40 preguntas y respuestas sobre la dirección espiritual
Presentación
¡Qué importante es la dirección espiritual! Sin embargo ¡cuán poco formados estamos en ella! La misión de todo hombre es la de ser perfectos (cf.Mt 5, 48) y todos estamos en la obligación de aspirar a la santidad ¿Por qué? porque no tenemos otra manera de pagarle al Buen Dios todo el bien que nos ha hecho; porque Él nos amó primero y lo único que podemos hacer es retribuirle todo su amor por medio de la elocuencia de una vida justa, que aspire a la perfección y tenga como meta la verdadera práctica de la caridad.
En este resumen, tomado del libro “La Ciencia de Dios” del Pbro. Miguel Ángel Fuentes, encontrarás muchas respuestas a las inquietudes sobre “El Arte de llevar las almas a Dios”.
1. ¿Qué es la dirección espiritual?
La dirección espiritual consiste en el arte de guiar acertada y progresivamente las almas al fin de la vida espiritual, es decir, a la perfección. La dirección espiritual es el medio normal de la Providencia para llevar las almas a la perfección y aun a la virtud meramente sólida.
2. ¿Quién es el director espiritual?
El director del alma es propiamente el Espíritu Divino; frente a su acción, el director humano cumple un papel preparatorio y subsidiario: debe llevar al alma a que escuche a Dios, lo obedezca y sea generosa en su respuesta a Él. Todo director espiritual debe dar a cada alma la indicación que dio Helí a Samuel: si vuelven a llamarte di: habla, Señor, que tu siervo escucha (1 Sam 3, 9).
3. ¿Cuál es la acción del director espiritual en el alma?
Consiste en la educación de las virtudes, el acrecentamiento de la disponibilidad para que Dios las haga crecer y para recibir los dones, primero, y las mociones del Espíritu sobre los dones, después.
4. ¿Cuál es la relación entre el director espiritual y el dirigido?
Hay un acuerdo, pacto o contrato, al menos implícito, entre el director y el dirigido, por el que este último se compromete a abrir su conciencia y dejarse guiar, obedeciendo las directivas y consejos del director; y el director se compromete a guiarlo con seriedad.
5. ¿Qué nos dice Juan Pablo II sobre la dirección espiritual?
El Papa Juan Pablo II dice: “en la propia vida no faltan las oscuridades e incluso debilidades. Es el momento de la dirección espiritual personal. Si se habla confiadamente, si se exponen con sencillez las propias luchas interiores, se sale siempre adelante, y no habrá obstáculo ni tentación que logre apartaros de Cristo”
6. ¿Quiénes deben tener un director espiritual?
Todos debemos tener un director espiritual porque es el medio normal que usa la Providencia para llevar las almas a la perfección y aun a la virtud meramente sólida. Se dice “medio normal” porque admite la excepción de quien, sin culpa suya, no tiene nadie a mano que lo pueda dirigir. Pero los santos advierten que Dios no da sus gracias a quien, teniendo quien le pueda instruir y dirigir, no se somete a dirección ajena; por eso vemos en el ejemplo de los padres del desierto cómo, a pesar de la dificultad, procuraban buscarse un director de conciencia. San Buenaventura llega a decir que ni el mismo Papa puede eximirse de tener su director.
San Bernardo dice: “quien se constituyese en maestro y director de sí mismo, se haría discípulo de un necio...”.
7. ¿Cuál es el objeto de la dirección espiritual?
San Alfonso lo resume diciendo: “Cuatro puntos principalmente atenderá el confesor en la dirección de las almas espirituales: la meditación, la contemplación, la mortificación y la frecuencia de los sacramentos”. Otros añaden también la práctica de las virtudes y la santificación de las acciones ordinarias.
8. ¿Cuáles son los fines de la dirección espiritual?
Fin último
Llevar a las almas a la perfección.
Fines intermedios
Sanar y fortalecer las flaquezas humanas, precaver ante los peligros, discernir los espíritus que mueven al alma y preparar al alma para que responda con docilidad a las exigencias de la gracia.
Dice Dom Columba Marmión: “mi papel se reduce a rezar mucho; a señalar los escollos que pueden encontrar las almas mejor intencionadas, a aconsejarlas en los casos oscuros y, finalmente, a estimularlas a que se entreguen sin reservas a Dios”.
A continuación explicamos los fines intermedios:
a. Ayudar en las flaquezas humanas
Una de las principales tareas del director es animar,fortalecer, alentar al dirigido en sus disposiciones, actitudes, dificultades, tentaciones, etc. ¿Cómo encara esta tarea? De modos muy diversos que nos limitamos a enumerar en sus líneas fundamentales
- Alumbrando para deshacer ignorancias y errores.
- Sosteniendo en los desalientos.
- Urgiendo en las cobardías.
- Corrigiendo en las desviaciones.
- Serenando en las turbaciones y angustias.
- Asegurando en los temores.
b. Prevenir los peligros
Estos pueden provenir de tentaciones exteriores e interiores; de la naturaleza misma del sujeto; de pruebas divinas. Al director espiritual corresponde una tarea de discernimiento sobre el alma, y de previsión (basándose en las manifestaciones actuales de esa alma, en su psicología propia, en sus debilidades y cualidades) de las tentaciones o dificultades que con toda probabilidad sufrirá en el futuro; de este modo podrá preparar al alma para tales momentos.
c. Discernir los movimientos del alma
En la vida espiritual el propio sujeto corre muchos riesgos de engañarse o ser engañado, por lo que necesita de alguien que pueda mirar y juzgar con objetividad sus propios pasos. Así lo entendieron y practicaron los grandes místicos.
d. Suscitar la docilidad a la gracia
Como el Director Espiritual propiamente dicho es el Espíritu Santo, la obra fundamental del director espiritual es atender a las posibles inspiraciones del Espíritu Santo y hacérselo notar al alma, al mismo tiempo que se enseña al alma a que ella misma aprenda a discernir esas mociones y a seguirlas prontamente y con toda generosidad.
9. ¿Cuáles son las cualidades de la dirección espiritual?
Para que la dirección espiritual sea auténtica y fructífera debe tener varias cualidades.
