernidos.
En cualquier caso el origen de un caso de estigmatización, como de cualquier otro fenómeno místico, se deducirá de los frutos que produzca en la vida de esa persona. Por sus frutos los conoceréis. Los frutos del Maligno son soberbia, desobediencia, pecado en definitiva. Los frutos del alma de Dios son la humildad, la obediencia, la vida sacrificada... la virtud. Vuelvo a repetir que el hecho de que los estigmas puedan ser producidos por el demonio es algo muy anecdótico y accidental, pero la enseñanza que se extrae de ello es muy importante para cualquier campo eclesiástico: todo puede falsificarse, menos la virtud. Los signos, los razonamientos de los teólogos, las buenas razones, las intenciones... todo es susceptible de ser torcido o manipulado. Lo único que no puede fingirse las 24 horas del día, 365 días al año, es la virtud.
Cuestión Nº 51
¿Qué forma poseen los demonios cuando se aparecen a los hombres?
Los demonios no tienen una forma visible determinada, su forma es inmaterial. Por lo tanto si se manifiestan de forma visible podrían adoptar cualquier forma que desearan. Cualquier forma por bella que fuera, humana o angélica, entra dentro de la capacidad de su poder. Podrían aparecerse con la forma de un sacerdote conocido, de nuestro confesor, del Santo Padre. Como es lógico tal situación crearía una inseguridad total, así que Dios no lo permite. Y Dios, mirando nuestro bien, no sólo no les permite este tipo de apariciones tan sumamente engañosas, sino que ni siquiera les permite aparecerse de cualquier manera, sino sólo en ciertos modos determinados. Para que así nos quede claro a nosotros, que somos como niños al lado de ellos, el carácter maléfico del que se aparece.
Y así Dios sólo les permite aparecerse como sombras que se mueven, como engendros monstruosos, como hombres pequeños de color muy negro. Respecto a esta última forma de mostrarse visualmente como hombrecillos oscuros y pequeños, aparece una y otra vez en la tradición literaria cristiana desde la época de los Padres del desierto. Pero no sólo en ellos, sino que incluso Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa de Lisieux (en uno de sus sueños) y otros casos como el de la niña Alexia (1971-1985+) volverán a hablar de que vieron a hombres pequeños y de color muy negro.
Cuando decimos que Satán es un dragón o una serpiente lo que queremos decir es que tiene el carácter monstruoso, fiero, venenoso y astuto de esos seres. Pero en ningún caso que tenga esa forma visual, ya que sigue siendo un bellísimo ángel en su naturaleza, aunque repugnante en su aspecto moral. La deformación él la ha sufrido sólo en su persona, pero no en su naturaleza. Su ser personal se ha deformado, pero su naturaleza permanece y permanecerá intacta haga lo que haga. Dado que ambas cosas son inseparables, él auténticamente es un monstruo, un ser deforme, alguien que produce repugnancia y aversión.
Cuestión Nº 52
¿Es el demonio el que provoca la noche del espíritu?
Toda persona que busque a Dios con todo su corazón y dedique grandes esfuerzos a la oración y al ascetismo, antes o después penetrará en una fase conocida por todos los santos como la noche del espíritu. Es una fase de la evolución espiritual, pasarla es necesario para penetrar en la vida mística. Es imposible alcanzar ciertos niveles de amor a Dios sin sufrir esta purificación. Esta purificación se hace a través del sufrimiento aceptado con amor de Dios y perseverancia. Esta noche consiste en una serie de tentaciones obsesivas de origen demoníaco.
En esta fase es como si el demonio se empeñara a toda costa en detener el avance espiritual de esa persona haciéndola sucumbir en graves pecados. El demonio sabe que o trata de hacerle pecar entonces o el alma se elevará más allá de su alcance. La literatura de los santos es riquísima en textos, pongo a continuación la descripción que nos da de esta fase una humildísima costurera extremeña del siglo XIX cuyo nombre fue Javiera del Valle:
“Cuando el alma se resuelve a no querer nada si no es el seguir a su amado Redentor, y poniendo en El fija su mirada con el único fin de hacer por El, si pudiera lo que ve que ha hecho y sufrido por ella su adorable Redentor, enfurecido Satanás, prepara una gran batalla y a ella trae todo su ejército infernal.
(...) se propone arrancar de nosotros las tres virtudes teologales. Pero donde va directamente a poner el blanco es en la fe, porque conseguida esta, fácil cosa le es conseguir las otras dos; porque la fe es como el fundamento donde se levanta todo el edificio espiritual, que es lo que él quiere y desea y pretende destruir.
Dios entonces calla; no le impide su intento, antes prepara los caminos para que sea más ruda la batalla.
Y también tiene en ello sus fines, porque el prepararle los caminos es para dejarle en la batalla confundido, burlado y derrotarlo con la más completa derrota, y salgamos nosotros vencedores de esta batalla y quedemos invencibles en lo por venir.
Cuando Satanás ya se acerca a la pelea, lo primero que echamos de menos es la luz clara y hermosa que nos había Dios dado, para con ella conocer la verdad.
La escuela [del Espíritu Santo] se cierra; la memoria y la razón por la fuerza del dolor y sentimiento que el alma tiene, parece que se ha perdido.
¡Pobre alma! Quiere buscar a su Dios, y no sabe. Le quiere llamar, y no puede articular palabra. Todo se le ha olvidado; con tan profunda pena, se siente sola, sin compañía ninguna.
¿A qué compararé yo este estado? Nada hallo, si no es a esas noches de verano, en que se levantan de repente esos nublados tan fuertes y horribles, que por su oscuridad tenebrosa nada se ve, sino relámpagos que asustan, truenos que dejan a uno temblando, aires huracanados, que recuerdan la justicia de Dios al fin del mundo, el granizo y piedra, que parece todo lo va a destruir.
No hallo a que poderlo comparar: sola, sin su Dios, siente venir a ella como un ejército furioso, que la gritan que está engañada, que no hay Dios, y la cercan por todas partes, llenos de retórica que la dan conferencias, sin ella quererlo, pero no la dejan un punto, y con razonamientos tan fuertes y violentos, que a la fuerza la quieren hacer creer que no hay Dios, y con horribles bocachadas (sic), que no hay el tal Dios a quien ella busca, y como con poder sobre las potencias para no poder ni discurrir ni creer otra cosa si no es aquello que a la fuerza y más que a la fuerza quieren hacer entender y creer a uno que nada más se crea lo que ellos dicen, y a ninguna otra cosa más se crea.
(...) En esta tan inmensa y como infinita pena, allá a lo lejos y como una cosa que se soñó y que no se sabe que se ha soñado, se acuerda de la Iglesia y del amor que a ella debemos tener, y este recuerdo, como cuando a uno le ha faltado el conocimiento, y al volverle quiere hablar y habla como entrecortadas palabras, así el alma sin voz, y tartamudeando, como que atinó a decir: me uno a las creencias todas de mi madre la Iglesia y no quiero creer ninguna cosa más. Y sin poder decir más, ni hablar, ni entender así pasé meses y meses hasta pasados dos años.
Tenía dieciocho años cuando esto pasó por mí, y cuando tanto yo sufría y lloraba sin consuelo la pérdida de mi fe, he aquí que amaneció para mí el día claro y hermoso.
Y así como yo, sin saber nada, en este estado me vi que me metieron, también ahora vi y sentí que de él me sacaron.”
Javiera del Valle (1856-1930), Decenario del Espiritu Santo, día octavo
La noche del espíritu supone una serie de tentaciones de ateísmo, contra la fe, de escrúpulos, de suicidio, de depresión o de cualquier otra cosa, pero muy intensas. Las tentaciones de suicidio las pasaron San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Lisieux. Contra la fe en la existencia de Dios las padeció terribles la madre Teresa de Calcuta. El gran maestro sobre la noche del espíritu es, sin duda, San Juan de la Cruz. La lectura de la Subida al monte Carmelo será sin duda la mejor lectura para los confesores de estas almas atribuladas.
Los directores espirituales, sobre todo de religiosas, deben recordar a estas almas sufrientes que no hay nada que pueda evitar el sufrimiento de la noche del espíritu. Es una fase que sólo acaba cuando Dios quiere. Deben consolar a esas almas recordándoles que el demonio está ahí cumpliendo la función de un cilicio. Pero que cuanto peores sean sus tentaciones, más breves serán. Y cuanto más moderadas, más prolongadas.
Parte IV
Cuestiones teológicas
Cuestión Nº 53
¿Odia Dios a los demonios?
La respuesta es no. Dios no odia nada ni a nadie, es un acto de amor puro, no cabe el odio en Dios. El obrar de Dios es un sólo acto de amor en el que estamos incluidos todos. Decimos que Dios ama u odia, ama más o menos, según los efectos que proceden de Él hacia nosotros. Si Dios permite el castigo del pecador, decimos que Dios castiga al pecador. Si Dios premia al virtuoso, decimos que ama al virtuoso. Si Dios premia más en el cielo al más santo, decimos que Dios ama más al santo. Y así podríamos seguir con todas las gradaciones posibles y todas las especies de bendiciones, premios, sufrimientos y condenas. Pero esto es así según nosotros (quoad nos, como diría Santo Tomás de Aquino) porque en Dios sólo existe un solo acto de su voluntad. Y su voluntad sólo ama.
Y eso es lo terrible. Los condenados no pueden apelar a la misericordia de Dios porque ha sido el Amor Infinito el que les ha condenado por toda la eternidad. En la Divina Comedia Dante coloca esta inscripción en el dintel de entrada al infierno:
“Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada (...) me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría y el primer Amor. (...) ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”
Lo terrible de esta inscripción, por más literaria que sea, es que es verdad que ha sido el Amor Divino -y no el odio- el que ha permitido la existencia del infierno. Luego no se puede apelar al Amor para que destruya el infierno. Dios ama a los demonios, pero les condena.
Si Dios no odia tampoco el exorcista debe odiar cuando realiza el exorcismo. El demonio puede decir cosas que le inciten a odiarle, para así dificultar el exorcismo. Recuerdo un exorcismo en el que la madre perdió el control de sí y se dirigió furiosa contra el demonio que poseía a su hija. Con toda tranquilidad el demonio sonrió malévolamente y después se dirigió a ella pare decirle con toda serenidad: Con odio no me sacarás.
Cuestión Nº 54
¿Pueden los demonios aunar y concentrar sus esfuerzos para influir en una sociedad?
El gran poder del demonio es tentar. Y como los demonios se comunican entre sí, pueden ponerse de acuerdo para tentar en una misma dirección. En 1932, los demonios entendieron perfectamente que para sus planes era mejor tentar a la gente para que votase a ese candidato bastante desconocido que era Hitler. ¿Eso significa que su ascenso al poder se debió a la acción de los demonios? No, pero ellos indudablemente le ayudaron. Igualmente, hay que recordar que los Santos Padres de los primeros siglos de la Iglesia al tratar el tema de las persecuciones contra los cristianos, señalarán como primera y principal causa de esa persecución la instigación de los demonios tanto sobre las masas como sobre los gobernantes.
Otro ejemplo abundando en lo dicho ya dicho sería el del cardenal Nasalli Rocca cuando escribió en su Carta Pastoral de Cuaresma (Bolonia 1946) que el secretario del Papa, mons. Rinaldo Angeli, le había contado varías veces como León XIII tuvo una visión de los espíritus infernales que se concentraban sobre Roma, y que ese fue el origen de la oración que quiso que se recitara en toda la Iglesia, y que fue expedita a los Ordinarios en 1886.
Sí, efectivamente también los demonios tienen sus estrategias y se ponen de acuerdo para llevarlas a cabo. Pueden concentrarse en un lugar determinado. Ambicionan todas las almas, pero saben muy bien que algunas personas tienen el poder de arrastrar a otras personas, bien por su cultura, por su poder o por su dinero. Y por lo tanto las fuerzas del mal son conscientes de que esas élites son especialmente deseables. En política los demonios nunca son neutrales, analizan la situación y están seguros de cuáles son las personas que más favorecerán sus estrategias. Afortunadamente el lado del bien tiene a los ángeles y a las muchas personas que con su oración desbaratan los planes de las tinieblas. Por eso es tan importante la oración y el sacrificio. Los monasterios, las personas orantes, son las fuerzas invisibles que no sólo contrarrestan el poder del infierno en este mundo, sino que envían sobreabundantemente todo tipo de bendiciones sobre nosotros.
Aunque explicar esta lucha invisible de poderes espirituales, no nos debe hacer olvidar que los autores de nuestra historia somos nosotros. Todas estas fuerzas invisibles del mal sólo son una influencia. Y al final cada hombre hace lo que quiere y es responsable de lo que hace. Ni todos los demonios del mundo pueden obligar a alguien, aunque sea un pecador, a tomar una decisión si él decide tomar la otra.
El poder de la oración es tan poderoso como los mayores ejércitos, o las mayores fortunas. Una sola persona humilde y desconocida, con su oración puede evitar guerras, puede evitar que ideologías políticas malignas lleguen al poder, etc., etc. Sólo los demonios saben hasta que punto es temible la oración para ellos.
Cuestión Nº 55
¿Por qué Satanás no se manifiesta a los hombres desplegando todo su poder?
Así como el Mesías se manifestó con milagros y muchos creyeron en El, así también el Diablo podría manifestar plenamente su poder para engañar y seducir a las multitudes. Qué duda cabe que si Satán se manifestara abiertamente bajo la apariencia de ángel de luz, muchos le seguirían. Podría hacer portentos, sanar algunas enfermedades, predecir cosas futuras. La razón por la que Satán no despliega sus facultades a plena luz nos la da San Pablo:
Y sabéis lo que ahora lo retiene, para que se revele a su debido tiempo; pues el misterio de la iniquidad está actuando ya, sólo hasta que se retire de en medio el que lo retiene ahora; y entonces se revelará el Impío.
(...) Cuya venida, dada la energía del Adversario, estará acompañada de toda clase de prodigios, señales y portentos propios de la mentira. 2 Tes 2, 6-9
El Diablo es soberbio, querría ser adorado, y la gente es débil, muchos serían engañados. Pero no puede desplegar su poder, Dios retiene la manifestación de su fuerza. Hasta Satán que odia a Dios y que trata de hacer todo el mal que puede, está atado a los designios de la voluntad de Dios. Y el designio de Dios es que él no podrá manifestarse abiertamente hasta que llegue el fin de los tiempos. Hasta que llegue ese momento, los portentos están limitados sólo a los pequeños grupos satánicos donde sí que puede, al ser invocado, mostrarse. Por esas reducidas actuaciones extraordinarias y por su obrar ordinario (es decir, la tentación) y por la concentración de fuerzas demoníacas en lugares y momentos concretos para aunar fuerzas y lograr algo, por todo eso dice San Pablo en la epístola que el misterio de la iniquidad está actuando ya, pero que no se ha revelado todavía.
Cuestión Nº 56
¿Dentro de la Iglesia a quién odia más?
La Iglesia cuenta en su seno con cardenales, arzobispos, pastores de todo tipo, teólogos, personas dedicadas a la caridad, misioneros, etc., etc. Pero lo que más odia el demonio es el ascetismo. Esto podemos decirlo con seguridad porque a nadie tienta tanto como al que se dedica a la ascesis. Cualquiera, que esté dedicado a cualquier ministerio o función eclesial, lleve en ello los años que lleve, si se dedica a hacer la prueba de comenzar una vida más ascética, comprobará que las tentaciones se le multiplican por cien.
Ello se debe a que el maligno sabe muy bien que la ascesis es una fuerza poderosísima, es la fuerza de la Cruz. Y que la fuerza de la Cruz quebranta su influencia en este mundo.
Alguien podría decir que lo que más debería temer el demonio es el amor, y que por tanto lo que más debería odiar él serían las obras de caridad. Pero el demonio sabe que al que comienza la vía del ascetismo, si persevera, Dios le concederá el don de la caridad en grado eximio. Mientras que el que se dedica a obras de caridad solamente, quizá nunca llegue a comenzar una vida ascética.
