Libro de Cielo
Escrito por la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.
Volumen 35
I. M. I.
In Voluntate Dei.
Fiat!!!
35-1
(1) Dulce vida mía, mi sumo bien Jesús, ven en mi ayuda, mi pequeñez y miseria es tanta, que siento la extrema necesidad de sentirte en mí como vida palpitante, obrante y amando, de otra manera me siento incapaz de decirte aun un pequeño te amo. Por eso te pido, te suplico que no me dejes nunca sola, y que la tarea de escribir sobre la Divina Voluntad sea todo tuyo, yo no haré otra cosa que hacerme llevar la mano por Ti y poner atención en escuchar tus santas palabras, todo lo demás lo harás Tú, así que piensa en esto, ¡oh! Jesús. Y además llamo a mi Mamá Celestial en mi ayuda, para que mientras escribo me tenga en su regazo, me dé el aliento en su corazón materno para hacerme sentir las dulces armonías que posee del Fiat Divino, a fin de que pueda escribir lo que Jesús quiere que escriba de su adorable Voluntad.
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35-2
Agosto 9, 1937
Prodigios de amor en el Querer Divino. Cómo duplica su amor para hacerse amar con su mismo amor. Cómo la Reina del Cielo formará la nueva jerarquía en su heredad.
(1) Mi vuelo continúa en el Querer Divino, y Él me espera con tanto amor que me toma entre sus brazos de luz y me dice:
(2) “Hija mía, te amo, te amo, y tú dime que me amas para poder apoyar mi gran te amo sobre tu pequeño te amo, y Yo, lanzándolo en la inmensidad de mi Fiat te hago amar por todos y por todo, y tú me amas por todos y por todo. Soy la inmensidad y me agrada dar y recibir de las criaturas mi amor inmenso, porque doy y recibo las armonías, las múltiples notas, las dulzuras, los sonidos encantadores y raptores que hay en mi amor. Cuando mi Voluntad ama, el cielo, el sol, la Creación toda, los ángeles, los santos, todos aman junto Conmigo, y se ponen atentos para esperar el te amo de aquél a quien ha sido dirigido su te amo, y por eso sobre las alas de mi Querer envío a todos tu te amo, como para pagarles el que todos te hayan amado junto Conmigo. Si se ama es porque se quiere ser amado, no ser correspondido en el amor es la pena más dura que hace dar en delirio, es el clavo más traspasante, que sólo puede ser quitado por la medicina, el bálsamo del amor correspondido”.
(3) Después pensaba entre mí: “Dios mío, ¿quién podrá corresponderte y pagarte por tanto amor tuyo? ¡Ah! tal vez sólo la Reina del Cielo puede vanagloriarse de haber correspondido a su Creador en amor, ¿y yo? ¿Y yo?” Y me sentía oprimida, y mi siempre amable Jesús haciéndome su breve visita, todo bondad me ha dicho:
(4) “Hija de mi Voluntad, no temas, para quien vive en Ella hay sumo acuerdo en el amor, porque mi Voluntad poseyendo su Vida en la criatura, duplica su amor, y cuando quiere amar ama en Sí misma y ama dentro del alma, porque en ella posee su Vida; en mi Querer el amor está en sumo acuerdo, las alegrías, la felicidad del puro amor están en pleno vigor. Nuestra paterna Bondad es tanta para quien vive en nuestro Querer, que numeramos los respiros, los latidos, los pensamientos, las palabras, los movimientos, para corresponderlos con los nuestros y llenarlos todos de amor, y en nuestro énfasis de amor le decimos: ‘Nos ama y la debemos amar’. Y mientras la amamos hacemos desahogo de tales dones y gracias, de dejar estupefactos a Cielo y tierra. Esto hicimos con nuestra Reina, desahogamos tanto, ¿pero sabes tú qué significa este nuestro desahogar? Nos miramos a Nosotros mismos y queremos dar lo que somos y lo que poseemos, la desemejanza nos pondría en pena, y la criatura viéndose desemejante de Nosotros no estaría con Nosotros con la confianza de hija y con el dominio de cuando se poseen los mismos bienes, los mismos dones, esta disparidad sería un obstáculo para formar una sola vida y para amarnos con un solo amor, mientras que el vivir en nuestro Querer Divino es propiamente esto, una sola Voluntad, un solo amor, bienes comunes, y todo lo que podría faltar a la criatura se lo damos de lo nuestro para suplirla en todo y poder decir: ‘Lo que queremos Nosotros quiere ella, nuestro amor y el suyo es uno solo, y así como la amamos Nosotros ella nos ama’.
(5) Hija mía, nos faltaría la fuerza si no eleváramos a la criatura que vive en nuestra Voluntad al nivel de nuestra semejanza y hacerla poseer nuestros bienes, tan es verdad, que mi Madre Celestial, como vivía en mi Fiat, poseía la misma Vida de Él, nos amamos con un solo amor, amamos a las almas con un amor gemelo. Y es tanto nuestro amor por Ella, que así como Nosotros tenemos la jerarquía de los ángeles en el Cielo, la diversidad de las órdenes de los santos, Ella, por ser la Emperatriz Celestial, la heredera de la gran herencia de nuestra Voluntad, cuando este reino se forme sobre la tierra, la gran Señora llamará a sus hijos a poseer su herencia y le daremos la gran gloria de hacerla formar la nueva jerarquía, semejante a los nueve coros de los ángeles, así que tendrá el coro de los serafines, el de los querubines, y así de todos los demás coros, como también formará el orden de los santos que han vivido de su heredad, y después que los haya formado en la tierra, los transportará al Cielo, circundándose de la nueva jerarquía, regenerados en el Fiat Divino, en su mismo amor, habiendo vivido en su heredad. Esto será el cumplimiento de la obra de la Creación, nuestro ‘Consumatum resta’, porque hemos tenido el reino de nuestro Querer en las criaturas en virtud de la celestial heredera, que quería dar la vida por cada uno para hacerlo reinar. Y, ¡oh! cómo quedaremos glorificados, felices de que la soberana Señora tenga su jerarquía como la tenemos Nosotros, mucho más que la nuestra será suya, y la suya será nuestra, porque todo lo que se hace en nuestro Querer es inseparable. Si tú supieras cuánto ama a las almas esta Celestial Reina, Ella, copia fiel de su Creador, mira en Sí misma y encuentra sus mares de amor, de gracia, de santidad, de belleza, de luz; mira a las criaturas y quiere darse toda Sí misma con todos sus mares, a fin de que posean a la Mamá con todas sus riquezas. Ver a los hijos pobres mientras la Madre es tan rica, y sólo porque no viven en la heredad de la Madre, es un dolor, Ella los quisiera ver en sus mares de amor que amaran a su Creador como Ella lo ama, escondidos en su santidad, embellecidos con su belleza, llenos de su gracia, y no viéndolos así, si no fuese por el estado de gloria en que se encuentra, donde las penas no tienen lugar, por puro dolor habría muerto por cada criatura que no viviera en el Querer Divino. Por eso Ella ruega incesantemente, pone en oración todos sus mares, para impetrar que la Divina Voluntad se haga como en el Cielo así en la tierra. Es tanto su amor, que en virtud de nuestro Querer se biloca en cada una de las criaturas para preparar el interior de sus almas, las pone de acuerdo a su corazón materno, se las estrecha entre sus brazos para disponerlas a recibir la Vida del Fiat Supremo, y ¡oh! cómo ora en cada uno de los corazones a nuestra Majestad adorable diciéndonos:
(6) “Hacedlo pronto, mi amor no puede más contenerse, quiero ver a mis hijos vivir junto Conmigo en esa misma Voluntad Divina que forma toda mi gloria, mi riqueza, mi gran herencia, confiad en Mí y Yo sabré defender tanto a mis hijos como a la misma Voluntad vuestra que es también mía”.
(7) El amor de esta Celestial Reina y Madre es insuperable, y solamente en el Cielo conocerán cuánto ama a las criaturas y qué ha hecho por ellas. Su acto más exuberante, magnánimo y grande, es querer que posean el reino de mi Querer como lo poseía Ella, y ¡oh! qué no haría esta Celestial Señora para obtener su intento. También tú, únete con Ella y ruega por esta finalidad tan santa”.
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35-3
Agosto 15, 1937
Imperio que poseen los actos hechos en la Divina Voluntad. Dios es cabeza de los actos de quien vive en Ella.
(1) Mi vuelo continúa en el Querer Divino, sus sorpresas son siempre nuevas, investidas de tal amor, que queda uno arrobado y con el alma desbordante de alegría, y se quisiera estar escondida en Él sin salir jamás. ¡Oh! Voluntad adorable, cómo quisiera que todos te conocieran, te amaran, te hicieran reinar y se hicieran tomar en tu red de amor. Pero mientras esto pensaba, mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, todo bondad me ha dicho:
(2) “Pequeña hija de mi Querer, las sorpresas, las novedades, los secretos, los atractivos que mi Querer posee son sin número, y quien entra en Él queda renovado, magnetizado, tanto, que no puede ni quiere salir de Él, siente su imperio divino que lo inviste, el bálsamo celestial que cambiando su naturaleza lo hace resurgir a nueva vida. Ahora, tú debes saber que mi Divina Voluntad da tal imperio a la criatura que vive en Ella, que conforme hace sus más pequeños actos, siente su imperio: si ama, siente el imperio de su amor; si habla, siente su fuerza creadora; si obra, siente el imperio, la virtud de sus obras que se agolpan alrededor de las suyas, y dándole su mismo imperio la llevan a cada corazón para hacerla imperar y dominar sobre cada uno. Mi Querer siente su imperio en el acto de la criatura y se siente obligado a ceder lo que la criatura quiere en aquel acto: Si quiere amar, con su acto nos hace amar y nos hace dar amor; si quiere que nuestra Voluntad reine, con su imperio nos hace llegar a pedir a las almas que la reciban. Un acto hecho en nuestro Querer no se detiene, nos dice: ‘Soy acto tuyo, debes darme lo que quiero’. Se puede decir que toma en un puño nuestra potencia, la duplica, la multiplica, e imperante no pide sino que toma lo que su acto quiere, mucho más que en nuestro Querer, Nosotros mismos no queremos que haya actos disímiles de los nuestros, por eso somos Nosotros mismos los que nos hacemos imperar y dominar”.
(3) Jesús ha hecho silencio, y yo no sé ni siquiera decir lo que sentía, mi mente estaba tan magnetizada por sus palabras e investida por su imperio, que habría querido poner la vida para que todos conocieran la Divina Voluntad. Y mi amado Jesús, retomando su decir me ha dicho:
(4) “Hija mía, no hay nada de qué maravillarse, lo que te digo es la pura verdad, mi Voluntad es todo y puede todo, y no poner en nuestras condiciones a quien vive en Ella no es de nuestro Ser Supremo, a lo más se puede ver que en Nosotros es naturaleza, y para quien vive en Ella es gracia, participación, desahogo de nuestro amor, Voluntad nuestra que quiere que así sea la criatura. Por eso queremos que viva en nuestro Querer, para hacer que sus actos y los nuestros estén fundidos juntos y suenen con un mismo sonido, tengan un mismo valor, un solo amor. Resistir a un acto nuestro ni podemos ni queremos, es más, tú debes saber que el vivir en nuestro Querer es unidad, tanto, que si la criatura ama, Dios está a la cabeza de su amor, así que el amor del uno y de la otra es uno solo; si piensa, Dios está a la cabeza de su pensamiento; si habla, Dios es principio de su palabra; si la criatura obra, Dios es el primer actor y obrador de sus obras; si camina, se pone a la cabeza de sus pasos. Por eso el vivir en mi Voluntad no es otra cosa que la vida de la criatura en Dios, y la de Dios en ella; dejar separada de nuestro amor, de nuestra potencia, de nuestros actos a quien vive en nuestro Querer, nos resulta imposible, si una es la Voluntad todo lo demás va junto, unidad de amor, de obras y de todo. Es por eso que el vivir en nuestro Fiat Divino es el prodigio de los más grandes prodigios, jamás visto ni oído, es nuestro amor exuberante, que no pudiendo contenerlo queríamos hacer este prodigio que sólo un Dios podía hacer en la criatura, pero que ingrata no aceptó, pero Nosotros no hemos cambiado Voluntad, y a pesar de que hemos sido combatidos y de que nuestro amor ha sido reprimido en tal forma que nos hace sentir espasmos, usaremos tales excesos de amor, tales industrias y estratagemas, que lograremos nuestro intento, que una sea nuestra Voluntad con la de la criatura”.
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35-4
Agosto 23, 1937
La Divina Voluntad quiere crecer y formar su plenitud en la criatura. Quien vive en Ella está al día de todas las obras de su Creador, el Cual la hace poseedora de todas las obras divinas.
(1) Me siento en las olas del Querer Divino, que invistiéndome quieren penetrar hasta el fondo de mi alma para hacerse conocer y hacerme sentir su Vida, sus alegrías celestiales, los bienes inmensos que quiere dar a quien quiere vivir junto con Él. Y mi amado Jesús, que parece que con ansias está esperando para volver a hablar sobre su Fiat Divino, todo bondad me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, cómo estoy contento cuando veo al alma dispuesta, que quiere escucharme y recibir el gran don del cual mi palabra es portadora. Yo no hablo jamás si no veo al alma dispuesta, porque si no está dispuesta mi palabra no puede entregarle el don del cual es generadora. Ahora, tú debes saber que por cuanto más la criatura busca mi Voluntad, la quiere conocer, la ama, no la deja escapar de ninguno de sus actos, tanto más crece su plenitud en ella; para hacerla crecer basta una atención de más, un suspiro, un deseo de querer su Vida y, ¡oh! cómo crece admirablemente y la eleva tan alto, hasta llegar a las alturas de las esferas divinas y conocer los más altos e íntimos secretos. Mi Voluntad es vida, y como vida no quiere detenerse sino que quiere siempre crecer, y para crecer espera el más pequeño acto, una invitación amorosa de la criatura, mucho más que no quiere crecer por la fuerza, sino quiere que también la criatura quiera que siempre crezca mi Voluntad y forme su plenitud en ella. Ahora, conforme crece su plenitud así crece la fuerza divina en el alma, la santidad, la belleza, la felicidad, el conocimiento, la plenitud de los bienes innumerables que posee mi Fiat Divino. Ve entonces qué significa un acto de más, un suspiro, un quererla, un llamarla: Es adquirir más fuerza divina, embellecerse de más, pero tanto, que Nosotros mismos quedamos arrobados, la miramos, la volvemos a mirar y reconocemos en ella nuestra fuerza, nuestra belleza y, ¡oh! cómo la amamos, nos sentimos más felices porque ella es para Nosotros la portadora de nuestras alegrías, de nuestros bienes. Delante a esta criatura nuestro amor se ensancha, se desborda de Nosotros y se vierte tanto en ella, que la llena toda, hasta formar en torno y dentro de ella nuestro laberinto de amor, el cual le da las ansias, los deseos ardientes de hacer crecer la plenitud de nuestra Voluntad. Hija mía, hay gran diferencia entre quien es todo atención, todo ojo, todo corazón porque quiere mi Voluntad, y entre quien la quiere pero sin gran atención, que parece que no tienen ojo para mirarla en todas las cosas, corazón para amarla, voz para llamarla, tal vez éstos poseen mi Voluntad en pequeña parte, pero su plenitud está lejana de ellos”.
(3) Jesús ha hecho silencio, y yo he quedado en las olas eternas del Divino Querer, tanto, que mi pobre mente no sabía salir de Él y yo decía: “Jesús, basta por ahora, mi mente no puede contener más lo que Tú quieres decirme”. Y el dulce Jesús me ha puesto su mano en la frente, y ha continuado:
(4) “Hija mía, escucha hasta donde puede llegar el alma que vive en nuestra Voluntad, Ella la pone al día en todas nuestras obras, nuestro Ente Supremo tiene siempre en acto continuo todas sus obras, para Nosotros el pasado y el futuro no existen, así que el Padre Celestial Genera continuamente a su Hijo, y entre el Padre y el Hijo Procede el Espíritu Santo; esto es vida en Nosotros y es como el latido y el respiro que forma nuestra Vida: ‘Generar y Proceder continuamente’. Nos faltaría la vida si esto no fuera, como faltaría la vida a la criatura si no tuviese un latido y un respiro continuo. Ahora, en este Generar y Proceder continuamente, vienen formadas alegrías inmensas, felicidad y contentos tales, que no pudiéndolos contener dentro de Nosotros se desbordan fuera y forman las alegrías y la felicidad de todo el Cielo. De los bienes inmensos que produce la Generación continua del Verbo y el Proceder del Espíritu Santo, se desbordó fuera la suntuosidad y magnificencia de la máquina de toda la Creación; la creación del hombre, la concepción de la Virgen Inmaculada y el descendimiento del Verbo a la tierra, todo esto y otras cosas más están siempre en acto en nuestro Ser Divino, como está siempre en acto que el Padre Genera a su Hijo y el Proceder del Espíritu Santo. Ahora, quien vive en nuestra Voluntad es espectador de estos prodigios divinos, y siente volver a darse del Padre el Hijo que siempre Genera, el Espíritu Santo que siempre Procede, y ¡oh! los contentos, el amor, las gracias que recibe, y nos da la gloria que siempre Generamos. En nuestro Querer encuentra en acto la Creación, y le damos con derecho todos los bienes de ella, y es la primera glorificadora por tantas cosas que hemos creado; encuentra en acto a la Virgen concebida, sus mares de amor, toda su vida, y la Virgen la hace poseedora de todo, y ella toma y nos glorifica por el gran bien que hicimos al crear a esta Celestial Criatura; encuentra en acto el descendimiento del Verbo, su Nacimiento, sus lágrimas, su Vida palpitante, también sus penas y la hacemos poseedora de todo, y ella toma todo, nos glorifica, nos ama por todos y por todo. En nuestro Querer la criatura puede decir: ‘Todo es mío, aun el mismo Dios, como es mía la Divina Voluntad’. Por eso ella siente el deber de glorificarnos y amarnos en cada cosa y por todos. No dar lo que hemos hecho y hacemos a quien vive en nuestro Querer nos resulta imposible, nuestro amor no lo soportaría, nos causaría pena, mucho más que Nosotros nada perdemos con dar, más bien nos sentimos más glorificados, más felices con que las criaturas vivan con Nosotros, estén al día en nuestras obras y de ellas sean poseedoras. Poder decir: ‘Lo que es nuestro es tuyo’, es nuestra más grande felicidad, las desuniones no acarrean jamás el bien, el ‘tuyo’ y el ‘mío’ rompe el amor y produce la infelicidad; en nuestra Voluntad no existe la desunión, ni el ‘tuyo’ o el ‘mío’, sino que ‘todo es nuestro’ y todo está en sumo acuerdo”.
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35-5
Agosto 29, 1937
Como Dios quiere ver su Vida en quien vive en su Voluntad, llega a hacerse su modelo. Dones que Dios da a la criatura. El espacio del querer humano es la estancia divina de las maravillas de Dios.
(1) Mi vuelo en el Querer Divino continúa, sus atractivos, sus modos fascinantes se hacen más insistentes, su querer vivir en el alma es tanto, que se pone en actitud ahora de pedir, ahora de súplica, ahora de promesa, hasta prometerle nuevos dones más bellos e insospechados, con tal de que lo haga reinar, y sólo quien es ingrato puede resistir a tantas premuras suyas. Pero mientras mi mente era abrumada por tantas súplicas y suspiros del Fiat Divino, mi dulce Jesús, mi amada vida, repitiéndome su breve visita, todo bondad, como si quisiera dar desahogo a su amor me ha dicho:
(2) “Hija bendita de mi Voluntad, si tú supieras en qué laberinto de amor nos pone quien no vive en nuestro Querer, puedo decir que en cada acto que hace, en cada palabra, pensamiento, latido y respiro en que no vemos correr la Vida de nuestro Querer, nuestro amor queda reprimido, siente un dolor, da en sollozos y en llanto, gime y suspira porque no encuentra en la criatura su Vida, su acto, su latido, su palabra, la santidad de nuestra Inteligencia, y al ver que es puesto fuera de todo lo que la criatura hace, siente su amor apagado, siente que le atan los brazos, siente que no puede desarrollar su trabajo en ella. Hija mía, ¡qué dolor! Poder dar vida y no darla, poder hablar en la palabra humana y reducirse al silencio porque la criatura no le da el lugar en su palabra, poder amar con nuestro amor en su corazón y no encontrar el lugar donde ponerlo, ¡oh! cómo nuestro amor queda obstaculizado y como sin vida por quien no vive en nuestra Voluntad.
(3) Ahora, tú debes saber que cuando el alma hace un acto en nuestra Voluntad Divina, Dios se hace modelo, y el acto se vuelve materia para recibir el modelo divino, así que nuestra más que paterna bondad es toda atención para ver todo lo que hace quien vive en nuestro Querer, y cuando está por pensar, por hablar, por obrar, así va imprimiendo en ella el modelo de su sabiduría, el modelo de su palabra creadora, y la santidad de sus obras; es tanto nuestro amor, que queremos hacernos vida de su vida, latido de su corazón, amor de su amor. Es tanto nuestro delirio de amor, que queremos hacer nuestros facsímiles, y sólo en quien vive en nuestro Querer podemos obtener nuestro intento, porque en él no nos faltaría la materia adaptable para recibir nuestro modelo”.
(4) Después de esto ha agregado con mayor énfasis:
(5) “Hija mía, es tanto nuestro amor, que no hacemos otra cosa que dar continuos dones a la criatura: El primer don fue toda la Creación, luego vino la creación del hombre y, ¿cuántos dones no le dimos? Don de inteligencia, en el cual pusimos el modelo, el espejo de nuestra Trinidad Sacrosanta; el ojo, el oído, la palabra, todos eran dones que le hacíamos, y no sólo le dábamos los dones, sino que tomábamos nuestra parte conservante y creadora para custodiarle estos dones y estar en acto de siempre darlos; es tanto nuestro amor al dar nuestros dones, que no nos separamos del don que damos, sino que quedamos en el don que hemos dado para tenerlo más seguro y custodiado. ¡Oh! cómo es exuberante nuestro amor, cómo nos ata por todas partes, y mientras nos hace dar no deja el don en poder de la criatura, porque ésta no tendría virtud de conservarlo, y por eso nos ofrecemos Nosotros mismos para custodiarlos, y para amar más a esta criatura nos ponemos en acto de dárselos continuamente. ¿Qué decirte además hija mía del gran don que le hicimos al crear la voluntad humana en la criatura? Nosotros, como primera cosa creamos el espacio y después creamos el cielo, las estrellas, el sol, el aire, el viento, y así todo lo demás, así que el espacio debía servir para poder crear nuestras otras obras, crearlas y no tener dónde ponerlas no sería obra digna de nuestra sabiduría. Así mismo, al crear la voluntad humana creamos el espacio, el lugar dónde poder poner el gran don que hacíamos al hombre de nuestra Santísima Voluntad, este espacio debía servir a nuestra Voluntad obrante para poner en él cielos más extensos, soles más refulgentes, y no sólo uno, sino uno por cada vez que obrara. Por eso, la Creación debía servir al hombre, y este espacio de la voluntad humana debía servir a su Dios para formar en él sus delicias, para poder siempre obrar y formarse su apoyo, su trono, su estancia divina. Le hacía este don, le formaba este espacio para poder tener un lugar para conversar con él y estarme al tú por tú en dulce compañía, quería tener mi gabinete secreto, mi amor quería decirle tantas cosas, pero quería la habitación dónde poder hablarle, y mi amor llegaba a tanto, hasta darse en poder del hombre y el hombre en poder de Dios. Por eso amo tanto el que la criatura viva en mi Voluntad, porque quiero lo que creé sólo para Mí, reclamo mi apoyo, mi trono, mi estancia divina. Por eso, hasta en tanto el hombre no regrese en mi Voluntad Divina y me dé mi puesto real en la suya, Yo no puedo concluir la Creación, tenemos tantas otras cosas bellas qué hacer en nuestro espacio del querer humano, tantas otras cosas qué decir, pero no podemos ni hacer ni decir, porque faltando nuestra Voluntad encontramos nuestro espacio obstaculizado, y es por eso que no tenemos dónde poner nuestras obras, y si queremos hablar no nos comprenderá ni tendrá oídos para escucharnos, por eso haremos prodigios jamás oídos para readquirir lo que es nuestro, el espacio y nuestra estancia divina. Tú, ruega y sufre para que readquiera lo que es mío, y jamás me niegues el espacio de tu querer humano, a fin de que mi amor se desahogue y mis obras regresen a continuar la obra de la Creación”.
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35-6
Septiembre 6, 1937
Finalidad de la Creación: Vida hablante y obrante de Dios en la criatura. Su palabra es la Divina Voluntad. Quien hace la propia voluntad se juega la Divina.
(1) Estoy entre los brazos del Querer Divino, el cual me ama tanto, que no quiere que descienda de sus brazos más que paternos para tenerme custodiada y hacerme crecer como Él quiere y le place, y si me oye decir que lo amo, ¡oh!, cómo festeja, y forma en torno a mí mares de su amor que a cada instante me dicen te amo, te amo. Y mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, y encontrándome en los brazos de su Querer, todo contento me dice:
(2) “Hija mía bendita, cómo amo el encontrarte siempre toda abandonada en estos brazos, tu suerte está asegurada, vivirás de nuestro mismo alimento, tendremos bienes comunes. Tú debes saber que la finalidad única por la cual creamos la Creación fue propiamente ésta: La Creación debía servir como habitación del hombre, y el hombre debía servir como habitación nuestra, queríamos formar tantas Vidas nuestras por cuantas criaturas sacábamos a la luz del día, cada una de ellas debía poseer nuestra Vida, pero Vida hablante y obrante, no sabemos estar donde estamos sin decir nada y sin obrar, si esto fuera sería formarnos tantas cárceles que nos impondrían al silencio y a la inutilidad. Nuestro Ente Supremo habla y obra, la palabra llama a la obra, y la obra manifiesta quiénes somos Nosotros y nos forma tales bienaventuranzas y alegrías, de volvernos felices a Nosotros y a todos aquellos que conviven con Nosotros; así que cada palabra y obra nuestra es una nueva alegría y felicidad que nos creamos. He aquí por qué queremos formar en el hombre nuestra Vida hablante y obrante, porque debíamos formar tales maravillas de nuestro Ser Divino para crear nuevas y siempre más bellas creaciones, porque queríamos desahogar y dar curso a lo que podemos y sabemos hacer, y dar curso a las nuevas alegrías y felicidades, ¿y dónde sería todo esto? En nuestra habitación del hombre. ¿Pero quieres saber tú quién es nuestra palabra? Nuestra Voluntad, Ella es la obradora de nuestras obras, la narradora de nuestro Ser Divino, la portadora y la conservadora de nuestra Vida en la criatura; sin Ella Nosotros no nos movemos de nuestro trono ni formamos vida en ninguna habitación. Ve entonces la gran necesidad de que se posea y se viva en nuestra Divina Voluntad, porque con Ella podemos hacer todo, poner fuera nuestras obras más bellas, mantener en vigor nuestra finalidad, formar de nuestro Ser cuantas Vidas queramos; sin Ella todo es obstáculo, queda impedido nuestro amor, nuestra potencia, quedan detenidas nuestras obras, se puede decir que quedamos el Dios mudo para las criaturas. Qué ingratitud, qué delito, reducirnos al silencio mientras queríamos honrar a las criaturas con nuestra Vida en ellas, como habitación de nuestras delicias y maravillas, nos han rechazado no dándonos la libertad de formarla, y en lugar nuestro han dado la habitación a las pasiones, al pecado y a los vicios más horribles. Pobre hombre sin nuestra Voluntad, sin finalidad divina, sería como si quisiera vivir sin respiro, sin latido, sin circulación de sangre, que son los fundamentos de la vida humana, ¿qué vida tendría? ¿No sería darse la muerte de un solo golpe? Tal sería nuestra Vida en la criatura sin nuestra Voluntad, estaríamos sin respiro, sin latido, sin movimiento, sin palabra, sería una vida desgarradora, oprimente, que terminaría por morir. Es verdad que con nuestra potencia e inmensidad envolvemos a todos, nos encontramos en todos y por todas partes, pero faltando nuestro Querer Divino en ellos jamás nos oyen hablar, no comprenden nada de nuestro Ser Supremo, viven en nuestra inmensidad porque ninguno puede escapar de Nosotros, pero faltándoles nuestro Querer no se sienten hijos nuestros, sino como extraños de Nosotros, ¡qué dolor, tener que decir tantas cosas y callar, poder obrar quién sabe cuántas maravillas y no poderlas hacer porque nuestra Voluntad no reina en ellos! Sin embargo nuestro amor es tanto que no se detiene, somos todo ojos para ver quién quiere vivir en Ella, somos todo oídos para escuchar quién la llama a vivir en ella, somos todo amor para apoyar nuestro gran amor sobre el pequeño amor de la criatura, y en cuanto la vemos dispuesta formamos nuestra Vida hablante y le narramos la historia de nuestra Voluntad, la larga historia de nuestro eterno amor, le decimos cuánto la amamos y le damos a conocer nuestros suspiros por querer ser amados, porque tú debes saber que cuando Nosotros amamos y no encontramos quién nos ama, nuestro amor no tiene dónde apoyarse para ser correspondido, por eso va errante, delira y desvaría, y si no encuentra aunque sea un pequeño te amo de criatura dónde apoyarse, se retira en Nosotros, donde tenemos nuestro centro de amor, pero con tal dolor que es incomprensible a mente creada, las penas del amor no correspondido son inenarrables, sobrepasan a todas las otras penas. Nosotros queremos dar siempre, estamos en acto continuo de dar, pero queremos encontrar su voluntad que quiera recibir, un deseo suyo, un suspiro, que forman el lugar, los pequeños apoyos donde debemos apoyar nuestra Voluntad y lo que queremos dar y hacer. Estos deseos y suspiros son como oídos que nos escuchan, como ojos que nos miran, corazones que nos aman, mentes que nos comprenden, y si no encontramos estos pequeños apoyos no podemos darle nada, y ella queda ciega, sorda, muda y sin corazón; así que nuestra Vida es puesta en fuga, replegándose en nuestras regiones celestiales”.
(3) Después he continuado pensando en la Divina Voluntad, me sentía toda investida por Ella y rogaba a mi amado Jesús que me ayudase y me tuviese encerrada en su corazón, a fin de que viviera y no conociera ninguna otra cosa sino solamente su Querer Divino, y Él, regresando, ha continuado diciéndome:
(4) “Hija mía, todo el bien de la criatura está ligado a mi Divina Voluntad, si se desliga de Ella todos sus bienes terminan. Tú debes saber que cada vez que se hace el humano querer se juega la Divina Voluntad con todos sus bienes, así que se pierde todo lo bello, todo lo que es santo y bueno, esto es una pérdida incalculable, la pobre criatura es arrojada en la miseria más escuálida, pierde los derechos a todos los bienes, es investida de tal infelicidad, que jamás le da paz, y si parece que tiene algún bien, es aparente y la termina de torturar. En cambio cada vez que con toda firmeza decide hacer mi Voluntad Divina, se juega el querer humano, las miserias, las pasiones, se juega todos los males, los miserables harapos, los vestidos sucios que le había formado la voluntad humana; qué feliz pérdida, perder los males, las miserias, es gloria, es victoria, es honor, pero perder los bienes es vileza y deshonor. Ahora mira, si la criatura quiere puede rehacerse de la gran pérdida que ha hecho de mi Voluntad con hacer la suya, mucho más que tendrá en su ayuda nuestra potencia, nuestro amor y nuestra misma Voluntad. Con adquirir de nuevo los derechos de todos los bienes, todos la defenderán para rehacerse del juego perdido”.
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35-7
Septiembre 12, 1937
Las verdades son los más grandes dones que Dios nos da. Parto Divino. Delirio extremo por querer vernos poseedores de sus dones. Su palabra es desahogo de amor. El gran bien de un acto hecho en la Divina Voluntad.
(1) Mi pobre mente está como asediada por la Divina Voluntad, quiere decir tanto de las verdades que le pertenecen, que yo no puedo contenerlas, porque mi capacidad es demasiado pequeña, y estoy obligada a decir: “Basta Jesús por ahora, Tú quieres decirme tanto, pero yo soy incapaz de retenerlas, no sabré decirlas todas, mucho menos escribirlas como Tú quieres”. Y mi dulce Jesús compadeciendo mi pequeñez, todo ternura me ha dicho:
(2) “Mi pequeña hija de mi Querer, no temas, tu pequeñez se pierde en mi Voluntad, y no eres tú quien debe manifestar sus verdades, sino que Ella misma tomará el empeño de hacerse narradora de lo que quiere hacer conocer, por eso investirá tu mente, se hará palabra sobre tus labios y se hará conocer, hará conocer quién es Ella; ciertamente que por ti misma no lo puedes hacer, pero siempre y cuando nos des tu voluntad en la nuestra, Nosotros remediaremos todo y haremos conocer lo que queremos decir. Tú debes saber que cuando queremos hacer un bien a las criaturas, decir una verdad, que es el bien más grande que podemos darles, porque con decirla, de esa misma verdad les hacemos don, primero lo maduramos en el seno de nuestra Divinidad, y cuando ya no podemos contenerlo más, porque nuestro amor es tanto que quiere ver aquel don poseído por las criaturas, nos hace llegar al desvarío, al delirio, y llega a hacernos languidecer porque quiere ver aquel bien transmitido a ellas; nos encontramos en las dolorosas condiciones de una pobre madre que habiendo formado su parto, si no lo saca a la luz se siente morir; Nosotros no podemos morir, pero si el bien que queremos dar como parto nuestro no lo sacamos a la luz, nuestro amor da en tales excesos, que si se pudieran ver por las criaturas, comprenderían cómo sabe amar un Dios y en qué estrechuras nos ponen cuando no reciben el bien que queremos darles, por eso cuando encontramos quien lo recibe, confirmamos el don, hacemos fiesta y nos sentimos victoriosos por el bien que le hemos dado, porque habiéndolo recibido una sola criatura, nuestro parto salido con tanto amor, por sí mismo se hará camino, girará por todas las criaturas y con su virtud generativa generará otros muchos partos, llenará todo el mundo, y Nosotros tendremos la gran gloria de ver llenos cielos y tierra de nuestro don, de nuestros bienes, y poseedores de quien lo quiere recibir. Oiremos por todas partes las voces amorosas, las notas de nuestro amor hablante, que nos dan la correspondencia a nuestro amor reprimido, porque no podíamos sacar a la luz este parto nuestro si no encontráramos al menos una criatura que lo quisiera recibir. Para Nosotros el hacer el bien es pasión, el dar es delirio continuo de nuestro amor, y al encontrar quién lo reciba sentimos en el don nuestra Vida y nuestro reposo. Por eso, a la que como primera se presta a recibir nuestro parto, la amamos tanto que nos fiamos de ella, la hacemos nuestra secretaria, y ella, al verse tan amada por Nosotros, toma el empeño de amarnos por todos, y ¡oh! la competencia que se forma entre ella y Nosotros. Tú debes saber que cada palabra nuestra es un desahogo de amor que hacemos con la criatura, así que cada palabra dicha sobre nuestra Voluntad Divina es un desahogo de amor que hemos hecho, y recibiendo refrigerio por este desahogo hemos continuado hablando, para formar la cadena de nuestros desahogos de amor, porque era un amor reprimido que teníamos en Nosotros, y si tú supieras qué significa este nuestro desahogo de amor, los bienes que hace; este nuestro desahogo de amor llena cielos y tierra, inviste a todos, embalsama las penas, se hace día en la noche de la culpa, convierte los pecadores, refuerza a quien titubea en el bien, reafirma a los buenos, en suma, no hay bien que no pueda hacer una palabra nuestra que contenga un desahogo de nuestro amor. Así que el hacernos hablar es el más grande bien que se pueda hacer a las criaturas, y nuestro amor correspondido y el dar Vida Divina a las criaturas es la más grande gloria que podemos recibir. ¿Qué cosa no puede hacer una palabra nuestra? Todo, y quien está dispuesto a escucharla, se puede decir que da vida a nuestra palabra, porque Nosotros jamás hablamos si no encontramos quién quiera escucharnos. Por eso, quien nos escucha nos ama tanto, que sentimos como si nos quisiera dar vida en medio a las criaturas, y Nosotros le damos nuestra Vida a su disposición. Por eso sé atenta a escucharnos, haznos desahogar en amor, porque muchas veces cuando no tenemos con quien hacer estos desahogos de amor, justamente se convierten en justicia”.