Debe ser científica, es decir, debe proceder según los principios fundamentales de la espiritualidad, de la teología moral y de la psicología humana (especialmente de la psicología sobrenatural o psicología de la gracia y de los dones). De lo contrario se convertiría en una guía de ciegos por parte de ciegos.
Debe ser prudente, es decir, guardando en todo el justo medio. Lo cual implica, por un lado, el evitar prisas; por el otro, evitar sobrecargar las fuerzas ni la atención del dirigido para que el alma no se vaya a desgastar o a “quemar”, sino que lleve su vida espiritual con gusto y alegría, y finalmente, evitando exigir menos de lo que el dirigido puede dar porque sería desaprovechar tiempo y esfuerzo.
Debe ser firme, es decir, nunca debe ser vacilante o tímida. Es necesario pensar bien el plan, y luego ser constante en la ejecución. Si el dirigido no ve firmeza, será inconstante y no dará importancia a los consejos. La firmeza, sin embargo, nunca debe ser confundida ni con la terquedad de juicio ni, menos todavía, con la crueldad de la voluntad.
Debe ser caritativa, es decir, debe nacer de la caridad y fomentarla. La caridad es la que sostiene en el desaliento, da dulzura en el trato, paciencia al director, celo por las almas que dirige, lo lleva a hacer penitencia y a orar por ellas.
Debe ser adaptada, es decir, a cada alma hay que darle según lo que ella es y según donde está, en tal o cual momento de su vida espiritual. No se puede pedir y ofrecer lo mismo a quien está rondando las caídas mortales y a quien tiene grandes aspiraciones de santidad, a un niño que a un adulto, a un religioso que a un laico, etc. Hay que adaptarse a las diversas vocaciones, a los diversos estados y obligaciones, edades, psicologías, etc.
10. ¿Quién puede ser Director Espiritual?
Normalmente la dirección espirituales ejercida por el sacerdote porque éste cumple de suyo una función magisterial, además porque la dirección está muchas veces no sólo relacionada sino fusionada con la confesión sacramental. También porque el sacerdote tiene una singular preparación para este oficio y finalmente porque posee las gracias propias de su estado sacerdotal.
En algunos casos, otras personas formadas en la fe católica pueden ejercer esta función, especialmente a falta de sacerdotes o por circunstancias específicas.
11. ¿Cuáles son las cualidades que debe tener el director espiritual?
San Francisco de Sales las reúne diciendo que el director “ha de estar lleno de caridad, de ciencia y de prudencia; si careciere de cualquiera de éstas, habrá peligro en la dirección”. También decía Columba Marmión a una dirigida suya: “Usted no olvide que, al tomarla bajo mi dirección, cargo con toda la responsabilidad de su alma delante de Dios. Tome por tanto la costumbre, desde ahora, de encomendarme con todo fervor a Nuestro Señor a fin de que le pertenezca enteramente y que no me domine otro deseo que el de cumplir en todo su divina voluntad”. Y a otra persona decía: “Así como yo... tomo sobre mí la responsabilidad de su alma, así también debe Usted rogar por mí a fin de que Jesús llegue a ser verdadero maestro de mi vida interior y que viva en absoluta dependencia de su Espíritu”.
A continuación explicamos cada una de las cualidades que debe tener el director espiritual.
a. Santidad
No hablamos aquí de una santidad caracterizada por favores extraordinarios sino aquella que se cimienta en la humildad y la caridad.
b. Humildad
Esta virtud hace que el director respete su puesto entre Dios y el alma y comprenda que él no es más que el instrumento del Espíritu Santo. El director debe ser muy dócil al Espíritu divino para dejarse guiar por sus dones en el acto de la dirección. Para esto es fundamental la humildad porque Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes (1 Pe 5,5). Ni bien el director se atribuye a sí mismo, a sus dones o a sus cualidades, la obra de la perfección espiritual, destruye su obra.
c. Caridad
La dirección espiritual es obra eminente de la caridad. Brota del celo por las almas y del amor a Dios a quien quiere acercar las almas. Es una obra de misericordia al configurarse muchas veces con el aconsejar al que lo necesita, alentar a los débiles, enseñar al ignorante, confortar al atribulado, etc. Por eso decía Santa Teresa: “todo el remedio del alma está en tratar con amigos de Dios”.
d. Prudencia
Cada alma es diferente y compleja, cada camino elegido por Dios para ellas es distinto: “a cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del otro”. Pero ¿En qué cosa se ejercita la prudencia divina?
Ante todo, en la exploración de la voluntad divina y en el discernimiento de los signos que la acreditan (la voluntad divina), es decir, en el discernimiento de espíritus. El director debe aguardar pacientemente las manifestaciones del espíritu sin precipitarse. Hay que recordar que la espera hace que se disipen los falsos entusiasmos y los engaños.
Luego escoge los medios más adecuados, que no son muchas veces los que pretendían imponer los entusiasmos iniciales o las impaciencias de un éxito pronto, sino los que indican las fuerzas limitadas del alma y la larga perseverancia. Santa Teresa cuenta el gran peligro que corrió por el deseo intemperante de su director, maestro Daza, de hacer remontar, en poco tiempo, la virtud de la Santa a la altura de los favores divinos que ésta recibía.
Los medios tienen que ser ajustados a las posibilidades del alma: ni imposibles para ella ni demasiado tímidos; no debe contentarse “con que se muestre el alma a sólo cazar lagartijas”.
La prudencia, en tercer lugar, hace que el director no rebase los límites de la dirección espiritual, evitando que se entrometa en otros dominios, por más que el dirigido le haya autorizado o suplicado; esto es singularmente importante cuando se trata de cuestiones de gobierno religioso o de cosas ajenas a la perfección. Se puede dar en esto un abuso, una “promiscuidad de poderes” totalmente contraproducente a la dirección propiamente dicha.
En cuarto lugar, la prudencia del director dictará a éste el auténtico respeto por la libertad del dirigido. El director no debe imponer sino aconsejar, guiar, responder, sugerir. Y al mismo tiempo educar la libertad del dirigido para que sea él quien tome las decisiones deliberadas y maduras de caminar a la santidad. No es dirección espiritual el decidir por el dirigido cuál es su vocación, qué medios emplear, qué mortificaciones hacer. Es un abuso que deja al dirigido en estado de infantilismo afectivo.