Hay personas que se han dedicado toda la vida a obras de caridad y, sin embargo, albergan en su espíritu muchos defectos. Uno puede dedicarse a ayudar a los pobres o a los enfermos, por ejemplo, y sin embargo hacerlo con murmuraciones, juicio crítico, desobediencias, etc. Mientras que el asceta si persevera en la purificación gradual de su alma obtendrá todos los dones. Por eso el demonio odia mucho más al asceta que a la jerarquía eclesiástica o a los mismos exorcistas. El exorcista expulsa a uno, dos, una docena de demonios... El hombre que se mortifica, quebranta de un modo mucho más poderoso la influencia demoníaca en este mundo por el mero hecho de sobrellevar sobre su cuerpo y su espíritu la pasión cotidiana de su vida crucificada.
Cuestión Nº 57
¿Mientras anduvo Jesús en carne mortal sobre la Tierra sabía el demonio que Él era el Mesías?
Como ya se ha dicho el demonio no lo sabe todo. Ni siquiera saben todo lo que sucede en la tierra. Los demonios recorren este mundo, están entre nosotros pero yendo y viniendo. Los espíritus malignos de un modo muy especial vigilan a los santos. A los demonios no se les pasó por alto que Jesús era un hombre especialísimamente santo. El Maligno veía que Jesús y María eran los humanos más santos que habitaban la tierra. No percibía en ellos la comisión de ningún pecado, ni siquiera de imperfección moral alguna. El Diablo puede ser un pecador, pero sopesa y pondera perfectamente la virtud. En este aspecto podemos decir que es un consumado valorador de la virtud, es un consumado tasador de joyas espirituales. Esta tarea, la de valorar, la realiza como el más perfecto maestro de vida espiritual. Pero a pesar de que Jesús y María estaban siendo vigilados, él sólo veía su cuerpo. La Divinidad de Jesús es un atributo invisible. Cuando dieron comienzo los milagros de la vida pública de Jesús, los demonios cada vez se preguntarían con más insistencia si aquel era un profeta más, o era el Mesías. La sospecha poco a poco iría dando lugar a la certeza. La sospecha iba creciendo no sólo por lo que hacía sino también por lo que decía y enseñaba. Puede que los Apóstoles en algunas ocasiones escucharan a Jesús amodorrados y aburridos. Desde luego los que no se perdían ni una palabra eran los demonios. Tras deliberaciones y análisis entre ellos, la certeza de que El era Dios pronto, muy pronto debió quedar clara.
Pero aunque les quedó claro que aquel hombre no era un hombre más, el asunto hubiera sido complejo para un teólogo humano. Moisés había hecho milagros más espectaculares. Es cierto que Jesús hacía milagros que iban más allá de una naturaleza angélica (resucitar a muertos, por ejemplo). Pero contra eso se podía alegar que en el fondo no era él - Jesús- el que los hacía sino su padre Dios. Y si los hacía El -Jesús- por su propio poder y no Dios Padre, ¿cómo distinguir de donde procedía el milagro, ya que ellos sólo veían el efecto? El asunto no era sencillo, pero pronto les quedó claro como buenos conocedores de la Teología que son, que aquel hombre era Dios encarnado. Y así se manifiesta en las posesiones cuando por ejemplo le dicen: "¿has venido a atormentarnos antes de tiempo?". Al decir eso muestran que sabían que El era Dios, el mismo Dios que al final de los tiempos, en el Juicio Final, les condenaría.
Cuestión Nº 58
¿Jesús sufrió la tentación?
Jesús era impecable. Como auténtico hombre que era nada le impedía pecar, era libre de pecar, sólo necesitaba un acto de su voluntad, pero al mismo tiempo era imposible que pecara por su bondad. Pero el que Jesús fuera impecable no significa que no sufriera la tentación. La sufrió. Como hombre padeció los dardos de la tentación y tuvo que resistirla, y le costó. En El no había concupiscencia, no había inclinación al mal, ni debilidad en su alma, pero para sentir los atormentadores dardos de la tentación no hace falta ninguna de esas tres cosas. Muy a menudo los cristianos, al meditar la vida de Cristo dando por descontado que era Dios, no valoramos suficientemente el sufrimiento de la tentación en Cristo.
Y especialmente deberíamos agradecerle su última tentación en la Cruz, la más fuerte de todas, la más punzante: la del abandono. De la Pasión valoramos sus sufrimientos físicos, pero no nos damos cuenta de que sus sufrimientos espirituales fueron mucho más dolorosos que los externos. La Pasión interna fue mucho peor que la externa, la Pasión espiritual mucho peor que la corporal. Allí, delante de la Cruz, estuvo el infierno entero. Todos y cada uno de los demonios estaban allí, rodeando la Cruz, contemplando con delectación su triunfo: ¡Dios crucificado! Era el mayor de sus sueños, el más acariciado de sus anhelos, ¡hecho realidad!
Lo que ellos no podían imaginar en ese momento de venganza y odio, era que la mayor derrota era su mayor victoria. La mayor derrota en este mundo, era la mayor victoria del Reino de los Cielos. La Redención estaba consumada. Y posteriormente la Resurrección fue algo que les dejó sin habla. Su victoria demoníaca no había servido absolutamente para nada, y encima regresaba embellecido con todos los tesoros del amor logrados en su Pasión. La derrota era como un guante al que se le daba completamente la vuelta del revés. Y ellos, los demonios, habían sido los instrumentos de esa victoria del amor.
Pero para acabar de complicarles más las cosas había un hecho para ellos tan espantoso o más que la victoria del Amor, y era que de pronto se hicieron conscientes de que Dios Padre no había perdonado la Pasión ni a su mismo Hijo.
Este hecho tenía consecuencias tremendas. Si Dios Padre en pago de reparación por los pecados de la humanidad, no había perdonado ni al Justo, entonces podían olvidarse los demonios de ser perdonados al final de los tiempos. La Pasión en la Cruz suponía la prueba palpable de que la Justicia Divina no era trasgredida en vano. Fue en ese momento cuando se hicieron plenamente conscientes todos los demonios de que su condenación no tendría indulto alguno por los siglos de los siglos. Por eso ellos de estar contemplando la Cruz con la alegría de su victoria maligna, pasaron a entender que para ellos sería para siempre el recuerdo terrible de la Justicia Divina. Y por eso por encima de todo, los demonios odian la imagen de la cruz, más que la imagen de la Santísima Virgen María o la imagen de cualquier otro santo o la representación de otro misterio sagrado. El recuerdo de lo que ellos contemplaron como testigos hace dos mil años, presentes, allí, es un recuerdo que querrían borrar de sus mentes y no pueden. En la visión de cualquier cruz recuerdan su derrota y recuerdan que allí perdieron la esperanza de cualquier amnistía.
Cuestión Nº 59
¿Cuál fue la criatura más excelsa creada por Dios: la Virgen o Lucifer?
La palabra Lucifer es una palabra latina que significa Estrella de la mañana.
(Yo, el autor, no suelo hacer juicios de valor sobre las cuestiones que he escrito, pero esta cuestión es mi favorita de todas las que hay en Summa Daemoniaca.)
Nadie tiene que extrañarse de que un ser maligno, ahora ya monstruoso, tenga un nombre tan bello, pues éste fue el nombre que el Padre de los ángeles le puso esta criatura al crearlo. Lo cierto es que éste era su nombre antes de caer. Se da por supuesto que Lucifer era la más alta naturaleza angélica creada por Dios.
Hay que decir que la naturaleza más excelsa creada por Dios fue la de Lucifer. La Virgen se santificó día a día con esfuerzo. Ella con su sacrificio y sus obras y la gracia de Dios logró ser la criatura más excelsa. Pero su excelsitud no fue un acto de creación de Dios, sino de santificación.
María, al nacer, recién salida de las manos de Dios, era sólo un ser humano. Es seguro que el Creador, incluso nada más nacer, le debió conceder grandes perfecciones a su alma, pero esas perfecciones estaban lejos del inmenso poderío que tuvo la cúspide de la Creación, el más alto espíritu angélico. Mientras que la naturaleza más grandiosa que creada Dios, la más alta de las criaturas angélicas, era la coronación de la obra de Dios. Dios creó magnífico a Lucifer en su naturaleza, y él se corrompió. Dios creó humilde a María en su naturaleza, mera mujer y por tanto inferior a los ángeles, y ella fue la que se santificó. Como se ve, hay un gran paralelismo entre ambas figuras, sólo que es un paralelismo inverso:
Uno es la criatura más perfecta por la naturaleza, la otra por la gracia.
Uno se corrompe, ella se santifica.
Uno quiere ser rey y no servir, y al final no es nada. Ella quiere ser nada y servir, y al final es reina.
Uno fue creado para ser la Estrella de la mañana angélica (Lucifer). Ella (María) acabó siendo la Estrella de la Mañana de la Redención, es decir, la estrella que en el firmamento anuncia la nueva era del Mesías.
La primera estrella cayó del firmamento angélico, la segunda estrella se elevó en el firmamento de los santos.
La primera estrella (que era espíritu) cayó a tierra, la segunda estrella (que era corporal) ascendió a los Cielos.
Lucifer no quiso aceptar al Hijo de Dios hecho hombre, la Virgen no sólo lo aceptó sino que lo acogió en su seno.
Lucifer era un ser espiritual que finalmente se hizo peor que una bestia (sin dejar de ser espiritual). Ella era un ser material que finalmente se hizo mejor que un ángel (sin dejar de ser material).
Lucifer se bestializó, ella se espiritualizó.
Ahora ya sólo hay una única estrella de la mañana que es la Virgen. Pues además de que la primera estrella cayó, la segunda estrella de la mañana brilló con la luz de la gracia, luz mucho más bella e intensa que la luz del primer astro, que brilló sólo con la luz de su naturaleza. Los ángeles, los miles de millones de ángeles, recuerdan perfectamente el poder y belleza de la luz de la primera estrella antes de su oscurecimiento. Sin embargo, el nuevo lucero con su luz purísima ha eclipsado completamente el recuerdo de esa luminaria angélica. Ahora, Lucifer es la estrella de la oscuridad. En el firmamento de la desdicha, él destaca por el brillo de su luz oscura. Sigue siendo la estrella de la mañana, pero no de la mañana de luz, sino la estrella que anuncia la mañana de una eterna noche, una mañana que no ha hecho más que comenzar.
Cuestión Nº 60
¿Por qué el agua bendita atormenta al demonio?
Cómo algo material puede tener una influencia del tipo que sea sobre algo espiritual? Parece que son campos tan distintos, tan independientes, que lo material de ningún modo parece que pueda expulsar, producir incomodidad o efecto alguno en un demonio. Hace tiempo escribí en obras anteriores que si lo material (agua bendita, santo crisma, etc) tiene una influencia en atormentar y expulsar demonios no es por su materialidad misma, sino porque la Iglesia ha unido a esa materia un poder espiritual al bendecirla. Es decir, que la Iglesia con el poder que ha recibido de Cristo puede unir un efecto espiritual a un objeto. Y que por tanto el objeto no es nada en sí, sino el poder de Cristo que se ha unido a ese objeto.
De todas maneras, la experiencia de los últimos años me ha hecho complementar esta opinión. Complementar, que no cambiar. Sigo sosteniendo lo mismo, pero he comprobado que no da lo mismo bendecir una materia que otra. Hay materias que por lo que simbolizan en sí tienen una efectividad concreta. Y a este respecto puedo contar una anecdota. En cierta ocasión no teníamos agua en la parroquia. Hacía mucho frío y el agua estaba congelada en las cañerías. El agua de las pilas de agua bendita no se le podía dar a beber a la posesa dado que llevaba ya unos días en las pilas y la gente mete los dedos en ellas. Así que cuando ya estaba a punto de salir de la parroquia en busca de agua en aquella frígida mañana, me di cuenta de que había una botella de limonada que había sobrado de una reunión de catequistas. Se me ocurrió bendecir el contenido de la botella, pensando que el tipo de materia era lo de menos y que lo importante era la oración que se vinculaba a ella. Pues bien, pronto observé que aunque producía algún efecto, era mucho menor. Al cabo de unos minutos ordené en el nombre de Jesús al demonio que me dijera por qué era eso así. Se resistió, pero al final dijo que el agua era símbolo de pureza y limpieza. Si bien, dijo que aquel otro líquido bendito también le producía algún efecto, pero menos.
Si observamos las materias que la Iglesia ha bendecido o consagrado, nos daremos cuenta de que todas tienen un simbolismo ínsito en ellas: la sal, el incienso, el agua, el óleo, las velas, el pan.
Cuestión Nº 61
¿Qué otros objetos atormentan a los demonios?
Las reliquias de los santos atormentan a los demonios porque están llenas de la unción espiritual de esos santos. Un crucifijo atormenta al demonio, incluso aunque no esté bendecido, porque le recuerda su derrota en el Calvario y el triunfo de Dios, le recuerda que El será su Juez en el Juicio Final, etc. Lo mismo es válido para todas las imágenes religiosas, le atormentan por lo que le recuerdan aun sin estar bendecidas. Y más si están bendecidas. Y todavía más si en la bendición expresamente se pidió a Dios que repelieran a los demonios.
Cuestión Nº 62
¿Cuál es el demonio meridiano?
La acedia es la continuada e intensa desgana por las cosas espirituales que sufren los ascetas en determinado momento de la evolución de su vida interior. Al demonio que tienta a los que se mortifican con la acedia, se le ha llamado por la tradición demonio meridiano. El nombre de meridiano le viene de una mala traducción del versículo del salmo 91, 6 por San Jerónimo. El salmo decía en hebreo: no temerás (...) el exterminio que devasta en el sur. Pero San Jerónimo lo tradujo por: no temerás al demonio meridiano. Meridianus en latín significa tanto "del sur" como "del mediodía".
Desde que el versículo en la Vulgata quedó así, fueron muchos los comentaristas que construyeron sus exégesis bajo la segunda acepción de la palabra latina. Y así se fue creando toda una literatura que hablaba del demonio que venía a tentar a los eremitas al mediodía. ¿Por qué al mediodía? Pues porque era la hora en que descansaban del trabajo de la mañana tras el almuerzo. En ese tiempo de descanso, en soledad, sin ninguna oración fijada para ese momento, era cuando sentían el peso de la vida ascética que habían abrazado. De ahí que fuera tan explicable por qué sentían las punzadas de la tentación justo en ese momento del día.
De ahí que el demonio meridiano en la literatura ascética representa no a un demonio, sino a un tipo de tentaciones. Es decir, la sensación continua y prolongada de desabrimiento que sufren los eremitas al sentir la dureza de la vida que han abrazado y ningún gusto por las cosas espirituales.
Esto que se ha dicho es lo que la tradición espiritual entiende por demonio meridiano. Ahora bien, ¿es además el nombre de algún demonio concreto? ¿Todas las tentaciones de acedia proceden de un demonio? Si es un demonio concreto es algo que nunca podremos estar plenamente seguros, aunque ya dije que un demonio en un caso de posesión había dicho que Meridiano era el quinto demonio en importancia en la jerarquía demoníaca. Pero puesto que no lo dice la Biblia no podemos estar seguros. A la pregunta de si la tentación de acedia procede siempre del demonio la respuesta es que no necesariamente. Una persona colocada en una situación de renuncia total a los placeres del mundo puede tener esas tentaciones sin necesidad de intervención del demonio.
Cuestión Nº 63
¿En qué ocupan su tiempo los ángeles?
En el mundo de los ángeles, a similitud del de los humanos, hay unos que se ocupan de unas cosas, otros de otras. Aunque los ángeles no tienen que cultivar, ni que construir casas, ni confeccionar artefactos, ni nada de todo aquello que a nosotros nos ocupa tanto tiempo. Los ángeles se ocupan en glorificar a Dios, en profundizar en el mundo del conocimiento, en relacionarse entre sí y en ayudar a los hombres.