(3) Jesús ha hecho silencio, pero quién puede decir qué cosa ha quedado en mi mente, no tengo palabras para expresarlo, por eso mejor termino y me abandono en los brazos de Jesús para reposarme junto con Él, que me ama tanto y tanto quiere ser amado, que me da todo Sí mismo, para ser amado como Él me ama. Después seguía mi giro en la Creación para encontrar los actos hechos por el Querer Divino, hacerlos míos para poderlo amar como Él me ha amado, y llegando al cielo azul pensaba entre mí: “Este cielo sirve como techo a los habitantes de la tierra, y como piso a los habitantes del Cielo, entonces, como sirve a todos, todos están obligados a adorar a Aquél que con tanto amor ha creado este cielo para dárnoslo”. Así que llamaba a todos los ángeles, a los santos y a todos los habitantes de la tierra junto conmigo, para que todos unidos correspondiéramos en amor, en adoración, gloria y agradecimientos a nuestro Creador, porque nos ha amado tanto que nos ha dado este cielo; en el Querer Divino yo llamaba, abrazaba a todos, y como si fuesen uno solo amaban junto conmigo. El dulce Jesús ha quedado correspondido en amor por tantas voces, y con un amor indecible me ha dicho:
(4) “Hija mía, es tanta la potencia de un acto hecho en mi Querer, que llega a lo increíble; conforme tú llamabas a todos me he sentido amado por todos, y teniendo tú una voluntad libre y meritoria, en cuanto tú has hecho tu acto, mi Voluntad ha hecho salir de Sí un amor, una gloria, una felicidad mayor, de la cual todos se han sentido investidos, y los ángeles y santos sienten una gloria y felicidad mayor y se sienten más amados por Dios, la tierra recibe más ayudas, más gracias, según sus disposiciones. Todos los actos hechos en mi Querer reciben este gran bien, porque mi Voluntad es de todos, y todos tienen derecho a aquel acto, y como es un acto de un viador, que es lo que hace que corra el mérito en todo lo que hace de bien, el mérito se vuelve mérito común, y por lo tanto, alegrías, amor y gloria comunes, y si tú supieras qué significa ser más amado por Dios, qué significa alegrías y gloria que da un Dios, ¡oh! cómo estarías más atenta; los ángeles, los santos, que sí lo saben, suspiran por tu llamada para tener este gran bien, y cuando tú no los llamas, presurosos dicen: ‘¿No nos llama hoy?’ Así que tú estás en la tierra y tu mérito corre en el Cielo para dar nuevo amor y nueva felicidad a los habitantes celestiales. ¡Oh!, cómo quisiera que todos conocieran qué significa obrar en mi Voluntad, porque el conocimiento es como el apetito, que hace desear y saborear el alimento que se come, en cambio sin el apetito se siente aversión a esa misma comida y no se saborea. Tal es el conocimiento, es el portador de mis dones, del bien que quiero hacer a las criaturas, es la confirmación de la posesión. Además, el conocimiento genera la estima, el aprecio a mis verdades, y Yo solamente hablo cuando sé que mis palabras son amadas, escuchadas y apreciadas, es más, cuando veo la estima, el amor, me siento atraído por mi mismo amor a manifestar otras verdades, pero si esto no veo, hago silencio y siento el dolor de mi amor reprimido. Tú no me harás esto, ¿no es verdad?”
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35-8
Septiembre 20, 1937
La Divina Voluntad no se detiene jamás y sella con su eterno amor todo el obrar de la criatura. Intercambio de imitación y de vida entre el Creador y la criatura.
(1) Mi vuelo continúa en el Fiat Divino y, ¡oh! cómo se muestra contento al tener a su criatura en su regazo, con el estar siempre juntos y que obre junto con Él, la compañía de la criatura lo vuelve más feliz de lo que es, porque encuentra quién lo mira, quién lo ama, quién quisiera igualarlo en ser toda suya como el Querer Divino lo es de la criatura; si ama, encuentra quién lo ama; si obra, encuentra quién recibe sus obras; si es ofendido, encuentra quién lo defiende, y muchas veces le hace cambiar la justicia en gracias, por eso todas las estratagemas de amor las hace con esta criatura. Pero mientras mi mente se perdía en el Querer Divino, mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, todo amor me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, el amor de mi Querer no se detiene jamás, va buscando siempre nuevos reencuentros, nuevas invenciones de amor, es más, llega a encerrar a quien vive en Él en los íntimos escondites de sus secretos amorosos, y le hace ver su íntima creación de siempre nuevo y creciente amor, con el cual mantiene a los bienaventurados y a los viadores como dentro de un solo aliento de amor, le descubre nuevos arcanos celestiales de nuestra Divinidad, le da nuevas noticias de hasta dónde puede llegar su potencia amorosa, sus prodigios que puede obrar en quien vive en Él. Siempre y cuando la encuentre en su Voluntad, toma gusto en decirle siempre cosas nuevas y darle nuevas sorpresas de amor; es más, escucha lo que hace: Se empequeñece en la criatura y al mismo tiempo permanece inmenso, y ama en ella para decir: ‘¡Ah! la criatura me ama como la sé amar Yo’. Y como nada entra en Nosotros que no sea amor, esta mi Voluntad, como empequeñecida en la criatura, todo lo que ella hace lo convierte en amor, si reza, si adora, si obra, convierte todo en amor, y con una potencia toda divina, mi misma Voluntad conduce estos actos de la criatura al seno de nuestra Divinidad y toman su puesto en nuestro amor, y Nosotros estos actos los vemos que son actos nuestros, y sentimos en ellos la plegaria eterna de nuestro amor, nuestra adoración toda de amor, nuestras obras eternas de amor y, ¡oh! cómo quedamos glorificados y felices porque la criatura puede decirnos: ‘Mi oración, mi adoración, mis actos, son eternos y están investidos por vuestro eterno amor, así me los ha hecho vuestra Voluntad Divina, por eso te amo como Tú me amas’. Y es propiamente esta nuestra locura, nuestro delirio de amor, que queremos hacer y amar en la criatura como hacemos y amamos en Nosotros mismos, pero sólo nuestra Voluntad reinante y obrante en ella puede llegar a tanto, porque Nosotros, si nos abajamos, no es para perder nuestro Ser Divino en lo finito, sino para elevar a la criatura a lo infinito y darle de lo nuestro, y sellar sus más pequeños actos, aun su respiro, su movimiento, con nuestro eterno amor, a fin de que sintamos en ella nuestro respiro de eterno amor, nuestro movimiento en el suyo, que no se mueve si no hace brotar amor. Por eso toda la Creación no fue otra cosa que un desahogo de amor, queríamos hermanarnos con nuestras obras, con las criaturas que sacábamos a la luz para amarnos con un solo amor. Hija mía, qué dolor al no haber sido comprendido esto por las criaturas, por eso no podemos tener el bien de decirle quiénes somos, de hacernos conocer y decirle que no somos otra cosa que amor, y que queremos dar amor para recibir amor; cómo quisiera que todos lo supieran”.
(3) Jesús ha hecho silencio como ahogado en sus llamas de amor, después, como si tuviera necesidad de desahogarse aún, ha vuelto a decir suspirando, como si quisiera incendiar a todo el mundo con su amor:
(4) “Escucha hija mía otra sorpresa más grande de nuestro intenso amor, y hasta dónde llegan nuestros delirios de amor: Nuestro Ente Supremo ama tanto a la criatura, que llegamos al exceso de imitarla, nos empequeñecemos, nos encerramos en ella y queremos caminar con sus pies, obrar con sus manos, hablar con su boca, mirar con sus ojos, pensar con su inteligencia, latir y amar en su corazón. Así que para hacer en todo lo que hace y como lo hace la criatura, queremos tener pies, manos, boca, ojos y corazón como los tiene la criatura, y esto se lo pedimos a ella como si Nosotros no fuéramos los dueños absolutos de todo, y le decimos: ‘Amémonos, Nosotros te damos de lo nuestro y tú danos de lo tuyo’. Porque nuestro Ser Supremo, siendo purísimo Espíritu, es paso sin pies, sin caminar se encuentra por todas partes; hace todo, obra todo sin necesidad de manos; es palabra sin boca; es luz, ve todo sin ojos. Y como la amamos mucho nos agrada imitarla, y esto es un invento inmenso de nuestro amor que sólo un Dios puede hacerlo. Ahora, para poder decirle a la criatura, tú debes imitarnos, debes hacer como Nosotros hacemos, le decimos: ‘Queremos imitarte y hacer como haces tú’. Además, es criatura nuestra, obra de nuestras manos creadoras, salida de Nosotros, de dentro de la potencia de nuestro amor creante, por eso no es maravilla si queremos descender en ella como para imitarla y hacer lo que hace y como lo hace ella, esto no es otra cosa que honrarnos a Nosotros mismos y dar mayor importancia a nuestras obras; pero esto solamente lo podemos hacer en la criatura donde reina nuestra Voluntad, en ella todo podemos hacer, desahogarnos en amor, imitarnos recíprocamente, porque en todo se presta a hacer lo que Nosotros queremos; en cambio donde no reina nuestra Voluntad, podemos decir que no podemos hacer nada.
(5) Ahora escucha otra sorpresa de amor que llega a lo increíble. Cuando la criatura nos ha dado la libertad de imitarla, nos ha dado Vida en ella, nos ha dado los pies, las manos, la boca, Nosotros la llamamos a nuestra imitación, y haciéndola entrar en nuestro Ser Divino, la potencia de nuestro Fiat le da el paso sin pies y la hace encontrarse por todas partes, en los ángeles, en los santos, en la Celestial Reina, hasta en nuestro seno divino, y ¡oh! cómo estamos contentos, la criatura no más cercada por la naturaleza humana, sino libre junto con Nosotros, que obra sin manos, habla sin boca, y ¡oh! cuántas palabras, con nuestra palabra nos dice la larga historia de nuestro amor y de nuestro Fiat obrante; siente verterse en ella nuestra eterna sabiduría, y ¡oh! cuántas cosas nos dice de nuestro Ser Divino, habla, habla siempre, y ¡oh! cómo gozamos al escuchar narrar por la criatura lo que Nosotros somos, y tomada por nuestras mismas llamas de amor siente la necesidad de amarnos sin corazón, porque el corazón tiene sus límites, mientras que nuestro amor sin corazón no tiene límites, es inmenso, y la criatura se desembaraza del corazón y ama en nuestro amor infinito. Mira hija mía, ¿se pueden dar sorpresas de amor más bellas que éstas? ¿Sentir el placer, el gusto de imitarla, hacer lo que ella hace como pretexto de amor para luego llamarla a imitarnos y para hacerla hacer lo que hacemos Nosotros? Los abismos de nuestro amor son tantos, y lo que es más, va buscando siempre nuevos inventos de amor”.
(6) Yo no sé decir qué cosa sentía en mi mente, una inmensidad de luz que convirtiéndose en palabras decían tantos inventos de amor de mi Creador; y mi dulce Jesús ha agregado:
(7) “Hija mía, escúchame un poco más, nuestro amor es tanto, que parece que no nos da paz si no hacemos nuevas invenciones de amor para amar y hacernos amar, si esto no hiciéramos nos condenaríamos al ocio, lo que no puede ser en nuestro Ente Supremo porque somos un acto continuado de amor que siempre arde, de obras que nunca tienen fin, nuestra sabiduría es tanta, que siempre hace cosas nuevas. Ahora, en la criatura en la que reina nuestra Voluntad nos encerramos en ella y damos amplio desahogo a nuestro amor, concentramos todo lo que hemos hecho, hacemos, y todo lo que haremos, repetimos en el alma nuestras obras más bellas, nuestros desahogos de amor, las nuevas invenciones de nuestra sabiduría, que sabe hacer tantas, que a la criatura no le es dado el numerarlas todas, y ¡oh! cuántas escenas conmovedoras hacemos, la criatura se convierte en nuestro teatro de amor, en el depósito de nuestras obras que jamás cesan de obrar, en el refugio de nuestras delicias, alegrías, felicidad, en el escondite de nuestros secretos y arcanos celestiales, en la exposición de nuestras variadas bellezas, ¿pero sabes tú para qué? Para gozárnoslas juntos, porque donde reina nuestra Voluntad nada debe faltar de nuestras obras, Ella nos encierra en el alma y nos hace hacer en ella lo que hacemos en Nosotros mismos, y esto porque queremos que sepa quiénes somos Nosotros, qué sabemos hacer, cómo amamos, y para darle una prueba más cierta le damos nuestro amor, la hacemos amar como amamos Nosotros, a fin de que toque con sus propias manos cómo ama y sabe amar un Dios, y para gozar juntos la hacemos hacer juntos lo que hacemos Nosotros. Esto no te debe maravillar, esta es la naturaleza de nuestra Voluntad y del verdadero amor, unificar a la criatura con Nosotros, amarla y hacernos amar por ella como Nosotros la amamos; las disparidades no deben existir, de otra manera sería hacer infeliz a la criatura, viendo que Nosotros la amamos tanto y ella no; al ver que Nosotros sabemos hacer tantas cosas, y ella que no sabe hacer nada, pobre hija, estaría en nuestro Ser Divino bajo el peso de una profunda humillación, como extraña, sin confianza, como una pobre delante a un rico; estas cosas Nosotros no las sabemos hacer, si está con Nosotros, lo que es nuestro debe ser suyo, el vivir en nuestro Fiat es unidad, obras y alegrías comunes, y es esto lo que nos hace más felices y nos da un amplio campo al desahogo de nuestro amor”.
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35-9
Septiembre 26, 1937
Dios siempre da dones a la criatura sin cesar jamás. Dones que hace a quien vive en su Querer. La Vida palpitante de Dios. La pequeña vencedora.
(1) Mi vuelo en el Querer Divino continúa, y yo quedo asombrada al ver que siempre quiere darme, y como yo soy pequeña no me es dado el encerrar en mí su inmensidad, y Él, con una paciencia y un amor invencibles, espera a que yo encierre en mí las verdades que me ha dicho, cortejadas con sus gracias para hacerme tomar posesión de ellas, y en cuanto me ve poseedora de inmediato se pone en actitud de quererme dar y decir cosas aún más sorprendentes. ¡Oh, Voluntad de Dios, cuánto me amas! ¿Cómo podré corresponderte? Y mi amable Jesús haciéndome su acostumbrada visita, todo bondad me ha dicho:
(2) “Hija bendita, es nuestra Divinidad que posee en su naturaleza el querer siempre dar; así como tú posees el respiro que quiere siempre respirar aunque tú no lo quisieras, así Nosotros poseemos el acto continuo de siempre dar, y si la criatura, ingrata, no toma lo que Nosotros damos, todo queda en torno a Nosotros para exaltar y alabarnos la perfección, la bondad, la santidad, la liberalidad de nuestro Ente Supremo, todo queda como triunfo de nuestro amor y como prueba de cuánto amamos a la criatura, y esperamos con una paciencia que sólo Nosotros podemos tener, a otras criaturas que tomen lo que las otras nos han rechazado. Es tanto nuestro amor, que nos adaptamos a la criatura en darle poco a poco, porque siendo pequeña no puede tomar todo junto lo que le queremos dar, pero nuestro dar debe ser continuo, nos sentiríamos como si nos faltara o se nos sofocara el respiro si no diéramos. Nuestra Divina Voluntad quiere ser vida de la criatura, el acto más grande, el amor más exuberante que sólo un Dios puede y sabe hacer. Ahora, para hacerse poseer, nuestra Voluntad le da a la criatura el don de su virtud suplicante, y Ella se pone a la cabeza para confirmar este don, y hace suplicar a todas las cosas creadas, se impone sobre nuestro amor, sobre nuestra potencia y nuestra bondad, y hace rogar a nuestro amor, a nuestra potencia y bondad, y todos nuestros atributos ruegan, aun la justicia, la misericordia, nuestra fuerza se cambian en ruegos, ninguno puede faltar cuando nuestra Voluntad quiere que hagamos un acto y que se haga un don, todo y todos doblamos las rodillas para hacer lo que Ella quiere. Cuando todos han suplicado, aun nuestros atributos divinos, confirmamos el don, la plegaria de esta criatura se vuelve universal, y cada vez que ruega tiene tal potencia, que todas nuestras cosas ruegan, aun nuestros atributos, porque en el don le ha sido dado el derecho sobre todos, ¿qué cosa no se puede obtener con este don de la plegaria suplicante? Se puede decir que los Cielos se mueven, nuestro mismo Ser se siente vencido, atado, y cede.
(3) Al don suplicante paso a hacerle el don del amor, y para confirmarla en el amor, ama con un nuevo amor en el sol, en el cielo, en las estrellas, en el viento, hasta en nuestro Ser Divino, de modo que adquiere el derecho de amar a todos y de ser amada por todos con un nuevo amor continuo, y si tú supieras qué significa ser amado con un amor siempre creciente y nuevo por todos, y tener el poder de amar con creciente y nuevo amor a todo, poder decir a tu Creador: ‘Creciente y siempre nuevo es tu amor por mí, creciente y siempre nuevo es mi amor por Ti’. Este amor sobrepasa los Cielos, llena la patria celestial, y sus olas van a romper y descargarse en nuestro seno divino y, ¡oh! las maravillas que suceden, todos quedan asombrados y glorifican a mi Querer Divino por el don tan grande que da a las criaturas. Ahora, conforme le hacemos el don ensanchamos su capacidad, de modo que ella comprende el don que ha recibido y hace uso del don.
(4) Después pasamos a hacerle el don de la inseparabilidad, de la unión con Dios, con el que llega a sentir más nuestra Vida que la suya, Dios se vuelve para ella su actor y espectador, y ella queda como la portadora de su Creador, viviendo con su misma Vida, con su amor y potencia. Con este don todo es suyo, tiene derecho sobre todo, y Nosotros cuando la vemos poseedora, agregamos el don de volverla triunfadora sobre todo: Triunfadora sobre sí misma, triunfadora sobre Dios, todo es triunfo en ella, triunfo de gracia, de santidad, de amor, y la llamamos nuestra vencedora; sobre todo la hacemos vencer, porque es don que le hemos dado, y cuando Nosotros damos queremos ver los frutos que nuestro don contiene. Así que en cada acto que hace en nuestro Querer, en cada palabra, obra y paso, se forman entre ella y Nosotros tantas distintas armonías, una más bella que la otra, nos tiene siempre ocupados, y es tanto nuestro amor, que la circundamos en el exterior con todas nuestras obras, y en el interior la investimos y repetimos todos nuestros actos que han sido portadores de vida: La Vida de la Reina, la Vida del Verbo en la tierra, que fue un exceso de amor continuo que daba vida nueva a todos. Así que damos siempre, no terminamos jamás; quien vive en nuestro Querer es el pleno día de nuestras obras continuas, y nuestra vida que palpita y repite nuestros actos que están siempre en acto sin cesar jamás, por eso es nuestro triunfo y nuestra pequeña vencedora, y es éste nuestro delirio de amor: ‘Que queremos ser vencidos por la criatura’. Cuando ella vence, nuestro amor se desahoga y nuestros desvaríos y delirios encuentran la vida en la criatura y se reposan”.
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35-10
Octubre 3, 1937
Prodigios de la Creación. Dosis de potencia y de santidad que Dios ponía fuera por amor del hombre. Los actos hechos en el Fiat serán siempre nuevos, pero distintos y bellos uno más que el otro. Estos actos encerrarán todo y formarán los mares, las obras, los pasos hablantes de su Creador.
(1) Estaba haciendo mi giro en la Creación para encontrar todos los actos del Querer Divino para hacerlos míos, abrazarlos, adorarlos y poner en ellos mi pequeño te amo como reconocimiento de cuánto me ha amado y obrado por mí y por todos, y, ¡oh, cuántas sorpresas, cuántas cosas nuevas se comprenden, cuántos secretos divinos contienen las cosas creadas de su Creador! Y mi siempre amable Jesús visitando mi pequeña alma, viéndome sorprendida me ha dicho:
(2) “Hija mía, nuestras obras son siempre nuevas y armonizan con su Creador, hay tal armonía entre ellas y Nosotros, que siempre saben decir cosas nuevas de Aquél que las ha creado, mucho más, pues siendo inseparables de Nosotros reciben el nuevo contacto de nuestro Ser Divino, por eso tú al seguir los actos de mi Querer Divino encuentras siempre nuevas sorpresas y comprendes cosas nuevas que nuestras obras poseen. Ahora, tú debes saber que cuando sacamos la Creación de dentro del seno de nuestra Divinidad, porque ‘ab eterno’ estaba dentro de Nosotros, al sacarla fuera nuestro Fiat, dentro de un mar de amor poníamos fuera todo lo que la criatura debía hacer, así que todo salió de Nosotros, nos hacíamos proveedores de todo lo que ella debía hacer, por eso toda la Creación está llena de todas las obras que se deben hacer, hasta el último de los hombres, y si bien invisibles a los ojos humanos, pero visibles y palpitantes para Nosotros en nuestra Voluntad, lo que forma una creación más bella que la misma Creación, por lo cual es tanto nuestro amor, que mientras ocupa toda la atmósfera, al mismo tiempo la llevamos en nuestro seno divino, y conforme sacamos a la luz del día a las criaturas, así comenzamos a proveerlas con nuestras manos creadoras de las obras que deben hacer; al principio de cada acto que la criatura debe hacer ponemos como fundamento la Vida de nuestro Fiat, y por alimento del acto nuestro amor, porque Nosotros no hacemos nada, ni damos nada, si no tiene por principio nuestro Querer y por alimento y ajuar a nuestro amor; no serían obras dignas de nuestra Majestad Suprema el proveer obras que no den Vida nuestra y que no posean nuestro alimento, cual es el amor. Toda la Creación era un parto, con todos los actos que debían hacer las generaciones humanas, que ‘ab eterno’ teníamos en nuestro Seno Divino, y que no pudiendo contenerlo más, porque nuestro amor sentía la necesidad de ponerlo fuera pues quería desahogarse, y como cuando hacemos un acto hacemos un acto completo, por eso poniendo fuera a la Creación sacábamos junto todo lo que debía hacer la criatura. Nuestro Fiat Divino encerrando todo en Sí mismo, Creación y actos humanos, se ponía a la expectativa de sacar a la criatura a la luz del día para suministrarle los actos que a ella le pertenecían. ¿No es esto un amor exuberante que solamente un Dios podía tener: Ordenar, formar los actos y después sacar a la luz a aquélla a la que debían servir estos actos como formación de santidad, de amor, de gloria, para sí y de Aquél que la había creado? Pero esto no es todo, nuestro amor no se detiene jamás, conforme sacó este parto nuestro, poníamos fuera de Nosotros una dosis de nuestra potencia para sostener a la criatura y a sus actos, armándola y cortejándola de potencia divina, así que tiene nuestra potencia que la sostiene; poníamos fuera también una dosis de nuestra sabiduría, con la cual debía estar animada su inteligencia y todos sus actos, por eso si en la criatura se ven nuevas ciencias, nuevos inventos, descubrimientos que llegan a lo increíble, es por nuestra sabiduría que la inviste; también poníamos fuera una dosis de amor, de santidad, de bondad y de todos nuestros atributos para suministrarle el amor, la santidad, la bondad y así de todo lo demás. La criatura no existía aún, y Nosotros ya estábamos ocupados en ella; mirábamos con complacencia en ella nuestra potencia, sabiduría, amor, santidad y bondad, nos poníamos a su disposición para hacerla lo más bella que podíamos, y poder decirle: ‘Nos semejas en todo, más bella no te podíamos hacer’. Este poner fuera nuestras cualidades divinas y todos sus actos que debía hacer, antes de que el hombre viniese a la luz del tiempo, fue para Nosotros un amor tan intenso que llega a lo increíble, e íbamos diciendo en nuestro delirio de amor: ‘¡Oh hombre, cuánto te amo! Te amo en mi potencia, te amo en mi sabiduría, en mi amor, en mi santidad, te amo en mi bondad, en los mismos actos que harás, te amo tanto que los pongo todos en espera de ti; mi Querer Divino al cual todo confiamos, nuestras dotes divinas y tus mismos actos que serán ya tuyos, está en acto de darlos como desahogo de su amor por ti’.
(3) Ahora, tú debes saber que nuestro Ser Supremo posee como en naturaleza suya un acto siempre nuevo, por lo cual estos actos establecidos para cada una de las criaturas serán nuevos y distintos uno del otro, distintos en la santidad, siempre nuevos en la belleza, uno más bello que el otro, nuevos en el amor, en la potencia, nuevos en la bondad, son actos formados y alimentados por Nosotros, por lo que poseen todas nuestras características, todos bellos, variados en la santidad, en el amor, en la belleza, pero el uno no es como el otro, serán ellos nuestro orden, el tipo de las variadas bellezas nuestras, la fecundidad de nuestro amor, la armonía de nuestra sabiduría, como se ve en la Creación, en que todas nuestras obras, todas, son bellas, pero el cielo no es sol, el viento no es mar, las flores no son frutos, pero por cuan distintas sean entre ellas, todas son bellas, es más, forman la armonía de las variadas bellezas, verdadera imagen de los actos y de las mismas criaturas. Tú debes saber que estos actos en mi Voluntad Divina forman un ejército de nuevas bellezas, de nuevo amor y santidad, que Nosotros sólo con mirarlos nos sentimos raptados, y esperamos con ansia que vengan las criaturas que poseyendo nuestro Querer serán proveídas con ellas, y las poseerán. Ve entonces cómo es cierto que debe venir su reino a la tierra, pues ya están los actos, y entonces saldrán de su prisión de dentro de mi Querer como noble ejército que se harán poseer por las criaturas. Hija mía, de dentro de mi Fiat salió la Creación, y todos y todo en mi Querer me debe regresar como obra digna de nuestra potencia, entonces quedaremos plenamente glorificados cuando nos reconozcamos a Nosotros mismos en la criatura y en sus actos. Todo podemos dar y ella todo puede recibir, siempre y cuando reine nuestro Querer Divino en ella, en cambio si Él no reina se forma un abismo de distancia entre ella y Nosotros, y nada podemos darle. Pero no es todo aun hija mía, pues como es decisión firme el dar el reino de nuestro Querer a las criaturas, queremos que conozca los bienes que hay en Él, y hasta dónde pueden llegar sus actos hechos en nuestro Querer Divino, porque si no conocen sus bienes tendremos hijos ciegos, sordos, mudos, que no saben hablar de su Creador, y no conociéndolos, ni siquiera amarán y apreciarán los mismos bienes que poseen; en nuestro Querer todos tienen vista clara, oído fino y palabra animada por la fuerza creadora, por lo tanto tendrán un hablar que tendrá siempre qué decir, y todos quedarán estupefactos, y los mismos Cielos, complacidos, se abajarán a escucharlos. Los hijos de mi Voluntad serán la alegría de todos y los verdaderos narradores de su Creador, sólo entonces encontraremos quién sepa hablar de Nosotros, porque no hablarán ellos, sino nuestra misma Voluntad será la que hablará en ellos, la cual es la única que puede y sabe hablar de nuestro Ente Supremo, por eso continúa escuchándome. Cuando la criatura posea nuestro Querer, todos sus actos, pequeños y grandes, humanos y espirituales, serán animados por mi Voluntad, y así, animados por Ella se elevarán entre el Cielo y la tierra, investirán y entrelazarán juntos el cielo, el sol, las estrellas, la Creación toda; se elevarán más arriba e investirán todos los actos de la Reina del Cielo, fundiéndose con ellos, tendrán la potencia de investir los actos de nuestra Divinidad, nuestras alegrías y bienaventuranzas, las de todos los santos; y cuando todo hayan encerrado en sus actos, sin que nada quede fuera de ellos, victoriosos se presentarán ante nuestra Majestad Divina y nos los ofrecerán como actos completos a los que nada falta, y ¡oh, cuál será nuestra alegría, nuestra gloria, al encontrar en estos actos al cielo, al sol, todos los actos de la Reina del Cielo, el amor con el cual Ella nos amó, a todos nuestros actos, nuestras alegrías, nuestro amor que jamás cesa! Estos actos hechos en nuestro Querer Divino nos duplican la gloria de la Creación; duplican la gloria, el amor que nos dio la Soberana Reina; duplican nuestra gloria y la de todos los santos; basta decir que ha entrado nuestra Voluntad de por medio para decir todo y que encierra todo. Ella, donde entra sabe hacer furor de amor, de gloria y de concentración de todo, porque todo es suyo, y por eso tiene derecho sobre todo. Ahora, las maravillas que forman en el alma estos actos hechos en nuestro Querer, son indecibles, nuestro Fiat Divino se sirve de ellos para formar por su medio mares de amor, pero no mares que murmuran, sino mares que hablan, y hablan con tal elocuencia de nuestro amor, que nos agrada tanto que queremos estar siempre escuchándolos, sus voces son heridas que nos manda, sus palabras son dardos, tienen qué decir sobre la historia de nuestro amor, y como nos agrada tanto estamos siempre atentos para escucharla, porque nada queremos perdernos de lo que concierne a nuestro amor. Cómo es bello oír que la criatura tiene nuestro mar de amor hablante, que habla siempre de nuestro amor. Así que mi Voluntad siendo poseedora de quien vive en Ella, en ella hace de todos las formas, forma las obras que hablan de nuestras obras, los pasos que hablan de nuestros caminos, en suma, como nuestra Voluntad es palabra, donde Ella reina da la palabra a todo lo que hace la criatura y forma de esos actos un prodigio divino. Por eso no hay cosa más grande, más santa, más bella y que más nos glorifica, que el vivir en nuestra Voluntad, ni hay bien mayor que podamos dar a las criaturas que éste. Por eso sé atenta y sígueme si no quieres detener mi hablar”.
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35-11
Octubre 12, 1937
Para quien vive en el Querer Divino, sus oraciones son órdenes, sus actos son mensajeros entre el Cielo y la tierra. Para quien vive en el Querer Divino, todas las cosas se vuelven Voluntad Divina.
(1) Estoy en poder de la Divina Voluntad, siento sus ansias, sus delirios de amor porque quiere hacerse conocer, no para hacerse temer, sino para hacerse amar, poseer, identificarse, para decir a la criatura: “Hagamos vida juntos, de modo que lo que hago Yo hagas tú. Siento que mi amor me da la necesidad de vivir corazón con corazón, más bien con un solo corazón contigo. ¡Ah! no me niegues tu compañía, sé que muchas cosas te faltan para vivir junto Conmigo, pero no temas, Yo pensaré en todo, te vestiré con mis vestiduras reales de luz, te armaré con mi potencia, te haré alarde de mi amor haciendo correr en tus más íntimas fibras la Vida, el amor de mi Voluntad, basta con que tú lo quieras y todo está hecho”. Yo he quedado sorprendida y pedía que me diese la gracia de vivir de Voluntad Divina, porque mucho temía de mí misma, y mi dulce Jesús haciéndome su breve visita, todo bondad me ha dicho:
(2) “Mi pequeña hija de mi Querer, ¿por qué temes? En mi Voluntad no hay temores sino sumo amor, ánimo y firmeza, y decidida una vez no se cambia jamás, tanto, que para quien vive en Ella sus plegarias no son ruegos sino órdenes, y ella misma como dueña puede tomar lo que quiere, ponemos todo a su disposición, y esto porque todo en ella es sagrado, todo es santo, mucho más que viviendo en nuestro Querer no querrá ni nos ordenará sino lo que queremos Nosotros, por eso sus órdenes nos deleitan, nos hacen gozar y Nosotros mismos le decimos: ‘Toma, ¿qué otra cosa quieres? Es más, por cuanto más tomes más nos harás felices’. Cuando la criatura quiere nuestra Voluntad, todos sus actos son como tantos mensajeros entre el Cielo y la tierra, descienden y suben continuamente, haciéndola ahora de mensajeros de paz, ahora de mensajeros de amor, ahora de gloria, y a veces llegan a ordenar a la divina justicia que se detenga, tomando sobre de ellos su justo furor. Cuánto bien hacen estos mensajeros, cuando los vemos venir ante nuestro trono nos reconocemos a Nosotros mismos en estos actos, que disfrazados por los velos humanos de los actos de la criatura esconden nuestra Voluntad, pero es siempre Ella, y complaciéndonos decimos: ‘Cuánto arte de amor tiene, se esconde en los actos de la criatura para no hacerse conocer’. Pero Nosotros la conocemos igual, y amando también Nosotros la hacemos hacer lo que quiere; por eso a estos actos los llamamos actos nuestros, y por tales los reconocemos, sólo que la criatura ha concurrido, y con sus actos les ha dado como los vestidos para cubrirse, por eso ella es el apoyo donde se apoya mi Voluntad Divina, y donde se deleita desenvolviendo su Vida, haciendo prodigios inauditos, escondiéndose en la criatura, como cubriéndose de sus vestidos, mucho más que la Creación, todas las criaturas, tuvieron origen de su Fiat, viven, crecen y son conservadas en Él, Él es actor y espectador de todos sus actos, cumplirán su vida en el Fiat y volará al Cielo en un acto querido por su Querer; así que todo es suyo, todos los derechos son suyos, ninguno puede escapársele, la única diferencia, es que quien vive en Él hace vida junto, lo conoce, está al día de lo que hace, lo alegra con su compañía, forma su alegría y la confirmación de lo que quiere hacer mi Voluntad en ella. En cambio, quien no vive en Él no lo conoce, queda aislado y forma su dolor continuo”.
(3) Después de esto ha agregado con una ternura de amor indecible:
(4) “Hija mía bendita, cómo es bello el vivir en mi Querer, esta criatura nos tiene siempre en fiesta, ella no conoce ninguna otra cosa sino sólo nuestra Voluntad, y todo se vuelve para ella Voluntad de Dios: El dolor, Voluntad Divina; la alegría, su latido, el respiro, el movimiento, se vuelven Voluntad Divina; sus pasos, sus obras, sienten los pasos de mi Querer y la santidad de las obras de mi Fiat; el alimento que toma, el sueño, las cosas más naturales se vuelven para ella Voluntad de Dios; lo ve, siente, oye y toca, ve, siente, oye y toca la Vida palpitante de mi Querer; mi Voluntad la tiene tan ocupada e investida de Ella, que celosa no permite que ni siquiera el aire no sea Voluntad Divina. Y como para ella todo es Voluntad nuestra, así para Nosotros, nos la sentimos en todo nuestro Ser Divino, en el latido, en el movimiento, no sabemos hacer nada, ni queremos hacer nada sin quien vive en nuestro Querer; nuestro amor es tanto que la hacemos correr en todas nuestras obras, y junto con Nosotros mantiene y participa en nuestro acto creante y conservante, así que está junto con Nosotros para hacer lo que hacemos Nosotros, y querer lo que queremos Nosotros; no podemos dejarla a un lado siendo una la Voluntad que poseemos, uno el amor, uno el acto que hacemos, y es propiamente esto el vivir en nuestro Querer, vivir siempre juntos, hacer una sola cosa; era esta la necesidad que sentía nuestro amor, tener la compañía de la criatura, alegrarnos juntos, tenerla en nuestro regazo para hacernos felices juntos, y como la criatura es pequeña le queremos dar nuestra Voluntad para tener ocasión en cada acto suyo de darle nuestra Vida, nuestro acto, nuestros modos, Nosotros por naturaleza y ella por gracia; y ésta es nuestra alegría, la gloria más grande para Nosotros, ¿te parece poco dar nuestro Ser y que la criatura no pudiendo contenerlo, porque es pequeña, nos lo dé nuevamente junto con ella, y Nosotros de nuevo volvemos a darnos? Es un continuo darnos mutuamente, y esto hace surgir tal amor y gloria que nos sentimos como pagados por ella por haberle dado la vida. Por eso en cada cosa que hace en la que no hace entrar a nuestra Voluntad, es un desgarro que sentimos, un derecho que nos sentimos quitar, una gloria, una alegría que perdemos. Por eso sé atenta y haz que todo se vuelva para ti Voluntad Divina.
(5) Además de esto, a cada acto que la criatura hace en nuestro Querer Divino duplicamos nuestro amor hacia ella, este nuestro amor, conforme la inviste, lleva consigo nuestra santidad, nuestra bondad y sabiduría, así que ella queda duplicada en la santidad, en la bondad, en el conocimiento de su Creador, y así como Nosotros la amamos con amor duplicado, así ella nos ama con amor duplicado, con santidad y bondad duplicadas. Nuestro amor es operativo, conforme parte de nuestro Ser Supremo para amar a la criatura con doble amor, así le da la gracia de hacernos amar a Nosotros con amor siempre creciente. No dar nada de más a un acto tan grande hecho en nuestra Voluntad, nos resulta imposible, estos actos, podemos decir, son los raptores de nuestro amor, nos raptan nuestra santidad y se forman los caminos para conocer quiénes somos Nosotros y cuánto la amamos”.
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35-12
Octubre 19, 1937
Cómo en quien vive en la Voluntad Divina, Ella forma la Trinidad en la criatura. El verdadero amor comienza de sí mismo. La Voluntad Divina es la fecundadora y la inseminadora de la Vida Divina en las almas.