Finalmente, la prudencia implica la guarda del secreto de la dirección; lo que se confía al director, sin ser secreto de confesión, debe éste guardarlo rigurosamente. Esto por dos motivos. Primero, porque el director es testigo de lo que obra Dios en el alma, y esta obra es secreta y su continuación está condicionada al secreto. El comunicar al director las cosas del alma son de por sí una gran exigencia; no ha de pasar, pues, más allá del director.
e. Experiencia
En la medida de lo posible el director espiritual debe ser experimentado. La acción divina no puede explicarse totalmente con los razonamientos humanos. Los grandes maestros de la vida espiritual han hablado según su experiencia personal o la de las almas que han tenido ocasión de observar.
f. Ciencia
El director espiritual debe poseer ciencia, ya que sin esta se corre un grave peligro. A San Francisco de Sales se atribuye haber dicho: “Es más de temer en un sacerdote la ignorancia que el pecado. Si Ginebra (Calvino) ha causado tan terribles devastaciones, se debe a que nosotros estuvimos dormidos y nos limitamos a rezar nuestro Breviario sin que hubiéramos acrecentado nuestra ciencia”.
La ciencia que debe tener el director no es el “saber por saber” sino un profundo conocimiento de los dogmas y verdades fundamentales de la fe y de las Sagradas Escrituras. Esto con el fin de poder confrontar las más elevadas experiencias espirituales con las enseñanzas de la Iglesia y no asustarse por el hecho de ser nuevas. En efecto, las experiencias místicas tienen ordinariamente su fundamento sobre verdades dogmáticas.
Además, el director debe poseer conocimientos más específicos sobre los que hace a la dirección del alma. Tales son:
La Teología espiritual.
Ante todo lo relativo a la perfección cristiana: en qué consiste, a quiénes y de qué manera obliga; cuáles son los obstáculos que hay que remover y los elementos positivos que es preciso fomentar. También ha de conocer todo lo relativo a la vida de oración: sus diferentes tipos y grados, las pruebas que Dios suele enviar o permitir en almas que llevan vida de oración (arideces, asaltos diabólicos, noches del sentido, del espíritu, etc.).
La Teología moral.
Ésta le dará los elementos de juicio para distinguir la diferencia entre primeros movimientos, tentaciones, imperfecciones y pecados propiamente dichos; entre “sentir” y “consentir”.
La psicología humana.
El director ha de conocer también los principios elementales de la psicología humana: la teoría de los diferentes temperamentos y caracteres, la influencia que haya podido ejercer sobre el dirigido el medio ambiente en que ha vivido, la educación recibida, etc. Es muy conveniente, también, que conozca los distintos casos patológicos, las enfermedades nerviosas y mentales más frecuentes, para poder ejercer un auténtico discernimiento en este terreno.
Cualidades humanas.
La dirección espiritual es una obra de arte donde se conjugan elementos divinos y humanos. Por eso el director espiritual debe ser a la vez un hombre de Dios y un fino psicólogo sobrenatural; al menos en cuanto a los elementos esenciales. Entre las cualidades humanas que el director debe cultivar principalmente destacamos:
Un afecto cordial sano.
Tiene que poseer el don de la cordialidad que vemos en Jesucristo al encontrarse con Natanael (Cf. Jn 1, 48). Esta cordialidad es fruto de la gracia, aun cuando tenga en algunos una base humana, pues exige, en muchos casos, la mortificación y el sacrificio al ser cordial aún con personas inoportunas y en circunstancias difíciles. Esta cordialidad debe vigilarse para no caer en una falsa y nefasta “afectividad”, cayendo en lo que se conoce como “transferencia afectiva”, o sea en una relación basada en el sentimiento humano.
El don de entender a las personas.
Una cualidad importantísima es la de saber “leer el alma”, es decir, entenderla. Esto es menos común en cuanto se supone; Santa Teresa escribe que pasó veinte años de la vida espiritual sin encontrar confesor “que la entendiese”. Aunque parezca algo evidente, no está de más recordar que para “entender” es antes necesario “escuchar”. Hay que escuchar -a veces con mucha paciencia y caridad- al dirigido. Directores hay que no escuchan a sus dirigidos; que los interrumpen en sus exposiciones cuando no deben; que no les dejan exponer con serenidad sus problemas; que hacen acotaciones que no vienen al caso, o son tiradas de los pelos o desvían del tema. A veces esto deja en los dirigidos la sensación de no haber sido comprendidos o, al menos, de no haber podido manifestar sus verdaderos conflictos.
El arte de sugerir con sencillez y eficacia.
En ocasiones precisas el director debe ser capaz de exhortar y mandar, especialmente cuando el dirigido se encuentra en un estado de languidez y titubeo (o en los casos de escrúpulos), pero por lo general deberá más bien sugerir las posibles actitudes que su dirigido debe tomar; su tarea es enseñar al alma a hacer actos libres y meritorios y aprender así a caminar sin muletas. Jesucristo nos da ejemplo de esto, por ejemplo, al exponerle el camino de perfección al joven rico a modo de hipótesis: “si quieres ser perfecto...”; la Virgen hace lo propio al “insinuar” al Hijo en las Bodas de Caná: no tienen vino (Jn 2,3). A veces se hace de forma abstracta, como Jesús a Nicodemo: Si alguno no nace de agua y espíritu... (Jn 3,3).
La magnanimidad y la confianza.
El trabajo de dirección espiritual es eficaz, pero muchas veces monótono e ingrato. Al mismo tiempo es tan complejo y difícil y de tanta responsabilidad que el director necesita gran confianza y magnanimidad para no amilanarse ante las dificultades. Hay que tener conciencia de que se trata de una enorme obra de misericordia con las almas, y tal vez la más grande de las obras que pueden hacerse por un alma.
12. ¿Qué pasa si el director espiritual no tiene estas cualidades?