El mundo intelectual es un mundo tan vasto que les ocupa en un modo completamente similar a nosotros. En una universidad, por ejemplo, puede haber cientos de profesores, cada uno especializado en una rama del saber. En una universidad trabajan muchas horas al día cientos de profesores y catedráticos, y todo ese trabajo, toda esa actividad está en orden a producir una sola cosa: conocimiento. Lo mismo sucede en el mundo de los espíritus angélicos.
Las relaciones entre los ángeles pueden parecen poca cosa. Pero las relaciones entre los hombres precisan de actos protocolarios, embajadores, cónsules, visitas, reuniones. Un centenar de seres humanos se comunican entre sí en seguida. Pero 6000 millones, no. Algo semejante ocurre con los ángeles que conforman una verdadera sociedad, sociedad compleja. Además, esas relaciones entre los ángeles no sólo son relaciones de conocimiento, sino también de caridad. Los ángeles no sólo se cuentan cosas, también se reencuentran, se quieren, hay amistades, etc., etc. No olvidemos que los hombres somos, al igual que ellos, entendimiento y voluntad. Y que nuestras relaciones nos sirven muy adecuadamente para comprender como son las interactuaciones entre seres dotados de esas dos potencias del espíritu.
Cuestión Nº 64
¿Existe un sacerdocio en el mundo angélico?
Ante todo hay que tener claro que entre los hombres existe un sacerdocio natural. Melquisedec era auténtico sacerdote, lo afirma la Biblia, y sin embargo, ni siquiera pertenecía al Pueblo Elegido. La esencia del sacerdocio está en ofrecer sacrificios. El sacerdote es aquel que ofrece sacrificios en nombre de toda la comunidad. Es un rasgo de todas las civilizaciones el designar a alguien para ocuparse del culto a la Divinidad. Y ese sacerdocio, aunque no esté instituido directamente por Dios, es un verdadero sacerdocio, y un sacerdocio que da gloria a Divinidad. Pues se ofrece un culto a El en nombre de todos. Esta función litúrgica, cultual, sacrificial es una institución que no sólo Dios no condena en la Revelación, sino que además la eleva: la hace suya y le concede poderes especiales.
Si, como hemos dicho antes, hay muchas ocupaciones entre los ángeles, no debemos olvidar la más importante de todas: la glorificación de la Divinidad. Todos los ángeles le glorifican. Pero no sólo hay una glorificación individual, sino también colectiva. Bastaría que Dios fuera glorificado, alabado y enaltecido por cada uno de los seres inteligentes. Pero el amor a Dios lleva a glorificarle de todos los modos posibles. Y uno de esos modos es la glorificación colectiva. Cuando varios que aman a Dios se ponen de acuerdo para honrarle conjuntamente, desde ese momento se están colocando las bases de un acto litúrgico. Cuando ese acto ya no es de unos pocos centenares de seres, sino de miles de millones, entonces nos encontramos con una verdadera liturgia celestial.
En este sentido sí que hay ángeles que cumplen una función sacerdotal. Es decir, hay espíritus angélicos que en esa liturgia eterna representan a todos los ángeles. ¿Qué sacrificio ofrecen? El sacrificio de las alabanzas de todos los espíritus a los que representan y cuya gloria ofrecen a la Trinidad. Se trata de un sacrificio incruento e inmaterial. Es una ofrenda de gloria.
(Debo decir que esta cuestión acerca del sacerdocio de los ángeles se me planteó por primera vez dando vueltas a la etimología del nombre Leviatán. En el Antiguo Testamento, Leví era el nombre del sacerdote por excelencia. ¿No podría ser que el Leviatán fuera la corrupción de Leví, así como Judas Iscariote fue la corrupción de un apóstol? ¿Habría cumplido Leviatán, antes de caer, una función sacerdotal? Sólo Dios lo sabe. Desde luego en la Biblia los nombres no son casuales, todos encierran un misterio. Y el más terrible de todos los demonios tiene el nombre del sacerdote por excelencia. En mi opinión personal, Leviatán es la corrupción de Leví.)
Cuestión Nº 65
¿Es adecuado pintar al demonio con cuerpo de hombre y cuernos?
Ya se ha dicho que el demonio no tiene forma alguna que se pueda ver, así que ese modo de representación tradicional con cuernos es completamente convencional. Es decir, se trata de un signo asentado por la tradición occidental durante siglos, que es portador de un significante. De todas maneras es un signo muy adecuado, porque combina dos elementos: la racionalidad representada por la forma humana (única forma visual que conocemos de ser racional) y la bestialidad simbolizada por los cuernos, rabos y garras. De manera que se trata de un signo muy simple pero que refleja tanto la inteligencia como el carácter lleno de furia, de animalesca bestialidad que caracteriza a las manifestaciones de ellos en todas las épocas a través de los posesos.
Igualmente el modo de representar a los ángeles que ha decantado la tradición iconográfica es muy adecuada. El ángel al ser representado como hombre con alas, es un modo de significar por el aspecto humano la racionalidad, y por las alas la sutilidad. Es decir, las alas representan la capacidad de transportarse de un lugar a otro a voluntad, sin obstáculos. También es curioso observar que los ángeles son representados vestidos, mientras que los demonios no, como signo de su carácter bestial.
Cuestión Nº 66
¿Por qué hay agua bendita a la entrada de las iglesias?
Si uno se santigua con agua bendita con devoción, eso produce tres efectos: atrae la gracia divina, purifica el alma y aleja al demonio. Ese gesto de santiguarse con ese agua nos atrae gracias divinas por la oración de la Iglesia. La Iglesia ha orado sobre ese agua con el poder de la Cruz de Cristo. El poder sacerdotal ha dejado una influencia sobre ese agua. Al mismo tiempo purifica parte de nuestros pecados, tanto los veniales como el reato que quede en nuestra alma. El tercer poder del agua bendita es alejar al demonio. El demonio puede entrar perfectamente en una iglesia, sus muros no le contienen, el suelo sagrado no le refrena. Sin embargo, el agua bendita sí que le aleja.
La gente se suele quejar de que se distrae mucho en la iglesia, el demonio tiene gran interés en distraernos justo cuando vamos a estar en contacto con las realidades sagradas. Por eso es tan útil el agua bendita de la entrada. Aun usando el agua bendita podemos despistarnos, pero tendremos la seguridad de que las distracciones proceden de nosotros y no del demonio.
Aunque nosotros con los ojos del cuerpo no podamos ver la cruz que forma el agua bendita en nuestro cuerpo al santiguarnos, el demonio sí que la ve. Para él esa cruz es de fuego, es como una coraza que no puede traspasar. Insisto en que santiguarse con agua bendita al entrar en una iglesia no es un mero símbolo. Es un símbolo, pero esa agua tiene un poder, un poder que Cristo ganó con sus sufrimientos en la Cruz y que el sacerdote administra con toda facilidad.
Cuestión Nº 67
¿Es el demonio un mero símbolo del mal o existe en la realidad?
Siempre me ha admirado la capacidad de algunas personas para cerrarse a la realidad. Comprendo a aquellos no creyentes que con humildad dicen que no han visto nada extraordinario en toda su vida, y que por tanto suspenden su juicio. Pero resulta chocante encontrarse a personas que afirman con rotundidad absoluta, tajante, que es imposible que exista el demonio. ¿Han llegado a tal conclusión tras revisar todos los rincones del universo con un don extraordinario que les permite ver los espíritus?
Nadie, salvo por especial permisión de Dios puede ver a los espíritus. Pero los fenómenos que ellos producen (posesión de personas, infestación de lugares) sí que es posible verlos. Cuando un poseso, en mitad de una sesión de exorcismo, vomita trozos de hierro, eso es una prueba. Cuando el vaso se mueve sin tocarlo por un tablero de ouija, eso es una prueba al menos de la existencia de espíritus. Cuando toda una familia se despierta en mitad de la noche por los ruidos tremendos que provienen de una habitación, que cuando la abren comprueban que está vacía, eso es una prueba.
Pero ninguna prueba convencerá a los fanáticos del ateísmo. Porque en ellos el ateísmo no es sólo una postura, sino una fe, un dogma, una religión a la que se aferran con todas sus fuerzas. No con las fuerzas de su razón, sino de su espíritu. En esos casos no hay nada que hacer. Sólo rezar para que Dios envíe su gracia y se abran a la verdad.
Nota a esta cuestión:
Hace años, la primera versión de Summa Daemoniaca incluía aquí un pequeño iocus, un juego irónico con los conceptos. Pero esa broma fue malinterpretada por los lectores más sencillos. Así que, tras la última protesta, decidí cambiar el contenido de la cuestión y dejarlo todo como queda.
Parte V
Cuestiones bíblicas
Cuestión Nº 68
¿Qué diferencia hay entre el temor a Dios y el temor al demonio?
No temáis a los que matan el cuerpo, pero al alma no pueden matarla. Temed más bien al que puede destruir alma y cuerpo en la gehenna. Mt 10,
- Este versículo es de una complejidad extraordinaria a pesar de su aparente sencillez. La gran pregunta que subyace es ¿a quién hay que temer?
En una primera lectura parece que lo que afirma es que habría que temer al demonio. El mensaje del versículo sería no temáis a los hombres, no temáis a lo que os pueden hacer mal en esta vida. Sino temed al demonio, es decir, temed al que os puede hacer mal para la otra vida. La enseñanza sería que no debemos preocuparnos por los males de esta vida, sino por los de la futura y perpetua.
Esta lectura estoy seguro que es la que ha sido la más frecuente y popular a lo largo de la historia. Y no es errónea. La enseñanza que trasmite es clara y sencilla: si es cierto que nos preocupamos por los que nos provocan males en este mundo, mucho más nos deberíamos preocupar por el que busca nuestro mal eterno.
Pero creo que hay un sentido mucho más profundo en el versículo. Y el mensaje más sutil es que nadie nos puede arrojar al infierno sino Dios. Ni hombres, ni demonios, sólo Dios es juez, sólo El puede enviarnos allí. De ahí que lo que nos dice el versículo es que si vivimos en este mundo para la eternidad no hay razón para temer a nadie. Sólo al Juez eterno. El versículo por tanto sería una incitación al santo temor de Dios.
El temor al demonio es por los males que nos pueda causar en la vida material (enfermedades, desgracias) o en la vida espiritual (hacernos pecar o condenarnos). Pero tales males no están en su mano. Las desgracias y enfermedades sólo nos sucederán si Dios lo permite. El pecado y la condenación sólo si nosotros queremos. Luego el temor al demonio no tiene sentido pues todo está en las manos de Dios. El temor al demonio está, por tanto, teológicamente infundado, no tiene sentido. Con Dios no hay razón para temer al demonio. Ser creyente y temer al demonio supone una contradicción.
El temor al demonio supone una cierta falta de fe en la omnipotencia de Dios, una cierta desconfianza en su cuidado amoroso, y una cierta ofensa a su santidad, pues un Dios que permitiera sin razón alguna el sufrimiento de sus hijos sería un Dios injusto. El temor al demonio es malo por tanto. Hablo, por supuesto, del temor consentido, no del sentimiento. El sentimiento de miedo hacia ese ser es para algunas personas inevitable y por encima de sus fuerzas, como para otras lo es el temor a las alturas o a las serpientes.
Si el temor al demonio es malo, el santo temor de Dios es un don del Espíritu Santo. Es el temor de ofenderle, el temor de perderle y, sobre todo, el temor que nos produce comparecer ante la santidad de su presencia sabiendo como lo sabemos que somos nada e indignidad. Algún día en el Reino de los Cielos ya no temeremos ni perderle, ni ofenderle, pues será imposible, pero todavía mantendremos, por toda la eternidad, el santo temor de Dios. Ni contemplándolo cada día, ni contemplándolo como Padre, perderemos ese santo don. Por el contrario entonces seremos todavía más conscientes de la infinita distancia entre su altura y nuestra poquedad.
Este don de Dios nos lleva a estar más agradecidos por permitirnos estar ante El sin merecerlo. Es un temor no malo, sino bueno. No contrario al amor, sino que lo perfecciona.
Por supuesto que hay un temor malo de Dios que lleva a la desesperación, de ese miedo habla San Juan en su epístola. Ese miedo lo incita el demonio. Mientras que el temor de Dios es un don del Espíritu Santo.
De ahí que ese maravilloso y profundo versículo del capítulo 10 de Mateo es como si nos dijera: no deberíais temer a nada ni a nadie, pero si teméis (porque sois débiles) temed lo que provoca males eternos y no los males de este mundo. Pero las mismas palabras, exactamente las mismas, que nos dicen eso, nos dicen al mismo tiempo: pero en realidad, temed sólo a Dios que es Juez de la eternidad.
Si se ve, es un versículo con dos piezas internas que parecen contradictorias, pero que forman un rompecabezas que encaja del modo más inteligente posible.
Cuestión Nº 69
¿Qué orden siguen las tres tentaciones que sufrió Jesús en el desierto?
Todo el mundo conoce las tentaciones que Satán hizo a Jesús en el desierto. La tentación de los panes, de los reinos, de ser reconocido. Ahora bien, ¿por qué le tienta a que le adore cuando no ha logrado siquiera que acepte la tentación de que quebrantara el ayuno? ¿Y por qué finalmente le tienta a que se tire del pináculo del Templo? Si ha despreciado la gloria del mundo entero, ¿por qué la última tentación es de menor cuantía? A primera vista parecería lógico que la tentación comenzara por el pecado más grande. Y al no conseguirlo, que Satán le tentara con pecados cada vez menores, de menor malicia. Si una llave no entra por una cerradura, se intenta con otra más pequeña. ¿Qué logica siguen esas tentaciones? Parecería más razonable que le tentara con la idolatría primero, y al no conseguirlo que le tentara con algo intermedio, y finalmente con lo que ni siquiera es pecado venial como era el romper un ayuno voluntario.
Pero esta primera impresión de que se trata de una sucesión ilógica de tentaciones es una falsa impresión. La sucesión de ataque sigue una lógica más sutil. Sigue el orden de tentaciones que sufre un alma que se decide a llevar una vida espiritual. Por eso hay un gran simbolismo en estas tres tentaciones. El demonio primero tienta con tentaciones de la carne, simbolizadas en el pan. Esta tentación simboliza lo que en ascética se llama la noche del sentido. Si un alma resiste este tipo de tentaciones (todas las de los apetitos corporales), ya no hay razón para continuar tentando en un campo en el que alma ya se ha fortificado suficientemente.
Pasada la noche del sentido, el Diablo tienta con el mundo. El santo siente la belleza del mundo, los atractivos de ese mundo que ha dejado. Esto es símbolo de la noche del espíritu. En la noche del espíritu no se tienta con tal o cual delectación concreta. Sino que la tentación entonces es el mundo entero en el que uno vive, pero del que ya no se goza. Si se resiste esta prueba, ya sólo quedará la posibilidad de la soberbia. Una vez que uno ha sobrepasado la noche del espíritu, el último peligro que queda es la soberbia por los propios dones recibidos. Por eso la última tentación va contra la humildad.
Las tres tentaciones son símbolo de las fases de las tentaciones de la vida espiritual. A ello hay que añadir que concretamente las que el Diablo le hizo a Jesús fueron especialmente sutiles. Se le tienta primero no al pecado, sino a la imperfección, es decir a dejar de hacer un bien. Después le tienta con el bien espiritual de los pueblos. Es como si le dijera, haz un signo de reconocimiento hacia mí que soy soberbio, y en pago me pongo de tu lado. Sólo te pido un signo de reconocimiento y te ayudaré en tu tarea de salvar almas. ¿Es que no eres humilde? ¿Es que no eres capaz de anonadarte un poco más por el bien eterno de las almas? La segunda tentación como se ve, también admite un sentido tremendamente espiritual. No se le pedía a Jesús que dejara de ser Dios, sólo se le pedía el sacrificio de humillarse un poco. ¿El Justo que había hecho tantos sacrificios por las almas no podría hacer uno más? Es la tentación de hacer un pequeño mal por lograr un grandísimo bien. La tercera tentación es la de la soberbia, la de no ocultarse, la de ser reconocido públicamente. Era prescindir del hecho de que es Dios en el momento que El determina, el que ensalza a sus servidores. Pero aunque Dios determine ese momento y esa hora, ¿por qué no adelantar ese momento? ¿Por qué permanecer en la oscuridad cuando se puede hacer tanto bien saliendo a la luz de un modo glorioso y espectacular? La tercera tentación, como se ve, es la más compleja de todas.