(1) El Querer Divino continúa invistiéndome, siento su movimiento en mí, que conforme se mueve habla, pero con tal elocuencia, que si no hiciera un prodigio para hacerse entender, yo no podría repetir lo que dice, es más, se adapta a mi capacidad, porque si habla, siendo su palabra creadora quiere crear el bien que posee su palabra, y si yo no lo entendiera no podría hacer mío aquel bien, ni darlo a los demás como propiedad del Fiat Supremo. Por lo anterior estaba pensando en ¿cómo puede ser que su movimiento es palabra? Y mi dulce Jesús visitando mi pobre alma, todo amor me ha dicho:
(2) “Hija bendita del Querer Divino, tú debes saber que donde reina mi Voluntad con su potencia creadora, su movimiento es palabra, habla en las obras, en los pasos, habla en la mente, en el respiro; y como quiere extender su reino, así habla para crear su Vida Divina en cada acto de criatura. Por eso se necesita suma atención para oír dónde quiere iniciar sus enseñanzas. Con la potencia de su palabra inviste el acto humano, el respiro, el latido, el pensamiento, la palabra humana, y en ellos forma su obra divina, el respiro, el latido, el pensamiento, la palabra divina; estos actos se elevan al Cielo, se presentan ante la Trinidad Sacrosanta, nuestra Divinidad mira estos actos y, ¿qué cosa encuentra? Se encuentra a Sí misma en estos actos, reproducida su Vida, la misma Trinidad Santísima ve el prodigio que ha hecho nuestra Voluntad, que con su potencia ha investido a la criatura haciendo de ella la repetición de nuestra Vida y, ¡oh! cómo quedamos contentos, raptados, porque encontramos en ella la santidad que nos semeja, nuestro amor que nos ama, la inteligencia que nos comprende, nuestra potencia y bondad que nos lleva con los vínculos de nuestra dulzura a amar al género humano; nos reconocemos en ella y encontramos la obra de la Creación tal como Nosotros la queremos. Uno solo de estos actos contiene tales maravillas, que no encuentran lugar dónde poderse poner, tanta es su grandeza, sólo en nuestra inmensidad encuentran el lugar donde pueden ponerse y permanecer, y estos actos quedan fundidos con nuestros actos. ¿Qué gloria no será la nuestra, y también de la criatura, de que sus actos en virtud de nuestro Fiat tienen su puesto en los actos de su Creador? ¡Oh! si todos conocieran qué significa vivir en el Querer Divino, hacerlo reinar, harían competencia para hacerse investir para hacerlo hacer que la criatura sea la repetidora de la Vida Divina”.
(3) El amado Jesús ha hecho silencio y yo he quedado inmersa en el mar del Querer Divino, y como asombrada decía: “¡Dios mío, hasta dónde puede llegar quien vive en tu Querer!” Y una cantidad de pensamientos, como tantas voces decían y decían, pero no sé repetirlos, tal vez sabré hacerlo cuando esté en la patria celestial, porque poseeré el mismo lenguaje de allá arriba. Después, estando como preocupada, mi sumo bien Jesús ha continuado su decir:
(4) “Hija mía, no te maravilles, todo es posible a mi Voluntad. El verdadero amor, cuando es perfecto, comienza de sí mismo, el verdadero modelo es la Trinidad Sacrosanta: Mi Padre Celestial se amó a Sí mismo, y en su amor generó a su Hijo, cuando se amó a Sí mismo en el Hijo. Yo, su Hijo, me amé a Mí mismo en el Padre, y de este amor procedió el Espíritu Santo. En este amarse a Sí mismo, el Padre Celestial generó un solo amor, una sola potencia y santidad, y así de todo lo demás, vinculó la unión inseparable de las Tres Divinas Personas. Y cuando creamos la Creación nos amamos a Nosotros mismos, así que nos amamos a Nosotros mismos en el extender el cielo, en el crear el sol, fue el amor de Nosotros mismos lo que nos impulsó a crear tantas cosas bellas dignas de Nosotros e inseparables de Nosotros. Y cuando creamos al hombre, el amor de Nosotros mismos se hizo más intenso, y amándonos a Nosotros mismos en él, nuestro amor reprodujo nuestra Vida y semejanza en el fondo de su alma. No se puede dar sino lo que se tiene, y como nuestro amor era perfecto, amándonos a Nosotros mismos no nos podíamos separar de lo que salía de Nosotros. Ahora, nuestra Voluntad, con el querer a la criatura para que viva en Ella para formar su reino, se ama a Sí misma, y amándose a Sí misma quiere dar lo que posee, y sólo está contenta cuando forma la repetición de nuestra Vida, cuando obra en los actos de la criatura, y triunfante y victoriosa, con suma gloria y honor nuestros, nos la lleva a nuestro seno divino para hacer que Nosotros reconozcamos nuestra Vida en el obrar de quien vive en su Querer. Es propiamente esto lo que significa amarse a Sí misma en lo que quiere hacer y producir: Darse a Sí misma para poder formar otro ser similar a Ella. Nuestra Voluntad es la fecundadora y la inseminadora de nuestra Vida, y donde encuentra almas dispuestas se ama a Sí misma, con su amor las fecunda y siembra en ellas sus actos divinos, los cuales, unidos juntos forman el gran prodigio de la Vida Divina en la criatura. Por eso déjate en poder de mi Voluntad, y haz que haga de ti lo que Ella quiere hacer, y seremos felices tú y Nosotros”.
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35-13
Octubre 25, 1937
La soberana Reina, heredera de la Divina Voluntad, por lo tanto heredera de la Vida Divina. Cómo formó de Sí, en las manos creadoras, una prenda preciosa. El gran bien que contiene un acto hecho en el Fiat Divino.
(1) Estaba haciendo mi giro en los actos de la Divina Voluntad, y habiendo llegado a la Concepción de la Virgen Santísima me he detenido para ofrecer a la Divinidad la potencia, el amor que tuvieron al hacer concebir a esta Celestial Señora, para obtener que venga el reino de la Divina Voluntad a la tierra, y mi dulce Jesús sorprendiéndome me ha dicho:
(2) “Hija mía, en cuanto fue concebida esta Virgen Santa comenzó nuevamente nuestra fiesta con el género humano, porque desde el primer instante de su Concepción heredó nuestra Voluntad Divina, la cual comenzó de inmediato su trabajo divino en su bella alma, y en cada latido, pensamiento, respiro de Ella, con su potencia creadora formaba prodigios encantadores de santidad, de belleza, de gracia, ante los cuales, Nosotros mismos que éramos actores y espectadores junto con nuestro Querer Divino, quedábamos extasiados, y en nuestro énfasis de amor decíamos: ‘Cómo es bella la criatura junto con nuestro Querer, ella nos da la oportunidad de formar nuestras obras más bellas y nos da vida a nuestra Vida en ella’. Nuestro amor gozaba, festejaba, porque había salido a la luz del tiempo nuestra heredera divina, la heredera de nuestra Voluntad y de nuestra misma Vida, y como en virtud de nuestra Voluntad obrante en Ella era toda nuestra, exclusivamente nuestra, mirándola sentíamos nuestro respiro, nuestro latido, nuestro amor que siempre arde y ama, nuestros movimientos en los suyos, nuestra belleza se transparentaba en el mover de sus pupilas, en el gesticular de sus manitas, en el dulce encanto de su voz arrebatadora; nos tenía tan ocupados y en fiesta, que ni siquiera un instante podíamos separar de Ella nuestras miradas, así que era nuestra, toda nuestra. Nuestra Voluntad por derecho ya era suya, y reconocíamos en esta santa criatura a nuestra heredera divina, la cual, por poseer nuestra Voluntad ya había tomado posesión de esta herencia. Ahora, esta Virgen santa tenía su humanidad en la cual vinculaba a toda la familia humana, casi como miembros al cuerpo, y Nosotros por amor suyo, mirando en Ella a todo el género humano, en cuanto fue concebida dimos el primer beso de paz a toda la humanidad y la constituimos heredera de nuestra heredad divina, excepto a alguno que ingrato no quisiera recibirla.
(3) Ahora, mira entonces cómo es cierto que el reino de nuestra Voluntad debe venir a la tierra, ya que existe quien lo heredó, y habiéndolo heredado una criatura que pertenece a la raza humana, todas las criaturas adquirieron el derecho de poderlo poseer. Esta Soberana Celestial, llevada por el amor, formó de Sí una prenda en nuestras manos creadoras para hacer que todos recibieran este reino, y como esta prenda poseía la Vida de mi Voluntad, contenía un valor infinito, que por todos podía empeñarse. Qué dulce y preciosa prenda era en nuestras manos esta Santa Criatura, Ella, con hacer correr su vida, sus actos en nuestro Querer Divino, formaba monedas divinas para podernos pagar por aquellos que debían heredar nuestro Fiat Divino.
(4) Después vino mi Humanidad unida al Verbo Eterno, que con mi Vida, penas y muerte desembolsé el precio suficiente para recomprar a esta nuestra Voluntad Divina y darla a las criaturas como herencia que les pertenecía. Un acto, un respiro, un movimiento en mi Voluntad contiene tal valor, que puede comprar Cielo y tierra, y todo lo que quiera. Por eso, sea solamente mi Voluntad tu vida y tu todo”.
(5) Después continuaba profundizándome en el Querer Divino, ¡qué fuerza raptora posee! Es tanta la dulzura, los atractivos de su encanto, que no se quisiera perder ni siquiera un respiro, y mi dulce Jesús ha agregado:
(6) “Hija mía, los prodigios de mi Voluntad son inauditos, es tanta su potencia, que conforme la criatura obra en mi Querer llama en acto a todo lo que ha hecho antes, lo une junto y da nuevamente a cada uno de estos actos el mérito, el bien y la potencia como si de nuevo los estuviera haciendo, enriqueciéndolos con tanta gracia y belleza, de formar el encanto de todo el Cielo, y después, como celestial rocío invisten a todos los santos y les dan la nueva gloria y felicidad que encierra lo obrado por la criatura en mi Voluntad, este rocío cae sobre todos los viadores a fin de que sientan la potencia, la gracia de mi Voluntad en los actos de ellos. Cuántas almas quemadas por las pasiones, por el pecado, por brutales placeres, sienten la frescura de este rocío divino y se cambian al bien. Un acto en mi Voluntad arrolla el Cielo, y si no encuentra almas dispuestas que quieran recibir un bien tan grande, se pone a la expectativa espiando las circunstancias, las ocasiones, los desengaños de la vida para investirlos, embalsamarlos y darles el bien que poseen; los actos en mi Voluntad jamás están ociosos, están preñados de luz, de amor, de santidad, de dulzura divina, y sienten la necesidad de dar luz a quien vive en las tinieblas, de dar amor a quien es frío, de dar la santidad a quien vive en el pecado, de dar la dulzura divina a quien se encuentra amargado. Estos actos, verdaderos hijos de mi Fiat Divino, no se detienen jamás, giran siempre, y si es necesario, aun por siglos, para dar el bien que poseen, y como están animados y armados por su potencia, pueden decir: Podemos hacer todo, porque un Querer Divino que puede todo nos ha dado la vida”.
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35-14
Octubre 31, 1937
Un acto de Voluntad Divina contiene tal potencia y amor, que si Dios no hiciera un prodigio, la criatura no podría contener este acto infinito. El pasaporte.
(1) Mi pobre mente continúa navegando el mar del Querer Divino, me parece que quiere decir siempre cosas nuevas de lo que quiere y puede hacer en la criatura donde Él reina. Y como el dulce Jesús siente mucho deleite al hablar de su Voluntad, en cuanto ve a la criatura dispuesta, que quiere oír su historia, toma la primera parte de narrador para hacerla conocer y amar, por eso repitiendo su breve visita me ha dicho:
(2) “Hija mía, si te quisiera hablar siempre de mi Fiat, tendría siempre cosas nuevas que decirte, porque siendo eterna su historia, no termina jamás ni lo que es en Sí mismo, ni lo que puede hacer en la criatura. Ahora, tú debes saber que un acto de mi Voluntad en la criatura contiene tal potencia, gracia, amor, santidad, que si mi Querer no obrara un prodigio la criatura no lo podría contener, porque es un acto infinito, y a lo finito no le es dado abrazar todo. Escucha hasta donde llega su amor, en cuanto la criatura se presta, la llama en su acto, mi Voluntad Divina obra, y al obrar llama a su infinitud, a su Vida eterna, a su potencia que sobre todo se impone, a su inmensidad que llama y abraza a todos y a todo, ninguno se puede poner aparte de su obrar, y cuando todo ha encerrado, mi Voluntad forma su obra. Mira entonces qué cosa es un acto de Ella, es un acto infinito, eterno, armado de potencia divina, tan inmenso que ninguno puede decir yo no estaba en aquel acto. Ahora, estos actos no pueden quedar sin producir una gran gloria divina a nuestra Majestad Suprema y un bien inmenso a las criaturas, y como son actos hechos junto con la criatura, obran como Dios y atan a Dios y a la criatura, a Dios para dar y a la criatura para recibir, son como pretextos a nuestro amor, el cual nos dice: ‘La criatura nos ha dado lugar en su acto, nos ha dado la libertad de hacer lo que queremos’. Por eso nuestro amor se impone sobre Nosotros para hacernos dar lo que somos, también para honrarnos a Nosotros mismos y por honor de nuestra Voluntad obrante. Nuestro amor llega a tales pretextos y delirios de amor, que no quiere que jamás terminemos de dar, y nos pone delante nuestra inmensidad que no termina, nuestra potencia que todo puede dar, nuestra sabiduría que todo puede disponer; estos actos son actos divinos y pueden formar el pasaporte a las demás criaturas para hacerlas entrar en el reino de nuestro Querer, estos actos darán hijos a nuestro reino, así que por cuantos más actos sean hechos en Él, tanto más será poblado, y todo el bien redundará en aquellos que han sido los primeros en dar vida a mi Voluntad en sus actos. Ahora, tú debes saber que los primeros pasaportes fueron formados por Mí y por mi Madre Celestial a los primeros hijos de mi Querer, los cuales contienen mi firma escrita con mi sangre y con los dolores de la Virgen Santísima; en todos los demás pasaportes también corre mi firma, de otra manera no serían reconocidos. Por eso quien vive en mi Querer tiene por principio mi Vida, por latido mi amor, por dote mis obras y pasos, por palabra mi misma Voluntad, me siento a Mí mismo en ella, y ¡oh! cómo la amo y me siento correspondido con mi mismo amor, y el alma siente tal alegría y contento porque me ama no más con su pequeño amor, sino con mi eterno amor, me abraza con mis obras, corre a mi lado con mis pasos, siente que su vida soy Yo, todo encuentra en Mí, y Yo encuentro todo en ella. Por eso sé atenta hija mía si quieres hacerte y hacerme feliz”.
(3) Después de esto me sentía un poco más sufriente, y tosía fuerte, y a cada golpe de tos pedía que la Divina Voluntad viniera a reinar sobre la tierra, y mi amado Jesús, todo ternura, me ha estrechado entre sus brazos diciéndome:
(4) “Hija mía, Yo sabía que a cada golpe de tos me pedirías mi Voluntad, y mi corazón me lo sentía herir y estallar de amor, y me sentía dar en tu toser mi inmensidad que me envolvía y me pedía mi Voluntad, sentía mi potencia y mi infinitud que me hacían pedir por todos mi Voluntad reinante, así que Yo mismo estaba obligado a decir: ‘Voluntad mía, ven a reinar, no tardes más’. Siento tal violencia que no hago otra cosa que hacer y decir lo que hace y dice la criatura, por eso quiero que me pidas mi Voluntad en tus penas, en el alimento que tomas, en el agua que bebes, en el trabajo que haces, en el sueño, quiero que empeñes tu respiro y latido en pedirme que mi Voluntad venga a reinar. Así que todo será para ti ocasión de pedirme mi Voluntad, también en el sol que llena de luz tus ojos, en el viento que sopla sobre ti, en el cielo que ves extenderse sobre tu cabeza, todo debe ser para ti ocasión de pedirme mi Voluntad reinante en medio de las criaturas; con esto me pondrás tantas prendas en mis manos, y la primera prenda será todo tu ser, porque no te moverás si no me pides que mi Voluntad sea conocida y suspirada por todos”.
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35-15
Noviembre 7, 1937
Todas las verdades escritas sobre la Divina Voluntad formarán el día a quien debe vivir en Ella. La Reina del Cielo sufre de amor porque quiere dotar a sus hijos.
(1) Mi pobre mente me la sentía como llena por las tantas verdades que mi dulce Jesús me ha hecho escribir sobre la Divina Voluntad, y pensaba entre mí: “Quién sabe cuando saldrán a la luz estas verdades escritas sobre el Fiat Divino, y cuál será el bien que ellas harán” Y mi amado Jesús sorprendiéndome con su visita, todo bondad y ternura me ha dicho:
(2) “Hija mía, también Yo siento la necesidad de amor de hacerte conocer el orden que tendrán estas verdades y el bien que harán. Estas verdades sobre mi Voluntad Divina formarán el día de mi Fiat en medio de las criaturas, y conforme las conozcan, así se irá formando el día. Así que, conforme comiencen a conocer las primeras verdades que te he manifestado, siempre y cuando tengan buena voluntad y disposición de hacer de ellas vida propia, así se formará una esplendidísima aurora; estas verdades tendrán también la virtud de disponerlas y de dar la luz a tantos ciegos que no la conocen y aman. Entonces, surgida la aurora se sentirán investidos por una paz celestial, se sentirán más reafirmados en el bien, y por tanto ellos mismos suspirarán por conocer otras verdades, las cuales formarán el principio del día de mi Querer Divino, este principio del día aumentará la luz, el amor, todas las cosas se convertirán en bien para ellos, las pasiones perderán la fuerza de hacerlas caer en el pecado, se puede decir que es el primer orden del bien divino que sentirán, este orden les facilitará sus acciones, sentirán una fuerza con la que todo pueden hacer, porque es propiamente esta su virtud primaria que pone en el alma: ‘El transmutar la naturaleza en bien’. Por eso, sintiendo el gran bien del principio del día de mi Querer, suspirarán que el día se adentre, querrán conocer otras verdades, las cuales formarán el pleno día. En este pleno día sentirán a lo vivo la Vida de mi Voluntad en ellos, su alegría y felicidad, su virtud obrante y creadora, se sentirán en posesión de mi misma Vida, porque soy el portador de mi Voluntad Divina. El pleno día les dará tales ansias de conocer otras verdades, las cuales una vez conocidas formarán el pleno medio día, en este pleno medio día la criatura no se sentirá más sola, entre ella y mi Querer no habrá más separación, lo que hace Él lo hará ella, obrarán juntos, todo por derecho será suyo, el Cielo y la tierra y aun el mismo Dios. Mira entonces para qué fin tan noble, divino y precioso servirán estas verdades que te he hecho escribir sobre mi Divina Voluntad, servirán para formar su día, a quién le formará la aurora, a quién el principio del día, a quién el pleno día, y a quién, en último, el pleno medio día. Estas verdades, según se conozcan, formarán las diversas categorías de las almas que vivirán en mi Querer, un conocimiento de más o de menos los hará subir o quedar en las diversas categorías, el conocimiento será la mano para hacerla subir a las categorías superiores, será la misma vida de la plenitud de mi Voluntad en ellas. Por eso puedo decir que con estas verdades he formado el día a quien quiera vivir en mi Querer Divino, día de Cielo, más que día de la misma Creación, no de sol y estrellas, porque cada verdad tiene virtud de crear nuestra Vida en la criatura, y ¡oh! cómo sobrepasa a toda la Creación, por eso, nuestro amor ha superado todo al manifestar tantas verdades sobre mi Divina Voluntad, y nuestra gloria será plena por parte de las criaturas, porque tendrán nuestra Vida en su poder para glorificarnos y amarnos.
(3) Respecto al cómo saldrán a la luz, así como he tenido potencia y amor para manifestarlas a quien debía, así tendré potencia y amor para investirlos y transmutarlos en las mismas verdades, porque sintiendo en ellos su vida, sentirán necesidad de sacar a la luz lo que sienten en ellos, por eso no te preocupes, Yo que todo puedo, haré y pensaré en todo”.
(4) Después de esto estaba siguiendo los actos de la Divina Voluntad, en la cual estaban todas las obras, el amor, las plegarias, los dolores, la vida palpitante, los respiros y todo lo que ha hecho la Reina del Cielo, como si los estuviese haciendo ahora mismo; yo los abrazaba, los besaba, los adoraba y los ofrecía para obtener el reino de la Divina Voluntad sobre la tierra, y mi amado Jesús volviendo a hablar ha agregado:
(5) “Hija mía bendita, quien vive en mi Voluntad puede entrar en todas partes y todo me puede dar: Me puede dar a mi Mamá Celestial como si fuese suya, me puede dar la forma como me amó y todo lo que hizo; puede llegar a duplicar mi Vida y dármela para amarme como si fuese suya. Ahora, tú debes saber que al igual que Yo con manifestarte tantas verdades sobre mi Querer Divino he formado su día para las criaturas, la Soberana del Cielo con su amor, con sus dolores, con sus oraciones y actos que hizo, que como fueron hechos todos en mi Divina Voluntad, llenan Cielo y tierra, forman la dote suficiente para aquellos que deben vivir en Ella; con qué ansia espera y suspira por poder dotar a sus hijos, Ella se ve inmersa en tantas riquezas de gracia, de amor, de santidad, y no encuentra a sus hijos para dotarlos porque no viven en ese Querer en el que Ella vivió. Mira hija mía cómo en todo lo que hizo y sufrió está escrito: ‘Para mis hijos’. Por eso, si ama, llama a sus hijos para recibir la dote de su amor, para hacerlos conocer como hijos suyos e hijos nuestros, y amarlos como la amamos a Ella; si reza, quiere dar la dote de su oración; en suma, quiere dotarlos con su santidad, con sus penas y con la misma Vida de su Hijo. Cómo es conmovedor oírla, mirarla que en su materno corazón tiene como dentro de un sagrario a sus hijos, y en todos sus actos y respiros llama a sus hijos y dice a nuestro Ser Supremo: ‘Todo lo que soy y poseo es todo para mis hijos, ¡ah! escúchame, siento rompérseme el corazón por amor, tengan piedad de una Madre que ama y que quiere dotar a sus hijos para volverlos felices. Mi felicidad no está completa, la siento a la mitad porque no tengo a mis hijos para gozar junto Conmigo, por eso hacedlo pronto, que el Querer Divino sea conocido a fin de que conozcan también los espasmos de su Madre, que conozcan cómo quiero dotarlos y hacerlos felices y santos’. ¿Crees tú que quedemos indiferentes ante este espectáculo conmovedor de una Madre que tanto sufre por amor, que con sus ternuras maternas y con los derechos de Madre nos ruega y nos suplica? ¡Ah, no! Cuántas veces tras estas sus premuras manifiesto otras sorprendentes verdades sobre mi Fiat, para darle desahogo haciéndola dotar con dote más extensa a sus hijos, porque les será dado según conozcan. Por eso también tú entra en mi Querer Divino, y junto con esta Madre Celestial ruega y suplica que nuestra Voluntad sea conocida y reine en todas las criaturas”.
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35-16
Noviembre 12, 1937
Un acto hecho en la Divina Voluntad ama a Dios por cada uno, y le da lo que la criatura está obligada hacia Dios. Quien vive en el Fiat Divino da la ocasión a Dios de repetir sus obras en acto. Dios quiere obrar al tú por tú con la criatura. El te amo, joyel divino.
(1) El Querer Divino continúa inundándome con su luz, la cual hace salir tal potencia, que forma prodigios inmensos en los actos de la criatura, ante los cuales queda como raptada; se ve la potencia creadora que encierra todo y hace todo en el pequeño acto humano. ¡Oh potencia y amor de la Divina Voluntad, cómo eres insuperable, tu potencia vence todo, tu amor da en lo increíble! Y mi amable Jesús, que quiere hacer comprender los prodigios inauditos que puede hacer su Fiat Divino en la criatura, visitando mi pequeña alma me ha dicho:
(2) “Hija de mi Querer, las llamas de mi amor son tantas, que me siento sofocar, y para dar un poco de desahogo a mi amor que me quema, que me hace delirar, regreso a decir lo que puede hacer mi Voluntad en la criatura. Para reinar debe conocerse quién es, hasta dónde llega su amor, cuál es su potencia, y qué cosa puede hacer. Ahora escúchame, en cuanto la criatura le da la libertad de obrar, mi Voluntad llama a su inmensidad y a su potencia, encierra a todos y a todo en aquel acto, y nuestra Divinidad Santísima recibe en aquel acto el amor de cada una de las criaturas, oímos en aquel acto las voces, los latidos de todos los corazones que nos dicen: ‘Os amamos, os amamos’, nos da la adoración de cada uno y todo lo que están obligados hacia su Creador. Mi Voluntad anima todo, y escuchamos en aquel acto que también el sol, el cielo, las estrellas, y toda la Creación nos dicen: ‘Os amamos, os adoramos, os glorificamos’. Así que por parte de nuestra Voluntad obrante en la criatura recibimos todo, y por cada una nuestro amor queda correspondido y nuestra gloria completada. Ella todo puede darnos, si bien se sirve del acto de la criatura para dárnoslo, y llevada por el amor hacia quien le ha hecho obrar en su acto dice: ‘Todo a ti te cedo hija mía, delante a nuestra Majestad Suprema te hago encontrar que tú has amado por todos, y que por cada uno nos has dado la gloria, la adoración de todos, que nos has hecho amar también por el sol, por el cielo, toda la Creación armonizaba y decían entre ellos: Amor, amor a nuestro Creador. Por eso te cedo a ti el mérito de todo, todo es tuyo’. Mi Voluntad no sabe ni quiere obrar si no encierra todo y no hace todo”.
(3) Yo he quedado sorprendida y decía entre mí: ¿Será posible todo esto? Y mi amado Jesús ha agregado:
(4) “Hija mía, no te maravilles, un solo acto de mi Voluntad es más grande que el cielo y que la tierra, su inmensidad no tiene confines, su potencia no tiene límites, tiene en su propio puño a todo y a todos, en su obrar tiene un acto de amor infinito que puede decir por todos: ‘Amor’. Y después de que ha amado por todos, ¡oh, cuánto avanza! Y además, nuestro amor es perfecto, primero nos amamos a Nosotros mismos, ponemos al seguro nuestros intereses, nuestra gloria, nuestro amor, y después descendemos en las criaturas y amamos en ellas con nuestro mismo amor, nos glorificamos con nuestras obras. ¿Quién es aquél que no piensa primero en sí mismo? Por eso nuestra Voluntad, tanto si obra en Nosotros como en las criaturas, primero, por derecho, debe darnos lo que a Nosotros corresponde y conviene, por todos y por cada uno, y después las criaturas tendrán según sus disposiciones”.
(5) Después continuaba siendo inundada por las olas del Querer Divino, pero olas de luz, llenas de verdades, de amor, que quieren hacer conocer sus prodigios, su potencia y qué cosa quiere dar a la criatura. Yo seguía sus actos que hizo en la Creación para hacerlos míos, para poder decir: “Lo que es de Jesús es mío”. Y mi siempre amable Jesús, regresando, ha retomado su decir y me ha dicho:
(6) “Hija de mi Voluntad, en cuanto la criatura regresa a nuestras obras para cortejarlas, amarlas y hacerlas suyas, así nuestro amor nos hace correr para ir a su encuentro para admitirla junto a Nosotros, y renovarlas para ella sola como si en un acto repitiésemos nuestras obras sólo para ella. Así que concentramos todo nuestro amor en ella, nuestra potencia, nuestras alegrías, las estratagemas, las locuras de amor que tuvimos al crear y poner fuera toda la Creación, y en nuestro énfasis de amor la miramos y la encontramos cielo, y encontramos en ella el amor que tuvimos al extender la bóveda azul; volvemos a mirarla y encontramos en ella la multiplicidad de las estrellas, que a cada una da su voz para hacerlas decir: ‘Te amo, te amo, te amo’. Estas voces de ‘te amo’ forman la más bella de las músicas celestiales, y es tanta su armonía y el dulce sonido que nos forma, que nos sentimos embriagados, y en nuestra embriaguez le decimos: ‘Hija, cómo eres bella, nos eres portadora de alegrías infinitas, ni siquiera cuando todo fue creado recibimos estas músicas y alegrías, porque faltaba una criatura unida a nuestra Voluntad que hiciera que nuestras obras nos dijeran te amo, te amo, te amo’. Ante tal espectáculo de amor renovamos la creación del sol, del viento, del mar, del aire, y concentramos en ella todo el amor, nuestra armonía divina que tuvimos al crear todos estos elementos, y ¡oh! nuestra alegría, la correspondencia de amor que nos da al mirarla y encontrarla sol que arde de amor por Nosotros, viento que nos murmura y gime de amor, y que formando arcanas voces humanas de amor nos quisiera abrazar con su amor para decirnos: ‘Me has amado y te amo, amor me has dado, amor te doy’. Y con su amor nos forma las olas impetuosas hasta llegar a darnos aire de amor por cada respiro de criatura, Nosotros nos sentimos herir continuamente y desfallecer por su amor. Un alma que vive en nuestra Voluntad es todo para Nosotros, nos tiene siempre ocupados, nos ama siempre, pero con nuestro amor, y cada vez que hace sus actos en nuestro Fiat, Nosotros renovamos las obras de la Creación, y para divertirnos, amarla y hacernos amar en cada acto que hace, nos servimos de estos actos como materia para renovar nuestras diversas obras creadas, es más, nuestro amor no se contenta, quiere agregar más cosas, y crea nuevos prodigios de gracia, hasta crear nuestra misma Vida en la amada criatura. A Nosotros nos agrada mucho el obrar al tú por tú con ella, como si para ella sola hiciésemos todo, esto hace surgir más amor hacia Nosotros, más estima, más aprecio hacia Nosotros que tanto la amamos. Entonces, según se nos une, si se nos une en las obras de la Creación, renovamos en ella nuestras obras de la Creación; si se nos une en las obras de la Redención, renovamos en ella nuestras obras, repito mi nacimiento en acto, y mirándola encuentro en ella mi nacimiento, el amor por el cual nací, y me ama con aquel mismo amor, ¿y te parece poco que yo encuentre mi amor que me hizo nacer, llorar, sufrir, caminar, obrar? Y junto con ella, al tú por tú repito mi Vida acá abajo, y mi Querer Divino me hace amar por ella con aquel mismo amor con el que Yo amé cuando estando sobre la tierra desarrollaba mi Vida redentora, por eso el vivir en mi Querer Divino es todo para la criatura, y todo para Nosotros”.
(7) Después seguía los actos de la Divina Voluntad en sus obras, y pensaba entre mí: ¿Cuál será más gloria para Dios, seguir los actos de la Creación o los de la Redención? Y Jesús regresando ha agregado:
(8) “Hija mía, la una y la otra me son sumamente agradables, pero con esta diferencia: En las obras de la Creación la criatura encuentra a nuestra Majestad en fiesta, y que si creaba tantas obras, nuestro fin primario era que todo debía servir a nuestra Voluntad reinante en la criatura, y todas las cosas creadas debían servir como depósito de su correspondencia de amor, de adoración, de gloria hacia Nosotros. Todas las cosas creadas dicen nuestro amor hacia la criatura, y ella por medio de estas debía amar a su Creador. Tú debes saber que cada ‘te amo’ tuyo que escondes en el sol, en el cielo, y en las otras cosas creadas son nuestras joyas, y Nosotros las amamos, los besamos, los abrazamos, y nos felicitamos con ellas, nos sentimos glorificados y correspondidos por todo lo que hemos hecho. ¿Crees tú que a tantos ‘te amo’ tuyos con los cuales has investido la Creación, Nosotros seamos indiferentes? ¡De ninguna manera! Los miramos uno por uno, y como nuestras joyas nos dan la alegría que tuvimos en la Creación, por eso haces continuar nuestra fiesta, y si estos ‘te amo’ no se ven, sino sólo por Nosotros, es porque nuestra Voluntad, siendo inmensa, también en la Creación su luz eclipsa tus ‘te amo’, y celosa se los tiene escondidos en su seno. Sucede como al sol, que siendo más grande su luz y más intenso su calor, todas las preciosidades de los efectos que contiene no se ven, pero ciertamente los posee, tan es verdad, que si su luz toca la flor le da el color y pinta en ellas, como si fuese pintor, la variedad de las bellezas, de los colores, para formar el más dulce encanto a las generaciones humanas; si toca las plantas y los frutos, les da la multiplicidad de las variadas dulzuras y sabores, esto dice que el sol no es solamente luz y calor, sino que esconde otros bienes en su seno de luz. Así es la criatura que vive en nuestra Voluntad, conforme ama, adora, mi Voluntad forma la belleza del iris del amor de ella en sus obras, la variedad de las alegrías y dulzuras de sus actos buenos, que celosa esconde en su seno. Mi Voluntad es el escondite del amor, y todo lo que la criatura hace en Ella forma el más bello ornamento a nuestras obras divinas y el dulce encanto a nuestras pupilas, y es tanta nuestra complacencia, que la mostramos a toda la corte celestial para hacerlos gozar junto con Nosotros. Por lo tanto, la gloria más grande que nos puede dar, es siguiendo nuestros actos de la Creación, porque se une a nuestra misma finalidad, se entrelaza con nuestro amor, sentimos que besa nuestro amor, y Nosotros besamos el suyo y hacemos de ellos uno solo. Qué alegría, qué felicidad, tener a la criatura junto con Nosotros para amarnos y hacer lo que queremos hacer Nosotros.
(9) Ahora, en la Redención cambia la finalidad, en ésta vamos en busca del hombre culpable, en la Creación todo era fiesta, nuestras obras nos sonreían de alegría, de amor, de gloria, en cambio en la Redención, penas, lágrimas, amarguras, remedios, medicinas para sanar al hombre. Y la criatura entrando en nuestro Querer puede investir con sus tiernos y compasivos ‘te amo’ mis penas, amarguras y lágrimas, y esconde sus joyas del ‘te amo’ en ellas, y Yo, besando estas joyas no me sentiré solo, sino confortado, sostenido, acompañado por quien vive en mi Querer; en las joyas de sus ‘te amo’ encontraré quién me enjugue las lágrimas, quién divide Conmigo mis penas, quién me defiende. Por eso siempre en mi Voluntad te quiero, y así, en fiesta o en pena te tendré siempre Conmigo”.
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35-17
Noviembre 20, 1937
Cómo la Divina Voluntad hace surgir el amor, de modo que dondequiera y por todas partes se siente amada por la criatura. Donde está la Voluntad Divina, Dios encuentra la materia adaptable para hacer concebir, nacer y crecer la Vida Divina.
(1) Mi pobre mente continúa nadando en el mar del Querer Divino, y son tales y tantas las sorpresas, sus ansias por querer hacer vida en la criatura, y es tanto su hablar acerca de esto, que me resulta imposible poder decirlo todo. Y mi amado Jesús visitando mi pequeña alma, con amor indecible me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, el hablar de mi Voluntad es para Mí la fiesta más grande, el Cielo se une Conmigo para festejar, y cuando me ven hablar de mi Querer todos se ponen atentos para escucharme, no hay fiesta más bella que pueda dar a toda la corte celestial que hablar de mi Divina Voluntad, Ella hace surgir el amor obrante en las almas en la tierra y el beatificante en el Cielo. Donde no hay amor Yo no me muevo, ni voy, ni sé qué hacer con la criatura, y además, el amor que hace surgir mi Voluntad es inmenso, y quien vive en Ella, no hay punto donde no se encuentre toda investida y como envuelta por mi amor; esta criatura sufre nuestra misma suerte, que amamos dondequiera y por todas partes, amamos a todos y siempre; así que sentimos que nos ama en los corazones de todos, su amor corre por doquier y nos ama en el sol, en el cielo, en el centelleo de las estrellas, en los gemidos del viento, en el murmullo del mar, en el movimiento de los peces, en el canto del pajarillo, sentimos que nos ama también en los corazones de los ángeles y de los santos, hasta en nuestro seno divino. Todos le dicen: ‘Sé la bienvenida, oh, cómo te esperábamos, ven a tomar tu puesto de honor, ven a amar en nosotros a nuestro Creador’. Mi Voluntad, celosa, la tiene estrechada Consigo, e inundándola siempre con nuevo amor se hace hacer los cantos de amor, los largos relatos de amor, los dulces encantos de amor, las heridas de amor, y parece que diga: ‘He encontrado quien me ama y quiero gozármela, no me sentiría feliz si no me dice siempre y por todas partes: Te amo, te amo’. Así que el alma que viva en nuestra Voluntad será nuestro triunfo, nuestra victoria, la depositaria de nuestro amor, nuestra gloria continua. Mi amor siente la necesidad de la compañía de esta criatura para desahogar mi amor y tener el suyo, por eso quiero respirar junto con ella, latir y obrar junto con ella; la unión sabe producir alegrías más bellas, contentos inefables, obras más grandes, amor más intenso.