El director ideal es el que posee santidad, experiencia y ciencia, pero deben predominar, ante todo, la santidad y la experiencia, ya que la ciencia se puede hallar en otras personas más fácilmente que las otras dos. Santa Teresa decía: “Así importa mucho ser el maestro avisado, digo de buen entendimiento, y que tenga experiencia; si con esto tiene letras es grandísimo negocio. Mas si no se pueden hallar estas tres cosas juntas, las dos primeras importan más; porque letrados pueden procurar para comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad”. Y en el mismo sentido Santa Catalina de Siena escribía: “Es mucho mejor ir a pedir consejo para bien del alma a un humilde con santa y recta conciencia que a un letrado soberbio, porque éste no puede dar sino de lo que en sí tiene; y por eso, muchas veces su vida tenebrosa presentará en tinieblas la misma luz de la Sagrada Escritura”.
13. ¿Cuáles son los defectos del director espiritual?
Evidentemente los principales defectos son la falta de las cualidades anteriores, pero además de esto hay que señalar otros:
a. La vanidad y la autosuficiencia
Se da cuando el director se atribuye a sí mismo o se convence de el hecho de llevar adelante el alma del dirigido. El efecto inmediato es perder el apoyo de la gracia y estropear el perfeccionamiento del alma. Dios es muy celoso en este punto. Por eso algunos estancamientos tienen por causa el que el director, consciente o inconscientemente, se ha fiado de sí y ha contado exclusiva -o al menos principalmente- con su influjo sobre el dirigido.
b. La codicia
Puede ser material (lucrarse ganando favores materiales del dirigido) o espiritual (amontonar almas y aplausos, fama de director de conciencias y adulaciones de gurú espiritual). En cualquiera de los casos el director se convertiría en un “desorientador espiritual”. Aún en sus grados más leves causa grandes males como el quitar la libertad de avisar y corregir, urgir al alma; lleva a tolerancias y silencios indebidos, etc. Estos directores buscan, evidentemente, sólo sus propios intereses.
c. La curiosidad
En el grado más grave es el afán de conocer y descubrir todo en torno al dirigido, aunque nada tenga que ver con la conciencia ni con su perfección. En los grados más leves se manifiesta como el andar rastreando culpas o gracias que no dan ninguna luz para aconsejar ni dirigir. Lo que suele ocurrir es que, cuando el dirigido advierte que el director se está inmiscuyendo en terreno innecesario, pierde su confianza y estima en el director. Por el contrario, si ve que sólo pregunta lo que debe y hasta corta datos inútiles, cobra más confianza y franqueza, y permite que luego el director tenga más libertad para preguntar lo que necesita saber verdaderamente.
Por tanto, todo lo que no atañe a la marcha del alma ha de quedar siempre fuera del trato de dirección, el cual no debe degenerar en un larvado periodismo. Incluso las mismas cosas de dirección han de tratarse con circunspección. La curiosidad hace que la dirección degenere en mera amistad, lleva a indiscreciones que hacen despreciable al director y odiosa la dirección, puede ser ocasión de sentimentalismos y pasiones.
d. Los apegos humanos
El director debe buscar sólo dar Dios a las almas y llevar las lamas a Dios. Lo demás no es dirección espiritual. Las almas, como cualquier creatura, pueden generar apegos. El adagio atribuido a San Agustín dice: “amor spiritualis generat affectuosum, affectuosus obsequiosum, obsequiosus familiarem, familiaris carnalem”, el amor espiritual engendra amor afectivo, el afectivo el obsequioso, el obsequioso el familiar y el familiar el carnal.
e. Los celos
El director debe tener celo y no celos. El primero es el deseo que nace de la caridad y que tiene como objeto el buscar almas para Dios. Los segundos nacen del amor propio y buscan almas para sí mismo, celándolas de todos los demás, es decir, reteniéndolas y considerándolas propiedad suya. Los celos hacen del director un cazador de almas.
f. La falsa prudencia
Existe una prudencia carnal que le hace proponerse al director fines mundanos y si se deja guiar por ella en otras actividades de su vida, terminará ejerciéndola en la dirección de las almas. Es por esta prudencia carnal que el director usa al dirigido para obtener de él (o por medio de él) fama, poder, dinero, aplausos, etc. Por la prudencia carnal el director posee una preocupación inmoderada por las cosas temporales, buenas en sí, desembocando en un temor exagerado de que falte lo necesario en la vida y conduciendo al alma a tener desconfianza en la acción providente de Dios o en moverlo a que haga todas las cosas por sí mismo olvidando las palabras de Cristo: no andéis solícitos diciendo: qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos (Mt 6, 31).
14. ¿Qué se debe tener en cuenta para elegir el director espiritual?
Primero se deben tener en cuenta las cualidades que debe revestir al director, y en segundo lugar el dirigido tendrá que tomar en cuenta las cualidades que habrá de tener él respecto del director, para ver con quien puede cuadrar mejor, especialmente la confianza y la capacidad de abrir el alma. San Juan de la Cruz decía: “Grandemente le conviene al alma que quiere ir adelante en el recogimiento y perfección, mirar en cuyas manos se pone, porque cual fuere el maestro, tal será el discípulo, y cual el padre, tal el hijo...”.
15. ¿Cuántos directores espirituales puedo tener?
El director espiritual ha de ser uno solo, ya lo decía San Juan de laCruz: “no hay cosa más perniciosa que pasar por muchas manos” . Tener varios es tener ninguno; y esto vale tanto para quien tiene varios directores espirituales formalmente, como para quien tiene uno solo pero consulta con otras personas espirituales sin compromiso de dirección.
16. ¿Son incompatibles las consultas con otros que no son de la dirección espiritual?
No son incompatibles, pero se limitan en ciertos casos:
- Cuando en algunos puntos concretos después de haber obedecido al director, las pautas de éste no resultan bien; la consulta puede ser útil cuando esto se repite una y otra vez.
- Cuando el director no acierta con lo que ocurre en el alma o en indicar los medios más adecuados para algún problema especifico. En principio sería más conveniente que consulte el mismo director, bajo secreto, y de no hacerlo él, podría ocuparse el mismo dirigido.
17. ¿Se Puede cambiar de director espiritual?
El cambiar de director no es aconsejable sino por serios motivos.