Cuestión Nº 70
¿Qué son los mil años en los que estará encadenado el Diablo?
Lo encadenó [al Diablo] para mil años [...], para que no engañe más a las naciones hasta que se cumplan mil años; después de eso, tiene que quedar suelto un poco de tiempo. Ap 20, 2-3.
¿Pueden ser esos mil años símbolo de la eternidad de la condena del Diablo? No, pues el texto que sigue dice que después de ese encadenamiento será dejado suelto por un poco de tiempo.
En mi opinión, ese periodo de mil años son un símbolo del tiempo que transcurre entre el final de las persecuciones que sufrió la Iglesia en su comienzo hasta las persecuciones del fin de los tiempos. Esto es, desde el final de las persecuciones romanas hasta las que comenzarán tras la Gran Apostasía. Como es evidente la Iglesia ha sufrido muchas persecuciones desde el término de las persecuciones del Imperio, pero tanto las del comienzo como las postreras (las descritas en el Apocalipsis) tienen una característica: su universalidad.
También se podría entender, pero de un modo secundario, es decir como símbolo accidental, que esos mil años son el tiempo de la Cristiandad. La Cristiandad es un concepto técnico de significado muy concreto y que duró desde la proclamación del cristianismo como religión oficial en tiempos de Teodosio hasta la rebelión protestante. Después de un milenio de Cristiandad, esa realidad se quebranta, los cristianos se dividen y la división de los cristianos favorece la acción del demonio.
En mi opinión, esos mil años son símbolo de lo dicho al comienzo de esta cuestión, pero este segundo sentido también se puede aplicar, pero como un símbolo secundario dentro del símbolo primario.
Cuestión Nº 71
¿Qué significado tenía el envío de la oveja a Azazel que aparece en el libro del Levítico?
Aarón echará suertes sobre los dos machos cabríos: una suerte para Yahvéh y otra suerte para Azazel. Aarón apoyará sus dos manos sobre la cabeza del macho y confesará sobre él de todas las faltas de los hijos de Israel, así como de todas sus transgresiones y todos sus pecados; los depositará sobre la cabeza del macho cabrío y lo enviará al desierto por medio de un hombre preparado al efecto. El macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos y se le dejará libre en el desierto. Respecto a quien condujo el macho cabrío hacia Azazel lavará sus vestidos, bañará su cuerpo en el agua. Lev 16, 8 y 21-22 y 26
Esta extraña entidad llamada Azazel era misteriosa pocos siglos después incluso para los mismos judíos. Ni se conoce con certeza ni el origen etimológico de la palabra, ni vuelve a aparecer tal nombre en toda la Biblia. Pero hubo una conciencia constante entre los judíos de que de lo que estaba hablando allí era de un espíritu de carácter maligno. Esto se ve porque el texto deja claro que Azazel es el opuesto a Aquel a quien se ofrece el cordero del sacrificio en la Tienda de la Reunión. Un cordero, el de Yahveh, es el cordero sin mancha, limpio de defecto, que se ofrece con todos los ritos. Y el otro es un cordero con todos los pecados que se abandona.
El sentido de este rito del Levítico es que el cordero de Azazel porta todos los pecados del pueblo elegido, porta el mal de Israel. El sacrificio inmaculado para Yahveh, la oveja portadora de la iniquidad para Azazel. Es como si se concentrara el pecado en un ser que Satán va a devorar, al estilo de la bola de grasa y pelo que traga el dragón del libro de Daniel en el capítulo 14.
Este pasaje de la oveja de Azazel y el del dragón de Daniel, en mi opinión, son como dos piezas que encajadas a la luz del Nuevo Testamento se complementan ofreciendo un nuevo sentido mucho más profundo. Cristo sería la oveja abandonada a Azazel, oveja que porta todos los pecados y que es devorada por el Dragón. Pero que una vez devorada hace reventar el seno de Satán.
Cuestión Nº 72
¿Por qué la Sagrada Escritura dice que los demonios están en las regiones del aire?
Vestíos la armadura de Dios, para que podáis resistir las estratagemas del Diablo; porque no entablamos el combate contra una criatura humana, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra las fuerzas espirituales del mal que están en las regiones del aire. Ef 6,11-12
La Sagrada Escritura al hablar de los demonios siempre los sitúa en uno de dos lugares: o en el infierno (es decir, en lo que está debajo, pues eso significa infierno) o en el aire. Al decir que están en el aire lo único que se quiere expresar es que pueden estar en todas partes, que no se desplazan como nosotros sobre la tierra, sino que se mueven con completa libertad. San Pablo vuelve a mencionar esto al llamar al Diablo "el Jefe de la autoridad del aire" (Efes 2,2). Aunque este versículo cabe traducirlo también como "el Dominador del poder del aire".
Cuando la Sagrada Escritura dice que algunos están en el infierno ¿está queriendo decir que no están tentando entre los hombres? Probablemente signifique eso. Lo que no parece es que haya diferencia de sufrimiento entre ese "estar en el infierno" y "estar entre los hombres tentando".
Cuestión Nº 73
¿Por qué en la Sagrada Escritura Dios llama al Diablo el Principe de este mundo?
En ciertas ocasiones la Biblia utiliza para referirse al Diablo expresiones que pueden parecer excesivas. Sin embargo, todo en el Libro Sagrado está perfectamente medido. Dios es el Dominus (Señor) y el Rex (Rey), estos dos términos siempre están reservados a Dios en la Sagrada Escritura. Sólo hay un Rey y un único Señor. Es decir sólo hay un detentador del poder y un único detentador de los derechos.
Dios es el Rex, mientras que el Diablo es el princeps. Esta palabra - princeps- en latín significa "el que ocupa el primer lugar, el primero, el más importante, el más principal". Existe una larga tradición, que se remonta a los Santos Padres, que considera que el Diablo antes de rebelarse era el más poderoso y bello de todos los ángeles. Aunque esta tradición es extrabíblica hay ciertos versículos que de un modo oscuro estarían en consonancia con ella. Así por el ejemplo la Sagrada Escritura al denominarlo Príncipe de este mundo está queriendo decir sin dejar lugar a dudas el más importante de este mundo.
Cuestión Nº 74
¿Por qué el demonio Asmodeo huye al quemar Tobías el corazón y el hígado del pez?
Ya se ha dicho antes que no hay poder alguno en la materia para poder influir en el espíritu. También se han hecho las matizaciones pertinentes a esa afirmación. Dicho lo cual habría que decir que lo que habría expulsado a Asmodeo no sería, propiamente hablando, la virtud ínsita en el corazón e hígado del pez, sino la obediencia de Tobías al hacer lo que el ángel le pidió. Es la obediencia, y no aquellas entrañas, lo que provoca el exorcismo. O dicho de otro modo, no es aquella materia sino el poder de Dios el que expulsa al demonio.
De la misma manera cuando Dios en el Antiguo Testamento mandó que para la purificación de los pecados se sacrificara un cordero en el altar del Templo, El sabía que la materialidad de esa muerte no perdonaba nada, ni tenía ningún efecto espiritual, sino que era la obediencia al Dios que mandaba ese rito la que purificaba y la que provocaba efectos espirituales. El rito en sí no purificaba, el rito era la verificación de esa obediencia.
Esta cuestión acerca de las entrañas del pez es muy útil para recordar que en el ejercicio del ministerio del exorcismo hay que evitar toda tentación de caer en cualquier tipo de especie de prácticas mágicas aunque su contenido sea cristiano. Es el poder de Dios lo que expulsa al demonio, lo que vaya más allá de la simplicidad de insistir en la oración y de la sencilla aplicación de cosas bendecidas sobre el cuerpo del poseso, lo que va más allá de la llana transparencia de la fe, es materia no sólo peligrosa, sino errada. Pues es caer en prácticas mágicas con la excusa de que lo estamos haciendo con objetos bendecidos u oraciones dirigidas a Dios. Sería algo mágico, por ejemplo, el que el sacerdote dijera que para liberar a alguien del demonio hay que aplicarle una mezcla de óleo sagrado con agua bendita e incienso en polvo durante cuatro domingos seguidos, y que cada vez que se haga se tiene después que recitar el padre nuestro de pie y otro de rodillas. U otro ejemplo de práctica mágica con elementos cristianos sería por ejemplo decir que hay que rezar una determinada oración siete veces y que tras cada recitación hay que darle a beber agua bendita y después mirar a la Virgen juntando las manos y recitando tres veces el Gloria. Todo esto, aunque sea con objetos cristianos sería de hecho una práctica mágica. Pues la eficacia de la liberación ya no se pondría en la fe en Dios, en la oración simple dirigida a El con la confianza de un niño que pide a su padre, sino que la eficacia habría pasado a la materialidad de un objeto que debe ser aplicado de un modo extremadamente determinado para que funcione la oración.
Cuestión Nº 75
¿Hay algún símbolo en ese corazón e hígado del pez de Tobías?
Podemos hacer una lectura simbólica de lo que hace Tobías con el demonio Asmodeo, entendiéndolo como una alegoría de la acción de Jesús respecto al Diablo. No en vano "tob" en hebreo significa bueno. La lucha entre Tobías y el pez, sería alegoría de la lucha entre el Bueno por excelencia -Jesús- y el Leviatán. El Leviatán es símbolo del Diablo pero bajo atributos de monstruo marino. Cristo vence y le arranca el corazón y el hígado, y los quema. Esto produciría el exorcismo del mundo, la conjuración del mal en el mundo humano. Es decir, el poder de Satán queda quebrantado tras la victoria de Cristo en la Cruz. He visto a Satanás caer como un rayo, dirá Jesús. Por supuesto el mundo no estaba poseído por Satán, es una imagen, aunque sí que yacía en las tinieblas.
El matrimonio entre Tobías y Sara liberada del poder del demonio sería metáfora del matrimonio místico entre Cristo y la Iglesia. La recuperación de la vista del padre de Tobías sería símbolo de visión espiritual recuperada. Visión perdida con el pecado. El signo mesiánico de la visión de los ciegos, se produce ya en el libro de Tobías con la hiel del hígado del pez derrotado. La hiel es símbolo del sufrimiento redentor. El sufrimiento de Cristo nos ha devuelto la vista. Pero para obtener esa hiel que nos produce la salvación fue precisa esa lucha con el Leviatán. La hiel símbolo del sufrimiento de Cristo, aplicada por su misma mano, devuelve la vista a la humanidad. La vista que perdimos por la ceguera que nos produjo el Príncipe de este mundo.
Es interesante observar que la hiel amarga la produce el pez, símbolo del Diablo. El la produce y esa amargura la alberga en su seno. Pero esa misma hiel -símbolo del sufrimiento- en manos de Tobías -símbolo de Cristo- se transforma en medicina. Cristo transforma el sufrimiento en medicina de redención.
También es curioso que en toda la Biblia sólo se menciona una sola vez el hecho de salar un pez, y eso es en Tobías 6, 5. ¿Qué símbolo hay en salar ese pez que personifica al Leviatán? Yo creo que eso es símbolo de la condenación eterna. El pescado salado ya no se corrompe. Está muerto, completamente muerto, pero no se corrompe. Ese pez salado sería representación de la muerte eterna del Leviatán.
Cuestión Nº 76
¿Qué quiere significar San Pablo al decir que Cristo llevó en su cortejo triunfal a los demonios?
Por ella [por la Cruz] después de despojar [Jesucristo] a los principados y potestades los exhibió públicamente, llevándolos en el cortejo triunfal (Col 2,15). Cuando se habla aquí de principados y potestades se está refiriendo a los ángeles pertenecientes a esas dos jerarquías que se rebelaron. Hay unos principados y potestades angélicos que se mantuvieron fieles, y otros principados y potestades que se tornaron demoníacos. ¿De qué se les despoja a los rebeldes? Del poder sobre la humanidad. Los demonios gracias a los pecados de los hombres habían estado ejerciendo sobre estos un verdadero poder. Esa influencia ejercida a través de la tentación, quedará quebrantada gracias a la Cruz. La Cruz no es que se limite a debilitar el poder del demonio sobre la Tierra, sino que queda completamente quebrado. La Redención es una liberación como la del Pueblo Elegido de Egipto. El Pueblo Elegido ha escapado del yugo del pecado. Ese es el quebrantamiento de los principados y potestades.
San Pablo cuando dice que Cristo los ha llevado en su cortejo triunfal, está pensando en la imagen de los generales victoriosos entrando en la Urbe seguidos a pie por los caudillos enemigos derrotados. Esta imagen literaria lo que quiere expresar es que entre el Mesías y Satán hubo una verdadera lucha. Lucha espiritual, pero verdadera y auténtica lucha.
De todas maneras el cortejo de vencidos no fue como los cortejos materiales, los espíritus no ocupan lugar ni se les puede poner en fila. Sino que la exhibición pública de la que habla San Pablo fue la exposición ante todos los ángeles y bienaventurados de todas esas victorias una a una que logró en esas batallas del espíritu contra los espíritus malignos.
Cuestión Nº 77
¿Por qué se le llama al Diablo el Acusador?
Porque ha sido expulsado el Acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche. Ap 12,10 Satán se alegra cada vez que los hombres pecan, y no deja ninguna oportunidad de decirle a Dios que tal o cual alma ha caído. Satán cada vez que quiere hablar a su Creador sólo tiene que dirigirse a El. Dios escucha todo lo que se le dice, es decir conoce cualquier especie inteligible que procede de cualquier demonio. El demonio no tiene que ir a ningún lugar pues Dios está en todas partes. Que Satán le recuerda a Dios los pecados que cometemos, es lo que se quiere expresar cuando se dice que nos acusa. Este tipo de comunicación entre Dios y Satán viene reflejada tanto en el libro de Job cuando ambos hablan, como en el libro de Zacarías (Zac 3,1).
Satán lo único que desea con ello es recordar a Dios sus triunfos sobre nosotros. Tras el Juicio Final ya no se cometerán más pecados, así que el Diablo ya no podrá acusarnos de nada.
Cuestión Nº 78
¿Conversan entre sí Dios y el Diablo?
En la cuestión anterior ha quedado claro que Satán sí que habla a veces con Dios para echarle en cara los pecados que cometemos. Pero eso no es una verdadera y auténtica conversación. ¿Se producen estas conversaciones?
Aunque ambos son dos seres espirituales, y los seres espirituales por su propia naturaleza gustan de la comunicación entre sí, sin embargo, estas conversaciones no se producen. Y eso se debe a que por parte del Diablo no hay ningún interés en comenzar una conversación con aquel a quien odia con todas sus fuerzas. Y por parte de Dios tampoco hay ningún interés en hablar con aquel que respira odio contra El continuamente. Dios tiene su dignidad, y por eso no quiere conversar con el que le insulta y blasfema continuamente. No quiere conversar porque en realidad no hay nada de qué conversar.
Cuestión Nº 79
¿Es lícito insultar a los demonios?
En la Sagrada Escritura podemos encontrar tres versículos que están indudablemente relacionados si se colocan uno junto al otro.