(3) Ahora, mi Voluntad dará tanto amor a esta criatura que viva en Ella, que podrá inundar a toda la Creación, extenderá un nuevo cielo de amor sobre todas las generaciones humanas, de manera que se sentirá abrazada, amada por el amor de esta criatura, dado por Ella misma, dondequiera, en cada uno y por todas partes; y mientras la abraza y la ama, le dirá: ‘¡Ven, oh Querer Supremo a reinar sobre la tierra, inviste a todas las generaciones, vence y conquista a todos, ¿no ves cómo es bello el vivir en Ti, poseer tu amor que contiene tal potencia y virtud que ninguno podrá resistir?’ Por eso, cuando este amor haya llegado a investir todo y a todos, como es amor de una criatura que ha vivido en nuestro Fiat, que lleva consigo el vínculo de la familia humana, nos haremos vencer, abatiremos todos los obstáculos y tendremos nuestro reino sobre la faz de la tierra. Por eso ruega y sírvete de todas las cosas para pedirme que venga a reinar como en el Cielo así en la tierra”.
(4) Después continuaba siendo inundada por el Fiat Divino, que llovía sobre mí luz y amor; luz para hacerse conocer más, amor para hacerse amar, y mi dulce Jesús, regresando, ha agregado:
(5) “Hija mía, ¡cómo es bello el vivir en mi Querer! No sabemos estar sin esta criatura, no hacemos otra cosa que pensar qué sorpresa debemos hacerle, qué de nuevo darle, qué decirle, a fin de que conozca más nuestro Fiat, y según lo conozca así podemos engrandecer más el mar de nuestro amor en ella. El conocimiento es la campanita que mientras suena llama con sonidos tan dulces a nuestra potencia, santidad, bondad y amor a encerrarse en la criatura que vive en Él, para hacernos obrar nuestros prodigios inauditos. Ahora, tú debes saber que cuando encontramos nuestra Voluntad en la criatura, nos sentimos beatificados, y sentimos tanto placer al verla, que para gozárnosla más le miramos la mente y hacemos concebir, nacer y crecer nuestra Inteligencia en ella; le miramos la boca y hacemos concebir, nacer y crecer nuestra palabra, de modo que hablará de nuestro Ser Supremo con tal elocuencia y gracia, que nos hará amar por aquél que tenga el bien de escucharla; le miramos la voluntad y hacemos renacer y crecer a nueva vida la nuestra; le miramos el corazón y hacemos concebir en él nuestro amor, sus armonías, sus estratagemas para hacernos vencer y hacerla renacer siempre en nuestro amor; le miramos las manos y los pies y hacemos concebir, nacer y crecer nuestras obras y nuestros pasos. Podríamos hacer todo esto junto, pero no lo hacemos para tomar más tiempo para estarnos con ella y gozárnosla más. Es tanto nuestro amor, que queremos formar con nuestras manos creadoras nuestra misma Vida en la criatura, lo que somos queremos darle, nuestro amor no queda contento si no repetimos nuestra Vida en ella, y sólo encontramos la materia adaptable cuando encontramos a nuestra Voluntad que nos ha formado el terreno, lo ha purificado y embellecido, y mientras formamos nuestra Vida cantamos victoria y gloria a nuestro Ser Divino, ¿y la criatura qué hace? Nos da el alimento para alimentarnos y hacernos crecer en ella, nos da el agua para quitarnos la sed, su ser para vestirnos, su alma por habitación, su corazón como lecho de reposo, y nos da todos sus actos para tenernos entretenidos y rodeados por nuestras mismas alegrías celestiales. ¿Pero quién puede decirte hija mía qué cosa podemos hacer y dar a quien vive en nuestro Querer? Damos todo, hacemos todo, y nos da todo”.
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35-18
Noviembre 29, 1937
Las penas unidas con las penas de Jesús forman su Vida en nosotros, y no hay bien que no surja de ellas. Cómo el no amar vuelve mártir al amor divino.
(1) Mi pobre mente nada en el mar del Querer Divino, es más, lo siento que respira, late en mí, y más que sangre circula en las venas de mi alma y me dice: “Estoy aquí, dentro y fuera de ti, más que vida tuya, corro en cada acto tuyo, y con mi amor te facilito todo y al mismo tiempo te hago feliz”. Y mientras estaba en esto, me hacía ver todas las penas sufridas por mí, investidas de luz, que las tenía estrechadas a su seno como conquistas de su Querer. Yo he quedado pensativa, y mi siempre amable Jesús visitándome me ha dicho:
(2) “Mi pequeña hija de mi Querer Divino, tú debes saber que todas mis penas sufridas por mi Humanidad Santísima en la tierra, cada lágrima que derramé, cada gota de mi sangre, cada paso y movimiento, y también mi respiro, eran y son investidos por una sola voz con la que hablan y gritan continuamente: ‘Queremos el reino del Divino Querer reinante y dominante en medio de las criaturas, queremos nuestros derechos divinos puestos en vigor’. Y ruegan, hablan, gimen en torno a nuestro trono supremo sin cesar jamás, que una sea la Voluntad del Cielo y de la tierra. Ahora, quien se une con mis penas, con mis latidos, respiros, pasos y obras, ruega, habla y gime junto con todo lo que Yo hice y sufrí en la tierra. No hay bien que no surja de mis penas, y unidas las mías con las de la criatura, las mías forman el depósito, el albergue, para recibir las penas de ella, formando juntas una sola plegaria, una sola voz, una sola Voluntad, es más, mis penas transportan las penas de la criatura y todo lo que hace ante nuestra Majestad, para hacerla querer y hacer lo que hice Yo; las penas de las criaturas atraen y raptan a las mías a la tierra para envolverlas todas en mis penas y suyas, para disponerlas a recibir la Vida de mi Divina Voluntad. La unión Conmigo, sus penas con las mías, forman el gran prodigio de mi Vida en la criatura, la cual obra, habla y sufre como si de nuevo Yo estuviese sobre la tierra, y Yo animo todo su ser con la potencia de mis actos, aun en sus pequeñas naderías corre mi Vida para hacer que todo sea mío, animada por mi potencia creadora, y me dé el amor, la gloria de mi misma Vida. ¿Crees tú que todo lo que has sufrido, mi Voluntad no lo tenga en cuenta? ¡De ningún modo! Conserva en su seno de luz todas tus penas, pequeñas y grandes, tus suspiros angustiosos y dolientes, tus privaciones, es más, se ha servido de esto como materia para hacer concebir, nacer y crecer su Vida; en cada pena era un crecimiento que hacía, y esta Vida alimentaba a esas penas con su santidad, las llenaba con el ímpetu de su amor, las embellecía con su inenarrable belleza. Hija mía, cómo debes agradecerme por todo lo que he dispuesto sobre ti, y por todo lo que te he hecho sufrir, porque todo ha servido para formar mi Vida en ti y para el triunfo de mi Voluntad. Qué fortuna para la criatura el ver que sus penas han servido a mi Vida tan santa, que tendrá por cumplimiento mi Divina Voluntad palpitante en ella. ¿Te parece poco que el Creador haga ver que tiene necesidad de la criatura, Aquél que todo puede y da vida a todo? ¿No es este el más grande exceso de nuestro amor?”
(3) Jesús ha hecho silencio, y yo me he quedado pensando en lo que me había dicho, y veía en mí alineadas todas mis penas sufridas, que esparcían rayos de luz, que transformadas en las penas de Jesús formaban el apoyo divino, la defensa de las criaturas, que formaban voces, gemidos continuos que pedían que viniera a reinar la Divina Voluntad. Entonces Jesús ha continuado:
(4) “Hija mía buena, nuestro amor por la criatura es tanto, que dondequiera y por todas partes, aun sobre el pequeño hilo de hierba, en el aire que respira, en el agua que bebe, hasta debajo de sus pasos mientras pisa la tierra, le hacemos llegar nuestras voces, nuestro grito apasionado de amor: ‘Te amo, te amo, te amo’. Pero nuestro amor no queda tranquilo si no es escuchado por las criaturas y no escucha que le repitan: ‘Te amo, te amo’, y en nuestro delirio de amor y de dolor decimos: ‘¡Ah! ¿ninguno nos escucha? ¿Ninguno nos repite ‘te amo, te amo?’ ¿Para qué entonces decir ‘te amo, te amo’, si ninguno nos lo corresponde? ¿A quién decimos te amo, al aire, al viento, al vacío? Nuestro ‘te amo’ no encuentra a quién dirigirse, dónde apoyarse si no encuentra el ‘te amo’ de la criatura, que lo recibe para corresponderlo con el suyo, a fin de que su amor encuentre el refugio en nuestro inmenso amor, para apoyarse y engrandecerse siempre más. Cuando la criatura escucha nuestro ‘te amo’ y nos lo corresponde, en nuestro énfasis de amor y como pacificados por su amor decimos: ‘Así que hemos sido escuchados, nuestro amor ha encontrado a quién dirigirse, dónde refugiarse, hemos sido reconocidos, porque hemos encontrado quién nos dice ‘te amo’. Y entonces nuestro amor hace fiesta; en cambio cuando no encontramos quién nos dice ‘te amo’, no encontramos quién nos reconoce, ni quién nos escuche, ni quién nos ame. Cómo es duro amar y no ser amado, cómo quisiera que todos lo supieran, que con mi amor los sostengo, los abrazo; los amo y los hago respirar, los amo y les doy el latido, los amo y les doy la palabra, los amo y les doy el paso, los amo y les doy el movimiento, el pensamiento, el alimento, el agua, todo lo que son y reciben es efecto de mi amor que corre. Entonces, ¿no es una ingratitud horrenda el no amarme, volver mártir a nuestro amor, porque amamos y no somos amados?”
(5) Después de esto pensaba entre mí: ¿Pero cómo puede la criatura saber cuando nuestro Señor le dice sus repetidos e ininterrumpidos “te amo”, para corresponderlos con los suyos? Y mi dulce Jesús ha agregado:
(6) “Hija mía, es muy fácil saberlo si la criatura posee como vida propia a mi Voluntad Divina, porque Ella le da su oído divino y le hace escuchar cuando su Creador le dice ‘te amo’; pero no sólo le da el oído, sino también su palabra divina, de modo que el oído escucha y la palabra dice ‘te amo’, más bien, antes de que le diga ‘te amo’ advierte que debe recibir el ‘te amo’ de su Dios, y la criatura dice su ‘te amo’ junto con el ‘te amo’ divino, casi poniéndose en competencia con su Creador. Mi Voluntad quiere dar todo a quien vive en Ella, le da sus brazos para que la abrace, y le da sus pasos para que corra tras Ella; y así como Nosotros sentimos nuestra naturaleza divina toda amor, y la necesidad de amar, tanto, que si se nos pudiera impedir el amar nos sofocarían, quitándonos como el respiro a nuestra Vida Divina, porque en Nosotros nuestro respiro, nuestro movimiento, nuestro mismo Querer es amor, el no amar para Nosotros es imposible; así quien posee nuestra Voluntad siente la necesidad de amarnos, y de amarnos siempre; por eso solamente Ella sabe poner el orden entre el Creador y la criatura, y la hace estar al día de nuestro amor, de nuestra santidad, y la pone en comunicación con nuestro Ser Supremo”.
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35-19
Diciembre 6, 1937
Conforme se obra en el Querer Divino, Jesús hace sonar su campanita para llamar a los habitantes del Cielo, y a los de la tierra. La compañía de la criatura urge al amor divino.
(1) Siento en mí la Vida rebosante de amor del Querer Divino, que conforme se mueve hace brotar de sí mares de amor, con los cuales, invistiendo a todos dice a cada uno: “¡Ah! mírenme, conózcanme, recíbanme en vuestros corazones, denme el dominio, vengo cargado de todos mis bienes para hacer vida junto con ustedes. Pero, ¡ay de Mí! no soy reconocido, es más, me rechazan, y no siendo conocido, mis leyes supremas del amor no tienen vigor para ellos, mis bienes permanecen Conmigo sin poderlos dar a mis hijos”. Después seguía los actos de la Divina Voluntad, y llegando al firmamento azul tachonado de estrellas, llamaba junto conmigo a los habitantes del Cielo y a los habitantes de la tierra, a fin de que todos juntos correspondiéramos con nuestro pequeño amor el amor infinito de Dios, que con tanto amor había creado la extensión del cielo, como para cubrirnos y escondernos en su amor, y por lo tanto, todos, sin exceptuar a ninguno, tenemos el deber de amar a Aquél que tanto nos ha amado. Mientras esto hacía, mi Sumo Bien Jesús visitando mi pequeña alma, todo amor me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, si supieras con cuanto amor esperaba que tú hicieras tu llamada a todos, para sentir en tu acto la correspondencia del amor de todos. En cuanto tú comienzas a llamarlos, Yo toco la campana a los habitantes celestiales y a aquellos de la tierra, y solamente ceso de tocarla cuando veo que todos han concurrido en tu acto; los primeros son los habitantes celestiales, que viviendo en mi Querer ni pueden ni quieren hacerse a un lado, sienten la Divina Voluntad unitiva que los une en aquel acto, es más, ellos esperan con ansia quién los llame para poderme corresponder en amor, y como quien los llama es una criatura de la tierra que posee su voluntad libre, en ella ellos sienten que pueden darme nuevo amor, y ¡oh! cómo gozan al sonido de mi campana, y vuelan para ponerse en aquel acto de la criatura que quiere amarme. En cuanto a los habitantes de la tierra, no viviendo todos en mi Querer, poquísimo oyen el vibrante sonido de mi campana. Y cuando veo a todos juntos en aquel acto, nuestra Divinidad se pone muy atenta, en espera amorosa, y, ¡oh! cómo es bello oír en aquel acto voces innumerables que nos dicen: ‘Os amamos, os amamos, reconocemos en vuestras obras cuánto nos habéis amado, y por todas os correspondemos en amor’. Nuestro Ente Supremo herido por tantas voces, hace salir otros mares de amor, y cubre e inviste a todos con tales gozos y felicidad, que todos quedan raptados, gozando por medio de aquella criatura un paraíso de más. Quien vive en nuestro Querer nos da el campo para obras nuevas, hace brotar más fuerte nuestro amor, y no pudiéndolo contener hacemos salir nuevos mares de amor para amar a la criatura y para hacernos amar, y ¡oh! cuánto la amamos. Tú debes saber que la cosa que más urge a nuestro Ser Supremo es la compañía de la criatura, no queremos ser el Dios aislado, ni tenerla lejana de Nosotros; el aislamiento jamás ha sido portador de grandes obras y de felicidad, la compañía madura el parto del bien y hace surgir a la luz las obras más bellas. Por esto creamos tantas cosas, para tener ocasión de tener tantas veces su compañía por cuantas cosas creamos, y como lo que hicimos una vez estamos siempre en acto de hacerlo, quien vive en nuestro Querer está siempre en compañía con Nosotros, ella recibe nuestro acto creante, y Nosotros recibimos la gloria, la correspondencia del amor creado. Por eso tenemos su compañía en las esferas celestiales, en el refulgente sol, en las brisas del viento, en el aire que todos respiran, en el murmullo del mar, dondequiera y por todas partes nos sigue, nos defiende y nos corresponde en el amor, ella no sabe vivir sin Nosotros y sin amarnos, y Nosotros no podemos estar sin ella, y celosos nos la tenemos estrechada a nuestro seno divino”.
(3) Después ha agregado: “La compañía de la criatura nos es tan querida, que formamos con ella nuestra recreación, con ella tomamos las decisiones más grandes para nuestra gloria y para el bien de las generaciones humanas, y junto con ella cumplimos nuestros designios; mientras estamos en compañía nuestro amor surge a nueva vida y va inventando nuevas tretas de amor y nuevas sorpresas para encadenar a las criaturas a amarnos siempre más. Si no fuera por la compañía, ¿con quién debíamos desahogarnos? ¿Sobre quién podríamos formar nuestros designios? ¿Dónde podríamos apoyar nuestro amor que siempre surge? Por lo tanto, nuestros bienes sin la compañía vendrían a ser deprimidos, sin poder dar vida a lo que queremos hacer por amor de las criaturas. Mira entonces cómo es necesaria su compañía a nuestro amor, a nuestras obras, y para poder dar cumplimiento a nuestro Querer”.
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35-20
Diciembre 8, 1937
Acerca de la Concepción de la Reina. Su carrera de amor, donde se encontraba su Creador se encontraba Ella para amarlo. Cómo quedaba concebida en cada cosa creada y era constituida Reina del cielo, del sol y de todo.
(1) Hoy, mi pobre mente nadando en el Querer Divino encontraba en acto la Concepción de la Reina del Cielo y, ¡oh! maravilla, las sorpresas son indescriptibles. Y pensaba para mí: “¿Pero qué más puede decir sobre la Inmaculada Concepción después de haber dicho tanto?” Y mi amable Jesús sorprendiéndome, todo en fiesta como si quisiera festejar la Concepción de la Celestial Reina me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, ¡oh! cuántas otras cosas tengo que decir sobre la Concepción de esta Celestial Criatura, era una vida que creábamos, no una obra, de la obra a la vida hay gran diferencia; y además Vida Divina y humana, en la cual debía haber sumo acuerdo de santidad, de amor, de potencia, que la una debía poder igualarse con la otra. Fueron tales los prodigios que hicimos al crear esta vida, que debimos hacer el prodigio más grande, y una cadena de milagros para hacer que esta vida pudiese contener los bienes que en Ella depositamos. Esta Santa Criatura, concebida sin mancha de origen, sentía la Vida de su Creador, su Voluntad obrante, la cual no hacía otra cosa que hacer surgir nuevos mares de amor, y ¡oh! cómo nos amaba, nos sentía dentro y fuera de Sí, y ¡oh! cómo corría para poderse encontrar dondequiera y por todas partes donde estaba la Vida de su Creador. Para Ella habría sido el más duro y cruel martirio si no se hubiera podido encontrar por todas partes para amarnos; nuestra Voluntad la ponía en vuelo, y nuestra Vida mientras se encontraba en Ella, se hacía encontrar por todas partes para hacerse amar y para gozarse a Aquella que tanto amaba y por quien era amada.
(3) Ahora escucha otra sorpresa, en cuanto fue concebida comenzó su carrera, y Nosotros la amábamos con amor infinito, el no amarla habría sido para Nosotros el más grande martirio, por eso, conforme corría para encontrar fuera de Ella nuestra Vida que poseía dentro, porque un bien jamás es completo si no se posee por dentro y por fuera, así, conforme corría así quedaba concebida en el cielo, en las esferas celestiales, y las estrellas le hacían corona y la alababan y aclamaban como su Reina, y adquiría los derechos de Reina sobre todas las esferas celestes. Nuestra inmensidad la esperaba en el sol, y Ella corría y quedaba concebida en el sol, el cual haciéndose diadema a su cabeza adorable la investía de luz y la alababa como Reina de la luz. Nuestra inmensidad y potencia la esperaban en el viento, en el aire, en el mar, y Ella corría, corría sin detenerse jamás en su carrera, y quedaba concebida en el viento, en el aire, en el mar, y adquiría los derechos de Reina sobre todo. Así que la Soberana Señora hace correr su potencia, su amor, su maternidad, en el cielo, en el sol, en el viento, en el mar, hasta en el aire que todos respiran, así que dondequiera y por todas partes y en todos quedó concebida; donde estaba nuestra potencia e inmensidad Ella erigía su trono para amarnos y amar a todos. Este fue el más grande milagro que hizo nuestro amor potente, bilocarla, multiplicarla en todas las cosas y seres creados, para que la encontrásemos en todos y por todas partes. La Celestial Reina hace como el sol, que si alguno no quisiera su luz, la luz se impone y dice, me quieras o no me quieras debo hacer mi curso, debo darte luz; sin embargo alguno se puede esconder de la luz del sol, pero de la Soberana Señora no se puede esconder ninguno; si esto no fuera así, no se podría decir con los hechos Reina y Madre universal de todos y de todo, y Nosotros no sabemos decir palabras si no hacemos los hechos. Mira entonces hasta dónde llegó nuestra potencia, nuestro amor en la Concepción de esta Santa Criatura, hasta elevarla a tal altura y gloria, de poder decir: Donde está mi Creador estoy Yo para amarlo, me ha investido de tal potencia y gloria, que soy Soberana de todo, todo depende de Mí, mi dominio se extiende por doquier, tanto, que mientras estoy concebida en todas las cosas, tengo concebido en Mí el cielo, el sol, el viento, el mar, y todo, todo poseo en Mí, aun a mi Creador, y soy Soberana y Señora de todos. Esta es toda mi altura inalcanzable, mi gloria que ninguno puede igualar, mi gran honor, que con mi amor abrazo a todos, amo a todos y soy de todos, hasta la Madre de mi Creador”.
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35-21
Diciembre 14, 1937
Así como la naturaleza tiene su día, así la Divina Voluntad forma su día en el fondo del alma de quien vive en Ella.
(1) Me sentía como inmersa en el Querer Divino, más bien me parecía que sus olas de luz, conforme yo iba haciendo mis actos en el Fiat, su luz aumentaba y se concentraba más en mí, y crecía en mí la necesidad de amarlo, de respirarlo más que vida mía, así que sin Él yo me sentía sin respiro, sin calor, sin latido, y conforme regresaba a hacer mis actos en el Querer Divino, me sentía regresar el respiro, el calor, el latido divino y alegrar mi pobre existencia. Por lo tanto para mí es una necesidad, y necesidad de vida el vivir en el Querer Divino. Y mi dulce Jesús, regresando a visitar mi pequeña alma, todo bondad me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, así como la naturaleza tiene su día para la vida humana, en el cual se desenvuelven todas las acciones de la vida, así mi Divina Voluntad forma su día en el fondo de la criatura que vive en Ella. En cuanto la criatura comienza a formar sus actos en Ella, llamándola como vida suya, así da principio a su día, formando una aurora esplendidísima en el fondo del alma; esta aurora reúne y renueva en la criatura la potencia del Padre, la sabiduría del Hijo, la virtud y amor del Espíritu Santo, así que su día lo comienza junto con la Santísima Trinidad Sacrosanta, la cual desciende en los más pequeños actos y escondites de la criatura para hacer vida junto con ella y hacer lo que ella hace. Esta aurora pone en fuga todas las tinieblas del alma, de manera que todo es luz para ella, y se pone toda atenta, como vigilante centinela para que todos sus actos puedan recibir la luz de la Divina Voluntad. Esta aurora es el primer reposo de Dios en la habitación del alma, es el principio del día eterno en el cual comienza la Vida del Ente Supremo junto con la criatura. Mi Voluntad no se mueve, ni puede, ni sabe hacer nada sin la Trinidad adorable, a lo más va adelante, hace de actor, pero la arrastra a su lado con modo irresistible y le forma el gabinete divino donde gozarse a su criatura tan amada por Ellos. Mi Voluntad tiene poder, donde Ella reina, de concentrar todo, aun nuestra Vida Divina. Cómo es bello el principio del día de quien vive en nuestro Fiat, es el encanto de todo el Cielo, y si toda la corte celestial pudiese estar sujeta a envidia, envidiaría a aquella criatura que es tan afortunada de poseer en su alma, mientras aún vive en el tiempo, el principio del día eterno, día precioso en el cual Dios da principio a desarrollar su Vida junto con la criatura.
(3) Ahora, en cuanto pasa a hacer sus segundos actos en el Querer Divino, surge el Sol de mi Eterno Querer; es tanta su plenitud de luz que inviste toda la tierra, visita todos los corazones, y lleva el buen día de luz, de nuevas alegrías a toda la corte celestial. Esta luz está llena de amor, de adoraciones, de agradecimientos, de reconocimiento, de gloria, de bendición, pero, ¿de quién son? De la criatura que con su acto en mi Querer ha hecho surgir el Sol que resplandece sobre todos, de modo que todos encuentran quién ha amado a Dios por ellos, quién lo ha adorado, agradecido, bendecido, glorificado; cada uno encuentra lo que estaban obligados a hacer hacia Dios, todos son suplidos. Un acto en mi Voluntad debe encerrar todo, tiene potencia y capacidad de suplir por todos y de hacer bien a todos, de otra manera no se podría llamar acto hecho en mi Voluntad, estos actos están llenos de prodigios inauditos, dignos de nuestra obra creadora.
(4) Ahora, conforme regresa a hacer su tercer acto en nuestro Querer, se forma el pleno mediodía de nuestro Sol eterno en la criatura, ¿y sabes tú qué cosa nos da ella en este pleno mediodía? Nos prepara la mesa, ¿y sabes qué cosa nos da por alimento? El amor que Nosotros le hemos dado, nuestras cualidades divinas; todo tiene la marca de nuestra belleza, de nuestros castos y puros perfumes, y nos agradan tanto que de ellos tomamos a saciedad, y si falta alguna cosa a nuestro decoro, la criatura estando en nuestra Voluntad es dueña de todos nuestros bienes, por eso toma lo que quiere de nuestros tesoros, y nos prepara la más bella mesa, digna de nuestra Majestad Suprema, y Nosotros invitamos a todos los ángeles y santos a sentarse a esta mesa celestial, a fin de que perciban, se alimenten con Nosotros de aquel amor que nos ha dado la criatura que vive en nuestro Querer.
(5) Ahora, después de que hemos comido juntos, los otros actos que hace en nuestro Querer sirven para formarnos, quién la música celestial, quién los cantos amorosos, quién las escenas más bellas, quién sirve para repetir nuestras obras que están siempre en acto, en suma, nos tiene siempre ocupados, y cuando ha dado curso a todas sus acciones en nuestro Querer, le damos el reposo y nos reposamos junto con ella, y después del reposo damos campo al trabajo de dar principio al otro día, y así sucesivamente. Muchas veces esta nuestra hija fiel, porque la verdadera fidelidad está en el vivir en la Divina Voluntad, si ve que sus hermanos e hijos nuestros, por culpa de ellos están por ser golpeados por merecidos flagelos, ella no cierra su jornada, sino que ruega y sufre para impetrar reescritos de gracia, tanto para las almas como para los cuerpos. Por eso la vida de quien vive en mi Querer Divino es la nueva alegría y gloria del Cielo, la ayuda y gracias de la tierra”.
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35-22
Diciembre 18, 1937
Todo lo que se hace en la Divina Voluntad adquiere la Vida Divina, y estas vidas nadan y navegan en los mares de amor del Querer Divino.
(1) Estoy en poder del Querer Divino, el cual no hace otra cosa que hacer salir de Sí mares de luz y de amor, pero parece que no está contento si no ve la vida de la luz de su Voluntad y al pequeño amor de la criatura, que saliendo de ella, se encuentren juntos, se besen, se amen con un solo amor y, ¡oh! si ve esto cómo hace fiesta, y en su énfasis de amor dice: “La Vida de mi Voluntad está dentro y fuera de la criatura, así que la poseo, es toda mía”. Entonces yo pensaba: “El pequeño amor de la criatura, ¿no desaparece en el mar inmenso del amor Divino? Y mi siempre amable Jesús, volviendo a visitar mi pequeña alma, como inundado en sus llamas de amor me ha dicho:
(2) “Hija de mi Voluntad, todo lo que hace la criatura que tiene por principio y por vida mi Voluntad, aunque fueran cosas pequeñas, cada una contiene una Vida Divina, así que en el mar interminable de mi Querer y de mi amor se ven nadar, flotar tantas pequeñas vidas de amor, de luz, que han tomado lugar en nuestro mar y, ¡oh!, cómo nos sentimos correspondidos, porque es vida de amor que nos ha dado en su pequeño amor, y vida de luz que nos ha dado al hacer sus actos, porque han sido formados en el centro de la Vida de nuestro Fiat, que poseyendo la verdadera vida, todo lo que sale de Él son vidas, que primero las crea, las forma en Él, y después las pone fuera, como dándolas a luz de su seno Divino. Por eso cada ‘te amo’ posee la vida del amor, cada adoración posee la vida de la adoración divina, cada virtud que ejercita posee, quién la vida de la bondad divina, quién la vida de la sabiduría, quién la de la fuerza, quién la de la potencia, quién la de la santidad, pero como son pequeñas vidas que han recibido la vida de nuestra Vida, no saben estar aisladas, sino que corren y vienen a continuar su pequeña vida en nuestros mares interminables y, ¡oh! cómo nos aman, serán pequeñas, pero Nosotros sabemos que la criatura sólo nos puede dar lo pequeño, porque las cosas grandes, inmensas, son las nuestras, y la criatura no tiene ni siquiera lugar dónde ponerlas si queremos darle, por eso es necesario que se refugie en Nosotros, y Nosotros viéndola en nuestros mares nos sentimos correspondidos con el amor que queremos de la criatura”.
(3) Yo he quedado pensativa acerca de lo que Jesús me ha dicho, y Él ha agregado:
(4) “¿Quieres verlo para que te convenzas de lo que te digo?
(5) Ahora, mientras estaba en esto, mi amado Jesús me hacía ver sus mares interminables, los cuales investían cielos y tierra, y el pequeño amor de la criatura y todo lo demás hecho en su Querer Divino, como tantas vidas, pequeñas pero bellas, que nadaban en estos mares; quién permanecía en la superficie para mirar fijamente a su Creador, quién corría a sus brazos, una lo abrazaba, otra lo besaba, alguna otra se adentraba en el mar, en suma, le hacían miles de mimos, caricias y estratagemas a Aquél de quien habían recibido la Vida. El Ser Supremo las miraba, pero con tal amor, que llamaba a toda la corte celestial a festejar junto con Él, y decía a todos: ‘¡Mírenlas cómo son bellas! Estas vidas formadas por los actos de la criatura, por mi Voluntad, son mi gloria, mi triunfo, mi sonrisa, son el eco de mi amor, de nuestra armonía, de nuestra felicidad’. Ahora, estas vidas se veían en el sol, en las estrellas, en el aire, en el viento, en el mar; cada ‘te amo’ era una vida de amor, la cual corría a tomar su puesto de honor en los mares divinos. ¡Qué encanto, qué bellezas, cuántas sorpresas indecibles! Yo he quedado muda y no sabía qué decir, y Jesús ha agregado:
(6) “Hija mía, ¿has visto cuántas raras bellezas de vida sabe hacer mi Voluntad? Su amor, su celo es tanto, que los custodia en su propio mar.
(7) Pero aún no es todo hija mía, quiero decirte otra sorpresa: Si la criatura que vive en mi Querer, un ‘te amo’ no hace esperar a otro con la pequeña vida de amor que contiene dentro el prodigioso ‘te amo’, quién corre delante, quién va hacia atrás, quién vuela para tomar puesto en nuestros mares interminables, hacen competencia entre ellas para ver quién corre más veloz, quién se quiere poner más adelante, quién quiere ser el primero en arrojarse en nuestros brazos, y quién da un salto hasta encerrase en nuestro seno divino; la vida no puede estar detenida, estas pequeñas vidas, si bien pequeñas, tienen un respiro, un latido, un paso, una voz, son todo ojos para mirarnos, por eso respiran amor y nos dan amor, laten de amor, tienen nuestro paso, que nos movemos y caminamos porque amamos; sus voces nos hablan siempre de amor, y aman tanto que quieren oír siempre nuestra historia de eterno amor; estas pequeñas vidas no mueren jamás, son eternas con Nosotros. El ‘te amo’, los actos hechos en mi Querer, pueblan el Cielo, estas pequeñas vidas se difunden dondequiera, en toda la Creación, en los santos, en los ángeles y, ¿cuántas no corren en torno a la Reina? Dondequiera quieren su puesto, llegan a descender en los corazones de las criaturas de la tierra y dicen entre ellas: ‘¿Cómo es que nuestro Creador debe estar sin nuestra pequeña vida de amor en los corazones humanos? ¡Ah, no, no, somos pequeñas, podemos entrar en ellos y amamos a nuestro Creador por ellos!’ Estas pequeñas vidas son el encanto de todo el Cielo, son las más grandes maravillas de nuestro Ente Supremo, son las que verdaderamente corresponden a nuestro eterno amor, tienen locuras tan extrañas de amor, que al solo mirarlas se conoce que son hijas nuestras, vidas formadas y creadas por nuestro Querer Divino”.
(8) ¿Pero quién puede decir mis sorpresas? Y Jesús ha agregado:
(9) “No te maravilles, también mi Vida acá abajo no hacía otra cosa que hacer salir vida de Mí, tanto, que mis pasos caminan aún junto a todos, no se detienen jamás, es más, todos los siglos tendrán la vida de mis pasos; mi boca habla aún, porque cada palabra mía contenía una vida, y por eso habla todavía, solamente no oye mi voz quien no quiere escucharme; mis lágrimas están llenas de vidas, y están siempre en acto de verterse sobre el pecador para enternecerlo, compungirlo y convertirlo, y sobre las almas justas y buenas para embellecerlas y arrebatarles su corazón para hacerme amar. Cada pena, cada gota de mi sangre, son Vidas mías distintas que contienen, y por eso forman la fuerza de las penas de las criaturas y el lavado de todos sus pecados. Son los prodigios de mi Querer, donde reina mi Voluntad con su Virtud creadora en naturaleza, sobre de cada pequeño acto, y aun naderías, crea vida para hacernos amar. Tú debes estar convencida de que ante tanto amor nuestro, sin que ninguno nos ame, no podemos estar, por eso nuestra Voluntad que piensa en todo y sabe hacer todo, crea tantas vidas de los actos de la criatura que vive en Ella, hace de suplidora a nuestro amor, y vuelve menos delirantes nuestras ansias de amor y nuestros eternos delirios por querer ser amados; por eso vive siempre en nuestro Querer; ama siempre y serás el nuevo encanto de todo el Cielo y nuestra fiesta perenne, y Nosotros seremos la tuya, nos festejaremos mutuamente”.
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35-23
Diciembre 21, 1937
Cómo está decretado en el consistorio de la Trinidad adorable el reino de la Divina Voluntad sobre la tierra. El nuevo aliento de Dios con el que será restablecida la criatura. Diferencia entre vidas y obras.
(1) Mi pobre mente estaba ocupada por las grandes maravillas y prodigios que sabe hacer el Querer Divino si reina en la criatura, y pensaba entre mí: “¡Qué suerte tan feliz el vivir en Él, fortuna más grande no puede haber ni en el Cielo ni en la tierra! Pero, ¿cómo puede venir a reinar sobre la tierra, si los males, los pecados abundan tanto que hacen horrorizar? Sólo una potencia divina, con un prodigio suyo de los más grandes puede hacerlo, de otra manera el reino de la Divina Voluntad estará en el Cielo, pero no sobre la tierra”. Mientras esto pensaba, mi amado Jesús, mi dulce vida, visitando mi pobre alma, con una bondad indecible me ha dicho:
(2) “Hija mía buena, está decretado en el consistorio de la Trinidad Sacrosanta, que mi Voluntad Divina tendrá su reino sobre la tierra, y cuantos prodigios se necesiten, los haremos, no ahorraremos nada para tener lo que Nosotros queremos. Pero Nosotros en el obrar usamos siempre los modos más simples, pero potentes, tanto de arrollar Cielo y tierra, todas las criaturas en el acto que queremos. Tú debes saber que en la Creación, para infundir la vida al hombre no se necesitó más que nuestro aliento omnipotente, ¡pero cuántos prodigios encerrados en aquel aliento! Creamos al alma dotándola con las tres potencias, verdadera imagen de nuestra Trinidad adorable; con el alma tuvo el latido, el respiro, la circulación de la sangre, el movimiento, el calor, la palabra, la vista. Ahora, ¿qué cosa se necesitó para hacer todos estos prodigios en el hombre? Nuestro acto más simple, armado de nuestra potencia, esto es, nuestro aliento, y de la carrera de nuestro amor, que no pudiendo contenerlo, corría, corría hacia él, hasta hacer de él el más grande prodigio de toda la obra creadora. Ahora hija mía, el hombre con no vivir en nuestro Querer Divino, sus tres potencias han sido oscurecidas y deformada nuestra imagen adorable en él, de modo que ha perdido el primer latido de amor de Dios en el suyo; ha perdido el respiro divino en su respiro humano, más bien, no que lo haya perdido, sino que no lo siente, por eso no siente la circulación de la Vida Divina, el movimiento del bien, el calor del amor supremo, la palabra de Dios en la suya, la vista para poder mirar a su Creador, todo ha quedado oscurecido, entorpecido, debilitado y quizá también deformado. Ahora, ¿qué cosa se necesita para restablecer a este hombre? Volveremos a infundirle nuestro aliento con más fuerte y creciente amor, le infundiremos el aliento en el fondo del alma, pondremos nuestro aliento más fuertemente en el centro de su voluntad rebelde, pero tan fuerte de sacudirle los males a los cuales está unido, sus pasiones quedarán aterradas y aterrorizadas ante la potencia de nuestro aliento; se sentirán quemar por nuestro fuego divino, y la voluntad humana sentirá la Vida palpitante de su Creador, que ella, como velo, lo esconderá en sí misma, y volverá a ser la portadora de su Creador. ¡Oh, cómo se sentirá feliz! Con nuestro aliento la restableceremos, la sanaremos, haremos como una madre ternísima que teniendo a su hijo deforme, por medio de su aliento, de respiraciones, de soplos, se vierte sobre su hijo y solamente deja de darle el aliento y la respiración cuando lo ha sanado y lo ha vuelto bello como ella lo quería. La potencia de nuestro aliento no lo dejará, sólo dejaremos de dárselo cuando lo veamos regresar a nuestros brazos paternos bello como Nosotros lo queremos, y entonces sentiremos que nuestro hijo ha reconocido nuestra paterna bondad, y lo mucho que lo amamos.
