Imitación de Cristo
(Texto tomado del libro “Imitación de Cristo” del beato Tomás de Kempis.)
Presentación
Tomás Hemerken nació en Kempis, cerca de Colonia en Alemania, el año 1379. A los veinte años ingresó al convento holandés de Agnetenberg, recibió la ordenación sacerdotal y permaneció en el mismo lugar copiando códices, componiendo tratados históricos y ascéticos e instruyendo a los nuevos religiosos hasta 1471 en que murió a la edad de noventa y dos años. Fue un hombre bueno y piadoso que acostumbraba meditar en la pasión de Cristo con gran afecto y tenía especial carisma para animar a los débiles y angustiados.
La época de Tomás de Kempis está marcada por las señales del desorden, la violencia y la inseguridad política, social y religiosa. Es el tiempo posterior a la guerra de los Cien años que conmovió Europa, tiempo del Cisma en Occidente que divide a la Iglesia entre Roma y Avignon, de las revoluciones campesinas, las manipulaciones de prestamistas y banqueros, los impuestos exorbitantes y las inútiles elucubraciones de teólogos y filósofos incapaces de mejorar las costumbres.
En medio de este ambiente, como una reacción natural, aparece la escuela de espiritualidad llamada entonces "Devoción Moderna" caracterizada por su interioridad, su adhesión a la Persona de Cristo, su piedad afectiva, la metodización de la oración y los demás ejercicios espirituales, cuyo fruto más difundido es el libro de la Imitación de Cristo.
El texto completo fue escrito sobre pergamino por Tomás de Kempis antes de 1441 y ha llegado hasta nosotros gracias al manuscrito original de su autor, actualmente en la Biblioteca Real de Bruselas.
El libro de la Imitación de Cristo ha sido editado innumerables veces y muchos santos como Ignacio de Loyola, Pío V, Felipe Neri, Vicente de Paul y Luisa de Marillac lo leyeron y recomendaron.
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Parte Primera
Consejos útiles para la vida espiritual.
Capítulo I
Imitar a Cristo.
1. "El que me sigue no camina a oscuras", dice el Señor (Jn 8, 12). Con estas palabras Cristo nos encomienda que imitemos su vida y sus costumbres si queremos estar iluminados y libres de toda ceguera interior. Por eso, nuestro mayor afán debe consistir en reflexionar sobre la vida de Jesús. La enseñanza de Jesús está por encima de la de cualquier santo y el que penetra en ella con buena voluntad encontrará un alimento escondido. A muchos les sucede que aunque escuchan con frecuencia el evangelio no descubren su significado porque les falta el espíritu de Cristo. Es conveniente que procure adecuar toda su vida con Cristo quien quiere experimentar plenamente el sabor de sus palabras.
2. ¿De qué te sirve discutir cosas sublimes a propósito de la Trinidad de Dios si no eres humilde y desagradas a la misma Trinidad?. Verdaderamente, las palabras hermosas no hacen santos ni justos; en cambio, la vida correcta hace al hombre amable a Dios. Prefiero sentir el arrepentimiento que me lleve a la conversión, en vez de poderlo definir. Si conocieras las Escrituras de memoria y te supieras todas las frases célebres de los filósofos, ¿de qué te aprovecharía todo eso si no amas y agradas a Dios?. Vanidad de vanidades, todo es vanidad (Ecl 1, 2) sino amar y servir sólo a Dios. En esto consiste la mayor sabiduría, dirigir la vida hacia los valores trascendentes despreciando los que el mundo considera importantes.
3. Por eso, es vanidad buscar riquezas que se acaban y confiarse en ellas. Vanidad es ambicionar el prestigio y colocarse por encima de los demás. Vanidad es dejarse dominar por los deseos naturales y desear lo que después pueda ser causa de grave castigo. Vanidad es querer vivir muchos años y preocuparse poco de vivir honestamente. Vanidad es mirar únicamente esta presente vida y no prever la que vendrá después. Vanidad es amar lo que tan pronto acaba y no buscar con interés la felicidad perpetua.
4. Recuerda frecuentemente este proverbio: "No se cansan los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír" (Ecl 1,8). Esfuérzate por desviar tu corazón de las tentaciones presentes y dirigirlo a los valores perennes porque los que siguen sus deseos desordenados manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.
Capítulo II
Sincero concepto de sí mismo.
1. Todas las personas, por supuesto, buscan tener conocimientos; pero ¿de qué sirve la ciencia sin el respeto a Dios?. Con seguridad es mejor el campesino humilde sirviendo a Dios que el engreído intelectual que estudia el Cosmos olvidando el propio conocimiento. El que bien se conoce a sí mismo acepta sus limitaciones y no se complace con las alabanzas que le puedan dirigir. Si conociera todo lo que existe en el mundo pero no viviera en el amor, ¿de qué me serviría ante Dios que tendrá que juzgarme por mis actos?
2. Tranquiliza tus deseos de saber demasiado porque a veces hay en ellos gran estorbo y engaño. A los intelectuales les gusta hacerse notar y aparecer como sabios. El conocimiento de ciertas cosas poco o nada aprovecha al espíritu y es ignorante quien prefiere atender a ellas descuidando las que sirven a su salvación. La abundancia de palabras no sacia el alma pero la vida honesta refresca la mente y la conciencia pura nos da gran confianza en Dios.
3. Mientras más y mejor conozcas serás más seriamente juzgado, si no vives santamente. No te creas superior a otros por la habilidad que tengas en cualquier arte o ciencia sino más bien teme por los conocimientos que te dieron. Si consideras que muchas cosas sabes y que las entiendes suficientemente considera igualmente que son muchas más las que no conoces. "Así que no seas soberbio y anda con cuidado" (Rm 11, 20) más bien confiesa tu gran ignorancia. ¿A quién te vas a preferir habiendo tantos maestros y expertos en las normas mejores que tú? Si quieres aprender y saber algo verdaderamente útil esfuérzate porque no te conozcan ni te consideren.
4. Ésta es una profunda y utilísima lección: el auténtico conocimiento y la justa valoración de sí mismo. Gran sabiduría y perfección es pensar bien, reconociendo lo bueno de los demás y ver las propias limitaciones. Si vieras a alguien pecar públicamente o perpetrar graves delitos no deberías estimarte mejor que él ya que tú mismo ignoras por cuánto tiempo más podrás comportarte correctamente. Todos somos frágiles pero tú no consideres a nadie más frágil que a ti mismo.
Capítulo III
Enseñanza verdadera.
1. Feliz al que la Verdad le enseña directamente no por medio de imágenes o voces pasajeras sino tal como es. Nuestras percepciones y opiniones fallan con frecuencia y nos orientan mal. ¿De qué aprovecha cavilar tanto sobre asuntos ocultos y oscuros de cuyo conocimiento nadie nos acusará en el día del Juicio?. ¡Qué ignorancia tan grande desconocer lo que es útil y necesario, prestando atención a curiosidades y daños. Realmente teniendo ojos no vemos. ¿Qué nos importan los análisis y las síntesis?. Cuando nos habla la Palabra Eterna quedamos liberados de las opiniones cambiantes. Todo proviene de la única Palabra, todo lo creado se refiere sin cesar a Ella y es el principio, que nos habla. Si falta, ninguno entiende nada o puede discernir justamente. Para quien todas las cosas son Uno, y son atraídas hacia el Único y a todos las ve en el Único, los sentimientos se le estabilizan y permanece con Dios en paz. Dios verdadero haz que me una contigo en perpetuo amor; con frecuencia siento hastío al leer o escuchar variedad de cosas; en Ti encuentro todo lo que quiero y deseo. Callen todos los sabios, aquiétese la creación entera, en tu presencia háblame Tú solamente.
2. Mientras mejor esté alguien unificado y sea simple interiormente más abundantes y sublimes conocimientos obtendrá sin esfuerzo porque su inteligencia será iluminada desde arriba. El espíritu puro, simple y constante no se distrae en la variedad de experiencias e informaciones porque dirige toda su actuación a la alabanza de Dios esforzándose por permanecer siempre dispuesto y libre de averiguaciones individualistas. ¿Qué te dificulta y fastidia más que los incontrolados deseos de tu corazón? El hombre bueno y siempre dispuesto para seguir la voluntad de Dios, prepara dentro de sí las actividades que luego debe realizar externamente, de tal manera que no lo lleven hacia el deseo de las inclinaciones viciosas y siempre se oriente según el juicio recto de su corazón. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza por vencer sus malas inclinaciones?. Ésta debe ser nuestra principal empresa: vencer efectivamente lo que se encuentre de malo en uno, hacerse día a día más fuerte y aprovechar en ser mejor.
3. En esta vida, toda perfección lleva consigo ciertas imperfecciones y todo nuestro discernimiento no carece de alguna oscuridad. El humilde conocimiento de sí mismo es más cierto camino hacia Dios que la profunda investigación científica. No se trata de echarle la culpa a la ciencia o a cualquier información correcta sobre las cosas que en sí consideradas son buenas y ordenadas a Dios, pero siempre debe preferirse la conciencia tranquila y la vida virtuosa. Muchos están más preocupados del saber que de vivir cristianamente, por eso se desvían con frecuencia y casi nada o muy poco fructifican.
4. Si se pusiera tanto empeño en extirpar los vicios y sembrar virtudes como el que se emplea en promover discusiones, habría menos delitos y escándalos entre el pueblo y menos superficialidad en las comunidades. Ciertamente, cuando llegue el día del juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos, ni si hablamos bien, sino qué honestamente hemos vivido. Dime, ¿dónde están ahora todos esos señores y maestros a quienes conociste bien cuando vivían y se destacaban en los estudios?. Actualmente otros ocupan su lugar y nadie se acuerda de ellos. Mientras vivían tenían prestigio; ahora nadie habla de ellos.
5. ¡Qué pronto pasan las glorias del mundo!. Ojalá la vida que llevaron haya concordado con sus ciencias, entonces sí habrían estudiado y aprendido provechosamente. ¡Cuántos se consumen por la intranscendente ciencia de este mundo y qué pocos se interesan por mirar a Dios!. Y porque muchos eligen ser más poderosos que humildes, están vacíos por dentro como sus propios pensamientos. De verdad es grande quien tiene grande amor. De verdad es grande quien reconoce sus limitaciones y tiene en nada los honores. De verdad es consciente quien considera cualquier cosa como pérdida con tal de ganar a Cristo. Y de verdad es un sabio quien sigue fielmente la voluntad de Dios y somete su propia voluntad.
Capítulo IV
Actuar con prudencia.
1. No debe aceptarse fácilmente cualquier palabra o incitación, sino cautelosamente pero con amplitud de ánimo debe ponderarse todo según Dios. ¡Qué pena!. Con frecuencia creemos con mayor facilidad los malos que los buenos comentarios sobre las personas. ¡Tan enfermos estamos! Pero las personas prudentes no creen así nomás lo que vienen a chismearles, porque conocen las dificultades humanas, causa de maldades y de expresiones tan negativas.
2. Es señal de gran sabiduría no decidir precipitadamente ni ser porfiado en el propio punto de vista. No hay que tomar en cuenta, pues, cualquier cosa que se diga, ni repetir después a otros con ligereza lo que antes oímos o creímos. Déjate aconsejar por personas sabias y conscientes y desea más bien ser instruido por otro mejor en vez de seguir tus propias invenciones. La vida honesta hace sabio al ser humano según el espíritu de Dios y lo transforma en experto en variedad de cosas. Mientras más humilde y fiel a Dios sea alguien será más sabio y constructor de la paz.
Capítulo V
Lectura de la palabra de Dios.
En las Sagradas Escrituras debe buscarse la verdad, no el estilo literario. Conviene que todas las Sagradas Escrituras se lean con el mismo espíritu con que fueron hechas. En los libros Sagrados debe buscarse más la utilidad que la delicadeza de las frases. Con el mismo gusto debemos leer los textos devotos y simples que los difíciles y profundos. No te fijes en el nivel de los autores, ya sea que escriban sencillamente o con gran despliegue de recursos, más bien que te impulse a leer el amor a la pura verdad. No te preguntes quién lo dijo sino más bien atiende a lo que ha dicho. Los seres humanos pasan pero la verdad del Señor permanece para siempre (Sal 117, 2). Sin hacer distinciones entre unas personas y otras el Señor nos habla de diversas maneras. Nuestra curiosidad nos dificulta con frecuencia la lectura de las Escrituras cuando queremos racionalizar y discutir lo que deberíamos aceptar simplemente. Si quieres de verdad calmar tu sed lee con humildad, sencillez y confianza sin pretender que te reconozcan como erudito. Pregunta con agrado y acepta en silencio las enseñanzas de los santos. No te cansen las explicaciones de los mayores porque no las dicen sin motivo.
Capítulo VI
Deseos desordenados.
1. Cuando las personas sienten deseos desordenados de inmediato se inquietan. Los poderosos y los avaros nunca descansan; los sencillos y humildes de espíritu se sienten en paz aunque estén rodeados de una multitud. Quien no tiene control sobre sí mismo pronto es tentado y vencido por cosas pequeñas y despreciables. Como enfermo del espíritu, quien se deja dominar por sus instintos y vive sólo para satisfacer sus caprichos, con dificultad puede abstenerse de los deseos, cuando se abstiene se pone triste y se indigna si alguien lo contradice.
2. Pero si consigue lo que desea el sentimiento de culpa le hiere y esa amargura no le sirve de mucho para encontrar la tranquilidad que buscaba. Resistiendo a las malas inclinaciones se adquiere la auténtica paz, no sometiéndose a ellas. No existe paz en el corazón de las personas que no tienen dominio de sí mismas, ni en las dedicadas exclusivamente a las actividades externas sino en las entusiastas y espirituales.
Capítulo VII
Huir de la esperanza infundada y la soberbia.
1. Está vacío el que pone su confianza en las personas o las cosas creadas. No te avergüences de servir a los demás por amor a Jesús y aparecer ante ellos como pobre. No te sostengas en ti mismo sino pon en Dios tu esperanza. Haz lo que esté de tu parte y une tu buena voluntad a la de Dios. No confíes tanto en tu ciencia o en la astucia de algún otro sino más bien en la gracia de Dios que ayuda a los humildes y desecha a los presumidos.
2. No te engrías por tus posesiones o amistades poderosas, confía sólo en Dios que todo lo otorga y desea darse Él mismo a nosotros. No te coloques sobre los demás por tu prestancia o belleza física que una pequeña enfermedad puede destruir y sepultar. No te contentes tanto de tu propia habilidad e ingenio no vaya a ser que descontentes a Dios verdadero dueño de todo lo que posees.
3. No pienses que eres mejor que otros, no vayas a aparecer peor ante Dios, que conoce muy bien cómo es cada uno. No te ensoberbezcas por tus buenas acciones, ya que el criterio de Dios es distinto del nuestro y a veces lo que está bien a los demás no le parece suficiente a Él. Si tienes algo bueno cree que es mejor lo ajeno, conservándote así humilde. No te hace ningún daño colocarte al último en cambio puede ser muy dañino ponerse por delante de uno solo. Con el humilde está la paz, en el autosuficiente hay celos e indignación con frecuencia.
Capítulo VIII
Cuidar la intimidad.
1. "No le abras tu corazón a cualquiera" (Eclo 8, 22), sino comunícate con los sabios y respetuosos de Dios. Con los inexpertos y extraños procura estar poco, con los ricos no seas adulón ni goces presentándote con los magnates; con los piadosos y equilibrados procura conversar y trata con ellos de lo que contribuya a tu edificación. No tengas intimidad con mujeres desconocidas pero ruega a Dios que las haga buenas. Vive íntimamente con Dios y sus amigos y evita las novedades.
2. A todos hay que querer pero no es conveniente intimar con todos. A veces admiramos a quienes no conocemos pero el contacto con ellos hace que brillen menos. Pensamos agradar a las personas con nuestra conversación y empezamos enseguida a molestarlas cuando descubren en nosotros tantos defectos.
Capítulo IX
Obedecer y depender.
1. Es muy valioso saber obedecer, depender de otra persona y no ser uno su propio juez. Más seguro es depender que dirigir. Muchos están sometidos a la obediencia, más por necesidad que por amor: ellos tienen sufrimiento y con ligereza murmuran; nunca adquirirán libertad de criterio si no se someten sólo a Dios de todo corazón. Aunque corras de un lado para el otro jamás encontrarás quietud si no es en la humilde sujeción a un orden superior. Imaginar distintos lugares y cambios de vida a muchos engañó.
2. Es cierto que cada uno, con gusto, lleva adelante sus convicciones y se inclina más a quienes siguen su sentir. Ya que Dios está entre nosotros es preciso que abandonemos nuestros particulares puntos de vista, por bien de la paz. ¿Quién sabe tanto que pueda conocer absolutamente todas las cosas?. Por lo tanto, no confíes exageradamente en tu criterio y esfuérzate por escuchar con agrado el parecer de los demás. Si es aceptable tu sentir y lo abandonas por causa de Dios, siguiendo lo que te ordenen, eso te hará a la larga mucho bien.
3. He escuchado frecuentemente que es más seguro atender y seguir un consejo que darlo. Puedes juzgar como bueno el sentir de alguno pero es señal de excesiva suficiencia y terquedad estar en desacuerdo con los demás cuando tienen la razón.
Capítulo X
Cuidado con las conversaciones intranscendentes.
1. Cuídate cuanto puedas de alborotos y bullicio. Mucho estorba ocuparse de diversas gestiones incluso si se realizan con sana intención. Rápidamente nos mancha la vanidad y nos aprisiona. Preferiría muchas veces haber callado y no encontrarme entre la gente. Pero ¿Por qué motivo con tanto placer hablamos y entre nosotros la pasamos charlando si rara vez, sin herir nuestra conciencia, volvemos al silencio? Será que hablamos con tantas ganas porque buscamos consuelo en los demás y a nuestro corazón, fatigado por tantas preocupaciones queremos aliviar. Y muy gustosamente buscamos hablar y compartir de lo que amamos o deseamos o de lo que nos contradice. Pero ¡qué lástima! Vacía e inútilmente. Estos consuelos externos afectan no poco a los interiores y divinos.
2. Por eso debemos estar vigilantes y orando no se nos pase el tiempo sin fruto. Si es justo y conviene hablar debe decirse lo que edifique. La mala costumbre y el descuido del propio progreso contribuyen al descontrol de nuestra lengua. Ayuda muchísimo al desarrollo interior la devota conversación sobre asuntos espirituales, principalmente cuando varias personas que tienen similares intereses y ánimo se juntan en Dios.
Capítulo XI
Adquirir la paz y esforzarse por mejorar.
1. Podremos tener mucha paz si no nos andamos metiendo con los dichos o hechos ajenos que no nos pertenecen. ¿Cómo es posible que permanezca en paz el que se inmiscuye en asuntos de otros, se interesa por exterioridades y poco o rara vez se recoge en sí mismo?. Felices los sencillos porque tendrán mucha paz.
2. ¿Por qué razón muchos santos fueron tan perfectos y dados a la contemplación?. Porque continuamente se preocuparon de mortificar en ellos mismos los deseos deshonestos; por tanto, pudieron adherirse a Dios de todo corazón ocupándose entonces libremente del propio aprovechamiento. Nosotros somos poseídos por las propias pasiones y solicitados excesivamente por cosas pasajeras. Rara vez vencemos un vicio por completo, ni nos alentamos para perfeccionarnos cada día, por lo que permanecemos tibios y hasta fríos.
3. Si estamos nosotros mismos perfectamente mortificados y por dentro poco comprometidos podemos saborear las realidades divinas y experimentar en cierta forma la contemplación del cielo. Nuestro total y máximo impedimento es que no somos libres de pasiones y deseos deshonestos y no nos esforzamos por ingresar en el perfecto camino de los santos. Cuando nos ocurre una pequeña adversidad muy pronto nos desanimamos y regresamos a los consuelos humanos.
4. Si nos esforzáramos por mantenernos de pie en la batalla como seres enérgicos veríamos pronto llegar sobre nosotros desde el cielo, el auxilio de Dios. Él está preparado para venir a ayudar a los que están seguros y confían en su gracia. Si solamente en el cumplimiento exterior ponemos nuestro progreso religioso pronto llegará el fin de nuestra devoción. Apliquemos el hacha a la raíz y purificados de nuestras pasiones seamos dueños, en paz, de nuestra propia mente.
5. Si cada año extirpamos uno solo de los defectos pronto nos convertiremos en seres perfeccionados. Pero reconocemos con frecuencia que sucede al contrario porque vemos que fuimos mejores y más puros al comienzo de nuestra conversión que después de muchos años de compromiso con Dios. El entusiasmo y aprovechamiento diariamente debería aumentar pero ahora parece gran cosa si alguien conserva un poco del primer fervor. Si al principio ponemos un poco de energía después todo lo podremos llevar a cabo con facilidad y alegría.
6. Cosa seria es dejar lo acostumbrado y más serio es ir contra la propia voluntad. Pero si no vences lo pequeño y débil ¿cuándo superarás lo más difícil?. Resiste desde el inicio tus malas inclinaciones y abandona tus perversas costumbres no sea que poco a poco te conduzcan a mayores problemas. Si te dieras cuenta de cuánta paz adquirirías y qué alegría proporcionarías a los demás conduciéndote adecuadamente, pienso que serías mucho más cuidadoso con tu aprovechamiento espiritual.
Capítulo XII
Utilidad de las adversidades.
1. Es conveniente para nosotros que de vez en cuando soportemos algunas molestias y contrariedades, porque frecuentemente retraen al ser humano a su propio corazón para que reconozca que vive como exiliado y no sustente su esperanza en alguna realidad creada. Es bueno que a veces padezcamos contradicciones y que se opine mal e imperfectamente de nosotros incluso cuando actuamos bien y esforzadamente, todo esto ayuda a la propia humildad y nos defiende de la vanagloria. Entonces invocamos a Dios mejor como testigo íntimo cuando somos denigrados externamente por los otros y no se toma en cuenta nuestro testimonio.
2. Por eso debería cada uno afirmarse de tal manera en Dios que no fuera más necesario para él buscar consuelos humanos. Cuando la persona de buena voluntad sufre tribulaciones y tentaciones o se aflige por los malos pensamientos entonces reconoce que necesita más que nunca a Dios y experimenta que sin Él, nada bueno posee. Entonces se entristece, gime y ora por las miserias que padece. Entonces se hastía del diario vivir y prefiere que venga la muerte para liberarse y estar con Cristo (Flp 1, 23). Entonces, pues, se viene a dar cuenta que la perfecta seguridad y plena paz no pueden sustentarse en el mundo.
Capítulo XIII
Resistir las tentaciones.
1. Mientras vivimos en éste mundo no podemos estar sin aflicciones y tentaciones. Por eso en el libro de Job está escrito: "Tentación es la vida del hombre sobre la tierra" (Job 7, 1). Cada uno debe ser cuidadoso acerca de las tentaciones y mantenerse atento en oración para que el demonio, que jamás descansa sino que da vueltas alrededor buscando a quien devorar (1P 5, 8), no encuentre modo de engañarle. Ninguno es tan perfecto y santo que no tenga a veces tentaciones.
2. No obstante, con frecuencia las tentaciones son muy útiles aunque sean molestas y graves, porque en ellas el hombre se humilla, se purifica y aprende. Por muchas angustias y tentaciones todos los santos pasaron y aprovecharon y los que no fueron capaces de soportarlas fueron reprobados y desfallecieron. No existe comunidad tan santa ni lugar tan secreto donde no haya tentaciones y adversidades.
3. Nunca está el ser humano protegido totalmente de la tentación mientras viva porque de nosotros mismos brota la tentación debido a que nacimos inclinados al mal. Cuando una tribulación o tentación nos abandona otra sobreviene y siempre tenemos algo por qué padecer ya que perdimos el gran bien de nuestra original felicidad. Muchos procuran huir de las tentaciones y vienen a caer más gravemente en ellas. No podemos vencerlas con solo huir sino con paciencia y verdadera humildad llegaremos finalmente a ser más fuertes que nuestros enemigos.
4. Quien sólo externamente deshecha el mal pero no lo arranca de raíz poco progresará. Porque pronto volverá a él la tentación y peor se sentirá. Poco a poco, con paciencia y entusiasmo, con la ayuda de Dios, podrás superarte y no con tu propia impaciencia y suficiencia. Acostúmbrate a aceptar buenos consejos cuando te sientas tentado y no trates con dureza al que tiene tentaciones sino más bien consuélalo como quisieras que lo hagan contigo.
5. El inicio de todas las malas tentaciones está en la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios porque es igual a un barco sin timón empujado de aquí para allá por el oleaje, la persona apocada e inconstante en sus propósitos, es tentada por eso de diversas maneras. El fuego pone a prueba el hierro y la tentación al hombre honesto. Desconocemos de qué somos capaces pero la tentación lo da a conocer. Debe estarse muy atento sobre todo al comienzo de la tentación porque entonces es más fácil vencer al enemigo. Si cerramos las puertas de la mente y le resistimos en la entrada apenas toca se acabará el problema. Por eso alguien dijo: "Opónte al comienzo; después, la medicina es inútil" (Ovidio Rem 2,91). Porque primero sobreviene a la mente un simple pensamiento después, una llamativa imaginación, finalmente el deleite y el impulso depravado y la aceptación. Así poco a poco, va ingresando el maligno enemigo hasta el fondo por no haber sido rechazado al principio. Mientras más descuidado sea uno en resistir tanto más débil se irá haciendo y el enemigo contra él, más poderoso.
6. Alguno padece más graves tentaciones al inicio de su conversión a Dios algún otro, al final. Alguno la pasa mal durante toda su vida. Algunos son tentados muy suavemente según la sabiduría y equidad de las disposiciones de Dios, que decide de acuerdo con la condición y méritos de las personas y todas las cosas las orienta a la salvación de sus elegidos.
7. Por lo tanto, no debemos desesperarnos cuando sufrimos tentaciones sino más bien rogar a Dios con fervor de manera que en toda tentación se digne ayudarnos ya que, de hecho, según dijo Pablo las tentaciones serán de tal manera (1Co 10, 13) que podamos soportarlas. Humillemos nuestras almas bajo la mano de Dios en toda tentación y tribulación porque salvará a los humildes de espíritu (Sal 34, 19) y los elevará.
8. En las tentaciones y tribulaciones se prueba cuánto ha progresado cada uno, en eso hay mucho mérito y se hace más patente la virtud. No es gran cosa que la persona sea devota y entusiasta cuando no le pasa nada grave pero si se sostiene con paciencia en tiempos adversos habrá esperanza de gran progreso. Algunos se defienden de grandes tentaciones y cotidianamente son vencidos por las pequeñas; esto es para que humillados, nunca se atrevan a confiar demasiado de sí mismos ya que en tan modestas tentaciones fallan.
Capítulo XIV
Evitar los juicios temerarios.
1. Fija tus ojos en ti mismo y no te atrevas a juzgar a otros. Al juzgar a los demás, uno trabaja inútilmente se equivoca muchas veces y fácilmente peca; juzgándose, en cambio, a sí mismo y amonestándose se labora con provecho. Como recibimos las cosas según nuestros sentimientos, de acuerdo con eso frecuentemente las juzgamos; por causa del amor propio fácilmente perdemos su verdadero sentido. Si siempre con recta intención van dirigidos a Dios nuestros deseos, no nos turbaremos tan fácilmente por la resistencia de nuestros sentimientos.
2. Pero a veces tenemos algo escondido dentro de nosotros o sucede algo por fuera que conjuntamente nos atrae. Muchos buscan su propio interés en lo que hacen y en eso actúan equivocadamente. Creen vivir en perfecta paz cuando se realizan las cosas según su querer y entender; pero si algo sucede de modo distinto a sus deseos de inmediato se inquietan y entristecen. Porque las personas suelen tener diversidad de sentimientos y puntos de vista, con demasiada frecuencia ocurren distanciamientos entre amigos y ciudadanos, entre religiosos o personas piadosas.
3. Las antiguas costumbres difícilmente se abandonan y nadie se deja conducir con gusto a donde no quiere. Si le das más crédito a tus razonamientos o habilidades que a la fuerza de someterse a Jesucristo casi nunca o tardíamente serás una persona iluminada porque Dios nos quiere totalmente dependientes de Él y que por ardiente amor superemos toda razón.
Capítulo XV
Obras hechas por amor.
1. Por ninguna cosa del mundo ni por deferencia a alguna persona debe hacerse algo malo, pero por utilidad de un necesitado debe interrumpirse la buena obra, o cambiarla por otra mejor. Esto no significa que la buena obra quede destruida sino que se ha convertido en más buena. Sin amor, las actividades exteriores de nada sirven; pero lo que se hace por amor así sea muy pequeño y despreciable llega a ser muy fructífero. Más considera Dios a la persona que realiza la acción que a la acción realizada.
2. Mucho hace el que mucho ama. Mucho hace quien hace las cosas bien. Hace bien quien sigue el parecer de su Comunidad en vez de su propia voluntad. A veces parece ser amor y es más bien sensualidad porque las tendencias de la naturaleza, la propia voluntariedad, la esperanza de la retribución y la atracción de las comodidades muy rara vez nos abandonan.
3. El que tiene verdadero y perfecto amor, en nada busca su propia gratificación, sino desea únicamente que Dios sea reconocido y recibido por todos. A nadie otorga la propiedad de ningún bien sino que los atribuye íntegramente a Dios ya que de Él todos brotan como de una fuente y finalmente todos los santos gozarán descansando en Él. Si alguien tuviera una pequeña chispa de verdadero amor, de inmediato sentiría que las cosas materiales están todas vacías.
Capítulo XVI
Soportar los defectos ajenos.
1. Lo que no somos capaces de corregir en nosotros mismos o en los demás, debemos soportarlo pacientemente hasta que Dios disponga de otro modo. Considera que es mejor así para tu calificación y tu paciencia sin la que no tienen mayor valor nuestros esfuerzos. Debes, sin embargo, suplicar a Dios para que se digne ayudarte en esas dificultades y puedas sobrellevarlas con buen ánimo.
2. Si alguno no se controla después de dos o tres amonestaciones, no te pongas a pelear con él, sino encomiéndaselo a Dios para que se cumpla su voluntad y todos sus servidores le honren, ya que sabe muy bien convertir los males a bienes. Aprende a ser paciente en tolerar los defectos ajenos y cualquier debilidad porque tú mismo tienes defectos que los otros deben soportar. Si no eres capaz de hacerte a ti mismo como quieres ¿cómo lograrás que los otros se conduzcan según tus deseos? Con gusto queremos perfectos a los demás y sin embargo no corregimos los propios defectos.
3. Queremos que a otros se corrija estrictamente y no deseamos que nos corrijan a nosotros. Nos disgusta que se otorgue a los demás ciertas facilidades y no aceptamos que se nos niegue lo que pedimos. Queremos que otros cumplan las disposiciones más exigentes y no soportamos que a nosotros nos limiten algo. En todo esto se hace patente cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos.
4. De esta manera, pues, Dios ha dispuesto que aprendamos a ayudarnos unos a otros a llevar las cargas (Ga 6, 2) porque no hay nadie sin defecto, nadie sin carga, nadie es suficiente ni cumplidamente sabio para sí. Es importante llevarnos unos a otros, consolarnos, ayudarnos igualmente, instruirnos y aconsejarnos. En los sucesos adversos se nota mejor cuánta virtud posee cada uno. Las ocasiones no hacen frágil al hombre sino más bien ponen de manifiesto lo que es.
Capítulo XVII
La vida de los religiosos.
1. Conviene que aprendas a reprimirte tú mismo en muchas cosas si quieres gozar de paz y concordia con los otros. No es poco vivir en la comunidad de los monasterios o congregaciones y allí compartir todo sin discordia perseverando fielmente hasta la muerte. Feliz el que allí vive santamente y se realiza con éxito. Si quieres permanecer debidamente y progresar considérate como un extraño y peregrino en la tierra. Conviene que te hagas como insensato por Cristo si quieres llevar de verdad la vida religiosa.
2. Los hábitos y señales exteriores significan poco pero la conversión de vida y el total control sobre las pasiones, de verdad hacen al religioso. Quien busca algo distinto a sólo Dios y la salvación de su alma, encontrará únicamente angustias y dolores. Nadie puede estar en paz continuamente si no se esfuerza por ser el más pequeño y sumiso a todos. Has venido a servir, no a dirigir; se te ha llamado para soportar y trabajar no para que estés ocioso y fantaseando. Aquí de verdad se pone a prueba a las personas como el oro en el crisol. Aquí nadie persevera si no quiere humillarse ante Dios de todo corazón.
Capítulo XVIII
Ejemplo de los primeros religiosos.
1. Mira bien los vivos ejemplos de los santos fundadores en los que resplandece la verdadera perfección y religión, y verás qué poco o casi nada es lo que hacemos. ¡Qué viene a ser nuestra vida si la comparamos con la de ellos...!. Los santos y amigos de Cristo sirvieron al Señor con hambre y sed, con frío e indigencia, con trabajo y cansancio, en vigilias y ayunos, en medio de persecuciones y muchas ofensas. ¡Qué abundantes y graves tribulaciones padecieron los apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes y todos los demás que quisieron seguir los pasos de Cristo!
2. En este mundo se dieron menos importancia a sí mismos para poseer sus vidas plenamente en la eternidad (Jn 12, 25). ¡Qué vida tan exigente y desprendida llevaron los Padres del desierto, qué prolongadas y graves tentaciones soportaron!. ¡Con qué frecuencia fueron maltratados por el enemigo, qué continuas abstinencias cumplieron! ¡Qué gran entusiasmo y fervor tuvieron para el progreso espiritual, qué fuerte guerra combatieron para dominar los vicios, qué pura y recta intención tuvieron hacia Dios!
3. Durante el día trabajaban y se pasaban las noches orando y mientras trabajaban, no cesaban de orar mentalmente. Empleaban útilmente todo su tiempo y les parecía poco todo el tiempo que podían estar a solas con Dios y por gran dulzura que encontraban en la contemplación hasta llegaban a olvidarse de satisfacer las necesidades básicas de su naturaleza. Renunciaban a las riquezas, a los títulos y a los honores, a los amigos y familiares, no deseaban tener nada del mundo, apenas consumían lo necesario y hasta les molestaba atender sus necesidades vitales. Eran pobres, pues, en bienes materiales, pero muy ricos en gracia y virtudes. Externamente eran indigentes pero por dentro rebosaban de la predilección y el afecto sensible de Dios. Para el mundo eran ajenos pero eran muy cercanos y amigos íntimos de Dios. A sí mismos se consideraban como sin ningún valor y despreciados del mundo entero pero a los ojos de Dios eran preciosos y queridos. Eran ciertamente humildes y vivían obedeciendo con sencillez. En caridad y paciencia caminaban y por eso cada día progresaba su espíritu y obtenían grandes dones de Dios. Fueron propuestos como ejemplo para todos los religiosos y más ellos nos deben animar a obrar bien, en vez de seguir a la multitud de los tibios para aflojar y decaer.
4. ¡Qué entusiasmo tuvieron todos los religiosos al comienzo de sus santas Instituciones! Cuánta devoción en la oración, cuánta emulación en la virtud, qué gran cumplimiento de las normas, qué respeto y obediencia bajo las constituciones de los maestros, cuánta disciplina floreció. Aun hasta ahora dan testimonio de ello las señales que quedaron, que verdaderamente fueron santos y perfectos que supieron luchar con denuedo para lograr la victoria. Ahora parece gran cosa si uno no es transgresor y puede tolerar con paciencia lo que primero aceptó. ¡Qué tibieza y negligencia de nuestra condición que tan pronto declina nuestro entusiasmo inicial y nos es molesto vivir santamente por la dejadez y tibieza!. Ojalá no se duerma en ti el interés por la virtud ya que tienes delante tantos ejemplos de santos.
Capítulo XIX
La actividad del buen religioso.
1. La vida del buen religioso debe relucir con toda clase de virtudes para que sea interiormente como aparece por fuera; y debe ser mejor por dentro que como se aprecia de fuera porque quien nos mira es Dios a quien debemos el máximo respeto donde sea que estemos y debemos andar tan puros como ángeles en su presencia. Cada día tenemos que renovar nuestros propósitos y animarnos al fervor como si hoy fuese el primer día de nuestra conversión, y decir: "Ayúdame Señor Dios en el buen propósito de tu santo servicio y haz que hoy día empiece perfectamente porque nada he hecho hasta ahora".
2. Según nuestro propósito será el camino de nuestro aprovechamiento y debe poner mucho empeño el que quiere aprovechar bien. Si el que propone firmemente, con frecuencia decae ¿qué será del que rara vez o con menos firmeza propone?. Sucede que de diversas maneras desertamos de nuestros propósitos y una pequeña omisión de los ejercicios no pasa sin detrimento. Los propósitos de los santos penden más de la gracia de Dios que del propio saber y en Dios siempre confían cuando algo acometen. Porque el hombre propone pero Dios dispone y no está en poder del hombre su camino (Jr 10, 23).
3. Si por causa de la compasión o por utilidad del prójimo se suspende de vez en cuando el cumplimiento de los ejercicios acostumbrados, con posterioridad puede fácilmente recuperarse. Sin embargo, abandonarlos simplemente por fastidio o negligencia es una actividad muy culpable y se sentirá que hace daño. Esforcémonos cuanto podamos porque así y todo fallaremos con facilidad en muchas cosas. No obstante, siempre debe proponerse algo muy concreto principalmente contra aquello que más se opone a nuestro progreso. Debemos escrutar por igual nuestras actividades exteriores e interiores porque todas tienen que ver con nuestro aprovechamiento.
4. Si no eres capaz de recogerte en ti mismo continuamente, quizás puedas algunas veces en el día, o al menos una vez cada día, ya sea temprano o al atardecer. Propón por la mañana y al final del día examinar tus obras, porque es posible que hayas ofendido muchas veces a Dios y al prójimo. Ármate con todas tus fuerzas contra las maldades diabólicas, frena la gula y podrás frenar con mayor facilidad tus bajas inclinaciones. Nunca estés del todo ocioso, sino lee, escribe, reza, medita o desarrolla alguna labor útil para la comunidad. Sin embargo las actividades físicas deben realizarse con discreción, porque no convienen por igual para todos.
5. Las actividades no comunes, no deben ostentarse públicamente sino ejercerse en privado protegidas por el secreto. Ten cuidado, no obstante: No seas mezquino con los intereses comunes y dispuesto con los tuyos exclusivamente sino que después de cumplir íntegra y fielmente lo que debes y te han encomendado, si todavía te queda tiempo, vuelve sobre ti mismo como deseas según tu buena disposición. No todos podemos llevar a cabo las mismas cosas: unas convienen más a unos y otras a otros. En concordancia con los distintos tiempos conviene diversas actividades, porque unas son más propias de los domingos y festividades religiosas y otras de los días ordinarios. Unas son necesarias en tiempo de tentación y otras distintas en tiempo de paz y tranquilidad. Está bien que pensemos en ciertas cosas cuando estamos entristecidos y en otras cuando nos encontremos alegres en el Señor.
6. En las festividades principales debemos renovar nuestros buenos ejercicios e implorar con más ahínco la intercesión de los Santos. De celebración en celebración debemos hacer propósitos como si entonces tuviéramos que emigrar de este mundo y llegar por fin a la eterna fiesta. De ésta manera, debemos prepararnos con gran solicitud en los tiempos de piedad cristiana y más piadosamente comportarnos y cumplir más estrictamente nuestros compromisos religiosos como si fuéramos a recibir de Dios dentro de corto tiempo el premio de nuestros trabajos.
7. Y si esto se dilata creamos que no estamos muy bien preparados y que todavía no somos merecedores de tanta gloria como se revelará en nosotros al final de nuestras vidas y esforcémonos por prepararnos mejor para ese suceso. Feliz el servidor que cuando regrese su Señor le encuentre vigilante; de verdad les digo que lo pondrá como administrador de todos sus bienes (Lc 12, 37).