Dijo pues el ángel de Yahveh a Satán:
¡Conténgate Yahveh, oh Satán, conténgate Yahvéh, que ha escogido a Jerusalén! Zac 3,2
∨
Sin embargo, estos visionarios (...) maldicen a los seres gloriosos. El arcángel Miguel, por su parte, cuando altercando con el Diablo discutía acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar una sentencia injuriosa, sino que dijo: ¡Que el Señor te reprenda! Jud 1, 9
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Atrevidos, arrogantes, no tiemblan cuando maldicen a los seres gloriosos, mientras que los ángeles, que son superiores en fuerza y poder, no pronuncian contra ellos una sentencia injuriosa en presencia del Señor. 2 Pe 2, 10-11
Los textos tanto de San Pedro como de la epístola de San Judas Tadeo son la prueba de que en aquella época hubo algún tipo de culto pagano que entre las cosas que practicaban en sus ritos estaba también el insultar a entidades espirituales malignas. Bien se tratara de daemones (genios) o quizá más probablemente de determinados eones, figuras espirituales que aparecerán en las doctrinas gnósticas. Los textos dejan claro que sólo insultaban a las entidades malignas. Sin embargo, ambos apóstoles censuran tal práctica. Pues dirán que ni los ángeles insultan a los demonios. Pues los demonios, aunque se hayan rebelado, siguen teniendo una naturaleza gloriosa, muy superior a las naturalezas del cosmos material. Y por eso los ángeles no les insultan, no quieren insultar a seres que por su naturaleza suponen la cúspide de la creación de Dios.
Estos versículos interesantísimos nos muestran que es suficiente para atormentar a los demonios con que los ángeles pidan a Dios que El les contenga o les reprenda. Pues incluso los demonios, seres rebeldes, no pueden resistir el poder divino cuando refrena los poderes de su naturaleza. E incluso cuando mucho peor, les reprende. La reprensión de Dios debe ser algo terrible puesto que los ángeles amenazan con ello a los demonios.
Los ángeles están ante la presencia del Altísimo, y la santidad de El es tan grande que no quieren manchar su boca con sentencias ofensivas hacia nada ni nadie. Por eso en esos dos casos de los que hablan los dos apóstoles se limitan a comunicarles que van a pedir a Dios que les contengan o reprendan. Los ángeles no insultan, sólo desean amar y bendecir. Por eso la enseñanza de esos versículos es clara: nadie debe insultar a los demonios. Nadie debe insultar a nadie, ni siquiera a los demonios.
En los exorcismos se les llama serpiente, dragón, bestia inmunda, etc., pero tales términos no son insultos, sino que se les dice lo que son, aunque ello les atormente. Se les dice la verdad para que no resistan más el sufrimiento que les produce oír la verdad y salgan. Pero se les dice eso sin odio. Con autoridad e imperio, pero sin odio. El odio no serviría para nada. El odio no procede de Dios.
Cuestión Nº 80
¿Por qué dice el apóstol Santiago que los demonios creen en Dios?
En el seminario, cuando yo era un joven imberbe y todavía con abundante pelo sobre la cabeza, el profesor en una clase de Sagrada Escritura nos leyó el texto de Sant 2, 19: ¿Tú crees que hay un Dios? Haces bien. Hasta los demonios creen, pero se estremecen.
Y nos dijo que aunque el original griego usa el verbo "creer" que en realidad lo que quería decir el apóstol era que. hasta los demonios saben que Dios existe y se estremecen.
La explicación del profesor me satisfizo completamente. No sólo parecía congruente, sino que parecía la única explicación posible. Los demonios no podían tener fe, ya sabían que Dios existía, pensaba. Sin embargo, una sola cosa no me dejaba del todo feliz en todo este tema del verbo griego: ¿por qué el apóstol había usado una palabra si quería usar otra? ¿Por qué había usado el verbo creer pudiendo usar perfectamente el verbo saber? El asunto quedó olvidado durante unos quince años en mi memoria hasta que la conversación con un demonio en un exorcismo me dio la respuesta, una respuesta que nunca se me hubiera ocurrido aunque la hubiera pensado otros quince años más. He buscado aquel diálogo con ese demonio pero desafortunadamente no lo trascribí al acabar la sesión. Pero en esencia la respuesta a esta cuestión es la siguiente:
Los demonios no ven a Dios, saben que existe, pero no le ven. Con su inteligencia conocen que existe un ser espiritual que no es un espíritu más, sino la Divinidad. Pero sólo los bienaventurados ven su esencia. Los demonios le han escuchado (es decir, han tenido conocimiento de las especies inteligibles que les ha comunicado directamente), han visto sus efectos (por ejemplo, la creación del cosmos), pero no han visto su esencia. Su inteligencia les dice que el Creador, que el Motor Inmóvil, tiene que ser un ser infinito. Pero aunque conocen su existencia, no han visto lo que ven los bienaventurados. En ese sentido se puede decir que ellos creen, aunque no hayan visto.
Pero no es una fe sobrenatural, sino que ellos creen que existe lo que su inteligencia les dice que tiene existir. Es creer que El tiene que ser del modo que su inteligencia les dice que tiene que ser.
Pondré un ejemplo de esta fe natural: yo no tengo la menor duda, ni la más pequeña, de que el continente asiático existe aunque nunca he estado en él, ni lo he visto. Lo creo con la sola inteligencia de un modo natural. Algo así sucede con los demonios. Así como creer que existe Asia no es un acto sobrenatural, así los demonios creen en Dios de un modo natural. Pero saber que existe y que tiene que existir y que no puede ser de otra manera, no les causa gozo, sino pesar.
¿Por qué dice el apóstol que se estremecen? Pues se estremecen por saber que existe esa felicidad y no la pueden gozar. Lo que les apena no es tanto el haber perdido a Dios, sino la felicidad de Dios. Tampoco han visto nunca esa felicidad, ni la han gozado, y, sin embargo, saben que existe.
También se estremecen porque temen el castigo de Dios. Le odian y temen que Dios actúe como ellos, de un modo vengativo ante ese odio. Porque ellos todo lo ven según la deformación de su inteligencia.
Cuestión Nº 81
¿Los hechos ocurridos en el libro de Job son históricos?
Muchos afirman que el libro de Job se trata de una narración ficticia. Contra esta opinión están los datos concretos dados por el libro acerca de la región y tribu a la que pertenecía, además de la consideración continua del pueblo judío de que tal libro era histórico. No hay duda de que el gran argumento en contra de que sea un libro histórico radica en los desastres que provoca Satán contra el justo en el capítulo 1. Si leemos el texto, reconozco que resultan difíciles de creer. Pero si analizamos de nuevo el texto veremos que todo lo que ocurre se reduce a que: 1. las reses fueron robadas, 2. un rayo mata el ganado menor sin especificar número, 3. un accidente posteriormente mata a sus hijos. Eso es todo. Tras lo cual, Job cae enfermo. En mi misma parroquia he conocido casos de accidentes o malas noticias tan concatenados como estos que aparecen en la historia de Job. Incluso el caso de un rayo que mata un rebaño entero podrá parecer algo portentoso, pero es algo que he conocido cerca de mi tierra. Allí en los ambientes ganaderos de los Pirineos, antes de conocer la historia de Job, sabía que un rayo puede matar un rebaño entero.
Por tanto sostengo que los hechos del libro de Job son históricos pues se nos dice el lugar geográfico donde
sucedió y los detalles contenidos en él pueden ser perfectamente históricos, no hay detalles que nos fuercen a pensar que se trata de un texto sapiencial.
Cuestión Nº 82
¿Por qué se dice que el Leviatán tiene varias cabezas?
Si el Leviatán es sólo uno, si es un único ser personal, por qué en el salmo 74, 14 se dice: Tu despedazaste las cabezas de Leviatán. De manera semejante a como el Sumo Pontífice es la cabeza visible de la Iglesia. Y así como cada Papa es una persona, y cada uno a su vez es cabeza de la Iglesia. De un modo parecido también, hay personajes a lo largo de la historia que son como cabezas visibles y manifiestas de la iniquidad y poder de Satán. Sin dificultad podemos ir rastreando la historia y encontrando esas cabezas: Antíoco Epifanes, Nerón, Diocleciano, Napoleón, Hitler, Stalin, Pol-Pot. Pero si en cada momento la Iglesia tiene una sola cabeza, el mal, la iniquidad, pueden tener varias cabezas simultáneas. La Iglesia forma un cuerpo místico, el mal no. El bien es orden, unidad. El mal es desorden, dispersión.
Cuestión Nº 83
¿Por qué aparece con más frecuencia Satanás en el Nuevo Testamento que en el Antiguo?
El término Satán aparece 18 veces en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, Satán aparece 35 veces y Diablo 36 veces. El término demonio aparece 21 veces en el Nuevo. Mientras que en el Antiguo Testamento los terminos equivalentes a demonio (seirim, Lilith, etc) muchas veces menos. El Nuevo Testamento es mucho menos extenso y sin embargo aparecen más veces los demonios. ¿Por qué?
Pienso que eso se debe a que Dios no quiso infundir miedo en el Pueblo Elegido. Tampoco quiso dar ocasión a que se implantara la falsa creencia de un dualismo en igualdad de condiciones: un dios del bien y un dios del mal. El paralelismo al que se hubiera prestado ese dualismo hubiera sido fácil: un Dios del bien con sus ángeles y un dios del mal también con sus ángeles. Por eso Dios no sólo silencia bastante la figura de los demonios, sino que va incluso más allá. No solo la figura central será Dios, sino que el mundo angélico aparecerá en contadas ocasiones, para no dar pábulo a idolatrías. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, la Revelación puede ser ya completada y se muestra de un modo más profundo la existencia de este mundo espiritual.
Cuestión Nº 84
¿El Anticristo es el Diablo?
Muchos, incluso clérigos, identifican la figura bíblica del Anticristo con la del Diablo, tal cosa es un error. El Anticristo es presentado en el Apocalipsis siempre como un hombre. Expresamente en Ap 13, 18 se dice que el 666, el número del Anticristo, es número de un ser humano. Luego si es un ser humano no es un espíritu. El Anticristo no es el demonio, por tanto, sino un hombre que propaga el odio, la guerra y el mal. Nerón, Napoleón, y especialmente Hitler, son figura y bosquejo del Anticristo definitivo y perfecto.
También nos aclara mucho la figura del Anticristo su mismo nombre ANTI-CRISTO. Es decir, se trata de la figura contraria a Cristo. Cristo era un hombre, el Anticristo también. Cristo extendió el amor, la paz, la misericordia. El Anticristo extenderá el odio, la guerra, la venganza. Ambos hicieron portentos en vida, ambos tendrán sus seguidores. Uno es una figura humilde que acaba crucificado, el otro es una figura soberbia y triunfante. El uno tiene un padre que es Dios, el otro tiene un padre que es Satán.
Cuestión Nº 85
¿Puede tener un hijo Satán?
No, es completamente imposible que un espíritu tenga un hijo. El espíritu no puede procrear carnalmente. Al ser inmaterial no puede fecundar nada. La idea que aparece en tantas novelas y películas de que al final de los tiempos el Diablo tendrá un hijo suyo que será el Anticristo, no sólo es extrabíblica, sino teológicamente imposible. Si se apareciera con apariencia corporal, ello no deja de ser una mera apariencia. Esa apariencia no es su cuerpo, pues no tiene cuerpo. La apariencia con que se manifieste es algo completamente externo a su ser.
Alguien podría pensar que es posible aparecerse con una apariencia corporal y en el interior portar un óvulo tomado de una mujer, o un espermatozoide tomado de un hombre, y que así sí que sería posible mantener una relación. Esta posibilidad nunca se ha dado en la realidad, pero aunque se diera el problema de la imposible paternidad del Diablo sigue siendo insoluble, pues esa apariencia corporal sería mera portadora de una semilla ajena. Aunque tuviera una relación en que o fecundara a una mujer o fuera fecundado ese óvulo, el problema seguiría siendo el mismo: él sólo ha sido portador de aquel óvulo ajeno o aquel espermatozoide ajeno. Se mire como se mire, el Diablo no puede tener un hijo.
Cuestión Nº 86
¿Cabe una paternidad espiritual del Diablo?
Sí, el único modo de paternidad posible para el Diablo es la paternidad espiritual. Es decir, del mismo modo que el que hace las obras de Dios acaba pareciéndose cada vez más a su Padre Dios, así también el que hace las obras de la iniquidad, paulatinamente se va pareciendo más a él. En este sentido sí que existe una paternidad espiritual. Y por eso en Hech 13, 10 se dice del mago Barjesús que era hijo del Diablo. Y por eso también San Juan dice en 1 Jn 3, 8: el que comete el pecado procede del Diablo. Y en 1 Jn 3, 10 se dice: en eso se muestran los hijos de Dios y los hijos del Diablo. Y el mismo Jesús en Jn 8, 44 dice: vosotros sois hijos de vuestro padre que es el Diablo.
Cuestión Nº 87
¿La bestia del Apocalipsis es el Diablo?
No, el Apocalipsis distingue muy bien entre tres figuras: el Anticristo, la Bestia y el Dragón (o Serpiente). El Anticristo es un hombre, la Bestia es un poder político, una gran nación que lleva la guerra a los confines del mundo, y el Dragón (o Serpiente) que es el Diablo. Todos los versículos del Apocalipsis están escritos de acuerdo a esta distinción nítida y en ningún momento del libro hay conflictos ni ambigüedades entre estas tres figuras. Aunque en algún momento entre la figura de la Bestia y del Anticristo hay cierta identificación pues el Anticristo es la cabeza de la Bestia.
Cuestión Nº 88
¿Qué significa el 666?
Todo el mundo da por supuesto que el 666 es el número o símbolo del Diablo. Pero de este número que aparece en un solo versículo (Ap 13 , 18) se dice que es el número de la Bestia, pues es número de un ser humano. Luego no es el número del Diablo, sino el del Anticristo. Centenares de personas me han preguntado a lo largo de mi vida qué significa este número y a quién corresponde. Siempre les contesto que está muy claro: cuando llegue el fin de los tiempos ya se sabrá. Es un mensaje cifrado para reconocer al Anticristo, hasta que no llegue no tiene ningún sentido hacer especulaciones. Esta profecía es como algunas profecías del Antiguo Testamento respecto al Mesías. Profecías que resultaban completamente incomprensibles ante-eventum. Pero post-eventum quedan perfectamente claras e iluminadas. Pero el número se da como signo para reconocerle, de manera que cuando llegue quedará claro el sentido de la profecía.
Parte VI
El infierno
Cuestión Nº 89
¿Cuántos demonios se condenaron?
Nadie puede responder a esta pregunta. Sabemos que existen miles de millones de ángeles puesto que en el libro de Daniel se dice, refiriéndose a los ángeles, que miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de Él (Daniel 7,10). Sería razonable pensar que los condenados sean un número muy inferior al número de los que se salvaron, puede que incluso que los condenados formen un número exiguo. La condenación eterna es algo tan terrible que muy pocos son los que perseveran en el mal a pesar de la invitación de la gracia al arrepentimiento. Aquí en la tierra existe mucho pecado porque en nosotros los humanos existe la debilidad de la carne. Entre las filas de los ángeles hubo menos pecados pues en ellos no existe la concupiscencia. Por contra, aunque entre los ángeles existió un número menor de pecados, los pecados que hubo fueron más intensos y más culpables, pues no existía el aliciente de las pasiones corporales.
Podríamos decir que entre los ángeles los pecados fueron menos abundantes, pero más demoníacos. Mientras que en este mundo, los pecados son más abundantes pero menos intensos pues proceden en su mayor parte de la debilidad.
A pesar de esta diferencia, los paralelismos entre el mundo humano y angélico son evidentes. La evolución de la santidad o de la iniquidad son similares, aunque no idénticas. Podemos comprender como es la psicología de un demonio pues algunos hombres entre nosotros llegan a ser como demonios. Un SS como Menguele, un mafioso que asesina por dinero, un terrorista que busca hacer el mayor mal posible, son como demonios con cuerpo. Y aunque mientras tengan vida pueden arrepentirse, cada vez más se van asemejando a auténticos y verdaderos demonios ya en vida. Por el contrario también entre nosotros hay hombres que llegan a tal grado de bondad que son verdaderamente como ángeles con cuerpo.