(3) Mira entonces qué se necesita para hacer venir a reinar nuestra Voluntad sobre la tierra: La potencia de nuestro aliento omnipotente, con él renovaremos nuestra Vida en el hombre. Todas las verdades que he manifestado, los grandes prodigios del vivir en mi Querer, serán las propiedades más bellas, más grandes, de las cuales les haré don. También esto es una señal segura de que vendrá el reino de mi Voluntad a la tierra, porque si hablo, primero hago los hechos y después hablo, mi palabra es la confirmación del don, de los prodigios que quiero hacer; por eso, ¿qué finalidad tendría el manifestar mis propiedades divinas, hacerlas conocer, si no debiera venir su reino a la tierra?”
(4) Ahora continúo sobre el mismo argumento del día 18 de Diciembre, cómo nuestros actos hechos en el Querer Divino se cambian en Vida. Entonces pensaba entre mí: “¿Y tantas obras buenas, pero que no han salido de dentro del Querer Divino, y que faltándoles su germen de Vida no pueden ser Vida, sino solamente obras, qué cosa serán en el orden divino?” Y mi dulce Jesús, siempre benigno ha agregado:
(5) “Hija mía, mi Querer poseyendo en naturaleza su Vida creadora, no es maravilla que cada acto de criatura, aun un pequeño te amo hecho en mi Querer, sea como madurado en el centro de su Vida Divina, y como connatural adquiera la Vida; todo lo que se hace en Él es regenerado en nuestro eterno amor y adquiere la gran filiación de tantas Vidas Divinas que son exclusivamente nuestras. Ahora, las obras buenas no hechas en mi Querer, pueden ser en nuestra obra creadora como tantos bellos adornos, cuál más, cuál menos bello, pero vida, jamás. También en el orden de la Creación hay vidas y hay adornos: Las flores no son vidas, no obstante forman un bello adorno a la tierra, pero no permanente; los frutos no son vida, pero sirven para alimentar al hombre y para hacerlo gustar las tantas variadas dulzuras, pero no son duraderas y no siempre las puede gustar cuantas veces quiera; si las flores, los frutos fuesen vidas, el hombre las podría gozar cuantas veces quisiera. El sol, el cielo, las estrellas, el viento, el mar, no son vidas, pero como son obras nuestras, ¿cuántos bienes no hacen? Primero sirven como la más bella, primaria habitación del hombre. ¿Qué cosa son sus habitaciones en comparación con la gran habitación que hicimos Nosotros de todo el universo? En ella hay una bóveda azul adornada de oro que jamás se decolora, hay un sol que jamás se apaga, hay un aire que haciéndose respirar da vida, hay un viento que purifica y refresca, y tantas otras cosas. A nuestro amor le era necesario hacer una combinación de vidas y de obras, porque debían servir para hacer feliz al hombre y para decoro y decencia de la habitación de aquél que con tanto amor habíamos creado. Por eso, habiendo hecho Nosotros las obras más que suficientes, a él le tocaba gozarse nuestras obras y vivir en nuestro Querer para formar tantas vidas de amor, de gloria, para Aquél que tanto lo amaba.
(6) La diferencia entre las obras y la vida es grande, la vida no perece, pero las obras están sujetas a tantos cambios, y si no son rectas y santas, en lugar de formar el adorno forman nuestro deshonor y su confusión, y tal vez hasta su condena”.
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35-24
Diciembre 25, 1937
El descendimiento del Verbo Divino. Cómo partió del Cielo y al mismo tiempo quedó en él. Prodigios de la Encarnación. El inicio de la fiesta de la Divina Voluntad. Dios en sus obras pone a un lado la ingratitud humana.
(1) Estaba siguiendo los actos de la Divina Voluntad, y mi pobre mente se ha detenido en el acto del descendimiento del Verbo Divino a la tierra. ¡Dios mío, cuántas maravillas, cuántas sorpresas de amor, de potencia, de sabiduría divina, son tales y tantas que no se sabe por donde empezar a decirlas! Y mi amado Jesús, como inundado en su mar de amor, que levantando sus olas, sorprendiéndome me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, en mi descendimiento a la tierra fueron tales y tantas las maravillas, nuestro arrebato de amor, que ni a los ángeles, ni a las criaturas, les es dado comprender lo que obró nuestra Divinidad en el misterio de la Encarnación. Tú debes saber que nuestro Ser Supremo posee en naturaleza el movimiento incesante; si este movimiento pudiese cesar incluso un instante, lo que no puede ser, todas las cosas quedarían paralizadas y sin vida, porque todas las cosas, la vida, la conservación y todo lo que existe en el Cielo y en la tierra, todo depende de aquel movimiento. Por eso al descender del Cielo a la tierra, Yo, Verbo e Hijo del Padre, partí de nuestro movimiento primero, esto es, quedé y partí; el Padre y el Espíritu Santo descendieron junto Conmigo, fueron concurrentes, Yo no hice ningún acto que no lo hiciera junto con Ellos, y al mismo tiempo quedaron sobre su trono llenos de Majestad en las regiones celestiales. Así mismo, al partir, mi inmensidad, mi amor, mi potencia, descendían junto Conmigo, y mi amor que llega a lo increíble y no se contenta si no forma de mi Vida tantas Vidas por cuantas criaturas existen, y no sólo eso, sino que por doquier y por todas partes formaba mi Vida, la multiplicaba, y teniendo mi inmensidad en su poder la llenaba de tantas Vidas mías a fin de que cada uno tuviese una Vida mía propia, y la Divinidad tuviese la gloria y el honor de tantas Vidas Divinas nuestras por cuantas criaturas y cosas sacamos a la luz del día. ¡Ah! nuestro amor nos pagaba por la obra de la Creación, y con formar tantas Vidas nuestras, no sólo nos correspondía, sino que nos daba de más de lo que habíamos hecho. Nuestra Divinidad quedó raptada y tuvo un encanto tan dulce al ver los inventos, las estratagemas de nuestro amor, al ver tantas Vidas nuestras esparcidas, sirviéndose de nuestra inmensidad como circunferencia donde ponerlas; así que mientras se veía mi Vida como centro, mi inmensidad y potencia como circunferencia en la cual eran depositadas estas Vidas innumerables, encontrando todo y a todos se daban para amarnos y hacerse amar”.
(3) Yo he quedado sorprendida al escuchar esto, y mi dulce Jesús no dándome tiempo, pronto ha agregado:
(4) “Hija mía, no te maravilles, Nosotros cuando obramos hacemos obras completas, de modo que ninguno puede decir: ‘Esto no lo ha hecho para mí, su Vida no es toda mía’. ¡Ay! el amor no surge cuando las cosas no son propias y no se tienen en el propio poder. Además, ¿no hace también esto el sol, obra creada por Nosotros, que mientras se hace luz a los ojos hasta llenarlos todos de luz, al mismo tiempo es luz plena a la mano que obra, al paso que camina? De modo que todos pueden decir, cosas creadas y criaturas: ‘El sol es mío’. Y mientras el centro del sol está en lo alto de la atmósfera, su luz parte y queda, y con su circunferencia de luz inviste a la tierra y se hace vida y luz de cada uno, hasta de la florcita y del pequeño hilo de hierba. El sol no es vida, luz tiene y luz da, junto con todos los bienes que contiene su luz. Nuestra Divinidad es Vida y es autora y vida de todo, por eso al descender del Cielo a la tierra debía hacer actos completos, y más que sol hacer desahogo de mi Vida, y multiplicarla en tantas Vidas, a fin de que Cielo, tierra y todos pudiesen poseer mi Vida. No habría sido obra de nuestra sabiduría y de nuestro infinito amor si esto no fuera así”.
(5) Jesús ha hecho silencio, y yo continuaba pensando en el Nacimiento del niñito Jesús, y Él ha agregado:
(6) “Hija pequeña de mi Querer, la fiesta de mi Nacimiento fue la fiesta y como el inicio de la fiesta de mi Divina Voluntad. Conforme los ángeles cantaron gloria a Dios en lo más alto de los Cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, los ángeles, la Creación, se pusieron en actitud de fiesta, y mientras festejaban mi Nacimiento festejaban la fiesta de mi Divina Voluntad, porque con mi Nacimiento nuestra Divinidad recibía la verdadera gloria, hasta en lo más alto de los Cielos, y los hombres tendrán la verdadera paz cuando reconozcan mi Voluntad, le den el dominio y la hagan reinar, entonces su voluntad se hará buena, sentirán la fuerza divina. Entonces cantarán juntos Cielos y tierra, gloria a Dios en lo más alto de los Cielos y paz en la tierra a los hombres que poseerán la Divina Voluntad; todo se abonará en ellos y poseerán la verdadera paz”.
(7) Después continuaba pensando en el Nacimiento del pequeño Rey Jesús y le decía: “Amado niñito, dime qué cosa hiciste cuando viste tanta ingratitud humana hacia tu amor”. Y Jesús:
(8) “Hija mía, si hubiera tenido en cuenta la ingratitud humana hacia tanto amor mío, habría tomado el camino para regresarme al Cielo, y por eso habría entristecido y amargado a mi amor y cambiado la fiesta en luto. ¿Quieres saber qué hago en mis obras más grandes para hacerlas más bellas, con pompa y con la suntuosidad más grande de mi amor? Pongo todo a un lado, la ingratitud humana, los pecados, las miserias, las debilidades, y doy curso a mis obras más grandes como si todo lo anterior no existiera. Si Yo quisiera poner atención a los males del hombre no habría podido hacer obras grandes, ni dar curso a todo mi amor; habría quedado impedido, sofocado en mi amor. En cambio, para estar libre en mis obras y para hacerlas cuanto más bellas puedo, pongo todo a un lado, y si es necesario, cubro todo con mi amor, de modo que no veo más que amor y Voluntad mía, y así sigo adelante en mis obras más grandes y las hago como si ninguno me hubiese ofendido, porque para gloria nuestra nada debe faltar al decoro, a lo bello y a la grandeza de nuestras obras. Por eso quisiera que también tú no te ocuparas de tus debilidades, de las miserias y de tus males, porque por cuanto más se piensan, tanto más débil se siente, tanto más los males ahogan a la pobre criatura, y las miserias se estrechan más fuertemente en torno a ella. Con pensarlas, la debilidad alimenta la debilidad, y la pobre criatura va cayendo más, los males cobran más fuerza, las miserias la hacen morir de hambre; en cambio con no pensarlas, por sí mismas se desvanecen. Lo mismo le sucede al bien, un bien alimenta a otro bien, un acto de amor llama a otro acto de amor, un abandono en mi Querer hace sentir en sí la nueva Vida Divina; así que el pensamiento del bien forma el alimento, la fuerza para hacer otro bien. Por eso quiero que tu pensamiento no se ocupe de otra cosa que de amarme y de vivir de mi Voluntad; mi amor quemará tus miserias y todos tus males, y mi Querer Divino se constituirá vida tuya, y se servirá de tus miserias para formarse el escabel donde erigir su trono”.
(9) Después seguía pensando en el pequeño Jesús nacido y, ¡oh, cómo se me desgarraba el corazón al verlo llorar, sollozar, gemir, temblar de frío, hubiera querido poner un mi “te amo” por cada pena y lágrima del pequeño divino para calentarlo y calmarle el llanto! Y Jesús ha agregado:
(10) “Hija mía, a quien vive en mi Querer me lo siento en mis lágrimas, en mis gemidos, me lo siento correr en mis sollozos, en los temblores de mis miembros infantiles, y en virtud de mi Querer que posee, me cambia las lágrimas en sonrisas, los sollozos en alegrías de Cielo; con sus cantos de amor me calienta y me cambia las penas en besos y abrazos. Es más, tú debes saber que quien vive en mi Querer recibe continuos injertos de todo lo que hace mi Humanidad: Si pienso, injerto sus pensamientos; si hablo y rezo, injerto su palabra; si obro, injerto sus manos; no hay cosa que haga Yo de la cual no forme injertos para injertar a la criatura y hacer de ella la repetición de mi Vida, mucho más que estando mi Divina Voluntad en ella, encuentro mi potencia, mi santidad, mi misma Vida, para hacerme hacer lo que Yo quiero de ella. ¿Cuántos prodigios no puedo hacer en la criatura donde encuentro mi Voluntad? Yo vine a la tierra para cubrir todo con mi amor, para ahogar los mismos males y quemar todo con mi amor. Por justicia quería resarcir a mi Padre, porque era justo que fuese reintegrado en el honor, en la gloria, en el amor y gratitud que todos le debían, por eso mi amor no se daba paz, llenó los vacíos de su gloria, de su honor, y llegó a tanto, que por vía de amor pagó a la Divinidad por haber creado un cielo, un sol, un viento, un mar, una tierra florida y todo el resto, por lo cual el hombre no había dicho ni siquiera un gracias por los tantos bienes recibidos, había sido el verdadero ladrón, el ingrato, el usurpador de nuestros bienes. Mi amor corría, corría para llenar los abismos de distancia entre el Creador y la criatura, pagaba por vía de amor a mi Padre Celestial, y por vía de amor recompraba todas las generaciones humanas, para darles de nuevo la Vida de mi Voluntad; ya había formado tantas Vidas de Ella para formar con Ellas el rescate, y cuando mi amor paga es tanto su valor, que puede pagar por todos y readquirir lo que quiere. Por eso ya has sido comprada por mi amor, así que deja que te goce y te posea”.
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35-25
Diciembre 28, 1937
Así como la Redención sirvió para poner a salvo las habitaciones, así el reino de la Divina Voluntad servirá para poner a salvo y para restituir la habitación a Aquél que la había creado. En cada acto hecho en la Divina Voluntad Dios crea su Vida.
(1) Continuaba pensando en la Divina Voluntad. Cuántas escenas conmovedoras ante mi mente, un Jesús que llora, que ruega, que sufre, porque quiere ser vida de cada criatura, y una turba de hijos lisiados: Quién ciego, quién mudo, quién cojo, quién paralizado, quién cubierto de llagas de dar piedad; y el amado Jesús, con un amor que sólo Él puede tener, que corre ahora a uno, ahora al otro, les da el aliento, se los estrecha al corazón, los toca con sus manos creadoras para sanarlos y les dice quedito, quedito al corazón: “Hijo mío, te amo, recibe mi amor y dame el tuyo, y Yo por vía de amor te sanaré”. Mi Jesús, amada vida mía, cuánto nos amas. Ahora, mientras me sentía sofocar por su amor, darme el aliento con su aliento ardiente, sorprendiéndome me ha dicho:
(2) “Hija de mi amor, hazme desahogar porque no puedo contenerme más, cómo es duro amar y no ser amado; no tener a quién decir mis sorpresas de amor es la pena más indecible para nuestro Ente Supremo, por eso escúchame: Tú debes saber que Yo vine a la tierra para poner a salvo mis habitaciones; el hombre es mi habitación que con tanto amor me había formado, y en la cual, para hacerla digna de Mí, había concurrido mi potencia y el arte creador de mi sabiduría; esta habitación era un prodigio de nuestro amor y de nuestras manos divinas. Ahora, con sustraerse de nuestra Voluntad, nuestra habitación se pone en ruinas, queda obscura y queda como habitación de enemigos y de ladrones. ¡Qué dolor no fue para Nosotros! Así que mi Vida acá abajo sirvió para restituir, restablecer y poner a salvo esta habitación que con tanto amor nos habíamos formado. También ella era nuestra, convenía salvarla para poderla habitar de nuevo, por eso para salvarla di todos los remedios posibles e imaginables, di mi misma Vida para fortificarla, cimentarla de nuevo; derramé toda mi sangre para lavarla de todas las suciedades, y con mi muerte quise darle nuevamente la vida para hacerla digna de recibir de nuevo como habitante a Aquél que la había creado.
(3) Ahora, habiendo dado todos los medios para salvar nuestra habitación, era decoroso para Nosotros poner a salvo al Rey que debía habitarla. Nuestro amor había quedado a la mitad de su recorrido, impedido y como detenido en su camino, por eso el reino de nuestra Voluntad servirá para poner a salvo aquel Fiat rechazado por la criatura, darle la entrada en su habitación y hacerlo reinar y dominar como soberano que es. No sería una obra digna de nuestra sabiduría creadora salvar las habitaciones, y que Aquél que las debe habitar anduviera errante en campo abierto, sin reino y sin dominio; salvar las habitaciones y no salvarse a Sí mismo, ni poder habitar las habitaciones salvadas, sería absurdo, como si no tuviéramos potencia suficiente para salvarnos Nosotros mismos; esto no será jamás, si hemos tenido potencia para salvar nuestra obra creadora, tendremos potencia para poner a salvo nuestra Vida en nuestra obra. ¡Ah sí, tendremos nuestro reino, haremos prodigios inauditos para tenerlo, nuestro amor cumplirá su camino, no se quedará a la mitad, se desembarazará de las cadenas, continuará su carrera llevando el bálsamo a las heridas del querer humano, adornará con adornos divinos estas habitaciones, y con su imperio llamará a nuestro Fiat a habitar y a reinar, dándole todos los derechos que le son debidos! Si no fuese cierto el reino de mi Voluntad, ¿en qué aprovecharía componer y restablecer las habitaciones?
(4) ¡Ah! hija mía, tú no comprendes bien qué significa no hacer nuestra Voluntad, nos son quitados todos los derechos, nos sofocan tantas Vidas Divinas nuestras. Nuestro amor era y es tanto, que en cada acto de criatura queríamos crearnos a Nosotros mismos para hacernos amar, hacernos conocer, y para estar en continuo intercambio de vida entre las criaturas y Nosotros. ¡Hacer esto sin nuestra Voluntad es imposible! Solamente Ella tiene potencia y virtud de volver adaptable a la criatura para recibir nuestra Vida Divina, y pone en camino a nuestro amor para crearnos a Nosotros mismos en el acto de la criatura. Tú debes saber que en cada acto que la criatura hace en nuestra Voluntad, una fuerza irresistible nos llama, la miramos, nos reflejamos en ella y con un amor que no nos es dado resistir, creamos nuestra Vida, y si tú supieras qué significa crear nuestra Vida. En eso entra un desahogo de amor tan grande, que en nuestro énfasis de amor decimos: ‘¡Ah, la criatura nos ha hecho formar nuestra Vida en su acto.’ Sentimos paridad de amor, de santidad, de gloria nuestra, y quedamos con ansia esperando la continua repetición de sus actos hechos en nuestro Querer para repetir nuestra Vida, para tener en su acto a Nosotros mismos, que nos amamos, que nos glorificamos, y sólo entonces tenemos el verdadero fin de la Creación: el que todo debe servir a Nosotros, aun el más pequeño acto de la criatura sirve para repetir nuestra Vida y para hacer desahogo de nuestro amor. Por eso el vivir en nuestro Querer será todo para Nosotros, y todo para la criatura”.
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35-26
Enero 2, 1938
En el Querer Divino las miserias, las debilidades, se cambian en las más bellas conquistas. Todo lo que se hace en el Querer Divino, es formado primero en el Cielo.
(1) Continúo mi vuelo en el Querer Divino, y pensaba entre mí: “El vivir en el Querer Divino da en lo increíble, pero, ¿cómo se puede vivir en Él? Son tantas las miserias, las debilidades que se sienten, los encuentros, las circunstancias de la vida; y por cuanto se sienten, parece que el Querer Divino con su luz quiere investir todo y con su amor quemar todo, para hacer que entre la criatura y Él nada exista que no sea amor y Voluntad suya”. Pero mientras esto pensaba, mi amado Jesús que está atento para ver si hay alguna cosa en mí que no sea Voluntad suya, me ha dicho:
(2) “Hija mía buena, es tanto mi celo por quien vive en mi Voluntad, que no tolero ni un pensamiento, ni una debilidad u otra cosa que no tenga vida en Ella. Ahora, tú debes saber que para pasar a vivir en mi Voluntad, se necesita decisión por parte de Dios, y decisión firme por parte de la criatura de vivir en Ella. Esta decisión viene animada por una vida nueva, por una fuerza divina, para volverla inexpugnable a todos los males y circunstancias de la vida; esta decisión no sufre cambios, porque cuando Nosotros decidimos no nos ponemos a decidir con niños que hacen juego de sus decisiones, sino con quien sabemos que debe resistir, por eso ponemos de lo nuestro, a fin de que no venga a menos. Puede ser que sienta las miserias, los males, las debilidades, pero esto no dice nada, porque delante a la potencia y santidad de mi Querer, estos mueren, sienten la pena de la muerte y huyen; mucho más que estas miserias no son parto de la voluntad humana, porque ella está abismada en mi Querer, por eso no puede querer sino lo que quiero Yo, y muchas veces mi Querer se sirve de estas miserias para hacer de ellas las más bellas conquistas, y extender sobre de ellas su Vida, formar su reino, extender su dominio, y convertir las debilidades en victorias y triunfos, porque para quien vive en mi Querer todo debe servirle como el más bello amor que la criatura da a Aquél que forma su vida, casi como sirven las piedras, los ladrillos, el cascajo a quien quiere hacerse una bella habitación.
(3) Ahora, tú debes saber que antes de entrar a vivir en nuestro Querer, purificamos todo, cubrimos y escondemos todo en nuestro amor, de modo que no debemos ver en ella más que amor. Cuando nuestro amor todo lo ha escondido, aun las miserias, entonces toma lugar en nuestro Querer; es más, cada vez que hace sus actos, primero es purificada y después la inviste, y en ella hace lo que quiere. Hija mía, en mi Voluntad no hay ni juicios ni jueces, porque es tal y tanta la santidad, el orden, la pureza, la utilidad de nuestros modos, que deben inclinar la frente y adorar lo que hacemos; por eso no pierdas la paz, ni te ocupes de las miserias y circunstancias, sino déjalas en poder de mi Voluntad a fin de que de ellas haga sus portentos de amor”.
(4) Después ha agregado: “Hija mía, todo lo que la criatura hace en mi Divina Voluntad, primero viene formado en el Cielo, en el día eterno que no conoce noche; toda la corte celestial está al día de que una criatura de la tierra se ha refugiado en su patria celestial, que ya es suya, ¿pero para hacer qué? Para entrar en el centro del Fiat y llamar su potencia, a su virtud creadora, para darle la ocasión de hacerlas obrar en su acto. ¡Oh! con cuánto amor es recibida no sólo por el Querer Divino, sino también por la Trinidad Sacrosanta, se ponen de acuerdo, embalsaman el acto y ponen su aliento dentro con su potencia creadora, y forman tales maravillas de aquel acto, que todo el Cielo siente tal alegría y felicidad, que hacen resonar las regiones celestiales con sus voces armoniosas: ‘Gracias, gracias porque nos habéis dado el gran honor de ser espectadores de vuestra Voluntad obrante en el acto de la criatura’. Así que el Cielo viene inundado de nuevas alegrías y nuevos contentos, de manera que todos quedan ligados, agradecidos, y todos la llaman nuestra bienvenida. Esta más que celestial criatura se siente amada por Dios con doble amor, se siente inundada por nuevos mares de gracias, y así como ha subido al Cielo haciéndose portadora de sus actos, haciendo formar en ellos las maravillas de Dios, así desciende nuevamente haciéndose portadora de lo que Dios ha obrado en su acto, con eso inunda la tierra, inviste toda la Creación, a fin de que todos puedan recibir la gloria, la alegría de las maravillas que el Fiat Divino ha obrado en el acto de la criatura. No existe homenaje, amor, gloria más grande que nos pueda dar la criatura, que hacernos hacer lo que queremos en sus actos. Podemos hacer las maravillas más grandes sin que ninguno nos preste nada y sin que ni siquiera nos lo digan, como hicimos en la Creación, en ella nadie nos dijo nada, no obstante, ¿cuántas maravillas no creamos? Pero en ese entonces no había ninguno, ni quién nos pudiera prestar ni siquiera un suspiro como pretexto a nuestro amor y refugio dónde apoyar nuestras maravillas creadoras; pero ahora están los que nos lo pueden decir y darnos la multiplicidad de sus pequeños actos, aun los naturales, porque también la naturaleza es nuestra y todo puede servirnos para formar en ella las más grandes maravillas. Nuestro amor siente más gusto, nuestra potencia queda más exaltada al hacer nuestras maravillas más grandes en el pequeño cerco del acto de la criatura, que fuera de él, y además, estos son los acostumbrados pretextos de nuestro amor, que para dar va buscando la ocasión de poder decir: Me ha dado, le he dado, es verdad que es pequeño, pero nada se ha retenido para sí, así que es justo que Yo deba darle todo, incluso a Mí mismo”.
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35-27
Enero 7, 1938
Quien vive en el Querer Divino forma el refugio de la Vida de la Divina Voluntad. El ‘te amo’, refrigerio del amor divino. Cómo Dios se siente obligado hacia quien vive en Él.
(1) Mi pobre mente corría en el Querer Divino, y veía las ansias, los deseos, el contento que siente al ver a la criatura que quiere hacer vida junto con Él para amarlo con su mismo amor, y si no sabe hacer otra cosa, al menos para recoger en su alma sus ansias, sus suspiros ardientes, y decirle: “Estoy aquí Contigo, no te dejaré jamás solo, para calmar tus ansias de amor y para volverte contento”. Pero mientras esto pensaba, mi amado Jesús, mi dulce vida, ha visitado mi pequeña alma, y era tanto su amor como si le quisiera estallar su corazón adorable, y me ha dicho:
(2) “Hija mía amadísima, cielos y tierra, todas las criaturas, están envueltas y como encerradas en la intensidad de nuestro amor. Nuestro Querer corre con tal rapidez en cada fibra, en cada átomo, en cada instante, con tal velocidad y plenitud, que no queda nada, ni siquiera un respiro que no sea Vida de su Voluntad, y nuestro amor ama ardientemente, pero con tal intensidad, que siente la necesidad de alguien que lleve un pequeño refrigerio a la inmensidad de su amor. Ahora, ¿quieres saber quién puede dar un refrigerio a la intensidad, a la totalidad y plenitud de nuestro amor? El ‘te amo’ de la criatura, y por cuántas más veces lo diga, tantos refrigerios de más nos da. Este ‘te amo’ entra en nuestras llamas, las destruye, las alivia, las calma, y como el más dulce refrigerio dice: ‘Te amo, te amo; amáis porque queréis amor, y yo estoy aquí para amaros’. Este ‘te amo’ se hace camino en nuestra inmensidad, y ahí forma su lugarcito, el pequeño espacio donde poner su ‘te amo’. Así que el ‘te amo’ de la criatura es el apoyo del nuestro, es el alivio, es la calma de nuestro amor para no hacerlo delirar demasiado.
(3) Hija mía, amar y no ser amado es como si se quisiera impedir el curso a nuestro amor, restringirlo en Nosotros mismos, y hacernos sentir toda la pena y la dureza de nuestro amor no amado, por eso vamos buscando quién nos ame. Es tan dulce y refrescante para Nosotros el ‘te amo’ de la criatura, que quién sabe qué cosa le daremos con tal de obtenerlo. Mira entonces, en quien vive en nuestra Voluntad encontramos el refugio de nuestra Vida, y no hacemos otra cosa que intercambiarnos continuamente vida: Ella nos da la suya, y Nosotros damos la nuestra. En este intercambio de vida encontramos quién recibe la nuestra y nos dé la suya, donde podemos poner de lo nuestro, hacer lo que queremos, nos sentimos Dios tal como somos. Por eso la criatura que vive en nuestro Querer nos sirve de refugio, de teatro de nuestras obras, nos sirve como refrigerio de nuestro amor, como correspondencia de toda la Creación, no hay cosa que no encontremos en ella, por eso la amamos tanto, que nos sentimos obligados a darle lo que quiere; y cada acto de más que hace en nuestro Querer, tanto más nos estrecha, tantas cadenas de más agrega para ligarnos a ella. Pero, ¿sabes qué cosa nos da para hacernos quedar obligados? ¡Nuestra Vida, nuestras obras, nuestro amor, nuestra misma Voluntad! ¿Te parece poco? Lo que nos da es tan exuberante, que si no fuera porque tenemos en nuestro poder, la potencia con la cual todo podemos hacer, nos faltarían los medios para desobligarnos; por eso nuestro amor que no se deja jamás vencer ni superar por el amor de la criatura, va buscando reencontrarse con la criatura, inventando nuevas estratagemas, hasta darle nuevamente tantas veces nuestra Vida para desobligarse con su amada criatura, y en su énfasis de amor dice: ‘Cómo estoy contento de que vivas en mi Querer, eres mi alegría, mi felicidad, tanto, que me siento como obligado a darte el aire para respirar, y como me siento obligado respiro junto contigo. El sol, su luz, te los llevo en mis manos, pero no te dejo sola, me quedo contigo’. Así que no hay cosa, agua, fuego, alimento, y todo lo demás, que no se lo lleve con mis manos, porque me siento obligado y quiero quedarme junto con ella para ver cómo las toma, quiero hacer todo por Mí, y si mientras las toma me dice: ‘Tomo todo en tu Voluntad porque te amo; quiero amarte y glorificarte con tu mismo Querer’. ¡Oh! entonces quién puede decirte los refrigerios que me da, y busca desobligarse Conmigo, y Yo la hago hacer, pero después vuelvo con mis sorpresas de amor. Por esto te recomiendo que me hagas feliz viviendo siempre corazón con corazón y fundida con mi Voluntad, seremos felices y contentos, tú y Yo”.
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35-28
Enero 10, 1938
La primera predicación que hizo el pequeño rey Jesús a los niños de Egipto.
(1) Estaba haciendo mi giro en el Fiat Divino y, ¡oh! cómo suspiro que ningún acto se me escape de lo que ha hecho, tanto en la Creación como en la Redención. Me parece que me falta alguna cosa si todo lo que ha hecho yo no lo reconociera, no lo amara, no lo besara, no me lo estrechara al corazón como si fuera mío; y el Divino Querer quedaría como descontento si quien vive en Él no conociera todos sus actos, y si no encontrara en todo lo que Él ha hecho el pequeño ‘te amo’ de aquél a quien tanto ama, y mucho más porque no hay cosa que no ha hecho para él. Así, he llegado al momento en el cual el celestial Niño se encontraba en Egipto, en el momento cuando daba sus primeros pasos, y yo besaba sus pasos, ponía mi ‘te amo’ en cada paso que daba y le pedía los primeros pasos de su Voluntad para todas las generaciones humanas. Yo buscaba seguirlo en todo, si oraba, si lloraba, le pedía que su Voluntad animase todas las plegarias de las criaturas, y que sus lágrimas regenerasen la Vida de su Fiat en la familia humana. Entonces, mientras estaba atenta a seguirlo en todo, el pequeño Rey Niño, visitando mi pobre alma me ha dicho:
(2) “Hija de mi Querer, cómo estoy contento cuando la criatura no me deja solo, pues me la siento por delante, por detrás, en todos mis actos. Ahora, tú debes saber que mi exilio en Egipto no estuvo exento de conquistas, cuando llegué a la edad de cerca de tres años, desde nuestra pequeña casita oía a los niños que jugaban, gritaban en medio de la calle, y Yo, pequeño como era, salía en medio de ellos, y en cuanto me veían corrían a mi alrededor, todos querían estar cerca de Mí, porque era tanta mi belleza, el encanto de mi mirada, la dulzura de mi voz, que se sentían raptados a amarme, por eso se apiñaban a mi alrededor y me amaban tanto, que no sabían separarse de Mí. También Yo amaba a estos niñitos, y como el amor cuando es verdadero busca hacerse conocer, y no sólo eso, sino busca dar lo que puede hacer feliz en el tiempo y en la eternidad, por eso, a estos pequeños Yo les di mi primera predicación, adaptándome a su pequeña capacidad, mucho más que poseyendo la inocencia me podían entender más fácilmente. Ahora, ¿quieres oír cuál fue mi predicación? Yo les decía: ‘Niñitos míos, escúchenme, Yo os amo mucho, y quiero haceros conocer vuestro origen. Miren el cielo, allá arriba tienen un Padre Celestial que os ama mucho, pero os ama tanto que no se contentó con haceros de Padre desde el Cielo, de miraros, de crearos un sol, un mar, una tierra florida para volveros felices, sino que amándoos con un amor exuberante quiso descender en vuestros corazones, formar su morada real en el fondo de vuestra alma, haciéndose dulce prisionero de cada uno de ustedes, ¿pero para hacer qué? Para dar vida a vuestro latido, respiro y movimiento; así que caminan ustedes, y Él camina en vuestros pasos, se mueve en vuestras manitas, habla en vuestra voz; y mientras camináis, os movéis, etc., como os ama mucho, ahora os besa, os estrecha, os abraza y os lleva como en triunfo, porque sois sus amados hijos. Cuántos besos y abrazos escondidos no os da este nuestro Padre Celestial, y ustedes por estar desatentos no habéis hecho que vuestro beso encuentre al suyo, vuestros abrazos a su paterno abrazo, y Él ha quedado con el dolor de que sus hijos no lo han ni besado ni abrazado. Ahora, niñitos míos amados, ¿sabéis qué quiere de ustedes este Padre Celestial? Quiere ser reconocido en ustedes, que tiene su sede en el centro de vuestra alma, y como Él da dado todo, no hay cosa que Él no os dé, quiere vuestro amor en todo lo que hacéis. Ámenlo, que el amor no se aparte jamás de vuestros corazoncitos, de vuestros labios, de vuestras obras, de todo, y esto será el alimento delicioso que daréis a su Paternidad. Él os ama mucho y quiere ser amado. Ninguno puede llegar a amaros como Él os ama, tan es verdad, que tenéis también un padre terreno, pero cómo es diferente del amor del Padre Celestial, él no os sigue siempre, no vigila vuestros pasos, no duerme junto con ustedes, no late en vuestro corazón, y si os caéis ni siquiera lo sabe; en cambio el Padre Celestial no os deja jamás, si estáis por caer os da la mano para no dejaros caer, si dormís os vigila, y también si jugáis o hacéis impertinencias está con ustedes y conoce todo lo que hacéis. Por eso ámenlo mucho, mucho’. Y encendiéndome de más en amor les decía: ‘Denme su palabra de que lo amaréis siempre, siempre, digan junto Conmigo: Os amamos, Padre nuestro que estás en los Cielos, os amamos Padre nuestro que resides en nuestros corazones”.
(3) Hija mía, por estas palabras dichas a los niños, quién se conmovía, quién lloraba de alegría, quién quedaba arrobado, quién se estrechaba tan fuerte a Mí, que no me querían dejar más. Yo les hacía sentir la Vida palpitante de mi Padre Celestial en sus corazoncitos, y ellos gozaban por esto, hacían fiesta porque tenían no ya un Padre lejano, sino en su propio corazón, y Yo para fortalecerlos y para darles la fuerza de alejarse de Mí, los bendecía, renovando sobre aquellos niños nuestra fuerza creadora, invocando la potencia del Padre, la sabiduría de Mí, Hijo, y la virtud del Espíritu Santo, y les decía: ‘Vayan y después regresen’. Y así se alejaban, pero volvían los siguientes días. Una muchedumbre de niños se ponían a espiar cuando debía salir, y para ver qué cosa hacía Yo en nuestra casita, y cuando Yo salía me aplaudían con sus manitas, me hacían fiesta, y gritaban tanto, que mi Mamá salía a la puerta para ver qué cosa sucedía y, ¡oh! cómo quedaba admirada al ver a su pequeño Hijo hablar con tanta gracia a aquellos niños, tanto, que sentía que le estallaba el corazón por amor, y veía en ellos las primicias de mi Vida acá abajo, porque de estos niños que me escuchaban ninguno se perdió. El conocer que tenían un Padre en sus corazones fue como una garantía y prenda de poder poseer la patria celestial, para amar a aquel Padre que ya estaba también en el Cielo. Hija mía, esta predicación que Yo, pequeño niño, hacía a los niños de Egipto, era el fundamento, la sustancia de la creación del hombre, contiene la doctrina más necesaria, la santidad más alta, hace surgir el amor a cada instante para amarse el Creador y la criatura. Qué dolor al ver tantas pequeñas vidas que no conocen la Vida de un Dios en sus almas, crecen sin Paternidad Divina, como si estuviesen solos en el mundo, no sienten ni conocen cuánto son amados; ¿cómo pueden amarme? Por eso, quitado el amor, el corazón se endurece, la vida se afea y, pobre juventud, se da en brazos de los más graves delitos. Esto es un dolor para tu Jesús, y quiero que sea un dolor para ti, a fin de que ruegues por tantos que enseñan que estoy en sus corazones, que amo y quiero ser amado”.