Capítulo XX
Amor a la soledad y al silencio.
1. Busca tiempo apropiado para dedicarte a ti mismo y piensa frecuentemente en los beneficios que te concede Dios. Abandona las curiosidades. De preferencia, lee sobre asuntos que te estimulen más a la conversión que al entretenimiento. Si te sustraes de conversaciones superfluas, rodeos inútiles y de prestarle atención a novedades y murmuraciones, encontrarás tiempo suficiente y apto para entregarte a provechosas meditaciones. Algunos santos, siempre que podían evitaban la compañía de otras personas y preferían en secreto dedicarse a Dios.
2. Una persona llegó a decir: "las veces que estuve acompañado de otros hombres menos humano regresé" (Séneca Epst. 7). Esto lo experimentamos con frecuencia cuando hablamos demasiado. Es más fácil permanecer en casa que cuidarse suficientemente fuera de ella. Por eso, el que intenta acceder a los valores interiores y espirituales debe, con Jesús, apartarse de la turba. Ninguno se presenta con seguridad en público si no aprendió a pasar desapercibido voluntariamente. Ninguno habla con seguridad si no sabe callar cuando conviene. Ninguno se aventaja con seguridad si no se somete de buena gana. Ninguno da órdenes con seguridad si antes no aprendió bien a obedecer.
3. Ninguno se alegra con seguridad si no tiene dentro de sí el testimonio de buena conciencia. Porque siempre la seguridad de los santos se mantuvo llena del respeto a Dios y no por eso fueron menos cuidadosos y humildes aunque resplandecían por sus grandes virtudes y el afecto que Dios les mostraba. La seguridad de los malvados brota de su soberbia y presunción y al final se convierte en decepción hacia ellos mismos. Jamás te sientas del todo seguro en esta vida así parezcas un piadoso religioso o ermitaño.
4. Muchos que en opinión general eran considerados como los mejores han caído gravemente por su exagerada confianza en sí mismos. Por eso es tan útil que a las personas no les falten del todo las tentaciones y que con frecuencia se sientan acosadas para que no estén tan seguras de sí no vaya a ser que se crean superiores a los demás y desvergonzadamente resbalen hacia consuelos exteriores. Conservará la conciencia tranquila el que no ande detrás de satisfacciones inconsistentes y le dé a cada asunto la importancia que se merece. ¡Qué gran paz y tranquilidad poseerá quien sepa liberarse de preocupaciones poco serias, solamente piense en lo que es saludable y divino y establezca en Dios toda su esperanza!.
5. Nadie merece experimentar la alegría de la comunicación con Dios si no se ejercita amorosamente hasta lograr el arrepentimiento que lo lleve a la conversión. Si quieres de verdad conmover tu corazón entra en tu habitación y excluye toda distracción, según está escrito: "Tiemblen, no pequen; reflexionen en su lecho" (Sal 4, 5). En tu propia habitación encontrarás lo que pierdes muchas veces al salir. El retiro frecuentado se hace agradable y el poco usado causa fastidio. Si al comienzo de tu conversión a Dios lo cultivas y defiendes, con el tiempo será para ti querido amigo y gratísima experiencia.
6. En el silencio y la calma progresa el espíritu y se aprenden los secretos de la Palabra de Dios; ahí uno encuentra suficiente motivos de arrepentimiento por haberse comportado mal, purificándose así todas las noches, para que su Creador sea más cercano a él, mientras más apartado viva de todo lo que le ofende. A quien se retira de conocidos y amigos se le acerca Dios con sus santos Mensajeros. Es mejor permanecer retirado y tener cuidado de sí mismo que, descuidándose de sí, realizar obras impresionantes pero exteriores. Es una gran cosa que los religiosos salgan raras veces, traten de pasar desapercibidos y eviten fijarse demasiado en los demás.
7. ¿Para qué quieres ver lo que no debes ambicionar?. "El mundo pasa y también sus ambiciones" (1Jn 2, 17). Los deseos deshonestos nos arrastran a pasatiempos, pero pasado el momento, sólo nos queda la conciencia angustiada y el corazón disperso. La salida entusiasta ocasiona a veces un triste regreso, y el feliz anochecer trae como consecuencia una mañana penosa. Así, todo gozo inmoral penetra suavemente pero a la larga muerde y mata. ¿Qué puedes ver en otra parte que no veas aquí? Aquí ves cielo, tierra y los demás elementos de la naturaleza de los que están compuestas todas las cosas.
8. ¿Qué puedes ver en otra parte que permanezca siempre igual, tal como es, sin modificarse nunca?. Crees que te saciarás íntegramente pero jamás lo lograrás. Si pudieras contemplar de una vez todas las cosas del mundo, ¿no sería acaso una mirada inútil que de nada te serviría?. Dirige más bien tu mirada a Dios y ruega que te perdone tus pecados y negligencias. Olvida lo que no tiene importancia y en cambio preocúpate de lo que manda Dios. Cierra tu puerta y llama a ti a Jesús que amas. Permanece con Él en tu retiro, porque no encontrarás en otra parte tanta paz. Si no sales ni eres curioso de rumores extraños, mejor te mantendrás en buena paz. Pero ya que te complace escuchar novelerías es inevitable que tengas que soportar tu corazón alborotado.
Capítulo XXI
Camino a la conversión.
1. Si quieres adelantar algo consérvate en el respeto a Dios y no pretendas ser demasiado libre sino mantén bajo control todos tus sentidos y no te entregues a alegrías ineptas. Dedícate a transformar tu corazón y sentirás la presencia de Dios. La compunción nos obtiene muchos bienes que la distracción acostumbra perder rápidamente. Es increíble que en esta vida alguien pueda alegrarse alguna vez perfectamente si piensa y reflexiona que está como desterrado y rodeado de tantos peligros.
2. Por causa de nuestra superficialidad y la dejadez en corregir nuestros defectos no sentimos el llamado angustioso de nuestra conciencia sino que tomamos todo a risa cuando más bien deberíamos llorar. No existe verdadera libertad ni justo regocijo sino en el respeto a Dios con buena conciencia. Feliz quien puede arrojar lejos todo impedimento de distracción y recogerse a la unidad gracias al saludable arrepentimiento que nos lleva a la conversión. Feliz quien se abstiene de todo lo que puede manchar u ofender su conciencia. Lucha valerosamente: una costumbre se vence con otra. Si aprendes a no dejarte llevar por los demás entonces te dejarán hacer lo que te toca.
3. No pretendas manejar asuntos ajenos ni te impliques en las causas de los mayores y amonéstate más especialmente a ti mismo que a todos los que estimas. Si no te favorecen los demás no vayas a sentirte triste por eso pero que sí te sea causa de preocupación el no comportarte bien y consideradamente como corresponde a un servidor de Dios y persona de fe. Con frecuencia es muy conveniente y seguro que la persona no tenga muchas satisfacciones en esta vida principalmente si se trata de consuelos materiales. Pero si no percibimos o rara vez experimentamos la presencia de Dios es por nuestra culpa porque no buscamos convertirnos a Él abandonando vanidades y exterioridades.
4. Reconoce que no eres merecedor de experimentar el afecto de Dios si no más bien digno de muchas aflicciones. Cuando alguien está más perfectamente urgido a la santidad entonces más pesado y amargo le parece todo el mundo. La persona buena descubre dentro de sí suficiente motivo de dolor y pena. Porque ya se considere a sí o se preocupe del prójimo sabe que nadie vive en éste mundo sin tribulación y cuando más estrictamente se examina más grande es su dolor. Constituyen materia de justo dolor e intenso arrepentimiento nuestros pecados y vicios que nos tienen envueltos, por lo que rara vez somos capaces de contemplar las realidades trascendentes.
5. Si reflexionaras con más frecuencia sobre tu propia muerte en vez de como prolongar la vida no dudo que con más entusiasmo te enmendarías. Si examinas de corazón las penas futuras del infierno o del proceso de purificación después de muerto creo que con gusto soportarías los esfuerzos y dolores y no tendrías temor de ninguna exigencia. Pero porque estas cosas no penetran en nuestro corazón y todavía amamos la comodidad por eso permanecemos desanimados y muy holgazanes. Frecuentemente hay carencia espiritual donde tanto se lamenta la miserable naturaleza. Ruega pues humildemente al Señor porque como dijo un profeta: "Les alimentaste con aflicciones y les hiciste beber lágrimas" (Sal 80, 6).
Capítulo XXII
Consideración de las limitaciones.
1. Eres miserable donde sea que vayas y a quien quiera que te dirijas si no te conviertes a Dios. ¿Porqué te desconciertas cuando no te sucede conforme quieres y deseas?. ¿Quién posee todas las cosas según su voluntad?. Ni yo, ni tú, ni ninguna otra persona sobre la tierra. Ninguno permanece en este mundo sin alguna tribulación o angustia aunque sea Estadista o Prelado. ¿Quién es el que está mejor?. Por supuesto, el que está dispuesto a sufrir un poco por Dios.
2. Dicen muchos ignorantes y endebles: mira, qué buena vida se pasa esa persona, qué rico, qué poderoso y de elevada posición; pero presta atención a los regalos divinos y verás que todos esos bienes intranscendentes nada valen sino que son muy inestables, causan graves agobios y nunca se poseen sin preocupación y temor. No consiste la felicidad del ser humano en tener sobreabundancia de bienes materiales sino que es suficiente una vida moderada. Ya es bastante dificultoso vivir sobre la tierra. Mientras uno más desee espiritualizarse más amarga será para él la presente vida porque siente mejor y más claramente las faltas producidas por la corrupción de muchas personas. Porque comer, beber, estar despierto, dormir, descansar, trabajar y estar sometido a tantos condicionamientos por las necesidades de la naturaleza humana de verdad constituye gran limitación y pesadumbre para quien sirve a Dios y quisiera sentirse desligado y libre de toda acción culpable.
3. Muy sobrecargado se encuentra el hombre interior por las necesidades naturales en este mundo. De ahí que el Profeta suplica con devoción que pueda verse libre de ellas, diciendo: "Arráncame, Señor, de mis angustias" (Sal 25, 17). Infelices los que no reconocen su miseria y más infelices los que prefieren esta vida miserable y pervertida. Porque existen tantos tan abrazados a ella, que con tal de poseer lo apenas indispensable, ya sea esforzándose o mendigando, si les fuera posible, la pasarían sin atender para nada al Reino de Dios.
4. ¡Qué insanos y de infiel corazón los que tan profundamente se hallan sumergidos en las preocupaciones inmediatas que sólo son capaces de saborear los placeres sensuales!. Pero finalmente estos infelices terminarán por reconocer qué rastrero e inconsistente era lo que amaron. Los santos de Dios y todos los auténticos amigos de Cristo no atendieron a las satisfacciones de sus sentidos ni a lo que florecía en esta vida sino que con todo su esfuerzo e intención anhelaban los bienes eternos; orientaban todo su deseo elevándolo a lo duradero e invisible no fuera que el amor a las cosas visibles viniera a traerlos abajo. No pierdas, hermano, la confianza de progresar en la vida espiritual: todavía tienes tiempo y oportunidad.
5. ¿Por qué quieres postergar para mañana tu propósito?; levántate, empieza de inmediato y di: Ahora es tiempo de actuar Ahora es tiempo de luchar. Ahora es tiempo apto para reformarme. Cuando no te sientes bien y estás atribulado, entonces es tiempo de adquirir mérito. Es necesario que pases a través de fuego y agua antes que logres el descanso (Sal 66, 12). Si no empleas en ti tu propia fuerza jamás dominarás los defectos. Mientras conducimos nuestro frágil cuerpo no podemos estar sin faltas ni vivir sin fastidio y dolor. Con gusto quisiéramos descansar de toda deficiencia pero debido a que hemos perdido la inocencia inicial con ella se nos fue también la verdadera felicidad. Por eso conviene tenernos paciencia y vivir en la espera de la misericordia de Dios hasta que acabe la malicia y la mortalidad sea absorbida por la vida.
6. ¡Qué grande es la fragilidad humana, que siempre se inclina hacia lo malo!. Hoy día confiesas tus pecados y mañana los vuelves a cometer. Ahora propones tener cuidado de ti mismo y una hora después actúas como si nada hubieras propuesto. Con razón, pues, nosotros mismos podemos avergonzarnos, y jamás sentirnos grandes ya que somos tan quebradizos e inestables. Rápidamente puedes perder por descuido lo que has adquirido con tan gran esfuerzo por el favor de Dios.
7. ¿Qué irá a ser de nosotros al final que nos hemos entibiado tan pronto?. Pobres de nosotros si queremos declinar hacia el descanso cuando ni siquiera aparece en nuestro trato alguna señal de verdadera santidad. ¡Qué bien nos haría ser de nuevo instruidos en óptimas costumbres, como sencillos principiantes, si hubiera alguna positiva esperanza de mayor provecho espiritual!
Capítulo XXIII
Reflexión sobre la muerte.
1. Muy pronto se referirá a ti esta realidad: mira bien en qué situación tan distinta te encontrarás. Hoy día está una persona y mañana no se presenta. Cuando se aparta algo de la vista muy pronto desaparece de la mente. Por la rutina e insensibilidad de nuestras facultades sólo tomamos en cuenta lo presente y no prevemos más lo que vendrá después. Así deberías conducirte en todas tus actividades y pensamientos como si hoy mismo te fueras a morir. Si hubiera tranquilidad en tu conciencia no tendrías mucho temor a la muerte. Mejor sería evitar los pecados que pretender huir de la muerte. Si hoy no te encuentras preparado, ¿de qué modo lo estarás mañana?. Mañana es día incierto, ¿y qué sabes si tendrás mañana?.
2. ¿Qué te aprovecha seguir viviendo cuando tan poco te enmiendas?. Una larga vida no siempre nos corrige sino con frecuencia aumenta más las culpas. ¡Ojalá durante un solo día nos hubiéramos comportado bien en este mundo!. Muchos cuentan los años que pasaron desde su propósito de conversión y con frecuencia es muy pequeño el fruto de su corrección. Si nos aterroriza morir puede ser más peligroso vivir. Feliz quien tiene siempre ante sus ojos la hora de su muerte y diariamente se prepara a morir bien. Si alguna vez viste a un hombre morir piensa que por el mismo camino tendrás que partir.
3. Por la mañana, piensa que no alcanzarás la tarde y cuando llegue la tarde, no te atrevas a prometerte la mañana. Por eso mismo, manténte siempre listo de tal manera que nunca te sorprenda la muerte sin preparación. Muchos mueren súbita e imprevistamente porque "a la hora que no se piensa vendrá el Hijo del hombre" (Lc 12, 40). Cuando llegue esta última hora, empezarás a apreciar de forma muy distinta toda tu vida pasada y sentirás gran dolor por haber sido tan negligente y pusilánime. ¡Qué feliz y juicioso el que se esfuerza ahora en su vida como ha elegido encontrarse al morir!. La valoración justa del mundo, el deseo entusiasta de progresar en las virtudes, el amor a la austeridad, esfuerzo de la autocorrección, la prontitud en obedecer, la abnegación de sí mismos y el soportar cualquier contradicción por amor de Cristo darán gran confianza a la hora de la muerte. Pocos se perfeccionan con la enfermedad, como los que hacen largas peregrinaciones y poco se santifican.
5. No confíes ciegamente en amigos y conocidos ni difieras tu salvación para el futuro porque más pronto te olvidarán las personas que estimas. Mejor es ahora prever lo que sobrevendrá y tener preparadas algunas buenas obras para ello que estar esperanzado en el auxilio ajeno. Si no eres solícito por ti mismo en el presente, ¿quién se preocupará por ti en el futuro?. Ahora es el tiempo más valioso. Ahora son los días de salvación. Ahora es el tiempo aceptable. Pero ¡qué lamentable! porque no lo gastas útilmente, pudiendo ganar en él para que vivas eternamente. Llegará el momento cuando desearás un solo día o una sola hora para enmendarte, y no sé si lo obtendrás.
6. Atiende, queridísimo amigo, de qué peligro te puedes librar y de cuán gran temor te puedes sustraer si ahora eres cuidadoso y estás como pendiente de la muerte. Estudia ahora vivir de tal manera que en la hora de la muerte puedes más bien alegrarte que temer. Aprende ahora a morir para este mundo de manera que empieces a vivir con Cristo. Aprende ahora a despreciar las cosas para que logres libremente alcanzar a Cristo. Domina ahora tu cuerpo con la austeridad para que puedas tener confianza cierta.
7. ¡Necio! Piensas vivir largo tiempo y no tienes asegurado un solo día. ¡Cuántos quedaron frustrados porque se les arrancó de aquí inesperadamente!. Cuántas veces habrás escuchado decir que uno murió por arma blanca, otro se ahogó, éste se cayó desde lo alto y se rompió el cuello, otro comiendo se quedó tieso, aquél otro jugando encontró su fin, otro por causa del juego, otro por el hierro, otro por epidemia, otro a manos de delincuentes. Así, el fin de todos es morirse, y la vida de las personas pasa de pronto como una sombra.
8. ¿Quién te recordará después de la muerte y quién orará por ti?. Realiza, realiza ahora, queridísimo hermano, lo que puedas realizar, porque no sabes cuando morirás ni qué pasará en tu casa después que mueras. Mientras tengas tiempo, reúne riquezas inmortales; fuera de tu salvación, nada pienses y cuida solamente de lo que corresponde a Dios. Hazte ahora de amigos venerando a los santos de Dios e imitando sus acciones para que cuando debas abandonar ésta vida, te reciban ellos en las eternas mansiones.
9. Manténte como peregrino y visitante sobre la tierra a quien nada le importa los manejos del mundo. Mantén liberado tu corazón y siempre levantado hacia Dios porque no posee aquí ciudad permanente. Dirige a Él tus oraciones con llamados angustiosos y lágrimas cotidianas, para que merezcas pasar con felicidad hacia Dios, a través de tu muerte. Amén.
Capítulo XXIV
Juicio y castigos de los pecadores.
1. Dirige tu mirada al fin en todas las cosas y de qué manera comparecerás ante el juez justísimo para quien nada está oculto ni se deja aplacar con sobornos, ni acepta excusas sino que, como justo juez, juzgará. Tú, pecador miserable y tonto, ¿qué responderás a Dios que conoce todas tus maldades, tú que a veces tienes miedo del rostro airado de un simple hombre?. ¿Por qué no te previenes para el día del juicio cuando ninguno podrá disculparse o alegar por otro sino que cada uno tendrá bastante con llevar su propio peso?. Ahora es fructífera tu labor, tu llanto es aceptable, atendibles tus gemidos, tu dolor compensatorio y purificador.
2. Tiene un lugar grande y saludable de purificación la persona paciente que al recibir injurias sin motivo le apena más la malicia del otro que su propia ofensa, que ruega a Dios voluntariamente por quienes lo contrarían, de corazón perdona los agravios, que no se demora en pedir perdón a otros, más fácilmente se compadece que monta en cólera, con frecuencia dirige su misma violencia hacia sí y se empeña en dominar bajo el yugo de su espíritu las tendencias deshonestas de su naturaleza. Mejor es ahora limpiarse de pecados y cortar las costumbres depravadas que reservar para el futuro su expiación. Verdaderamente nosotros mismos nos engañamos por el desarreglado afecto que tenemos a nuestros malos impulsos.
3. ¿Qué cosa distinta a tus pecados devorará ese fuego?. Mientras más ampliamente te disculpas ahora a ti mismo y sigues tus inclinaciones deshonestas, con mayor intransigencia se te exigirá que pagues y más material reservas para que arda. En lo que peque la persona, en eso será más gravemente castigada. Allí los perezosos serán estimulados con punzones ardientes y atormentados los glotones con inmensa sed y hambre. Allí los lujuriosos y amantes deshonestos de placeres serán zambullidos en asfalto ardiente y pestífero azufre; los envidiosos aullarán de dolor como perros rabiosos.
4. No habrá maldad que no reciba su castigo específico. Allí todos los altaneros quedarán repletos de vergüenza y restringidos los avaros por miserable indigencia. Allí será más grave pasar una hora de sufrimiento que aquí cien años de penitencia amarguísima. Allí no hay ningún descanso, si el menor consuelo para los condenados. aquí sin embargo cesan los sufrimientos de vez en cuando y se puede gozar la satisfacción de la amistad. Ten ahora cuidado y arrepiéntete de tus faltas para que el día del juicio estés seguro con los santos. Porque entonces estarán los justos de pie y sin temor ante quienes los angustiaron y hundieron (Sb 5, 1).
5. Entonces se sentará a juzgar quien ahora se somete con humildad a los juicios de los hombres. Entonces tendrá gran confianza el pobre y humilde pero el arrogante estará aterrado por todas partes. Entonces se hará patente que el auténtico sabio en este mundo fue el que aprendió a aparecer como tonto y despreciado por Cristo. Entonces se alegrarán todas las personas devotas y se entristecerán todos los irreligiosos. Entonces se animará más el cuerpo que sufrió privaciones que si siempre se hubiera nutrido con delicias. Entonces resplandecerá la ropa modesta y se oscurecerán los finos vestidos. Entonces se valorizará más la vivienda pobre que el palacio recubierto de oro. Entonces más ayudará la constante paciencia que todo el poderío del mundo. Entonces será más encomiada la simple obediencia que los profundos conocimientos. Entonces se ponderará más el desprecio de las riquezas que todos los tesoros de la tierra. Entonces te aliviará más haber orado con dedicación que haber comido exquisitamente. Entonces te gozarás más de haber respetado el silencio que de largas habladurías. Entonces valdrán más las actividades santas que muchas bellas palabras. Entonces satisfará más la vida austera y la ardua penitencia que todos los deleites de la tierra.
6. Aprende ahora a sufrir moderadamente para que puedas liberarte de sufrimientos mayores. Prueba aquí primero de lo que serás capaz después. Si ahora puedes soportar tan poco ¿Cómo podrás aguantar las torturas eternas?. Si al presente sobrellevas tan impacientemente un breve padecimiento ¿qué hará entonces el infierno?. La verdad es que no puedes tener dos gozos completos: deleitarte aquí en el mundo y después reinar con Cristo. Si hasta el día de hoy hubieras vivido en medio de honores y libertinaje y te llegara el momento de morir, ¿de que te habría servido?. Todo, por tanto, es vaciedad fuera de amar y servir a Dios. Quien ama a Dios con todo su corazón no teme a la muerte, ni a los suplicios, ni al juicio ni al infierno, porque el perfecto amor nos da seguro acceso a Dios. No extrañe que quien insiste en deleitarse y en pecar esté asustado por la muerte y el juicio. Bueno es, con todo, que si el amor no nos aparta del mal, por lo menos el miedo al infierno nos cohiba. Porque el que pospone el temor a Dios, no puede durar mucho tiempo obrando bien sino que caerá pronto en las trampas del demonio.
Capítulo XXV
Permanente reforma de toda nuestra vida.
1. Sé atento y cuidadoso en servir a Dios y medita con frecuencia: ¿A qué has venido?. ¿Por qué te has retirado del mundo?. ¿Acaso no fue por vivir para Dios y transformarte en persona del Espíritu?. Anímate, pues, a progresar, porque pronto vas a recibir el premio de tus esfuerzos, y no habrá para ti más temor ni dolor al final. Ahora trabajarás poco y encontrarás magnífico descanso y perpetua alegría. Si te mantienes fiel y entusiasta en tus acciones, Dios, sin duda, será más fiel y generoso en retribuirte.
2. Cierta persona sufría gran angustia fluctuando frecuentemente entre el miedo y la confianza; un buen día, cargado de tristeza, se arrojó delante de un altar en la Iglesia para orar y revolviendo dentro de sí los pensamientos, decía: "Si supiera por cuánto tiempo más iré a perseverar en el servicio de Dios...". Al instante escuchó interiormentela respuesta divina: "Sabiendo esto ¿cómo te comportarías?. Haz ahora lo que harías entonces y estarás bien seguro". A partir de ahí, consolado y reconfortado, se ofreció a la voluntad divina y cesó la angustia y confusión. No quiso investigar con curiosidad para saber qué pasaría con él en el futuro sino más bien se preocupó de inquirir cuál sea la perfecta y satisfactoria voluntad de Dios (Rm 12, 2) para empezar y completar toda buena obra.
3. "Confía en el Señor y haz el bien," dice el salmista, "habita tu tierra y serás alimentado con sus riquezas" (Sal 37, 3). La causa principal por la que muchos se retraen de su progresiva y animosa reforma es el horror a las dificultades y al esfuerzo del combate. Por eso, progresarán más que otros en las virtudes cristianas quienes empleen todas sus energías en vencer valerosamente lo que más les dificulta y contraría. Porque allí cada uno aprovecha más, y merece gracias más amplias donde se vence más a sí mismo y se mortifica por el Espíritu.
4. Pero no todos tienen que vencer y mortificar lo mismo. Sin embargo, el aplicado y con espíritu de competencia será más valeroso en su aprovechamiento, aunque tenga fuertes pasiones que otro de temperamento tranquilo, menos fervoroso para las virtudes. Dos cosas ayudan especialmente para una profunda reforma: sustraerse con violencia de todo aquello a que nos inclina nuestra naturaleza desviada y perseguir con ardor el bien que más nos hace falta. Procura también precaver y vencer lo que más frecuentemente te desagrada en los demás.
5. En todas partes procura tu perfeccionamiento de manera que si ves o escuchas buenos ejemplos puedas llegar a imitarlos. Si encuentras algo reprensible cuídate de no hacerlo igual. O si alguna vez lo hiciste, inmediatamente dedícate a corregirlo. Así como tus ojos miran a los demás igualmente los otros se fijan en ti. ¡Qué feliz y grato es contemplar a los hermanos entusiastas y devotos, condescendientes y disciplinados!. ¡Qué triste y pesado es ver que van de aquí para allá, sin objetivo los que no realizan aquello para lo que fueron llamados!. ¡Qué dañino es despreciar el propósito de su vocación y dirigir sus facultades a lo que no se les encomendó!.
6. Acuérdate de la decisión que asumiste y propónte como modelo al Crucificado. Bien puedes avergonzarte, contemplando la vida de Jesucristo que hasta ahora no te preocupaste de imitarlo más a Él aunque hace largo tiempo que estás en el camino de Dios. La persona religiosa que con dedicación y devoción trate de ejercitarse en la vida y pasión del Señor, encontrará que le son útiles y necesarias mayormente y que no le es posible encontrar nada mejor fuera de Jesús. ¡Si Jesús crucificado viniera a nuestro corazón qué pronto y suficientemente seríamos enseñados!.
7. El ferviente religioso sabe recibir bien y aceptar todo lo que le mandan. El negligente y tibio tiene una aflicción sobre otra y de todas partes padece angustias porque carece de las alegrías interiores y le está prohibido buscar las exteriores. El religioso que vive fuera de la disciplina está cerca de caer gravemente. Quien busca la relajación y las dispensas siempre estará entre angustias porque lo uno o lo otro le descontentará.
8. ¿Cómo hacen tantos otros religiosos que se encuentran muy satisfechos bajo la disciplina conventual?. Salen rara vez, viven abstraídos, comen pobremente, se visten con sencillez, trabajan mucho, hablan poco, pasan la noche en vela, madrugan, tienen largas horas de oración, estudian frecuentemente y se mantienen en perfecto orden. Fíjate en los cartujos, los cistercienses y en los monjes o monjas de las diversas órdenes religiosas, cómo cada noche se levantan para recitar salmos al Señor. Y por eso sería una torpeza de tu parte, que holgazanearas en tiempo tan santo mientras tan gran multitud de religiosos inicia su jubilosa alabanza a Dios. ¡Ojalá ninguna otra cosa nos correspondiese sino alabar a Dios Nuestro Señor con todo el corazón y los labios!. ¡Ojalá nunca tuvieras necesidad de comer, ni beber, ni dormir, sino que siempre te fuera posible alabar a Dios y estar libre para dedicarte solamente a las realidades espirituales!. Entonces serías mucho más feliz que ahora que te ves obligado a atender a tu naturaleza humana por cualquier necesidad. ¡Ojalá no tuvieras estas necesidades sino únicamente alimentos para el espíritu que desgraciadamente rara vez saboreamos lo suficiente!.
9. Cuando alguien llega a este punto, de no buscar su satisfacción en ninguna criatura, entonces empieza recién a sentir a Dios perfectamente, y a estar contento de cualquier cosa que suceda. Entonces no se entusiasma por lo grandioso ni se deprime por lo pequeño, sino que íntegra y confiadamente se pone en manos de Dios, quien es todo para él en todas las cosas, para el que nada se pierde ni muere, sino que todo vive en Él y le sirve al instante según su Voluntad.
10. Acuérdate siempre del Fin, porque el tiempo perdido no vuelve. Sin atención y diligencia nunca adquirirás las virtudes. Si empiezas a entibiarte, empiezas tu mal proceder. En cambio, si te entregas con calor al servicio de Dios, encontrarás gran paz y sentirás menos el esfuerzo por el favor de Dios y el amor a la virtud. La persona ardorosa y diligente está preparada para todo. Mayor esfuerzo hace falta para resistir los vicios y pasiones adversas que para desarrollar el trabajo físico. Quien no evita los defectos pequeños, poco a poco caerá en los grandes. Te alegrarás siempre al anochecer, si has empleado el día provechosamente. Vigílate tú mismo, anímate tú mismo, corrígete tú mismo, y hagan lo que hagan los demás, no te descuides de ti mismo. Tanto progresarás, cuanto contigo mismo ejercites tu energía. Así es.
Parte Segunda
Consejos para la vida de Dios en nosotros.
Capítulo I
La comunicación interior.
1. "El Reino de Dios está entre ustedes" (Jn 17,21), dice el Señor. Conviértete de todo corazón al Señor abandona las maldades de éste mundo y tu vida encontrará reposo.
Aprende a menospreciar los intereses exteriores, entrégate a los interiores y verás que el Reino de Dios llega a ti. Porque el Reino de Dios es paz y alegría con el Espíritu Santo (Rm 14,17) que no se da a los faltos de piedad. Cuando Cristo venga a ti, te mostrará su amor siempre que encuentre allí dentro un hogar preparado. Todo esplendor y belleza se encuentra dentro y ahí le gusta entrar. Frecuentemente visita a la persona de vida interior le conversa suavemente, le manifiesta su afecto, mucha paz y maravillosa intimidad.
2. Anímate, buen amigo, prepara tu corazón al Señor para que condescienda en venir a ti y habitar en ti. Por eso dice: "Si alguno me ama, seguirá mis enseñanzas; mi Padre y yo vendremos a él y viviremos con él" (Jn 14,23). Dale sitio a Jesús y niégales el ingreso a todos los demás. Cuando tengas a Cristo serás rico y con él tendrás suficiente. Él se encargará de ti y será tu fiel proveedor en todo para que nada tengas que esperar de los demás. Las personas cambian mucho y fallan rápidamente pero Cristo permanece para siempre y se mantiene firme hasta el fin.
3. No debe ponerse mucha confianza en seres frágiles y mortales, aunque nos sean útiles o muy queridos ni nos debe entristecer demasiado si algunas veces se nos enfrentan o contradicen. Quien hoy está contigo, mañana puede serte contrario, y viceversa; con frecuencia cambian como el viento. Pon toda tu confianza en Dios y que Él sea siempre tu temor y tu amor. El mismo responderá por Ti y te hará bien, de la mejor manera. No tienes aquí residencia permanente y por donde vayas serás extranjero y peregrino ni tendrás el menor reposo a menos que estés unido íntimamente a Cristo.
4. ¿Qué miras a tu alrededor si no es éste el lugar de tu descanso?. En el cielo debe estar tu habitación y observar como de paso las realidades creadas. Pasan todas las cosas y tú juntamente con ellas. Atiende a no adherirte a ellas no suceda que te apresen y perezcas. Junto al Altísimo debe estar tu pensamiento y dirigirse sin cesar tu invocación a Cristo. Si no sabes especular sobre las altas realidades del Cielo descansa pensando en la pasión de Cristo y habita gustoso en sus sagradas llagas. Si te refugias con devoción en las heridas y preciosos estigmas de Jesús te sentirás muy reconfortado en las aflicciones, no te preocuparás tanto de los desplantes que te hagan y podrás soportar fácilmente las palabras hirientes.
5. Cristo fue despreciado por muchos mientras vivió en la tierra y, en medio de ofensas, fue abandonado por sus conocidos y amigos cuando tenía de ellos mayor necesidad. Cristo aceptó sufrir y ser despreciado ¿y tú te atreves a quejarte de alguna cosa?. Cristo tuvo adversarios y contradictores ¿y tú pretendes que todos te sean amigos y benefactores?. ¿Cómo va a premiarse tu paciencia si nada adverso te ocurre?. Si no quieres sufrir nada que te moleste, ¿cómo llegarás a ser amigo de Cristo?. Sopórtate con Cristo y por Cristo si quieres reinar con Cristo.
6. Si alguna vez, al menos, penetrases perfectamente en el interior de Jesús y saboreases un poquito de su encendido amor entonces dejarías de prestar atención a tus propias comodidades o incomodidades alegrándote más bien de soportar ofensas porque el amor de Jesús hace que las personas se den menos importancia a sí mismas. El que ama a Jesús y a la Verdad, y sinceramente aprecia su vida interior manteniéndose libre de condicionamientos alienantes puede también libremente comprometerse con Dios, elevarse espiritualmente por encima de sí mismo y descansar con gran alegría.
7. Quien aprecia las cosas como son, no como se dice o se considera, es, de verdad, un sabio y más instruido por Dios que por cualquier persona. Quien sabe conducirse dentro de sí, y darle su justo valor a las cosas exteriores no requiere lugar o tiempo determinado para dedicarse a los ejercicios que lo llevan a Dios. La persona de vida interior pronto se recoge dentro de sí porque nunca se desparrama totalmente al exterior. No le causa problema el trabajo ordinario o las ocupaciones correspondientes al tiempo indicado sino que sabe acomodarse a ellas tal como vienen. Quien está bien dispuesto y organizado interiormente no le da importancia a los hechos famosos o perversos de los otros. Porque cualquiera puede sufrir impedimentos y distracciones en la medida que se deja atraer por las cosas.
8. Si te comportases rectamente y de verdad fueses puro todo se convertiría para ti en beneficio y provecho. Por eso muchas cosas te desagradan y con frecuencia te confunden porque aún no te has mortificado perfectamente ni te has liberado de tantos intereses rastreros. Nada mancha ni compromete así nuestro corazón como el amor inconveniente a lo creado. Si desatiendes las satisfacciones exteriores, podrás contemplar las realidades divinas y alegrarte interiormente con frecuencia.
Capítulo II
Humilde sujeción.
1. No estés demasiado pendiente de lo que te suceda a favor o en contra sino busca y procura que Dios esté contigo en todo lo que haces. Ten la conciencia en paz y Dios te defenderá bien. Porque a quien Él quiere ayudar ninguna maldad le puede dañar. Si tú sabes callar y sufrir sin duda verás venir el auxilio de Dios. El sabe bien cuándo y cómo liberarte y por eso te debes someter. A veces es muy conveniente, para defensa de tu propia humildad, que otros conozcan y discutan nuestros defectos.
2. Cuando alguno reconoce sus defectos aplaca con facilidad a los otros y suavemente satisface a los airados contra él. Al humilde, Dios protege y libera, al humilde ama y consuela. Al humilde, Dios se inclina, al humilde concede su mayores favores y después de su depresión, eleva hasta la Gloria. Al humilde le revela sus secretos y lo atrae e invita dulcemente hacia sí. El humilde, luego de reconocida su falta, se encuentra felizmente en paz porque se mantiene firme en Dios y no en el mundo. No creas que algo aprovechaste mientras no te sientas el último de todos.
Capítulo III
Bondad y paz.
1. Ponte primero a ti mismo en paz y podrás después pacificar a otros. La persona pacífica se perfecciona más que la que mucho sabe. La persona alterada convierte el bien en mal y con más facilidad cree lo malo. La persona buena y pacífica todo lo convierte en bien. Quien vive bien en paz de nadie sospecha. En cambio, quien está lleno de maldad y trastornado es agitado por variadas suspicacias. Ni él se está tranquilo ni permite que otros lo estén. Dice con frecuencia lo que no debería decir y omite hacer lo que más le convendría. Piensa en las obligaciones de los demás y se descuida de las propias. Interésate primero por ti mismo y luego podrás, con justicia, interesarte por lo demás.
2. Tú sí que sabes bien disculpar y colorear tus acciones y no quieres recibir las disculpas de los otros. Sería más justo que tú mismo te acusaras y excusaras a tu hermano. Si quieres que te soporten, soporta tú a los demás. Fíjate qué lejos estás todavía de la auténtica caridad y humildad que con nadie sabe encolerizarse ni indignarse sino contra sí mismo. No es gran cosa relacionarse con personas buenas y tranquilas; esto, naturalmente, le agrada a cualquiera y cada uno de buena gana vive en paz con quienes piensan como él, y lo estiman. Pero poder permanecer pacíficamente con los toscos, perversos, descontrolados, o con quienes nos contrarían es una gracia muy especial y una actitud de verdad valiente y digna de alabanza.
3. Hay quienes viven en paz consigo mismos y procuran vivir en paz con los demás. Y hay quienes ni tienen paz consigo mismos ni permiten que los demás la tengan. Son pesados para los demás pero son más pesados para sí. Y hay quienes saben conservarse en paz y procuran pacificar a los otros. Sin embargo, toda nuestra paz, en ésta difícil existencia debe establecerse más en la sencilla tolerancia que evitando sentir las contrariedades. El que mejor sabe padecer mayor paz adquirirá. Éste es el vencedor de sí mismo y dominador del mundo, el amigo de Cristo y heredero de los bienes eternos.
Capítulo IV
Pureza en la mente y sinceridad en la intención.
1. Mediante dos alas las personas se elevan sobre las limitaciones humanas: ellas son la sinceridad y la pureza. Sinceridad debe haber en la intención, pureza en los afectos. La sinceridad orienta hacia Dios la pureza lo abraza y aprecia. Ninguna buena acción te obstaculizará si estás libre interiormente de afectos desordenados. Si nada intentas ni deseas fuera de la voluntad de Dios y la utilidad de tu prójimo, podrás gozar enteramente de la libertad interior. Si tu corazón fuese recto entonces toda la naturaleza sería para ti espejo de vida y libro de santa enseñanza. No existe ninguna criatura tan pequeña o tan vulgar que no represente de alguna manera la bondad de Dios.
2. Si tú fueses interiormente bueno y puro entonces verías y comprenderías bien, sin impedimento todas las cosas. El corazón puro atraviesa el Cielo y el Infierno. Según cada uno es interiormente, de la misma manera juzga el exterior. Si existe alegría en este mundo es porque hay personas de corazón puro. Si existe en alguna parte pena y angustia es donde habita la mala conciencia. Como el hierro enrojece cuando lo meten en el fuego y se pone todo candente así la persona que íntegramente se convierte a Dios se desentorpece y transforma renovándose.
3. Cuando alguno comienza a desanimarse entonces le tiene miedo al esfuerzo y con gusto recibe las compensaciones exteriores. Pero cuando empieza a dominarse perfectamente a sí mismo y caminar con ánimo por el camino de Dios entonces se le hacen livianas las cosas que creía pesadas.
Capítulo V
Conocimiento de sí mismo.
1. No podemos confiar excesivamente en nosotros mismos porque con frecuencia nos falta la gracia y el criterio. Poca lucidez hay en nosotros y ésta, muy pronto por negligencia, la perdemos. Muchas veces se nos pasa inadvertido lo ciegos que estamos interiormente. Muchas veces actuamos mal y peor lo disculpamos. A veces nos motivan las pasiones y estimamos que es afán por servir a Dios. Reprendemos a los otros por pequeñeces y pasamos tranquilamente sobre nuestras grandes fallas. Pronto sentimos y ponderamos lo que tenemos que soportar de los demás y no nos damos cuenta de lo mucho que los otros nos soportan. Quien bien y justamente califica lo propio no encontrará nada grave de juzgar en el otro.