18. ¿Qué motivos pueden darse para cambiar de director espiritual?
Se pueden dar varios motivos, y son:
- Cuando la confianza ha degenerado en un trato puramente natural y humano.
- Cuando el director ata demasiado, hasta no consentir que el dirigido consulte con otro habiendo motivo razonable y suficiente para hacerlo; igualmente si no permite o se reciente cuando el dirigido se confiesa con otro, etc.
- Cuando enseña cosas erradas doctrinalmente o su conducta es indigna.
- Cuando no tiene el suficiente cuidado del alma de su dirigido o es condescendiente con los defectos de la misma sin urgirla a combatir y trabajar espiritualmente.
Fuera de estos casos el cambio no es conveniente y los deseos del dirigido pueden responder a tentaciones contra la dirección espiritual que toman forma con la persona concreta del director (vergüenza de hablar con él; considerarlo duro, miedos, temores, etc.), cuando es así la tentación puede reaparecer con un nuevo director si se hace el cambio.
19. ¿Cuáles son las cualidades que debe tener el dirigido?
Espíritu de fe: Es fundamental cuando el dirigido debe enfrentar las tentaciones que pueden surgir contra el director espiritual: desconfianza infundada, rechazo de sus consejos ascéticos, descubrimiento de sus defectos (que como todo ser humano tiene) inflados por el espíritu diabólico. Es igualmente necesario este espíritu en el caso de apegarse humana y afectivamente a un determinado director, caer en un trato puramente natural con él.
Confianza, sencillez, sinceridad y discreción.
La confianza con el director es esencial a la dirección. San Francisco de Sales decía: “Tratad con él (el director) con franqueza, con sinceridad y con fidelidad, manifestándole claramente vuestro bien y vuestro mal, sin fingimiento ni disimulación... depositad en él toda vuestra confianza mezclada de un respeto sagrado, de tal modo que el respeto no disminuya la confianza ni ésta el respeto”. (San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 4.)
San Juan de la Cruz por su parte añadía: “Cualquier cosa que alma reciba, de cualquier forma que sea, por vía sobrenatural, clara y rasa, entera y sencillamente ha de comunicarla luego con el maestro espiritual”.
Obediencia
La obediencia garantiza la eficacia de la dirección, por lo tanto es obligación fundamental del dirigido. Un ejemplo es el de Santa Teresa que dice: “Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me decía otra, me tornaba el mismo Señor a decir que le obedeciese; después su majestad me volvía para que me lo tornase a mandar”. Aquí se percibe cómo y cuánto en la Iglesia la gracia y los dones divinos respetan la jerarquía. Por eso insiste Santa Teresa. “No ha de emprender nada el alma de cuanto le prescriba el mismo Dios, mientras no se lo autorice el confesor”.
Secreto
Primero habrá que preguntarse ¿Obliga el secreto de dirección también al dirigido? Digamos que fundamentalmente sí, aunque no de la misma manera que al director. Y esto para evitar abusos que muchas veces causan gran daño: el tergiversar (consciente o inconscientemente) las palabras del director o el usarlo simplemente para reforzar la propia utilidad. De igual manera muchos dirigidos consultan en ocasiones temas que no son propiamente de la vida interior, si no por el contrario discusiones que se han tenido con otros compañeros y de esta manera pretender utilizar las palabras del director para aconsejar sobre dichos temas, sin tener en cuenta que el director aconseja y guía de acuerdo a la circunstancia concreta y según el contexto de cada persona, por lo tanto no es aplicable en forma general. Por todo esto, parece lo más acertado afirmar que el secreto obliga también al dirigido, aunque su ruptura no constituya materia grave.
20. ¿Cuáles son las tentaciones más corrientes contra la dirección?
Se pueden distinguir tres tipos de tentación contra la dirección espiritual, que son:
a. Los que rehúsan toda dirección porque no creen necesitarla
Algunos piensan que no la necesitan cuando han alcanzado una cierta maduración, y esto es totalmente falso, ya que la dirección es necesaria en todo momento de la vida, por muchas razones:
- La presencia de un oyente nos estimula y la necesidad de hacernos comprender hace que nos expliquemos con más claridad.
- Estamos demasiado cerca de nosotros mismos como para vernos objetivamente.
- La dirección comunica confianza y valor; generalmente aleja el temor a equivocarse.
- La necesidad de tener que dar cuenta a alguien nos obliga moralmente a actuar.
- Nos ejercita en la obediencia.
- Nos ejercita también en la humildad.
Por tanto cuando no se siente necesidad de la dirección, es señal evidente de que el alma no posee sino una virtud estancada.
b. Los que pretenden que es imposible encontrar un director adecuado
No hay que descartar la posibilidad de que sea una gran verdad, especialmente en nuestro tiempo de crisis de directores serios. Pero también se puede dar por otro lado, por ejemplo:
- Porque no se ha rezado para que Dios nos muestre un director para nuestras almas (no hay que olvidar que la fe es un acto teologal).
- Se pretende encontrar un director según nuestros gustos y medida.
- Porque huimos de la dirección por pereza o temor de sus exigencias.
c. Las tentaciones de abusar de la dirección
Hay que advertir a las almas dirigidas que tendrán en algún momento tentaciones dentro de la misma dirección espiritual. Estas tentaciones pueden provenir de la acción diabólica o de las mismas almas dirigidas. Cuanto más segura y eficaz sea la dirección mayores tentaciones surgirán. Las principales tentaciones son:
- Buscar consuelos humanos en la dirección, por lo general las almas que ceden a estas tentaciones consideran que el director no las entiende.
- Aspirar a una devoción superficial viendo con desagrado el esfuerzo y consejo del director cuando trata que apunten al vencimiento propio, a la abnegación y a la oración profunda.
- Buscar que tomen las decisiones por ellas, de igual manera es tentación el considerar que el director no se ocupa de ellas si éste se limita (como debe hacer) a darle criterios para que el alma decida y ponga en acto su propia voluntad.
21. ¿Cómo debe ser la entrevista direccional?
Una de las cosas más importantes en la dirección espiritual es saber llevar una correcta entrevista direccional para obtener los mejores frutos de ella. Muchas veces no se aprovecha convenientemente o se termina en una irremediable pérdida de tiempo, tanto para el director espiritual como para el dirigido.