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35-29
Enero 16, 1938
La Divina Voluntad llama en sus actos a la criatura para hacerle don de sus obras. Intercambio de voluntad entre las criaturas y Dios.
(1) El Querer Divino está siempre en torno a mí, y ahora me llama, ahora me estrecha a su seno de luz, y si respondo a su llamada, si le correspondo con mi abrazo, me ama tanto y me quiere dar tanto, que no sé donde poner lo que me quiere dar; y en medio de tanto amor y generosidad yo quedo confundida, y amo a aquel Santo Querer que tanto me ama. Mientras estaba en esto, mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, con ternura indecible me ha dicho:
(2) “Hija de mi Querer, tú debes saber que solamente tu Jesús conoce todos los secretos de mi Fiat, porque siendo Yo el Verbo del Padre me glorío de hacerme narrador de lo que ha hecho por la criatura. Ahora, por esto te digo que su amor es exuberante: En cada cosa que hacía te llamaba, tanto en las obras de la Creación como en las obras de mi Redención, y si tú escuchabas su llamada y decías: ‘Estoy aquí, ¿qué quieres?’ Él te hacía don de sus obras; si tú no respondías, Él quedaba en actitud de llamarte siempre, hasta en tanto no lo hubieses escuchado. Si creaba el cielo, te llamaba en aquella extensión azul al decirte: ‘Hija mía, ven y ve cuan bello es el cielo que he creado para ti, lo he creado para hacerte don de él, ven a recibir este gran don; si tú no me escuchas Yo no puedo dártelo, y me haces quedar con el don suspendido en mis manos, y en actitud de llamarte siempre, no cesaré de llamarte hasta en tanto no te vea poseedora de mi don. El cielo contiene una extensión grandísima, tanto que la tierra se puede llamar un pequeño agujero comparada con él, por eso todos tienen en él su puesto y un cielo para cada uno, y Yo los llamo a todos por su nombre para hacerles el don’. ¿Pero cuál no es su dolor, llamar y volver a llamar y no ser escuchado, y miran el cielo como si no fuera un don que les ha dado? Este mi Querer ama tanto, que conforme creaba el sol así te llamaba con sus voces de luz, e iba en busca de ti y de todos para hacerte de ellos un don, así que tu nombre está escrito en el sol con caracteres de luz, Yo no lo puedo olvidar; y conforme su luz desciende de su esfera y llega hasta ti, así te va llamando siempre, así que no se contenta con llamarte desde la altura de su esfera, sino que amándote siempre más quiere descender hasta lo bajo, y por caminos de luz y calor te dice: ‘Recibe mi don, este sol lo he creado para ti’. Y si es escuchado, ¡oh, cómo hace fiesta porque ve que la criatura posee el sol como propiedad suya y don que le ha hecho su Creador! Donde quiera y por todas partes te llama: Te llama en el viento, ahora con imperio, ahora con gemidos, ahora como si quisiera llorar para moverte a escucharlo a fin de que recibas el don de este elemento; te llama en el mar por caminos de murmullo para decirte: ‘Este mar es tuyo, tómalo como don que Yo te hago’. Hasta en el aire que respiras, en el pajarito que canta, te llama para decirte: ‘De todo te hago don’. Ahora, si a la llamada el alma responde, el don es confirmado; si no responde, los dones quedan como suspendidos entre el cielo y la tierra. porque si mi Voluntad llama, es porque quiere ser llamada para mantener el comercio entre Ella y las criaturas, para hacerse conocer y para hacer surgir el amor incesante entre Ella y quien vive de su Fiat, porque sólo a quien vive en su Querer Divino le es más fácil escuchar sus tantas llamadas, porque mientras la llama en sus obras se hace oír en el fondo de su alma, oyendo así su llamada en ambas partes. Y después, ¿qué decirte de cuántas veces te llamé y llamo en todos los actos de mi Humanidad? Me concebí y te llamé para hacerte el don de mi Concepción; Nací y te llamé más fuerte, y llegué a llorar, a gemir y llorar para moverte a compasión, para que pronto me respondieras para hacerte el don de mi Nacimiento, de mis lágrimas, gemidos y vagidos. Si mi Mamá Celestial me fajaba, te llamaba para fajarte junto Conmigo; en suma, te llamaba en cada palabra que decía, en cada paso que daba, en cada pena que sufría, en cada gota de mi sangre, hasta en el último respiro que di sobre la cruz te llamé, para hacerte don de todo, y para ponerte al seguro te puse junto Conmigo en las manos de mi Padre Celestial. ¿Dónde no te he llamado para hacerte don de lo que Yo hacía, para desahogar mi amor, para hacerte sentir cuánto te amaba y para hacer descender en tu corazón la dulzura de mi voz raptora, que rapta, crea y conquista, y también para oír tu voz que me dijera: ‘Aquí estoy contigo, dime Jesús, ¿qué quieres?’ Esto como correspondencia de mi amor y como protesta de que aceptas mis dones, y así poder decir: ‘He sido escuchado, mi hija me ha reconocido y me ama’. Es verdad que estos son excesos de nuestro amor, pero amar y no ser reconocido, ni amado, no se puede soportar por largo tiempo, ni se puede seguir viviendo así. Por eso continuaremos nuestras locuras de amor, nuestras estratagemas para dar curso a nuestra Vida de amor”.
(3) Después ha agregado con un énfasis de más intenso amor:
(4) “Hija mía, son tantos nuestros suspiros, nuestras ansias por querer que la criatura esté siempre con Nosotros, que queremos darle siempre de lo nuestro, ¿pero sabes qué queremos darle? ¡Nuestra Voluntad! Porque dándole Ésta, no hay bien que no le demos, por eso, teniéndola como ahogada de nuestro amor, de nuestra belleza, santidad, y de todo lo demás, le decimos: ‘Nosotros te hemos dado tanto, y tú, ¿nada nos das?’ Y la criatura, como confundida porque no tiene nada que darnos, y si tiene alguna cosa es nuestra, por eso mira su voluntad y nos la da como el más bello homenaje a su Creador; y Nosotros, ¿sabes qué hacemos? Si su voluntad nos la diera a cada instante, tantas veces le damos el mérito como si tuviera tantas voluntades por cuantas veces nos la ha dado, y tantas veces le damos la nuestra por cuantas veces nos ha dado la suya, duplicando tantas veces en ella nuestra santidad, nuestro amor, etc.”.
(5) Al oír esto he dicho: “Mi amado Jesús, yo gano mucho al recibir tantas veces el mérito por cuantas veces te doy mi voluntad, y tener por correspondencia la tuya es la más grande ganancia para mí; y tu ganancia, ¿cuál es?” Y Él, sonriendo me ha dicho:
(6) “A ti el mérito, y a Mí la ganancia de recibir toda la gloria de mi Divina Voluntad; y por cuantas veces te la doy, tantas veces se duplica, se multiplica, se centuplica mi gloria divina que recibo por medio de la criatura, así que puedo decir: Me da todo, y le doy todo”.
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35-30
Enero 24, 1938
Cómo Nuestro Señor partió al Cielo, pero al mismo tiempo se quedó en la tierra, en los tabernáculos, para ultimar el reino de la Divina Voluntad. Quien vive en el Querer Divino puede decir como Jesús: Parto y quedo.
(1) Mi vuelo en el Querer Divino continúa, y mientras estaba haciendo la visita a Jesús en el Sacramento, quería abrazar todos los tabernáculos y cada una de las Hostias Sacramentales, para hacer vida junto con mi prisionero Jesús, y pensaba entre mí: “¡Qué sacrificio, qué larga prisión, no de días sino de siglos! ¡Pobre Jesús, si al menos fuera correspondido!” Y mi amado Jesús, visitando mi pequeña alma, todo sumergido en sus llamas de amor me ha dicho:
(2) “Hija mía buena, mi primera prisión fue el amor, me aprisionó tanto, que no tenía libertad ni de respirar, ni de latir, ni de obrar, sino todo aprisionado en mi amor. Así que fue mi amor quien me aprisionó en el tabernáculo, pero con razón y con suma y divina sabiduría. Ahora, tú debes saber que las cadenas de mi amor me hicieron partir del Cielo en mi Encarnación. Partí para descender a la tierra en busca de mis hijos y hermanos para formarles con mi amor tantas prisiones de amor, que no pudieran salirse, pero mientras partí, al mismo tiempo me quedé en el Cielo, porque mi amor haciéndome prisión me ató en las regiones Celestiales. Ahora, habiendo cumplido mi camino acá abajo, partí para el Cielo, y al mismo tiempo quedé aprisionado en cada Hostia Sacramental, ¿pero sabes por qué? Porque mi amor formándome una dulce prisión me dijo: ‘La finalidad por la que descendiste del Cielo a la tierra no está cumplida, el reino de nuestra Voluntad, ¿dónde está? Ni existe ni es conocido, así que quédate prisionero en cada Hostia Sacramental, así no será un solo Jesús como en tu Humanidad, sino tantos Jesús por cuantas Hostias Consagradas existirán; tantas Vidas tuyas harán brecha y furor de amor ante la Divinidad, y brecha y furor de amor a cada corazón que te recibirá. Estas Vidas tendrán una palabrita qué decir para hacer conocer nuestro Querer, porque estas Vidas cuando desciendan en los corazones, no serán Vidas mudas, sino hablantes, y Tú hablarás en lo íntimo de sus corazones de nuestro Fiat, serás el portador de nuestro reino’. Yo vi justas las pretensiones de mi amor, y de buena gana me quedé en la tierra para formar el reino de mi Voluntad hasta que sea obra completa. Mira, si Yo partí para el Cielo y al mismo tiempo me quedé en la tierra, mi Vida esparcida en tantas Hostias Sacramentales no será inútil acá abajo, no, sino que formaré con certeza el reino de mi Querer. Yo no me habría quedado si supiera que no iba a obtener mi intento, mucho más que me cuesta más sacrificio que mi misma Vida mortal. ¡Cuántas lágrimas secretas, cuántos amargos suspiros en medio a tantas llamas de amor que me devoran! ¡Ah! Quisiera devorar a todos en mi amor para hacer resurgir a nueva vida a las almas que deben vivir en mi Querer Divino! Desde el centro de mi amor saldrá este reino, él quemará los males de la tierra, no pondrá atención a nada, solamente se tomará en cuenta a Sí mismo, armará su omnipotencia, y con tantas victorias suyas vencerá nuestro reino en medio de las criaturas para dárselo a ellas. Pero no estuve contento con quedarme prisionero, sino que mi amor, inflamándome de más, me hizo escogerte a ti para hacerte prisionera con cadenas tan fuertes que no me puedas huir, como desahogo de mi amor y compañía de mi prisión, para poderte hablar largamente de mi Querer, de sus ansias y suspiros porque quiere reinar, y como un pretexto de mi amor para decir ante la Majestad Suprema: ‘Una criatura de la raza humana es ya nuestra prisionera, con ella hablamos de nuestra Voluntad para hacerla conocer y extender en ella su reino’. Esta prisionera es como una prenda y una garantía para toda la familia humana, de que con derecho debemos darle nuestro reino. Puedo decir que cada Vida mía Sacramentada son tantas prendas que les doy, suficientes para poder entregar mi reino a mis hijos; pero a tantas prendas mías, mi amor ha querido agregar la prenda de una simple criatura que lleva las marcas de mi prisión, y así unir de nuevo las partes entre criatura y Creador, y así dar cumplimiento y ultimar el reino de nuestra Voluntad en medio a las criaturas.
(3) Desde cada tabernáculo mis oraciones son incesantes para que las criaturas conozcan mi Voluntad para hacerla reinar, y todo lo que sufro, lágrimas y suspiros, los envío al Cielo para mover a la Divinidad a conceder una gracia tan grande, y las envío también a cada corazón para moverlos a compasión de mis lágrimas y penas, para hacerlos rendirse para recibir este bien tan grande”.
(4) Jesús ha hecho silencio y yo pensaba entre mí: “Mi amado Jesús con hacerse prisionero ha hecho un acto de heroísmo tan grande, que solamente un Dios podía hacer, pero mientras es prisionero al mismo tiempo está libre, tan es así, que en el Cielo está libre, goza la plenitud de su libertad, y no sólo en el Cielo, sino también en la tierra, ¿cuántas veces no viene a mí sin los velos Sacramentales? Pero con haber convertido en prisionera a mi pobre existencia, sí que me la hizo grande, y Él sabe en qué estrecha prisión me pone y cómo son duras mis cadenas; yo no puedo hacer como hace Él, que mientras está prisionero al mismo tiempo está libre, mi prisión es continua”. Pero mientras esto pensaba, Jesús, ha vuelto a hablar diciéndome:
(5) “Hija mía, pobre hija mía, has sufrido mi misma suerte, cuando mi amor quiere hacer un bien no ahorra nada, ni sacrificios, ni penas, parece como si no quisiera entrar en razón, todo su intento es el de hacer surgir el bien que quiere. Y además, ciertamente debería haberla hecho grande, no se trataba de un bien cualquiera, sino de establecer sobre la tierra un reino de Voluntad Divina. Este bien será tan grande, que ningún otro bien podrá compararse a éste; todos los otros bienes serán como tantas gotitas de agua frente al mar, serán como pequeñas lucecitas de frente al sol. Por eso no te maravilles si la he hecho grande como tú dices, tu continua prisión entraba como necesidad de mi amor para darme la compañía y hacerme hablar de los conocimientos de mi Voluntad que tanto me importan y siento la necesidad de hacerlos conocer; además, debes saber que conforme te hablo de Ella, mi amor te corresponde y te libera de las cadenas de tu voluntad humana, y te deja libre en los campos de los dominios del reino de mi Querer. A esto son dirigidos los conocimientos acerca de mi Querer, a liberar a la criatura de su voluntad, de sus pasiones, de sus miserias; por eso agradéceme por todo lo que he dispuesto sobre ti, mi amor te sabrá pagar y tendrá cuenta aun de un respiro tuyo, de un instante de tu prisión”.
(6) Después de esto seguía pensando en los prodigios del Querer Divino, y mi amado Jesús ha agregado:
(7) “Hija de mi Querer, así como tu Jesús dijo al descender del Cielo a la tierra: ‘Parto y me quedo’, así cuando subí al Cielo dije: ‘Me quedo y parto’. Mi misma palabra se repite al descender Sacramentado en las criaturas: ‘Parto y permanezco en los tabernáculos’. Así quien vive en mi Voluntad, en todos sus actos puede decir mis mismas palabras, pues conforme comienza su acto así viene formado su Jesús en ese acto; mi Vida tiene virtud de multiplicarse al infinito cuantas veces quiero, por eso puede decir con toda verdad: ‘Parto y permanezco. Parto para el Cielo para beatificarlo, para alcanzar mi sede y hacer conocer a todos a mi amado Jesús que he encerrado en mi acto, a fin de que lo gocen y lo amen; y este mismo Jesús encerrado en mi acto permanece en tierra como vida mía, sostén y defensa de todos mis hermanos.’ ¡Oh, cómo es bello un acto en mi Voluntad!”
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35-31
Enero 30, 1938
Quien vive en el Querer Divino, todo lo que hace adquiere la Naturaleza Divina. La verdadera correspondencia de toda la Creación.
(1) Mi pobre mente nada en el mar del Querer Divino, su murmullo es continuo, ¿pero qué cosa murmura? Amor, almas, luz que quisiera investir, que quisiera reinar en cada uno de sus hijos y, ¡oh! cuántas estratagemas de amor usa para hacerlos entrar nuevamente en el seno de su luz, de donde salieron. Y en su dolor dice: “Hijos míos, hijos míos, háganme reinar y Yo os daré tanta gracia, para reconoceros que sois los hijos de vuestro Padre Celestial”. Pero mientras mi mente se perdía en este mar divino, mi amado Jesús, mi dulce vida, ha renovado su breve visita, y todo bondad me ha dicho:
(2) “Pequeña hija de mi Querer Divino, son tantas las ansias, los suspiros, porque mi Voluntad quiere obrar en el acto de la criatura, que se pone a espiar para ver si el alma la llama como acto primario de sus actos, y si es llamada se pone en fiesta, corre, y con su aliento imprime su fuerza creadora y convierte en naturaleza divina el acto de la criatura. Así que la criatura siente la naturaleza del amor divino que la inviste, la circunda, le corre como sangre en sus venas, y hasta en la médula de sus huesos, en el latido de su corazón; por eso todo su ser no dice otra cosa más que amor. Convertir en naturaleza divina los actos humanos, son los prodigios más grandes que puede hacer mi Divina Voluntad, Ella no sabe dar sino lo que tiene, amor posee, amor da, y ¡oh! cómo se siente feliz la criatura de que no ve, que no siente más que amor, ni puede hacer menos que amar. Mi Voluntad, con dar el amor en naturaleza a la criatura, la ha puesto en el orden divino, todo es armonía entre Dios y ella, se puede decir que la ha arrojado en nuestro mismo laberinto de amor, así que si adora, agradece, bendice, su fuerza creadora corre para cambiar en naturaleza divina la adoración, los agradecimientos, las bendiciones, así que la criatura tiene en su poder, como naturaleza suya, el siempre adorar a la Majestad Suprema, agradecerla y bendecirla, porque lo que mi Voluntad comunica en naturaleza tiene el acto continuado que jamás cesa. Por eso la tenemos a nuestra disposición, porque nuestro amor encuentra quién lo ama con su mismo amor, y si siente la necesidad de desahogarse, tiene con quién hacer sus desahogos. Nuestra Majestad encuentra sus eternas adoraciones en la criatura, y que ésta verdaderamente puede decirle un gracias, un te bendigo divino, en suma, encontramos quién nos puede dar de lo nuestro, y ¡oh! cómo amamos a esta más que celestial criatura, nos tiene siempre en actividad porque podemos darle lo que queremos, y el dar para Nosotros es beatificarnos y felicitarnos de más. Mientras que, quien no vive en nuestro Querer nos tiene como en el ocio, sin actividad, y si damos alguna cosa, todo es medido, porque no tenemos en dónde ponerla, y tememos que de aquél poco que le damos haga despilfarro y no sepa apreciarlo”.
(3) Un poco después, con un ansia aún más fuerte ha agregado:
(4) “Hija mía buena, los prodigios que mi Fiat obra en el acto de la criatura que vive en Él son inauditos. Conforme ve que la criatura está por hacerlo, corre, toma el acto en sus manos, lo purifica, lo plasma, lo inviste de luz, después lo mira para ver si aquel acto puede recibir su santidad, su belleza, puede encerrarlo en su inmensidad [1], si puede hacer correr dentro su potencia, su amor, y cuando todo ha hecho, porque nada debe faltar como acto suyo, lo besa, lo abraza, y vertiéndose todo sobre de él, con una solemnidad y amor indescriptibles pronuncia en él su Fiat Omnipotente y se crea a Sí mismo en aquel acto. Los Cielos se ponen atentos cuando mi Querer está por obrar en el acto de la criatura, se conmueven, quedan admirados y arrobados, y exclaman: ‘¿Será posible que un Dios, que su Querer tres veces Santo llegue a tanto amor, hasta crearse a Sí mismo en el acto de la criatura?’ Mi mismo Fiat regresa a mirar lo que ha hecho en el acto humano y se siente raptar, se felicita al ver su nueva Vida, y lleno de alegría indescriptible hace fiesta a todo el Cielo, y generosamente vierte gracias sobre toda la tierra. A estos actos los llamo Vida mía, acto mío, eco de mi potencia, prodigios de mi amor. Hija mía, hazme feliz, son estas las alegrías de mi Creación, las fiestas de mi virtud creadora: Poder formar tantas Vidas mías por cuantos actos hace la criatura. Por eso llámame siempre en tus actos, no me pongas jamás a un lado y Yo haré siempre cosas nuevas en ti, que llegarán a dejar sorprendidas a todas las gentes, y entonces tendré la correspondencia, la gloria de toda la Creación, cuando haya llenado Cielos y tierra con tantas Vidas mías nuevas”.
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35-32
Febrero 7, 1938
Dios no ama lo forzado sino la espontaneidad. Desahogo que el Querer Divino hará en quien viva en Él. La Creación no ha terminado.
(1) Estoy bajo el imperio del Querer Divino, su virtud creadora tiene tal fuerza que hace sentir su dulce imperio sobre la pobre criatura, que dulcemente, no forzada, se pone de acuerdo con el Fiat y le da amplia libertad de hacer lo que quiera con ella, es más, le dice: “Cómo me siento honrada de que de mi ser quieras hacer un portento, pero tanto, que quieres usar tu fuerza creadora y obradora en mi pobre alma”. Pero mientras mi mente estaba atenta a recibir la virtud creante del Fiat Divino, mi siempre amable Jesús, sorprendiéndome con su breve visita, con amor indecible me ha dicho:
(2) “Hija mía de mi Querer, cómo es bello mi Fiat al obrar con su virtud creadora, tú has visto que no usa la violencia, sino la dulzura, pero dulzura irresistible, más que la misma violencia. Con su dulzura embalsama a la criatura, le hace sentir lo bello de lo divino, de modo que ella misma dice: ‘Hazlo pronto, ¡oh! Querer Santo, no tardes más, me siento languidecer si no te veo en mí que obras con tu virtud creadora’. Hija mía, las cosas, una voluntad forzada, no nos han agradado jamás, es más, ni siquiera las queremos, dan mucho de humano y no están en armonía ni con nuestro amor, ni con nuestras obras, donde todo es espontaneidad y Voluntad plena, que lo queremos, suspiramos hacer el bien, y lo hacemos, y por eso lo hacemos con tal plenitud de amor y de gracia que ninguno puede igualarnos. Tanto, que si no vemos la espontaneidad, la voluntad de querer recibir el bien que queremos hacer en ella, no hacemos nada; a lo más esperamos, hacemos sentir nuestros suspiros, nuestras ansias, pero no nos movemos a obrar si antes no vemos que con amor quiere recibir lo obrado por su Creador.
(3) Ahora, tú debes saber que a cada acto que la criatura hace en nuestro Querer, así va creciendo su Vida en ella, y cuando llega a la plenitud en que todo es Voluntad mía en ella, entonces comenzamos el desahogo de nuestro amor, de nuestras gracias, de modo que a cada instante le damos nuevo amor y nuevas gracias sorprendentes, ponemos fuera nuestras demostraciones de magnificencia divina, la suntuosidad, el lujo de nuestras estratagemas de amor, todo lo que le hacemos lleva la marca de la abundancia de su Creador. Cuando el alma está llena de nuestra Voluntad Divina no ponemos atención en nada más, lo que tenemos damos, y lo que quiere es suyo. Es tanta la magnificencia que hacemos, que en cada acto suyo hacemos correr una nota de nuestras músicas divinas, a fin de que ni siquiera nuestra música nos falte en ella, y ella a menudo nos hace bellas sonatinas con nuestras notas divinas y, ¡oh, cómo nos sentimos felices, armonizar nuestras armonías, nuestros sonidos divinos! Tú debes saber, que para quien vive en nuestra Voluntad superamos el lujo, la ostentación, la magnificencia, la suntuosidad que tuvimos en la Creación, donde todo fue abundancia: Abundancia de luz que ninguno la puede medir, abundancia en la extensión del cielo que con lujo de belleza adorné con tantas estrellas. Cada cosa creada era creada con tal abundancia, investida con tal magnificencia de lujo, que ninguna puede tener necesidad de la otra, es más, todas pueden dar sin necesidad de recibir. Sólo la voluntad humana pone los límites, las estrechuras a la criatura, la arroja en las miserias e impide a mis bienes el darse a ellas. Por eso espero con ansias que mi Voluntad sea conocida y que vivan en Ella, y entonces haré tal desahogo de magnificencia, que cada alma será una nueva creación, bella, pero distinta una de la otra; me recrearé, la haré de artífice insuperable, pondré fuera mi arte creador. ¡Oh, cómo lo espero, lo quiero, lo suspiro! Así que la Creación no ha terminado, tengo que hacer las obras más bellas. Por eso hija mía hazme trabajar, pero ¿sabes cuándo trabajo? Cuando te manifiesto una verdad sobre mi Divina Voluntad súbito la hago de artífice, y con mis manos creadoras trabajo en ti para hacer que esa verdad se haga vida en tu alma y, ¡oh, cómo gozo en el trabajo! El alma se hace como blanda cera en mis manos, y en ella formo la Vida que quiero, por eso sé atenta y déjame hacer”.
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35-33
Febrero 14, 1938
Los actos de quien vive en la Divina Voluntad se extienden sobre todos y se hacen narradores del Ser Supremo. Al crear a la Virgen creaba el perdón.
(1) Mi vuelo continúa en el Querer Divino y, ¡oh, cómo me siento perdida en su inmensidad! Es tanta su potencia y actividad, que cuando obra en el acto de la criatura, ese acto lo quiere dar a todos, quiere llenar Cielos y tierra para hacer ver y oír lo que sabe hacer, y cómo sabe amar. Yo he quedado sorprendida, y mi amado Jesús visitando mi pequeña alma, todo bondad me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, es tanto el amor de mi Voluntad al obrar en el acto de la criatura, que da en lo increíble; Ella, conforme obra, quiere que todos reciban aquel acto y lo hagan como acto propio. Mi Voluntad con su soplo omnipotente pone en vuelo aquel acto y lo hace subir al sol, al cielo, a las estrellas, al viento, al mar, hasta en el aire que todos respiran, luego vuela más arriba, hasta en las regiones Celestiales, y todos, ángeles y santos, la Reina Madre, hasta nuestra misma Divinidad, reciben aquel acto, de manera que recibiéndolo cada uno debe poder decir: ‘Este acto es mío’. ¿Pero sabes por qué? Porque es tanto su amor, que quiere que su acto lo posean todos y dé vida a cada uno; quiere decorar, adornar, investir con su virtud creante todo y a todos para recibir la gloria, el amor, el honor que posee mi Querer por todo y por cada uno. Mi Querer no se detiene jamás, y sólo está contento cuando ve que su acto ha llenado todo, y como triunfo lleva Consigo a la criatura que le ha dado la libertad de hacerlo obrar en su acto para hacerlo conocer y amar por todos. Estas son nuestras fiestas, nuestras alegrías más puras de la Creación, el poder poner de lo nuestro en la criatura, como si quisiéramos duplicar nuestra potencia, inmensidad, amor y gloria hasta el infinito en el acto humano de la criatura. Esto no es para maravillarse, nuestra Voluntad Divina se encuentra por todas partes, por eso nuestros actos con los cuales son animados los actos de las criaturas, vuelan y se refugian en nuestro Querer, hasta en los más pequeños escondites donde Él se encuentra, y éstos nos sirven como correspondencia de amor de toda la Creación, nos sirven como nuestra más dulce compañía y como narradores de nuestro Ente Supremo. Por eso nuestro amor es exuberante para quien quiere vivir en nuestro Fiat, somos todo ojo sobre esta criatura, estamos casi espiándola para ver cuando nos presta su acto para hacernos poner en obra nuestra virtud creante, ella es para Nosotros nuestro desahogo de amor, la actividad de nuestra potencia, y se hace repetidora de nuestra misma Vida”.
(3) Después de esto seguía mi giro en el Querer Divino, y mi dulce Jesús transportaba mi pequeña voluntad en el acto creante de la suya. ¡Dios mío, cuántas sorpresas! Mi pobre inteligencia se pierde, no sabe decir nada, y mi siempre amable Jesús, repitiendo su breve visita, todo bondad me ha dicho:
(4) “Mi buena hija, nuestro Fiat en la Creación hizo alarde de nuestro amor obrante, potente y sabio, de modo que todas las cosas creadas están impregnadas de nuestro amor, potencia, sabiduría y belleza inenarrable, por eso podemos llamarlas las administradora de nuestro Ente Supremo. En cambio, en la creación de la Soberana Reina fuimos más allá, nuestro amor no se contentó con el alarde y suntuosidad, sino que quiso ponerse en actitud de piedad, de ternura, de compasión tan profunda e íntima, como si se quisiera convertir en lágrimas por amor de las criaturas. Es por eso que conforme se pronunció nuestro Fiat para crearla y llamarla a vida, creaba el perdón, la misericordia, la reconciliación entre Nosotros y el género humano, y lo depositamos en esta Celestial y Santa Criatura, como administradora entre nuestros hijos y suyos. Así que la Soberana Señora posee mares de perdón, de misericordia, de piedad, y mares llorosos de nuestro amor, en los cuales puede envolver a todas las generaciones, regeneradas en estos mares creados por Nosotros en Ella, mares de perdón, de misericordia y de una piedad tan tierna, que ablanda los corazones más duros. Hija mía, era justo que todo fuera depositado en esta Madre Celestial, porque debiendo poseer el reino de nuestra Voluntad, todo le era confiado a Ella; solamente nuestra Voluntad tiene lugar suficiente para poder poseer nuestros mares creados por Nosotros, con su potencia creante y conservante mantiene íntegro lo que crea, sin que jamás disminuya a pesar que damos siempre, por eso, donde no está nuestra Voluntad no podemos ni dar, ni confiar, ni depositar, pues no encontramos el lugar para hacerlo, nuestro amor queda impedido para las tantas bellas obras que queremos hacer en las criaturas. Sólo en esta Soberana Señora no encontró impedimento nuestro amor, y por eso desahogó tanto, e hizo tantas maravillas, hasta darle la fecundidad divina para hacerla Madre de su Creador”.
(5) Después, mi amado Jesús me hacía presentes todos los actos que hacía junto con su Mamá Celestial, y mientras obraban, los mares de amor del Uno y de la Otra se fundían y formaban uno solo, y levantando sus olas hasta el Cielo investían todo, hasta nuestra Divinidad, y formando una lluvia tupida de amor sobre nuestro Ser Divino [2] nos daban el amor de todos, el refrigerio, el bálsamo con el cual quedaba endulzado, y cambiaba la justicia en arrebato de amor por las criaturas. Se puede decir que nuestro amor generó nuevamente con nuevo amor a la humana familia, y Dios la amó con doble amor, ¿pero dónde? En la Reina y en su amado Hijo.
(6) Ahora escucha otra sorpresa: Cuando Yo, siendo un pequeño Niño chupaba la leche de mi Mamá, Yo chupaba las almas, porque Ella las tenía en depósito, y al darme la leche depositaba en Mí a todas las almas, porque quería que Yo las amara, les diera el beso a todas, y en ellas formase su y mi victoria, y no solo esto, sino que al darme la leche me hacía succionar su maternidad, sus ternuras, y se imponía sobre de Mí con su amor para que Yo amara a las almas con amor materno y paterno, y Yo recibía en Mí su maternidad, sus ternuras indecibles, y así amaba a las almas con amor divino, con amor materno y con amor paterno. Después de que las había depositado a todas en Mí, Yo con una estratagema de amor, con un respiro, con una dulce mirada, las depositaba de nuevo en su materno corazón, y para corresponderle le daba mi paterno amor, mi amor divino que es incesante, firme, irremovible, que jamás se cambia, porque el amor humano fácilmente se cambia, y Yo quería que mi inseparable Madre tuviese las mismas prerrogativas de mi amor, y las amase como las sabe amar un Dios. Así que en cada acto que hacíamos, desde el más pequeño hasta el más grande, eran intercambios de depósito de almas lo que hacíamos, Yo en Ella y Ella en Mí; es más, puedo decir que duplicábamos este depósito de almas, porque lo que Yo recibía de mi amada Mamá, lo custodiaba con sumo celo en mi corazón divino como el más grande don que me hacía, y Ella recibiendo mi don, tenía tal cuidado, que ponía toda su maternidad en actitud de custodiar el don que le hacía su Hijo. Ahora, en estos intercambios de depósito que hacíamos, nuestro amor crecía y amaba con nuevo amor a todas las criaturas, formábamos los proyectos de cómo amarlas más, y cómo vencerlas a todas por vías de amor, y poníamos nuestra Vida para ponerlas a salvo”.
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35-34
Febrero 20, 1938
Jesús al encarnarse formaba de Sí tantos Jesús por cuantas criaturas debían existir, a fin de que cada una tuviese un Jesús a su disposición.
(1) Estoy entre los brazos del Querer Divino, el cual me ama mucho, y para hacerme ver cuánto me ama, me quiere decir siempre su larga y eterna historia de amor, agregando nuevas sorpresas, por las cuales queda uno tan arrobado que resulta imposible no amarlo, y solamente quien es ingrato y sin criterio podría hacerlo. Después, el Fiat Divino me hacía presente lo que había obrado en el descendimiento del Verbo a la tierra, y mi dulce Jesús repitiendo su acostumbrada visita, todo bondad me ha dicho:
(2) “Mi pequeña hija de mi Querer, tú debes saber que mi amor es tanto, que siente la necesidad de desahogarse y de confiar sus secretos a quien vive en mi Querer, a fin de que estando al día de todo, amemos con un solo amor, y repita en ella lo que Yo hice en Mí mismo. Escucha entonces hija mía hasta dónde llega el exceso de mi amor, el cual me hacía hacer cosas inauditas e increíbles a las mentes creadas: Al venir Yo a la tierra, quise formar de Mí tantos Jesús por cuantas criaturas habían existido, existían y existirán, así que cada una debía tener a su Jesús todo suyo, a su disposición; por lo tanto debía tener mi concepción para quedar concebida en Mí, mi nacimiento para renacer, mis lágrimas para lavarse, mi edad infantil para restablecerse y dar principio a su nueva vida, mis pasos por vida y guía de los suyos, mis obras para hacer surgir sus obras en las mías, mis penas como bálsamo y fuerza de las suyas, y como satisfacción de cualquier deuda contraída con la Divina Justicia, mi muerte para reencontrar su vida, mi resurrección para resurgir del todo en mi Voluntad y a la gloria completa que debía dar a su Creador. Y esto con sumo amor, con razón, con justicia y con suma sabiduría.
(3) Mi Padre Celestial debía encontrar en Mí, para satisfacerse, glorificarse, para ser correspondido por tanto amor suyo, tantas Vidas mías por cuantas criaturas había sacado y debía sacar a la luz del día, y aunque no todos tomen esta Vida mía, mi Padre Celestial exigía mi Vida para glorificarse por todo lo que había hecho en la obra de la Creación y de la Redención. Puedo decir que en cuanto el hombre se sustrajo de nuestra Voluntad cesó la gloria que le era debida a mi Divino Padre, por lo tanto, si no formaba de Mí tantos Jesús por cuantas criaturas existen, la gloria del Padre Celestial habría quedado incompleta, y Yo no podía hacer obras incompletas, mi amor me habría hecho la guerra si no hubiera formado de Mí tantos Jesús, primero por decoro y gloria nuestra, y después para dar el bien completo a cada una de las criaturas. Por eso nuestro sumo dolor es que a pesar de tantas Vidas mías que están a disposición de cada uno, quién no las reconoce, quién no las mira, quién no se sirve de ellas, quién las ofende, quién toma apenas las migajas de mi Vida. Pocos son aquellos que dicen: ‘Hago la Vida de Jesús, con Jesús, y amo como ama Jesús, y quiero lo que quiere Él’. Estos últimos son la correspondencia, junto Conmigo, de la gloria y amor de la Creación y Redención, pero a pesar de que no todas estas Vidas mías sirven a la criatura, sin embargo sirven admirablemente a la gloria de mi Divino Padre, porque no vine a la tierra solamente por las criaturas, sino para reintegrar los intereses y la gloria de mi Padre Celestial. ¡Oh!, si tú pudieses ver qué bello cortejo forman tantas Vidas mías en torno a nuestra Divinidad, y cuánto amor y gloria salen de Ellas, tú quedarías de tal manera extasiada, que te resultaría difícil volver en ti misma”.