2. La persona atenta a su vida en Dios, antepone su propia vigilancia a la de los demás. Y quien se reconoce a sí mismo con atención, con facilidad prefiere callar lo que corresponde a otros. Nunca serás persona interior y consagrada a menos que silencies lo ajeno y te examines especialmente a ti mismo. Si te orientas totalmente hacia Dios y hacia ti mismo muy poco te moverá lo que percibas de fuera. ¿Dónde estás, cuando no estás presente a ti mismo?. Y cuando terminaste de recorrer todo, olvidado de ti, ¿qué aprovechaste?. Si deseas tener paz y unión verdadera conviene que pospongas todo hasta aquí y tengas ojos solamente para ti.
3. Así que mucho progresarás si procuras conservarte desobligado de lo inmediato. Mucho decaerás si juzgas dignos de tu total preocupación los asuntos pasajeros. Nada te sea grandioso, ni elevado, ni agradable, ni aceptable salvo puramente Dios o lo que sea de Dios. Considera totalmente insustancial cualquier satisfacción que te venga de las criaturas. El alma amante de Dios desprecia todas las cosas si falta Él. Sólo Dios, eterno e inmenso, que llena todo, es placer del espíritu y verdadera alegría del corazón.
Capítulo VI
Alegría de la buena conciencia.
1. Orgullo de la persona buena es el testimonio de su buena conciencia (2Co 1,12). Ten buena conciencia y encontrarás siempre alegría. La buena conciencia muchísimas cosas puede sobrellevar y muy alegre está entre las adversidades. Descansarás tranquilo si tu corazón no te reprende. No te alegres sino cuando actúes correctamente. Los malos nunca poseen verdadera alegría ni sienten verdadera paz interior porque "no está la paz con los faltos de piedad", dice el Señor (Is 48,22). Y si llegaran a decir: "Estamos en paz, no nos ocurrirá nada malo, ¿quién se atreverá a dañarnos?", no les creas porque de repente se levanta la cólera de Dios y se convertirán en nada sus actos y sus pensamientos perecerán.
2. Enorgullecerse en la tribulación no es difícil para los amantes porque esto significa enorgullecerse en la cruz del Señor. Es muy limitado el reconocimiento que se da y recibe de personas. El reconocimiento del mundo siempre viene acompañado de tristeza. El orgullo de las personas debe afincarse en sus conciencias, no en la boca de los demás. La alegría de los santos proviene de Dios y está en Dios y su satisfacción es la verdad. El que desea verdadera y eterna felicidad no busca las temporales atenciones. Y el que requiere la gloria temporal o no la menosprecia de corazón demuestra que ama menos a Dios. Tiene gran tranquilidad de espíritu quien no se altera por alabanzas o desprecios.
3. Fácilmente estará contento y pacificado quien tenga la conciencia limpia. No eres más santo si te alaban ni más pecador si te insultan. Lo que eres, eso eres ni vales más aunque lo digan, que cuanto Dios dice que vales. Las personas ven la cara, el Señor mira el corazón (1Sam 16,7). Las personas consideran los actos, el Señor penetra en la intención. Es indicio de humildad de espíritu actuar siempre con honestidad y no autovalorarse exageradamente. No aceptar consolarse con las atenciones de los demás es señal de gran pureza e interna confianza. Quien no requiere testimonios exteriores en favor suyo, está demostrando que se ha entregado totalmente a Dios. No queda aprobado quien se recomiende a sí mismo, sino aquel a quien Dios reconoce, dice el Apóstol Pablo (2Co 10,18) Avanzar con Dios dentro de sí y no dejarse condicionar por ningún afecto extraño, es la vida de la persona interior.
Capítulo VII
Amor a Jesús sobre todo lo demás.
1. Feliz quien sabe lo que significa querer a Jesús y darse menos importancia a sí mismo por Jesús. Conviene abandonar lo amado por el Amado porque Jesús desea que lo quieran sobretodo. El amor a otras personas u objetos es engañoso e inestable el amor a Jesús es fiel y permanente. Quien se adhiere a otras personas u objetos, por su debilidad, caerá con ellos, quien se abraza con Jesús se asegurará con Él para siempre. Ama a Jesús y retenlo como amigo; aunque todos te abandonen Él no te abandonará ni dejará que te pierdas al final. De todos es necesario separase alguna vez, quieras o no.
2. Retén contigo a Jesús, en la vida o en la muerte, y confíate en su fidelidad porque solo Él te puede ayudar cuando todos te falten. Por ser quien es, Jesús no quiere admitir a nadie más sino quiere tener tu corazón Él solo y, como un rey, acomodarse en su propio trono. Si supieras liberarte bien de todo lo que te retiene, Jesús, con gusto, deberá habitar contigo. Descubrirás que vas a perder totalmente lo que pongas en los otros, fuera de Jesús. No te confíes ni te apoyes en cañas huecas porque las cosas creadas son caducas como la flor silvestre. Pronto te decepcionarás, si atiendes solamente a la apariencia de las personas. Si buscas tu tranquilidad y ganancia en los demás con frecuencia saldrás perdiendo. Si en todo buscas a Jesús hallarás a Jesús, por supuesto. Pero si sólo te buscas a ti mismo también te encontrarás, pero para tu mal. Porque más daño ocasiona uno a sí mismo si no busca a Jesús, que el daño que el mundo entero y todos sus enemigos le pueden hacer.
Capítulo VIII
Jesús amigo íntimo.
1. Cuando está Jesús presente, todo es conforme y nada parece difícil. Pero cuando Jesús no está todo se hace muy duro. Cuando Jesús no nos habla interiormente el consuelo es miserable. Pero si Jesús nos dice tan sólo una palabra sentimos enorme alegría. ¿Acaso María de Betania no se levantó de inmediato del lugar donde estaba llorando cuando su hermana Marta le dijo: "El Maestro está aquí, y te llama"?. ¡Qué momento tan feliz cuando Jesús nos llama de las lágrimas al gozo espiritual!. ¡Qué seco y duro eres sin Jesús!. ¡Qué ignorante y vacío si anhelas algo fuera de Jesús!. Dime ¿Acaso no te hace eso mayor daño que si perdieras todo el mundo?.
2. ¿Qué puede darte el mundo entero sin Jesús?. Estar sin Jesús es un infierno, estar con Jesús es la mayor felicidad. Si estuviera contigo Jesús ningún enemigo podría dañarte. El que encuentra a Jesús, encuentra un gran tesoro, realmente encuentra lo máximo y el que pierde a Jesús pierde muchísimo más que todo el mundo. Pobrísimo es quien vive sin Jesús y muy rico quien está bien con Jesús.
3. Saber conversar con Jesús es todo un arte y saber retener a Jesús es gran discernimiento. Sé sencillo y pacífico y estará contigo Jesús. Sé generoso con Dios y ecuánime y permanecerá contigo Jesús. Pronto puedes hacer huir a Jesús y perder su gracia si te inclinas hacia las cosas externas que te son inconvenientes. Si haces huir a Jesús, y lo pierdes ¿a dónde irás? ¿a quién entonces vas a buscar como amigo?. Sin un amigo no puedes vivir contento y si Jesús no fuera para ti el más íntimo amigo estarás muy triste y desolado. Es mejor elegir que todo el mundo esté en nuestra contra a ofender a Jesús. Entre todos los que quieres debe ser Jesús el predilecto.
4. Debemos amar a todos por Jesús; a Jesús, por sí mismo. Sólo a Jesús debemos amar singularmente ya que sólo Él es bueno y fiel por encima de todos los amigos que puedes encontrar. Por causa de Él, y en Él deben ser queridos para ti tanto los amigos como los enemigos y por todos hay que rezar para que todos conozcan a Jesús, y lo amen. Nunca desees que te reconozcan y te amen exclusivamente porque esto sólo corresponde a Dios que no tiene a nadie similar a Él. Ni anheles que alguien ocupe totalmente su corazón contigo ni te dejes poseer por el amor de alguno sino que Jesús esté en ti y en toda persona buena.
5. Manténte puro y libre interiormente, sin comprometerte íntegramente en nada. Te conviene entregar a Dios el corazón desapegado y puro si quieres consagrarte a Él y constatar qué hermoso es el Señor. Y realmente no lograrás esto si su gracia no te avisa y atrae de manera que dejando y despidiendo a todos sólo te unas con Él Solo. Cuando la gracia de Dios viene al individuo entonces se hace poderoso para todo y cuando lo abandona, entonces se vuelve pobre y enfermizo y como abandonado a su tristeza. En estas cosas no debes desanimarte ni desesperarte sino mantenerte sereno en la voluntad de Dios y soportar todo lo que venga en honor a Jesucristo porque después del invierno sigue el verano después de la noche viene el día y pasada la tormenta llega gran serenidad.
Capítulo IX
Carencia de toda satisfacción.
1. No es penoso desestimar las satisfacciones humanas cuando están presentes las divinas. Grandioso es, y muy grandioso sufrir la carencia de satisfacciones sensibles, humanas y divinas y querer soportar gustosamente este abandono del corazón en homenaje a Dios y no tener en cuenta el propio mérito. ¿Qué tiene de maravilloso sentirte risueño y bien dispuesto cuando experimentas la presencia de Dios?. Cualquiera escogería esta situación. Muy cómodamente viaja quien es transportado por la gracia de Dios. ¿Y qué tiene de admirable que no sienta su carga quien es llevado en peso por el Todopoderoso y conducido por el supremo Conductor?.
2. Con gusto tenemos algún pasatiempo y difícilmente la persona se quita de sí misma. El santo mártir Lorenzo venció al mundo y al natural afecto que tenía por su sacerdote porque le parecía despreciable lo que muchos consideran gratificante y sufrió con paciencia, por amor a Cristo que le quitaran a Sixto, sacerdote de Dios, a quien tanto estimaba. En este caso, el amor al Creador superó el amor humano y en vez del gusto de los hombres eligió mejor la aprobación de Dios. Igualmente, por amor a Dios aprende tú a dejar algún pariente o amigo querido y no lleves a mal cuando ellos te abandonen sabiendo que, por último, a todos nos corresponde abandonarnos mutuamente.
3. Seria y continuamente le conviene a cada uno luchar contra sus tendencias maliciosas antes que aprenda a superarse plenamente y orientar todos sus afectos hacia Dios. Cuando la persona se apoya sólo en sí misma con frecuencia decae buscando satisfacciones inmediatas. Pero el auténtico amante de Jesús y preocupado seguidor de sus ejemplos no se deja consolar fácilmente ni busca tales placeres sensibles sino que está dispuesto a efectuar exigentes ejercicios y realizar difíciles trabajos por amor a Cristo.
4. Cuando Dios nos otorga la alegría espiritual debemos acogerla con agradecimiento porque se trata de un regalo suyo y no del premio a nuestros esfuerzos. No te agrandes, ni te goces exageradamente ni presumas sin razón sino sé más bien sencillo, en razón del obsequio, más cauto y respetuoso en todos tus actos porque pasará ese momento dichoso y sobrevendrá la tentación. Cuando te quiten el consuelo, no te desesperes de inmediato sino que con humildad y paciencia, aguarda la visita del Señor porque Dios es poderoso y puede pronto restituirte el consuelo. Esto no es nuevo ni extraño para los expertos en el camino de Dios porque en los santos más grandes y en los antiguos profetas sucedió que se alternaron así con frecuencia las emociones.
5. Por eso, cierta persona, mientras sentía a Dios presente decía: "Yo afirmo, en medio de mi abundancia, jamás cambiaré" (Sal 30,7). Ausente la gracia, añadió después lo que sentía, diciendo: "Retiraste tu rostro de mí y me siento desorientado" (Sal 30,8). Sin embargo, en medio de la confusión no se desespera sino de inmediato ruega y dice: "A ti llamo Señor y a ti mi Dios, suplico" (Sal 30,9). Finalmente, su oración resulta fructífera y puede atestiguar que ha sido escuchado, diciendo: "Oyó el Señor y tuvo compasión de mi. El Señor se ha hecho mi Favorecedor". (Sal 30,11) ¿Pero de qué forma? "Transformaste mi sufrimiento en gozo y me rodeaste de felicidad"(Sal 30,12) Y si así sucedió con los grandes santos no hay que desesperarse porque lo mismo pasará con nosotros, enfermizos e indigentes así estemos entusiasmados o desanimados, porque el Espíritu de Dios viene o se va según su libre voluntad. Por eso el santo Job dijo: "Me visitas al nacer el día y de inmediato me pones a prueba" (Job 7,18).
6. ¿En quién puedes esperar o en quién vas a confiar si no es únicamente en la gran misericordia de Dios y en la sola esperanza en la gracia de su presencia?. Aunque esté rodeado de personas buenas, o hermanos solícitos o fieles amigos, o de libros que santifican, o bellos cantos e himnos religiosos todo esto me sirve de poco y poco me enseña cuando estoy vacío de la gracia y abandonado a mi propia limitación. Entonces no hay mejor remedio que paciencia y apertura a la voluntad de Dios.
7. Jamás encontré a nadie tan religioso y dispuesto que no padeciera de vez en cuando la ausencia de la gracia y no sintiera que disminuía su entusiasmo. Ningún santo fue elevado tan alto e iluminado sin antes o después haber tenido tentaciones. No merece participar de la sublime contemplación de Dios quien no se ha ejercitado en alguna tribulación por Dios. La tentación precedente es clara señal de la satisfacción que vendrá. A quienes pone a prueba la tentación les está prometido el consuelo del Cielo. "Al vencedor, le daré de comer la fruta del árbol de la Vida", dice el Señor (Ap 2,7).
8. También se da la consolación divina para que la persona se vuelva más fuerte y soporte las dificultades; también llega la tentación para que no se engría del bien que hace. El demonio no se duerme, ni nuestra naturaleza está bajo control, por eso no dejes de prepararte al combate porque a tu derecha y a tu izquierda tienes enemigos que nunca descansan.
Capitulo X
Agradecimiento por la gracia de Dios.
1. ¿Por qué buscas descanso si has nacido para el trabajo?. Dispónte más bien para el sufrimiento que para las satisfacciones y a cargar con la cruz más que con la alegría. ¿Quién no acogería con gusto la satisfacción y felicidad espiritual si siempre pudiera tenerlas?. Porque las satisfacciones espirituales exceden a todas las ventajas del mundo y a los estímulos de la sensualidad. Toda satisfacción deshonesta esta vacía de contenido o es vergonzosa. Las satisfacciones espirituales de verdad son alegres y honestas engendradas por las virtudes e infundidas por Dios en los corazones limpios. Pero estas consolaciones divinas nadie puede gozarlas continuamente como quiere porque el tiempo de la tentación nunca termina.
2. Mucho contraría la visita de Dios la equivocada libertad de ánimo y la exagerada confianza en uno mismo. Dios nos hace bien otorgándonos la gracia de la consolación pero la persona actúa mal cuando no retribuye con agradecimiento profundo los dones que recibe de Dios. Y por eso fluyen poco en nosotros los dones de la gracia, porque somos ingratos con el Autor y no los atribuimos a la fuente original. Siempre se favorece al que sabe agradecer y se le sustrae al supervalorado lo que se acostumbra dar al humilde.
3. No deseo satisfacciones que me quiten los deseos de conversión ni quiero contemplación que me conduzca a la soberbia. No es santo todo lo sublime, ni bueno todo lo agradable, ni puro todo lo deseado, ni todo lo querido es agradable a Dios. Con gusto acepto las inspiraciones que me hagan más humilde y respetuoso de Dios y me preparen mejor para abandonar lo malo en mí. El enseñado con el don de la gracia y el erudito por el dolor de haberla perdido ni se atreverá a atribuirse el menor bien salvo el reconocimiento de su pobreza y desnudez. Dale a Dios lo que es de Dios y asígnate a ti lo que es tuyo o sea que debes agradecer a Dios su gracia, y atribuirte a ti sólo la culpa y la justa tristeza que debes sentir por esa culpa.
4. Ubícate siempre al último y te darán el mejor lugar porque no se obtiene lo máximo sin lo menor. Los más grandes santos ante Dios se sienten ínfimos ante sí mismos y mientras más lo engrandecen más pequeños se reconocen. Llenos de la verdad y del resplandor del cielo no codician alabanzas insustanciales. En Dios cimentados y asegurados de ningún modo se dejan elevar, asignan a Dios todo lo bueno que tienen y no buscan felicitarse unos a otros sino procurar la alabanza que sólo a Dios pertenece y desean homenajearlo a Él por encima de todos con ellos mismos y con todos los santos y siempre, es éste su único objetivo.
5. Sé agradecido por lo menor y serás merecedor de recibir mucho más. Considera en mucho lo poco que recibes y lo más despreciable por un regalo muy especial. Si te fijas en la calidad del Donante nada de lo que te dé considerarás pequeño o sin valor. No existe nada pequeño cuando Dios mismo lo otorga. Incluso si se recibe penas y castigos debe agradecerse porque siempre es para nuestra salvación todo lo que permite que nos venga. El que desea conservar la gracia de Dios debe saber agradecer cada favor y sufrir con paciencia cuando falta, rece para que la gracia vuelva y sea cuidadoso y humilde para no perderla.
Capítulo XI
Pocos aman la Cruz de Cristo.
1. Jesús tiene muchos amantes de su Reino pero pocos que lo ayuden a llevar su cruz. Muchos tienen que desean sus consuelos pero pocos que aceptan las dificultades. Encuentra múltiples compañeros de banquete pero pocos para la austeridad. Todos buscan gozar junto con Él pero pocos quieren soportar algo por Él. Muchos siguen a Jesús hasta repartir el pan pero pocos para tomar la copa de su pasión. Muchos quieren a Jesús mientras no suceda nada adverso. Muchos lo alaban y bendicen mientras puedan recibir los consuelos que otorga. Pero si Jesús se escondiera y los abandonara un poco de inmediato se quejarían o caerían en la desesperación.
2.Quien ama a Jesús por Jesús mismo y no por causa de sus propias conveniencias, bendice a Jesús por igual en todo sufrimiento y angustia como en la más abundante consolación. Y si Él no quisiera nunca favorecerlos con el sentimiento de su Presencia igualmente lo alabarían siempre y siempre querrían agradecérselo. ¡De cuánto es capaz el amor puro a Jesús sin mezcla de propia comodidad o egoísmo!. ¿No tenemos derecho de llamar mercenarios a quienes siempre buscan su recompensa?. ¿No prueban que se aman a sí mismos más que a Cristo quienes siempre están pensando en sus ventajas y provecho?. ¿Dónde se encontrará alguno que quiera servir a Dios gratuitamente?.
3. Es raro encontrar a alguien tan dedicado que esté desasido de todas las cosas. ¿Quién podrá descubrir al verdadero pobre por el Espíritu que se haya liberado de todo lo creado?. Es tesoro incomparable y de tierras lejanas (Prov 31,10). Si la persona entregara todas sus posesiones todavía nada hizo y si hiciera grandes penitencias eso aún es poco y si dominara todas las ciencias todavía esta lejos y si tuviera virtudes extraordinarias y si ardiera con intensa devoción todavía le falta mucho, le falta lo que es más necesario. ¿Qué es esto?. Que abandone todas las cosas, se abandone a sí misma y salga totalmente de todo su interés y no retenga ningún amor propio. Cuando hayas hecho todo lo que sabes hacer y sientas que nada hiciste; cuando no te consideres grande, aunque otros así te puedan estimar, sino que sinceramente te reconozcas como un servidor inútil, como dice la verdad: "Cuando lleven a cabo todo lo que les mandaron digan: somos servidores inútiles" (Lc 17,10) entonces verdaderamente podrás ser pobre y desnudo por el Espíritu y decir como el salmista "Porque solo y pobre soy" (Sal 25,16). Ninguno es más rico, ni más poderoso, ni más libre que quien sabe abandonarse a sí mismo y todas las cosas, y colocarse en el último lugar.
Capítulo XII
El gran camino de la Santa Cruz.
1. Muy dura parece esta frase: "Niégate tú mismo carga con tu cruz y sigue a Jesús" (Lc 9,23) pero más duro será oír esta frase final "Aléjense de mí, malditos y vayan al fuego eterno" (Mt 25,41). Quienes ahora escuchan con agrado y siguen la frase de la cruz entonces no tendrán miedo de oír la eterna condena. Este signo de la cruz estará en lo alto cuando el Señor venga a juzgar (Mt 24,30). Entonces todos los servidores de la cruz que conformaron su vida con el crucificado llegarán hasta Cristo Juez con gran confianza.
2. ¿Por qué, pues, tienes temor de cargar la cruz por la que va el camino al Reino?. En la cruz está la salud, en la cruz está la vida, en la cruz está el refugio contra los enemigos en la cruz está la infusión de la superior suavidad en la cruz está la fuerza de la mente en la curz está el gozo en el Espíritu en la cruz está la virtud en la cruz está la perfección de la santidad. No existe salvación ni esperanza de vida eterna sino en la cruz. Carga con tu cruz y sigue a Jesús; así irás hacia la vida eterna. Él fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente vivirás Y si eres su socio en la pena también lo serás en el triunfo.
3. Mira que todo consiste en la cruz, en morir todo termina, y no existe otro camino a la vida y a la verdadera paz interior que no sea el camino de la santa Cruz y continua mortificación. Camina por donde quieras, dirígete a donde gustes no encontrarás vía más elevada en lo alto, ni más segura en lo bajo a no ser la vía de la santa Cruz. Dispón y organiza todas las cosas según tu querer y parecer y encontrarás que es inevitable sufrir de alguna manera, libremente o a la fuerza, y así siempre encontrarás la cruz. Porque sentirás dolencias físicas o soportarás dolores morales.
4. A veces te sentirás abandonado por Dios, a veces te molestará el prójimo y lo que es más serio, a veces serás pesado para ti mismo y ni siquiera podrás encontrar alivio en un remedio o descansar pero conviene que todo lo soportes hasta que Dios quiera. Desea Dios que aprendas a padecer las dificultades, sin consuelo inmediato para que te sometas a Él íntegramente y reconozcas tus limitaciones en la adversidad. Nadie siente tan hondamente la pasión de Cristo salvo quien sufre algo similar. Pues la cruz siempre está preparada y en cualquier lugar te espera. No puedes escaparte, corras donde corras porque a cualquier lugar que llegues, te llevas a ti contigo y siempre a ti mismo te encontrarás. Dirígete al exterior, dirígete al interior y en todas partes encontrarás la cruz; y por tanto necesitas en todas partes tener paciencia si deseas tener interna paz y merecer un premio eterno.
5. Si llevas la cruz con buen ánimo, ella te llevará a ti y te conducirá al fin deseado donde será el final del sufrimiento, lo que aquí es imposible. Si te llevas con desgano se te hará más pesada y más difícil cada vez para ti y sin embargo estás obligado a cargarla. Si rechazas una cruz, sin la menor duda encontrarás otra y quizás más pesada.
6. ¿Crees que puedes evadir lo que no pudo ningún ser humano?. ¿Qué santo pudo vivir en el mundo sin cruz y sufrimientos?. Ni Jesucristo nuestro Señor estuvo una sola hora, mientras vivió entre nosotros, sin verdaderos padecimientos: Convenía que Cristo padeciera y resucitase de la muerte para entrar de esa manera en su gloria (Lc 24,26). ¿Y de que manera tú buscas camino distinto de este gran camino de la santa cruz?.
7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio. ¿Y tú esperas para ti descanso y gozo?. Te equivocas si buscas algo distinto de sufrir dificultades, porque toda esta vida mortal está rodeada de cruces. Y mientras a mayor altura alguien progrese espiritualmente más pesadas cruces con frecuencia encontrará, porque la tristeza de su destierro crece más por el amor.
8. Sin embargo, esta persona que ve multiplicadas sus aflicciones no queda sin el aliento de los consuelos porque siente que crece gran fruto por el hecho de llevar la cruz. Pero cuando se somete a ella voluntariamente, todo el peso de las dificultades se convierte en confianza con el favor de Dios. Y mientras más se domina la naturaleza, más se robustece el espíritu por la gracia interior. A veces el amor y conformidad con la cruz de Cristo tanto reconfortan de los efectos del dolor y la adversidad que ya no quisiera pasarse sin sufrimientos y aflicciones porque se está seguro de ser mejor acogido por Dios en la medida que más abundantes y graves situaciones se puedan sobrellevar por Él. Esto no es energía humana sino gracia de Cristo de forma que lo que naturalmente se aborrece y deshecha, con esta fuerza de espíritu se alcanza y aprecia.
9. No es muy conforme con la naturaleza humana llevar la cruz, amar la cruz, dominar el propio cuerpo y someterlo bajo la razón huir de los reconocimientos, soportar con ánimo las ofensas no tenerse en mucho a sí mismo y desear que otros eviten nuestra compañía, y no desear la prosperidad que muchos buscan. Si miras a ti mismo verás que no eres capaz de realizar algo de esto. Pero si confías en el Señor, te dará la fuerza superior y hará que se te someta el mundo entero y tu naturaleza humana. Ni tendrás temor del demonio que te pone a prueba si estás armado con la fe y señalado con la cruz de Cristo.
10. Prepárate pues, como bueno y fiel servidor de Cristo a llevar valerosamente la cruz de tu Señor crucificado por amor a ti. Alístate a soportar muchas adversidades y diversas incomodidades en esta triste vida porque, donde vayas Jesús estará contigo y donde te escondas, a Él encontrarás. Así conviene que sea y no hay otra solución que sufrirlos para escapar de la angustia de los males. Toma afectuosamente la copa del Señor si quieres ser su amigo y deseas participar con Él. Deja a Dios los consuelos, para que los administre como mejor le parezca. Tú, más bien prepárate a sufrir tribulaciones y considéralas como grandes satisfacciones porque no están en proporción los padecimientos del tiempo presente con el premio futuro (Rm 8,18) aunque solo tú pudieras soportarlos todos.
11. Cuando llegues al extremo de considerar la dificultad dulce y sabrosa por Cristo piensa que entonces te va bien por que encontraste el paraíso en la tierra. Siempre que te parece muy pesado el padecimiento y tratas de huir, actúas indebidamente porque la dificultad te seguirá donde vayas.
12. Si te dispones para hacer lo necesario es decir, a padecer y a morir, te irá mejor muy pronto y encontrarás la paz. Y aunque fueses elevado hasta lo más alto, como el apóstol Pablo no creas que con eso te has asegurado de no padecer nada después. Jesús dijo: "Yo le voy a mostrar cuánto tendrá que padecer por Mí" (Hch 9,16). Tienes, pues, que padecer si amas a Jesús y te agrada servirlo a Él siempre.
13. ¡Ojalá fueses merecedor de sufrir algo por el nombre de Jesús!. ¡Qué gran honor te resultaría!. ¡Qué gran alegría para todos los santos de Dios!. ¡Qué constructivo sería para quienes tienes cerca!. Todos recomiendan la paciencia pero poquísimos están dispuestos a padecer. Deberías sufrir un poco, de buena gana, por Cristo ya que muchos sufren tan seriamente por intereses inmediatos.
14. Ten por seguro que muriendo te conviene vivir. Porque mientras más uno muere a sí mismo más empieza su vida en Dios. Nadie está apto para comprender las verdades eternas si no acepta sobrellevar por Cristo las adversidades. No hay cosa más querida por Dios ni más saludable para ti en esta vida que padecer gustosamente por Cristo. Y si tuvieras que elegir deberías optar mejor sufrir por Cristo que recrearte con muchas satisfacciones porque quieres parecerte más a Cristo y hacerte más semejante a los santos. No consiste nuestro mérito ni el provecho de nuestra situación en muchas experiencias sensibles del favor de Dios sino más bien en aceptar pesadas responsabilidades y muchos sufrimientos.
15. Si existiera algo mejor y más útil para la salvación de los hombres que padecer, necesariamente Cristo lo hubiera demostrado con su enseñanza y ejemplo. Pero claramente exhorta a los discípulos y a todos los que después lo siguieron, para que lleven la cruz diciendo: "Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame" (Mt 16,24). Así que después de leer y profundizar en todo lo anterior se llega a ésta conclusión final: Conviene que entremos al reino de Dios a través de muchas dificultades (Hch 16,21).
Parte Tercera
Felicidad espiritual.
Capítulo I
Cristo habla interiormente.
Discípulo:
1. Escucharé lo que hable en mí el Señor Dios (Sal 85,9). Feliz quien oye que el Señor le hable internamente, y de su boca recibe frases de consolación. Felices los oídos que captan el susurro de la Circulación Divina y no advierten los susurros de este mundo. Felices efectivamente los oídos que no escuchan la voz resonante de afuera sino la que enseña la Verdad interiormente. Felices los ojos que están cerrados al exterior pero que están dirigidos hacia dentro. Felices los que penetran internamente y se esfuerzan por prepararse más y más, con ejercicios cotidianos a fin de recibir los Secretos divinos. Felices los que gozan de dedicarse a Dios y excluyen de sí todo impedimento natural. Atiendo a todo esto yo mismo y cierro la puerta de mi sensualidad para poder oír lo que habla en mí mi Señor Dios.
2. Esto dice mi Amado: Yo soy tu Salud, tu Paz y tu Vida, consérvate cerca de Mí, y encontrarás paz. Abandona todo lo transitorio, busca lo Eterno. ¿Qué vienen a ser todas las cosas temporales sino seducciones?. ¿De que te ayudará todo lo creado si te abandona tu Creador?. Por eso, dejadas todas las cosas, hazte agradable y fiel a tu Creador y podrás lograr la verdadera felicidad.
Capítulo II
La verdad habla interiormente sin estrépito.
Discípulo:
1. Habla, Señor porque tu servidor te escucha (1Sam 3,10). Yo soy tu servidor, dame inteligencia para que conozca tu enseñanza (Sal 119,125). Dispón mi corazón a las palabras de tus labios, tu voz fluya y rocíe (Dt 32,2). Dijeron antiguamente los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú a nosotros y oiremos; no nos hable el Señor, no sea que muramos (Ex 20,19). Así no, Señor, así no ruego sino más bien suplico humilde, ansiosamente como el profeta Samuel: Habla, Señor porque tu servidor te escucha. No me hable Moisés o alguno de los profetas, sino más bien háblame Tú, Señor Dios, Inspirador e Iluminador de todos los profetas, porque Tú solo sin ellos, me puedes enseñar, ellos sin Ti, para nada aprovechan.
2. Pueden hacer ruidos de palabras pero no dan espíritu. Hablan correctamente, pero si Tú callas, no encienden el corazón. Dicen las letras, pero Tú otorgas el sentido. Predican misterios, pero Tú haces comprender su significado. Dan a conocer mandamientos, pero Tú ayudas a cumplirlos. Muestran el camino, pero Tú das fuerza para seguirlo. Ellos actúan sólo por fuera, pero Tú instruyes e iluminas el corazón. Ellos riegan la superficie, pero Tú regalas la fecundidad. Ellos levantan la voz, pero Tú concedes entender a quien escucha.
3.Por lo tanto, que no hable Moisés, sino Tú señor Dios mío, Eterna Verdad, no sea que muera y quede sin fruto, si solamente se me advierte por fuera, sin encenderme interiormente.
No se me vaya a juzgar por las palabras oídas y no cumplidas, comprendidas pero no amadas, creídas pero no respetadas. Háblame, pues, Señor, porque soy tu servidor (1Sam 3,10). Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68).
Capítulo III
Las palabras de Dios deben escucharse con humildad.
Jesucristo:
1.Escucha, hijo, mis palabras; mis especialísimas palabras que exceden a las de todos los intelectuales y sabios de este mundo. Mis palabras son espíritu y vida (Jn 6,63) y no pueden ser ponderadas con criterios humanos. No son para referirse con vana complacencia sino para oírse en silencio, y recibirse con toda humildad y mucho afecto.
Discípulo:
Feliz quien es instruido por Ti y conoces tus leyes, porque lo alivias en los días difíciles (Sal 94,12-13) y no está abandonado en la Tierra.
Jesucristo:
2. Yo enseñe a los profetas desde el principio y hasta ahora no dejo de hablarles a todos pero muchos son sordos e insensibles a mi voz. Muchos escuchan con más gusto al mundo que a Dios, y más fácilmente siguen sus deseos personales que lo que agrada a Dios. El mundo promete cosas pasajeras y pequeñas y es servido con gran avidez; Yo prometo lo máximo y eterno y se desganan los corazones de las personas. Avergüénzate Sidón dice el mar (Is 23,4). ¿Quién me sirve y obedece en todo con tanto cuidado como se sirve al mundo y a sus poderosos?. Y si buscas la causa, escucha: Por un pequeño premio, se recorre un largo camino; por la Vida Eterna, muchos apenas quieren levantar un pie.
3. Se busca ganancias despreciables; por una moneda se litiga a veces vergonzosamente. Por cosas sin importancia y pequeñas promesas no se tiene temor en fatigarse día y noche; pero ¡qué vergüenza! flojean en fatigarse un poco por el Bien permanente, el Premio invalorable, por el máximo Honor y la Gloria interminable. Avergüénzate, pues, servidor flojo y quejoso que otros están mas preparados para la perdición que tú para la Vida. Están más contentos de la vanidad que tú de la Verdad. A veces su esperanza se frustra pero mi promesa nunca falla, ni a quien me reconoce deja que se vaya vacío. Doy lo que prometí; cumplo lo que dije, siempre que alguien quiera permanecer en el amor hasta el fin. Yo soy Remunerador de todos los buenos y pongo a prueba exigente a todos los devotos.
4. Imprime mis palabras en tu corazón y medítalas cuidadosamente porque serán muy necesarias para ti en momentos de tentación. Lo que no entiendes al leer lo sabrás el día de mi Visita. Doblemente acostumbro visitar a mis escogidos: en la tentación y en la consolación. Y dos lecciones diariamente les enseño: una reprendiendo sus vicios, otra, animándolos al crecimiento de sus virtudes. El que entiende mis palabras y las desprecia tiene quién lo juzgue el último día (Jn 12,48).
5. Oración para pedir la gracia de la devoción: Señor Dios mío, Tú eres todos mis bienes. Y ¿yo quién soy para atreverme a hablarte?. Yo soy tu pobrísimo servidor y como insignificante gusanito mucho más pobre despreciable de lo que sé y me atrevo a decir. Recuerda Señor, sin embargo, que nada soy, nada tengo y nada valgo. Tú solo eres Bueno, Justo y Santo, Tú todo lo puedes, todo lo das, todo lo llenas, dejando vacío solo al pecador. Acuérdate de tu misericordia, y llena mi corazón de tu gracia porque no quieres que tus obras sean vacías. ¿Cómo podré tolerarme en esta vida miserable si no me reconfortas con tu misericordia y tu gracia?. No apartes tu rostro de mí (Sal 27,9) no demores más tu Visita, no retires tu consuelo no vaya a ser mi espíritu como tierra sin agua (Sal 143,6). Señor, enséñame a cumplir tu voluntad enséñame a vivir en Tu presencia con dignidad y humildad; porque Tú eres mi sabiduría, de verdad me conoces, y me conociste, antes que el mundo existiera y antes que naciera yo.
Capítulo IV
Sinceridad y humildad en el trato con Dios.
Jesucristo:
1. Hijo, procede ante Mí sinceramente y con sencillez de corazón búscame siempre. Quien procede con sinceridad en mi Presencia se verá protegido de malos encuentros y la Verdad lo librará a él de los engañadores y de las infamias de los malvados. Si te libra la Verdad, entonces serás verdaderamente libre, y no le darás importancia a las murmuraciones.
Discípulo:
Señor es cierto. Quiero que así sea conmigo, como dices. Quiero que tu Verdad me enseñe que ella me defienda y me conserve hasta la salvación final. Quiero que tu Verdad me libere de todos los malos afectos y amores desordenados, para caminar Contigo con gran libertad de corazón.
Jesucristo:
2. Yo te enseñaré, dice la Verdad, lo que es justo y agradable para Mí. Piensa en tus faltas con gran descontento y tristeza y nunca pienses ser alguien por tus buenas acciones. De verdad eres un pecador sometido e implicado en muchas pasiones. Por ti mismo, siempre tiendes a la nada, pronto caes, pronto pierdes, pronto te desconciertas, pronto desfalleces. No tienes algo de lo que puedas presumir pero sí muchas cosas de qué avergonzarte porque estás mucho más enfermo de lo que puedes comprender.
3. Nada de lo que hagas debe parecerte excelente. Nada grande, nada precioso o admirable, nada digno de verdadero prestigio, nada profundo o verdaderamente encomiable o deseable, sino lo Eterno. La eterna Verdad debe darte más placer que todo lo demás, y desagradarte siempre tu gran vulgaridad. Nada temas tanto, ni desprecies y apartes de ti como tus vicios y pecados; ellos te deben causar más desagrado que cualquier daño físico. Algunos no se comportan con sinceridad en mi Presencia, sino que llevados por cierta curiosidad y arrogancia quieren conocer mis secretos y entender las maravillas de Dios descuidándose de su propia salvación. Estos caen con frecuencia en grandes tentaciones y pecados por causa de su altanería y curiosidad; yo estoy contra ellos.
4. Teme el juicio de Dios; espántate de la ira de Dios. No discutas las obras del Altísimo sino más bien investiga cuidadosamente tus maldades: en cuántas has caído y cuánto bien dejaste de hacer. Algunos hacen consistir toda su devoción en los libros otros en imágenes, o en signos exteriores y figuras. Algunos me tienen en los labios pero poco en el corazón. No obstante, hay personas que con la inteligencia iluminada y purificados sus afectos, anhelan siempre lo Eterno; se enteran con pesar de lo que sucede en el mundo, y atienden de mala gana a sus necesidades físicas; ellos sienten dentro de sí que les habla el Espíritu de verdad, enseñándoles a despreciar los valores terrenos y amar los del Cielo así como a dar menos importancia a lo inmediato deseando el Cielo día y noche.
Capítulo V
Efectos maravillosos del Amor Divino.
Discípulo:
1. Te bendigo, Padre del cielo Padre de mi Señor Jesucristo porque has querido acordarte de este pobre. Padre de misericordia y Dios de todos los consuelos (2Co 1,3), te agradezco porque a mí, indigno de todo consuelo, de vez en cuando alegras con tu visita. Te bendigo y te honro siempre, con tu Hijo Único y el Espíritu Santo intercesor, por los siglos de los siglos. Señor Dios, mi santo Amador, cuanto Tú vengas a mi corazón, se removerá de alegría todo mi interior. Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón (Sal 3,4). Tú eres mi esperanza y mi refugio, en tiempo de dificultad (Sal 59,17).
2. Pero como todavía soy limitado en el amor e imperfecto en la virtud, necesito que me reconfortes y alegres. Por lo tanto, visítame frecuentemente e instrúyeme en santidad; libérame de las malas pasiones y sana mi corazón de todos los afectos inconvenientes para que curado interiormente y bien purificado, sea apto para amar, fuerte para soportar y estable para perseverar.
3. El amor es grande, el mayor de todos los bienes; hace liviano todo lo pesado y permite llevar con ecuanimidad todo lo desigual. Transporta a la carga sin peso y convierte en dulce y sabroso todo lo amargo. El noble amor a Jesús nos impulsa a realizar grandes acciones y nos estimula a desear siempre lo más perfecto. El amor apunta siempre hacia arriba y no quiere que lo retenga ninguna cosa ínfima. El amor quiere ser libre y alejado de todo afecto mundano que pudiera impedir su mirada interior, no vaya a ser que lo sujeten las implicancias de alguna inmediata comodidad o sucumba por la incomodidad. Nada más dulce que el amor, nada más fuerte, nada más profundo, nada más extenso, nada más alegre, nada más completo ni mejor en el Cielo o en la Tierra: porque el amor nació de Dios y no puede tranquilizarse con todas las cosas creadas sino en Dios.