22. ¿Cómo sería una dirección espiritual con Jesucristo?
En los Evangelios encontramos varios ejemplos de lo que puede ser el prototipo de la entrevista direccional. Se pueden tomar como modelos los diálogos de Jesús con Nicodemo (cf. Jn 3, 1-7), o con la Samaritana (cf. Jn 4, 6-21) o con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13- 33). Éste último es el más completo y puede servirnos de guía. Los principales elementos que se descubren allí pueden enumerarse como sigue:
- La actitud inicial de Cristo: se les acerca con simpatía cordial, confianza, invitándolos a abrir el corazón y a proponer las dificultades que los aquejan (vv. 15-17).
- Las disposiciones de los dos discípulos: se muestran con libertad para proponer las dificultades que los aquejan (vv. 18-24).
- Inicialmente Nuestro Señor los escucha sin intervenir, deja que suelten lo que llevan dentro. Después que se han desahogado, comienza a hablar con espontaneidad, los reta por su incredulidad pero lo hace sin perder nada de su dulzura. Enuncia la verdad (en este caso sobre los misterios del Mesías Redentor), la despierta en el corazón de los que ya la conocían, pero la habían olvidado (vv. 25-27).
- El efecto que esto deja en los discípulos: suscita una adhesión afectiva, que de manera consciente o inconsciente (todavía no lo han reconocido) es adhesión al mismo Cristo (v. 29).
- Es fundamental la desaparición de la visibilidad humana del director para dejar paso a la fe, a Cristo invisiblemente presente a semejanza de cómo el “peregrino de Emaús” se transforma, ante los ojos de los discípulos, en el Cristo (vv. 30-31).
- Efecto final es la conversión entusiasta del corazón de los discípulos hacia la comunidad, de la que estaban ya alejándose; singular efecto carismático de fervor interior, aunque Cristo no había dado ninguna orden (vv. 32-34). Así la dirección espiritual debe terminar en efectos auténticos de caridad y apostolado.
23. ¿Cuál debe ser la duración de una dirección espiritual?
Al principio conviene que la entrevista tenga una frecuencia semanal o quincenal; frecuencia que irá disminuyendo en proporción al avance en la vida espiritual. Al principio también es conveniente fijar el día y la hora de la siguiente entrevista y, a veces, urgir al dirigido, llamándole si es preciso, porque no raras veces suelen aparecer timideces e inhibiciones. Pero esto sólo al principio, luego hay que dejar que él la pida.
24. ¿Una entrevista espiritual debe ser rápida o lenta?
Hay que evitar, por un lado, la impresión agobiadora de la “prisa”, y por otro lado hay que tratar de que sea “breve” a menos que el dirigido presente un problema singular o especial. Decía Dom Marmión: “Cuando se dice al sacerdote lo que hay que decirle, se recibe la dirección necesaria, y las más breves suelen resultar las mejores”. También decía Monseñor Gay: “El abuso de la dirección es causa de temibles ilusiones. Me refiero a la frecuencia o prolongación de las charlas -habladas o escritas- con el director espiritual. Aparte de que, en lo que se refiere al sacerdote, aunque lo haga por caridad, se expone a perder miserablemente su tiempo..., para la misma alma es un grandísimo peligro de preocuparse excesivamente de sí misma, de alimentar el egoísmo y la vanidad, de extraviarse en el camino de la virtud, de levantar entre Dios y su alma una espesa polvareda que la haga perderle de vista y alejarse de él... Por lo tanto, si quieres marchar recto por el camino de la verdad y no debilitar en ti la gracia de Dios, sé sobrio, muy sobrio en la cuestión de la dirección de conciencias”.
25. ¿Qué pasa si el dirigido no se “siente capaz” de ser dirigido en un corto tiempo y desea largas sesiones?
A este respecto se suelen escuchar expresiones como “me cuesta entrar en confianza en tan poco tiempo”. O “no puedo explicar todo mi problema en poco tiempo”. Con delicadeza el director espiritual tiene que ir explicándole la verdadera dimensión de la dirección y especialmente dos cosas:
- Que el director principal es el Espíritu Santo y es con él con el que hay que tener largas conversaciones por medio de la oración, especialmente la adoración al Santísimo.
- El que debe “trabajar” principalmente es el dirigido y no el director. El director debe dar indicaciones y el dirigido debe trabajar espiritualmente. A veces el dirigido tiene en su mente “su problema” o “sus dudas” de modo confuso, y se las expone a sí mismo por vez primera cuando las relata ante el director espiritual. En estos casos se suele asistir a una larga descripción pormenorizada y detallada, con un hilo conductor difícilmente aferrable, aburrida y confusa, con nombres de personas implicadas que en nada ayudan al problema, con idas y venidas y vueltas a ir que terminan con la paciencia, o al menos con los nervios, del director, el cual si luego de la interminable explicación no resume todo en un par de frases que sinteticen y centralicen el problema, debe concluir que no ha entendido nada. Precisamente, todo este trabajo de lograr una síntesis del problema debe hacerlo el dirigido antes de hablar con el director. Ésta es la forma de aprender a “saber” qué nos pasa, aprender a discernir nuestros propios problemas, e incluso aprender a resolverlos, pues las dudas surgen muchas veces de no habernos planteado nosotros mismos con claridad los problemas; esto no quita que, en estos casos luego los presentemos -bien resumidos- al director para corroborar nuestros juicios sobre ellos.
26. ¿Qué temas se deben tratar en la entrevista direccional?
Es muy importante que el director sepa mantenerse dentro de los límites de la competencia de la dirección espiritual, es decir, en el marco de las cosas del alma. Debe saber distinguir pronta y claramente las cosas espirituales de las cosas de gobierno tanto con los laicos como con los religiosos.
27. ¿Qué temas no son objeto de la dirección espiritual de laicos casados?