(4) Jesús ha hecho silencio, y yo veía ante mi mente a tantos Jesús por cuantas criaturas existían. Pero como tenía una espina en el corazón que me torturaba, me amargaba hasta la médula de mis huesos por una persona tan querida por mí, y necesaria a mi pobre existencia, pues estando en peligro de morir yo habría querido a cualquier costo salvarla, por eso tomaba la Divina Voluntad, la hacía toda mía y en mi dolor decía: “Jesús, tu Voluntad es mía, tu potencia e inmensidad están en mi poder, yo no quiero que muera, y también Tú no debes quererlo”. ¡Dios mío, sentía como si luchara con una potencia! Y para vencer, mi mente se ha puesto ante la Divinidad y ponía en torno a Ella la extensión del cielo con todas las estrellas en oración, la vastedad de la luz del sol con la fuerza de su calor, a la Creación toda en oración, además ponía los mares de amor, de potencia, de la Reina del Cielo, las penas, la sangre derramada por Jesús, como tantos mares en torno a la Divinidad, todo en oración, y además, a los tantos Jesús de cada una de las criaturas para que tuviesen un suspiro, una oración para obtener lo que yo quería. Pero ¿cuál no ha sido mi sorpresa y conmoción al mismo tiempo, al ver y oír que los tantos Jesús de cada una de las criaturas rogaban para obtener lo que yo quería? Yo he quedado confundida al ver tanta bondad y condescendencia divina.
(5) Sea siempre agradecido y bendecido, y todo sea para gloria suya.
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35-35
Febrero 26, 1938
Dios se reconoce a Sí mismo en quien busca reconocer a Dios en sus obras. Felicidad que recibe Dios por el amor de la criatura. Puesto que tiene el hombre en la Creación y en la misma Divinidad si vive en el Querer Divino.
(1) Estoy bajo el imperio del Querer Divino, el cual ama, suspira por querer ser reconocido en todas sus obras, parece que toma de la mano a la pequeña criatura y llevándola en vuelo le señala lo que ha hecho, cuánto la ha amado en cada una de las cosas creadas, y cómo, por derecho, quiere ser amado; amar y no ser correspondido en el amor es su más grande dolor. Yo he quedado sorprendida, y mi siempre amable Jesús, visitando mi pequeña alma, todo bondad me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, amar y ser amado es el más grande refrigerio a nuestro amor; a la felicidad del Cielo se une la felicidad de la tierra, que dándose un beso la una a la otra, sentimos que también la tierra nos felicita, llevándonos el amor de la criatura que nos reconoce y ama, nos da las más bellas alegrías y la más grande felicidad; mucho más, puesto que las alegrías del Cielo son nuestras y nadie nos las puede quitar, en cambio, las que tenemos a través del amor de la criatura son nuevas para Nosotros, y forman nuestras nuevas conquistas. Además, al ser reconocidos en nuestras obras, la criatura se pone en vuelo para subir a reconocer a Aquél que la ha creado; para Nosotros el ser reconocidos es la gloria más grande, el amor más intenso que recibimos, y con ser reconocidos nos formamos nuestro ejército, la milicia divina, nuestro pueblo, del cual no exigimos otra cosa que el tributo de ser amados, y ponemos a su disposición todas nuestras obras para servirlo, abundándolo de todo lo que puede hacerlo feliz. En cambio, si no nos reconocen, quedamos como el Dios sin ejército y sin pueblo. ¡Cómo es doloroso sacar a tantas criaturas a la luz del día y no tener ni un ejército, ni un pueblo! Ahora escúchame un poco más, conforme la criatura nos reconoce en las cosas creadas y nos ama, así sella en ella una nota de amor y de felicidad para su Creador, y elevándose a reconocer a su Creador, ella nos conoce a Nosotros y Nosotros reconocemos nuestro Ser Divino en ella, y si tú supieras qué significa reconocerse mutuamente. Nuestro amor al ser amado se apacigua y ama más intensamente a aquélla que lo ama, y llega a tal exceso, que para reconocerse en la criatura se crea a Sí mismo, ¿pero para hacer qué? Para reconocerse en ella y ser amado. ¡Cómo es bello cuando nos reconocemos a Nosotros mismos en la criatura! Ella se vuelve para Nosotros nuestro trono, nuestra estancia divina, nuestro cielo; los mares de nuestro amor la inundan, sus más pequeños actos forman olas de amor que nos aman, nos glorifican, nos bendicen, y nos reconoce en Nosotros, nos reconoce en sí misma, nos reconoce en todas las cosas creadas, y Nosotros la reconocemos en todas nuestras obras, en el cielo, en el sol, en el viento, en todo. Nuestro amor unido a nuestro Fiat nos pone en todas partes, y la ponemos en orden en nuestras obras”.
(3) Después de esto, mi pobre mente continuaba nadando en el mar del Querer Divino, ¡Dios mío, cuántas sorpresas, cuántas maravillas! Y mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, todo inundado en sus llamas de amor me ha dicho:
(4) “Hija bendita de mi Voluntad, mi amor no me da paz si no me hace decir nuevas sorpresas de mi Fiat Divino; quiere hacerte conocer la sublimidad, la nobleza y el puesto que ocupa, tanto en la Creación como en nuestro Ser Divino quien vive en nuestro Querer. Tú debes saber que en la Creación ocupa el primer puesto, todas las cosas creadas se sienten tan juntas y unidas, que se vuelven para ella como miembros suyos inseparables, así que el sol es miembro suyo, la extensión del cielo, el viento, el aire que todos respiran, son miembros suyos; todas las cosas creadas se sienten felices, honradas de ser miembros de esta afortunada criatura, y quién la hace de corazón, quién de mano, quién de pies, quién de ojo, quién de respiro, en suma, no hay cosa creada que no tenga su puesto distinto y ejercite el oficio de miembro en ella; y su alma, como cabeza tiene en orden a sus miembros, y recibe y da a Dios todo el amor, la santidad, la gloria, y todos los bienes que las cosas creadas contienen, mucho más, pues todas las cosas creadas son también miembros nuestros, así que para quien vive en nuestro Querer, sus miembros son los nuestros, y los nuestros son los suyos, los cuales tienen en comunicación a nuestro Ser Supremo con la criatura, y Nosotros nos volvemos para ella más que sangre que circula en las venas del alma, latido continuo de amor que latimos en su corazón, respiro divino que respiramos en su alma. Y Nosotros, amando con amor excesivo a esta más que celestial criatura, ponemos en circulación en nuestro Ser Divino su pequeño amor, sus actos, somos celosos de su latido, de su respiro, y los encerramos en los nuestros, nada sale de ella que no quede encerrado en Nosotros para corresponderla con nuestro amor y para escuchar su querido y dulce estribillo: ‘Te amo, te amo, te amo’. Así que en quien vive en nuestro Querer vemos la continua cadena de amor que jamás se rompe, y nuestro amor ve su apoyo donde apoyarse para poder decir incesantemente: ‘Te amo, te amo, te amo’. Nuestro amor cuando no encuentra el amor de la criatura queda suspendido y da en gritos de dolor, casi como queriendo ensordecer a la criatura para decirle: ‘¿Por qué no me amas?’ El no amarnos es la herida más cruel para Nosotros.
(5) Pero esto no es todo aún, nuestro amor si no da en el exceso no se contenta, ¿quieres saber el por qué hacíamos de la Creación tantos miembros que debían servir como miembros nuestros y miembros de la criatura? En cada cosa creada poníamos nuestros dones, nuestra santidad, nuestro amor, como portadores de lo que queríamos dar a la criatura y como portadores de lo que ella hacía para Nosotros. Todas las cosas creadas están llenas y son depositarias de todo lo que queríamos darle: El cielo con la multiplicidad de sus estrellas simboliza los tantos actos nuestros nuevos y distintos que queríamos darle; el sol simboliza nuestra luz eterna con la cual la queremos inundar, y su calor y los efectos que posee simbolizan nuestro amor que quiere casi ahogarla para hacerla sentir cuánto la amamos, y en los efectos, nuestras variadas bellezas con las cuales queríamos investirla; en el viento poníamos, en cada soplo, nuestros besos, nuestras caricias amorosas, y en sus ráfagas impetuosas nuestro amor imperante para arrollarla en nuestro amor con nuestros abrazos, para volverla inseparable de Nosotros; en suma, cada cosa creada posee nuestros dones para dar a la criatura; ¿pero quién los toma? Sólo quien vive en nuestro Querer. Puedo decir que las cosas creadas están preñadas de nuestros dones, pero no pueden darlos, no pueden hacer el papel de portadores porque no encuentran quién viva en nuestro Fiat Divino, el cual tiene virtud y potencia de poner a la criatura en comunicación con todas nuestras obras, más que miembros suyos, y con su mismo Creador, más que vida suya. ¡Cuántos prodigios inauditos pondremos fuera de nuestro seno divino para quien hará reinar a nuestra Voluntad! Nuestras obras cantarán victoria y triunfo, y a manos llenas serán generosas en dar los dones, los bienes que poseen de su Creador, todos serán felices, quien da y quien recibe. Por eso sé atenta, no tengas cuidado de nada, sino de vivir en mi Querer, porque tengo mucho que darte y tú que recibir”.
(6) Yo he quedado sorprendida al oír esto y decía entre mí: “¿Será posible todo lo que ha dicho? Parece increíble”. Y mi dulce Jesús ha continuado:
(7) “Hija mía, no te maravilles, tú debes saber que todo lo que hicimos debía servir a la criatura que debía poseer como vida mi Divina Voluntad, y esto era necesario para nuestro decoro, sabiduría, potencia y majestad nuestra. Ahora, la criatura al sustraerse de nuestra Voluntad, nuestra justicia quiso que retirásemos de ella lo que debía servir como convenía a nuestra Majestad Suprema, y la criatura quedó como una cabeza sin miembros, pobre cabeza sin miembros, ¿qué cosa podía hacer de bien? Es verdad que la cabeza tiene la supremacía sobre los miembros, pero sin los miembros la cabeza no puede hacer nada, está como sin vida, sin obras. Ahora, queriendo regresar mi Querer a las criaturas, mi amor quiere, exige que sean restituidos los miembros, y no solo éstos, sino la misma Vida de Aquél que las ha creado. Nuestra Voluntad reinante pondrá en vigor todas sus obras y restituirá a la criatura todo lo que perdió con hacer su voluntad, la cual es devastadora de todos los bienes, rompe todas las comunicaciones con nuestras obras y con su mismo Creador, y se vuelve como un hueso dislocado, que pierde la comunicación con todos los miembros, y sólo sirve para dar dolor”.
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35-36
Marzo 6, 1938
Las opresiones, las melancolías, no tienen razón de existir en el Querer Divino; forman las nubes, las gotas amargas que amargan a Dios y a la criatura. Prodigios del abandono en el Querer Divino. Todas las cosas creadas quedan animadas por quien vive en el Fiat Divino.
(1) El Mar del Querer Divino no cesa de sumergirme en sus olas, como si quisiera que ninguna otra cosa entrara en mí sino sólo su luz, para hacer crecer en mí por caminos de luz y calor solamente la Vida de su Voluntad. Pero a pesar de todo esto me sentía oprimida, con un aire de melancolía por las circunstancias, ¡ay de mí! demasiado dolorosas de mi existencia acá abajo, las cuales me forman las nubes para impedirme gozar lo bello de la luz, y la suavidad del calor en el cual el alma queda fecundada, renacida y creciendo en su mismo Creador. Y mi dulce Jesús que con celo vigila mi pobre alma, todo bondad me ha dicho:
(2) “Hija mía buena, ánimo, las opresiones, las melancolías, el pensamiento del pasado, no tienen razón de existir para quien vive en mi Voluntad, éstas son notas discordantes con nuestras notas de alegría, de paz y de amor, y forman sonidos tristes que suenan mal a nuestros oídos divinos, son como gotitas amargas que arrojadas en nuestro mar, quisieran amargar nuestro mar divino; mientras que con vivir en nuestro Querer, Nosotros la hacemos propietaria de nuestros mares de alegría, de felicidad, y si es necesario le damos nuestra potencia en su poder para hacer que todo le sea propicio y que nada la pueda dañar, porque no hay potencia que valga contra nuestra Voluntad, es más, Ella tiene poder de allanar y triturar todo, como polvo bajo el imperio de un viento impetuoso, por eso, cuando vemos a la criatura afligida y oprimida en nuestra Voluntad, ¡cómo nos suena mal! y como vive en nuestro Querer estamos obligados por la única Voluntad que nos anima, a sentir sus aflicciones y opresiones; ponernos a un lado cuando la criatura está afligida, no es de nuestro Ser Divino, ni de nuestro amor, antes bien hacemos uso de nuestra potencia, la inundamos de más con nuestro amor, a fin de verla nuevamente con la sonrisa sobre sus labios y con la alegría en el corazón.
(3) Además, el pensamiento del pasado es absurdo, es un querer arbitrarse de los derechos divinos. Tú debes saber que todo lo bello y bueno que la criatura ha hecho, está depositado dentro de Nosotros para testificarnos su amor, y la gloria que nos da, y forma su corona para coronarla a su ingreso en nuestra patria celestial; por eso, el más bello acto de la criatura es arrojarse en nuestros brazos, abandonarse de tal modo de dejarnos hacer a Nosotros lo que queramos hacer de ella, tanto en el tiempo como en la eternidad, y entonces Nosotros tomamos el gusto de hacer de ella una de las estatuas más bellas que debe adornar nuestra celestial Jerusalén”.
(4) Después ha agregado: “Hija mía, cuando la criatura se abandona en nuestra Voluntad, es tanta nuestra complacencia, que ella se vierte en Nosotros, y Nosotros nos vertemos en ella, y le damos nueva vida nuestra, nuevo amor, nueva santidad, nuevos conocimientos de nuestro Ente Supremo. Cuando la criatura se abandona en nuestro Querer Divino, Nosotros podemos hacer en ella los prodigios más grandes, las gracias más sorprendentes, porque está nuestra misma Voluntad que recibe y hace el depósito de lo que queremos dar a la criatura; el abandonarse en nuestro Querer toma el Cielo por asalto, y es tanto su imperio, que se impone sobre nuestro Ser Divino, lo encierra en su pequeñez, y ella, triunfante se encierra en nuestro Seno Divino. Los Cielos quedan asombrados, los ángeles y santos quedan extasiados, y todos sienten correr en ellos una nueva vida en virtud del acto del abandono que ha hecho la criatura aún viadora, y Nosotros, encontrándola abandonada en nuestro Fiat, encontramos que en ella podemos hacer lo que queremos, toda se presta a nuestra potencia, y entonces damos principio al trabajo y formamos en su alma tantas fuentecitas, de amor, de bondad, de santidad, de misericordia, y así de todo lo demás, de modo que cuando nuestro amor quiere amar, con nuestro aliento omnipotente movemos las fuentecitas del amor, y ella nos ama y hace salir de la fuente tanto amor para inundar a toda la corte celestial; cuando queremos hacer uso de la bondad, de la misericordia, de la gracia, movemos estas fuentes y la tierra es inundada de nuestra bondad y misericordia, y quién se convierte, quién recibe gracia. Todo esto lo podemos hacer directamente por Nosotros mismos, pero sentimos más gusto, más placer al servirnos de las fuentes que Nosotros mismos hemos formado en la criatura. Por medio suyo nos sentimos más empujados a usar misericordia sobre todos; tenemos la intermediaria entre el Cielo y la tierra, que con su abandono nos hace verter gracias y nos hace amar con nuevo amor a todas las criaturas, así que, por cuanto más estés abandonada en nuestra Voluntad, más magnánimos seremos hacia ti y hacia todos los demás, al menos los más dispuestos encontrarán nueva fuerza, nueva luz, nueva guía”.
(5) Yo he quedado sorprendida y Él ha agregado: “Hija mía buena, cómo quisiera que todos conocieran qué significa vivir en mi Querer Divino, lo que parece que llega a lo increíble, ¿pero sabes por qué? Porque no conocen qué cosa es mi Voluntad y toda la serie de prodigios que sabe hacer y quiere hacer en la criatura, por eso, no conociéndola, creen que no sea posible que pueda hacer en la criatura todo lo que digo, ¡oh, si la conocieran, es poco lo que hace y lo que dice! El conocimiento es lo que nos hace ponernos en camino hacia la criatura, y nos prepara el lugar, forma el vacío donde poner nuestros prodigios inauditos; es el conocimiento el que forma los ojos para poder mirar y apreciar nuestras maravillas divinas. ¡Todo es prodigio para quien vive en nuestra Voluntad! Tú debes saber que conforme se hacen los actos en nuestra Voluntad, todas las cosas creadas quedan animadas por la voluntad y palabra de aquella criatura, y entonces todas poseen una voz y, quién dice amor, quién dice gloria, quién dice adoración, quién dice gracias, quién bendiciones a nuestro Creador. Qué armonía forman en la atmósfera, qué dulce encanto, hasta sentirnos raptar, ¿pero de quién son todas estas voces? De quien vive en nuestro Querer. Sucede como cuando por caminos de ingenio se encierran las voces, los cantos, en los instrumentos de madera y de metal, los instrumentos cantan y hablan. Así quien vive en mi Querer, es tanto su amor porque quiere verme amado y glorificado, que encierra su voluntad, su voz, su amor en las cosas creadas, y quién me narra la historia de mi amor, quién me canta la gloria, parece que todas tienen alguna cosa que decirme y, ¡oh, cómo quedo contento porque veo que la criatura domina toda la Creación, y como reina cual es, anima todo y me hace amar por todo! ¡Oh, cómo suena dulce a nuestro oído divino! Todo le he dado y todo me da, y Yo vuelvo a darle todo nuevamente”.
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35-37
Marzo 12, 1938
Cómo Dios mismo ama y ruega a Sí mismo para dar el reino de la Divina Voluntad. Quien vive en Ella, su vida viene formada en Dios. Siembra de Vidas Divinas.
(1) Me siento entre los brazos del Querer Divino, el cual, dominándome, está muy atento aun sobre mis pequeñas naderías para investirlas con su Vida, con su luz, para encerrar en esa pequeña nadería el todo. ¡Qué bondad, qué amor, parece que en todos los modos quiere tener qué hacer con la criatura! ¿Pero para hacer qué? Para dar siempre, con el dar se desahoga, con el dar se siente obrante, porque da de Sí tantas cosas bellas que lo aman, lo alaban y dicen quién es Él. Después, mi amado Jesús que toma siempre sumo deleite en decir siempre cosas nuevas de su adorable Voluntad, visitando mi pobre alma, como si sintiera la necesidad de confiarme sus secretos me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, el vivir de la criatura en nuestro Querer es nuestro entretenimiento, nuestra diversión, nuestra ocupación perenne. Debes saber que conforme la criatura se une y entra en nuestro Querer, Éste besa a la voluntad humana y ella besa nuestra Voluntad, y Nosotros mismos amamos, rogamos y nos pedimos a Nosotros mismos que venga a reinar nuestra Voluntad en las generaciones humanas, la criatura desaparece en nuestro mar divino como una gotita de agua, y queda nuestra oración, que con su potencia quiere investir todo y obtener lo que nos hemos pedido a Nosotros mismos; es oración nuestra, no podemos hacer menos que escucharla favorablemente. Después de que hemos rogado nos ponemos en camino, recorremos todas las naciones, cada uno de los corazones para ver si encontramos aunque sea una pequeña disposición de alguien que quiera vivir en nuestro Querer; si la encontramos, tomamos esa pequeña disposición en nuestras manos creadoras, la purificamos, la santificamos, la embellecemos y ponemos dentro el primer acto de nuestra Voluntad, y esperamos para poner el segundo, el tercer acto de Vida de nuestro Fiat, y así continuamos. Por lo tanto, todo lo que la criatura hace en nuestro Querer, somos Nosotros mismos que lo hacemos: Nosotros amamos, Nosotros oramos, se puede decir que nos comprometemos Nosotros mismos a dar lo que queremos, y el no oírnos a Nosotros mismos es imposible. ¿Ves entonces qué significa vivir en nuestro Querer? Es imponerse sobre Nosotros, y hacernos hacer lo que quiere y hacernos dar lo que quiere que demos”.
(3) Después de esto mi amado Jesús ha agregado:
(4) “Hija mía, la vida de quien vive en nuestra Voluntad viene formada en nuestro Ser Divino; se concibe, nace y renace continuamente; así como nuestro Ser Divino está siempre en acto de generar, así ella está siempre en acto de renacer, y conforme renace, así renace a nuevo amor, a nueva santidad, a nueva belleza, y mientras renace crece y toma siempre de Nosotros. Estos renacimientos son su más grande fortuna y también la nuestra, porque sentimos que la criatura no sólo vive en Nosotros, sino que renace y crece en nuestra misma Vida, viene renovada en nuestro mismo acto, siempre nuevo, y conforme renace sentimos gusto en mirarla, porque conforme renace adquiere una nueva belleza, más bella, más atrayente que la de antes. ¿Pero permanecerá tal vez ahí? ¡Ah, no, otras bellezas la investirán, no cesarán jamás, pero serán tantas, que nuestra mirada quedará extasiada, sin poderla apartar de ella, para podernos gozar en esta criatura nuestras interminables bellezas! y amamos estas nuestras bellezas con las cuales la vamos invistiendo incesantemente, y mientras la miramos bajo la lluvia de nuestras variadas bellezas, nuestro amor no se queda atrás, sino que la hace renacer a cada instante en nuestro amor que es siempre nuevo, así que nos ama siempre con nuevo amor, que siempre crece y no se detiene jamás. ¿Quién puede decirte qué cosa es esta vida de criatura formada en Nosotros? Es nuestro paraíso que formamos en ella; con renacer en Nosotros nos da siempre nuevas alegrías, nuevas sorpresas de felicidad, porque conforme renace, así renace en nuestra potencia, en nuestra sabiduría, bondad y santidad nuestras. Entonces, descubriendo en ella nuestra Vida, la amamos como nos amamos a Nosotros mismos. Ahora, habiendo renacido tantas veces en Nosotros, le damos la virtud de poder recibir nuestra siembra, esto es, el poder sembrar en ella tantas Vidas Divinas nuestras por cuantas queramos. Y he aquí que sale en campo nuestra Divina Voluntad, y con su Fiat habla y crea, habla y siembra Vida Divina, y con su aliento las hace crecer, con su amor las alimenta, con su luz les da los tintes de todas las variadas bellezas. Mucho más, pues habiendo renacido tantas veces esta vida en Nosotros, crecida en Nosotros mismos, le hemos infundido todas las prerrogativas para poder recibir la siembra de nuestras Vidas Divinas. Estas Vidas son las más preciosas, poseen la virtud creadora, tienen nuestro mismo valor, podemos decir: ‘Somos Nosotros mismos que, habiendo formado tantas Vidas de Nosotros mismos, las hemos sembrado en la criatura’. Estas Vidas comparadas con el sol, la luz de éste queda como sombra delante a ellas; la extensión del cielo es pequeña en comparación a Ellas. Pero, ¿quieres saber para qué servirán estas nuestras Vidas, formadas con tanto amor en la criatura? Servirán para poblar la tierra y para generar en la humana familia la Vida de nuestra Voluntad. Son Vidas nuestras hija mía, nuestra Vida no muere, es eterna con Nosotros, por eso están todas en expectativa de tomar posesión de las criaturas para formar con ellas una sola Vida. Y es también ésta la causa, nuestra gran razón divina de hablar tan largamente de nuestro Querer Divino; cada palabra que decimos sobre Él es una Vida nuestra que exponemos, la cual se pone en comunicación con las criaturas; cada conocimiento que manifestamos lleva nuestro beso, que dándole el aliento forma nuestra Vida, y como la Vida tiene el movimiento, el calor, el latido, el respiro, por eso debe sentir, también por necesidad, esta nuestra Vida en ella, la cual tendrá virtud de transformar en Sí misma la vida de la afortunada criatura. Por eso amada hija nuestra, sé atenta, no dejes escapar ninguna palabra sobre nuestro Fiat, porque son Vidas, y Vidas que vivimos en las otras criaturas. El valor de una sola palabra sobre nuestro Fiat es tanto, que toda la Creación, ¡oh! cómo queda atrás, porque la Creación es obra nuestra, en cambio una palabra sobre nuestro Fiat es Vida, y la vida vale siempre más que todas las obras. Además de eso, es tanto nuestro amor por esta criatura que recibe la siembra de nuestras Vidas Divinas, que conforme le hablamos de nuestro Querer, así nuestro eterno amor se vierte sobre de ella, se desahoga, se siente amado; el peso de la ingratitud humana porque no nos aman, queda vaciado, pues encontramos quién nos ama con nuestro amor, el cual tiene virtud de resarcirse de todo el amor que nos deberían dar todas las criaturas, y de quemar todos sus males, de llenar y acercar las distancias más lejanas. Es por esto que nuestro amor encuentra en ella nuestros refrigerios, nuestras victorias, y por eso la amamos infinitamente; pero no estamos contentos con amarla Nosotros solos, la hacemos amar por la Celestial Reina más que como tierna hija, por los ángeles y santos como su inseparable hermana, la hacemos amar por el cielo, por el sol, por el viento, por todos, y todos sienten en ella la fuerza, la virtud de nuestro amor, y sienten ser afortunados en amarla, porque ella es la portadora de alegrías para todos. Y es tanto nuestro amor, el contento que sentimos, que la llamamos nuestra consoladora, nuestro Fiat que tenemos sobre la tierra, nuestra depositaria, todo es nuestro en ella”.
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35-38
Marzo 16, 1938
El Fiat Divino llega a contar los respiros, los minutos para hacer regresar a las criaturas a vivir en Él. En la Divina Voluntad las cosas, las penas, se cambian, de humanas se vuelven divinas.
(1) Me parece que el Querer Divino me espera, me quiere, suspira que en cada instante yo entre en Él, para que Él entre en todos mis actos, y si, jamás sea, el Cielo me guarde, me aparto algún instante, se siente aislado y llora inconsolablemente la compañía de su criatura, y en su dolor dice: “¿Cómo, me dejas? Por ti me quedé en las estrellas, en el sol, en el aire, para hacerte compañía y recibir la tuya, ¿pero sabes para qué? Para amarte y ser amado y para poder decir: ‘Lo que hago en el Cielo en nuestro Ser Divino, lo que hago en las esferas celestes, lo quiero hacer en mi amada criatura’. Pero si tú no estás en mi Querer, tú te apartas de Mí y Yo de ti, y quedo aislado, pero en mi dolor no dejo de llamarte”. ¡Oh Voluntad Divina, cuánto me amas, cómo eres amable y admirable! Entonces yo sentía el dolor de su soledad, y mi dulce Jesús repitiéndome su breve visita me ha dicho:
(2) “Hija mía buena de mi Querer, la espera es una de nuestras penas más grandes, nos tiene como centinelas, llegamos a contar los respiros, los latidos, los minutos en que no tenemos a la criatura con Nosotros para hacer sentir nuestro amor en el suyo, y amarnos con un solo amor, queremos sentimos como puestos de acuerdo con la criatura y llevarla como victoria en nuestro regazo divino; por eso, sin ella los minutos nos parecen siglos, y suspiramos su regreso. Esta criatura en cuanto entra en nuestro Querer y nos pide que nuestra Voluntad venga a reinar sobre la tierra, hacemos fiesta porque quiere lo que queremos Nosotros, que es cosa grande y la más bella de todas, el que la criatura quiere lo que quiere su Creador, esto forma nuestro reposo, y nuestro amor sonríe y se calma.
(3) Ahora, conforme pide que nuestro Querer venga a reinar, ella llama a todas las cosas creadas, al sol, al viento, al cielo, a las estrellas, a todo, y Yo que gobierno dominante en ellas, en cuanto oigo llamar abro todas las puertas y me pongo en camino para venir a reinar, pero no se detiene ahí, sube más alto y llama a nuestra Divinidad, a todos los ángeles y santos, y por todos me hace pedir que venga mi Fiat. ¡Cómo es dulce su llamado penetrante, imperante, todos abren, se ponen atentos, y da qué hacer a todos, y todos piden lo que ella quiere! Por eso el vivir en nuestro Querer mueve Cielo y tierra, pone en actitud a nuestras obras por una causa tan santa”.
(4) Después de esto ha agregado: “Hija mía, ¿quieres saber el por qué queremos que la criatura viva en nuestro Querer Divino? Porque queremos darle siempre nuevos dones, nuevo amor, nuevos carismas, queremos decirle siempre cosas nuevas de nuestro Ser Divino, y ella, que debe recibir y escucharnos, si no vive en nuestro Querer no tendrá lugar dónde poner nuestros dones, y Nosotros no sacamos nuestros dones si no tenemos dónde depositarlos, y nos quedamos con el dolor de querer dar y no poder hacerlo, estamos como sofocados por el amor y no podemos aligerarnos porque no hay quién lo tome, y estamos obligados a ver a la criatura pobre, débil, ignorante. ¡Qué dolor! Mientras en nuestro Querer ponemos en común nuestros bienes y le vamos siempre diciendo: ‘Toma lo que quieras, y como reconocimiento danos el pequeño tributo de tu amor y de tu voluntad’. Por eso hija mía, hagamos los pactos, pongámonos de acuerdo, porque Yo debo darte siempre y tú debes darme siempre tu pequeño amor, así estaremos siempre en comunicación, tendremos siempre qué hacer juntos, amaremos con un solo amor, seremos felices de una misma felicidad”.
(5) Después, estando sufriendo con una intranquilidad tal que no sabía cómo calmarme, mi dulce Jesús regresando me ha dicho:
(6) “Hija mía, mis penas besan las tuyas, las abrazan, les dan el aliento con su amor, las funden en ellas y las hacen tomar vida en las mismas penas mías, y reciben el valor infinito y el bien que hacen mis mismas penas. En mi Voluntad, las cosas, las penas, se cambian, de humanas se vuelven divinas, siento que no es la criatura que sufre, sino Yo mismo me las formo, me creo esas penas para sufrirlas en mi amada criatura, es mi Vida repitiéndose en ella con el cortejo de mis penas, y por eso las llamo penas mías, y si tú supieras qué hago con estas penas, las pongo entre el Cielo y la tierra como gloria y amor perenne a mi Celestial Padre, como defensa y refugio de las criaturas, como remordimiento a quien me ofende, como grito de amor a quien no me ama, como luz a quien no me conoce; en suma, las hago hacer todos los oficios de bien que se requieren hacia las criaturas, por eso déjame hacer, son trabajos que quiere hacer tu Jesús, y solamente los puedo hacer en quien vive en mi Voluntad”.
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35-39
Marzo 20, 1938
Encuentros de amor de la criatura que vive en el Querer Divino. Dios desarrolla su obra creadora en quien vive en su Querer.
(1) Estoy entre los brazos del Fiat, el cual ama tanto a su amada criatura que vive en Él, que la tiene siempre estrechada entre sus brazos, más aún, su amor es tanto, que la pone en su movimiento incesante. Las más pequeñas distancias, los instantes de intervalo en que no la siente consigo en su misma Vida, le formarían el más doloroso martirio de amor, y en su dolor le diría: “Hija, no te apartes de Mí ni siquiera por un solo instante, amargarías mi amor, porque tu vida la sentimos como nuestra; por lo tanto nos sentiríamos desgarrar, torturar nuestro amor, porque tú debes saber que tu respiro hace vida, respira en el nuestro, y conforme respira nos sentimos amar y te amamos; haz que tu movimiento se mueva en el nuestro, haz la misma Vida nuestra, obra con Nosotros, habla con nuestra misma palabra”. A esta criatura nos la sentimos circular en nuestro Ser Divino como sangre que circula en las venas de las criaturas, y dice y repite siempre: “Te amo, te amo”. No contenta emprende el vuelo, gira por todas las cosas creadas, recoge nuestro amor esparcido en toda la Creación, y viene a refugiarse en nuestro Ser Supremo y nos da la sorpresa de traernos todo el amor que nos deberían dar todas las cosas creadas, si tuviesen razón. Va buscando siempre nuevos encuentros para amarnos. Otras veces va hasta su Madre Reina y le pide todo su amor, y nos da la sorpresa de traernos el amor de la gran Señora duplicado, y festejando nos dice: “Os traigo el amor de mi Mamá Celestial para amaros”. Y ¡oh! cómo quedamos contentos. Estar sin quien vive en nuestro Querer nos resulta imposible”.
(2) ¡Oh Voluntad Divina, cuánto amor, cuánta potencia encierras para quien vive en Ti! Me sentía tan maravillada que no sabía decir más, y mi amado Jesús repitiendo su breve visita, con un amor indecible me ha dicho:
(3) “Hija mía nacida y renacida en nuestro Querer, tú debes saber que el vivir en nuestro Querer contiene tales prodigios y maravillas inauditas, que los mismos Cielos se cimbran, y reverentes se abajan al escucharlos, porque en esa criatura podemos desarrollar nuestra obra creadora, podemos depositar nuestro amor, nuestros delirios, nuestras ansias y suspiros, nuestra Voluntad que le hará comprender nuestra Majestad Suprema, le hará amar con nuestro amor. Sin esta criatura nos encontramos como un maestro que posee todas las ciencias, podría impartir sus lecciones a todas las universidades, a todas las escuelas, pero qué, no encuentra ni siquiera un alumno a quién enseñar sus ciencias. Qué dolor para este maestro, poseer tantas ciencias y tenerlas inútiles en sí mismo, sin poder hacer conocer el valor de las ciencias que posee. ¡Oh, si este maestro encontrase un solo alumno que quisiera aprender sus ciencias, se lo pondría sobre sus rodillas, lo tendría consigo noche y día, sentiría que su ciencia no morirá, sino que vivirá en su alumno, y sentiría casi como duplicar su vida! ¡Oh, cómo lo amaría, se sentiría renacido en su alumno, sentiría rota su soledad, se sentiría amado por aquél a quien imparte sus lecciones, por lo tanto se cambiaría su vida amarga en alegrías! Así es nuestro Ente Supremo, si no encontramos quién viva en nuestra Voluntad Divina, somos como ese maestro, que no tenemos a quién impartir nuestras lecciones; poseemos ciencias infinitas, y sin embargo no tenemos a quién decir una sola palabra, porque falta la luz de nuestro Querer que le hará comprender lo que Nosotros queremos enseñarle, en cambio si vive en nuestro Querer nos sentiremos revivir en la criatura, podemos enseñarle nuestras ciencias divinas, más bien se formarán vida en ella, nuestro lenguaje celestial lo entenderá de maravilla, nos amará como queremos que nos ame, y he aquí nuestra suerte y su suerte cambiada, la soledad no existirá más, la compañía será perenne, tendremos siempre qué decir, y tendremos quién nos escuche, nuestro eterno dolor se cambiará en alegrías, en fiestas, porque tendremos a la criatura que vive en nuestro Querer. Ahora, cuando no encontramos quién viva en nuestra Voluntad, para Nosotros sucede como para quien posee inmensas riquezas, pero tantas, que se siente como ahogar por ellas, no obstante no encuentra ni a quién dar, ni quién tome sus bienes. Pobrecito, en sus riquezas es bien infeliz, sufre una cruel soledad, no hay quién lo ame, quién lo respete, quien le diga un gracias, es más, parece que le huyen, porque no encuentra ni a quién darle, ni quién las tome. Sin la compañía la alegría muere, y con no darlas a ninguno siente que sus bienes, su vida, no viven en los demás, y el aislamiento es la más grande de las amarguras. ¡Oh, cuántas veces queremos dar y no tenemos a quién dar, la criatura con no hacer nuestra Voluntad nos cierra las puertas, nos impide el paso, es más, se pone a distancia de Nosotros y se circunda de miserias, de debilidades, de las pasiones más feas! He aquí por qué el vivir en nuestro Querer despierta admiración en todos, y Nosotros mismos quedamos maravillados, debiendo encerrar el infinito en lo finito, la inmensidad en la pequeñez. Es necesario que hagamos tales maravillas y prodigios, que sólo nuestro amor imperando sobre nuestro Ser Divino nos induce a hacer las maravillas más estrepitosas, pero tanto, que los mismos ángeles y santos quedan sorprendidos y mudos por el estupor”.
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35-40
Marzo 22, 1938
En cuanto la criatura se decide a vivir en el Divino Querer, todas las cosas se cambian para ella, y viene puesta en las mismas condiciones divinas. Para qué servirán los hijos del Fiat Divino, y cómo llevarán en ellos la Vida de su Padre Celestial. La última espía de amor en el punto de la muerte.