4. El amante vuela, corre y se alegra; es libre y no está sujeto. Da todas las cosas a todos y encuentra todas las cosas en todos porque se aquieta en uno Mayor sobre todos del cual todo bien fluye y procede. No mira a los dones sino que se dirige al Donante de todo bien. El amor, con frecuencia, desconoce la moderación; más bien, se enciende sobre toda moderación. El amor no siente la carga no considera los esfuerzos, se anima a más de lo que puede, no se excusa de lo imposible porque cree que todo le es posible y conveniente. Puede con todo y muchas cosas realiza y efectivamente resuelve en las cuales quien no ama desfallece y cae.
5. El amor siempre está despierto, y dormido no duerme, fatigado no se cansa, angustiado no se angustia, aterrorizado no se conmueve, sino que como viva llama y ardiente antorcha se dirige hacia la altura y se remonta con seguridad. Si alguien ama, sabe lo que esto significa. Es un gran clamor en los oídos de Dios el ardiente afecto interior que dice: Dios amor mío; Tú todo mío y yo todo Tuyo.
6. Agrándame en el amor para que aprenda a saborear interiormente con el corazón qué bello es amarte y derretirse y nadar en amor. Poséame el amor, y salga fuera de mí por el gran fervor y admiración. Cante un canto de amor, y te siga, Amado mío, a las alturas, desfallezca mi vida en tu alabanza, jubilosa por amor. Te ame más que a mí mismo. Ni me ame a mí sino por Ti, y en Ti a todos los que aman como manda la ley del amor, que brilla desde Ti.
7. El amor es rápido, sincero, bondadoso, alegre y ameno, fuerte, paciente, fiel; prudente, generoso, valiente; y jamás se busca a sí mismo. Donde alguien se busca a sí mismo allí mismo cae del amor. El amor es respetuoso, humilde y recto no es cómodo ni frívolo ni interesado en superficialidades; es sobrio, puro, estable, equilibrado y controlado en los sentidos. El amor es sumiso y obediente a los superiores, para sí mismo abatido y despreciable, devoto y agradecido a Dios, creyente y esperanzado siempre en Él hasta cuando no lo siente; porque sin dolor no se vive en el amor.
8.Quien no está preparado para sufrirlo todo y entregado a la voluntad del amante, no es digno de llamarse amado. Conviene que el que quiere, acepte de buena voluntad por la persona querida, todo lo difícil y amargo y no se aparte de ella por las contrariedades.
Capítulo VI
Pruebas de verdadero amor.
Jesucristo:
1. Hijo: todavía no eres fuerte e inteligente en el amor.
Discípulo:
¿Por qué, Señor?.
Jesucristo:
Porque por una pequeña contradicción abandonas lo que empezaste y con gran avidez buscas la consolación. Quien ama con fortaleza se mantiene estable frente a las tentaciones y no acepta las astutas insinuaciones del enemigo. Así como Yo le agrado en la prosperidad, no le desagrado en la adversidad.
2. Quien ama inteligentemente no considera tanto el don del amante como su amor. Presta mayor atención al afecto que al obsequio y considera todo regalo como inferior a quien lo da. Por esto no está todo perdido si algunas veces sientes menos aprecio del que quisieras por Mí o por mis santos. El afecto que de vez en cuando percibes en ti es bueno y agradable porque es consecuencia de la presencia de la gracia y algo así como saborear por adelantado la patria del Cielo; sobre esta sensación no debe uno apoyarse mucho porque va o viene. Pero pelear contra los malos estímulos y despreciar las sugerencias del diablo es señal de virtud y gran mérito.
3. No te vayan a perturbar las extrañas imaginaciones de diversos asuntos que se te ocurren; manténte firme en tu propósito y en la intención recta hacia Dios. No es ilusión cuando alguna vez te sientes elevado y de inmediato retornas a las acostumbradas ineptitudes de corazón, porque más las sufres contra tu voluntad que las causas y siempre que te desagradan y las rechazas es mérito y no perdición. Puedes estar convencido que el enemigo antiguo, por todos los medios, trata de impedir tu deseo del Bien y apartarte de todo ejercicio espiritual como la veneración de los santos, la piadosa evocación de mi Pasión, el recuerdo conveniente de los pecados, el cuidado de los propios afectos y el firme propósito de progresar en la virtud. El demonio sugiere muchos malos pensamientos para causarte desgano y temor a fin de que abandones la oración y la lectura sagrada. Le molesta la confesión humilde y, si pudiera, haría que dejes de comulgar. No le creas ni le prestes atención aunque muchas veces prepare trampas para hacerte caer. Cuando te traiga pensamientos malos y sucios atribúyeselos a él, y dile: "Fuera, inmundo; avergüénzate miserable eres muy sucio porque me traes esas cosas a la imaginación. Retírate de mí, seductor malísimo, no tienes nada que ver conmigo, porque Jesús estará junto a mí como fuerte guerrero y tú quedarás perplejo. Prefiero morir y soportar todos los sufrimientos que consentir contigo. Calla, enmudece, no te oiré ya por más que me molestes. El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré?. Aunque se enfrenten ejércitos contra mí no temerá mi corazón (Sal 27,3). El Señor es mi ayuda y mi Redentor".
5. Pelea como un buen soldado y si llegas a caer por debilidad, procura con más fuerza que antes confiar más ampliamente en mi gracia y cuídate mucho de complacerte vanamente y de ser arrogante. Por esto muchos cometen errores y vienen a caer en una ceguera casi incurable. La ruina de estos altaneros, que presumen de sí tontamente, te debe servir para ser cauteloso y siempre humilde.
Capítulo VII
Custodiar la gracia con humildad.
Jesucristo:
1. Hijo, lo más útil y seguro para ti es mantener oculta la gracia de la devoción y no sobreestimarte, ni hablar mucho de ella, ni ponderarla demasiado, sino más bien considerar lo que vales y temer porque se te ha dado sin merecerla. No está bien apegarse tenazmente a estos sentimientos porque muy pronto pueden cambiarse en contrarios. Piensa en la gracia, qué miserable e impotente estás sin la gracia. No consiste el aprovechamiento en la vida espiritual en tener la gracia de las consolaciones sino que con humildad y paciente abnegación soportes que ella se te quite de manera que entonces no descuides el esfuerzo de la oración ni dejes del todo las demás buenas obras que acostumbras realizar, sino que como mejor puedas y entiendas realices con buena voluntad lo que esté de tu parte sin descuidarlo totalmente por la aridez o ansiedad mental que sientes.
2. Hay muchos que se vuelven de pronto impacientes o desganados cuando las cosas no suceden como quieren. No está siempre en poder del hombre su camino (Jr 10,23) sino que es propio de Dios dar y consolar, cuando quiere, en la medida que quiere y a quien quiere, según su deseo, y eso es todo. Algunos desprevenidos se destruyeron a sí mismos por causa de la gracia de la devoción, porque quisieron hacer más de lo que podían sin pensar en sus limitaciones, más seguidores del afecto de su corazón que del juicio de la razón. Y porque presuponían mayores cosas de las que agradaban a Dios por eso mismo perdieron pronto la gracia. Se volvieron pobres y quedaron despreciados los que quisieron poner su nido en el Cielo para que humillados y empobrecidos aprendan a no volar con sus alas sino a esperar bajo mis plumas. Los que todavía son nuevos e inexpertos en el camino del Señor pueden fácilmente engañarse y perderse si no se dejan guiar por los consejos de los sensatos.
3. Porque si prefieren seguir a su parecer que creer en los más experimentados será muy riesgoso su fin por no querer abandonar su propio juicio. Los que se creen sabios rara vez soportan que otros los dirijan. Mejor es saber poco, con humildad y limitada inteligencia que grandes tesoros de ciencia con vana complacencia. Mejor es para ti tener poco que mucho de lo que vayas a presumir. No se comporta con discreción quien se entrega totalmente a la alegría, olvidándose de su original carencia y del puro respeto a Dios que teme perder la gracia concedida. Ni tampoco sabe mucho de virtud quien se entrega a la desesperación en tiempo de adversidad y de cualquier contradicción y piensa y siente menos confianza en Mí de la que le conviene.
4. El que quiere estar muy seguro en tiempo de paz, se encontrará abatido y temeroso en tiempo de guerra. Si sabes permanecer siempre humilde y moderado y moderar y conducir tu espíritu no caerás tan pronto en los peligros y las faltas. Es buen consejo que medites, cuando estés con espíritu animoso qué sucederá si falta la luz. Cuando esto suceda, piensa que la luz puede regresar ya que te la quité por algún tiempo para tu seguridad y mi reconocimiento.
5. Es más útil esta prueba que si siempre tuvieras prosperidad por tu voluntad. Porque los méritos no deben calificarse por tener muchas revelaciones o consuelos, por ser un experto en las Escrituras o por tener un grado superior a los otros sino más bien, si de verdad uno está firme en la humildad y lleno de amor a Dios, si busca siempre sólo e íntegramente el honor de Dios, si piensa que no es nada, y verdaderamente se reconoce limitado, y se alegra de ser desatendido y humillado más que honrado por los demás.
Capítulo VIII
Pobre valoración de sí mismo ante los ojos de Dios.
Discípulo:
1. ¿Hablaré a mi Señor yo que soy como polvo y ceniza? (Gn 18,27). Si me considero superior, Tú estás contra mí, y no puedo contradecir el verdadero testimonio de mis maldades. Si, en cambio, me humillo y regreso a la nada y rechazo el propio reconocimiento y, tal como soy, me convierto en polvo vendrá a mí tu gracia y tu luz se acercará a mi corazón y toda estimación, aunque sea poca, se sumergirá en el valle de mi miseria, y perecerá para siempre. Así me muestras a mí lo que soy, lo que fui y en lo que me he convertido porque nada soy, y no lo sabía. Abandonado a mí mismo soy nada, y totalmente enfermo. Pero si de pronto me miras inmediatamente me vuelvo fuerte y me lleno de nuevo gozo. Y es algo maravilloso que así de repente me levantas y tan bondadosamente me abrazas a mí, que por mi propio peso siempre caigo a lo más bajo.
2. Esto lo hace tu amor gratuitamente anticipándose y ayudándome en tantas necesidades, protegiéndome de graves peligros y arrancándome de males verdaderamente innumerables. Porque yo me perdí amándome indebidamente pero queriéndote a Tí solo y amándote únicamente me encontré a mí y a Tí al mismo tiempo y por la profundidad del amor me olvidé de mí mismo. Tú, Señor, haces conmigo mucho más de lo que merezco y por encima de lo que me atrevería a esperar o pedir.
3. Bendito seas, Dios mío porque aunque soy indigno de todos estos bienes sin embargo tu nobleza e infinita bondad nunca cesa de beneficiar hasta a los ingratos y los que se apartan de Ti. Regrésanos a Tí para que seamos agradecidos, humildes y devotos porque Tú eres nuestra salvación, nuestra virtud y nuestra fortaleza.
Capítulo IX
Todo debe dirigirse a Dios como fin.
Jesucristo:
1. Hijo; yo debo ser tu supremo y último fin si deseas ser feliz de verdad. Por esta intención debes purificar tu afecto desviado malamente hacia ti o hacia la cosas creadas. Porque si te buscas a ti mismo, luego te decaes y te secas por dentro. Todo, por tanto debes dirigirlo a Mí principalmente porque Yo lo he dado todo. Considera así cada cosa como brotando del Sumo Bien y sólo a Mí, como a su origen orienta todas las cosas.
2. De Mí sacan agua, como de fuente viva el pequeño y el grande, el pobre y el rico; y los que me sirven espontánea y libremente reciben una gracia tras otra. En cambio, quien quiere triunfar fuera de Mí o deleitarse en algún bien exclusivo no quedará establecido en el auténtico gozo ni su corazón se ensanchará sino que verá multiplicados los impedimentos y angustias. Por eso, no debes apropiarte de ningún bien ni atribuir la verdadera virtud a ninguna persona sino refiérelo todo a Dios, sin el cual nada tiene el hombre. Yo todo lo entregué y quiero que todo se me devuelva y con gran rigurosidad exigo que se me agradezca.
3. Esta es la verdad con la que desaparece la gloria vana. Y, si entra la gracia celestial y la verdadera caridad, no habrá la menor envidia, ni retraimiento de corazón ni te dominará el amor propio. Si lo entiendes bien, sólo en Mí te gozarás, sólo en Mí esperarás porque nadie es bueno, sino sólo Dios (Lc 18,19) el cual debe ser alabado sobre todas las cosas y bendecido en todas ellas.
Capítulo X
Dulzura de servir a Dios despreciando el mundo.
Discípulo:
1. Ahora hablaré de nuevo, Señor, y no me callaré, diré a los oídos de mi Dios, mi Señor y mi Rey que está en los Cielos: ¡Qué grande es la abundancia de tu dulzura, Señor, que tenías escondida para los que te respetan! (Sal 31,20). ¡Qué será para los que te aman y para los que te sirven de todo corazón!. Verdaderamente es indescriptible la dulzura de contemplarte que otorgas a quienes te aman. En esto principalmente me mostraste la dulzura de tu caridad: en que cuando yo no existía, me creaste y cuando vagaba perdido lejos de Tí, me atrajiste para que te sirviera, y me ordenaste que te quisiera.
2. ¡Fuente perpetua de amor!. ¿Qué diré de Tí?. ¿Cómo podré olvidarme de Tí, que quisiste acordarte de mí, incluso después que me desmejoré y perdí?. Te comportaste conmigo misericordiosamente, más allá de toda expectativa y más allá de todo mérito de mi parte; me concediste gracia y amistad. ¿Cómo voy a pagarte este favor?. Porque no se les otorga a todos que lo abandonan todo, renuncien al mundo y asuman la vida religiosa. ¿Acaso es gran cosa que yo te sirva cuando todos los seres creados deben servirte?. No me debe parecer mucho servirte, sino más bien me parece grandísimo y admirable que hayas querido recibir como servidor a alguien tan pobre e indigno, y reunirlo con tus queridos servidores.
3. Todas las cosas son tuyas, las que tengo y con las que te sirvo. Pero por el contrario, Tú me sirves más a mí que yo a Ti. El cielo y la tierra, que creaste para el servicio de los seres humanos están dispuestos y hacen cada día todo lo que les mandas. Mas a todas estas cosas excede el que Tú hayas querido servir al hombre y le prometiste que te darías Tú mismo.
4. ¿Qué podré darte yo por todos estos innumerables bienes?. ¡Ojalá pudiera servirte yo todos los días de mi vida!. ¡Si solamente pudiera yo servirte bien un día!. Verdaderamente Tú eres digno de total servicio, de honor y alabanza eterna. Verdaderamente eres mi Señor y yo tu pobre servidor, que estoy obligado a servirte con todas mis fuerzas y jamás cansarme de alabarte. Esto quiero, esto deseo, Tú dígnate suplir lo que me falte.
5. Es gran honor y gran gloria servirte a Ti, y por ti despreciar lo demás. Recibirán gracia muy grande quienes se sometan espontáneamente a tu santísimo servicio. Encontrarán hermosísima consolación del Espíritu Santo quienes por amor a Tí rechacen los placeres sensuales. Conseguirán libertad de espíritu quienes en tu Nombre ingresen al camino difícil y desechen todo remedio mundano. ¡Grato y feliz servicio de Dios que hace al ser humano libre y santo de verdad!. ¡Sagrado estado de los religiosos que convierte a los hombres iguales a los ángeles, aplaca a Dios, atemoriza a los demonios, y es recomendable para los fieles!. ¡Servicio digno de ser abrazado y escogido, que promete el Sumo Bien y adquiere el gozo que permanece para siempre!.
Capítulo XI
Los deseos del corazón se deben examinar y moderar.
Jesucristo:
1. Hijo, todavía te conviene saber muchas cosas que no aprendiste bien.
Discípulo:
¿Cuáles son, Señor?.
Jesucristo:
Que sometas todo a mi voluntad y no seas amador de ti mismo sino afectuoso cumplidor de lo que me agrada. Los deseos te encienden e impulsan con vehemencia pero considera si actúas por mi honor o más bien por tu propio interés. Si Yo soy la causa, estarás contento de lo que disponga. En cambio, si algo tienes escondido de deseo personal eso mismo te impedirá y te pesará. Ten cuidado, no confies demasiado en el deseo preconcebido que no consultaste conmigo; no sea que después te apene o desagrade lo que primero te gustó y quisiste con ahínco por parecerte mejor. No debe seguirse inmediatamente toda inclinación que nos parece buena ni huir en el acto de las que nos contrarían. Conviene refrenarse algunas veces incluso en los buenos esfuerzos y deseos no vayas a incurrir en la irreflexión, por inoportuno, o por la contradicción ajena de pronto te sientes turbado y caigas.
3. A veces conviene contrariar los deseos con violencia y valor y no considerar lo que la naturaleza quiere o no quiere sino andar muy cuidadoso para someterla al espíritu aunque le pese. Y debe ser disciplinada y sometida a servir hasta que esté dispuesta a todo, que aprenda a contentarse con lo necesario y gozar con lo sencillo y a no murmurar contra las dificultades.
Capítulo XII
Significado de la paciencia y de la lucha contra las malas inclinaciones.
Discípulo:
1. Señor Dios, según veo necesito mucho la paciencia porque en esta vida hay multitud de contrariedades. De cualquier manera que organice mi paz no podrá subsistir mi vida sin lucha y dolor.
Jesucristo:
2. Así es, hijo. Pero quiero que no pretendas una paz que carezca de tentaciones o no sienta dificultades sino más bien estima que has encontrado la paz cuando te ejercites en varias tribulaciones y seas puesto a prueba en muchas contrariedades. Si afirmas que no te es posible sufrir mucho, ¿cómo entonces soportarás el fuego del purgatorio?. Entre dos males, siempre hay que elegir el menor. Por lo tanto, para que puedas escapar en el futuro de los eternos padecimientos, procura sufrir con paciencia, por Dios, los males presentes. ¿O piensas que las personas del mundo nada sufren, o sufren poco?. No encontrarás uno solo que no sufra, incluso entre los más afortunados.
3. Pero tienen, según dices, muchos placeres, siguen su propia voluntad y le dan poca importancia a las dificultades.
4. Y si fuera así, que tengan lo que quieran, ¿cuánto tiempo les durará?. Los favoritos del mundo desaparecerán como humo (Sal 37,20) y no existirá recuerdo de los placeres pasados. Pero mientras están vivos no gozan de los placeres sin amargura, fastidio y temor. Porque lo mismo que les produce satisfacción, frecuentemente les causa el sufrimiento del dolor. Justamente se procede así con ellos porque al buscar y seguir los placeres descontroladamente los disfrutan luego con vergüenza y amargura. ¡Qué limitados, que falsos, que desordenados y torpes son!. Realmente por la ebriedad y ceguera no entienden y como si fueran irracionales, por un pequeño gusto en esta vida transitoria caen en la muerte del alma. Tú, hijo, en cambio, no te dejes llevar por los deseos, y apártate de tus caprichos (Eclo 18,20). Goza en el Señor y te dará lo que pide tu corazón (Sal 37,4).
5. Por lo tanto, si quieres deleitarte verdaderamente y recibir mis consuelos con abundancia, tu bendición estará en despreciar todo lo mundano y en rechazar todos los deleites perversos; así recibirás abundante alegría espiritual y mientras más te apartes de todo consuelo creado tanto más agradables y hondas satisfacciones encontrarás en Mí. Pero no las alcanzarás sin antes padecer algunas tristezas, y el cansancio de la pelea. La costumbre te contrariará pero la vencerás con otra costumbre mejor. Se rebelará tu naturaleza pero la fuerza del espíritu la frenará. Te instigará y te exasperará la serpiente maligna pero huirá por la oración y con el trabajo provechoso le impedirás la entrada.
Capítulo XIII
Obedecer humildemente como Jesucristo. COMO JESUCRISTO.
Jesucristo:
1. Hijo: quien procura apartarse de la obediencia él mismo se aparta de la gracia y el que quiere poseer cosas privadas pierde las comunitarias. Quien no se somete con gusto y espontáneamente demuestra que todavía no tiene perfectamente dominada su naturaleza sino que con frecuencia se resiste y murmura. Aprende pues a someterte a la autoridad con prontitud si deseas tener sujeta tu naturaleza. Más pronto se vence al enemigo exterior si la persona no ha quedado devastada interiormente. No existe más molesto ni peor enemigo del alma que tú mismo cuando no concuerdas bien con el Espíritu. Te conviene de verdad aceptar totalmente el desprecio de ti mismo si quieres prevalecer sobre las debilidades naturales. Porque todavía te amas muy inadecuadamente y dudas de resignarte plenamente a la voluntad ajena.
2. Pero ¿qué tanto será que tú, que eres como polvo y nada por causa de Dios te sometas a otra persona cuando Yo, Todopoderoso y Altísimo, que creó todas las cosas de la nada, me sometí humildemente a los demás por ti?. Me hice el más humilde e ínfimo de todos para que venzas tu presunción con mi humildad. Aprende, polvo, a despreciarte aprende, tierra y barro, a humillarte y a permanecer a los pies de todos. Aprende a dominar tu voluntad y ofrecerte al servicio de todos. Enójate contra ti mismo y no aceptes que viva en ti el orgullo sino manifiéstate de tal manera sujeto y pequeño que puedan todos caminar sobre ti y pisarte como el barro de las calles. ¿Qué tienes, ser despreciable, de qué quejarte?. ¿Cómo puedes contradecir, vergonzoso pecador, a los que te reprenden, ya que tantas veces ofendiste a Dios y mereciste el infierno?. Pero mis ojos tuvieron compasión de ti por que es muy valiosa tu alma en mi Presencia para que reconozcas mi amor y vivas siempre agradecido por mis beneficios, y para que te entregues continuamente a la sujeción y humildad y sufras con paciencia tus propias limitaciones.
Capítulo XIV
Considerar el secreto juicio de Dios evita que nos ufanemos en la prosperidad.
Discípulo:
1. Me aterran tus juicios respecto a mí, Señor por el miedo y temblor se conmueven mis huesos, y mi alma se asusta muchísimo. Estoy atónito y considero que ni el cielo es puro en tu Presencia (Job 15,15). Si hasta en los ángeles encontraste maldad (Job 4,18), y no los perdonaste, ¿qué será de mí?, cayeron las estrellas del Cielo (Ap 6,13) y yo ¿cómo puedo presumir?. Cayeron hasta el fondo aquellos cuyas obras parecían dignas de alabanza, y quienes comían el pan de los ángeles se vieron alimentados con comida de cerdos.
2. Ninguna santidad existe, Señor, si retiras tu mano; ninguna sabiduría aprovecha, si Tú no gobiernas; ninguna fuerza ayuda, si dejas de conservarla. Ninguna castidad está segura, si Tú no la defiendes; ningún cuidado propio sirve si no está presente tu sagrada vigilancia. Porque abandonados, nos sumergimos y perecemos; visitados por Ti, nos levantamos y vivimos. Somos inestables pero por Ti nos aseguramos. Nos entibiamos, pero por Ti nos encendemos.
3. ¡Qué vulgar y despreciable me debo reconocer!. ¡Qué poco valioso si algo bueno parece que tengo!. ¡Qué profundamente me debo sumergir en lo hondo de tus juicios, Señor, donde nada más encuentro, sino que soy nada y nada!. ¡Inmenso peso! ¡Mar inmenso donde nada encuentro de mí sino que soy nada en todo!. ¿Dónde están pues, los cimientos de mi sobreestimación?, ¿dónde la confianza de mis propias fuerzas?. Desaparece toda la vanidad de mi glorificación en la profundidad de tus juicios sobre mí.
4. ¿Qué es toda criatura en tu Presencia?. ¿Puede acaso la arcilla elevarse sobre quien le dio forma?. ¿Cómo puede engreírse autoalabándose el corazón de quien está de verdad sometido a Dios?. Todo el mundo no puede elevar a quien mantiene en su sitio la verdad; ni se moverá, por más que lo alaben quien tiene firme toda su esperanza en Dios. Porque todos los que hablan, nada son; desaparecerán, junto con el sonido de sus palabras pero la verdad del Señor permanece para siempre (Sal 117,2).
Capítulo XV
Como comportarse y expresarse en los deseos.
Jesucristo:
1. Hijo mío, di así para todo: Señor, si te agrada, que se haga así; Señor, si es en honor tuyo, haz esto en tu Nombre. Señor, si te parece que me conviene y encuentras que me será útil, concédelo para que lo use en tu honor. Pero si sabes que me va a causar daño, o desaprovechar para la salvación de mi alma aparta de mí este deseo. No todo deseo proviene del Espíritu Santo aunque al hombre le parezca correcto y bueno. Es difícil juzgar rectamente, si te impulsa a desear esto o lo otro un espíritu bueno u otro distinto, o si te impulsa tu propio ánimo. Muchos que al principio parecían ser conducidos por buen espíritu, quedan decepcionados al final.
2. Por eso siempre se debe desear y pedir, con respeto a Dios y humildad en el corazón, todo lo que sobrevenga como deseable al pensamiento; y sobre todo, encomendárseme diciendo: Señor, Tú sabes qué es lo mejor: haz que suceda esto o lo otro, según quieras. Da lo que quieras, cuanto quieras, y cuando quieras. Haz conmigo como sabes, lo que más te agrade a Ti, y según sea para tu mayor honor. Ponme donde quieras; dispón de mí libremente en todo. Estoy en tus manos; dame vueltas para un lado y el otro. Yo soy tu servidor, dispuesto para todo porque no deseo vivir para mí sino para Ti, ojalá que con dignidad y perfección.
3. Oración para cumplir la voluntad de Dios: Concédeme, compasivo Jesús, tu gracia para que esté conmigo y conmigo trabaje (Sb 9,10) y conmigo persevere hasta el fin. Concédeme desear y querer siempre lo que es más aceptable para Ti y más te agrada. Tú voluntad sea mía y mi voluntad siga siempre a la tuya y concuerde de la mejor manera con ella. Mi querer sea siempre uno contigo y sólo pueda querer o no querer lo que Tú quieres o no quieres. Concédeme que muera a todo lo que me tienta del mundo y por Ti, que ame ser despreciado y desconocido. Concédeme descansar en Ti sobre todo lo deseado y que mi corazón encuentre en Ti la paz. Tú eres la verdadera paz del corazón, su único descanso; fuera de Ti, todas las cosas son adversas e inestables. En esta paz permanente, es decir, en Ti Único Supremo y Eterno Bien dormiré y descansaré. Así sea.
Capítulo XVI
Sólo en Dios debe buscarse la verdadera satisfacción.
Discípulo:
1. Cualquier cosa que pueda desear o pensar para mi satisfacción, no la espero ahora sino para más adelante. Porque aunque yo solo tuviera todas las satisfacciones del mundo y pudiera disfrutar de todos los placeres ciertamente que no tendrían mucha duración. Por eso no puedo satisfacerme plenamente ni regocijarme perfectamente si no es en Dios, consolador de los pobres y aceptador de los humildes. Esperaré un poco; esperaré las promesas divinas y tendré abundancia de todos los bienes en el Cielo. Si deseo desordenadamente estas cosas presentes perderé las eternas y bienaventuradas. Usaré las cosas transitorias por necesidad pero desearé las eternas. No puedo saciarme con ningún bien limitado porque no fui creado solamente para gozarlo.
2. Aunque poseyera todas las cosas no sería feliz y dichoso ya que consiste toda mi perfección y felicidad en Dios que creó absolutamente todas las cosas no tal como consideran y alaban todos los tontos amadores del mundo sino como esperan los buenos seguidores de Cristo y algunas veces saborean por adelantado los espirituales y misericordiosos, cuyo trato es con el Cielo. Es inconsistente y breve toda satisfacción humana. Santa y verdadera satisfacción la que hace percibir internamente la Verdad. La persona devota lleva consigo a todas partes a Jesús, su alegría, y le dice: Quédate conmigo, Señor Jesús, en todo tiempo y lugar. Mi satisfacción será carecer de toda satisfacción humana. Y si falta tu consuelo, que sea mi mayor satisfacción tu voluntad y justa prueba. Porque no estarás airado completamente ni enojado para siempre (Sal 103, 9).
Capítulo XVII
Toda inquietud debe establecerse en Dios.
Jesucristo:
1. Hijo, déjame hacer contigo lo que quiero, lo que sé y te conviene. Tú piensas como ser humano y sientes muchas cosas como te hace ver la emoción humana.
Discípulo:
Señor, es verdad lo que dices. Es mayor tu preocupación por mí que todo el cuidado que puedo tener por mí mismo. Está expuesto a cualquier eventualidad quien no pone toda su atención en Ti. Señor, para que mi voluntad permanezca en ti recta y firmemente, haz de mí lo que te agrade. Solamente puede ser beneficiosa para mí cualquier cosa que hagas conmigo. Si quieres que esté a oscuras, te bendeciré y si quieres que esté iluminado, te bendeciré también. Si te dignas alegrarme te bendeciré y si quieres que esté abatido, igual te bendeciré siempre.
Jesucristo:
2. Hijo, así conviene que te comportes si deseas caminar Conmigo. Igualmente debes estar dispuesto al sufrimiento y gozo. Igualmente debes aceptar de buena gana ser pobre y necesitado como rico y satisfecho.
Discípulo:
Señor, con gusto sufriré por ti lo que quieres que me sobrevenga. Quiero recibir de tu mano con indiferencia lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo, lo alegre y lo triste. Defiéndeme de todo pecado y no temeré la muerte ni el infierno. Con tal que no me apartes de Ti para siempre ni me borres del libro de la vida no me dañará cualquier tribulación que venga sobre mí.
Capítulo XVIII
Debemos soportar las adversidades con ecuanimidad como Cristo.
Jesucristo:
1. Hijo, yo bajé del Cielo por tu salvación: acepté tus infortunios impulsado por la caridad, no por necesidad para que aprendieses a ser paciente y soportases sin indignarte las adversidades de la vida. Desde el momento de mi nacimiento hasta mi muerte en una cruz, no me faltaron dolores que sufrir. Tuve gran carencia de bienes materiales, frecuentemente escuché quejas contra Mí, soporté con benevolencia despropósitos y ofensas, recibí ingratitud a cambio de beneficios, blasfemias por los milagros y reprensiones por enseñar.
Discípulo:
2. Señor: ya que fuiste paciente en tu vida principalmente cumpliendo los mandatos de tu Padre es justo que, perverso pecador, sufra con paciencia según tu voluntad, y mientras Tú lo quieras lleve por mi salvación el peso de esta vida breve. Porque, aunque la vida presente se siente pesada, sin embargo se ha convertido en muy meritoria por tu gracia y más tolerable y transparente gracias a tu ejemplo y el de tus santos y hasta de mucho más consuelo que la Ley Antigua cuando estaba cerrada la puerta del Cielo y parecía más oscuro el camino a la salvación, cuando tan pocos se preocupaban de buscar el Reino de Dios y ni siquiera podían entrar a él los que eran buenos y se iban a salvar hasta que llegó tu Pasión y el pago de tu sagrada Muerte.
3. ¡Cómo debo agradecerte que me hayas mostrado a mí y a todos tus fieles el camino bueno y recto al Reino Eterno!. Porque tu vida es nuestra vía y por la paciencia santa caminamos hacia Ti, que eres nuestra corona. Si Tú no nos precedieras y enseñaras ¿quién tendría cuidado de seguirte?. ¿Cuántos quedarían lejos y retrasados si no mirasen tus preciosos ejemplos?. Si todavía somos negligentes, pese a que hemos conocido tus manifestaciones y tu doctrina, ¿qué sería si no tuviéramos tanta luz para seguirte?.
Capítulo XIX
Tolerar las ofensas es prueba de verdadera paciencia.
Jesucristo:
1. ¿Qué es lo que dices, hijo?. Deja de quejarte considerando mi Pasión y la de los santos. Todavía no has soportado hasta derramar sangre. Es poco lo que tú padeces, en comparación con lo mucho que soportaron otros, tan fuertemente tentados, tan pesadamente mortificados, tan frecuentemente puestos a prueba y presionados. Te conviene, pues, recordar las cosas muy graves de otros para que con facilidad lleves tus pequeñeces. Y si no te parecen pequeñeces mira que la causa no sea tu impaciencia. Pero sean cosas grandes o pequeñas procura soportarlas pacientemente a todas por igual. En la medida que mejor estés dispuesto a la paciencia, actuarás sabiamente y más mérito tendrás; te pesarán menos tendiendo el ánimo y la costumbre preparados sin flojera para esto. No digas: no tengo valor para soportar esto de esa persona, ni debo aguantar semejante cosa porque me causó grave daño y dice de mí lo que nunca pensé, pero de otra soportaré lo que me haga según me parezca que se debe sufrir. Es desatinada esta idea, que no considera la virtud de la paciencia ni por quién será premiada sino que más bien mira a las personas y a las injurias que le hacen.
3. No es realmente paciente quien no desea padecer sino cuando a él le parece y de quien le acomoda. El verdadero paciente no se fija qué persona le molesta, sea su superior, igual o inferior, sea bueno y santo o perverso e indigno, sino que, indistintamente de qué persona reciba algo adverso, de cualquier medida y todas las veces, acepta todo con gusto de la mano de Dios y estima que es una gran ganancia: porque nada de cuanto se padece por Dios, así sea poco, puede pasar sin mérito ante Dios.
4. Estáte, pues, dispuesto a la lucha, si quieres obtener la victoria. Sin certamen no puedes obtener la corona de la paciencia; si no quieres padecer, impides que te coronen. Si quieres que te coronen pelea valerosamente, soporta pacientemente. Sin esfuerzo no se consigue el descanso ni sin pelea se alcanza la victoria.
Discípulo:
5. Quiero, Señor, que se haga posible por tu gracia lo que me parece imposible por la naturaleza. Tú sabes lo poco que puedo resistir y qué pronto caigo cuando surge una pequeña adversidad. Deseo que por tu Nombre cualquier práctica de paciencia me sea amable y elegible porque padecer y ser maltratado por causa tuya es muy saludable para mi alma.
Capítulo XX
Reconocimiento de las propias limitaciones y las dificultades de la vida.
Discípulo:
1. Contra mí mismo confesaré mi injusticia, te confesaré, Señor, mi debilidad. Con frecuencia, una pequeña cosa me deprime y entristece. Me propongo combatir valientemente pero cuando viene una pequeña tentación me lleno de gran angustia. A veces, de la causa más despreciable me viene una grave tentación y cuando pienso que me encuentro un poco seguro, sin darme cuenta, me encuentro a veces derrotado por un ligero viento.
2. Considera pues, Señor, mis limitaciones y fragilidades tan notorias compadécete y levántame del lodo para que no me hunda y quede abandonado totalmente. Lo que frecuentemente me acobarda y avergüenza delante de Ti, es verme tan deleznable y débil para resistir las pasiones. Y aunque no me induzcan enteramente al consentimiento sin embargo me causan molestia, es difícil dominarlas y muy penoso vivir diariamente en combate. Reconozco yo mi debilidad en que las abominables imaginaciones, más fácilmente vienen que se van.
3. Ojalá, fortísimo Dios de Israel, protector de los fieles, mires el esfuerzo y sufrimiento de tu servidor y lo ayudes en todo lo que emprenda. Robustéceme con la fuerza celestial de modo que ni el hombre viejo ni la descontrolada naturaleza, todavía no bien sujeta al espíritu, pueda dominarme porque conviene pelear contra ella mientras vivamos. ¡Cómo es esta vida en la que no faltan dificultades y miserias, llena de trampas y donde son tantos los enemigos!. Porque cuando se va una dificultad o tentación, otra viene; e incluso antes que acabe el combate de la primera vienen otras muchas inesperadas.
4. Y ¿cómo se puede amar una vida que tiene tantas amarguras, sujetas a tantas calamidades y miserias?; ¿cómo podemos llamar vida a la que genera tantas muertes y epidemias?. Y sin embargo, es amada y muchos la quieren para deleitarse en ella. Se acusa con frecuencia al mundo de ser falso y vacío, pero no se abandona fácilmente, porque los deseos sensuales nos dominan. Algunas cosas llevan a amarlo y otras a despreciarlo. Llevan a amarlo el deseo sensual, la ambición y la arrogancia de la vida pero la angustia y desgracias que la siguen hacen odiar y hastiarse del mundo.
5. Pero; ¡qué lástima!. Los desenfrenos dominan a quien está dedicado al mundo y considera un deleite estar entre espinas porque ni percibe ni saborea la suavidad de Dios y la amenidad de las virtudes internas. En cambio, quien desprecia perfectamente al mundo y se interesa en vivir para Dios en santa vigilancia no ignora que está prometida la divina dulzura a los que se olvidan de sí mismos y ve más claro lo gravemente que se equivoca el mundo y de cuantas maneras se engaña.
Capítulo XXI
Debemos afirmarnos en Dios por encima de todos los bienes.
Discípulo:
1. Sobre todos y en todas las cosas descansaré en Dios siempre, porque es el perpetuo descanso de todos los santos. Concédeme, dulcísimo y amadísimo Jesús, descansar en Ti sobre todo lo creado, sobre toda salud y hermosura, sobre todo prestigio y honor, sobre todo poder y autoridad, sobre toda ciencia y perspicacia, sobre todas las riquezas y artes, sobre toda alegría y entusiasmo, sobre toda fama y alabanza, sobre todo gusto y consuelo, sobre toda esperanza y promesa, sobre todo merecimiento y deseo, sobre todo ofrecimiento y regalo que puedes dar y esparcir, sobre todo gozo y júbilo que el espíritu puede obtener y sentir, y, en fin, sobre los ángeles y arcángeles y sobre todas las multitudesdel Cielo, sobre todo lo visible e invisible y sobre todo lo que no es Tú mismo, Dios mío.
2. Porque Tú, Señor Dios mío, eres óptimo sobre todo. Tú solo altísimo. Tú solo poderosísimo. Tú solo suficientísimo y completísimo. Tú solo agradabilísimo y placentero. Tú solo hermosísimo y amadísimo. Tú solo nobilísimo y gloriosísimo sobre todo, en quien se encuentran reunidos, a la vez y perfectamente, todos los bienes que existen, que existieron y que existirán; por eso es poco e insuficiente cualquier cosa que me das o de Ti mismo revelas o prometes, si no te veo ni te tengo plenamente. Porque mi corazón no puede reposar de verdad, ni contentarse totalmente, si no descansa en Ti, más allá de todos los dones y de toda realidad creada.
3. Queridísimo compañero Jesucristo, purísimo amante, Señor de todas las cosas, ¿quién me hará tener alas de verdadera libertad, para volar y reposar en Ti?. ¿Cuándo se me concederá desasirme plenamente y apreciarte como eres, Señor Dios mío?. ¿Cuándo, del todo, me recogeré en Ti, y por tu amor, no me sentiré a mí mismo, sino a Ti solo, sobre todo sentido y manera, de modo desconocido por todos?. Ahora en cambio frecuentemente sufro y llevo mi infelicidad con dolor. Porque suceden muchos males en esta vida que con frecuencia desconciertan, entristecen y ensombrecen, con frecuencia me entorpecen y distraen, me ganan y comprometen para que no tengan libre acceso a Ti y puede disfrutar de tu grato abrazo, siempre listo para los espíritus piadosos.