Como se ve, la iniquidad como la santidad llega en algunos hombres a un grado tan alto, que tanto la condenación como la beatitud ya comienzan en vida. Pues ya hay hombres que viven en un verdadero odio y rabia continua, así como otros ya viven inmersos en un verdadero abismo de amor. En cierto modo, la eternidad no es otra cosa que la continuación en ese estado en el que cada uno se puso. Para los santos la eternidad será ese amor que ya tienen más Dios. Para los condenados, la condenación será dejarles por la eternidad en ese estado que ya tienen en la tierra. Cielo e infierno ya comienzan en la tierra.
Muchos, muchísimos, escritores eclesiásticos a lo largo de la historia han querido ver una respuesta a la pregunta de cuántos ángeles se condenaron en el versículo de Ap 12,4 donde se dice: [el Dragón] barrió con su cola la tercera parte de las estrellas del cielo y las lanzó a tierra. Yo interpretaría este versículo como que en un primer momento, se dejaron seducir por las razones de Satán una tercera parte de los ángeles. Pero después, en mi opinión, muchos volvieron gracias a la gran batalla que hubo en los cielos.
Cuestión Nº 90
¿Por qué no aniquila Dios al demonio?
Los demonios son una manifestación del poder de Dios en su atributo de la justicia. Por tanto la mera existencia de los demonios proclama que la Ley de Dios no se vulnera en vano. Ellos son una prueba de que la santidad de la Trinidad es inviolable. El que viola esa santidad se deforma a sí mismo transformándose en demonio. Hay una violación de esa Ley y de esa santidad que es reversible, pero si la voluntad opta por no retornar de esa transgresión, entonces la deformación se vuelve eterna. De ahí que los demonios dan gloria a Dios. Dan gloria a Dios con su existencia. Le glorifican sin quererlo, del único modo que pueden: siendo demonios. Ellos son la terrible prueba del orden divino. El que existan muestra el poder de Dios que contiene y castiga a seres tan poderosos.
Su existencia también es una muestra la santidad divina, pues en la historia de cada uno de ellos está el que Dios como un Padre les llamó tantas y tantas veces al arrepentimiento. Su existencia muestra su sabiduría, la sabiduría de su orden, un orden en el que hasta ellos tienen cabida. Mejor que nunca jamás hubieran existido demonios, pero la Creación es más rica, más variada, con la existencia de este tipo de entes maléficos. Hasta los seres deformes enriquecen la Creación con su mera presencia. Una catedral no sería más bella si arrancáramos de ella sus seres monstruosos e híbridos esculpidos en sus capiteles y gárgolas. No por esculpir sólo seres bellos es más bella una catedral gótica. Todo tiene su lugar, su razón de ser.
Los demonios como se ha dicho muestran de Dios su justicia terrible, su santidad y su sabiduría al crear tal orden en la Creación. Un orden tan perfecto el del Universo, que ni el mal destruye esa arquitectura divina. Hubiera sido preferible que no existiera el mal, pero ya que existe, hasta el mal engrandece más esa catedral dispuesta por la mente de la Santísima Trinidad. La catedral tiene sus altas torres, pero también sus criptas y subterráneos lóbregos.
Lo dicho puede parecer muy poético, pero hay momentos en que la Teología sólo puede expresar con poesía ciertos conceptos. Pero volviendo a la férrea lógica de los conceptos teológicos, hay que considerar por otro lado que los demonios no sufren en todos y cada uno de los momentos. De forma que incluso ellos gozan del don de la existencia. La existencia es un don. Y aun sufriendo en muchos momentos, aun viviendo una vida lejos de Dios, los demonios gozan del grado más bajo de felicidad, la felicidad de existir. Sufren en muchos momentos, pero en otros gozan de la potencia racional del conocimiento. De manera que incluso para ellos es preferible existir a no existir. Incluso para ellos Dios es bueno concediéndoles la existencia.
El ser es un bien, aunque sea sufriendo. Si se dejara de existir se dejaría de sufrir, pero se perdería la posibilidad de todo bien, por pequeño que fuera. El bien de la existencia en medio del sufrimiento es pequeño, pero real. Quien pierde la existencia pierde completamente todo.
Ahora bien, entonces por qué en la Sagrada Escritura se dice: "¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! Le era mejor no haber nacido" (Mt 26, 24). A este tema le he dado muchas vueltas y reconozco que para él no tengo una solución.
Por un lado considero que mi razonamiento es verdadero y explica por qué el Señor los mantiene en la existencia. Ya que Dios no desearía mantener existencias que son sólo sufrimiento y dolor en estado puro. Por lo menos, así me lo parece. Pero por otra parte, las palabras de Jesús parecen indicar que en una situación así, es preferible no existir.
Quiera Dios que alcance luces para entender esta paradoja. A veces, en un libro hay que dejar constancia de lo que se sabe, y de aquello de lo que se duda.
Cuestión Nº 91
¿Los demonios preferirían dejar de existir?
Los siglos de los siglos se suceden en los demonios sin esperanza. Indudablemente si pudieran suicidarse, antes o después, desesperados, llenos de tristeza, acabarían con sus vidas para poner fin a sus sufrimientos. Pero la vida de un demonio es indestructible. No hay manera de destruir un espíritu. No tiene órganos, no puede envenenarse, no puede dejar de comer. Ni siquiera puede dejarse morir de tristeza. Haga lo que haga seguirá existiendo.
De todas maneras ya se ha dicho que aunque sufran por toda la eternidad, no sufren en todos y cada uno de los instantes. De manera que aunque ellos no lo reconozcan, su existencia es un don de Dios. Y aunque una y otra vez caen en actos de odio, de reproche, de remordimiento, el resto del tiempo conocen y gozan de una existencia natural, la de su propia naturaleza
Cuestión Nº 92
¿Es peor la condenación de los demonios o la de los hombres?
Depende. Hay hombres que han cometido pecados peores que los cometidos por algunos demonios, de la misma manera que hay hombres que están más alto en el cielo que algunos ángeles. El pecado, como la virtud, no depende de la naturaleza, sino, esencialmente, de la voluntad. De la misma manera que aquí en el mundo una persona sin cultura y sin poder puede pecar mucho más intensamente que un gobernante poderoso o que un profundo y reputado filósofo. Del mismo modo una viejecita analfabeta puede llegar a ser muchísimo más santa que el Sumo Pontífice. El orden de la gracia no guarda relación de proporción con el orden de la naturaleza. O dicho de otro modo, los méritos o deméritos son independientes de la naturaleza recibida, sólo dependen de nuestra voluntad y de la gracia. Por eso, hay hombres que han pecado más que los demonios y que sufrirán más que estos. Así también hay ángeles de la jerarquía más inferior que amaron más
que los serafines, y por tanto gozarán más que estos.
Cuestión Nº 93
¿Por qué el infierno tiene que ser eterno?
El arrepentimiento sólo puede nacer de la gracia. Si Dios no envía una gracia al espíritu haciéndole comprender el mal cometido, no puede haber arrepentimiento sobrenatural. Sin la gracia un demonio puede entender que ha sido una mala decisión el haberse rebelado, que ha sido una decisión que le ha provocado males, que ha sido un necio. Pero el arrepentimiento sobrenatural es otra cosa, cualitativamente es otra cosa. No es un mero acto de nuestro entendimiento. Es un don de Dios enviado al espíritu para que doblemos nuestra rodilla y le pidamos de corazón perdón a Dios, con humildad. Sin esta gracia invisible, cabe perfectamente el dolor por la decisión errada, pero sin petición de perdón. Cabe admitir el error que se cometió, pero con soberbia. Los demonios pueden llegar a admitir que su opción les llevó al sufrimiento, pero no por eso dejan de odiar a Dios.
Dios ya no enviará ninguna gracia de arrepentimiento a los demonios. Hubo un momento en que se les concedió la última, después de la cual ya no hay ninguna más. Los demonios saben que el último tren ya ha partido, y que ya no hay ninguno más. Ni uno solo en toda la eternidad. Es en este sentido en el que se puede afirmar que los demonios han sido abandonados por Dios. Pues el Creador los ha abandonado a sí mismos para siempre.
Como se ve la eternidad de la pena no viene dada por una arbitraria decisión divina, sino que esa eternidad viene dada de que ellos se han alejado y no quieren volver. Muchas veces muchos cristianos consideran a Dios excesivamente severo por imponer una condenación eterna, y no se dan cuenta de que es Él, Dios, el que ha sido abandonado y que a ellos se les concede justamente lo que desean.
Algunos al escuchar esto pensarán: ah, pues yo por más que peque no querré alejarme de Dios, siempre le querré pedir perdón. Y con tal razonamiento se quedarán tranquilos sin salir del pecado. A esos hay que decirles que nadie que está condenado por toda la eternidad pensó que lo estaría algún día. Si uno continua en el pecado, esos pecados le llevarán a otros pecados peores. Y esos a otros peores. Y finalmente no querrá pedir perdón. Es lo que sucede con los consumidores de droga, al principio ellos eran, todos, personas normales que cuando vieron los casos más extremos se preguntaron cómo era posible llegar a tal necedad y debilidad. Pues lo mismo sucede con el pecado. Todo condenado creyó que no llegaría a traspasar ciertos límites.
Cuestión Nº 94
¿Puede Dios perdonar a los demonios?
En el año 543 el papa Virgilio proclamó: si alguno dice o piensa que el castigo de los demonios o de los hombres impíos es temporal y en algún momento tendrá fin, o que se dará la rehabilitación o restablecimiento de los demonios o de los hombres impíos, sea anatema. (DS 411).
Dios puede perdonar cualquier pecado por grave que sea. Pero Dios no puede perdonar un demonio. Porque Dios no puede perdonar a quien no se arrepiente de su pecado. Hacer tal cosa sería un desorden, y Dios no puede cometer desórdenes. Como se ve el problema no está en el pecado (Dios puede perdonar todo) sino en la voluntad (Dios no fuerza la voluntad).
Como se ha dicho antes, mucha gente piensa que Dios no debería ser tan severo y tendría que perdonar a los condenados. Pero por la razón ya aducida, el mismo Dios que puede crear un millón de cosmos con sólo quererlo, no puede perdonar a un solo demonio. Dios que lo puede todo, no puede lo imposible. Y es un imposible que Dios que crea una voluntad libre, Dios después la fuerce. Terrible advertencia ésta a los que traspasan la Ley de Dios con toda tranquilidad una y otra vez diciéndose en su corazón: bah, Dios me lo perdonará todo. Los que obran así desconocen que hay un límite más allá del cual la misericordia de Dios se da la vuelta y abandona al pecador a la justicia. O dicho de otro modo más exacto: hay un límite más allá del cual el alma se endurece hasta tal punto que rechaza toda gracia. Y allí, en ese punto, el Creador no puede hacer otra que dejarle seguir su camino a la criatura.
Cuestión Nº 95
¿Qué penas hay en el infierno?
¿Existe fuego? Sí, existe el fuego del remordimiento. Fuego material no, pues los demonios ni están en ningún lugar, ni les puede dañar ya ningún castigo corporal. Ese remordimiento que ya nada puede apagar, que arde en el interior de cada espíritu condenado, que atormenta espiritualmente a los espíritus es el fuego que no se apaga *(Mc 9, 48), el fuego eterno (Mt 25, 41), el horno de fuego (Mt 13, 42), el fuego ardiente (Heb 10, 27), el lago de fuego y azufre (Apoc 19, 20), la Gehena de fuego (Mt 5, 22), la llama que atormenta (Lc 16, 25).*
El gusano que nunca muere del que se habla en Marcos 9, 48 es igualmente el gusano del remordimiento que horada la conciencia una y otra vez durante la eternidad. Las tinieblas exteriores (Mt 8, 12) son las tinieblas y oscuridad del alejamiento de Dios.
Las penas del infierno no son otras que el odio, la tristeza, la ira, la soledad, la melancolía, el remordimiento y el sufrimiento que produce la propia deformación del espíritu, es decir la deformación de todos los pecados que contiene cada ángel caído.
Si uno analiza los términos que usa la Biblia al hablar de la condenación, usa términos de alejamiento, de apartamiento, del fuego del remordimiento, pero nunca usa términos de tortura que sea aplicada por parte del Juez. Al hablar de la condenación, la Biblia nunca presenta a Dios como el torturador. Usa términos impersonales como fuego, tinieblas o lago de azufre. La condenación por tanto es el alejamiento de Dios y es la tortura que cada espíritu se aplica a sí mismo por la propia deformación del espíritu. Dios no ha creado los sufrimientos infernales, el infierno es fruto de la deformación de cada espíritu.
Parte VII
Apéndices
Apéndice 1
La Mística Ciudad de Dios
Al hablar del pecado de los demonios es imprescindible trascribir las páginas de una monja concepcionista del siglo XVII, la Venerable Sor María de Jesús de Agreda (1602-1665+), quien afirmó haber recibido revelaciones sobre este punto. La obra donde se habla de estas revelaciones fue titulada La Mística Ciudad de Dios. No deja de ser sorprendente meditar estos párrafos escritos por una humilde monja que jamás cursó estudios de teología. Es impresionante observar como las más complejas y profundas cuestiones de la demonología fueron reveladas por Dios a esta humilde monja. Colocamos a continuación todos los pasajes esenciales referidos al pecado de los demonios:
Mística Ciudad de Dios
lib 1, cap 7, n. 82
De la tierra, dice Moisés, que estaba vacía, y no lo dice del cielo; porque en éste crió los ángeles en el instante cuando dice Moisés: Dijo Dios: sea hecha la luz, y fue hecha la luz; porque no habla sólo de la luz material, sino también de las luces angélicas o intelectuales. Y no hizo más clara memoria de ellos que significarlos debajo de este nombre, por la condición tan fácil de los hebreos en atribuir la divinidad a cosas nuevas y de menor aprecio que los espíritus angélicos; pero fue muy legítima la metáfora de la luz para significar la naturaleza angélica, y místicamente la luz de la ciencia y gracia con que fueron iluminados en su creación. Había de dividir luego el Señor la luz de las tinieblas y llamar a la luz día y las tinieblas noche; y no sólo sucedió esto entre la noche y día naturales, pero entre los ángeles buenos y malos, que a los buenos dio la luz eterna de su vista, y la llamó día, y día eterno; y a los malos llamó noche del pecado y fueron arrojados en las eternas tinieblas del infierno; para que todos entendamos cuán juntas anduvieron la liberalidad misericordiosa del criador y vivificador y la justicia de rectísimo juez en el castigo.
n. 83
Fueron los ángeles criados en el cielo empíreo y en gracia, para que con ella precediera el merecimiento al premio de la gloria; que aunque estaban en el lugar de ella, no se les había mostrado la divinidad cara a cara y con clara noticia, hasta que con la gracia lo merecieron los que fueron obedientes a la voluntad divina. Y así estos ángeles santos, como los demás apóstatas, duraron muy poco en el primer estado de viadores; porque la creación, estado y término, fueron en tres estancias o mórulas divididas con algún intervalo en tres instantes. En el primero fueron todos criados y adornados con gracia y dones, quedando hermosísimas y perfectas criaturas. A este instante se siguió una mórula, en que a todos les fue propuesta e intimada la voluntad de su Criador, y se les puso ley y precepto de obrar, reconociéndole por supremo Señor, y para que cumpliesen con el fin para que los había criado. En esta mórula, estancia o intervalo sucedió entre San Miguel y sus ángeles, con el dragón y los suyos aquella gran batalla que dice san Juan en el cap. 12 del Apocalipsis; y los buenos ángeles, perseverando en gracia, merecieron la felicidad eterna y los inobedientes, levantándose contra Dios, merecieron el castigo que tienen.
n. 84
Y aunque en esta segunda mórula pudo suceder todo muy brevemente, según la naturaleza angélica y en el poder divino, pero entendí que la piedad del Altísimo se detuvo algo y con algún intervalo les propuso el bien y el mal, la verdad y falsedad, lo justo y lo injusto, su gracia y amistad y la malicia del pecado y enemistad de Dios, el premio y el castigo eterno y la perdición para Lucifer y los que le siguiesen; y les mostró Su Majestad el infierno y sus penas y ellos lo vieron todo, que en su naturaleza tan superior y excelente todas las cosas se pueden ver, como ellas en sí mismas, siendo criadas y limitadas; de suerte que, antes de caer de la gracia, vieron claramente el lugar del castigo.