(1) Continúo mi vuelo en el Querer Divino, conforme se entra en Él se siente su aire balsámico, sus olas pacíficas, todo es paz, su fuerza es tanta, que el alma se siente investir por tal fuerza, que en un instante puede hacer todo, llegar a todo, hasta hacer lo que hace el mismo Dios. ¡Oh Voluntad Divina, cómo sabes cambiar la voluntad humana, tu potencia es tanta que renuevas a la pobre criatura, la haces renacer a vida nueva! Mientras estaba en esto, mi amable Jesús haciéndome su breve visita, todo ternura me ha dicho:
(2) “Mi pequeña hija de mi Voluntad, en cuanto la criatura se decide a vivir en mi Querer, todas las cosas cambian para ella, nuestro dominio divino la inviste y la hacemos dominadora de todo: Dominadora de nuestra fuerza, de la bondad, de nuestra santidad, dominadora de la luz; Cielos y tierra por derecho son suyos. La ponemos en una atmósfera de seguridad, de paz imperturbable, nada debe faltarle de bueno, de santo, de bello, de alegrías divinas a esta criatura que vive en nuestro Querer; sus más pequeños actos están llenos de tales contentos, que raptan la sonrisa de todo el Cielo y de nuestro mismo Ente Supremo, por eso estamos todos atentos para ver cuándo ama, cuándo obra, para gozárnosla y sonreír juntos. Es tanto nuestro amor que la ponemos en nuestras mismas condiciones: Nosotros si no somos amados, amamos; si no recibimos la atención de las criaturas, y tal vez aun somos ofendidos, continuamos dando vida, y si la criatura regresa pidiéndonos perdón, no le hacemos ningún reproche, nos la abrazamos y nos la estrechamos a nuestro seno divino. Así que se puede decir que el hombre se puede fiar solamente de Nosotros, porque en las criaturas no sólo no puede fiarse, sino que encontrará mutabilidad, engaños, y cuando crea poderse apoyar le vendrán a menos. Ahora, también se puede fiar de quien vive en nuestra Voluntad, pues ella hará como hacemos Nosotros: No amada, amará; no estimada y ofendida, correrá al lado de quien la ofende para ponerla a salvo. Nosotros nos sentimos a Nosotros mismos en quien vive en nuestro Querer, y por eso la amamos tanto que no hacemos otra cosa que verter torrentes de amor sobre de ella, para ser amados siempre más con doble y creciente amor”.
(3) Después ha agregado con amor más tierno y conmovedor:
(4) “Hija mía, toda la Creación fue hecha en un desahogo de nuestro más intenso amor, por eso los hijos de nuestro Fiat servirán a la necesidad de nuestro amor. Mi amor siente la necesidad de desahogarse, de otra manera nos sentimos sofocar en nuestras llamas. He aquí la necesidad de los hijos de nuestro Querer, como desahogo continuo de nuestro amor; Nosotros mismos las pondremos en nuestras condiciones de sentir la necesidad de desahogarse en amor con Nosotros, y nos desahogaremos mutuamente. Entonces, así como comenzó la Creación en un desahogo de nuestro amor, así la cerraremos junto con nuestros hijos, en un desahogo de amor. Estos hijos nuestros servirán a la completa gloria de toda la Creación; no sería obra digna de Nosotros si no rescatásemos la gloria que las criaturas nos deberían dar por haber creado tantas cosas por amor de ellas. Pero además está el punto más alto, más noble, santo y sublime, o sea, que todo lo creamos para que todo fuese encerrado y animado por nuestra Voluntad. Entonces, tal como la sacamos, así nos debe regresar, en nuestro Fiat adorable. Si no hiciéramos esto, parecería que no tenemos potencia suficiente con la que todo podemos hacer, amor con el que todo podemos vencer, sabiduría con la que de todo podemos disponer. Así que los hijos de nuestro Querer servirán para hacernos cumplir nuestra Voluntad en ellos, y por eso ellos serán nuestra gloria, nuestro triunfo, nuestra victoria; serán nuestros verdaderos hijos que llevarán no solamente nuestra imagen, sino la Vida del mismo Padre Celestial como Vida propia, residente en ellos. Estos nuestros hijos serán Vida nuestra, cielos nuestros, soles nuestros, y ¡oh, cómo nos deleitaremos de crear en ellos vientos que soplen amor, mares que murmuren te amo, te amo! todo encontraremos en ellos, no habrá más diversidad entre el Cielo y la tierra, para Nosotros formarán una sola cosa, tanto tenerla con Nosotros en el Cielo, como tenerla con Nosotros en la tierra. Por eso la cosa que más te debe interesar es el vivir en nuestro Querer Divino; nuestro amor encontrará su reposo, su desahogo, su paz en ti, y el principio de nuestra felicidad sobre la tierra en el corazón de la criatura. Nuestra Voluntad te estará siempre encima para hacer crecer nuestra Vida en ti, y nuestro amor te dará su aliento continuo para amarte siempre con nuevo amor, y para recibir el tuyo como desahogo y correspondencia del suyo”.
(5) Después de esto, mi amado Jesús ha agregado con una ternura indecible, que me hacía sentir como si se me rompiese el corazón:
(6) “Hija mía buena, el decirte qué cosa hace mi Voluntad con la criatura, cómo está con ella, si todos lo supieran se arrojarían en sus brazos sin separarse jamás. Tú debes saber que Ella la hace de verdadera Mamá, con sus manos creadoras la crea y la hace concebir en el seno materno, jamás la deja sola ni siquiera un instante; en este seno materno, como dentro de un sagrario la forma, le da el uso de los miembros, la hace crecer con su aliento, le da el calor, y cuando la ha formado bien la hace nacer a la luz del día, pero jamás la deja sola, más que una madre le está siempre encima, la vigila, la asiste, le da el movimiento, la articulación a los miembros, el respiro, el latido, y conforme crece le da el uso de la palabra, el paso a los pies; no hay cosa que haga la criatura que no la haga junto con ella para darle el uso de la vida humana. Así que el principio de la vida humana, tanto del alma como del cuerpo, es formado por mi Voluntad, y Ella se queda dentro, como en un refugio, para darle vida perenne.
(7) Ahora hija mía, hasta en tanto que no comienza la culpa en la criatura, todo es Voluntad mía, y en cuanto comienza la culpa, así comienzan las lágrimas, los dolores de esta Madre Celestial. ¡Oh, cómo llora por su hijo! Pero no lo deja, su amor la ata a vivir en aquella criatura para darle vida, y si bien se siente como sofocar su Vida Divina, la cual ni siquiera es conocida ni amada, su amor es tanto que sigue su Vida, aunque la ofendiese, para darle una sorpresa de amor para salvar a su hijo. Nuestra bondad, nuestro amor es tanto, que intentamos todos los caminos, usamos todos los medios para arrancarlo del pecado, para ponerlo a salvo, y si no lo logramos en vida, le hacemos la última sorpresa de amor en el punto mismo de la muerte. Tú debes saber que en aquel punto es la última espía de amor que hacemos a la criatura, la circundamos de gracias, de luz, de bondad; ponemos tales ternuras de amor, de ablandar y vencer los corazones más duros, y cuando la criatura se encuentra entre la vida y la muerte, entre el tiempo que termina y la eternidad que está por comenzar, casi en el acto en el que el alma está por salir del cuerpo, Yo, tu Jesús, me hago ver con una amabilidad que rapta, con una dulzura que encadena y endulza las amarguras de la vida, especialmente las de aquel punto extremo; después la miro, pero con tanto amor de arrancarle un acto de dolor, un acto de amor, una adhesión a mi Voluntad. Ahora, en aquel punto de desengaño, al ver, al tocar con la mano cuánto la hemos amado y la amamos, sienten tal dolor que se arrepienten de no habernos amado, y reconocen nuestra Voluntad como principio y cumplimiento de su vida, y como satisfacción aceptan la muerte, para cumplir un acto de nuestra Voluntad. Porque tú debes saber que si la criatura no hiciera ni siquiera un acto de Voluntad de Dios, las puertas del Cielo no son abiertas, ni es reconocida como heredera de la patria celestial, ni los ángeles ni los santos la pueden admitir entre ellos, ni ella quisiera entrar, porque conocería que no le pertenece. Por eso, sin nuestra Voluntad no hay ni santidad verdadera ni salvación, y cuántos son salvados en virtud de esta nuestra última espía toda de amor, excepto los más perversos y obstinados, si bien les convendrá hacer una larga etapa de purgatorio. Por eso el punto de la muerte es nuestra pesca diaria, el reencuentro del hombre extraviado”.
(8) Después ha agregado: “Hija mía, el punto de la muerte es la hora del desengaño, y todas las cosas se presentan en aquel punto, la una después de la otra, para decirle: ‘adiós, la tierra para ti ha terminado, comienza la eternidad’. Sucede para la criatura como cuando se encuentra encerrada en una habitación y le es dicho que detrás de esta habitación hay otra, en la cual está Dios, el paraíso, el purgatorio, el infierno, en suma, la eternidad, pero ella nada ve, escucha que otros se lo aseguran, pero como aquellos que lo dicen tampoco lo ven, lo dicen de tal manera que casi no se hacen creer, no dando una gran importancia para hacer creer con realidad, con certeza, lo que dicen con las palabras, pero un buen día caen los muros y ve con sus propios ojos lo que antes le decían, ve a su Padre Dios que con tanto amor la ha amado, ve uno por uno los beneficios que le ha hecho, ve cómo están lesionados todos los derechos de amor que le debía, ve cómo su vida era de Dios, no suya, todo se le pone delante: eternidad, paraíso, purgatorio, infierno; la tierra le huye, los placeres le voltean la espalda, todo desaparece, y solamente queda presente lo que está en aquella estancia de la cual han caído los muros, lo cual es la eternidad. ¡Qué cambio sucede para la pobre criatura! Mi bondad es tanta por querer a todos salvados, que permito que estos muros caigan cuando las criaturas se encuentran entre la vida y la muerte, entre el salir el alma del cuerpo para entrar en la eternidad, a fin de que al menos hagan un acto de dolor y de amor, y reconozcan a mi Voluntad adorable sobre de ellas. Puedo decir que les doy una hora de verdad para ponerlas a salvo. ¡Oh, si todos supieran mis industrias de amor que hago en el último punto de la vida, a fin de que no huyan de mis manos más que paternas, no esperarían llegar a aquel punto, sino que me amarían por toda la vida!”
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35-41
Marzo 28, 1938
Para quien vive en el Divino Querer, la Creación le sirve como tantas ciudades donde repatriarse. El acto humano para ser completo debe comenzar y terminar en el Querer Divino. El dolor más grande de Jesús es el ver que no se vive en su Voluntad.
(1) Mi pobre mente va siempre en busca de los actos hechos por el Querer Divino, me parece que yo los busco y ellos me esperan para hacerse encontrar, porque estos actos suspiran el hacerse encontrar por la criatura para recibir su “te amo” y para hacerle conocer cuánto la aman; y el alma se siente como repatriada en los actos de su Creador, y como inmersa en el océano de las alegrías y de la felicidad. Entonces mi siempre amable Jesús, al verme maravillada, repitiendo su breve visita me ha dicho:
(2) “Hija mía bendita, como el hombre fue hecho por Nosotros para vivir en nuestro Querer, todos nuestros actos debían servir como tantas diversas ciudades o naciones, en las cuales el hombre debía encontrar con derecho su patria, las diversas ciudades en las cuales debía tener sus diversiones, sus alegrías, las escenas encantadoras y deleitables que con tanto amor le había preparado su Creador, así que se puede decir que ciudad es el sol, y cuando el alma entra en nuestro Querer encuentra esta ciudad de luz con todas las variadas bellezas de colores, de dulzuras, encuentra nuestro acto creante y festejante, lleno de alegrías, de amor y de felicidad indecible, y ella se sumerge en estos océanos de bellezas, de dulzuras, de amor y alegrías, y como en patria suya hace sus largos paseos y se vuelve dueña de los bienes que en esa ciudad encuentra, y ¡oh, cómo Nosotros quedamos contentos al ver nuestras obras, nuestras ciudades creadas solamente para el hombre, no más desiertas sino pobladas por nuestros hijos, porque entrando en nuestro Querer encuentran el camino que los conduce a las diversas ciudades que hemos formado en la Creación y, dónde encuentran un deleite, dónde una alegría distinta, dónde un conocimiento de más acerca de su Creador, y dónde un amor tan intenso que los abraza, los besa, y les comunica la Vida de amor! Cada cosa creada posee de lo nuestro, pero no para sí, sino para darlo a las criaturas, pero deben vivir en nuestro Querer, de otra manera las puertas están cerradas y a lo más gozan los efectos, pero no la plenitud de los bienes que hay en nuestras obras. Por eso hija mía, para ser completo y perfecto el acto de la criatura debe comenzar y terminar en nuestra Voluntad, la cual le suministra su misma Vida de luz y de amor, para hacer que el acto sea completo y nada le falte de bello, de santo y de bueno. Si el acto no comienza en nuestra Voluntad, falta el orden, la santidad, la belleza, y por lo tanto el acto humano no puede ser firmado con la firma de nuestro Querer como acto suyo. Es para llorar hija mía el ver tantos actos humanos trastornados, desordenados, quedados algunos al principio, algunos a la mitad, algunos a los que les falta un punto, y otros a los que les falta algún otro, y lo que es peor aún, alguno ensuciado con fango, alguno con podredumbre, alguno como empapado en la culpa, que no hacen otra cosa que irritar nuestra justa justicia, por eso, sin nuestra Voluntad no puede haber bien en la criatura, y si parece que hacen algún bien, es bien aparente, y como falta la sustancia de la Vida de nuestro Fiat, no puede ser duradero, basta con que surja un obstáculo, un disgusto, y el bien termina y se arrepienten de haberlo hecho. En cambio, todo lo que se hace en mi Voluntad posee firmeza irremovible, y delante a los disgustos y obstáculos no se detienen, sino que corren de más para dar la vida del bien que poseen.
(3) Ahora, tú debes saber que quien hace sus actos en nuestro Querer, hace actos completos y perfectos, en cambio quien vive siempre en Él, se encuentra bajo una lluvia continua de luz, que conforme se mueve, late, respira, así le llueven encima todos los efectos y variadas bellezas de nuestra luz divina; nuestro Ser Divino es luz purísima, luz interminable, encierra todos los bienes posibles e imaginables; mientras es luz es palabra, y toda ojo mira dondequiera, no hay cosa que se pueda esconder de Nosotros; esta luz es obra, es paso, es vida que da vida a todo y a todos, esta luz encierra bellezas que no se agotan, alegrías y felicidad sin fin. Ahora, quien vive siempre en nuestro Querer Divino se encuentra bajo la lluvia de luz de nuestra palabra imperante y creante, y ¡oh, cómo la transforma nuestra palabra! Le habla siempre de nuestro Ente Supremo y produce todos nuestros efectos divinos sobre la criatura, con tal variedad de bellezas, que Nosotros mismos quedamos raptados. Nuestra mirada de luz la mira siempre, nuestro paso corre siempre hacia ella, nuestras obras con sus brazos de luz la abrazan y se la estrechan al seno, y todas le llueven luz para comunicarle nuestra mirada de luz, nuestras obras y pasos de luz. Así que quien vive siempre en nuestro Querer está siempre en comunicación directa con su Creador, y recibe todos los efectos que sabe producir un Dios. En cambio, quien obra en Ella está en comunicación con nuestras obras, y las suyas vienen modeladas con nuestras obras”.
(4) Después seguía buscando los actos de la Divina Voluntad, y habiendo llegado a lo que hizo Nuestro Señor en la Redención, uno por uno los besaba, los adoraba, los bendecía, los agradecía, y tomando el mismo Amor con el cual Jesús los amaba, los amaba también yo. Y Jesús, todo conmovido y enternecido al ver sus actos amados con su mismo Amor, me ha dicho:
(5) “Hija mía, es siempre el amor el que me golpea, me hiere y me induce a hablar para revelar a mi amada criatura mis secretos, escondidos a quien no me ama, porque no amándome no entendería mi dialecto de amor. Ahora, tú debes saber que todos estos actos hechos por Mí en la tierra, contienen cada uno un dolor tan intenso, que si mi Divinidad no me hubiera sostenido, habría sido suficiente para hacerme morir. Así que mi Voluntad Divina, conforme Yo obraba, así me creaba el dolor de no encontrar a la voluntad humana en la mía, para encerrarla en mis actos y darle virtud y gracia de hacerla vivir en mi Voluntad; en todo lo que hacía, aun si respiraba, latía, miraba, caminaba, buscaba a la voluntad humana para encerrarla y darle el puesto primario en mi respiro, en mi latido, en mi mirada y en mis pasos. ¡Qué dolor hija mía, querer hacer el bien y no encontrar a quién hacerlo, querer ponerla en lugar seguro donde habría sido feliz, porque mis penas, mis obras, mi misma Humanidad habrían estado no solamente a su defensa, sino le habrían formado su palacio real donde la habrían tenido como reina! Pero en lugar de ser agradecida y escucharme, escapa de mis manos, de mis penas, para vivir infeliz en medio de peligros y de enemigos, sin nadie que la defienda. ¡Qué dolor, qué dolor! Puedo decir que mi dolor más grande acá abajo, que me daba la muerte continua, fue el ver a las criaturas que no vivían ni hacían mi Voluntad, porque veía que mis actos permanecían sin la finalidad con la cual los hacía, o sea, sin dar la Vida de la cual estaban investidos, y si no hubiera sido por mi omnividencia que me hacía ver todos los siglos como un acto presente, y por eso veía a mis hijos amados que debían vivir de mi Querer Divino, los cuales debían servirse de lo que hizo y sufrió mi Humanidad para establecer mi reino, y servirse de esta mi Humanidad como la más bella de sus habitaciones, Yo no habría podido soportar tanto dolor. Por eso continúa encontrando mis actos, mis pasos, mis penas, para pedirme que venga a reinar mi Voluntad sobre la tierra, y mi dolor se endulzará y se cambiará en amor para abreviar el tiempo para hacerla conocer, amar y reinar. Y Yo te tendré como refrigerio mío y como portadora de bálsamo a mis penas, y cuando vea a mis actos y a mis penas exacerbadas por el dolor porque las criaturas huyen de mi Voluntad, vendré a refugiarme en ti para endulzarme y embalsamar mis penas demasiado amargadas por el dolor”.
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35-42
Marzo 30, 1938
Cuando los sacrificios se hacen de buena voluntad, Jesús pone en ellos sus gustos divinos, y los vuelve agradables y amables. Cómo Dios creaba en ellos la pasión de amor.
(1) Me siento entre los brazos del Fiat Divino, y es tanto su amor, que me alimenta con su luz, me calienta con su calor, y si estoy cansada me arrulla sobre sus rodillas para darme su reposo que me hace resurgir a nueva vida. ¡Oh Voluntad Divina, cómo eres amable, solamente Tú me sabes amar de verdad, y sólo en Ti encuentro el refugio a todos mis males! Pero me sentía oprimida al ver que aquellos que me rodean sufren y hacen grandes sacrificios por causa mía, cómo es doloroso ver sacrificados a los demás; y mi dulce Jesús, estrechándome entre sus brazos en acto de compadecerme, todo ternura me ha dicho:
(2) “Pobre hija mía, ánimo, no quiero que pienses en esto. Tú debes saber que Yo puedo y sé pagar bien aun los pequeños sacrificios, las atenciones, y mucho más los grandes sacrificios; Yo numero todo, y ni siquiera un respiro hecho por Mí lo dejo sin recompensa, y mucho más si estos sacrificios son hechos a quien me ama, a quien quiere vivir en mi Querer, entonces siento como si me los hicieran a Mí mismo, y Yo para hacer que estos sacrificios sean hechos de buena voluntad, pongo en ellos mi gusto divino, de modo que hago sentir el gusto, el placer de hacer esos sacrificios, de modo que sienten la necesidad de hacerlos, el gusto, el placer en el sacrificio; son como la sal, los condimentos a los alimentos, como el aceite a las ruedas que antes caminaban con dificultad, pero puesto el aceite corren. El gusto divino vacía el sacrificio y lo vuelve ligero y agradable. Esta es la causa por la que en nuestro amor creamos una pasión santa, un gusto, un placer, que no sabemos estar si no amamos a la criatura. Fue esta nuestra pasión de amor, la que nos hacía sentir la extrema necesidad de testificar con nuestras obras el amor hacia las criaturas, tanto, que ninguno nos rogó que creásemos un cielo, un sol, y tantas otras cosas, y después de creadas las miramos y sentimos tanto gusto y placer, que en nuestro énfasis de amor exclamamos: ‘Cómo son bellas nuestras obras, pero nos darán más gloria, sentiremos más gusto, cuando nuestras obras se den a las criaturas para amarlas y para hacernos amar por ellas’. Entonces, a nuestra pasión de amor, a la extrema necesidad de amar se agregaba la locura, el delirio de amor, tanto, que no nos contentamos solamente con las obras, el amor llegó a tanto, que sentimos la necesidad de poner también la Vida. En efecto, ¿qué cosa no me hizo hacer esta necesidad de amor que sentía en Mí? Me hizo sufrir penas inauditas, sufrí las humillaciones más humillantes y hasta la misma muerte entre espasmos atroces.
(3) Ahora, esta nuestra pasión de amor no se contenta si no participa esta nuestra misma pasión de amor a la criatura, por eso, en los sacrificios que hacemos hacer, creamos en ellos la pasión santa, la dotamos de gustos, de contentos, para hacerlas hacer las más bellas conquistas. Esta pasión se vuelve ingeniosa, se industria en mil modos, y si no se vuelve obrante parece que no sabe ni estar ni vivir. Si no hay pasión, aun en las obras santas, y gusto en los sacrificios, parece que son obras pintadas, no vivas, tienen un frío, una apatía, que produce más disgusto que gusto, y tal vez más mal que bien. Por eso hija mía no pienses en los sacrificios que hacen por ti, más bien debo decirte que los hacen por Mí, no por ti, y Yo pondré en estos sacrificios tal gracia, gusto y agrado, de vaciar el sacrificio, y después, de acuerdo al amor con el que los hagan, Yo me verteré en ellos, y conforme hagan el sacrificio querido por Mí, así haré crecer mi Vida en ellos. ¿No es tal vez mi pasión de amor la que me hace decir tanto acerca de mi Voluntad, para crear en el hombre la pasión de vivir en mi Querer? Con este tanto decir quiero ahogar a la voluntad humana con nuestros gustos divinos, pero tanto, de hacerla decidir, en virtud del gusto que siente, de la felicidad que prueba, a vivir en mi Voluntad Divina. Además, lo puedes decir tú misma, ¿cuántos gustos, contentos, alegrías, te he dado en el estado de sacrificio en el cual te he puesto? Entonces, deja hacer a tu Jesús, que sabe ajustar el sacrificio y lo vuelve amable, fácil, y aun deseable; mucho más, pues en el sacrificio de la criatura pongo la fuerza, el sostén, la vida de mi sacrificio, puedo decir que mi sacrificio toma en su regazo el sacrificio de la criatura, y hace de guía, da vida, da luz a aquél o aquélla que de buena voluntad quiera sacrificarse por Mí”.
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35-43
Abril 4, 1938
Dios creaba la necesidad de la Divina Voluntad en la criatura, como creaba la necesidad del agua y del sol a la tierra. Quien no vive en Ella quiere ocultar a Dios en el Cielo. Cada palabra de más sobre la Divina Voluntad, da una Vida nueva y distinta.
(1) Mi pobre mente siente la necesidad extrema de encontrar los actos del Querer Divino como latido y respiro de mi pobre existencia, y si no lo hiciera me sentiría faltar el aire para respirar, el corazón para palpitar. Mi Dios, ¿cómo se puede vivir sin el aire y la Vida de tu Voluntad? Me parece imposible. Y mi dulce Jesús visitando mi pequeña alma, todo bondad me ha dicho:
(2) “Mi buena hija de mi Voluntad, mi amor fue tanto en la creación del hombre, que le daba mi Voluntad como su vida primaria y de absoluta necesidad, tanto, que sin Ella no podía producir nada de bien. Como la tierra no produce nada sin el agua, porque al agua se le puede llamar el alma de la tierra, pero si a lo anterior no se agrega el sol, que con su luz y calor fecunda, purifica y embellece la tierra, el agua serviría para enmohecer la tierra y volverla una cloaca fangosa, de la cual saldría un aire contagioso que podría apestar la tierra; pero no bastan estos tres elementos, agua, tierra y sol, se necesita la semilla para poder formar de la tierra las más bellas florituras, las plantas, los frutos que alegran al agricultor, y forman el alimento a todas las generaciones humanas. Mira, uno de estos elementos que faltara y la tierra sería infecunda, tétrica, oscura, de dar espanto. Ahora, la necesidad de unión de estos elementos forma lo bello, lo útil, la fecundidad de nuestra obra creadora, separados pueden hacer daño y ser nocivos para las pobres criaturas, unidos pueden hacer un mundo de bienes. De la misma manera creaba la estrecha necesidad de mi Voluntad en la criatura: Creaba el alma como agua a la tierra, la cual debía correr más que agua en la tierra de su cuerpo; ponía mi Voluntad en ella como sol, luz y calor, el cual debía vivificarla, fecundarla, embellecerla, pero con tan raras bellezas de raptarnos continuamente a amarla, y así como el agricultor se ocupa de arrojar la semilla en la tierra para hacerla producir, así mi Voluntad tomaba el empeño de arrojar en la criatura tantas semillas divinas, para las cuales debían surgir tantos soles, uno más bello que el otro, que debían producir flores y frutos celestiales que debían servir como su alimento, como alimento de las criaturas y del mismo Creador, porque nuestro alimento, nuestra Vida, es nuestra Voluntad. Mira entonces la necesidad de la unión de los actos, que como semillas forma en la criatura el crecimiento de mi Voluntad en ella, comunica la virtud de nuestras cualidades divinas, y forma tales prodigios de gracia, de belleza, que Nosotros mismos la amamos tanto, de volvernos no sólo inseparables, sino obrantes continuamente en ella, porque sabemos que si amamos ama, si obramos obra, no sabe hacer nada sin Nosotros, porque faltando nuestra unión se reduciría en la inutilidad, como la tierra sin agua, sin sol, sin semillas, por eso Nosotros, amándola mucho, hacemos todo en ella. Mira en qué punto doloroso, nocivo y casi horrible se pone la criatura sin nuestra Voluntad”.
(3) Después ha agregado con un acento más doloroso y conmovedor:
(4) “Hija mía, cómo nos duele no ver vivir a la criatura en nuestra Voluntad; con no vivir en Ella nos quiere confinar en nuestra patria celestial, no quiere que vivamos juntos sobre la tierra; con esto nuestra Voluntad le es de peso, huye de nuestra santidad, cierra las puertas a la luz y busca las tinieblas. Pobrecita, con hacer su voluntad morirá de frío, de hambre, y podrá decir: ‘El Cielo no me pertenece’. Viven exiliadas sobre la tierra, sin apoyo, sin defensa, sin fuerza, el mismo bien para ellas se convierte en amarguras, y en ocasiones aun en defectos, por eso forman nuestro dolor y sofocan continuamente nuestro amor. Es tanto el amor de nuestra Voluntad, que cada palabra o conocimiento que manifiesta de Ella, es una Vida Divina suya, y no sólo eso, sino nueva y distinta la una de la otra, nueva en la santidad, en la belleza, en el amor, por eso gozamos tanto y hacemos fiesta en el hacer conocer qué cosa es nuestra Voluntad, lo que sabe hacer y puede hacer en el cerco de la criatura, y hasta qué punto noble, sublime, alto, quiere colocarla en nuestro seno divino. Porque con hacerla conocer no hacemos otra cosa que hacer salir nuevas Vidas Divinas, y conforme se hacen poseer, así recibimos de las criaturas nuestro nuevo amor, nuestra nueva belleza, bondad, y así de todo lo demás. ¡Oh, cómo nos sentimos glorificados, amados por medio de nuestras mismas Vidas, por aquél a quien nos hemos hecho conocer! Por eso el hacernos conocer, el encontrar a quien nos quiere conocer, es el acto que más nos glorifica; nuestro amor encuentra con quién desahogar y a quién poder dar lo que queremos. Y además, ¿en qué aprovecharía crear a la criatura si no queríamos hacernos conocer? El conocimiento es lo que nos hace descender en la criatura y le da el vuelo para hacerla subir hasta Nosotros. Por eso, cuando te vemos que suspiras por conocer de más nuestro Querer, Yo, súbito te hago las más bellas sorpresas de nuestro Fiat omnipotente, pero no para hacerte sólo conocer, sino para darte el bien que te hacemos conocer”.
(5) Después de esto ha agregado todo conmovido:
(6) “Hija mía, quien vive en mi Voluntad es la suspirada de todos, porque todos se sienten amados por ella, su amor corre a todos, abraza a todos, se pone en los corazones de todos para hacernos amar por todos; aun el más pequeño ‘te amo’, ‘te adoro’, ‘te bendigo’ de quien vive en nuestro Querer Santo, tiene el derecho de encerrase en todos, es más, los mismos santos y ángeles se sienten honrados de dar el puesto en ellos al más pequeño ‘te amo’ de esta afortunada criatura, y nos aman con este ‘te amo’. ¿Cuál no será su contento cuando llegue a la patria celestial y vea sus ‘te amo’ en todos los bienaventurados, que aman a su Dios? y esto en el modo más simple, pues encontrándose nuestra Voluntad por todas partes, lo que se hace en Ella dondequiera que toma su puesto y adquiere el acto continuo de siempre amar, así que también el sol, el cielo, las estrellas, la Creación toda, poseerán estos actos para amarnos y bendecirnos”.
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35-44
Abril 10, 1938
En quien vive en la Divina Voluntad, Jesús quiere encontrar todo en ella, y la quiere encontrar en todos. Dios quiere encontrar en nuestro amor el apoyo de sus obras, el escondite de su Vida.
(1) Mi pobre mente está siempre de regreso en el Querer Divino, y habiendo recibido la santa comunión estaba diciendo a mi amable Jesús: “En tu Querer todo es mío, por eso te amo con el amor de mí y tu Mamá Reina, te beso con sus labios, te abrazo fuertemente con sus brazos, te llevo conmigo y me refugio en su corazón para darte sus alegrías, sus delicias, su maternidad, a fin de que encuentres las dulzuras, la custodia que te sabe hacer tu Mamá”. Pero mientras me encerraba junto con Jesús en mi Mamá, el dulce Jesús, todo ternura me ha dicho:
(2) “Hija mía e hija de mi Madre, cómo estoy contento de encontrar a la hija con mi Madre, y a la Mamá con la hija, porque Ella quiere que las criaturas me amen con su mismo amor, y se sirvan de su boca para besarme, y de sus brazos para abrazarme, quiere darles su maternidad para ponerme al seguro y hacer que me hagan de mamá. Encontrar a la Madre y a la hija que me aman con un solo amor, es para Mí el más grande contento, siento que ambas me dan un nuevo paraíso en la tierra. Pero esto no me basta, en quien vive en mi Voluntad quiero encontrar todo, si falta alguna cosa no puedo decir que esté completa mi Voluntad en la criatura; y no sólo quiero encontrar en su puesto de honor, de Reina y de Madre a mi Madre en ella, sino que quiero encontrar también a mi Celestial Padre y al Espíritu Santo, y haciendo suyo su amor me ame con la inmensidad e infinitud de su amor. hija mía, dame el gusto de decirme que me amas con el Padre y con el Espíritu Santo”.
(3) Jesús ha hecho silencio para esperar que le dijese como Él quería, y yo, si bien indigna, para contentarlo le he dicho: “Te amo en la potencia y amor inmenso del Padre, con el amor interminable del Espíritu Santo, te amo con el amor con el cual te aman todos los ángeles y santos, te amo con el amor con que te aman o deberían amarte todas las criaturas presentes, pasadas y futuras, te amo por todas las cosas creadas y con aquel amor con el cual las creaste”. El amado Jesús ha dado un largo suspiro y ha agregado:
(4) “Finalmente siento apagadas mis ansias de encontrar todo en la criatura. Encuentro nuestros mares de amor que jamás terminan, encuentro las delicias de mi Mamá que me ama, encuentro todo y a todos, así que en quien vive en mi Voluntad debo encontrar todo y a todos, y a esta criatura la debo encontrar en todos. Y además, mi Padre Celestial me Generó en el amor, y a quien me ama y no deja escapar nada de nuestro amor, me lo siento Conmigo en acto de darme y recibir amor continuo”.
(5) Después de esto ha agregado: “Hija mía, he aquí por qué sentimos en nuestro amor una necesidad extrema de que las criaturas nos conozcan y conozcan nuestras obras. Si no nos conocen quedamos como apartados de ellas, mientras que vivimos dentro y fuera de ellas, y mientras estamos al día de lo que hacen y piensan, amándolas en cada acto de ellas, no sólo no nos aman, sino que ni siquiera nos reconocen. ¡Qué dolor! Si no nos reconocen el amor no surge, y si falta el amor no tenemos dónde apoyar nuestras obras, ni nuestro amor encuentra un refugio dónde desahogarse y alojarse, todo queda como suspendido. Por eso queremos encontrar en nuestras obras el ‘te amo’ de la criatura, y amándola con nuestra Potencia podemos apoyar nuestras obras más grandes, y ¡oh, cómo quedamos contentos al encontrar el pequeño ‘te amo’ de ellas por apoyo de nuestras obras! Obrar y no encontrar dónde apoyar estas obras, es un dolor para Nosotros, parece que nos falta la vida de nuestro amor, nuestro amor obrante viene reprimido, sofocado; poder hacer y no hacer, y sólo porque la criatura ingrata ni nos reconoce ni nos ama. Y como todas nuestras obras están dirigidas a beneficio de las criaturas, no pudiéndolas dar, porque faltando el conocimiento y el amor falta el espacio dónde poder poner nuestras obras, es por eso que nos atan los brazos y nos ponen en la inutilidad, y además, ¿en qué aprovecharía obrar si no encontramos quién las quiera recibir? Es más, tú debes saber que antes de obrar miramos quién las debe conocer, recibir y amar, y después obramos. Mi misma Humanidad no hacía ningún acto si antes no encontraba a quién debía amar y dar aquel acto, y aun cuando no encontrase quién las recibiera entonces, Yo miraba los siglos y dirigía mi acto a quien lo habría amado, conocido y recibido. Tanto que, aun niño recién nacido, Yo lloraba, y aquellas mis lágrimas eran dirigidas a quien debía compungirse, dolerse de sus pecados y lavarse para readquirir la Vida de la Gracia; si caminaba, mis pasos eran ya dirigidos a aquellos que debían caminar el camino del bien, como fuerza y guía de su camino. No hubo obra que hice, palabra que dije, pena que sufrí, en la cual no haya buscado las obras de las criaturas por apoyo de las mías, mi palabra para apoyarla en las palabras de ellas, mis penas buscaban el apoyo en sus penas para dar el bien que contenía lo que Yo hacía. Era mi pasión de amor que no me dejaba hacer otra cosa sino lo que podía ser útil para mis hijos; y es esta una de las razones más potentes por las que quiero que se viva en mi Querer, porque sólo entonces todas mis obras, la Creación, la Redención, aun un suspiro mío, encontrarán dónde apoyarse para hacerse obras de sus obras, penas de sus penas, pasos de sus pasos, vida de su vida; y entonces todo lo que he hecho y sufrido se cambiará en gloria y victoria, para abatir a todos los enemigos y llamar en medio de las criaturas el orden, la armonía, la paz, la celestial sonrisa de la patria celestial”.
(6) Yo he quedado sorprendida al oír esto, y mi amado Jesús ha agregado:
(7) “Hija mía bendita, el vivir en mi Voluntad encerrará tales sorpresas y múltiples novedades divinas, de dejar admirados a los mismos ángeles y santos, mucho más que en mi Voluntad no hay palabras, sino hechos, las mismas palabras, los deseos, las intenciones, las convierte en hechos y obras cumplidas. Fuera de mi Voluntad, lo que la criatura quiere se reduce a palabras, deseos e intenciones, pero dentro de Ella, estando en Ella la virtud creante, lo que quiere la criatura adquiere hechos cumplidos, obras llenas de Vida. Mucho más que estando en nuestro Querer, está al día de lo que Nosotros hacemos, siente lo que Nosotros queremos, por eso nos sigue en las obras, quiere lo que queremos, no puede hacer menos, ni ponerse a un lado, para ella nuestro Fiat se vuelve la más grande de sus necesidades, de la cual no puede apartarse, para ella es más que respiro que debe dar y recibir, más que movimiento que siente la extrema necesidad de moverse. En suma, mi Voluntad es todo para ella, vivir sin mi Voluntad le resulta imposible, por eso sé atenta, y tu vuelo sea siempre en nuestro Fiat”.
Sea todo para gloria de Dios y para cumplimiento de la Divina Voluntad.
Deo Gratias.
Notas:
Aunque por el contexto en que Jesús dice esto, se podría esperar que dijera que ve si puede encerrar en el acto su inmensidad, pues por fuerza el acto, aunque sea realizado en voluntad humana, cabe en su inmensidad, así es como está en el manuscrito, y respetando la norma que nos impusimos al emprender la traducción, no se hace ninguna corrección. ↩
Luisa pasa insensiblemente, de hablar ella, a hablar Jesús. ↩
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Fuente
• Libro de Cielo. Sierva de Dios, Luisa Piccarreta. divinavoluntad.info
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