4. Conmuévate Jesús, Esplendor de la eterna gloria, Alivio espiritual del peregrino, mi aspiración y la general desolación de la Tierra. Junto a Ti está mi boca sin palabras y mi silencio te habla. ¿Por qué tardas en venir, Señor mío?. Ven a mí, tu pobrecito, y alégrame. Extiende tu mano y arranca de toda angustia a este miserable. Ven, ven; porque sin Ti no hay día, ni siquiera hora feliz porque Tú eres mi alegría y sin Ti está vacía mi mesa. Soy un miserable y como un encarcelado y encadenado hasta que me animes con la luz de tu presencia, me otorgues libertad y me muestres Tu rostro amigable. Busquen otros lo que quieran en vez de Ti, que a mí nada me agrada ni me agradará sino Tú Dios mío, mi esperanza y eterna Salud. No me callaré ni dejaré de pedir hasta que tu gracia retorne y me hables Tú internamente.
Jesucristo:
Aquí estoy; vengo a ti porque me llamaste. Tus lágrimas y el deseo de tu alma, tu humildad y la contrición de tu corazón, me inclinaron hacia ti y me trajeron a ti.
Discípulo:
Ahora digo: Señor, te llamé y deseé gozar contigo estoy dispuesto a dejarlo todo por Ti. Tú primero me despertaste para que yo te buscara. Bendito seas, Señor, que fuiste bondadoso con tu servidor de acuerdo con la abundancia de tu misericordia. ¿Qué más tiene que decir tu servidor en tu presencia, sino humillarse mucho ante Ti, recordando siempre su propia iniquidad y bajeza?. No hay semejante a Ti entre todas las maravillas del Cielo y de la Tierra. Tus obras son excelentes, tus juicios verdaderos y tu providencia gobierna el Universo. Alabanza a Tí y gloria, Padre de la sabiduría, alabanza y bendición de mis labios, de mi espíritu y de toda la Creación.
Capítulo XXII
Recordemos los múltiples beneficios de Dios.
Discípulo:
1. Abre, Señor, mi corazón a tu ley y enséñame a caminar en tus preceptos. Concédeme que entienda tu voluntad y que con gran respeto y cuidadosa reflexión recuerde tus beneficios comunes y especiales para que pueda darte gracias de aquí en adelante. De verdad comprendo y reconozco que ni siquiera por lo menor puedo ofrecerte las debidas alabanzas de agradecimiento. Soy inferior a todos los bienes que me das y cuando considero tu nobleza se deprime mi espíritu por tu grandeza.
2. Todo lo que tenemos en el alma y en el cuerpo y cuanto externa o internamente, natural o sobrenaturalmente poseemos son beneficios tuyos, y te manifiestan como benefactor, piadoso y bueno de quien recibimos todos los bienes. Y si alguien recibe mucho y otro poco, sin embargo todos los bienes son tuyos y sin Ti no se puede recibir ni lo menor. Quien recibe más, no puede ufanarse de su mérito ni sentirse por encima de los otros o insultar a los inferiores porque es mayor y mejor el que menos se atribuye y es el más humilde y devoto en agradecer. Y el que más despreciable se considera, y más indigno se juzga se hace más apto para recibir mayores bienes.
3. Quien recibe poco no debe entristecerse ni indignarse ni envidiar al más aventajado, sino debe ser más atento Contigo y alabar más tu bondad porque otorgas tus dones tan abundante, gratuita y gustosamente, sin guiarte por criterios humanos. Todo procede de Ti y por eso debes ser alabado en todos. Tú sabes qué conviene otorgar a cada uno y por qué éste tiene menos y ese más no nos toca discernir a nosotros sino a Ti, que juzgas los méritos de cada uno.
4. De ahí, Señor Dios, que considero un gran beneficio no tener demasiadas cosas de las que aparecen externamente y las personas celebran, así que quien considere su personal pobreza y limitación no sólo no recibirá pesadumbre, tristeza y abatimiento sino mayor satisfacción y gran alegría, porque tú Señor elegiste como familiares e íntimos a los pobres, humildes y despreciados del mundo. De esto son testigos tus mismos apóstoles, a quienes estableciste como príncipes sobre la Tierra (Sal 45,17). Ellos se comportaron sin queja en el mundo, tan humillados y sencillos, sin la menor malicia y dolo, y hasta se alegraron de padecer ofensas en tu Nombre (Hch 5,41).
5. Por eso nada debe alegrar tanto a quien te quiere y conoce tus beneficios como tu voluntad para con él y la bondad de tus eternas disposiciones de las que tanto debe contentarse y consolarse de manera que gustosamente desee ser el menor como otro quiere ser el mayor y así esté tranquilo y satisfecho en el último lugar como si fuera el primero y con agrado acepte ser despreciado y desechado y no tener prestigio y fama como si fuese el más respetado e importante del mundo. Porque tu voluntad y el amor a tu honra deben exceder todas las cosas y más se debe consolar y satisfacer una persona con esto que con todos los beneficios recibidos o que pueda recibir.
Capítulo XXIII
Cuatro cosas que producen paz.
Jesucristo:
1. Hijo, ahora te enseñaré el camino de la paz y de la verdadera libertad.
Discípulo:
Haz, Señor, lo que dices, porque escucharlo es muy agradable para mí.
Jesucristo:
Procura, hijo, hacer antes la voluntad ajena que la propia. Elige siempre tener menos y no más. Busca siempre el último lugar, y estar sometido a otros. Escoge y siempre reza para que la voluntad de Dios se cumpla íntegramente en Ti. Así se ingresa en los términos de la paz y la quietud.
Discípulo:
2. Señor, tu sermón es corto pero contiene mucha perfección. Lacónico en las palabras pero lleno de sentido y abundante fruto. Si yo pudiera cumplirlo fielmente no debería brotar en mí con tanta facilidad el desconcierto. Porque cada vez que me siento inquieto y deprimido descubro que me he apartado de ésta enseñanza. Pero Tú que todo lo puedes y siempre buscas mi provecho otórgame mayores gracias para que pueda cumplir tu doctrina y conseguir mi salvación.
3. Oración contra los malos pensamientos: Señor Dios mío, no te retires de mí, Dios mío, ven a auxiliarme (Sal 71,12) porque se han levantado dentro de mí diversos pensamientos y grandes temores me afligen. ¿Cómo los atravesaré ileso? ¿Cómo los destruiré?. Tú dices que irás delante de mí y humillarás a los arrogantes de la Tierra (Is 45,2). Abrirás la puerta de la cárcel y me revelarás los secretos. Haz, Señor, como dices para que huyan ante Mí todos mis inicuos pensamientos. Mi esperanza y único alivio es correr a Ti, en toda dificultad confiar en Ti, invocarte desde lo más íntimo, y esperar con paciencia tu consuelo.
4. Oración para pedir que la inteligencia se ilumine: Alúmbrame, Buen Jesús, con la claridad de la luz interior y quita de la habitación de mi corazón toda tiniebla. Cohibe las muchas divagaciones y destroza las tentaciones que me encadenan. Lucha con fuerza por mí y ahuyenta las malas bestias como llamo a los seductores deseos deshonestos; para que se haga la paz gracias a Ti y resuenen con abundancia las alabanzas en el santo palacio es decir, en la conciencia pura. Manda al viento y a las tempestades, y dile al mar: ¡Calla! y al ventarrón: ¡No soples! y se producirá una gran calma. (Mc 4,39). Emite tu luz y tu verdad (Sal 43,3) para que brillen sobre la tierra porque está árida y vacía hasta que Tú la ilumines. Derrama tu gracia desde arriba, empapa mi corazón con el rocío del Cielo, distribuye el agua de la devoción para irrigar toda la tierra y que produzca frutos buenos y óptimos. Levanta el ánimo oprimido por la mole de los pecados, orienta todo mi deseo hacia el Cielo para que saboreando la suavidad de la superior felicidad me cause fastidio pensar en lo terreno. Quítame y arráncame del transitorio consuelo de las criaturas porque ninguna cosa creada puede calmar y consolar mi deseo plenamente. Úneme a Ti con el vínculo inseparable del amor porque sólo Tú bastas al que te ama, y fuera de Tí todo carece de importancia.
Capítulo XXIV
Evitar la curiosidad sobre las vidas ajenas.
Jesucristo:
1. Hijo, no seas curioso ni te preocupes de cosas impertinentes. ¿Qué te importa esto o aquello? (Jn 21,22) Tú sígueme. ¿Qué te importa que alguien sea de ésta o de otra manera o que viva o hable de uno u otro modo?. No necesitas responder por otro sino dar razón de ti mismo. ¿Por qué, pues, te entrometes?. Yo a todos conozco y veo al mismo tiempo todo lo que sucede, y sé de qué manera es cada uno, qué piensa, qué quiere y a qué objetivo se dirige su intención; por eso, se me deben encomendar todas las cosas. Tú más bien consérvate en buena paz y deja agitarse el agitador cuanto quiera; sobre él vendrá todo lo que haga o diga porque no puede engañarme.
2. No te preocupes del prestigio de un gran hombre ni de las recomendaciones de muchos, ni del afecto especial de una persona. Todas estas cosas producen distracciones y grandes oscuridades en el corazón. Con gusto te dirigiré mis palabras y te revelaré lo oculto si esperas atentamente mi venida y me abres tu corazón. Estáte preparado, permanece en oración y humíllate en todo.
Capítulo XXV
Firme paz del corazón y verdadero progreso.
Jesucristo:
1. Hijo, yo he dicho: Mi paz les dejo, mi paz les doy; se la doy, no como la da el mundo (Jn 14,27). Todos desean la paz pero no todos se preocupan de lo que concierne a la verdadera paz. Mi paz está con los humildes y sosegados de corazón. Tú paz estará en la mucha paciencia. Si me escuchas y sigues mi voz, podrás disfrutar de mucha paz.
Discípulo:
2. ¿Qué haré pues?.
Jesucristo:
Atiende en todo a ti mismo, qué haces, qué dices y dirige toda tu intención a mi exclusivo beneplácito, y nada desees o busques fuera de Mí, no juzgues temerariamente los dichos o hechos ajenos ni te impliques en asuntos que no te hayan encomendado, con esto podrá ser poco o rara vez te desconciertes. Porque jamás sentir alguna confusión, o no sufrir molestia interna o externamente corresponde al estado de eterna quietud, no a esta vida. No vayas a considerar que encontraste la verdadera paz si no sientes alguna pesadumbre ni que todo está bien cuando tus adversarios no te causan molestias ni que todo es perfecto si todo se realiza conforme con tu voluntad. Ni te creas más grande que otro o estimes que eres especialmente elegido si sientes una gran devoción o dulzura, porque en estas cosas no se reconoce al verdadero amante del bien ni consiste en ellas el provecho y la perfección de las personas.
Discípulo:
3. ¿Entonces en qué, Señor?.
Jesucristo:
En ofrecerte de todo corazón a la voluntad de Dios, no buscando tu interés, ni poco ni mucho, ni en el tiempo ni en la eternidad, de manera que con la misma actitud permanezcas agradecido en lo próspero y en lo adverso pesándolo todo con la misma balanza. Si fueras tan firme y constante en la esperanza que incluso al quitársete la consolación interior, prepares tu corazón a soportar más todavía y no te justifiques como si no debieras padecer tanto, sino que consideres mi acierto y me alabes por Santo en todo lo que disponga entonces caminarás por la auténtica y recta vía de la paz y podrás tener esperanza cierta de ver con alegría nuevamente mi rostro. Si llegas al total rechazo de tu egoísmo sabrás entonces que gozarás de paz abundante según las posibilidades de tu destierro.
Capítulo XXVI
La mente se supera más con la oración que con lecturas.
Discípulo:
1. Señor, es actitud propia de la persona perfecta no relajar nunca el ánimo en su dirección al Cielo y entre muchas preocupaciones pasar sin preocupación no como un tonto sino por el privilegio de una mente liberada que no se adhiere malamente a nada creado.
2. Te ruego, piadosísimo Dios mío, que me preserves de la preocupaciones de esta vida, para que no me comprometa demasiado en ellas; para que no dominen mi voluntad las diversas necesidades naturales para que no quede dividido por todos los obstáculos y molestias en mi espíritu. No me refiero a las cosas que con tanto afecto ambiciona la vanidad sino a todas esas miserias propias de la condición humana que penosamente oprimen y retardan a tu servidor para impedir que obtenga, cuantas veces quiere, la libertad de espíritu.
3. Dios mío, bondad inefable, conviérteme en amargura todo placer inconveniente que me separa del eterno amor engañándome con la vista de algún bien inmediato. No me vaya vencer, Dios mío, la naturaleza; no me engañe el mundo y su gloria breve; no me derribe el demonio y su astucia. Dame fuerza para resistir, paciencia para tolerar, constancia para perseverar. Dame, en vez de todas las satisfacciones del mundo, la suavísima unción de tu Espíritu y en vez del amor deshonesto infúndeme el amor de tu Nombre. Porque las preocupaciones por el alimento, la bebida, la ropa y lo demás que se requiere para el sustento del cuerpo resultan pesadas para el Espíritu fervoroso. Concédeme que use con moderación de todo lo necesario y que no me ocupe de eso con exagerado interés. No es lícito abandonarlo todo porque las necesidades naturales deben ser satisfechas. Pero la ley santa prohibe buscar lo superfluo o lo excesivamente agradable, porque de otro modo la naturaleza se rebelaría contra el espíritu. En medio de estas cosas, ruego que tu mano me gobierne y enseñe para que en nada exceda.
Capítulo XXVII
El amor propio nos aparta del sumo bien.
Jesucristo:
1. Hijo, conviene que lo des todo por el Todo y no seas nada de ti mismo. Debes saber que el amor propio te hace más daño que cualquier otra cosa en el mundo. Según sea el amor y el apego que tienes a las cosas estarás más o menos adherido a ellas. Si tu amor fuese puro, simple y ordenado no estarás cautivo de las cosas. No se debe desear lo que es ilícito tener. No se debe tener lo que te puede impedir y privar de la libertad interior. Es de sorprender que no te entregues tú mismo a Mí desde el fondo del corazón, con todo lo que puedes tener o desear.
2. ¿Por qué te desgastas con inútil tristeza?. ¿Por qué te fatigas con cuidados superfluos?. Compórtate según mi voluntad y no sufrirás menoscabo. Si buscas esto o aquello, si deseas estar aquí o allí por tu conveniencia o propia voluntad, nunca estarás tranquilo ni libre de preocupaciones porque en todas las cosas hay alguna falla y en todo lugar hay adversarios.
3. No hace provecho cualquier cosa alcanzada o multiplicada exteriormente sino más bien la deshechada y arrancada de raíz del corazón. No sólo entiendas lo anterior de las propiedades y riquezas sino también de la ambición de ser famoso o el deseo de vacías adulaciones que transcurren como el mundo. Poco importa el lugar si falta el fervor del espíritu, ni durará mucho la paz buscada sólo externamente si falta su verdadero fundamento en la disposición del corazón. Es decir, si no estás en Mí, puedes cambiar pero no mejorar. Porque manifestada la ocasión, y aceptada encontrarás lo que evitabas, y hasta más.
4. Oración para pedir la purificación del corazón y la sabiduría divina: Confírmame, Señor, en la gracia del Espíritu Santo. Dame energía para fortalecerme interiormente y para vaciar mi corazón de toda preocupación inútil y angustiosa, para que no me arrastre el deseo de cualquier cosa vulgar o valiosa; sino que mire todo como pasajero, y a mí mismo igual porque nada permanece bajo el sol, todo es vacío y aflicción para el espíritu (Ecl 2,17). Qué sabio es el que piensa así: Concédeme Señor la sabiduría celestial para que aprenda a buscarte y encontrarte sobre todas las cosas, sobre todo, apreciarte y amarte y entender lo demás como es, de acuerdo con tu Sabiduría. Dame prudencia para apartarme del adulador y paciencia para soportar al adversario. Porque la verdadera sabiduría consiste en no moverse por el ruido de las palabras, ni prestar atención a los cantos de sirena de los aduladores, porque así se transita con seguridad la vía comenzada.
Capítulo XXVIII
Contra los murmuradores.
Jesucristo:
1. Hijo, no te enojes si alguien tiene mala opinión de ti y dice lo que no quieres oir. Tú debes tener peor opinión de ti mismo y creer que nadie es tan débil como tú. No es poca sensatez, permanecer callado en tiempos difíciles y regresar a Mí sin perturbarse por las opiniones humanas.
2. No debe estar tu paz en la boca de las personas; porque te interpreten bien o mal, no serás por eso distinto de lo que eres. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria?. ¿Acaso no está en Mí?. Y quien no desea agradar a los demás ni teme desagradarlos, disfrutará de mucha paz. Brota toda inquietud del corazón y distracción de los sentidos, del amor desordenado y del temor sin motivo.
Capítulo XXIX
Llamar a Dios y bendecirlo cuando hay dificultades.
Discípulo:
1. Bendito para siempre sea tu Nombre, Señor, que quisiste que venga sobre mí esta tentación y aflicción. No puedo huir de ella sino que tengo necesidad de refugiarme en Ti para que me ayudes y la conviertas en bien para mí. Señor, ahora estoy perturbado y no le va bien a mi corazón sino que me atormenta mucho esta pasión. Y ahora, Padre querido, ¿qué voy a decir?: Me siento atrapado por la angustia. Sálvame de éste momento (Jn 12,27). Pero he llegado a esta situación para que Tú seas reconocido cuando yo esté más humillado y sea liberado por Ti. Complácete, Señor, en liberarme porque, pobre de mí, ¿qué podré hacer?; ¿a dónde iré sin Ti?. Dame paciencia, Señor, también esta vez. Y en medio de todo esto ¿qué diré?. Señor, hágase tu voluntad (Mt 6,10). Yo bien merezco sufrir y padecer. Conviene que lo soporte. ¡Ojalá, con paciencia!. Porque tu mano omnipotente es capaz de quitar de mí esta tentación y mitigar su ímpetu, tal como frecuentemente lo has hecho antes conmigo, no vaya a ser que sucumba, Dios mío, Misericordia mía, mientras más dificultoso es para mí tanto es fácil para Ti este cambio por el poder de tu mano.
Capítulo XXX
Petición de ayuda a Dios y confianza en recuperar su gracia.
Jesucristo:
1. Hijo, Yo soy el Señor, que conforto en los momentos difíciles. Ven a Mí cuando no te encuentres bien. Lo que principalmente impide mi visita es tu tardanza en volver a la oración. Porque antes de rogar con atención buscas satisfacciones ajenas y te recreas en lo exterior. De ahí viene que todo te aproveche poco hasta que adviertas que Yo soy quien libro a los que esperan por Mí; fuera de Mí no hay auxilio que valga, ni consejo útil, ni remedio duradero. Pero ahora, con el espíritu recobrado después de la tempestad debes rehacerte a la luz de mi misericordia porque Yo estoy cerca para restaurar todas las cosas no sólo íntegramente sino abundante y sobradamente.
2. ¿Acaso hay algo difícil para Mí o voy a ser como los que dicen y no hacen?. ¿Dónde está tu fe?. Manténte firme y perseverante. Sé animoso y valiente que llegará a su tiempo la consolación. Espérame, espera que venga y te curaré (Mt 8,7). Es una prueba la que te atormenta y un miedo sin base el que te aterroriza. ¿Qué importa la preocupación sobre situaciones futuras sino para tener tristeza sobre tristeza?. Bástale a cada día su propia molestia (Mt 6,34). Es vano e inútil desconcertarse o alegrarse por el futuro que quizás nunca llegue.
3. Pero es propio del ser humano dejarse engañar por la imaginación y es signo de pusilanimidad dejarse llevar tan fácilmente por las sugestiones del enemigo. El no se cuida de que sea verdadero o falso lo que utiliza para engañarnos o distraernos y si nos derriba con el amor a lo inmediato o el temor al futuro. No vaya a confundirse tu corazón, ni se atemorice, cree en Mí y confía en mi misericordia. Cuando piensas que estás lejos de mí, con frecuencia estoy más cercano. Cuando consideras que casi todo está perdido entonces, muchas veces, se hace más presente la ganancia. No todo está perdido cuanto te sucede alguna cosa contraria. No debes juzgar según la impresión del momento ni dejarte molestar o angustiar con cualquier contrariedad que te venga como si se hubiera eliminado toda esperanza de surgir.
4. No pienses que has sido abandonado del todo aunque a veces te envíe una aflicción o también te sustraiga el consuelo deseado; así se camina al Reino de Dios. Y sin duda te conviene más a ti y a todos mis servidores ejercitarse en las adversidades que si todo sucediera a su gusto. Yo conozco el secreto, y sé que conviene mucho para tu aprovechamiento que a veces te quedes desconsolado para que no te envanezcas en la prosperidad ni quieras complacerte en ti mismo por lo que no eres. Lo que te di, te lo puedo quitar y restituírtelo cuando me agrade.
5. Cuando te lo dé, es mío: cuando te lo quite, no te quito lo tuyo porque es mío todo bien que se otorga y todo don perfecto (Stgo 1,17). Si te envío pesadumbre o cualquier contrariedad, no te indignes ni decaiga tu corazón. Yo pronto puedo levantarlo y convertir cualquier carga en gozo. Sin embargo, siempre soy justo y digno de reconocimiento cuando actúo así contigo.
6. Si entiendes bien y lo miras a la luz de la verdad nunca te debes entristecer ni decaer tanto por las adversidades sino más bien alegrarte y agradecer considerando como único motivo de gozo que afligiéndote con dolores, no te perdono(**). Como me amó mi Padre, así los amo a ustedes (Jn 15,9) dije a mis queridos discípulos: a los que, por supuesto, no los envié a gozar del mundo sino a grandes combates; no a ser reconocidos sino despreciados; no a la ociosidad sino al trabajo; no al descanso sino a cosechar mucho fruto de paciencia. Acuérdate, hijo mío, de estas palabras.
Capítulo XXXI
Evitar el impedimento de lo creado para encontrar al Creador.
Discípulo:
1. Señor, de veras necesito todavía mayor gracia si debo llegar a donde nada ni nadie me pueda detener. Porque, mientras alguna cosa me retenga no puedo libremente volar a Ti. Quería libremente volar el que decía: ¿Quién me dará alas como de paloma para que vuele y repose? (Sal 55,7). ¿Qué hay más quieto que la recta intención?. ¿Quién más libre que el que nada desea en el mundo?. Conviene, pues, transitar a través de lo creado y olvidarse completamente de sí mismo, y elevarse mentalmente por encima de todo para verte a Ti, Creador de todo, que eres diferente de las criaturas. Y si alguien no se despega de todas las criaturas, no podrá libremente dirigirse a lo divino. Por eso se encuentran pocas personas contemplativas porque son raros los que saben separarse plenamente de lo perecedero y de las criaturas.
2. Para esto se requiere mucha gracia que levante el espíritu y lo eleve sobre sí mismo. Pero si no eleva espiritualmente a la persona y la libera de todo lo creado, uniéndola íntegramente a Dios, es de poca estima todo lo que sabe o tiene. Mucho tiempo será insignificante y caído quien mucho estima algo distinto al Único inmenso y eterno Bien. Y lo que no es Dios, nada es, y así debe considerarse. Existe una gran diferencia entre la sabiduría de una persona inspirada y devota y los conocimientos librescos de los estudiosos. Mucho más noble es la doctrina que viene de lo alto por influencia divina que la adquirida trabajosamente con el ingenio humano.
3. Se encuentra a muchos que desean la contemplación pero no se esfuerzan por practicar lo que conduce a ella. Es gran impedimento fijarse en señales y cosas sensibles y descuidar la perfecta mortificación. No sé qué será, qué espíritu nos conduce y qué pretendemos quienes somos considerados como personas espirituales que tanto trabajo y tan amplia dedicación ponemos en obtener cosas transitorias y rastreras y apenas rara vez nos recogemos en nosotros mismos para pensar en nuestro interior.
4. ¡Qué lástima!. Inmediatamente después de un módico recogimiento salimos fuera de nosotros sin haber examinado nuestras acciones rigurosamente. No miramos dónde tenemos puestos nuestros afectos ni deploramos lo contaminados que están. Todo ser viviente había corrompido su camino (Gn 6,12) y por eso sobrevino el gran diluvio. Como nuestros afectos están muy corrompidos es lógico que las actividades, carentes de vigor interior, también se corrompan. Del corazón puro procede el fruto de la vida santa.
5. Se examina cuánto hace cada uno pero no se piensa cuidadosamente de cuánta virtud procede. Se investiga si alguno es vigoroso, rico, hermoso, hábil, o buen escritor, buen cantor, buen investigador pero no se habla de muchos que son pobres de espíritu, pacientes y buenos, devotos y atentos a la vida interior. La naturaleza mira el exterior de las personas la gracia se ocupa del interior; la naturaleza con frecuencia se equivoca; la gracia espera en Dios, para no ser engañada.
Capítulo XXXII
Abnegación de sí mismo y rechazo de todo mal deseo.
Jesucristo:
1. Hijo no puedes poseer perfecta libertad si no tienes total abnegación. Encarcelado están todos los poseedores y amantes de sí mismos, codiciosos, noveleros e inestables que siempre buscan su comodidad y no a Jesucristo, sino que siempre fingen y organizan lo que no durará. Se perderá, pues todo lo que no proviene de Dios. Retén esta frase breve y exacta: Déjalo todo y lo encontrarás todo, abandona los malos deseos y encontrarás la calma. Reflexiona en esto y cuando lo practiques entenderás todas las cosas.
Discípulo:
Señor, éste no es trabajo de un solo día ni juego de niños, antes en esto tan breve se encuentra incluida toda la perfección religiosa.
Jesucristo:
2. Hijo, no debes apartarte ni decaer tan pronto al conocer el camino de los perfectos sino más bien animarte a lo más alto o al menos, aspirar a ello en tus deseos. Ojalá te suceda así y llegues a no ser más amante de ti mismo. Si estuvieras dispuesto siempre a cumplir mi voluntad y la del superior que te he dado entonces me agradarías mucho y toda tu vida transcurriría con alegría y paz. Todavía te queda mucho por dejar que si no abandonas íntegramente por Mí no obtendrás lo que pides. Te persuado a que me compres oro puro para que seas rico (Ap 3,18). Apártate de la sabiduría meramente humana y de toda natural y propia complacencia. Yo te he dicho que es necesario adquirir las cosas más despreciables según el parecer humano, con las que se consideran valiosas y excelentes porque muy despreciable y pequeña parece la verdadera sabiduría celestial; no se cree gran cosa ni busca que la alaben los demás; está en los labios de muchos pero apartada de sus vidas siendo una perla preciosa escondida para muchos.
Capítulo XXXIII
La inestabilidad del corazón y la necesidad de dirigir la intención finalmente a Dios.
Jesucristo:
1. Hijo; no le creas al deseo que ahora tienes, muy pronto se cambiará en otro. Mientras vivas estarás sujeto al cambio aunque no quieras; porque a veces te encontrarás alegre, a veces triste, unas veces tranquilo, otras perturbado, unas veces devoto, otras sin devoción, a veces atento, a veces descuidado, a veces pesado, a veces liviano. Pero la persona sabia y bien instruida en el espíritu se mantiene firme por encima de todo lo cambiante. No atiende a lo que siente dentro de sí o de qué parte sopla el viento de la inestabilidad sino a dirigir toda la intención de su mente hacia el debido y deseado fin. Porque así puede uno permanecer siempre el mismo e ileso en medio de tan diversos sucesos dirigiendo a Mí sin cesar, la mirada de su incontaminada intención.
2. Mientras más pura sea su intención más constante irá entre tantas tempestades. En muchas cosas se oscurece la mirada de la pura intención porque se observa fácilmente lo que se presenta como agradable y así es raro quien se encuentra libre de la mancha de su propio interés. Así los judíos en otro tiempo, fueron a Betania donde Marta y María no solamente por Jesús sino más bien para ver a Lázaro (Jn 12,9).
Capítulo XXXIV
Dios es lo mejor de todo para quien lo ama.
Discípulo:
1. ¡Aquí está mi Dios y mi Todo!. ¿Qué más quiero y qué mayor felicidad puedo desear?. Frase excelente y agradable para quienes aman al Señor no al mundo ni a lo que hay en el mundo. ¡Dios mío Tú eres todo para mí!. A quien entiende le basta lo dicho y repetirlo muchas veces es un gusto para los que aman. Porque cuando Tú estás presente, todo es agradable cuando Tú estás ausente todo causa fastidio. Tú das tranquilidad al corazón, gran paz y alegre festejo. Tú haces sentir bien de todos y alabarte por todos; nada puede causar placer sin Ti. Pero si debe agradecerse y sentirse bien es imprescindible que tu gracia esté presente y se sazone con tu propio sabor. A quien Tú agradas ¿qué no le sabrá bien?, y a quien no siente tu sabor ¿qué le podrá agradar?. Pero los sabios de este mundo y los que saborean los bajos placeres se pierden en tu sabiduría porque en eso hay un gran vacío y allí se encuentra la muerte. En cambio quienes te siguen, despreciando lo mundano y dominando sus instintos, son reconocidos como auténticos sabios porque pasan de la vanidad a la verdad y de lo material a lo espiritual. Estos aprecian a Dios y cualquier cosa buena que encuentran en la Creación toda la orientan en alabanza a su Creador. Sin embargo es diferente y muy diferente el sabor del Creador y de lo creado de la Eternidad y del tiempo limitado de la Luz no creada y de la luz reflejada.
3. ¡Luz perpetua que supera a todas las luces creadas envía desde lo alto el resplandor que penetre hasta lo más íntimo de mi corazón!. Purifica, alegra, ilumina y vivifica mi espíritu con todas mis facultades para que me una contigo con el máximo júbilo. ¿Cuándo llegará este bendito y deseado momento en que me sacie tu presencia y seas todo para mí?. Mientras esto no suceda no tendré felicidad completa. ¡Qué pena! Todavía vive en mí el hombre viejo no está del todo crucificado, no ha muerto definitivamente, todavía tiene fuertes deseos contrarios al espíritu, todavía pelea internamente y no soporta que esté en paz el gobierno del alma.
4. Pero Tú, que puedes dominar el mar y calmar el movimiento de sus olas, dispersa a la gente que quiere la guerra, doblégala con tu poder, manifiesta tus maravillas para que tu Mano sea glorificada porque no hay otra esperanza ni refugio para mí sino en Ti, Señor Dios mío.
Capítulo XXXV
En la vida no hay seguridad de que falten tentaciones.
Jesucristo:
1. Hijo, nunca te sientas seguro en esta vida porque mientras vivas necesitas siempre armas espirituales. Estás entre enemigos y te atacan a derecha e izquierda. Si no utilizas por todas partes el escudo de la paciencia y no fijas tu corazón en Mí con la voluntad dispuesta a padecer todo por Mí no podrás soportar este fuego ni obtener el premio de los Santos. Te conviene pues, atravesar todo valientemente y luchar con energía contra lo que se te oponga. Porque al vencedor se le dará el maná (Ap 2,17) y al flojo le quedará mucha miseria.
2. Si buscas descanso en esta vida, ¿cómo llegarás entonces al descanso eterno?. No te prepares a mucha tranquilidad sino a gran paciencia. Busca la auténtica paz en el Cielo, no en la Tierra, no en los seres humanos ni en las demás criaturas sino en Dios sólo. Por amor a Dios debes sobrellevar todo de buena gana, las pesadumbres y los dolores, las tentaciones, ofensas, ansiedades, necesidades, enfermedades, injurias, murmuraciones, reprensiones, humillaciones, equívocos, correcciones y menosprecios. Estas cosas ayudan a la virtud, prueban al soldado de Cristo y confeccionan la corona del Cielo. Yo otorgaré favores eternos por un pequeño trabajo y gloria infinita por un desconcierto pasajero.
3. ¿Piensas acaso que siempre tendrás consolaciones espirituales según tu voluntad?. Mis santos no las tuvieron siempre sino más bien muchas pesadumbres, variadas tentaciones y gran desolación. Pero las soportaron todas con paciencia y confiaron más en Dios que en sí mismos conocedores de que no son proporcionales los padecimientos presentes a la futura gloria prometida. ¿Pretendes tú tener al instante lo que muchos después de muchas lágrimas y grandes esfuerzos apenas consiguieron?. Espera en el Señor, trabaja vigorosamente y serás reconfortado; no desconfíes, no huyas sino ofrécete constantemente en cuerpo y alma por la gloria de Dios. Yo te recompensaré completamente; Yo estaré contigo en cualquier dificultad (Sal 91,15).
Capítulo XXXVI
Los juicios sin valor de las personas.
Jesucristo:
1. Hijo, arroja fuertemente tu corazón en el Señor y no temas los juicios humanos cuando la conciencia te declare bueno y sin falta. Es aceptable y bendito padecer estas cosas y no es intolerable al corazón humilde que confía más en Dios que en sí mismo. Muchos hablan demasiado y por eso se les debe creer poco; porque satisfacer a todo el mundo no es posible. Aunque San Pablo se esforzó por satisfacer a todos en el Señor, y se hizo todo para todos, sin embargo no dio la menor importancia al ser juzgado por ellos. Hizo cuanto estaba de su parte y podía por la edificación y la salvación ajena, pero no pudo librarse de ser juzgado o despreciado algunas veces. Por eso todo lo encomendó a Dios, que lo conoce todo y se defendió con paciencia y humildad de los que hablaban mal de él y le dirigían pensamientos infundados y mentirosos de la manera que querían. No obstante, respondió algunas veces para evitar que los débiles se escandalizaran de su silencio.
2. ¿Por qué les temes a seres mortales?. Hoy están, y mañana no aparecen. Teme a Dios y no te espantarás de los hombres. ¿Qué te pueden hacer con palabras e insultos?. A ellos les hace más daño que a ti porque, sean quienes sean, no podrán escaparse del juicio de Dios. Tú, ten a Dios presente y no combatas contra las palabras quejosas. Si ahora parece que sucumbes y padeces la humillación que no merecías no te indignes por eso no sea que por tu impaciencia disminuyas tu premio; mírame bien a Mí en el Cielo porque tengo poder para liberarte de toda confusión y ofensa y dar a cada uno según sus obras (Rm 2,3).
Capítulo XXXVII
Pura e íntegra entrega para obtener la libertad de corazón.
Jesucristo:
1. Hijo, déjate a ti y me encontrarás a Mí. Vive sin escoger y apropiarte de las cosas y ganarás siempre. Porque se te adjudicará gracia más amplia en cuanto te entregues y no te retraigas.
Discípulo:
2. Señor, ¿cuantas veces me entregaré?; ¿en qué deberé abandonarme?.
Jesucristo:
3. Siempre y a toda hora. Igual en lo poco que en lo mucho. Sin exceptuar nada, porque en todo te quiero encontrar libre. De otro modo ¿cómo podrás ser todo mío y Yo tuyo si no se te quita la propia voluntad, interna y externamente?. Cuanto antes hagas esto, tanto mejor te irá, y cuanto más completa y sinceramente, tanto más me agradarás y más ampliamente ganarás. Hay quien se entrega pero con alguna excepción: no confía pues plenamente en Dios y trabaja en proveerse a sí mismo. Hay quien primero se ofrece totalmente pero después, presionado por la tentación, regresa a sus propios intereses y progresa poquísimo en la virtud. Estos nunca arribarán a la verdadera libertad del corazón puro ni a la feliz compañía de mi gracia si no vuelven a la total entrega y cotidiana inmolación que prometieron primero sin lo cual no pueden gozar ni gozarán de la unión conmigo.
4. Muchísimas veces te dije, y ahora te repito: Entrégate, abandónate y gozarás de gran paz interior. Dalo todo por el Todo: nada busques, nada exijas, estabilízate simplemente y sin dudar en Mí y me tendrás. Serás libre de corazón y la oscuridad no te ofuscará. A esto dirige tus esfuerzos, por esto reza, esto desea: poder verte libre de toda propiedad y desnudo seguir a Jesús desnudo, morir a ti mismo para vivir eternamente para Mí. Entonces se desvanecerán todas las vacías imaginaciones, las perturbaciones inicuas y los cuidados superfluos. Entonces también desaparecerá el temor exagerado y morirá el amor desordenado.
Capítulo XXXVIII
Organizar bien la propia vida y recurrir a Dios en los peligros.
Jesucristo:
1. Hijo, en cualquier parte y en toda actividad u ocupación externa, debes procurar con ahínco ser libre interiormente y dueño de ti mismo y que todas las cosas estén sometidas a ti, y no tú bajo ellas; para que seas señor y director de todas ellas, no esclavo ni vendido sino más bien como los liberados y verdaderos hebreos que pasan a la condición de hijos de Dios; que están por encima de las realidades presentes y esperan las futuras; que miran despectivamente las cosas transitorias y con interés las del cielo, que no se dejan dominar por las presentes sino que más bien ellos las atraen para utilizarlas con provecho porque están orientadas a Dios e instituidas por el supremo Artífice que no dejó nada sin objetivo en la creación.
2. Si estás firme en todo acontecimiento y no juzgas de él según la apariencia externa ni consideras sin fe lo que ves u oyes sino que en cualquier situación entras, como Moisés, en el tabernáculo, para consultar al Señor, oirás a veces la divina respuesta y regresarás instruido sobre muchas cosas presentes y futuras. Siempre pues recurrió Moisés al tabernáculo en dudas y problemas y acudió al auxilio de la oración para sustraerse de los peligros y las maldades de las personas. Así, tú debes penetrar en lo más secreto de tu corazón implorando intensamente la ayuda de Dios. Por eso se lee que Josué y los hijos de Israel fueron engañados por los gabaonitas porque no consultaron primero con Dios sino que, demasiado crédulos de palabras suaves fueron embaucados por falsa piedad.
Capítulo XXXIX
Evitar la impertinencia en los propios asuntos.
Jesucristo:
1. Hijo, encomiéndame siempre tus asuntos: Yo los arreglaré bien y oportunamente. Espera lo que yo disponga y sentirás que es para tu provecho.
Discípulo:
2. Señor, con mucho gusto te encomiendo todo lo mío porque de poco sirve mi cuidado. ¡Ojalá que no me preocupen demasiado los futuros sucesos, sino que me ofrezca sin demora a tu voluntad!.
Jesucristo:
3. Hijo, muchas veces el hombre busca con vehemencia lo que desea, pero cuando lo consigue, comienza a pensar distinto, porque las aficiones a las mismas cosas no son duraderas sino que nos llevan de una a otra.
4. El verdadero provecho de la persona consiste en el renunciamiento de sí mismo y quien es abnegado tiene gran libertad y seguridad. Pero el antiguo enemigo y adversario de todos los buenos no cesa de tentar sino que de día y de noche trama graves insidias para hacer caer en el lazo a los incautos, si pudiese. Estén despiertos y oren, dice el Señor, para que no caigan en la tentación (Mt 26,41).
Capítulo XL
Nada bueno tiene el ser humano de lo que pueda enaltecerse.
Discípulo:
1. Señor ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites? (Sal 8,5). ¿Qué ha merecido el hombre para que le des tu gracia?. Señor ¿de qué me puedo quejar si me dejas?, o ¿qué puedo exigir con justicia, si no haces lo que pido?. De hecho, sólo puedo pensar y decir de verdad lo siguiente: Señor, nada soy, nada tengo, nada bueno hago, sino que fallo en todo y siempre tiendo a la nada. Y, si no soy ayudado e interiormente orientado por Ti, me convierto totalmente en tibio y descuidado.
2. Tú, Señor, en cambio, eres siempre el mismo y eternamente permaneces siempre bueno, justo y santo; bien, justa y santamente realizas todo y lo dispones con sabiduría. Pero yo, que soy más proclive a lo defectuoso que a lo perfecto no puedo permanecer siempre estable y cambio siete veces cada día. Pero después me va mejor, cuando a Ti te parece y me ofreces tu mano para ayudarme porque Tú solo, sin solicitud humana, puedes auxiliarme y reforzarme para que no vaya mi atención a uno y otro lado si no que a Ti solo se convierta mi corazón y descanse.