Y aunque no conocieron por este modo el premio de la gloria, pero tuvieron de ella otra noticia y la promesa manifiesta y expresa del Señor, con que el Altísimo justificó su causa y obró con suma equidad y rectitud. Y porque toda esta bondad y justificación no bastó para detener a Lucifer y a sus secuaces, fueron, como pertinaces, castigados y lanzados en el profundo de las cavernas infernales y los buenos confirmados en gracia y gloria eterna. Y esto fue todo en el tercer instante, en que se conoció de hecho que ninguna criatura, fuera de Dios, es impecable por naturaleza.
n.85
Y según el mal afecto que de presente tuvo entonces Lucifer, incurrió en desordenadísimo amor de sí mismo; y le nació de verse con mayores dones y hermosura de naturaleza y gracias que los otros ángeles inferiores. En este conocimiento se detuvo demasiado; y el agrado que de sí mismo tuvo le retardó y entibió en el agradecimiento que debía a Dios, como a causa única de todo lo que había recibido. Y volviéndose a remirar, agradóse de nuevo de su hermosura y gracias y adjudicóselas y amólas como suyas; y este desordenado afecto propio no sólo le hizo levantarse con lo que había recibido de otra suprior virtud, pero también le obligó a envidiar y codiciar otros dones y excelencias ajenas que no tenía. Y porque no las pudo conseguir, concibió mortal odio e indignación contra Dios, que de la nada le había criado, y contra todas sus criaturas.
n. 86
De aquí se originaron la desobediencia,
presunción, injusticia, infidelidad, blasfemia y un casi alguna especie de idolatría, porque deseó para sí la adoración y reverencia debida a Dios. Blasfemó de su divina grandeza y santidad, faltó a la fe y lealtad que debía, pretendió destruir todas las criaturas y presumió que podría todo esto y mucho más; y así siempre su soberbia sube y persevera, aunque su arrogancia es mayor que su fortaleza, porque en ésta no puede crecer y en el pecado un abismo llama a otro abismo. El primer ángel que pecó fue Lucifer, como consta del capítulo 14 de Isaías, y este indujo a otros a que le siguiesen; y así se llama príncipe de los demonios, no por naturaleza, que por ella no pudo tener este título, sino por la culpa. Y no fueron los que pecaron de sólo un orden o jerarquía, sino de todas cayeron muchos.
n. 87
Y para manifestar, como se me ha mostrado qué honra y excelencia fue la que con soberbia apeteció y envidió Lucifer, advierto que, como en las obras de Dios hay equidad, peso y medida, antes que los ángeles se pudiesen inclinar a diversos fines determinó su providencia manifestarles inmediatamente después de su creación el fin para que los había criado de naturaleza tan alta y excelente. Y de todo esto tuvieron ilustración en esta manera:
Lo primero, tuvieron inteligencia muy expresa del ser de Dios, uno en sustancia y trino en personas, y recibieron precepto de que le adorasen y reverencias en como a su Criador y sumo Señor, infinito en su ser y con alguna diferencia; porque los ángeles buenos obedecieron por amor y justicia, rindiendo su afecto de buena voluntad, admitiendo y creyendo lo que era sobre sus fuerzas y obedeciendo con alegría; pero Lucifer se rindió por parecerle ser lo contrario imposible. Y no lo hizo con caridad perfecta, porque dividió la voluntad en sí mismo y en la verdad infalible del Señor; y esto le hizo que el precepto se le hiciese algo violento y dificultoso y no cumplirle con afecto lleno de amor y justicia; y así se dispuso para no perseverar en él: y aunque no le quitó la gracia esta remisión y tibieza en obrar estos primeros actos con dificultad, pero de aquí comenzó su mala disposición, porque tuvo alguna debilidad y flaqueza en la virtud y espíritu y su hermosura no resplandeció como debía. Y a mi parecer, el efecto que hizo en Lucifer esta remisión y dificultad fue semejante al que hace en el alma un pecado venial advertido; pero no afirmo que pecó venial ni mortalmente entonces, porque cumplió el precepto de Dios; mas fue remiso e imperfecto este cumplimiento y más por compelerle la fuerza de la razón que por amor y voluntad de obedecer; y así se dispuso a caer.
n. 88
En segundo lugar, les manifestó Dios había de criar una naturaleza humana y criaturas racionales inferiores, para que amasen, temiesen y reverenciasen a Dios, como a su autor y bien eterno, y que a esta naturaleza había de favorecer mucho; y que la segunda persona de la misma Trinidad santísima se había de humanar y hacerse hombre, levantado a la naturaleza humana a la unión hipostática y persona divina, y que a aquel supuesto hombre y Dios habían de reconocer por cabeza, no sólo en cuanto Dios, pero juntamente en cuanto hombre, y le habían de reverenciar y adorar; y que los mismos ángeles habían de ser sus inferiores en dignidad y gracias y sus siervos.
Y les dio inteligencia de la conveniencia y equidad, justicia y razón, que en esto había; porque la aceptación de los merecimientos previstos de aquel hombre y Dios les había merecido la gracia que poseían y la gloria que poseerían; y que para gloria de El mismo había sido criados ellos y todas las otras criaturas lo serían, porque a todas había de ser superior; y todas las que fuesen capaces de conocer y gozar de Dios, habían de ser pueblo y miembros de aquella cabeza, para reconocerle y reverenciarle. Y de todo esto se les dio luego mandato a los ángeles.
n.89
A este precepto todos los obedientes y santos ángeles se rindieron y prestaron asenso y obsequio con humilde y amoroso afecto de toda su voluntad; pero Lucifer con soberbia y envidia resistió y provocó a los ángeles, sus secuaces, a que hicieran lo mismo, como de hecho lo hicieron, siguiéndole a él y desobedeciendo al divino mandato. Persuadióles el mal Príncipe que sería su cabeza y que tendrían principado independiente y separado de Cristo. Tanta ceguera pudo causar en un ángel la envidia y soberbia y un afecto tan desordenado, que fuese causa y contagio para comunicar a tantos el pecado.
n.90
Aquí fue la gran batalla, que san Juan dice sucedió en el cielo; porque los ángeles obedientes y santos, con ardiente celo de defender la gloria del Altísimo y la honra del Verbo humanado previsto pidieron licencia y como beneplácito al Señor para resistir y contradecir al dragón, y les fue concedido este permiso. Pero sucedió en esto otro misterio: que cuando se les propuso a todos los ángeles que habían de obedecer al Verbo humanado, se les puso otro tercero precepto, de que habían de tener juntamente por superiora a una mujer, en cuyas entrañas tomaría carne humana este Unigénito del Padre; y que esta mujer había de ser su Reina y de todas las criaturas y que se había de señalar y aventajar a todas, angélicas y humanas, en los dones de gracia y gloria. Los buenos ángeles, en obedecer este precepto del Señor, adelantaron y engrandecieron su humildad y con ella le admitieron y alabaron el poder y sacramentos del Altísimo; pero Lucifer y sus confederados, con este precepto y misterio, se levantaron a mayor soberbia y desvanecimiento; y con desordenado furor apeteció para sí la excelencia de ser cabeza de todo el linaje humano y órdenes angélicos y que, si había de ser mediante la unión hipostática, fuese con él.
n.91
Y en cuanto al ser inferior a la Madre del Verbo humanado y Señora nuestra, lo resistió con horrendas blasfemias, convirtiéndose en desbocada indignación contra el Autor de tan grandes maravillas; y provocando a los demás, dijo este dragón: Injustos son estos preceptos y a mi grandeza se le hace agravio; y a esta naturaleza, que tú, Señor, miras con tanto amor y propones favorecerla tanto, yo la perseguiré y destruiré y en esto emplearé todo mi poder y cuidado. Y a esta mujer, Madre del Verbo, la derribaré del estado en que la prometes poner y a mis manos perecerá tu intento.
n.92
Este soberbio desvanecimiento, enojó tanto al Señor, que humillando a Lucifer le dijo: Esta mujer, a quien no has querido respetar, te quebrantará la cabeza y por ella serás vencido y aniquilado. Y si por tu soberbia entrare la muerte en el mundo, por la humildad de esta mujer entrará la vida y la salud de los mortales; y de su naturaleza y especie de estos dos gozarán el premio y coronas que tú y tus secuaces habéis perdido. -Y a todo esto replicaba el dragón con indignada soberbia contra lo que entendía de la divina voluntad y sus decretos; amenazaba a todo el linaje humano. Y los ángeles buenos conocieron la justa indignación del Altísimo contra Lucifer y los demás apóstatas y con las armas del entendimiento, de la razón y verdad peleaban contra ellos.
cap 8, n. 103
Y fue vista en el cielo otra señal: vióse un dragón grande y rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en sus cabezas; y con la cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó en la tierra. Después de lo que está dicho, se siguió el castigo de Lucifer y sus aliados. Porque a sus blasfemias contra aquella señalada mujer, se siguió la pena de hallarse convertido de ángel hermosísimo en dragón fiero y feísimo, apareciendo también la señal sensible y exterior figura. Y levantó con furor siete cabezas, que fueron siete legiones o escuadrones, en que se dividieron todos los que le siguieron y cayeron; y a cada principado o congregación de éstas le dio su cabeza, ordenándoles que pecasen y tomasen por su cuenta incitar y mover a los siete pecados mortales, que comúnmente se llaman capitales, porque en ellos se contienen los demás pecados y son como cabezas de los bandos que se levantan contra Dios. Estos son soberbia, envidia, avaricia, ira, lujuria, gula y pereza; que fueron las siete diademas con que Lucifer convertido en dragón fue coronado, dándole el Altísimo este castigo y habiéndolo negociado él, como premio de su horrible maldad, para sí y para sus ángeles confederados; que a todos fue señalado castigo y penas correspondientes a su malicia y a haber sido autores de los siete pecados capitales.
n. 104
Los diez cuernos de las cabezas son los triunfos de la iniquidad y malicia del dragón y la glorificación y exaltación arrogante y vana que él se atribuye a sí mismo en la ejecución de los vicios. Y con estos depravados afectos, para conseguir el fin de su arrogancia, ofreció a los infelices ángeles su depravada y venenosa amistad y fingidos principados, mayorías y premios. Y estas promesas, llenas de bestial ignorancia y error, fueron la cola con que el dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo; que los ángeles estrellas eran y, si perseveraran, lucieran después con los demás ángeles y justos, como el sol, en perpetuas eternidades; pero arrojolos el castigo merecido en la tierra de su desdicha hasta el centro de ella, que es el infierno, donde carecerán eternamente de luz y de alegría.
cap 9, n. 106
Y sucedió en el cielo una gran batalla: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón, y el dragón y sus ángeles peleaban. Habiendo manifestado el Señor lo que está dicho a los buenos y malos ángeles, el santo príncipe Miguel y sus compañeros por el divino permiso pelearon con el dragón y sus secuaces. Y fue admirable esta batalla, porque se peleaba con los entendimientos y voluntades.
n.107
Con estas armas peleaban San Miguel y sus ángeles y combatían como con fuertes rayos al dragón y a los suyos, que también peleaban con blasfemias; pero a la vista del santo Príncipe, y no pudiendo resistir, se deshacía en furor y por su tormento quisiera huir, pero la voluntad divina ordenó que no sólo fuese castigado sino también fuese vencido, y a su pesar conociese la verdad y poder de Dios; aunque blasfemando, decía: Injusto es Dios en levantar a la humana naturaleza sobre la angélica. (...) Pero San Miguel le replicó: ¿Quién hay que se pueda igualar y comparar con el Señor que habita en los cielos?
libro I, cap 9, n110
El que en su pensamiento hería a las gentes, fue traído a los infiernos, como dice Isaías, capítulo 14, a lo profundo del lago, y su cadáver entregado a la carcoma y gusano de su mala conciencia; y se cumplió en Lucifer todo cuanto dice en aquel lugar el profeta Isaías, capítulo 14.
Apéndice 2
El Leviatán y el Behemot
Hay un texto de la Sagrada Escritura que los Santos Padres han aplicado a Satán. El texto del profeta Ezequiel, está dirigido contra el Principe de Tiro, pero el lector enseguida se dará cuenta de que esos versículos se aplican mejor a Satán que a un ser humano:
“Tu eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabada belleza; en el Edén, jardín espléndido, habitabas; toda suerte de piedras preciosas eran tu vestido (...)
Tú eras un querubín consagrado como protector, Yo te había establecido tal; estabas en la montaña santa de Dios y te paseabas en medio de piedras de fuego, hasta que se descubrió en ti la iniquidad. (...)
Se engrió tu corazón por tu belleza, echaste a perder tu sabiduría por tu esplendor. (...) He hecho brotar un fuego de en medio de ti, que te ha devorado.” Ez 28, 12 y siguientes.
Existe un segundo texto, del profeta Isaías, al que le sucede lo mismo que al primer texto aducido. Los versículos se aplican mejor a otra figura del mundo demoníaco que al príncipe babilónico al que iban dirigidos:
“¿Cómo has caído del cielo astro rutilante, hijo de la aurora, has sido arrojado a tierra, tú que vencías a las naciones? Tú dijiste en tu corazón: el cielo escalaré, por encima de las estrellas de Dios elevaré mi trono. (...) Por el contrario, al seol has sido precipitado.” Is 14, 12-15
Si nos fijamos en estos dos textos de Isaías y Ezequiel nos daremos cuenta de que ocultamente se nos está hablando de Satán (en el de Ezequiel) y de Lucifer (en el de Isaías). Por eso en el segundo texto se nos dice que era un astro rutilante, hijo de la aurora, pues Lucifer significa Estrella-de-la-mañana. Normalmente la tradición ha identificado la figura de Satán y Lucifer, sin embargo, algunos exorcistas han advertido (entre ellos el padre Amorth) que son dos demonios distintos, los dos demonios más altos en la jerarquía demoníaca.
En apoyo de esta distinción entre el Diablo y Lucifer vendrían los textos del libro de Job referidos al Leviatán y al Behemoth. La tradición judía y patrística siempre entendió que Leviatán era figura que representaba a Satán. Pero entonces ¿quién era Behemoth? La figura de Lucifer entendida no como sinónimo del Diablo sería la respuesta. Para ver tales diferencias coloco a continuación el texto de Job 40, 15-41, 26 referido a tales seres.
He aquí el Behemot, que yo crié contigo; hierba cual buey come. Ve, pues su fuerza en sus riñones, y su vigor en los músculos de su vientre. Atiesa su cola como un cedro, los nervios de sus muslos están entrelazados.
Sus huesos son tubos de bronce, sus miembros como barras de hierro. Es la obra maestra de Dios; dióle su espada su Hacedor como presente;
pues tributo le aportan las montañas, así como todas las bestias salvajes que allí retozan. Bajo los lotos se tumba, en escondrijo de cañas pantanosas.
Los lotos le recubren de sombra, rodéanle los sauces del torrente. Si el río está bravío, él no se conmueve, tranquilo está aunque salte el Jordán hasta su boca. ¿Se le prenderá acaso por sus ojos? ¿Se le taladrará con espinas la nariz?
¿Pescarás con anzuelo al Leviatán y con cordel sujetarás su lengua? ¿Por su nariz harás pasar un junco y con gancho taladrarás su quijada? ¿Multiplicará él hacia ti sus ruegos? ¿Te hablará lisonjas? ¿Celebrará alianza contigo? ¿Lo tomarás por servidor perpetuo? ¿Jugarás tú con él cual con un pájaro y lo atarás como a uno de tus gorriones?
¿Traficarán con él tus asociados? ¿Se le repartirán entre los mercaderes? ¿Acribillarás de dardos su piel, y con el arpón de peces su cabeza? ¡Pon sobre él tu mano: piensa ya en el combate, no volverás a hacerlo!