El director espiritual debe ser consciente de que no es el director de la familia o del matrimonio sino del fiel que tiene como dirigido singular. No debe, pues, meterse en las cuestiones conyugales que no afectan directamente la conciencia de su dirigido. Debe dar las pautas generales y saber que hay temas de la convivencia conyugal que deben ser tratados entre los esposos; o, en otro caso, han de plantearlos juntos a un sacerdote. De lo contrario se corre el riesgo de que -tal vez inocentemente- el dirigido “use” a su director contra su cónyuge (“mi director me dijo tal o cual cosa”).
28. ¿Qué temas no son objeto de la dirección espiritual de religiosos?
En la entrevista direccional con los religiosos hay que ser muy cuidadosos porque sino la dirección espiritual puede degenerar y entrar en cuestiones propias del gobierno, invadiendo el terreno de los superiores y lo que hace a la obediencia. El director debe subordinar su tarea a la obediencia que sus dirigidos religiosos deben a sus superiores legítimos.
29. ¿Cuál es el punto central de la entrevista direccional?
Debe ser el “propósito actual” sobre el que el dirigido está trabajando o debe trabajar (es decir, el defecto que está intentando corregir o la virtud que busca adquirir). Esto marca el punto de progreso o retroceso en el trabajo del alma.
30. ¿Cómo se debe comenzar una dirección espiritual?
Para una persona que nunca ha tenido una dirección espiritual hay que hacerse cargo de la vida espiritual que hasta el momento ha llevado, aunque sea de manera rudimentaria, pues cuanto mejor conozca sus cosas interiores y exteriores, con tanta mayor solicitud le podrá ayudar. San Juan Bosco recomendaba comenzar una dirección espiritual con una confesión general.
Para una persona que ya antes había tenido director espiritual, no conviene, normalmente, volver a mirar sistemáticamente hacia atrás. El nuevo director no tiene que comenzar desde el principio; el inquirir demasiado en las cosas pasadas sería signo de falta de aptitud en el director. Debe considerarlas (especialmente en aquello que es materia de pecado) como secreto entre Dios y el hombre, que el mismo Dios no quiere que se manifiesten sin causa razonable y proporcionada. En estos casos, el director debe, sí, reconocer el estado actual del espíritu y entenderla, a fin de poder colaborar a la continuación de lo que ya se ha trabajado en esa alma. En cuanto a la vida pasada sólo es necesario saber aquellas cosas que afectan a la dirección presente: los defectos de la persona dirigida (especialmente la pasión dominante), su temperamento y carácter, las tentaciones más frecuentes, su modo de rezar, etc.
31. ¿Qué debe evitar el director espiritual en las primeras entrevistas?
Debe evitar crear juicios definitivos a raíz de las primeras impresiones. Debe tener paciencia para conocer poco a poco al alma dirigida y no pretender clasificar al dirigido en las fichas de determinada categoría psicológica o espiritual. Debe desconfiar de las primeras impresiones.
32. ¿Cuál debe ser la actitud del director en las primeras entrevistas?
Desde el principio el director debe mostrar estima al dirigido y confianza plena en la sincera voluntad. Si al principio deja transparentar la menor desconfianza, se acabó la dirección. Es muy importante que desde el principio el director se coloque en una perspectiva plenamente evangélica, no debe actuar, ni presentarse, ni dar la impresión de actuar como psicólogo o humanista, o doctor, o teólogo, o como persona culta, sino como “consejero evangélico sobrenatural”. En consecuencia debe expresarse, desde el principio, con juicios evangélicos de las situaciones concretas. Por último, debe patentizar su fe cierta en la victoria de Dios sobre el alma del dirigido; debe manifestar confianza en la acción y eficacia de la gracia para vencer los defectos que agobian al dirigido o simplemente para llevarlo a la santidad. Debe animar al dirigido en ese mismo sentido.
33. ¿Cuál es la posición del director frente a las manifestaciones de conciencia del dirigido?
La manifestación de la conciencia del dirigido es la que ofrece la única materia a la dirección. En esto el dirigido puede faltar por defecto o por exceso; por defecto, siendo demasiado vago, abstracto e impersonal o por exceso, descendiendo a detalles mínimos y sin importancia para la dirección. Por su parte el director tiene que:
- Llevar al dirigido a que presente hechos y juicios concretos y no impresiones que resultan falsas e inútiles.
- Procurar interesarse realmente por lo que le viene referido, sin discutir.
- Evitar reacciones inmediatas. Debe saber esperar.
- Conocer y entender lo que el dirigido le está planteando. Repetir bien lo que ha entendido.
- Proceder a la luz del evangelio procurando envolverlo todo en una visión providencial, tratando de aplicar la sagrada escritura.
34. ¿Qué tipos de conciencia hay y qué debemos saber sobre ellas?
La dirección espiritual debe ir consolidando la salud y rectitud de la conciencia. Este es a veces el mejor síntoma de una adecuada dirección y del progreso en ella: la conciencia del dirigido se va haciendo más equilibrada, segura, sana y cristiana. Esto significa una conciencia capaz de juzgarse con claridad, a la luz de la fe. Supone honradez, claridad de juicio y equilibrio. Esta educación tiene que tener como objeto tanto la conciencia psicológica como la conciencia moral.
Puede haber malformaciones de la conciencia que son:
a. La conciencia laxa
La que considera lícito lo ilícito o leve lo grave. Es causada por la falta de fe viva y la pérdida del sentido del pecado, la vida sensual, el descuido de la oración, la excesiva solicitud por las cosas terrenas, el ambiente frívolo, la costumbre de pecar y la lujuria.
b. La conciencia cauterizada
La que por la costumbre de pecar no concede importancia alguna al pecado y se entrega a él con tranquilidad y sin remordimiento.
c. La conciencia farisaica
Es la que hace grande lo pequeño y pequeño lo grande; puede, por ejemplo, preocuparse excesivamente por cosas accidentales o sin importancia, y al mismo tiempo no intranquilizarse al lanzar una calumnia.
d. La conciencia escrupulosa
Aquella que por motivos insuficientes cree que hay pecado donde no lo hay o que es grave lo que es leve.
Para poder ejercer el derecho de una recta conciencia, es necesario primero formar y educar la conciencia; y ayudar a formarla es también tarea del director espiritual.
35. ¿Cómo debe el director espiritual educar la conciencia?