3. Por lo cual, si yo supiera desechar bien toda satisfacción humana ya sea por la expectativa de la devoción o por la necesidad que me impulsa a buscarte porque no hay ser humano que me consuele entonces, con razón, podría esperar tu gracia y alegrarme por el don de tu nueva visita.
4. Gracias a Ti, de quien todo viene cada vez que algo bueno me sucede. Yo soy vacío y nada ante Ti, soy persona inconstante y débil. ¿De qué puedo alabarme o por qué deseo ser reconocido?. ¿Acaso por nada?. Esto es de los más inútil. Verdaderamente, el prestigio infundado es una mala peste, vanidad máxima que nos aparta de la verdadera gloria y nos despoja de la gracia celestial. Cuando alguno se agrada a sí mismo, desagrada a Dios; cuando aspira a las alabanzas humanas, se priva de la verdadera virtud.
5. La verdadera gloria y alegría santa consiste en gloriarse en Ti y no en sí mismo gozarse en Tu Nombre, no en la propia virtud y no deleitarse en lo creado si no es por Ti. Alabanza a tu Nombre, no al mío; engrandecidas tus obras, no las mías; bendición a tu santo Nombre y que no se me atribuyan las alabanzas humanas. Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón en Ti me gloriaré y me alegraré todos los días porque de mi parte no hay de qué, sino de mis debilidades (2Co 12,5). Busquen los hombres el reconocimiento que se dan mutuamente. Yo buscaré solamente el reconocimiento que viene de Dios. Todo prestigio humano, todo honor pasajero, toda exaltación mundana, comparada con tu eterna gloria es vanidad y necedad. ¡Verdad mía y misericordia mía, Dios mío, Santa Trinidad, sólo a Ti la alabanza, el honor, el poder y la gloria por los infinitos siglos de los siglos!.
Capítulo XLI
Menospreciar los honores.
Jesucristo:
1. Hijo, no te deprimas si ves rendir homenaje y promover a otros mientras a ti te desprecian y humillan. Eleva tu corazón hacia Mí en el Cielo y no te entristezca el desprecio de los hombres de la Tierra.
Discípulo:
Señor, estamos ciegos y pronto nos dejamos seducir por la vanidad. Si me miro con sinceridad nunca he recibido una ofensa de alguna criatura por la que pueda en justicia quejarme de Ti. Pero ya que he pecado contra Ti tan frecuente y gravemente es razonable que se armen contra mí todas las criaturas. Por tanto, merezco justamente vergüenza y desprecio y Tú, en cambio, alabanza, honor y gloria. Y si no me preparo a recibir con gusto desprecio y postergaciones por parte de los demás y a que no me consideren no podré pacificarme y estabilizarme internamente ni recibir la luz espiritual ni unirme plenamente contigo.
Capítulo XLII
La paz no debe sustentarse en las personas.
Jesucristo:
1. Hijo, si pones tu paz en otra persona según tu parecer y conveniencia serás inestable y dependiente. Pero si recurres a la Verdad siempre viva y abundante no te entristecerás por el amigo que te abandona o desaparece. En Mí debes amar a quien te parezca bueno y muy estimado en esta vida. Debes estar como muerto a los afectos exclusivistas de los seres más queridos y en cuanto de ti depende, vivir libre de todo. Se acerca uno más a Dios en la medida en que se retira lejos de las satisfacciones presentes. Se eleva uno más alto hacia Dios mientras más profundamente desciende dentro de sí y más limitado se considera.
2. Quien se atribuye a sí mismo algo bueno impide la venida de la gracia de Dios porque la gracia del Espíritu Santo siempre busca el corazón humilde. Si supieras reconocer perfectamente tu profunda ineptitud y vaciarte de todo amor egoísta entonces yo te llenaría con abundantes gracias. Cuando Tú miras a lo creado desaparece de tu vista el Creador. Aprende a vencer en todo por el Creador para que seas capaz de alcanzar el conocimiento divino. Así sea muy pequeño lo que amas y consideras, inconvenientemente te retrasa de lo Supremo y te daña.
Capítulo XLIII
Limitación de la ciencia humana.
Jesucristo:
1. Hijo, no te dejes influenciar por las bellas y sutiles frases de las personas. El Reino de Dios no consiste en palabras sino en virtudes (1Co 4,20). Atiende más bien a mis palabras que encienden los corazones e iluminan las mentes, conducen al arrepentimiento que lleva a la conversión y proporcionan muchas consolaciones. Nunca leas cosas para aparentar erudición o sabiduría. Estudia cómo mortificar los vicios porque esto te será de mayor provecho que el conocimiento de muchas cuestiones difíciles.
2. Cuando hayas terminado de leer y conocer muchas cosas conviene siempre que regreses al principio: Soy Yo quien enseñó la verdadera ciencia a los hombres y doy más clara inteligencia a los pequeños que cualquier persona pueda enseñar. A quien Yo le hablo, pronto será sabio y aprovechará mucho espiritualmente. ¡Mal para los que inquieren muchas curiosidades y se ocupan poco del camino de servirme a Mí!. Llegará el tiempo cuando aparecerá Cristo, Maestro de todos los maestros, y Señor de los ángeles, a oír las lecciones de todos, es decir, a tomar examen a las conciencias, entonces, escudriñará a Jerusalén con linternas, se descubrirán los secretos de las tinieblas y callarán los argumentos verbales.
3. Yo soy quien elevo en un instante la mente humilde para que capte más razones de la verdad eterna que si hubiera estudiado diez años en centros docentes. Yo enseño sin estrépito de palabras, sin divergencia de opiniones, sin lucimientos personales, sin confrontación de argumentos. Yo soy quien enseño a despreciar lo contingente, a buscar lo eterno, a saborear lo eterno, a huir de los honores, a soportar los tropiezos, a poner toda la confianza en Mí, a nada desear fuera de Mí, y amarme ardorosamente sobre todo.
4. Y así, amándome uno íntimamente, aprendió cosas divinas y narraba maravillas. Se aprovecha más dejando todas las cosas que estudiando sutilezas. Pero a algunos les hablo de cosas comunes, a otros especiales; a algunos aparezco dulcemente en señales e imágenes, a otros les revelo los misterios en medio de gran luz. Una cosa dicen los libres, pero no enseñan a todos por igual porque interiormente, yo soy el Maestro de la verdad, Escudriñador del corazón, Conocedor de los pensamientos, Promotor de las acciones, distribuyendo a cada uno según juzgo conveniente.
Capítulo XLIV
No dejarse influenciar por las cosas exteriores.
Jesucristo:
1. Hijo, te conviene ser ignorante en muchas cosas y considerarte como muerto en la Tierra, para quien todo el mundo está crucificado. Te conviene también hacerte el sordo en muchas cosas y pensar más lo que conviene para tu paz. Es más útil apartar la vista de lo que te desagrada y dejar a cada uno con su parecer que ocuparse en discutir. Si estás bien con Dios y miras su juicio fácilmente te darás por vencido.
Discípulo:
2. ¡Señor, a qué hemos llegado!. Nos lamentamos por los perjuicios temporales, por una pequeña ganancia trabajamos y corremos, pero transcurre olvidado el daño espiritual y apenas rara vez vuelve a la memoria. Se presta atención a lo que poco o nada aprovecha y se posterga con negligencia lo que es sumamente necesario, porque todo el hombre se derrama al exterior y si no recapacita pronto, con gusto se arroja fuera de sí.
Capítulo XLV
No debe creerse a todos pues con facilidad se falla en las palabras.
Discípulo:
1. ¡Ayúdame, Señor, en la dificultad porque es nula la ayuda de los hombres!. ¡Con qué frecuencia no encontré fidelidad donde supuse que había!. Porque es inconsistente la esperanza en los hombres ya que la salvación de los santos está sólo en Ti Dios mío. Te bendigo, Señor Dios mío en todo lo que nos acontece. Somos débiles e inestables pronto nos engañamos y cambiamos.
2. ¿Quién hay que con cautela y circunspección pueda cuidarse en todo sin llegar a caer alguna vez en algún engaño o desconcierto?. Pero quien confía en Ti, Señor, y te busca con sinceridad de corazón no caerá tan fácilmente. Y si cayera en alguna tribulación de cualquier modo que estuviera implicado en ella, pronto sería liberado o consolado por Ti, porque Tú no abandonas a quienes confían en Ti hasta el fin. Raro es el amigo fiel que persevera en todas las dificultades del amigo. Tú solo Señor, Tú solo eres fidelísimo en todo y fuera de Ti no hay nadie igual.
3. ¡Qué bien lo sabía el santo que dijo: Mi alma está asegurada y cimentada en Cristo!. Si yo fuera así, no me angustiaría tanto el temor natural ni me chocarían las palabras ofensivas. ¿Quién puede preverlo todo?. ¿Quién es capaz de precaver los males posibles?. Si lo que hemos previsto nos daña muchas veces, ¿qué hará lo imprevisto sino dañarnos seriamente?. Pero ¿por qué no me preparé mejor?. ¿Por qué les creí a otros tan fácilmente?. En fin, somos humanos, igual de débiles que los demás aunque muchos nos digan y consideren como ángeles. ¿A quién creeré, Señor?. ¿A quién, sino a Ti?. Eres la Verdad que no engaña ni puede engañar. Al contrario, todo hombre es mentiroso, débil, inestable y se cae, sobre todo cuando habla, de modo que no se debe aceptar de inmediato lo que parece a primera vista. ¡Qué acertadamente nos recomendaste cuidarnos de las personas porque los enemigos del hombre son sus propios allegados, ni debe creerse si alguien dice: Cristo está aquí, o está allí!. He aprendido con mi propio daño, y ojalá que me sirva para mayor cautela y no descuido. Ten cuidado, me dice alguien, ten cuidado mantén en secreto lo que te digo. Y mientras yo me callo, y creo que está oculto él no pudo guardar el secreto sino que de inmediato me descubrió a mí y a él, y se fue. Protégeme Señor de estas falsedades y de la indiscreción de las personas para que no caiga en sus manos ni cometa semejantes desatinos. Palabras verdaderas y firmes pon en mis labios y desvía lejos de mí las lenguas maliciosas.
4. ¡Qué bueno y pacífico es no hablar de los demás ni creerlo todo fácilmente, ni hablar después irreflexivamente, revelar pocas cosas de sí mismo, buscarte siempre a Ti que miras el corazón, no dejarse llevar por cualquier viento de palabras, para que todas las cosas, internas y externas, se realicen plenamente según tu voluntad!. ¡Qué seguro para conservar la gracia divina es huir de las apariencias y no desear lo que externamente causa admiración sino seguir con el mayor cuidado lo que promueve y favorece la corrección de la vida!. ¡A cuántos ha hecho daño la virtud descubierta y alabada antes de tiempo!. ¡Qué provechoso fue siempre mantener en secreto la gracia durante esta vida llena de tentaciones y lucha!.
Capítulo XLVI
Confiemos en Dios cuando nos ofendan de palabra.
Jesucristo:
1. Hijo, manténte firme y confía en Mí. ¿Qué son las palabras sino palabras?. Vuelan por el aire pero no rajan una piedra. Si eres culpable piensa que con gusto quieres corregirte. Si nada malo hay en ti piensa que con gusto quieres soportarlo por Dios. Es poca cosa que soportes alguna vez palabras ofensivas ya que todavía no tienes capacidad para soportar grandes golpes. ¿Por qué será que tan pequeños asuntos te lleguen al corazón, sino porque todavía no te has superado y prestas a las personas más atención de la que conviene?. Porque temes que te desprecien no quieres que te reprendan por tus errores y buscas la sombra de las excusas.
2. Pero mírate mejor y reconocerás que todavía vive en ti la mentalidad mundana y el deseo inconsistente de quedar bien con los demás. Porque al huir de ser abatido y menospreciado por tus defectos se manifiesta que ni eres verdaderamente humilde ni está en realidad muerto el mundo y crucificado para ti. Pero atiende a mis palabras y no te preocuparán diez mil palabras humanas. Mira: si dijeran contra ti todo lo que muy maliciosamente pudieran inventar ¿qué daño te causaría si lo dejas pasar y no lo consideras más que una brizna?. ¿Acaso te puede arrancar un solo cabello?.
3. El que no está dentro de su corazón ni me tiene a Mí ante sus ojos fácilmente se conmueve por las palabras hirientes. En cambio el que confía en mí y no sigue su propio parecer vivirá sin temores. Yo, pues, soy juez y el conocedor de todos los secretos. Yo sé bien como son las cosas. Yo conozco al que ofende y también al que soporta. De mí salen esas palabras, yo permito que esto suceda para que se revelen los pensamientos de muchos corazones. Yo juzgo al culpable y al inocente pero quise probar antes a ambos con oculto juicio.
4. Los testimonios humanos con frecuencia son falsos, mi juicio es veraz, consistente e invariable; muchas veces está escondido y no es evidente a todos, pero nunca yerra ni puede errar aunque a los ojos de los necios no parezca correcto. A Mí, pues, hay que recurrir en todo juicio y no confiar en el propio criterio. Porque el santo no sufrirá turbación por lo que le ocurra de parte de Dios. Y no se preocupará mayormente incluso cuando se diga algo injusto contra él. Ni tampoco se engreirá si es defendido por otros con razón. Porque reconoce que yo soy el examinador de lo más íntimo, que no juzgo según la cara o la apariencia humana. Muchas veces es culpable ante mis ojos el que según el juicio humano se considera ejemplar.
Discípulo:
5. Señor, Dios mío, Juez justo enérgico y paciente que has conocido la fragilidad y la perversidad humana, sé Tú mi fortaleza y toda mi confianza porque no me basta mi sola conciencia. Tú sabías lo que yo ignoraba y por eso debo aceptar toda represión y conformarme. Perdóname también piadosamente todas las veces que no lo hice así y otórgame mayor gracia de resistencia para otra vez. Mejor es pues para mí tu abundante misericordia para obtener el perdón que mi pretendida justicia para defender lo que tengo oculto en la conciencia. Porque aunque ella de nada me acuse no por eso me puedo considerar santo porque sin tu misericordia no será justificado en tu presencia ningún ser vivo.
Capítulo XLVII
Debe soportarse todo pesar por la vida eterna.
Jesucristo:
1. Hijo, no te vayan a quebrantar los trabajos que asumiste por Mí, ni te derriben del todo las dificultades sino que en toda ocasión te robustezcan y consuelen mis promesas. Yo soy suficiente para recompensarte más allá de toda forma y medida. No trabajarás aquí mucho tiempo ni siempre estarás sujeto a los dolores. Espera un poquito y verás que pronto se acaban los males. Llegará el momento cuando cesará todo trabajo e inquietud. Poco y breve es todo lo que pasa con el tiempo.
2. Haz lo que debas hacer, labora con fidelidad en mi viña. Yo seré tu premio. Escribe, lee, canta, sufre, cállate, reza, soporta valerosamente las adversidades; la vida eterna es digna de esta y mayores peleas. Llegará la paz un día que el Señor lo sabe, un día sin noche, no como los demás días, sino con luz permanente, claridad sin límite, paz firme y descanso seguro. No dirás entonces: ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? (Rm 7,24), ni exclamarás: ¡Pobre de mí, porque mi destierro se prolonga! (Sal 120,5) porque la muerte quedará destruida, la salud será completa, nula la ansiedad, santa la alegría y la sociedad dulce y hermosa.
3. Si vieses las coronas de los santos en el cielo, y cómo gozan ahora los que antes fueron despreciados en este mundo y se pensaba que eran indignos de vivir, de inmediato te humillarías hasta el suelo y preferirías estar sometido a todos antes que mandar a uno solo; no desearías los días felices de esta vida sino más bien te alegrarías de sufrir por Dios y considerarías la mayor ganancia ser tenido en nada por los hombres.
4. Si apreciaras estas cosas y las hicieras penetrar en lo profundo de tu corazón, ¿cómo te atreverías a quejarte ni siquiera una sola vez?. ¿Acaso no debe soportarse hasta lo más difícil por la vida eterna?. No es de poca importancia lo que pueda ganar o perder el Reino de Dios. Levanta tu mirada hacia el Cielo; mírame a Mí y a todos los santos que están conmigo quienes en éste mundo tuvieron grandes combates. Ahora gozan, ahora están satisfechos, ahora están seguros, ahora descansan y permanecen conmigo en el Reino de mi Padre para siempre.
Capítulo XLVIII
La eternidad y las dificultades de la vida.
Discípulo:
1. ¡Feliz residencia en la Ciudad del Cielo!. ¡Día luminoso de la eternidad que la noche no oscurece sino que siempre brilla con la suprema Verdad; día siempre alegre, siempre seguro que jamás cambia!. ¡Ojalá amaneciera pronto ese día y empezara el fin de estos tiempos!. Alumbra a los santos con su espléndida claridad permanente, pero sólo a lo lejos y como señal a los que peregrinan en la Tierra.
2. Saben bien los habitantes del Cielo qué feliz es ese día; sufren los desterrados hijos de Eva al constatar la amargura y tedio del presente. Los días de este tiempo son pocos y malos llenos de dolores y angustias, en los que el hombre se mancha con muchos pecados, se enreda en muchas pasiones se angustia por muchos temores, se llena de preocupaciones, se distrae con muchas curiosidades, se implica en muchas frivolidades, se envuelve mucho en desaciertos, se desgasta en muchos trabajos, está acosado por las tentaciones, debilitado por los placeres y atormentado por la indigencia.
3. ¿Cuándo se acabarán todos estos males?. ¿Cuándo me libraré de la miserable esclavitud de los vicios?. ¿Cuándo me acordaré, Señor, sólo de Ti?. ¿Cuándo me alegraré íntegramente en Ti?. ¿Cuándo estaré sin ningún impedimento, en verdadera libertad, sin la menor molestia de alma y cuerpo?. ¿Cuándo habrá paz estable, paz imperturbable y segura paz por dentro y por fuera, paz del todo firme?. Buen Jesús: ¿Cuándo estaré listo para verte?. ¿Cuándo contemplaré el esplendor de tu Reino?. ¿Cuándo serás para mí Todo en todas las cosas?. ¿Cuándo estaré contigo en tu Reino que desde toda la eternidad preparaste para tus elegidos?. Me he quedado acá, pobre y abandonado, en tierra hostil, donde hay pena cotidiana y máximos infortunios.
4. Consuela mi exilio, mitiga mi dolor, porque a Ti te anhela todo mi deseo. Porque es un peso para mí todo lo que este mundo ofrece para la satisfacción. Deseo gozar íntimamente de Ti pero no logro conseguirlo. Quiero adherirme a las cosas celestiales pero me abaten las cosas pasajeras y las pasiones descontroladas. Procuro elevarme con la mente sobre las cosas creadas pero la naturaleza me obliga a estar debajo de ellas. Así yo, hombre infeliz, peleo conmigo mismo y me hago pesado a mí mismo porque el espíritu busca lo de arriba y la naturaleza lo de abajo. ¡Cuánto sufro internamente, cuando mi mente medita las cosas del cielo y se me presenta de improviso una turba de pensamientos lujuriosos!.
5. ¡Dios mío no te apartes de mí ni te desvíes con ira de tu servidor!. Haz fulgurar tu caridad y desvanece las tinieblas, envía tus dardos para que se confundan todas las asechanzas de los enemigos. Recoge todas mis facultades en Ti, hazme olvidar todo lo mundano, concédeme desechar y despreciar hasta la apariencia de los vicios. Ayúdame, Verdad eterna y que ninguna vanidad me conmueva. Ven, Suavidad celestial y que huya en tu presencia toda impureza. Perdóname también y considérame misericordiosamente cada vez que pienso en la oración algo fuera de Ti, ya que confieso sinceramente que acostumbro a estar muy distraído. Porque con frecuencia no estoy donde me encuentro físicamente, sino más bien estoy donde me llevan mis pensamientos. Allí estoy, donde está mi pensamiento, allí está más frecuentemente mi pensamiento donde está lo que amo. Pronto me sobreviene lo que naturalmente deleita o agrada por costumbre.
6. Por eso Tú, que eres la Verdad, dijiste claramente: Donde está tu tesoro allí está tu corazón (Mt 6,21). Si amo al Cielo, con gusto pienso en lo de arriba. Si amo al mundo, me alegro de sus éxitos y me entristezco de sus adversidades. Si amo la lujuria con frecuencia tengo pensamientos lujuriosos, porque de todo lo que amo, hablo y escucho con gusto, llevo conmigo a mi casa su imagen. Pero feliz la persona que por Ti Señor, permite a las criaturas apartarse de ella, que domina su naturaleza, crucifica sus bajas tendencias con el fervor del espíritu para ofrecerte una oración pura con la conciencia serena y ser digna de integrar el coro de los ángeles, excluidas interna y externamente todas las cosas creadas.
Capítulo XLIX
El deseo de la vida eterna y los bienes prometidos a los esforzados.
Jesucristo:
1. Hijo, cuando sientes que te viene algún deseo de la eterna felicidad, y anhelas salir de la habitación de tu cuerpo para poder contemplar mi claridad sin sombra de cambio, abre tu corazón y recibe con todo amor esta santa inspiración. Agradece ampliamente a la Suprema Bondad que se ha dignado actuar así contigo, visitarte con clemencia, estimularte con calor, levantarte vigorosamente para que no caigas a tierra por tu propio peso. Porque no recibes esto porque se te ocurre o por tu propio esfuerzo sino únicamente por la voluntad de la Gracia superior y el agrado divino, para que progreses en las virtudes y en mayor humildad te prepares a los futuros combates, te unas a Mí de todo corazón por el afecto y con ardorosa voluntad te dediques a servirme.
2. Hijo, muchas veces arde el fuego pero no sube la llama sin humo. Así, los deseos de algunos se encienden por las cosas del Cielo y sin embargo no están del todo libres de la tentación del afecto humano. Y por eso no actúan exclusivamente por el honor de Dios, aunque lo piden tan insistentemente. Así suele ser con frecuencia tu deseo que quizás insinuaste tan importunamente. No es, pues, puro y perfecto lo que está penetrado por la propia conveniencia.
3. Pide, no lo que es para ti agradable y conveniente sino lo que es para Mí aceptable y honorífico porque si juzgas rectamente debes preferir mi voluntad a tu deseo y todo lo deseado. Conozco tus deseos y escucho tus frecuentes quejidos. Ya quieres estar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Ya te deleita la Casa eterna y la Patria del cielo plena de alegría pero todavía no ha llegado la oportunidad; aún falta otro tiempo, tiempo de pena, tiempo de trabajo y de prueba. Deseas alcanzar el máximo Bien pero por ahora no puedes conseguirlo. Yo soy, dice el Señor; espérame hasta que venga el Reino de Dios.
4. Todavía debes ser puesto a prueba en la Tierra y ejercitado en muchas cosas. De vez en cuando se te otorgará el consuelo pero no se te dará la total satisfacción. Anímate, pues, y esfuérzate tanto en hacer como en sufrir lo que contradice a tu naturaleza. Conviene que te vistas del hombre nuevo y te conviertas en otra persona. Te conviene hacer frecuentemente lo que no quieres y lo que quieres, conviene abandonar. Lo que a otros gusta, progresará; lo que a ti te gusta, no se realizará. Lo que otros dicen, se escuchará; lo que tú dices no valdrá nada. Otros pedirán y recibirán; tú pedirás y no conseguirás. Se hablará maravillas de los demás, de ti, en cambio, se callará. A otros se les encargará una u otra cosa, pero tú serás considerado como inútil. Por todo esto, a veces la naturaleza se deprime y será gran cosa si lo soportas en silencio.
5. En estas situaciones y otras similares se pone a prueba al servidor de Dios para verificar de qué manera sabe negarse y renunciar a todo. Apenas existe algo en lo que tanto necesites morir, como ver y soportar lo que contradice a tu voluntad, principalmente cuando se te manda lo que parece ser inconveniente o menos útil. Y porque tú, siendo inferior, no te atreves a oponerte a la voluntad de tu superior, por eso te parece duro andar pendiente de otro y desechar tu propio parecer.
6. Pero piensa, hijo, en el resultado de tus esfuerzos, su fin inminente y premio grandísimo y no tendrás más pesadumbre sino mucho consuelo por tu paciencia. Porque por un poco de voluntad propia que ahora dejas con gusto, poseerás siempre tu voluntad en el Cielo. Allí, pues, encontrarás todo lo que quieras, todo lo que pudieras desear. Allí tendrás en tu poder todo el bien, sin temor de perderlo. Allí tu voluntad, unida conmigo para siempre, nada deseará que sea extraño o propio. Allí nadie te contrariará, nadie se quejará de ti, nadie te molestará, nada te estorbará sino que gozarás a la vez de todas las cosas que desees y todas tus necesidades quedarán satisfechas. Allí te otorgaré honores por los atropellos sufridos, indumentaria excelente por la aflicción, y por el último lugar, asiento de rey para siempre. Allí se verá el fruto de la obediencia, aparecerá muy alegre el esfuerzo del arrepentimiento y se coronará brillantemente la humilde sumisión.
7. Por eso, pues, inclínate humildemente ante toda autoridad legítima y no te preocupes de quien lo dijo o lo mandó; y sea viejo, o joven, o igual el que algo te exige o te insinúa, procura con el mayor cuidado recibirlo todo bien y esforzarte por cumplirlo con sincera voluntad. Cada uno que busque lo que quiera, que se ufane de esto o de lo otro y se engría millones de veces; tú, en cambio, ni en una cosa ni en la otra sino alégrate en el reconocimiento de tus limitaciones y en mi exclusiva voluntad y honor. Debes desear que tanto en la vida como en la muerte Dios sea siempre glorificado en ti.
Capítulo L
La persona desconsolada debe ponerse en las manos de Dios.
Discípulo:
1. Señor Dios, Padre Santo, bendito seas ahora y siempre, porque como quieres se hace y todo lo que haces es bueno. Se alegra en Ti tu servidor no en sí mismo ni en algún otro porque sólo Tú eres alegría verdadera, Tú eres mi esperanza y mi premio, Tú Señor eres mi gozo y mi honor. ¿Qué tiene tu servidor que no lo haya recibido de Ti incluso sin mérito suyo?. Tuyo es todo lo que das y lo que haces, soy pobre y lleno de fatigas desde mi juventud (Sal 88,16) me entristezco algunas veces hasta llorar, y otras veces me altero por las pasiones que me acosan.
2. Deseo disfrutar de paz, imploro la paz de tus hijos que son pacificados por Ti con la luz del consuelo. Si me das paz, si derramas en mí el santo gozo, está tu servidor lleno de armonía y dispuesto para alabarte. Pero si te retiras, como sucede con frecuencia, no podré reconocer el camino de tus mandamientos. Sino más bien caeré de rodillas golpeándome el pecho, porque no me va como anteriormente cuando brillaba tu resplandor sobre mi cabeza y bajo la sombra de tus alas me protegías de las tentaciones impetuosas.
3. Padre justo y siempre alabado llega el momento de la prueba para tu servidor. Padre querido es necesario que en esta hora padezca algo tu servidor por Ti. Padre perpetuamente venerado llega la hora que habías previsto desde la eternidad en la que tu servidor estará abatido por fuera corto tiempo, para que viva siempre interiormente contigo; ofendido un poco, humillado y menospreciado por los demás, consumido por pasiones y enfermedades para que vuelva a resurgir contigo en la luz de un nuevo amanecer y sea glorificado en el cielo. Padre Santo, así lo mandaste Tú, así lo quisiste y todo se ha realizado tal como lo decidiste.
4. Este es el favor para tu amigo: padecer y angustiarse en el mundo por tu amor, por cualquiera y cuantas veces lo permitas. Sin tu parecer y providencia, y sin causa, nada sucede en la Tierra. Es bueno para mí, Señor, que me hayas humillado para que acepte tus mandamientos (Sal 119,17) y destierre de mi corazón toda sobrevaloración y presunción. Es útil para mí, que la vergüenza cubra mi rostro para que requiera tu consuelo, y no el de los hombres. Aprendí también de esto, a temer tu inescrutable juicio con el que afliges tanto al santo como al impío pero siempre con equidad y justicia.
5. Te doy gracias porque no me evitaste los males sino que me golpeaste con amargos latigazos, me infligiste dolores y me enviaste angustias interiores y exteriores. No hay quien me consuele entre todos los que están bajo el cielo sino Tú, Señor y Dios mío, celestial médico de las almas que hieres y sanas dejas morir y resucitas, Tu rigor me protege y tu mismo látigo me enseña.
6. Mira, Padre querido que estoy en tus manos y me inclino ante tu corrección golpea mi espalda y mi cuello para que se someta a tu voluntad mi tortuosidad. Conviérteme en piadoso y humilde discípulo como acostumbras hacerlo para que camine siempre pendiente de tu voluntad. Me encomiendo a tu corrección junto con todas mis cosas. Porque mejor es que me corrijas ahora que después. Tú conoces todas y cada una de las cosas y nada en la conciencia humana está oculto para Ti. Antes que suceda, sabes lo que va a pasar y no hay necesidad que alguno te enseñe o avise de lo que se hace en la Tierra. Tú sabes lo que conviene para mi provecho y qué útil resulta el sufrimiento para limpiar la herrumbre de los vicios. Haz conmigo tu deseo y tu gusto y no deseches mi vida defectuosa para nadie mejor ni más claramente conocida que para Ti.
7. Concédeme, Señor, saber lo que debe saberse, amar lo que debe amarse, alabar lo que es agradable para Ti y estimar lo que te parece valioso y aborrecer lo que ofende tu mirada. No permitas que juzgue conforme con las apariencias ni que sentencie según escuche de los hombres ignorantes sino dame tu gracia para que pueda discernir con verdadero criterio entre lo material y lo espiritual buscando siempre sobre todo el cumplimiento de tu voluntad.
8. Muchas veces se equivocan los seres humanos al juzgar, se equivocan los amantes del mundo que sólo aman lo que ven. ¿Acaso es mejor una persona porque los demás la alaban?. El mentiroso engaña al mentiroso, el frívolo al frívolo, el ciego al ciego; y realmente más lo confunde cuando lo alaba sin motivo. Porque cuanto es cada uno de tus ojos, eso es, y nada más, dice el humilde San Francisco.
Capítulo LI
Debemos realizar tareas humildes cuando no podamos mayores.
Jesucristo:
1. Hijo, no eres capaz siempre de permanecer en el deseo entusiasta por las virtudes ni perseverar en el más alto grado de la oración sino que es inevitable, por causa del pecado original, que desciendas alguna vez a cosas bajas y sobrelleves el peso de esta vida que se acaba, aunque te fastidie. Mientras tengas este cuerpo mortal sentirás tedio y opresión en el corazón. Es preciso, pues, mientras vivas esta vida natural que gimas bajo el peso de tu naturaleza porque no puedes dedicarte incesantemente a las actividades espirituales y la divina contemplación.
2. Entonces conviene que te ocupes en obras humildes y exteriores contentándote con hacer buenas obras; y mientras esperas mi visita con firme confianza, debes soportar con paciencia tu destino y la sequedad del espíritu, hasta que de nuevo recibas mi visita y seas liberado de todas las angustias. Porque haré que te olvides de tus sufrimientos y disfrutes de la paz interior; extenderé ante Ti los campos de las Escrituras Sagradas para que con gran ánimo empieces a correr por el camino de mis mandamientos. Entonces dirás: No son comparables los padecimientos de esta vida, con la Gloria futura que se manifestará en nosotros (Rm 8,18).
Capítulo LII
No debemos considerarnos dignos de consuelo sino más bien merecedores de castigo.
Discípulo:
1. Señor, no soy digno de tu consolación ni de alguna visita espiritual. Y por eso actúas justamente conmigo cuando me dejas pobre y desconsolado. Porque aunque pudiera llenar el mar con mis lágrimas todavía no sería digno de tu consuelo. Merezco ser agredido y castigado porque seria y frecuentemente te ofendí y en muchas otras cosas delinquí. Así que, pensándolo bien, no merezco la mínima satisfacción. Pero Tú, Dios clemente y misericordioso, que no quieres que se pierdan tus obras para que se manifiesten las riquezas de tu bondad en vasos de misericordia, fuera de todo mérito personal te dignas consolar a tu servidor de forma sobrenatural. Porque tus consuelos no son ilusorios como los humanos.
2. ¿Qué he hecho, Señor, para que me brindes alguna consolación celestial?. No me acuerdo de haber hecho algún bien sino más bien de estar siempre inclinado a los vicios y flojo para corregirme. Esto es cierto y no puedo negarlo. Si dijera otra cosa, Tú estarías contra mí, y no habría quien me defienda. ¿Qué he merecido por mis maldades sino el infierno y el fuego eterno?. De veras confieso que soy merecedor de toda vergüenza y desprecio, e indigno de ser considerado entre tus discípulos. Y aunque me incomode este lenguaje no dejaré de acusar mis pecados contra mí en honor a la verdad, para que más fácilmente merezca alcanzar tu misericordia.
3. ¿Qué podré decir yo, que me siento culpable y lleno de vergüenza?. No encuentro más palabras, salvo las siguientes: He pecado, Señor, he pecado compadécete de mi y perdóname. Dame un poco de tiempo para que llore de pena antes que vaya a la región tenebrosa y cubierta por la oscuridad de la muerte. ¿Qué es lo que exiges ante todo al culpable y miserable pecador sino que se convierta y se humille por sus pecados?. Del verdadero arrepentimiento y humillación del corazón nace la confianza en el perdón, se reconcilia la conciencia perturbada, se rehace la gracia perdida, se protege el hombre de la ira futura, y se unen en un beso santo Dios y la persona convertida.
4. Señor, Tú aceptas el sacrificio del arrepentimiento humilde de los pecadores que perfuma en tu presencia más suavemente que el incienso. Este es también el ungüento agradable que tú permitiste que derramaran sobre tus pies porque nunca despreciaste un corazón arrepentido y humillado. Allí está el lugar del refugio para el que huye de la cólera del enemigo; allí se corrige y limpia lo que en otra parte se desvió y manchó.
Capítulo LIII
La gracia de Dios no se mezcla con gustos humanos.
Jesucristo:
1. Hijo, es muy valiosa mi gracia y no admite mezcla con elementos extraños ni con satisfacciones puramente humanas. Te conviene, por lo tanto, apartar todos los impedimentos de la gracia, si esperas recibirla sobre ti. Huye a un lugar secreto, desea sólo habitar contigo mismo; no busques las conversaciones sino más bien dirige con devoción tus ruegos a Dios. Considera que nada vale el mundo entero y prefiere dedicarte a Dios y no a las cosas exteriores. Porque no podrás permanecer conmigo y disfrutar a la vez de lo transitorio. Conviene apartarse de conocidos y amigos y mantener la mente lejos de toda satisfacción natural. Por eso pide encarecidamente el santo apóstol Pedro que los seguidores de Cristo se comporten como extranjeros y peregrinos en este mundo (1P 2,11).
2. ¡Cuánta confianza tendrá en el momento de la muerte quien no está apegado a alguna cosa en el mundo!. Pero tener así separado el corazón de todo no lo logra el que tiene todavía el espíritu enfermo, ni la persona embrutecida conoce la libertad interior del hombre. Sin embargo, si quiere ser verdaderamente espiritual es preciso que renuncie tanto a los extraños como a los próximos y que de nadie se preocupe tanto como de sí mismo. Si te vences completamente a ti mismo, todo lo demás lo dominarás más fácilmente. La perfecta victoria consiste en triunfar sobre sí mismo. Porque quien se tiene controlado a sí mismo de manera que la sensualidad obedezca a la razón y la razón en todo me obedezca a Mí, es vencedor de sí mismo y dominador del Mundo.
3. Si a esta cumbre deseas ascender, conviene empezar valerosamente y dirigir el hacha a la raíz; para que arranques y destruyas la desordenada y oculta tendencia hacia ti mismo y hacia todo provecho personal y material. De este vicio, que consiste en el amor desordenado que cada uno tiene por sí mismo, depende casi todo lo que hay que vencer radicalmente; derrotado y sometido este mal habrá de inmediato gran paz y tranquilidad. Pero porque son pocos los que trabajan en morir perfectamente a sí mismos, ni salen completamente de sí por eso se quedan entrampados en sus afectos y no pueden elevarse espiritualmente sobre ellos mismos. Quien desea caminar libremente conmigo necesita eliminar sus depravadas y desordenadas tendencias y no desear adherirse con amor exclusivista a nada creado.
Capítulo LIV
Diferencia entre la naturaleza y la gracia.
Jesucristo:
1. Hijo, mira con cuidado, los impulsos de la naturaleza y de la gracia porque son muy diversos y sutiles y apenas los puede discernir incluso la persona espiritualizada e iluminada interiormente. Todos desean el bien y todos pretenden algo bueno en lo que dicen o hacen; por eso muchos se equivocan por la apariencia del bien.
2. La naturaleza es astuta y atrae a muchos, los ensalza y engaña, poniéndose a sí misma como fin; pero la gracia procede con sinceridad, se aparta de todo lo malo, no pretende engañar, y todo lo hace solamente por Dios, en quien descansa finalmente.
3. La naturaleza no acepta de buena gana que la mortifiquen, no quiere que la presionen ni que la superen, ni la rebajen o dominen; pero la gracia procura la propia mortificación, resiste a la sensualidad, busca estar sometida, desea que la venzan, no quiere ejercer la propia libertad, ama obedecer y no aspira a mandar a nadie sino vivir, servir y permanecer bajo la mano de Dios, y por Dios, estar preparada para inclinarse humildemente ante cualquier creatura (1P 2,13).
4. La naturaleza trabaja para su propia comodidad y tiene la mirada puesta en el provecho que le pueda venir de los demás. La gracia, en cambio, considera, no lo que pueda ser útil y conveniente para ella sino lo más provechoso para los demás. La naturaleza acepta con agrado el homenaje y la reverencia, la gracia más bien atribuye fielmente a Dios todo honor y gloria. La naturaleza teme la vergüenza y el desprecio; la gracia se goza en padecer ofensas por el nombre de Jesús (Hch 5,41). La naturaleza ama el ocio y el descanso físico; la gracia no puede estar ociosa sino que con gusto se entrega al trabajo.
5. La naturaleza busca tener cosas especiales y hermosas, aborrece lo vulgar y corriente; la gracia, en cambio, se deleita con las cosas sencillas y humildes no deshecha lo menos fino ni rehusa vestirse con ropa usada. La naturaleza mira lo material, goza del lucro, se entristece de las pérdidas, se irrita con la menor injuria;
pero la gracia atiende a lo eterno, no se adhiere a lo material; no se desconcierta cuando pierde algo, ni se exaspera por las palabras duras porque puso su tesoro en el Cielo donde nada se pierde.
6. La naturaleza es avara y con más gusto recibe que da, ama lo propio y exclusivo; la gracia es piadosa y comparte porque juzga que hace más feliz dar que recibir (Hch 20,35). La naturaleza inclina hacia las criaturas, hacia la propia satisfacción hacia la vanidad y la conversación insustancial; pero la gracia nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia a lo creado, se aparta de lo mundano, odia los deseos deshonestos, reprime las divagaciones y se avergüenza de aparecer en público. La naturaleza recibe de buena gana cualquier placer en que se deleitan los sentidos, pero la gracia busca satisfacerse solamente en Dios y deleitarse en el sumo Bien sobre todas las cosas visibles.
7. La naturaleza todo lo hace por lucro y por propia conveniencia, nada puede hacerlo gratis sino que espera conseguir lo mismo o más, o si no, alabanza o reconocimiento por el bien que hace y desea que sus gestos o dones sean bien ponderados pero la gracia ninguna cosa temporal busca ni pide otro premio sino sólo a Dios y sólo quiere de lo material lo que le puede ser necesario para conseguir lo eterno.