He aquí que su esperanza queda burlada, con solo su vista es derribado. ¿No es cruel cuando se le despierta? ¿Y quién es el que ante él se mantendrá? ¿Quién me ha adelantado algún servicio para que yo le pague? ¡Cuánto hay bajo todos los cielos, mío es! No silenciaré sus miembros, ni lo que al vigor respecta y la gracia de su estructura.
¿Quién ha alzado la delantera de su vestido? En su doble coraza, ¿quién penetra? Las puertas de su boca, ¿quién abrió? En derredor de sus dientes hay espanto. Su espalda son hileras de escudos, clausurada cual por sello de piedra: están aproximados uno a otro y ni un soplo pasa entre ellos; cada cual a su compañero está pegado, forman bloque y no se separan.
Su estornudo hace brillar la luz, y son sus ojos cual los párpados de la aurora. De su boca brotan antorchas, chispas de fuego se escapan. De sus narices sale humareda, cual de caldero encendido e hirviente. Su aliento enciende los carbones y una llama emerge de su boca. En su cuello asiéntase la fuerza y ante él brinca la violencia.
Las papadas de su carne son compactas; se le presiona y no se mueve. Su corazón es duro cual piedra y duro como piedra molar inferior .Su erguimiento temen los adalides y ante las fracturas se retiran.
A quien da alcance la espada nada supone, ni la lanza, ni el arma arrojadiza, ni la punta de saeta; considera el hierro como paja, al bronce cual madera carcomida. No le pone en fuga el disparo del arco, pajilla le resultan las piedras de la honda.
Cual pajilla reputa el arma arrojadiza, y se burla del silbido del venablo. Debajo de sí lleva puntas de teja, un trillo imprime sobre el lodo. Hace hervir el abismo como olla, trueca el mar en pebetero. Tras sí va dejando vereda luminosa: ¡una melena cana diríase el abismo! ¡No hay en la tierra parejo suyo; él, creado impávido!¡A todo ser altivo mira de frente, es rey sobre todas las bestias feroces!
Como se ve, la Biblia dedica casi íntegros dos capítulos a la descripción de los dos seres más grandiosos creados por la mano de Dios. Yahveh no tendrá inconveniente alguno en elogiar en su Libro Santo la grandeza de la naturaleza de la criatura que su mano creó. Estamos hablando ni más ni menos de la obra que coronaba su Creación visible e invisible, en cuanto a la naturaleza, no en cuanto a la gracia. Ahora, sin embargo, es otra la criatura que ha sido coronada. Ellos ex natura nacieron como príncipes de la Creación, y sin embargo, otra criatura, una sierva, ha sido coronada como reina de los ángeles ex gratia. Hecha esta salvedad y volviendo al capítulo 40 y 41 de Job, Dios está ahí hablando de la obra creada más sublime, de la culminación, de su Creación. De una de ellas se dice que es la obra maestra. Es tradición, extrabíblica, afirmar que se rebeló el más bello de los ángeles.
De todas maneras, aunque la Palabra de Dios elogia el poderío que les confirió y la grandeza que poseen, las describe como monstruos, como seres malignos, dignos de temor, seres de los que hay que alejarse.
Estas dos naturalezas angélicas, Satán y Lucifer, las describirá bajo la apariencia de dos figuras mitológicas preisraelíticas, dos gigantescas figuras procedentes del Caos inicial, dos figuras que ya aparecían en la mitología ugarítica de la mitad del segundo milenio antes de Cristo. Leviatán (Satán, la Serpiente Antigua, el Dragón) aparece bajo la forma de un monstruo marítimo, habitante del Abismo. Behemot (Lucifer) nos es descrito como un engendro gigantesco que, aunque habita las profundidades de las ciénagas, es un
formidable monstruo terrestre. Expresamente se nos dice de él que es "la obra maestra de Dios". Es posible que aunque Satán fuera el que acabó siendo el más maligno de todos los ángeles que se
rebelaron, el que se hizo el más perverso de todos, sin embargo, Lucifer puede que fuera superior en naturaleza. El nombre de Estrella de la mañana parece indicar esta preeminencia de naturaleza, y la aseveración de que Behemoth, y no Leviatán, fuera la obra maestra del Creador de nuevo parece confirmar esta hipótesis.
Si comparamos estos textos referidos al Leviatán y el Behemoth con los de Ezequiel e Isaías sacamos varias conclusiones. El Diablo fue el sello de la perfección, un querubín, consagrado como protector, sabio y bello. Mientras que Lucifer fue la obra maestra de Dios, al cual le dio una espada, su nombre hace referencia a la luz, luego brillaba con una luz especial y única en el firmamento de las naturalezas angélicas. La tradición presenta a Satán como el más perverso y el que lideró la rebelión, pero Lucifer es la Estrella de la mañana. Esta existencia de dos grandes figuras infernales, en vez de una sola, rompe la fácil idea de pensar que Satán es como el Dios del lado maligno. Pues le guste o no a Satán, lo dicho indicaría que a pesar del liderazgo del Diablo, las turbas infernales tienen dos grandes figuras demoníacas. Este tipo de dualidades en la cúspide siempre son una mortificación para los soberbios. No deja de tener algo de gracia el que ni en esto el Diablo haya podido tener todo a su gusto.
Tras las siguientes consideraciones teológicas no me resisto a tratar de hacer una exegesis espiritual del texto de Job. De Behemoth se nos habla de su fuerza, de su vigor, de los músculos de su vientre. Se nos dice que posee una cola que es como un cedro, bien es sabido que un simple cocodrilo con su cola podía no sólo matar a un hombre, sino partir una barca sin problema. La cola en un cocodrilo es un arma formidable, cuajada de músculos, incontenible ni entre muchos hombres, ni cuerdas. Se nos dice que su estructura es como de bronce y hierro. Y se añade que el Creador le dio su espada. La espada sólo se da a un guerrero. Un espíritu angélico sólo puede hacer la guerra de un modo intelectual. De modo que esa espada era una espada intelectual.
El versículo tributo le aportan las montañas, así como todas las bestias salvajes que allí retozan. Se podría entender de la siguiente manera: las montañas son símbolo de los más elevados y grandiosos espíritus angélicos, que como montañas se elevan sobre el resto. Todos reconocen la grandeza que Dios derramó en él, ese es el tributo. Las bestias salvajes son símbolo de los demonios, espíritus que se han transformado en seres bestiales. Siendo tan poderoso que nada le conmueve, sin embargo, vive en escondrijos y pantanos.
¿Se le prenderá acaso por sus ojos? ¿Se le taladrará con espinas la nariz? Dado que el ojo es símbolo del conocimiento, este versículo se puede interpretar que ni con el conocimiento ni por la fuerza se le puede dominar.
Del Leviatán se dice que vive en el "tehom", el Océano originario. El mar en el Apocalipsis se dice que simboliza la multitud de las gentes. En medio de ese "mar" el Leviatán se mueve y bucea.
No es posible pescarlo, ni atraparlo, ni atarlo no es posible sujetar su lengua. Jamás te rogará, es altivo y soberbio. No es posible hacer un pacto, ni alianza con él, se trata de un ser bestial que sólo busca devorarte. No es posible traficar con él, él no sirve a tus fines, acabas al final en sus garras.
¿Acribillarás de dardos su piel, y con el arpón de peces su cabeza? Es imposible atravesar su piel, pero la Mujer ha aplastado su cabeza.
¡Pon sobre él tu mano: no volverás a hacerlo! No se puede decir de un modo más gráfico que no se puede jugar con el demonio. El que enrede o pacte con el demonio comprobará que con él no se juega, que jamás se le invoca en vano.
He aquí que su esperanza queda burlada, con solo su vista es derribado. A la vista del poder, fuerza y furor de Satán se pierde la esperanza de la salvación. Sólo con verlo uno queda desalentado, sin esperanza de sobrevivir al combate. Los testimonios de todos los santos que han sufrido las tentaciones del Diablo en la noche oscura son concordantes. Sin Dios que le pusiera coto, el combate de un alma con él sería tan desigual que no habría posibilidad de resistir sus embates. ¿Y quién es el que ante él se mantendrá. Dios sólo permite a Satán tentar a un alma cuando ésta ya está muy curtida en la lucha ascética y fortalecida por la gracia. Y sólo con la ayuda de Cristo sale victoriosa el alma. Este combate del que se habla es espiritual. Pero Dios le pone límites a su acción en el alma y en el cuerpo. Pues su naturaleza angélica de la más alta jerarquía le permitiría provocar enfermedades, accidentes, desastres y, en definitiva, matar a voluntad. Por eso dice la Biblia: ¿No es cruel cuando se le despierta? Los que le despiertan son aquellos que le invocan. Los que le invocan no saben qué fuerzas están despertando.
¿Quién me ha adelantado algún servicio para que yo le pague?¡Cuánto hay bajo todos los cielos, mío es! Este versículo es una intervención de Satán. El se pregunta que a quién debe pagarle algo, pues cree que no debe nada a nadie. En su soberbia afirma que cuanto hay bajo los cielos es suyo por razón del pecado, además es el Príncipe de este mundo. Sabe que los cielos son de Dios, pero reclama que ha conquistado la tierra con sus seducciones, sembrando el pecado, el odio, la guerra.
Pero a pesar de todo este engreimiento, a Dios no le duelen prendas a la hora de elogiar la culminación de su Creación que es él y por eso dice Yahveh: No silenciaré sus miembros, ni lo que al vigor respecta y la gracia de su estructura. ¿Quién ha alzado la delantera de su vestido? En su doble coraza, ¿quién penetra? Las puertas de su boca, ¿quién abrió? En derredor de sus dientes hay espanto.
Su espalda son hileras de escudos, clausurada cual por sello de piedra: están aproximados uno a otro y ni un soplo pasa entre ellos; cada cual a su compañero está pegado, forman bloque y no se separan. Esta referencia a los escudos nos da idea de sus dimensiones, cada escama es del tamaño de un escudo.
Cuando dice que ni un soplo pasa entre ellos podemos recordar que soplo (en latín spiritus) se puede interpretar como que en Satán el Espíritu Santo con sus inspiraciones no puede penetrar. Está herméticamente cerrado (forman bloque, no se separan), nada ya entra en él.
Su estornudo hace brillar la luz, y son sus ojos cual los párpados de la aurora. De su boca brotan antorchas, chispas de fuego se escapan. De sus narices sale humareda, cual de caldero encendido e hirviente. Su aliento enciende los carbones y una llama emerge de su boca. Esta figura mítica exhala llamas de su boca como un dragón. De hecho este es el Dragón del que se habla en el Apocalipsis.
Su corazón es duro cual piedra y duro como piedra molar inferior. Este versículo se refiere a su fortaleza, pero también a su corazón duro e inmisericorde.
Algunos exegetas contra la tradición ininterrumpida del pueblo hebreo, han afirmado que el Leviatán es el cocodrilo. Es sorprendente cómo los exegetas mantienen sus teorías aferrándose ellas, y despreciando todo lo que en el texto no les encaja. El texto afirma claramente, de un modo que no es oscuro, cosas que no encajan con el cocodrilo: se dice que vive en el mar, que exhala llamas de su boca, que hace hervir el abismo como olla. Eso son detalles concretos, pero el texto entero indica que se está hablando de algo más que un mero animal. Hecho este inciso para los exegetas, prosigamos con el análisis del pasaje.
¡A todo ser altivo mira de frente, es rey sobre todas las bestias feroces! Antes se ha elogiado mucho al Behemoth, pero en ningún momento se le ha llamado rey. Lucifer es la obra maestra de Dios, pero Satán es el rey sobre todas las bestias feroces. Creo que estos pasajes de Job dejan claro que uno es superior en naturaleza y otro en perversidad y maldad.
A quien da alcance la espada nada supone, ni la lanza, ni el arma arrojadiza, ni la punta de saeta; considera el hierro como paja, al bronce cual madera carcomida. Hay hombres soberbios y poderosos que se creen invulnerables. Y no saben que si una naturaleza angélica maligna quiere matar a alguien (y Dios se lo permite) ni los muros podrán evitar que entre donde quiera, ni las armas ni los guardaespaldas le contendrán, ni todo el poder del mundo podrá evitar que haga su daño.
Debajo de sí lleva puntas de teja, un trillo imprime sobre el lodo. Cuando uno ve los terribles paisajes de ruinas de las guerras, poéticamente es como si por allí hubiera pasado este monstruo con su vientre como un trillo, arrasándolo todo. Además, ya hemos dicho que el mar simboliza la multitud de los pueblos, de manera que él, el sembrador de la guerra y la muerte, hace hervir el abismo como olla, trueca el mar en pebetero. Él instiga para que el mar de los pueblos se inflame con el fuego del odio y la guerra. Tras sí va dejando vereda luminosa: ¡una melena cana diríase el abismo! Esta melena, es decir, esta estela (como la que dejan los barcos) son las vidas de los hombres que arrastra y destruye a su paso por las gentes.
¡No hay en la tierra parejo suyo; él, creado impávido! Sí, eso lo he comprobado en los exorcismos, el Diablo aparenta no temer a nadie, ni a Dios. Puedo asegurar que no parece que exista en él temor de Dios, sólo odio. Pero existe en él un cierto conocimiento de que Dios lo puede todo y le puede castigar, lo que sucede es que no quiere pensar en ello porque tal pensamiento le tortura. En cierto modo, se puede decir que habla con furia de Dios, y hasta blasfema de Él. Pero, aunque no quiere temerlo y habla como si no le temiera, en realidad, su inteligencia le dice que Él es omnipotente. El Diablo teme a Dios, aunque no quiera reconocerlo ni pensar sobre ello. Pero su inteligencia, aunque deformada, le recuerda una y otra vez que debe temerle pues al final de los tiempos será arrojado al lago de fuego y azufre. Símbolo del sufrimiento eterno que le producirá su propia iniquidad soportada por los siglos de los siglos. Pienso que ese lago no será otra cosa más que símbolo de ese sufrimiento. No será por supuesto nada físico, sino ni siquiera algo creado por Dios para producir sufrimiento. Si el mar simboliza la multitud de los pueblos, de ese mar sólo se condenara un lago que será de fuego y remordimiento.
Apéndice 3
El demonio y las Reglas de San Ignacio de Loyola
Acerca del modo de actuar el demonio a la hora de tentar un alma transcribimos las profundas palabras de San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, cuando en las Reglas para discernir espíritus escribió:
1ª regla. “En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciéndoles imaginar deleites y placeres de los sentidos, para conservarlos y hacerlos crecer más en sus vicios y pecados.
2ª regla. En las personas que van intensamente purgando sus pecados, y de bien en mejor subiendo en el servicio de Dios nuestro Señor, sucede de contrario al de la primera regla; porque entonces es propio del mal espíritu morder (con escrúpulos), entristecer y poner obstáculos, inquietando con falsas razones para que no pase adelante.
12ª regla: El enemigo (...) es débil ante la fuerza y fuerte ante la condescendencia. (...) De la misma manera es propio del enemigo debilitarse y perder ánimo, huyendo sus tentaciones, cuando la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo lo diametralmente opuesto. Y por el contrario, si la persona que se ejercita comienza a tener temor y perder ánimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la faz de la tierra como el enemigo de la naturaleza humana, cuando intenta realizar su dañina intención con tan crecida malicia.
14ª regla. Se comporta como un caudillo para conquistar y robar lo que desea; porque así como un capitán y caudillo de un ejército en campaña, asentando su campamento y mirando las fuerzas o disposiciones de un castillo le combate por la parte más débil, de la misma manera el enemigo de la naturaleza humana, rodeando mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardinales y morales. Y por donde nos haya más débiles y más necesitados para nuestra salvación eterna, por allí nos combate y procura tomarnos.”
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Fuente
• Summa Daemoniaca. Suma de cuestiones relativas al demonio. Exorcista Padre José Antonio Fortea
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