El director debe ayudar a que el dirigido se interiorice con los planes de Dios, pues mediante la luz de la conciencia, Dios conduce al hombre hacia su fin último. El concilio Vaticano II dice: “los cristianos al formar su conciencia, deben atender con diligencia a la doctrina cierta y sagrada de la Iglesia. Pues por voluntad de Cristo, la Iglesia Católica es maestra de la verdad y su misión es anunciar y enseñar auténticamente la verdad, que es Cristo, y, al mismo tiempo declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana”.
La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4, 14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre.
36. ¿Qué significa educar la conciencia?
Educar la conciencia significará aprender a amar la verdad; practicar la docilidad a ella; renunciar a nuestros intereses y a las ventajas puramente humanas que se nos ofrecen en miras a descubrir una verdad. Esta educación debe comenzar desde la infancia, enseñando y aprendiendo a distinguir entre el bien y el mal; no permitiendo la deformación de la inteligencia que proviene de ver pecado donde no lo hay, o por el contrario de minimizar la verdadera falta moral, enfriando el sentido del pecado y, como consecuencia, el sentido de Dios.
37. ¿Qué importancia tiene la práctica de las virtudes en la formación de la conciencia?
Una conciencia educada presupone la existencia de virtudes que inclinen connaturalmente la voluntad hacia los fines buenos y que garanticen la independencia de la razón ante la intervención imprevista de las pasiones. Tal connaturalidad se fundamenta y se desarrolla en las actitudes virtuosas del hombre mismo: la prudencia y las otras virtudes cardinales y las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. En este sentido Jesús ha dicho: El que obra la verdad va a la luz (Jn 3, 21).
La conciencia también depende de las virtudes y vicios de la persona; por eso, la práctica de las virtudes y la lucha contra el vicio es necesaria para llegar a tener una conciencia bien formada. Entre las virtudes morales, la sinceridad y la humildad tienen particular importancia en la formación de la conciencia: para reconocer las propias equivocaciones, para pedir consejo a las personas más prudentes o de mayor experiencia. Es grande también la importancia de la templanza, salvaguardia de la prudencia, porque ayuda a no confundir el placer con el bien y el dolor con el mal.
38. ¿Cómo es la relación entre el director espiritual y los superiores del dirigido?
Ante esta pregunta se desprenden otras dos; ¿Qué puede él informar a los superiores? o ¿Qué pueden los superiores informarle a él?
El director espiritual debe regirse principalmente por lo que le informa su propio dirigido. Es el dirigido el interesado en que su alma sea correctamente iluminada; para esto el debe esforzarse en ser sincero y claro. Por su parte el director debe formar sus juicios en base a cuanto le es presentado por el dirigido, confiando plenamente en la sinceridad del mismo.
Pero junto a esto, el director puede usar, al menos para su propio juicio, de otras noticias que pueden ayudarle a entender y discernir el alma que dirige. Entre estas cosas, son muy útiles las que le informan los superiores. Pero esto lleva al director a dos situaciones diversas:
Cuando es uno de los formadores de la casa en la que hace dirección espiritual. En este caso, en las reuniones de superiores formadores él escucha los informes que los demás superiores presentan de cada uno de los miembros de la casa; consecuentemente escucha las impresiones de los demás sobre sus propios dirigidos (sobre los cuales, él por ser director espiritual, no puede informar otra cosa, que la frecuencia con que hacen dirección). Esto puede ayudarle a corregir sus impresiones personales, aunque debe guardarse totalmente de dejar entrever al dirigido que sabe algo de él por otro lado distinto de sus propias confidencias.
Cuando dirige en casas donde él no desempeña ninguna función como superior (por ejemplo en casa religiosas). Le ayuda no poco que los superiores le informen sobre las cosas generales –y no confidenciales– de sus dirigidos; es decir, en cuanto a su trato con los demás miembros de la comunidad, su celo apostólico, su modo de estudiar y trabajar, la psicología general que puede ser percibida por cuantos conviven habitualmente con esta persona. Los superiores no deben informar al director lo que ha sido expuesto confidencialmente a ellos por sus súbditos.
39. ¿Cuáles son las líneas de la educación espiritual?
La dirección espiritual trabaja sobre la base de grandes líneas que el director espiritual debe ayudar a desarrollar, y son: la educación de la oración, de la mortificación y purificación, de la vida sacramental, de la vida teologal, del carácter virtuoso humano y de los deberes de estado.
40. ¿Cómo debe ser la educación de la vida de oración?
Según San Juan de Ávila, oración significa: “una secreta e interior habla con que el ánima se comunica con Dios, ahora sea pensando, ahora pidiendo, ahora diciendo gracias, ahora contemplando, y generalmente por todo aquello que en aquella secreta habla se pasa con Dios”
Es la oración, en cuanto diálogo del alma con Dios que nace de la fe y de la caridad, la que marcará el estado de perfección del alma. Dirigir el camino de la oración exige, por parte del director espiritual, el conocimiento de lo diversos métodos de oración y de sus etapas, de sus dificultades y tentaciones, de su modo de evolución; el director tiene que adquirir, por tanto, la capacidad de discernir la oración que su dirigido esta llamado a vivir en cada momento en consonancia con la acción del Espíritu Santo. El método o forma de oración es aceptado de acuerdo al alma dependiendo de su estado y temperamento.
“La prueba general de que sea apropiado es, a este respecto, doble; facilidad en el ejercicio y resultados sanos. De estas dos la segunda es la más segura, y algunas veces es el único signo de un camino conveniente de oración; pues si un alma esta orando en la forma más apropiada a su estado, esto se manifestará en la bondad y fervor de su vida. Quien intenta adoptar una forma de oración en desacuerdo con su edad o su fortaleza espiritual se encontrará bien pronto envuelto en dificultades y empezará a fallar su regularidad y se apartará de su fervor anterior.
La acción acertada del director espiritual consiste en suscitar en el alma la perfecta docilidad al Espíritu Santo.
Fuente
• “40 preguntas sobre la dirección espiritual” Gabriel Jaime López Restrepo.
• “La Ciencia de Dios” Pbro. Miguel Ángel Fuentes.
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