8. La naturaleza se alegra de la multitud de amigos y allegados, se ufana del lugar de origen y del linaje, es obsecuente con los poderosos, adula a los ricos, aplaude a los iguales; la gracia, en cambio, ama a los enemigos, no se engríe por la cantidad de amigos ni considera el lugar o el linaje si en eso no hay mayor virtud; favorece más a los pobres que a los ricos, se acomoda más con el inocente que con el poderoso; se congratula con los veraces, no con los mentirosos; anima siempre a los buenos para que compitan por gracias mayores y para que se identifiquen por las virtudes con el Hijo de Dios.
9. La naturaleza pronto se queja por las carencias y molestias, la gracia sabe sobrellevar la escasez. La naturaleza todo lo dirige a sí misma y por sí misma lucha y arguye; la gracia dirige todas las cosas a Dios de donde brotan espontáneamente, nada bueno se adscribe ni se atribuye con arrogancia, no compite ni prefiere su parecer al ajeno sino que en todo dictamen y opinión se somete a la sabiduría eterna y al divino examen. La naturaleza apetece saber los secretos y enterarse de novedades, quiere aparecer en público y experimentar muchas cosas con los sentidos, desea ser conocida y hacer lo que le produzca felicitaciones y admiración; pero la gracia no se preocupa de oír novedades o curiosidades porque todo esto proviene de la maldad original y no hay nada nuevo ni permanente sobre la Tierra.
10. Así, enseña a controlar los sentidos, a huir de la inútil complacencia y ostentación, a esconder con humildad lo que podría ser digno de alabanza y admiración y a buscar en todas las cosas y en todos los conocimientos la verdadera utilidad además de la alabanza y el honor de Dios. No quiere que se hable de ella ni de sus cosas sino que desea bendecir a Dios por sus dones que otorga por puro amor. Esta gracia es luz sobrenatural y como un especial obsequio de Dios y propiamente la marca de los elegidos y prenda de la eterna salvación que eleva al ser humano de lo terreno a amar lo superior, y de materialista lo hace espiritual. Así que mientras más se controla y domina a la naturaleza tanto mayor gracia se obtiene y cada día es perfeccionado el ser interno con nuevas visitas según la imagen de Dios.
Capítulo LV
Degeneración de la naturaleza y eficacia de la Gracia Divina.
Discípulo:
1. Señor Dios mío, que me creaste según tu imagen y semejanza, concédeme la gracia que has mostrado tan grande y necesaria para la salvación; de vencer a mis pésimos impulsos naturales que me llevan al pecado y a la perdición, porque siento en mi ser el poder del pecado que contradice al poder de mi espíritu (Rm 7,23) y me conduce cautivo a obedecer a la sensualidad en muchas cosas y no puedo resistir a sus pasiones sin la ayuda de tu santísima gracia ardientemente derramada en mi corazón.
2. Es necesaria tu gracia, y gracia muy grande para vencer a la naturaleza siempre proclive al mal desde su adolescencia (Gn 8,21). Porque caída y viciada por el pecado a causa de Adán, el primer ser humano, desciende sobre todos los demás seres humanos la culpa de esta mancha de manera que la misma naturaleza, creada por Ti buena y recta se presenta degenerada por el vicio y la debilidad porque la misma tendencia que le ha quedado la arrastra al mal y a lo inferior. La pequeña fuerza que aún conserva es como una chispita oculta en la ceniza; ésta es la razón natural, rodeada de gran oscuridad pero capaz todavía de juzgar lo bueno y lo malo y de discernir lo verdadero y lo falso, pero impotente para realizar lo que aprueba, carente de la plena luz de la verdad y de sanos afectos.
3. De aquí proviene, Dios mío, que me complazca en tu ley según el hombre interior (Rm 7,25) sabiendo que tus mandamientos son buenos, justos y santos, y reconociendo también que se debe huir de todo mal y pecado; pero con mi naturaleza sirvo al poder del pecado obedeciendo más a la sensualidad que a la razón. De aquí que quiero adherirme al bien pero no encuentro cómo practicarlo. De aquí que propongo con frecuencia hacer muchas obras buenas pero porque me falta la gracia que ayude a mi debilidad retrocedo y caigo por la menor oposición. De aquí ocurre que conozco el camino de la perfección y veo muy claramente cómo debo actuar pero oprimido por el peso de la propia degeneración no me elevo hacia lo más perfecto.
4. ¡Qué enormemente necesaria es para mí, Señor, tu gracia; para comenzar lo bueno, continuarlo y completarlo porque sin Ti, nada puedo hacer y todo lo puedo en Ti, ayudándome tu gracia! (Flp 4,13). ¡Verdadera gracia del Cielo sin la que nada son los propios méritos ni se ha de estimar en algo las facultades naturales!. Nada las habilidades, nada las riquezas, nada la belleza ni el poderío, nada el ingenio ni la elocuencia vale ante Ti, Señor sin la gracia. Porque las facultades naturales son comunes a los buenos y a los malos, pero la gracia o caridad es don propio de los escogidos con la cual les haces dignos de la Vida Eterna. Tan excelente es esta gracia que ni el don de profetizar, ni el de hacer milagros, ni la más sublime contemplación puede estimarse en algo sin ella. Porque ni la fe, ni la esperanza, ni las otras virtudes son aceptables para Ti sin caridad y gracia.
5. Santísima gracia, que al pobre de espíritu lo haces rico en virtudes, y al rico en muchos bienes lo conviertes en humilde de corazón: ven, desciende a mí, lléname pronto de tu consolación, no vaya a ser que decaiga mi alma por el cansancio y la aridez de mi mente. Te imploro, Señor, que me mires con benevolencia porque a mí me basta tu gracia aunque no obtenga las demás cosas que desea la naturaleza. Por más que sea tentado y atormentado por muchas tribulaciones, no temeré los males mientras tu gracia está conmigo. Ella es mi fortaleza, ella me aconseja y ayuda. Ella es más poderosa que todos los enemigos y más sabia que todos los sabios.
6. Es maestra de la verdad, docente de la disciplina, luz del corazón, consuelo de la aflicción, espanta la tristeza, quita el temor, alimenta la devoción, produce lágrimas de consolación. ¿Qué soy sin ella sino un tronco seco, una rama inútil que se deshecha?. Te ruego, Señor, que tu gracia me prevenga y me siga para que siempre esté dispuesto para las buenas obras por Jesucristo Tu Hijo. Así sea.
Capítulo LVI
Debemos renunciar a nosotros mismos e imitar a Cristo por la Cruz.
Jesucristo:
1. Hijo, mientras más puedas salir de ti más podrás pasarte a Mí. Como no desear nada exterior produce paz interior así abandonarse internamente causa la unión con Dios. Quiero que aprendas la perfecta abnegación de ti mismo en mi voluntad, sin contradicciones ni queja. Sígueme a Mí. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Sin camino no hay por donde ir, sin verdad no hay conocimiento, sin vida no se vive. Yo soy el Camino que debes seguir la Verdad que debes creer, la Vida que debes esperar. Yo soy el Camino que no se interrumpe, Verdad infalible, Vida interminable. Yo soy Camino rectísimo, Verdad suprema, Vida verdadera, Vida santa, Vida increada. Si permaneces en mi camino, conocerás la verdad y la verdad te librará (Jn 8,32) y conseguirás la Vida Eterna.
2. Si quieres entrar a la vida, obedece mis mandamientos (Mt 19,17) Si quieres conocer la verdad, cree en Mí. Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes (Mt 19,21). Si quieres ser mi discípulo, renuncia a ti mismo (Mt 16,24). Si quieres poseer la vida feliz, no des tanto valor a la vida presente. Si quieres ser elevado en el Cielo, humíllate en el mundo. Si quieres reinar Conmigo, lleva mi cruz. Únicamente los servidores de la cruz encontrarán el camino de la felicidad y la verdadera luz.
Discípulo:
3. Señor Jesús, puesto que tu vida fue dura y despreciada en el mundo, concédeme imitarte en despreciar al mundo. Porque el servidor no es superior a su Señor, ni el discípulo superior a su maestro (Mt 10,24). Ejercítese tu servidor en vivir como Tú porque en esto está la salvación y la verdadera santidad. Cualquier cosa que leo o escucho fuera de esto no me alegra ni me gusta completamente.
Jesucristo:
4. Hijo, tú sabes y has leído todas estas cosas, serás santo si las realizas. Quien recibe mi mandamientos y los cumple es el que me ama y Yo lo amaré y me manifestaré Yo mismo a él (Jn 14,21) y haré que se siente junto a Mí en el reino de mi Padre.
Discípulo:
5. Señor Jesús, como dijiste y prometiste, así se haga y que yo lo merezca. Recibí, recibí de tus manos la cruz; la he llevado y la llevaré hasta la muerte tal como me la impusiste. Verdaderamente, la vida del buen religioso es una cruz pero conduce al Paraíso. Hemos empezado, no está permitido retroceder, ni conviene cambiar de dirección.
6. Vamos hermanos, avancemos juntos, Jesús estará con nosotros. Por Jesús hemos aceptado esta cruz, por Jesús perseveremos en ella. Él nos ayudará porque es nuestro Jefe y nuestro modelo. Nuestro Rey camina delante de nosotros y peleará por nosotros. Sigámoslo valerosamente, nadie tenga temor, estemos dispuestos a morir con ánimo en la batalla y no manchemos nuestro honor con el delito de huir de la cruz.
Capítulo LVII
No hay que desanimarse mucho si se cae en algunas faltas.
Jesucristo:
1. Hijo, más me complace paciencia y humildad en la adversidad que mucho entusiasmo y devoción en la prosperidad. ¿Por qué te apena una pequeña cosa dicha contra ti?. Aunque fuera mayor, no debería conmoverte. Pero ahora, déjala pasar. No es la primera, ni nueva, ni será la última mientras vivas. Eres muy valiente cuando nada adverso te ocurre. Aconsejas bien, y sabes alentar a otro con tus palabras pero cuando llega a tu puerta una repentina dificultad te falta criterio y esfuerzo. Mira tu gran fragilidad que experimentas en cada paso en pequeñas circunstancias. Sin embargo, redunda en tu provecho cuando suceden estas u otras cosas semejantes.
2. Apártala de tu corazón como mejor sepas y, si llegó a tocarte, no permitas que te afecte ni implique por mucho tiempo. Al menos sopórtala pacientemente si no puedes alegremente. Y si oyes algo contra tu gusto y sientes indignación, contrólate, y no permitas que salgan de tus labios palabras inconvenientes que escandalicen a los inocentes. Pronto se serenará tu excitada alteración y la amargura interna se endulzará con el retorno de la gracia. Por mi vida, dice el Señor, estoy listo a ayudarte y para consolarte más de lo acostumbrado si confías en Mí y me invocas con devoción.
3. Anímate, pues, y prepárate para soportar mayores cosas. No está todo perdido, si con frecuencia te sientes angustiado o tentado seriamente. Eres ser humano, y no Dios. Tienes naturaleza humana, no de ángel. ¿Cómo puedes permanecer siempre en un mismo estado de virtud cuando le faltó al ángel en el Cielo y Adán en el paraíso?. Yo soy quien levanto saludables a los enfermos y atraigo hacia mi Divinidad a los que reconocen sus debilidades.
Discípulo:
4. Señor, benditas sean tus palabras más dulces que la miel y el panal en mi boca (Sal 18,11). ¿Qué haría en mis múltiples dificultades y angustias si Tú no me reconfortaras con tus santas palabras?. Con tal que llegue por fin al puerto de salvación ¿Qué importancia tiene lo que haya padecido?. Dame un buen fin, dame una feliz salida de este mundo. Acuérdate de mí, Dios mío, y dirígime por el camino recto a tu Reino. Así sea.
Capítulo LVIII
Lo que es superior a nuestra capacidad no debe escudriñarse.
Jesucristo:
1. Hijo, no te atrevas a discutir de los asuntos superiores y de los ocultos juicios de Dios porqué uno es desamparado y otro recibe tantas gracias, porqué este es oprimido y el otro tan prestigiado. Estas cosas exceden las facultades humanas y no sirve ningún razonamiento o discusión para investigar el juicio de Dios. Cuando te sugiera esto el enemigo o algunas personas curiosas te preguntan responde con el Profeta: Eres justo, Señor y es justo tu juicio (Sal 119,137) y di: Tus juicios son verdaderos, Señor y justificados en sí mismos, deben ser respetados, no discutidos porque son incomprensibles para el intelecto humano.
2. No te pongas a inquirir o discutir sobre los méritos de los santos, quién es el más santo o quién es superior en el Reino de los Cielos. Estas cosas generan con frecuencia pugnas y contiendas inútiles porque alimentan la sobrevaloración y la vanagloria de donde nacen envidias y disensiones cuando uno quiere preferir a un santo y otro a otro santo. Esforzarse por querer saber estas cosas no produce ningún bien sino más bien desagrada a los santos porque no soy Dios de disensiones sino de paz que consiste más en la verdadera humildad que en la propia preponderancia.
3. Algunos, con el ímpetu del afecto, son atraídos por unos santos y no por otros, pero esto es criterio humano y no divino. Yo soy quien ha hecho a todos los santos. Yo concedí la gracia; Yo otorgué la gloria. Yo supe los méritos de cada uno y los previne con las bendiciones de mi bondad; Yo conocí a mis amados antes de todos los siglos Yo les elegí a ellos del mundo (Jn 15,16), no me eligieron ellos a Mí. Yo los llamé por gracia, los atraje por misericordia. Yo los conduje a ellos a través de diversas tentaciones, Yo los llené de magníficas consolaciones, Yo les di perseverancia, Yo premiaré su paciencia.
4. Yo conozco al primero y al último, Yo abrazo a todos con inestimable amor. Yo debo ser alabado en todos mis santos, Yo debo ser bendecido sobre todo y honrado en cada uno, porque así los engrandecí y predestiné gloriosamente sin haber precedido algún mérito suyo. Por eso, quien desprecia a alguno de mis pequeños, no honra a los grandes porque yo hice al pequeño y al grande. Y quien anula a algún santo, me anula a Mí y a todos los demás en el Reino de los Cielos. Todos son uno por el vínculo de la caridad, piensan lo mismo, quieren lo mismo y todos se aman entre sí.
5. Y todavía más, porque hay mucho más: me aman a Mí más que a sí mismos y a sus méritos. Porque, más allá de sí mismo y libres de su propio amor se pasan del todo al mío en el que descansan con gran gusto. Nada hay que los pueda apartar o deprimir porque llenos de verdad eterna arden en el fuego de una inextinguible caridad. No hablen, pues, las personas sin espíritu y embrutecidas, ni discutan del estado de los santos porque lo único que saben es amarse a sí mismas. Quitan y ponen según sus inclinaciones, no como agrada a la eterna Verdad.
6. En muchos existe ignorancia; principalmente en quienes, poco iluminados, con dificultad saben amar a alguno con perfecto amor espiritual; mucho los guía todavía el afecto natural y la amistad humana hacia uno u otro y como se comportan en las cosas presentes, imaginan las eternas. Pero hay una grandísima diferencia entre los que piensan los imperfectos y lo que saben los iluminados por revelación superior.
7. Cuídate pues, hijo, de referirte a estas curiosidades que exceden tu capacidad; más bien esfuérzate y aunque sea, trata de encontrarte como el menor en el Reino de los Cielos. Y así alguien supiera quien es el más santo o el más importante en el Reino de los Cielos ¿de qué le serviría saberlo si no se humilla ante Mí por este conocimiento y no se levanta a alabar con más entusiasmo mi Nombre?.
8. Es mucho más agradable para Dios quien piensa en la enormidad de sus maldades y la pequeñez de sus virtudes, y a qué distancia se encuentra de la perfección de los santos, que quien discute cuál es el mayor o menor santo. Es mejor rogar a los santos con devotas oraciones y lágrimas e implorar humildemente su gloriosa protección que escudriñar sus secretos con inútil investigación. Ellos están completamente satisfechos si las personas saben contentarse y controlar sus habladurías. No se engríen de sus propios méritos porque no se asignan alguna bondad sino todo a Mí porque Yo les di cuanto tienen con infinita caridad. Tan llenos están de tanto amor de Dios y gozo superabundante, que no les falta nada de gloria ni pueden desear mayor felicidad. Todos los santos, cuanto más altos están en la gloria, más humildes son en sí mismos y viven más cercanos a Mí, y más queridos. Por eso está escrito que depusieron sus coronas ante Dios y cayeron de bruces ante el Cordero y adoraron al Viviente por los siglos de los siglos (Ap 4,10).
9. Muchos preguntan cuál es el mayor en el Reino de los Cielos e ignoran si serán dignos de ser contados entre los menores. Gran cosa es ser en el Cielo siquiera el menor, donde todos son tan grandes, porque a todos se les llamará hijos de Dios y lo serán. El menor será grande entre mil (Is 60,22) y el pecador de cien años morirá (Is 65,20). Cuando los discípulos preguntaron: "¿quien es el mayor en el Reino de los Cielos?", oyeron esta respuesta: "Si no se hacen y se convierten como niños no entrarán en el Reino de los Cielos". Cualquiera que se humille como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos (Mt 18,3-4).
10. ¡Desgraciados los ricos que tienen aquí sus satisfacciones, porque cuando entren los pobres en el Reino de los Cielos ellos se quedarán afuera dando alaridos!. ¡Alégrense, sufridos y gócense, pobres, porque es de ustedes el Reino de Dios si caminan en la verdad!
Capítulo LIX
Toda esperanza y confianza se debe poner sólo en Dios.
Discípulo:
1. Señor, ¿cuál es mi confianza que tengo en esta vida?; o ¿cuál es mi mayor satisfacción de todas las que aparecen bajo el cielo?. ¿Acaso no eres Tú, Señor y Dios mío, cuya misericordia no tiene fin?. Donde estás Tú, allí está el Cielo. Prefiero ser pobre por Ti que rico sin Ti. Elijo peregrinar contigo por la tierra que sin Ti poseer el Cielo. Donde estás Tú, allí está el cielo y allí está la muerte y el infierno donde Tú no estás. Tú eres mi deseo y por eso no cesaré de gemir, clamar y rogar por Ti. En nadie finalmente puedo confiar del todo para que me auxilie en las necesidades oportunamente sino en Ti solo, Dios mío. Tú eres mi esperanza, Tú eres mi confianza, Tú eres mi consuelo siempre fiel en todo.
2. Todos buscan su interés (Flp 2,21). Tú únicamente pretendes mi salvación y mi provecho, y todas las cosas las conviertes en bien para mí. Y aunque me expongas a diversas tentaciones y adversidades todo lo diriges a mi utilidad porque acostumbras a probar de mil maneras a tus escogidos. En esta prueba no debes ser menos querido y alabado que si me llenaras de consolaciones celestiales.
3. En Ti, pues, Dios mío, pongo toda mi esperanza y mi protección; en Ti dejo toda mi tribulación y angustia, porque encuentro débil e inestable todo lo que miro fuera de Ti. Porque no me servirán muchos amigos, ni podrán ayudarme defensores poderosos, ni prudentes consejeros me darán respuestas convenientes, ni me consolarán los libros de los maestros, ni me librará alguna valiosa fórmula, ni me protegerá algún lugar secreto y agradable, si Tú mismo no me asistes, ayudas, reconfortas, consuelas, instruyes y defiendes.
4. Todas las cosas que parecen conducir a la paz y a la felicidad, si Tú faltas, nada son, y de verdad ninguna felicidad producen. Por tanto, el fin de todos los bienes, el objetivo de la vida y la profundidad del conocimiento eres Tú y esperar en Ti sobre todas las cosas es el segurísimo descanso de tus servidores. A Ti se dirige mi mirada, en Ti confío, Dios mío, Padre de las misericordias. Bendíceme y santifícame con la bendición del Cielo para que yo sea tu santa habitación y el trono de tu gloria, y para que no se encuentre en este templo tuyo nada que ofenda los ojos de tu Majestad. Conforme con la magnitud de tu bondad y la abundancia de tus misericordias, mírame, y escucha la oración de tu pobre servidor desterrado lejos en la región oscura de la muerte. Protégeme y consérvame entre tantos peligros de ésta vida que se acaba y acompañado con tu gracia dirígeme por el camino de la Paz a la patria de la Eterna Claridad. Amén.
Parte Cuarta
El sacramento eucarístico.
"Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados, porque yo les aliviaré". dice el Señor (Mt 11,28). "El pan que yo les daré es mi cuerpo, para que el mundo viva" (Jn 6,51). "Reciban y coman: Este es mi cuerpo que por ustedes se entrega; hagan esto en mi conmemoración" (Mt 26,26) (Lc 22,19). "El que come mi carne y toma mi sangre, permanece en mí y yo en él" (Jn 6,56). "Las palabras que les he dicho son espíritu y vida" (Jn 6,63).
Capítulo I
Máximo respeto al recibir a Cristo.
Discípulo:
1. Éstas son tus palabras, Cristo, Eterna Verdad, aunque no las dijiste en el mismo tiempo ni luego se escribieron en un solo lugar. Pero porque tuyas son, y verdaderas te las agradezco y a todas ellas las recibo con fe. Son tuyas porque tú las proclamaste pero también son mías porque las dijiste para mí. Con gusto las recibo de tus labios para introducirlas profundamente en mi corazón. Animan palabras tan piadosas llenas de bondad y amor. Pero me atemorizan mis propias maldades y mi conciencia manchada se resiste a recibir misterio tan grande.
2. Ordenas que llegue a ti confiadamente si quiero participar contigo y que reciba este alimento inmortal si deseo obtener vida y gloria eterna. Dices: "Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados porque yo los aliviaré". (Mt 11,28). ¡Con qué agradables y amistosas palabras para los oídos de un pecador, invitas tú, Señor Dios mío al necesitado y pobre a la comunión de tu Santísimo Cuerpo!. Pero ¿quién soy yo, Señor para que me atreva a acercarme a ti?. Todo el cielo no es suficiente para darte cabida y tú dices: ¡Vengan a mí!.
3. ¿Qué quiere decir esta bondadísima atención y esta invitación tan amigable?. ¿Cómo voy a atreverme yo a venir si no encuentro nada en mi conciencia de lo que pueda enorgullecerme?. ¿Cómo voy a invitarte a entrar en mi casa habiendo ofendido tu presencia tantas veces?. Te reverencian los ángeles y arcángeles, se atemorizan los santos y justos, y tú dices ¡Vengan a mí todos!. Si no fuera, Señor, porque tú lo dices ¿quién creería que es cierto?. Y si Tú no ayudaras ¿quién intentaría acercarse?.
4. Hasta el mismo Noé, persona justa, trabajó cien años fabricando el arca para poderse salvar con pocos y yo ¿cómo podré prepararme en una hora para recibir con el mayor respeto a quien fabricó el Universo?. Moisés, tu gran servidor y especial amigo tuyo hizo un arca con maderas finísimas y la recubrió con el oro más puro, para colocar dentro de ella las tablas de la ley. Y yo, ser despreciable ¿me atreveré tan fácilmente a recibirte a ti, hacedor de la ley y Dador de la vida?. Salomón, el sabio rey de Israel, demoró 7 años en edificar un templo en tu honor y durante 8 días festejó su consagración ofreció mil sacrificios en señal de paz contigo y colocó solemnemente el Arca de la Alianza en medio del clamor de las trompetas y del júbilo; Y yo, infeliz y pobrísimo ¿cómo voy a invitarte a entrar en mi casa si apenas aprendía pasar media hora con devoción?, ¡y ojalá que alguna vez emplease bien media hora!.
5. Dios mío, ¿qué cosa no hicieron ellos para agradarte?. ¡Qué poco es lo que yo hago!. ¡Qué mal empleo el corto tiempo que dedico a prepararme a recibirte!. Rara vez estoy de verdad recogido y rarísima vez me libero de toda distracción. Y claro está, en la saludable presencia de tu Divinidad no debería ocurrírseme ningún pensamiento indecente ni pensar en alguna otra cosa ya que voy a brindar hospitalidad, no a un ángel, sino al Señor de los Ángeles.
6. Por supuesto, hay gran distancia entre el Arca de la Alianza con su contenido y tu Purísimo Cuerpo con sus indescriptibles virtudes, entre esos sacrificios de la antigua ley que simbolizan los futuros, y la verdadera ofrenda de tu Cuerpo que da sentido a todos esos antiguos sacrificios.
7. ¿Por qué, pues, no me enciendo ante tu presencia?. ¿Por qué no me preparo con mayor solicitud a tu Santa Comunión cuando todos esos santos y profetas de antaño, reyes y gobernantes con el pueblo entero demostraron tan afectuosa disposición para el culto divino?.
8. El rey David bailó con todas sus fuerzas ante el Arca de la Alianza conmemorando los beneficios que en tiempo pasado habías otorgado a sus antecesores, compuso diversas melodías, creó salmos y mandó que se cantasen con alegría; él mismo, inspirado por el Espíritu Santo, los acompañó frecuentemente con instrumentos, enseñó al Pueblo de Israel a festejar a Dios de corazón, a bendecirlo y manifestarlo con voces armoniosas. Si entonces era tan grande la disposición y el afán de festejar a Dios ante el Arca de la Antigua Alianza ¿Cómo deberá ser ahora para mí y todo el pueblo cristiano el respeto y devoción en presencia del Sacramento en el que se recibe el incomparable Cuerpo de Cristo?
9. Muchos emprenden peregrinaciones a diversos lugares para visitar los sitios donde se encuentran los restos de los santos, y maravillados escuchan sus historias, admiran la arquitectura de los grandes santuarios inspeccionan y veneran los huesos de los santos envueltos en sedas y oro. ¡Y Tú Dios mío, Santísimo, Creador de la Humanidad y Señor de los Ángeles, te encuentras aquí mismo, en el altar, junto a mí!. Con frecuencia las personas realizan tales visitas por la novelería y por la curiosidad de apreciar cosas que nunca han visto. Y esto les sirve de poco para reformarse principalmente cuando lo hacen por motivos superficiales sin intención seria de reformarse. En cambio aquí, en el Sacramento del Altar estás todo presente, mi Dios y verdadero Hombre Cristo Jesús. Y en este lugar sí se cosechan frutos abundantes de salud eterna cada vez que se quiere recibirlos con dignidad y devoción. A esto, de verdad, no nos empuja alguna ligereza, curiosidad o sensiblería sino la sólida fe, la decidida confianza y el sincero amor.
10. Creador Invisible del Universo, Dios mío, ¡qué maravillosamente haces todo para nosotros!. ¡Con cuánta delicadeza y condescendencia te portas con tus elegidos ofreciéndote en el Sacramento para que te reciban!. Esto de verdad, supera toda capacidad intelectual y por lo mismo atrae especialmente las voluntades de las personas creyentes y enciende su afecto. Los que sinceramente son fieles a ti, y están dispuestos a reformar toda su vida, reciben de este excelente Sacramento la gracia de una excelente disposición de voluntad y amor a la virtud.
11. ¡Qué admirable y escondido poder del Sacramento que sólo conocen los fieles a Cristo y no pueden experimentar los incrédulos o los que te sirven mal!. En este Sacramento se otorga la gracia del Espíritu, se restituye la virtud perdida y nuestro interior recobra la belleza deformada por el pecado. Esta gracia es tan abundante, algunas veces, que con los bienes que otorga no sólo la mente recibe provecho sino hasta el cuerpo débil siente aumentar su vitalidad.
12. Sin embargo, debemos arrepentirnos y apenarnos mucho por nuestra tibieza y negligencia porque no sentimos atracción mayor a recibir a Cristo en quien se sustenta toda la esperanza y mérito de los que se salvarán. Él mismo es nuestra santificación y redención, es descanso de los peregrinos y eterno gozo de los santos. También debe causarnos tristeza el hecho de que tantos presten tan poca atención a este misterio de la Salvación que alegra al Cielo y conserva todo el Universo. ¡Qué ceguera y dureza del corazón humano que muchos no atienden más a este inexplicable Obsequio y diariamente cometen el enorme error de descuidarlo!
13. Si el Misterio de este santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar y fuese consagrado por un solo ministro en el mundo ¿con qué deseo crees que todas las personas se dirigirían a ese lugar y a ese celebrante para poder participar de los divinos Misterios?. Ahora, en cambio, hay muchos ministros del Altar y en muchas partes se ofrece Cristo para que mejor se manifieste la bondad y el amor de Dios a las personas en la medida que se extiende por el mundo la Sagrada Comunión. Te agradezco, Jesús Bueno, Pastor Eterno porque a nosotros, pobres y desterrados, has querido nutrirnos con tu precioso Cuerpo y Sangre. E invitarnos también a recibir estos Santos Misterios diciendo con tus propias palabras: "Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados, porque yo los aliviaré" (Mt 11,28).
Capítulo II
Manifestación de la bondad y caridad de Dios en la Santa Cena.
Discípulo:
1. Confiado, Señor, en tu bondad y gran misericordia me acerco a Ti como accidentado a mi Salvador, hambriento y sediento a la Fuente de la Vida, necesitado al Rey Eterno, servidor a su Señor, criatura al Creador, desconsolado a mi piadoso Consolador. Pero ¿de dónde todo esto, que tú vengas a mí?. ¿Quién soy yo para que a mí te entregues?. ¿Cómo se atreverá un pecador a presentarse ante ti?. Tú conoces a tu servidor y sabes que no hay en él nada bueno para que tanto le des. Reconozco, pues, mi malicia, bien sé de tu bondad alabo tu piedad y agradezco tu excesiva caridad. Por ti mismo haces todo esto, no porque yo lo merezca sino para que más se manifieste tu bondad conmigo. De esta manera te agrada y así has dispuesto que suceda por lo que a mí también me satisface tu decisión y ojalá mi maldad no se oponga a ella.
2. Incomparable y bondadosísimo Jesús ¡qué gran respeto y agradecimiento se te debe, junto con continuas alabanzas, por la recepción de tu sagrado cuerpo cuyo valor no hay persona en el mundo que pueda explicar. Pero, ¿qué pensaré en esta comunión, mientras me acerco a mi Señor a quien soy incapaz de venerar debidamente y sin embargo deseo recibir con la mejor disposición?. ¿Qué será mejor y más saludable pensar sino someterme totalmente yo mismo en tu presencia y reconocer sobre mí tu infinita bondad?. Te alabo Señor y te reconozco Altísimo eternamente, me desprecio a mí mismo y me someto a ti desde lo más profundo de mi vileza.
3. Tú eres el Santo de los santos y yo sórdido pecador. Tú te inclinas a mí que ni siquiera soy digno de mirarte. Tú vienes a mí, Tú quieres estar conmigo, Tú me invitas a tu fiesta, Tú deseas darme el alimento del cielo y el Pan de los ángeles como comida, nada distinto a ti mismo, Pan vivo que bajaste del cielo para la vida del mundo (Jn 6,33).
4. ¿De dónde procede tanto amor?, ¿de dónde, condescendencia tan grande?, ¡Cuánto agradecimiento y alabanzas por todo esto se te deben!. ¡Qué saludable y beneficiosa tu resolución cuando instituiste el Sacramento!. ¡Qué agradable y festivo convite donde Tú mismo te das como alimento!. ¡Qué acción tan admirable, Señor, qué energía de tu poder, qué infalible tu verdad!. Con sólo decirlo Tú, se hicieron todas las cosas y aquí también se ha hecho según lo ordenaste.
5. Es realidad sorprendente y digna de fe sobrepasando los límites de la inteligencia humana que Tú, Señor Dios mío, verdadero Dios y Hombre estés íntegramente contenido en el aparente pan y vino y sin agotarte jamás, dejes que nos alimentemos de Ti. Tú, Señor del Universo que de nadie tienes necesidad por tus sacramentos has querido habitar entre nosotros; conserva inmaculado mi corazón y mi cuerpo para que con alegre y limpia conciencia pueda celebrar con frecuencia y recibir para mi perpetua salud estos misterios que en honor tuyo y continuo recuerdo principalmente ordenaste y estableciste.
6. Me alegro íntimamente y agradezco a Dios por regalo tan noble y singular beneficio, recibido de ti en este valle de lágrimas. Porque cuantas veces rememoro este misterio y recibo el cuerpo de Cristo, renuevo la obra de Redención y me convierto en participante de todos los méritos de Cristo. El amor de Cristo jamás disminuye y la abundancia de su benevolencia nunca se extingue. Por eso debemos disponernos cada vez a renovar nuestra mente para esto y reflexionar con la consideración más atenta en el gran Misterio de Salvación. Debe parecerte tan grande, novedoso y alegre celebrar o participar de la Santa Cena como si este mismo día Cristo descendiera al interior de María para hacerse un ser humano o como si ante ti colgara de la cruz sufriendo y muriendo por nuestra salvación.
Capítulo III
Conviene la comunión frecuente.
Discípulo:
1. Vengo a Ti, Señor para que me haga bien tu Don sagrado y me alegre en tu banquete que preparaste a los pobres, según tu bondad, Dios mío. En ti está todo lo que puedo y debo desear; Tú eres mi salvación y mi rescate, mi confianza y fortaleza, mi homenaje y mi gloria. Alegra hoy mismo mi espíritu, Señor Jesús, porque hacia Ti levanto mi ánimo. Deseo ahora recibirte con devoción y respeto quiero que entres en mi casa a fin de que me bendigas como a Zaqueo el publicano, y pueda contarme entre los hijos de Abraham.
2. Mi espíritu anhela tu sagrado Cuerpo y mi corazón aspira a unirse Contigo. Entrégate a mí y será suficiente porque, sin Ti, ningún consuelo sirve. Sin Ti no puedo existir y sin tu presencia no tengo valor para vivir. Por esa razón es necesario que con frecuencia me acerque a Ti y te reciba como remedio saludable no sea que desfallezca en el camino si se me priva del alimento divino. Así fue que Tú, Jesús misericordiosísimo, cuando predicabas a la gente y curabas diversas enfermedades, dijiste en cierta ocasión: "No quisiera mandarlos en ayunas a sus casas no vayan a desmayarse por el camino" (Mt 15,32). Haz ahora conmigo de esta manera ya que te quedaste en el Sacramento para consuelo de tus seguidores. Tú eres el más agradable alimento de la vida y quien te come dignamente será participante y heredero de la eterna Felicidad. Es muy necesario para mí, que tan seguido caigo y peco, tan pronto me entibio y pierdo el ánimo, renovarme, purificarme y estimularme con frecuentes oraciones y reconocimiento de mis faltas no vaya a ser que por no comulgar frecuentemente me desanime del santo propósito.
3. "El corazón del hombre se pervierte desde la juventud" (Gn 8,21) y si falta la ayuda de la medicina de Dios resbala uno pronto hacia lo peor. La comunión aparta del mal y reafirma en el bien; si ahora que comulgo o celebro tus misterios con tanta frecuencia soy negligente y desanimado ¿qué pasaría si no recibiera este tónico y no acudiera a tan gran ayuda?. Y aunque todos los días no me siento apto ni bien preparado para la celebración procuraré participar de los divinos misterios en las ocasiones convenientes para hacerme receptor de tantas gracias.
4. ¡Qué maravillosa es tu piadosa decisión con respecto a nosotros que Tú Señor Dios, Creador y Vivificador de todos los espíritus condesciendas en venir a estos pobrecitos y satisfacer nuestra hambre con toda tu Divinidad y Humanidad!. ¡Qué feliz y alegre alma que merece recibir a su Dios y Señor y en esta ocasión sentirse repleta de gozo espiritual!. ¡Qué Señor tan grande recibe!, ¡qué Amado consigue hospedar!, ¡qué Compañero tan alegre encuentra, ¡qué hermoso y noble Esposo abraza, escogido entre todos y amado sobre todo lo que se puede desear!. Enmudézcanse en tu presencia, mi amorosísimo Elegido, el cielo, la tierra y todo tu esplendor porque cuanto tienen de valor y belleza lo han recibido de tu generosa voluntad y jamás podrán aproximarse a la gloria de tu Nombre pleno de sabiduría inagotable.
Capítulo IV
Beneficios para los que comulgan bien dispuestos.
Discípulo:
1. Señor Dios mío, prevén a tu servidor con las bendiciones de tu bondad (Sal 21,4) para que merezca llegar conveniente y devotamente a tu espléndido Sacramento. Llama mi corazón hacia ti y libérame de este pesado entorpecimiento. Visítame con tu gracia saludable para que pueda saborear espiritualmente tu dulzura, que tan plenamente se encuentra en este Sacramento como en un manantial. Ilumina mis ojos para intuir tan grande Misterio y para creerlo sin ninguna duda, robustece mi fe. Ésta es obra tuya, no poder humano. Tu sagrada Institución, no invención de personas. Nadie es capaz, por sí mismo de captar y entender algo tan especial que sobrepasa cualquier mente creada. ¿Cómo podría yo, transgresor indigno, tierra y ceniza, investigar y comprender secreto tan sagrado?
2. Señor, con sencillez en mi corazón, con humilde y firme fe, y con tu ayuda, me acerco a Ti, con confianza y respeto y creo verdaderamente, Dios y Hombre, que estás presente en el Sacramento. Quieres, por tanto, que te reciba y yo mismo me una contigo por amor. Por eso acudo a tu clemencia e imploro que me otorgues tu gracia de forma que me deshaga en Ti y me entregue en amor y no persiga ya nunca alguna otra satisfacción. Este es pues altísimo y dignísimo Sacramento, salud para el alma y para el cuerpo, medicina de toda enfermedad espiritual; en él está la curación de mis maldades, el freno de mis apasionamientos, el vencimiento de las tentaciones o su disminución, el otorgamiento de mayor gracia, el auge de la virtud que empieza, la afirmación de la fe, el robustecimiento de la confianza, la fogosidad y la dilatación del amor.
3. Muchos bienes has concedido en este Sacramento y todavía más concederás a tus predilectos que comulguen devotamente, Dios mío, Protector de mi vida, Reparador de las enfermedades humanas y Donante de toda interior consolación. Tú les otorgas grandes remedios contra las adversidades y desde lo más profundo de su debilidad los levantas a la esperanza de tu protección; con nuevas gracias los recreas e iluminas interiormente para que quienes antes de la comunión se sentían angustiados y desafectos después de saborear el alimento y bebida del Cielo se encuentren transformados a una vida mejor. Esto haces generosamente con tus elegidos para que verdaderamente reconozcan y experimenten patentemente lo enfermos que están y cuántas bondades y favores conseguirán de Ti pues siendo por sí mismos insensible, duros y descuidados merecen convertirse, gracias a Ti, entusiastas, empeñosos y bien dispuestos. ¿Quién se acerca con humildad a la Fuente de la Bondad que no reciba de ella un poco de esa misma bondad?; o ¿quién se para junto a este intenso Fuego que no reciba de allí un poco de calor?; y Tú siempre eres Fuente llena y sobreabundante Fuego que arde continuamente y nunca se apaga.
4. Por eso, si no me es posible extraer hasta saciarme de la plenitud de esta fuente por lo menos quisiera acercar mis labios a los bordes y recibir de allí alguna pequeña gota que alivie mi sed y evite que me seque completamente. Y si no puedo ser todo sobrenatural ni tan ardiente en tu amor como los ángeles me esforzaré por insistir en la devoción y preparar mi corazón para adquirir siquiera una llamita del Divino incendio conquistándola con la humilde recepción de este Sacramento vivificante. Todo lo que me falta, Buen Jesús, Salvador Santísimo súplelo Tú por mi, con benignidad y generosamente porque has condescendido en llamar a todos hacia Ti, cuando dijiste: "Vengan Mí todos los que estén cansados por el esfuerzo y agobiados, porque yo los aliviaré" (Mt 11,28).
5. Yo, pues, laboro con sudor en la cara, me atormento con el dolor de mi corazón, estoy cargado de pecados, combatido por las tentaciones, implicado y presionado por muchos malos deseos y no encuentro quién me ayude ni quién me libere y salve sino Tú Señor Dios, mi Salvador a quien me entrego, junto con todo lo mío para que me defiendas y conduzcas hasta la Vida Eterna. Recíbeme Señor, para alabanza y gloria de Tu Nombre ya que dispusiste tu Cuerpo y tu Sangre como comida y bebida. Otórgame, Señor Dios, Salvador mío que crezca el afecto de mi buena disposición con la frecuente recepción de tu Misterio.
Capítulo V
Valoración del sacramento y de la función sacerdotal.
Discípulo:
Aunque tuvieses la pureza de los ángeles y la santidad de San Juan el Bautista no serías merecedor de recibir este Sacramento, ni relacionarte con él. No se debe a ningún merecimiento humano que el hombre consagre y manipule el Sacramento de Cristo y reciba como alimento el Pan de los ángeles. Gran misterio y gran dignidad del sacerdote a quien se ha dado lo que no se concede a los ángeles. Sólo el sacerdote que ha recibido válidamente la ordenación de la Iglesia tiene poder de celebrar y consagrar el Cuerpo de Cristo. El sacerdote, pues, es ministro de Dios y emplea la palabra de Dios por la ayuda y la decisión de Dios, pero allí Dios es el principal autor e invisible realizador a quien todo se somete según su voluntad todo se cumple de acuerdo con su mandato.
Capítulo VI
Reflexiones antes de comulgar.
Discípulo:
1. Cuando me pongo a pensar, Señor; en tu dignidad y mi maldad me atemorizo mucho y me encuentro confundido. Si no me acerco, huyo de la vida y si ingreso indignamente incurro en ofensa. ¿Qué haré, Dios mío, mi auxiliador y consejero en las necesidades?. Enséñame tú el recto camino propónme alguna breve actividad congruente con la Sagrada Comunión. Es útil conocer de qué forma devota y respetuosa deba prepararse mi corazón a la saludable recepción de tu Sacramento o bien a celebrar tan grande y divino Sacrificio en lo referente a este excelentísimo Sacramento.
2. Por eso más debes creer en Dios Todopoderoso en lo referente a este excelentísimo Sacramento, que a tus propios sentidos o a las apariencias. Con temor y reverencia debe uno acercarse a esta Realidad. Atiende a Ti mismo, y ve qué ministerio te ha sido entregado por la imposición de las manos del Obispo. Has sido hecho sacerdote y consagrado para celebrar. Esfuérzate por ofrecer en el tiempo oportuno el sacrificio a Dios con fidelidad y devoción y compórtate tú mismo irreprensiblemente. No has hecho más ligera tu carga sino que quedaste atado más fuertemente al vínculo de la disciplina y más obligado estás a la perfección de la santidad. El sacerdote debe estar adornado de todas las cualidades y demostrar a los demás el ejemplo de su vida buena. Su trato no debe ser con los intereses limitados y vulgares de las personas sino con los ángeles en el cielo y los objetivos trascendentes de los seres humanos.
3. El sacerdote, revestido con los ornamentos sagrados hace las veces de Cristo y ruega a Dios por sí mismo y por todo el pueblo con insistencia y humildad. Tiene delante de él, y a su espalda la señal de la cruz del Señor para que recuerde siempre la pasión de Cristo. Lleva delante la señal de la Cruz en su casulla para que mire con cuidado los pasos de Cristo y procure seguirle con entusiasmo. Tiene marcada en la espalda la señal de la Cruz para que tolere por Dios, con clemencia, las adversidades que puedan ocasionarle los demás. Lleva la Cruz por delante para que llore por sus propios pecados; Lleva la Cruz por detrás, para que se apene, por compasión, de los cometidos por otros; sepa que ha sido colocado como mediador entre Dios y los pecadores no se canse de orar y ofrecer el santo Sacrificio hasta que merezca obtener el perdón y la misericordia. Cuando celebra el sacerdote, honra a Dios, alegra a los ángeles, edifica la Iglesia, ayuda a los vivientes, da descanso a los difuntos y se hace participante de todos los bienes.
Capítulo VII
Examen de conciencia y propósito de conversión.
Jesucristo:
1. Sobre todas las cosas conviene que el sacerdote se acerque a Dios con la más grande humildad de corazón y con suplicante reverencia, con plena fe y sana intención de honrar a Dios, para que pueda celebrar, tener entre sus manos y alimentarse de este Sacramento. Examina cuidadosamente tu conciencia y según tus fuerzas, límpiala y clarifícala con verdadera contricción y humilde confesión de manera que no tengas o conozcas nada grave que te remuerda y que impida tu libre acceso. Ten disgusto por todos los pecados en general y apénate y llora más especialmente por tus fallas cotidianas. Y, si el tiempo lo permite confiesa a Dios, en el secreto de tu corazón, todas las miserias de tus pasiones.
2. Llora y apénate porque aún eres tan materialista y superficial, tan descontrolado en las pasiones, tan lleno de incentivaciones deshonestas, tan descuidado en los sentidos exteriores, tan implicado frecuentemente en fantasías inconsistentes, tan propeso en atender las exterioridades, tan descuidado en tu interior, tan fácil para el jolgorio y la distracción, tan insensible para el arrepentimiento y la conversión, tan dispuesto para la relajación y las comodidades del cuerpo, tan flojo para la exigencia y el entusiasmo, tan curioso de escuchar novelerías y mirar cosas hermosas, tan dejado para abrazar lo sencillo y despreciado, tan deseoso de poseer mucho, tan parco para dar, tan tenaz en retener, tan inconsiderado en callar, tan descompuesto en las costumbres, tan inoportuno en actuar, tan aventado por la comida, tan sordo para escuchar la voz de Dios, tan veloz para el recreo, tan lento para el trabajo, tan despierto para las habladurías, tan soñoliento en las sagradas vigilias. Tan impaciente por llegar al fin, tan distraído en la atención, tan negligente en la oración comunitaria, tan frío en la celebración, tan árido en la comunión, tan pronto distraído, tan rara vez recogido plenamente en ti mismo. Tan súbito conmovido por la ira, tan fácil para disgustar a los demás. Tan dispuesto a juzgar, tan rígido en acusar, tan alegre en la prosperidad, tan débil en la dificultad, tan lleno de buenos propósitos, tan limitado en llevarlos a cabo.
3. Después de confesar y deplorar estos y otros defectos tuyos, con color y desagrado por tu propia debilidad, propón con firmeza reformar tu vida y progresar cada día más. Entonces, con resolución e íntegra voluntad, ofrécete tú mismo con entrega total en homenaje a mi Nombre en el altar de tu corazón y encomiéndame a Mí toda tu persona con la mayor confianza, para que de ésta manera merezcas acercarte a ofrecer a Dios el sacrificio y recibir beneficiosamente el sacramento de mi Cuerpo.
4. No existe ofrecimiento más adecuado ni reparación mayor para borrar los pecados que entregarse uno mismo, simple e íntegramente en unión con el sacrificio del Cuerpo de Cristo ofreciéndose a Dios en la Santa Cena y la Comunión. Si la persona hace lo que está de su parte, y se arrepiente verdaderamente todas las veces que se acerque a Mí en demanda de perdón y gracia "Yo lo afirmo, dice el Señor, que no quiero la muerte del pecador sino más bien que se convierta y viva porque no recordaré más sus pecados" (Ez 33,11.16) y así será perdonado de todo.
Capítulo VIII
Ofrecimiento de Cristo en la Cruz y nuestra entrega a Él.
Jesucristo:
1. Tal como yo me ofrecí espontáneamente a Dios Padre por tus pecados con los brazos extendidos en la cruz y el cuerpo desnudo de manera que nada me quedó que no pasara a Dios en sacrificio total, así debes tú ofrecerte voluntariamente a Mí cada día en la Santa Cena en entrega pura y santa con todas las fuerzas y el afecto que más íntimamente puedas. ¿Qué más espero de ti que te esfuerces por dedicarte íntegramente a Mí?. Considero en nada lo que me des fuera de Tí porque no quiero tu don sino a tí mismo. Como no te bastarían todas las cosas sin Mí, igualemente no puede gustarme a Mí lo que me des si tú no te entregas. Ofrécete a Mí y date todo por Dios y entonces será aceptable tu oblación. Yo me entregué totalmente al Padre, por ti di todo mi Cuerpo y mi Sangre como alimento para ser todo tuyo, y que tú permanezcas mío. Pero si tú estás pegado a ti mismo y no te ofreces espontánemanete a mi voluntad no es completa tu entrega ni será íntegra la unión entre nosotros. Por eso la oblación espontánea de Tí mismo en las manos de Dios debe ir delante de todas tu acciones si quieres conseguir libertad y gracia. Muy pocos llegan por eso a estar iluminados y liberados por dentro porque no saben renunciar del todo a sí mismos. Es auténtica mi frase: "Quien no renuncia a todo no puede ser mi discípulo" (Lc 16,32). Tú en cambio, si optas por ser mi discípulo ofrécete tú mismo a Mí con todo tu afecto.
Capítulo IX
Nuestro ofrecimiento total a Dios.
Discípulo:
1. Señor, es tuyo todo lo que existe en el Universo. Deseo yo mismo ofrecerme a Ti en espontánea oblación y permanecer tuyo perpetuamente. Señor, en la sencillez de mi corazón, me ofrezco a Ti hoy día como servidor para siempre en obsequio y en sacrificio perpetuo de alabanza. Recíbeme con la santa oblación de tu Precioso Cuerpo, que hoy te ofrezco en la invisible presencia de los ángeles. Para que aproveche para mi salvación y la de todo tu pueblo.
2. Señor, te presento también sobre el altar de tu misericordia todos mis pecados y delitos que he cometido en tu presencia y en la que tus santos ángeles desde el primer día que pude pecar hasta ahora para que todo malo lo enciendas y consumas con el fuego de tu amor, y borres todas las manchas de mis pecados y purifiques mi conciencia de todo delito, me restituyas tu gracias que perdí pecando me perdones plenamente y me recibas misericordiosamente con un beso de paz.
3. ¿Qué puedo hacer por mis pecados sino reconocerlos y lamentarlos con humildad y suplicar ininterrumpidamente tu benevolencia?. Te lo suplico, escúchame con bondad ya que me encuentro frente a Ti, Dios mío. Todos mis pecados me desagradan al máximo no quiero jamás volver a cometerlos pero por lo que hice me apeno y me apenaré, mientras viva estoy dispuesto a hacer penitencia y a satisfacer según mis fuerzas. Olvida, Señor, olvida mis pecados por tu Santo Nombre salva mi vida que rescataste con tu Preciosa Sangre. Me encomiento a tu Misericordia me pongo en tus manos; haz conmigo conforme con tu Volunad, no según mi malicia e injusticia.
4. Te ofrezco también todo lo bueno que he hecho aunque sea poco e incompleto, para que Tú lo restaures y santifiques, lo recibas con agrado, lo hagas digno de Ti y siempre lo conviertas en mejor para que a mí, pobre e inútil persona, no dejes de conducirme al feliz y saludable Fin.
5. Te ofrezco igualmente todos los piadosos deseos de las personas religiosas, las necesidades de parientes, amigos, hermanos y hermanas que más aprecio y de todos los que a mí y a otros benefician por amor a Ti y por quienes desearon y pidieron que yo rezara u ofreciera la Eucaristía por ellos y por suyos sea que todavía estén vivos o ya hayan fallecido para que todos sientan el auxilio de tu gracia, la abundancia de tu consuelo, la protección en los peligros, la liberación de las penas futuras, y para que, finalmente, arrancados de todos los males puedan, felices, agradecerte como es debido.
6. Te ofrezco además oraciones y sacrificios especialmente por quienes de alguna forma me perjudicaron, entristecieron o insultaron me ocasionaron algún daño u ofensa; así mismo, por todos aquellos a los que alguna vez entristecí, desconcerté, agravié y escandalicé con palabras y actitudes, consciente o inconscientemente; para que a todos nosotros por igual perdones nuestros pecados y nuestras ofensas. Quita, Señor, de nuestros corazones toda suspicacia, indignación, ira y controversia y lo que pueda lesionar la caridad o disminuir el afecto fraterno. Compadécete, compadécete Señor otorga tu misericordia a quienes te la piden da tu gracia a los necesitados y haz que nosotros vivamos de manera que seamos dignos de gozar enteramente de tu gracia y de alcanzar la Vida eterna. Así sea.
Capítulo X
No debe abandonarse fácilmente la comunión.
Jesucristo:
1. Frecuentemente debes recurrir a la fuente de la Gracia y la divina Misericordia a la fuente de Bondad y de toda Pureza para que puedas sanar de tus apasionamientos y vicios y merezcas llegar a ser más fuerte y vigilante contra todas las tentaciones y engaños del diablo. El enemigo, consciente del fruto y remedio máximo que se encuentra en la Sagrada Comunión se esfuerza cuanto puede, de toda forma y en cualquier ocasión, por apartar e impedir que los fieles y devotos se acerquen a ella.
2. Cuando alguien mejor se prepara a la Sagrada Comunión padece peores tentaciones del demonio. Este espíritu nefasto, como está escrito en el libro de Job: se mete entre los hijos de Dios (Job 1,6) para perturbarlos con su acostumbrada maldad o hacerlos excesivamente temerosos y perplejos, para de esta manera disminuir su afecto o arrancarles la fe combatiéndola en ellos, logrando así que abandonen totalmente la Comunión o lleguen a ella con desgano. Pero no debemos prestar atención a sus astucias y tentaciones así sean vergonzosas y horribles sin devolverle a él mismo todas sus solicitaciones. Debe despreciarse a este miserable, burlarse de él no vaya a ser que por sus insultos y la conmoción que produce termine uno omitiendo la Sagrada Comunión.
3. Con frecuencia también nos dificulta la exagerada solicitud por estar bien dispuesto y cierta ansiedad por confesarse perfectamente. Sigue los consejos de los santos, depón la ansiedad y el escrúpulo porque impiden la gracia de Dios y destruyen la interior devoción. No dejes la sagrada Comunión por alguna pequeña turbación o molestia sino acude pronto a reconciliarte y perdona de buena gana cualquier ofensa que hayas recibido. Si, en cambio, tú a alguien ofendiste pide perdón humildemente y Dios de buena gana te perdonará a ti.
4. ¿De qué aprovecha retardar más la confesión o diferir por más tiempo la Sagrada Comunión?. Purifícate en recibir el remedio y te sentirás mejor que si lo retardas más tiempo. Si hoy lo dejas por estas pequeñeces, mañana quizás suceda algo más grave y así por más tiempo estás impedido de comulgar y te irás haciendo cada vez más inepto. Lo más pronto que puedas líbrate de la presente pesadez e inercia porque nada se gana con angustiarse y turbarse separándose de Dios por los obstáculos cotidianos. En cambio, hace mucho daño dilatar por más tiempo la Comunión porque esto nos puede llevar a un gran entorpecimiento. ¡Qué pena!. Algunos desanimados y deshonestos prefieren retrasar lo más posible su reconciliación y desean diferir igualmente la Comunión para no verse obligados a cambiar de vida.
5. ¡Qué poco amor tienen, y débil disposición, los que tan fácilmente posponen la Sagrada Comunión!. ¡Qué feliz se encontrará y será aceptable a Dios quien viva cuidando la pureza de su conciencia!, de manera que cada día esté preparado y animado a comulgar si esto le fuera posible sin llamar la atención. Si por causa de su humildad o por un legítimo impedimento alguno se abstiene de comulgar, debe ser reconocido por su respeto al sacramento. En cambio, si es inducido por la indolencia, debe animarse a sí mismo y hacer lo que esté de su parte y el Señor ayudará a su deseo por la buena disposición en la que Él se fija especialmente.
6. Pero cuando se encuentre legítimamente impedido, tenga siempre buena voluntad y piadosa intención de comulgar y así no carecerá del todo del fruto del sacramento. Cualquier persona bien dispuesta puede acceder todos los días y a cualquier hora, sin ninguna prohibición, a la saludable comunión espiritual de Cristo y por supuesto, algunos días, en el tiempo oportuno debe recibir sacramentalmente el Cuerpo de su Redentor con afectuoso respeto procurando más la alabanza y el honor de Dios que su propia satisfacción. Porque todas las veces que recuerda con devoción el misterio de la Encarnación o la Pasión de Cristo comulga místicamente y de manera invisible se nutre encendiéndose en su Amor. De otra manera, el que no se prepara sino cuando es inminente la celebración o la costumbre lo apremia, con frecuencia se hallará mal dispuesto.
7. Feliz quien se ofrece a Dios en entrega total cada vez que celebra o comulga. No seas demasiado prolijo o apremiado en la celebración sino respeta las buenas maneras de las personas con quienes vives. No debes ocasionar a los demás molestia o tedio sino seguir el camino ordinario instituido por los maestros espirituales atendiendo más a la utilidad de los presentes que a la personal devoción y afecto.
Capítulo XI
Necesidad del cuerpo de Cristo y de la Sagrada Escritura.
Discípulo:
1. Bondadosísimo Señor Jesús, qué dulzura tan grande siente la persona devota al participar contigo en tu convite donde no se le ofrece otro manjar que a Ti, único Amado suyo, deseable sobre todos los deseos de su corazón. Para mí sería lo más dulce derramar en tu presencia lágrimas de emoción, desde lo más íntimo de mi afecto, y junto con la piadosa Magdalena regar tus pies con esas lágrimas. Pero ¿dónde está esa devoción?, ¿dónde la abundante efusión de santas lágrimas?. Ciertamente, en tu presencia y la de tus santos mensajeros todo mi corazón debería arder y llorar de felicidad. Te encuentro verdaderamente presente en el Sacramento aunque oculto en una distinta apariencia.
2. Pero si viera en tu propia y divina Claridad, mis ojos no podrían resistirlo ni subsistir el mundo entero ante el resplandor de la gloria de tu Majestad. En esto, pues, condesciendes con mi debilidad escondiéndote en el sacramento. Te reconozco, realmente, y adoro interiormente por la Fe a quien los ángeles adoran en el cielo, pero ellos ven claramente y sin velos. Me conviene estar contento con la luz de la verdadera Fe y caminar en ella, "Hasta que llegue el día de la eterna claridad y desaparezcan las sombras" (Ct 2,17). "Cuando venga lo que es perfecto" (1Co 13,10) cesará el uso de los sacramentos porque los Santos en la gloria celestial, no necesian de medicinas sacramentales; gozan ellos sin término en la presencia de Dios expectando su gloria cara a cara, y transformados de iluminación en iluminación en la profundísima Divinidad saborean al Verbo de Dios que se hizo hombre, como fue al principio y permanece para siempre.
3. Acordándome de estas maravillosas experiencias cualquier satisfacción, aunque sea espiritual se me convierte en pesado tedio porque mientras no contemple claramente a mi Señor en su gloria considero como nada lo que en el mundo veo y escucho.
4. Tú, Dios mío, eres mi testigo que ninguna cosa me puede consolar, ninguna criatura aquietarme sino Tú, Dios mío, a quien deseo eternamente contemplar. Pero no es esto posible mientras permanezca en esta vida presente; por eso conviene que me disponga a tener gran paciencia y a someterme a Ti en todos mis deseos. Porque también tus santos, Señor, que se alegran ahora contigo en el Reino de los Cielos, mientras vivían aquí esperaban la llegada de tu gloria con fe y mucha paciencia. Lo mismo que ellos creyeron creo yo lo que ellos esperaron, yo espero a donde ellos llegaron por tu gracia, confío llegar yo también. Caminaré, mientras tanto, con fe reconfortado por los ejemplos de los santos leeré también libros santos para mi satisfacción y modelo de vida y, sobre todo, tendré tu Santísimo Cuerpo como especial remedio y refugio.
5. Siento que me son necesarias dos cosas principalmente sin las cuales sería imposible para mí sobrellevar esta miserable vida. En ésta cárcel en que estoy detenido confieso carecer de dos cosas: alimento y luz. Y así, me diste a mí que soy tan débil tu Sagrado Cuerpo como alimento del alma y del cuerpo y pusiste tu Palabra para iluminar mis pasos (Sal 119,105). Sin estas dos cosas no se puede vivir bien porque tu Palabra es la luz de mi alma y tu sacramento, el Pan de la Vida. Puede decirse que son dos mesas colocadas a uno y a otro lado del tesoro de la Santa Iglesia. Una mesa es el sagrado altar, que tiene el Pan santo, esto es, el Precioso Cuerpo de Cristo; La otra es la Ley Divina que contiene la Santa Doctrina, enseña la recta fe y conduce con seguridad hasta lo más interior del velo donde está el Santo de los Santos. Gracias a Ti, Señor Jesús, Brillo de la Luz Eterna por la mesa de la Sagrada Enseñanza que hicieste que prepararan para nosotros tus servidores los Profetas, Apóstoles y doctores. Gracias a Ti, Creador y Redentor nuestro que para demostrarle tu amor a todo el mundo preparaste la gran Cena en la que diste a comer tu santísimo Cuerpo y Sangre y no un cordero simbólico alegrando a todos los fieles con tu Sagrado convite, con tu Cáliz desbordante de salud en el que se encuentran todas las delicias del Paraíso del que participan con nosotros los ángeles aunque ellos con más suave felicidad.
6. ¡Qué grande y honroso es el oficio de los sacerdotes a quienes se ha concedido consagrar con palabras sagradas al Señor Majestuoso alabarlo con sus labios, tenerlo entre sus manos recibirlo en su propia boca y entregarlo a los demás!. ¡Qué limpias deben ser sus manos, qué pura su boca, qué santo su cuerpo, qué inmaculado el corazón del sacerdote al cual ingresa tantas veces el Autor de la pureza!. De boca del sacerdote no debe salir ninguna palabra que no sea santa, honesta o útil ya que con tanta frecuencia recibe el sacramento de Cristo. Mirada franca y casta pues acostumbra contemplar el Cuerpo de Cristo. Manos puras y dirigidas al Cielo que acostumbran tocar al Creador de Cielo y Tierra. A los sacerdotes se les dice especialmente en la Escritura: "Sean santos porque yo, su Dios, soy santo" (Lv 19,3).
7. A quienes recibimos la ordenación sacerdotal que nos ayude tu gracia, Dios Todopoderoso, para que seamos capaces de servirte a Ti, digna y devotamente, con toda pureza y buena conciencia. Y si no podemos proceder con tanta pureza de vida como debemos concédenos lamentar justamente lo malo que hicimos y servirte en adelante con más entusiamso con espíritu humilde y decidida buena voluntad.
Capítulo XII
Gran cuidado en prepararse a la comunión de Cristo.
Jesucristo:
1. Yo soy amante de la pureza y quien otorga toda santidad. Yo busco el corazón puro y ese es el lugar de mi descanso. Prepárame una sala grande, bien amoblada y celebraré la Pascua contigo y mis discípulos (ver Lc 22,12). Si deseas que venga a ti y permanezca contigo libérate del fermento antiguo y limpia la habitación de tu corazón. Excluye todo el mundo y el tumulto de tus vicios, manténte como una ave solitaria en el tejado y piensa en tus despropósitos con amargura en el alma (Sal 102,8; Is 38,15). Todo verdadero amante prepara un lugar óptimo y hermosísimo a su escogido amado porque en esto se reconoce el afecto de quien recibe a su amado.
2. Acepta sin embargo, que no puedes alcanzar esta preparación en mérito a tus acciones aunque te prepares durante un año entero y nada más tengas en mente. Pero sólo por mi piedad y gracia se te permite llegar a mi mesa como si un rico invitara a un mendigo a comer y él no tuviera otra cosa para pagar a sus beneficios que reconocer lo que es y agradecerlo. Haz lo que esté de tu parte, y hazlo cuidadosamente, no por costumbre ni por imposición; sino con respeto, reverencia y afecto recibe el Cuerpo de tu querido Señor Dios que se digna venir a ti. Yo soy quien llamé, Yo dispuse que así fuera, Yo supliré lo que te falta: ven y recíbeme.
3. Cuando te concedo el afecto de la devoción, agradece a tu Dios no porque te lo mereces sino porque tengo misericordia de ti. Si no tienes devoción y sientes gran aridez, insiste en orar, gime, toca la puerta, no desistas hasta que logres recibir una pizca o gota de Gracia salvadora. Tú me necesitas, Yo no tengo necesidad de ti; Tú no vienes a santificarme sino que Yo vengo a santificarte y mejorarte. Tú vienes para ser santificado por Mí, uniéndote Conmigo para recibir nueva gracia y que de nuevo te animes a enmendarte. No vayas a despreciar estas gracias, más bien prepara con toda diligencia tu corazón y recibe dentro de ti a tu Amado.
4. Conviene, sin embargo, que no solamente te prepares a la devoción antes de la Comunión sino que te conserves con cuidado en ella luego de recibir el sacramento. No se exige después menor cuidado que anteriormente la devota preparación. Porque el buen cuidado que después se tiene es óptima preparación para conseguir mayores gracias. Al contrario, se indispone para ellas el que se entrega con exceso a las complacencias exteriores tan pronto como ha recibido la Comunión. Evita hablar demasiado, permanece en secreto y goza íntimamente de tu Dios. Tienes contigo a quien todo el mundo no puede quitarte. A mí debes entregarte totalmente, de manera que de ahora en adelante ya no vivas en ti sino en Mí, libre de otros cuidados.
Capítulo XIII
Profundo interés por unirse a Cristo en el sacramento.
Discípulo:
1. ¿Cómo lograré, Señor, encontrarte a Ti solo y abrirte a Ti mi corazón y gozar de Ti, como deseo íntimamente, para que ya nadie me desprecie ni nada creado me altere o atraiga sino que solamente Tú me hables, y yo a Ti como acostumbran conversar los amantes o se comunican los amigos entre sí?. Lo que yo pido, lo que deseo, es unirme contigo íntegramente, apartar mi corazón de todo lo creado y aprender a apreciar lo Eterno principalmente por la Sagrada Comunión y la frecuente celebración de tu Santa Cena. ¡Dios mío! ¿cuándo estaré todo unido a Ti, sumergido en Ti y olvidado totalmente de mi?. Tú en mí y yo en Ti: permite que así permanezcamos siempre unidos.
2. Verdaderamente, Tú eres mi Amado, escogido entre todos con quien me alegro de estar todos los días de mi vida. Verdaderamente, Tú eres Pacificador en quien reside la máxima paz y la auténtica tranquilidad; sin Ti, hay angustia, dolor e infinita miseria. Verdaderamente, Tú eres el Dios Escondido (Is 45,15) y no te juntas con los faltos de piedad sino que te comunicas con los humildes y sencillos. ¡Que bondadoso, Señor, es tu Espíritu que para demostrar tu dulzura con tus hijos quisiste alimentarlos con el Pan tan suave que desciende del cielo. Verdaderamente, no existe nación tan grande que tenga su Dios tan cerca de ella como Tú, Señor Dios, estás presente a todos tus fieles a quienes te engregas como alimento y gozo para diaria satisfacción y que dirijan su corazón al Cielo.
3. ¿Dónde existe un pueblo así como el pueblo cristiano?. O ¿qué persona del mundo tan querida como la persona de fe a la que viene el mismo Dios para que se nutra con su Cuerpo viviente?. ¡Gracia inexplicable!. ¡Condescendencia admirable!. ¡Amor inmenso exclusivamente reservado para los hijos de Dios!. Pero ¿cómo retribuiré al Señor por este favor, por este amor tan excelente?. No existe mejor manera de agradecerlo que entregarme de todo corazón a mi Dios y unirme íntimamente con Él. Cuando me haya unido perfectamente con Dios, entonces se alegrará todo mi ser. Entonces Él me dirá: si quieres estar conmigo Yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Dígnate, Señor, permanecer conmigo. Yo deseo con gusto estar contigo. Este es mi único anhelo; que mi corazón se una a Ti.
Capítulo XIV
Deseo vehemente de recibir el cuerpo de Cristo.
Discípulo:
1. ¡Qué abundancia de tu dulzura Señor, tienes escondida para los que te respetan! (Sal 31,20). Cuando recuerdo con qué enorme devoción y afecto se acercan algunos a tu Sacramento, de inmediato me desconcierto y avergüenzo ya que tan tibio y frío me llego a tu Altar y a la mesa de la Sagrada Comunión porque permanezco tan árido y sin afecto en el corazón, no estoy totalmente encendido junto a Ti ni me siento tan vehementemente atraído y comprometido como otras personas realmente piadosas que por su corazón, no podían contener su emoción sino que interior y exteriormente te anhelaban, a Ti Dios, Fuente Viva, incapaces de calmar o saciar su sed si no recibían tu Cuerpo con toda alegría y avidez espiritual.
2. La verdadera y ardiente fe de esas personas es prueba evidente de tu Sagrada Presencia en el sacramento. Ellas, efectivamente, reconocen a su Señor al partir el Pan (Lc 24,30-31) porque sienten arder su corazón cuando Jesús los acompaña por el camino. Con frecuencia está muy lejos de mí, semejante afecto y devoción tan ardiente amor y entusiasmo. Jesús bueno, amoroso y benigno, inclínate hacia mí y concede a tu pobre mendigo, al menos alguna vez, que sienta en la Sagrada Comunión un poquito del afecto cordial de tu Amor para que se recobre mi fe, crezca mi confianza en tu bondad y mi caridad, una vez perfectamente encendida y conocedora del alimento del cielo, jamás decaiga. Es poderosa tu misericordia para otorgarme la gracia tan deseada y visitarme con gran clemencia en espíritu de amor cuando tú quieras. Y aunque no ardo en tanto deseo como las personas más dispuestas, sin embargo, con tu favor, quiero sentir esos mismos ardientes deseos rogando y aspirando convertirme en partícipe juntamente con quienes te quieren bien y ser contado como integrante de esa santa comunidad.
Capítulo XV
La gracia de la devoción se consigue con humildad y abnegación.
Jesucristo:
1. Te conviene buscar en todo momento la gracia de la devoción, pedirla con verdadero interés, esperarla paciente y confiadamente, recibirla con gratitud, conservarla con humildad, comportarte con ella cuidadosamente y dejar que Dios determine cuándo y cómo te visitará. Debes reconocer tus limitaciones cuando sientas poca o ninguna devoción interior, pero no deprimirte demasiado ni descomponerte por la tristeza. Con frecuencia, Dios otorga en un solo instante lo que no concedió durante largo tiempo. A veces, da al final de la oración lo que retuvo en un principio.
2. Si diera la gracia siempre de inmediato de acuerdo con el deseo no sería bien aprovechada por la debilidad de nuestra naturaleza. Por lo tanto, debe esperarse la gracia de la devoción en actitud de buena esperanza y humilde paciencia. Sin embargo, cuando la devoción no se te otorgue o la pierdas sin darte cuenta, puedes culpar de ello a tus pecados. Algunas veces es algo pequeño lo que impide y esconde la gracia si puede llamarse pequeño y no grandísimo lo que nos prohibe tanto bien. Si apartas esto mismo, pequeño o grande y perfectamente lo vences, sucederá como pediste.
3. Tan pronto como te entregues a Dios de todo corazón y no desees esto ni lo otro por tu propio gusto sino que íntegramente te pongas en sus manos, te hallarás unificado y tranquilizado porque nada te sabrá bien ni te dará placer como el cumplir la Voluntad de Dios. Cualquiera que dirija su intención hacia Dios con sencillez de corazón y se despoje de toda desordenada adhesión o falta de afecto hacia los seres creados será aptísimo para recibir la gracia y digno del regalo de la devoción. El Señor otorga su bendición donde encuentra un vaso vacío. Y cuanto más perfectamente alguien renuncia a lo inferior y más muere a sí mismo por una justa valoración, más pronto llegará la gracia, más abundante entrará en él y más alto se elevará su corazón ya libre.
4. Entonces verá y se enriquecerá, se admirará y se dilatará su espíritu dentro de él (Is 60, 1) porque la protección del Señor está con él con quien se puso totalmente en sus manos para siempre. Así será bendecida la persona que busca a Dios de todo corazón, porque no ha recibido su vida en vano (Sal 23,4). Cuando recibe la sagrada Eucaristía merece la inmensa gracia de la unión con Dios porque no se fija en su propia devoción y consuelo sino que fuera de toda devoción y consuelo, mira la Gloria y el Homenaje a Dios.
Capítulo XVI
Debemos manifestarle nuestras necesidades y pedirle su gracia a Cristo.
Discípulo:
1. "Hermosísimo y queridísimo Señor a quien ahora deseo recibir con emoción. Tú conoces mi enfermedad y las necesidades que tengo en cuántos males y vicios estoy caído, con qué frecuencia me encuentro agobiado, tentado, perturbado y manchado. A Ti vengo por remedio, a Ti acudo por consuelo y alivio. Me dirijo a quien todo lo sabe, para quien está a la vista toda mi intimidad y que es el único que me puede consolar y ayudar perfectamente. Tú sabes cuáles son los bienes que más necesito y lo grande que es mi pobreza de virtudes.
2. Aquí estoy, pobre y desnudo, ante Ti pidiendo tu gracia e implorando tu misericordia. Alimenta a tu hambriento mendigo, enciende mi frigidez con el fuego de tu amor ilumina mi ceguera con la claridad de tu presencia. Convierte todos los placeres deshonestos en amargura, todo lo pesado o contrario en paciencia, todas las cosas limitadas en desprecio y olvido. Levanta mi corazón hasta el cielo y no lo dejes vagar de aquí para allá. Desde ahora, solo Tú sé mi dulzura para siempre porque Tú solo eres mi alimento y bebida, mi amor y mi alegría.
3. Ojalá, por tu presencia, me enciendas totalmente, me inflames y me transformes en Ti para ser de un solo espíritu contigo por la gracia de la unión interior y por la abundancia de tu amor ardiente. No dejes que me aparte de Ti ayunando y sediento, sino pórtate conmigo misericordiosamente como siempre actúas admirablemente con tus santos. ¿Qué tiene de extraño si por Ti me enciendo íntegro sin acordarme de mí mismo puesto que Tú eres fuego siempre ardiente y jamás apagado amor que purifica los corazones e iluminas la inteligencia?.
Capítulo XVII
Recibir a Cristo con amor ardiente y vehemente afecto.
Discípulo:
1. Con la mayor devoción y ardiente amor, con todo afecto y fervor de corazón deseo recibirte, Señor, tal como desearon recibirte en la comunión muchos santos y personas devotas que te complacieron por su santidad de vida y tuvieron muy ardiente devoción. Dios mío, Amor eterno, todo mi Bien, Felicidad interminable, ansío recibirte con vehementísimo deseo y dignísimo respeto tal como jamás algún santo tuvo o pudo sentir.
2. Y aunque soy indigno de tener todos estos sentimientos de devoción, sin embargo te ofrezco todo el afecto de mi corazón como si solamente yo pudiera tener todos estos gratísimos deseos inflamados. Pero todo cuanto puede concebir y desear una mente piadosa, te lo presento y ofrezco con sumo respeto e íntimo fervor. Nada deseo reservar para mí sino inmolarte espontánea y gustosamente a mí mismo y todo lo mío. Señor Dios mío, Creador mío y Redentor mío, Con el mismo afecto, respeto, alabanza y honor; con la misma gratitud y amor; con la misma fe, esperanza y caridad deseo hoy recibirte como te recibió y deseó tu Santísima Madre, la gloriosa Virgen María, cuando le respondió humilde y devotamente al mensajero que le anunciaba el misterio de Encarnación: He aquí la esclava del Señor, suceda conmigo según tu palabra (Lc 1, 38).
3. Y como tu santo Precursor, excelentísimo santo, Juan el Bautista, saltó de júbilo en tu presencia en el gozo del Espíritu Santo, estando todavía dentro del seno materno y después de ver a Jesús caminando entre la multitud, humillándose mucho decía con devoto afecto: "El amigo del novio, que está ante él y le oye se alegra mucho al escuchar su voz" (Jn 3, 29), así yo quiero inflamarme con grandes y sagrados deseos y presentarme ante Ti de todo corazón. Por eso te ofrezco y dedico las alegrías íntimas de todas las personas devotas, sus ardientes afectos, sus ideas brillantes, sus inspiraciones sobrenaturales y visiones místicas con todas las virtudes y alabanzas que celebran todos los seres creados en el cielo y en la tierra, por mí y por todos los que se han encomendado a mis oraciones para que seas alabado dignamente por todos y seas glorificado perpetuamente.
4. Recibe mis promesas, Señor Dios mío, y los deseos de infinita alabanza e inmensa bendición que mereces justamente de acuerdo con la inmensidad de tu inexpresable grandeza. Esto ahora te ofrezco y ofreceré todos los días y en cada momento e invito y suplico a todos los espíritus del cielo juntamente con los fieles, con ruegos y afecto que se unan a mí para ofrecerte gratitud y alabanzas.
5. Todos los pueblos, las tribus y las razas te alaben y engrandezcan tu santo y dulce Nombre con la mayor alegría y ardiente devoción. Todos los que respetuosa y devotamente celebran tu altísimo Sacramento y lo reciben con plena fe, merezcan encontrar tu gracia y misericordia y rueguen por mí humildemente. Cuantos hayan podido disfrutar de la deseada devoción y unión, y se retiraron de la Sagrada Mesa llenos de consuelo y admirablemente reconfortados sírvanse acordarse de mí que soy pobre.
Capítulo XVIII
Evitar la excesiva curiosidad y aceptar por la fe la presencia de Cristo en el sacramento.
Jesucristo:
1. Debes tener cuidado con la curiosa e inútil investigación de este profundísimo Sacramento, si no quieres sumergirte en un abismo de dudas. Quien escruta a la Majestad quedará oprimido por su esplendor. Más puede la acción de Dios que la inteligencia del ser humano. Es aceptable la piadosa y humilde búsqueda de la verdad dispuesta siempre a dejarse enseñar y caminar de acuerdo con las sanas doctrinas de los Padres.
2. Feliz sencillez, que abandona los caminos de difíciles cuestionamientos y sigue las sendas llanas y seguras de los mandamientos de Dios. Muchos perdieron la devoción al querer escudriñar lo sublime. La fe te exige una vida sincera no un alto nivel de inteligencia ni la profundidad en los misterios de Dios. Si no entiendes ni captas lo que está por debajo de ti, ¿Cómo comprenderás lo que te supera?. Sométete a Dios y humilla tus sentidos a la fe y se te dará la luz de la ciencia en la medida que te sea útil o necesaria. Algunos son tentados seriamente contra la fe en el Sacramento pero no debe achacarse a ellos sino más bien al enemigo. No le prestes atención, ni te pongas a discutir con tus pensamientos ni respondas a las dudas sugeridas por el Diablo sino cree en las palabras de Dios, cree en sus santos y Profetas; entonces huirá de ti el enemigo. Con frecuencia es muy provechoso que los servidores de Dios soporten tales cosas. No tienta a los pecadores e infieles, porque ya los posee seguramente, en cambio de diversas maneras tienta y ofende a los fieles y devotos.
4. Acércate pues, con sencillez e indubitable fe y llega con suplicante respeto al Sacramento, y si algo no puedes entender, confíate seguro a Dios que todo lo puede. Dios no falla, falla el que cree excesivamente en sí mismo. Dios camina en compañía de los sencillos se manifiesta a los humildes hace comprender a los niños, abre el sentido a los de mente pura y esconde su gracia a los curiosos y sobreestimados. La razón humana es limitada y puede equivocarse en cambio la verdadera fe no puede errar.
5. Todo razonamiento e investigación natural debe seguir a la fe no procederla o reprimirla. Porque la fe y el amor aquí prevalecen y actúan secretamente en este santísimo y superexcelentísimo Sacramento. Dios eterno e inmenso y de infinita potencia, realiza obras grandes e inescrutables en el Cielo y en la Tierra y no hay forma de investigar las maravillas de sus obras. Si las obras de Dios pudieran ser comprendidas fácilmente por la razón humana no serían llamadas maravillosas ni indescriptibles.
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Fuente
• Sitio web: www.curas.com.ar
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